Partida Rol por web

Comenzaban a tener público: un matrimonio que caminaba hacia el banco se detuvo a cuchichear, un carromato aminoró la marcha a su altura y tres críos se asomaron por el costado, burlones. Uno de ellos, una chica con trenzas, le sacó la lengua a Sarah.

Sarah miró a su alrededor, aquello era lo único que le faltaba. No entendía qué diablos le pasaba a Andy o mejor dicho, lo entendía perfectamente. Esbozó una sonrisa irónica a la pequeña que le había sacado la lengua y se apeó con pericia del animal, volvió sobre sus pasos ya que parecía que aquel no era el mejor camino. Se paró frente a Andy con toda la furia contenida en los ojos.

-¿Esto es lo que querías, Broken?-se cuidaba de no llamarlo por su nombre de pila.-No quiero una disculpa de tu parte, es lo que menos me interesa, pero date cuenta de una cosa: si quería que la gente del pueblo me señalara una vez más, ya lo has logrado. Ahora deja que yo pase. ¿Buckner, vienes?

La voz de la cowgirl se quebró instantaneamente y escondió el rostro bajo el sombrero poniéndoselo con rapidez. Broken le había demostrado que de verdad era un idiota.

-Sus hombres… -repuso burlón. Señaló al arma y dictaminó: -¿Y eso? Sólo veo un trozo de metal colgándole cerca del vientre. ¿Sabe qué me dice eso de usted? Que busca desesperadamente a alguien que logre domarla –sonrió de forma espléndida, no dejó de hacerlo por más que su tono se volviese solemne. –No desespere, todo se andará. Dígame, ¿a qué le ha disparado hasta ahora: a perros, a botellas…? ¿Ha pensado alguna vez qué se siente al matar a alguien? Me sé bien esa lección: a los que matan a alguien no les espera en la otra vida otra cosa que el infierno. Las víctimas vienen en sueños, como preparación para esa eternidad de sangre y fuego, y sólo uno tiene cara, el primero que mataste; los demás son espectros anónimos. Pueden servirte en ese lugar, ¿sabe? Convertirse en esclavos de uno. Pero no es fácil, para someterlos, antes tiene uno que estar muy seguro de sí mismo, tener el control sobre uno mismo. ¿Tiene bien sujetas las riendas de su vida, señorita Wales? Tal vez le hiciera falta un modelo a seguir, una persona fuerte a su lado. ¿No le gustaría eso? Aguarde, no se enoje; también yo sé tratar a las damas (aunque nunca conocí a ninguna mujer que se obstinase en serlo durante mucho tiempo). Cene conmigo esta noche. Nos acompañarán el juez, y el alcalde, y el director del banco. Y un tipo al que vengo a recibir. Como ve, estará a salvo, al menos el tiempo que estemos sentados a la mesa.

Si las miradas mataran la de Josie habría fulminado a ese hombre, pero para desgracia suya y suerte de él, aquello no era posible.

-Mis hombres y mi arma, sí. ¿Algún problema con eso, sheriff? -le soltó con estudiada indiferencia, porque lo suyo con ese hombre no era indiferencia sino rechazo absoluto- Con el respeto que un hombre de su avanzada edad -recalcó adrede lo de avanzada edad- y cargo se merece, lo que a usted le diga o deje de decir el fierro que cuelga cerca de mi vientre me tiene sin cuidado.

Josie sonrió, encantadora, pero estaba claro que su sonrisa en ese momento era más falsa que Judas.

-La última vez que disparé a alguien fue a un tipo que quiso pasarse de listo conmigo... Miento, fue hace un par de noches, a unos cuatreros, a uno le destrocé la rodilla y el otro se fue derechito al infierno -mentía, pero daba igual- y hasta el día de hoy sigo durmiendo plácidamente. Será porque, a diferencia suya, sheriff, a mí no me causa remordimientos el acabar con la escoria. En cuanto a la cena, sheriff -le nombraba tanto por el cargo porque así lo matenía a raya-, tengo que rechazar la invitación, ya tengo planes, claro que si permite que vaya con mi acompañante entonces sí que podría.

-Entonces me temo que no ha dado con un adversario de su talla- admitió Lewis con una sonrisa despreocupada mientras bebía de su segundo vaso de whisky y observaba con detenimiento las cartas... aunque en teoría la dificultad del póker residía básicamente en saber simular "faroles".

-Thomas Lewis- le estrechó la mano con energía y dejó que volviera a tomar asiento -No he viajado nunca demasiado lejos de estas regiones, exceptuando sus montañas, así que me temo que no me suena...- quizá el tipo había exagerado con su reputación de jugador, aunque en realidad era un dato que a Lewis poco le importaba, sólo quería entretenerse y divertirse por unos minutos así que mentir o ser sincero no tenía demasiada importancia.

Buckner tardó en reaccionar ante la osada propuesta de la joven vaquera, no era demasiado buen jinete, y sobre todo le costaba hacer maniobras bruscas, no tenía ninguna duda de quien llegaría antes al río, pero la sola idea de quedarse a solas con la chica le espoleó lo suficiente para ponerse en movimiento.

Pero la interrupción del idiota ese que acosaba a Sarah cambió el rumbo alegre que tenía el día, permaneció callado en un primer momento, no quería entrometerse en la vida de la joven, sabía que era perfectamente capaz de defenderse. No pudo evitar esbozar una sonrisa cuando dijo que no se casaba ni se enamoraba, le agradaba ese fuerte carácter tras su frágil apariencia, y le gustó como se estaba encargando de ese tal Broken.

El vaquero era un tipo paciente, todos sus esfuerzos los había ido dedicando a mejorar este rasgo de su personalidad, y creía haberlo conseguido, pero había personas que se empeñaban en intentar sacar lo peor de él, y recurrir a su pasado era la mejor manera de hacerlo.

Aferró las riendas de su caballo, sus nudillos se tornaron blanquecinos por la presión a los que los estaba sometiendo, su rostro se tornó mortalmente serio y avanzó con lentitud hasta colocarse a la altura del carro que arrastraba ese personaje con poco apego por su vida. Cállate habló despacio mirando directamente a los ojos de Andy, una mano deslizándose al revolver que pendía de su cinturón Como vuelvas a ofender a Sarah, vas a saber bien que es lo que llevo en los genes

Si se sintió ofendido, Garrison no lo demostró. Por el contrario, le guiñó un ojo a la amazona y repuso:

-Puede que me haya dicho más de lo que pretendía, señorita Wales, es lo que tiene fanfarronear. Potter dijo que él había matado a ese confederado que recogimos en el rancho; ahora me confiesa que fue usted, y que además hirió a otro. ¿A quién debería de creer, señorita Wales?

Se había detenido a examinar a Josephine Wales con sesgo insolente cuando el silbato de un tren que se aproximaba los reubicó en el mundo. Entonces, chasqueó la lengua, divertido, y, sacudiendo la cabeza, como desestimando la integridad de la muchacha, sentenció:

–Ah, no tiene idea de cuánto me decepciona. Espero que ese acompañante suyo sