Partida Rol por web

- Maldición. Parece que si o si deberemos combatir - no puedo menos que exclamar el defensor, malhumorado ante las noticias con que lo habían despertado.

Casi sin darse cuenta, se ubicó en donde debía estar para comenzar su tarea, Manteniendo la honda flojamente en una de sus manos preparó la yesca y el pedernal para encender la antorcha que el enano tenía en sus manos en cuanto este le diera la orden.

- Ulfrin, dependemos de ti para encender el aceite del otro lado. Sobre todo si el legado no trae  una antorcha. Avísame cuando deba encenderla, lanzala y aléjate  - añadió disminuyendo el tono de voz esperando que el enano hubiera entendido el plan en su momento.

Mirando a su alrededor, trató de distinguir donde se encontraban sus compañeros - Recuerden, en silencio hasta que se empiecen a quemar - trató de organizarlos antes de pensar en Hamil y agregar - Y si alguien hace ruido antes de tiempo lo deberemos considerar uno de ellos - 

Al enterarme que esas sabandijas de Konut y Tolmer habían sido los que traidores, no pude evitar cagarme en la madre que los parió.

Por culpa de esos de bastardos vamos a tener que luchar digo lanzando una mirada a Ulfrin, quien pretendía pasar desapercibido, además de pensar que el Legado pudiera volverse con las manos vacías. Tenemos que ganar esta batalla, por Koln, por nuestros antepasados, por los rebeldes, y por nosotros mismos.

Dicho esto, casi más como para convencerme que para el resto, me sitúa en mi punto de combate, con el arco y las flechas preparadas, así como los virotes y el resto de mis pocas armas. Tendría que aprovechar los puntos vitales de mis enemigos para acabar con ellos.

Las noticias que Arvin nos da no son nada buenas pues el Legado viene con dos traidores y eso solo puede significar que sabe tanto de nuestro plan como de todos los aliados de la Resistencia que hay en Koln. Si el Legado y sus orcos vuelven, el Alcalde, el Sheriff, los cazadores y todos los que nos ayudaron estarán condenados. No puedo evitar pronunciar una descarga en el idioma Antiguo Enano:

 - "¡Draksrraktan!"

Quienes conocen el lenguaje ancestral, saben que no es una palabra que se utilice en un salón pero que sirve tanto para dejar en claro mis emociones como para describir a los traidores, de la forma menos elegante posible.

Desenvaino una de mis hachuelas con la mano izquierda mientras que tomo una de las jabalinas con la derecha, listo para lanzarla cuando llegue el momento.

Entonces, Wendell me acerca una antorcha y me dice que sea yo quien la lance. Niego con la cabeza, sin recibirla y le respondo:

 - "No plan mío, yo solo luchar hasta morir. Arvin oscuridad-ver, Arvin lanzar."

Me quedo en mi posición, listo para comenzar la lucha cuando se de la señal. Lo primero sería intentar matar al Legado aunque este intentará con todas sus fuerzas estar protegido por todos. Asesinar al Legado y a los traidores puede darle alguna oportunidad a los aliados de Koln en caso de que no logremos vencer.

"Probablemente aquí moriré. No morí en mi aldea pero lo haré acá. Solo le pido a mis ancestros que sirva de algo."

Respiro hondo mientras inflo mi abultado pecho y aprieto con fuerza el mango de mis armas, listo para darlo todo hasta mi último aliento.

- Que? - Wendell, por un momento se quedó inmóvil, sorprendido por las palabras del enano - Pero habíamos... - finalmente se encogió de hombros, no tenía sentido discutir - Arvin!, Arvin - llamó al sarcosano tratando de gritar sin elevar el tono de voz, lo que, a todas luces resultaba ridículo. 

- Ven acá, que necesito alguien con buena puntería - insistió esperando que fuera capaz de ayudarlo en la tarea que el enano había rechazado - Tu me dices cuando. Yo enciendo y tu lanzas - le explicó en cuanto lo tuvo a la vista

Madrugada del 3° de Halail del año 101 de la edad oscura (Turno 18)

Los planes se aceleraban al igual que el corazón de los héroes, el enemigo estaba cerca, ya casi podían oler la sangre de la batalla que estaba por venir. Y de momento, no había noticias de Hikra; o estaba muy bien escondido, o bien les había abandonado, y en ese caso, quizá debían darse por perdidos. Si bien lo segundo era poco probable, lo primero implicaba que no tenían certeza de cuando entraría en acción y eso aceleraba aún más sus corazones al ponerles aún más nerviosos. De momento por tanto, tenían que confiar en ellos mismos y en sus planes.

Arvin junto a Durghall serían de momento los encargados de arrojar las antorchas para encender el fuego; las cuales estaban ahora apagadas, ante la necesidad de no ser descubiertos por los orcos. El resto, habría de esperar a que el enemigo avanzase, y entonces cayese en el fuego de las antorchas o se atraviese a atravesar las aguas, y en cualquiera de los dos casos, los héroes habrían de reventarlos con disparos desde la distancia segura que les proporcionaba el estar separados por aquella fuente de agua.

Ya posicionados y listos para el combate, los héroes esperaron largamente a que el enemigo hiciese aparición. Esperaron durante eternos segundos con sus corazones acelerados, esperaron durante largos seis minutos que bien para la mayoría pareció ser un tiempo considerablemente más largo. Concluido aquel corto tiempo, el grupo escuchó, de forma clara ante el silencio y eco de la caverna, la llegada del enemigo.

No eran pocos, tal como esperaban, sus numerosas pisadas les delataban. Quizá eran más de una docena. De momento parecían avanzar a paso lento, incluso con cierto sigilo, lo cual explicaría por que habían demorado tanto en llegar hasta allí. El legado no había cargado con sus orcos sobre la entrada de la cueva sino que se estaba tomando su tiempo. A su vez, los héroes sabían que el anciano traidor Konut, no conocía nada sobre el camino más allá de la cascada, pues esa información no se las dio el alcalde, sino el viejo Tob, y esta solo fue proporcionada a Manfred y a Wendell. Por tanto, el legado no conocía que había más adelante, y podría estar receloso de avanzar sin tomar precauciones.

Un par de orcos surgieron entonces de entre la oscuridad de la caverna, los héroes no podían ver nada, pero sus pasos y palabras les delataban, e incluso más adelante, sus palabras en el lenguaje de los orcos delató con más detalle su presencia. Parecían estar explorando y dando informes a alguien, y por si los héroes no estuvieran seguros, la voz de Tolmer surgió súbitamente, en un punto aún más allá de donde encontraran al joven rebelde mal herido.

– Deben haber cumplido ya las ordenes del alcalde. Han pasado muchas horas. Si regresamos y tomamos el otro camino les cogeremos por la espalda – exclamó aquella voz severa y potente que bien conocían al haber viajado tanto tiempo con el joven, pero que a su vez, denotaba claramente temor, temor ante la reacción de aquel quien le escuchaba y a quien aparentemente le hablaba, y que seguramente se trataría del mismísimo legado Drugan Deem.

Wendell se mantuvo en silencio. Escuchando lo que estaba escuchando no era el momento de hablar. Con cuidado verificó tener el pedernal firmemente aferrado en la mano donde sostenía la honda, mientras que aferraba la yesca con la otra, listo para frotarlas entre si y encender las antorchas portaban sus compañeros.

El momento de la verdad había llegado. Jonad miraba a los compañeros que tenia cerca, Manfred y Girolamo, asintió con la cabeza señalando que estaba listo. Suerte no me abandones ahora. Pensó.

Ya había llegado el momento de la verdad. Las voces y susurros dieron paso a los asquerosos orcos seguidos de esas dos lombrices de tierra. Me gustaría clavarles la primera flecha en un ojo, pero era consciente de que había enemigos más peligrosos que esos dos cobardes.

Madrugada del 3° de Halail del año 101 de la edad oscura (Turno 19)

La temible voz de un orco se escuchó rugir de repente entre la oscuridad reinante, y aunque les era familiar, lo relevante eran sus severas palabras que eran esgrimidas en la oscura lengua de los orcos. Solo aquellos que podían entender aquella lengua lograron entender que el orco, quien parecía ordenar a los demás orcos avanzar, amenazaba a su vez a alguien más. Solo Girolamo entendió con claridad que el orco le decía a alguien, probablemente Tolmer, que si los rebeldes no estaban allí, haría que este mismo le tejiese una túnica con su propia piel.

El silencio en los héroes se mantenía mientras los orcos avanzaban paso a paso hasta llegar a las orillas de las aguas. Fue entonces cuando Arvin, escondido tras un pilar, pudo verles con claridad, señalando a sus compañeros el número y la aparente ubicación de cada uno de ellos. Lo cual confirmó parcialmente Ulfrin, en parte por que no alcanzaba a ver todo lo que Arvin señalaba y a su vez por que estaba más concentrado en iniciar la batalla que en dar indicaciones confusas que podría nadie entender.

Los orcos avanzaban lentamente y su movimiento era claramente audible con el chapotear del agua, aún a pesar de las cascadas cercanas. Los orcos avanzaban y pronto llegarían a la posición de Arvin, el combate era ya inminente.

El plan está listo para ser puesto en marcha y la tensión puede cortar el ambiente opresivo que se ha formado en la absoluta oscuridad de las cavernas. El remolino del agua está ausente mientras que el aceite ha sido derramado en la posición que deseamos, esperando a que los orcos caminen sobre él para ser encendido.

Mis músculos están completamente en tensión, esperando el momento para comenzar el ataque. El fuego eliminará la sorpresa y ese será el momento para comenzar con nuestra ofensiva, la que debe ser rápida y contundente si es que queremos sobrevivir a este encuentro.

Mientras espero, mientras la absoluta oscuridad nos rodea y yo soy capaz de ver la caverna sin colores como todos los enanos, las imágenes de mi tragedia aparecen ante mis ojos como destellos de dolor, que intercalan el momento actual con aquello que nadie debería vivir en su vida y que yo recuerdo como si hubiese sido ayer. Cada imagen que veo, aumenta más mi dolor, mi ira y mis sentidos, pudiendo percibir sus desagradables voces y sus pasos por el agua. El momento ha llegado y mi odio no puede ser más grande.

"¡Malditos infelices! Pagarán con sus vidas por el daño que han hecho, el que me han hecho. Hoy, no saldré de esta cueva con vida mientras uno de esos desgraciados respire. Serán ellos o yo."

Finalmente, es tanta la rabia que siento mezclada con un dolor inenarrable que la tensión es imposible de manejar y ansío que el plan se ponga en marcha para lanzar la primera jabalina, anhelando atravesar el cuello de algún orco y poder ver como se ahoga en su propia sangre, así como yo me ahogo día a día en recuerdos más dolorosos que el fuego y el acero.

Entre los ruidos que se propagaban por la cueva, las voces de los orcos y, fundamentalmente, el susurro de Arvin avisando que los orcos ya estaban a la vista, quedó claro para Wendell que la espera había terminado y no había tiempo para demorar las primeras acciones.

Con la práctica que le daban años de acampar al airee libre movió rápidamente sus manos, frotando el pedernal contra el trozo de acero que lo acompañaba, hasta conseguir que las chispas cayeran sobre el extremo de las antorchas que su compañero tenía en las manos - Ahora, lánzala, así vemos algo! - exclamó descartando, por primer vez en horas el miedo a ser escuchado y rezando para que el lanzamiento de su compañero fuera exitoso

Hasta no ver como se prendía el aceite no tenía sentido alertar a los orcos, al legado y a los traidores del riesgo que estaban corriendo, por lo cual se alejó un paso de su compañero, si animarse a dejar caer el pedernal y el acero que probablemente fueran útiles para prender el resto de las barricadas - Por el sonido deben estar allí cerca! - insistió, reacio a informar a sus enemigos que algunos de ellos también podían ver en la oscuridad - Trata de apuntar hacia el ruido - insistió mientras entrecerraba los ojos, sin ganas de que el súbito resplandor de las antorchas le impidiera buscar la mejor posición

Manfred se preparó para el combate posicionando sus saetas para que fueran fáciles de coger y cargar la ballesta, de hecho cargó la ballesta preparado para disparar en cuanto tuviera a tiro a algún enemigo.

La inmediatez del combate terminó por despabilar al somnoliento norteño, que pronto sintió como la ansiedad lo invadía, tensionando cada fibra de su cuerpo. En verdad, era una sensación extraña, que solo recordaba a medias. Y que, al menos de momento, tenía bastante más de pánico que de verdaderas ansias por la batalla.

Pronto, sus compañeros tomaron posiciones en la oscuridad. Y DURGHALL se apresuró a ocupar su puesto, no muy lejos de donde terminaba el paso sobre las aguas. Con cierta ceremonia, dejó apoyadas las jabalinas sobre una de las paredes de la caverna, para así tenerlas al alcance de la mano cuando todo se desencadenara, quedándose de momento solo con la lanza corta, lista para ser arrojada sobre sus enemigos.

Luego de ello, y ante la negativa del enano, se acercó a WENDELL para ayudar con las antorchas. Por si el sarcosano erraba su objetivo, y se volvía necesario un segundo intento de encender el fuego al otro lado de la corriente.

Allí aguardó en completo silencio durante largos instantes, inmutable en la impenetrable oscuridad de la caverna. Solo la leve y pausada respiración de sus camaradas perturbaba el ambiente. Y DURGHALL no pudo evitar que sus pensamientos volviera a viajar a épocas pasadas...

Finalmente, el desagradable sonido de aquellas voces inhumanas quebró la tensión del ambiente, y el veterano dornita empezó a sentir que su pecho se inflamaba por la furia. Poco a poco, el pánico y la ansiedad se iban retirando a algún remoto rincón de su mente... mientras que la rabia lo invadía todo.

Jonad notaba su pecho agitado, su corazón parecía iba a salirse del cuerpo. Preparo una primera flecha aun sin tensar el arco. No tenia una buena posición para disparar desde ahí, pero no quería moverse aun por miedo a hacer ruido.

Improvisando sobre el plan planteado, Wendell se apresuró a encender las dos antorchas que Arvin portaba. El sarcosano lanzó la primera logrando impactar con lo justo sobre la zona bañada con aceite, prendiendo en fuego con ello al orco que se encontraba en dicho lugar avanzando sobre el puente caído. Con la segunda antorcha aún en sus manos, Arvin, al igual que la mayoría de sus compañeros, pudo ver más allá de la poza, presenciando a los numerosos enemigos que allí se agolpaban.

Había seis orcos intentando cruzar la poza, cuatro de ellos por el lado del puente, muy cerca de donde se encontraban Wendell y Arvin, mientras que los otros dos se movían en la zona más al sur de la posa, donde el terreno parecía permitir cruzar el cuerpo de agua sin recorrer un largo trayecto. Más allá de la poza, del otro lado de la misma, había otros cinco orcos, uno de los cuales era aquel gigantesco orco que habían visto en Koln, y que parecía liderar a la patrulla de orcos. Junto a la orilla de la poza se encontraba también Tolmer, armado con un hacha y listo para la batalla. Finalmente, algo al fondo de la cueva, cerca del túnel que daba al primer nivel de las cavernas, se encontraba el legado Drugan Deem, con una clara expresión de sorpresa y enojo ante lo que estaba ahora sucediendo.

Y la situación empeoró aún más para los orcos, cuando sin previo aviso, las aguas empezaron a agitarse de forma turbulenta en el centro de la poza, dando paso rápidamente aún antinatural remolino que succionaba todo con violencia hacia su centro. El gran vórtice de más de 40 pies de extensión agitaba con fuerza sus aguas, golpeando a los orcos que se encontraban ya sumergidos en ellas, atrapando a su vez a dos de ellos.

Los héroes tenían ahora la oportunidad de atacar a los enemigos que no solo habían sido sorprendidos por las súbitas llamas, si no que a su vez, luchaban ahora por sobrevivir a las embravecidas aguas del manantial de la lagrima caída.

La acción comenzó, el fuego ilumino la cueva. Jonad se situó en un hueco de la improvisada barrera y a través de el intento lanzar un tiro certero para uno de los orcos en el puente. Tenso la cuerda sopesando si no estaría a demasiada distancia.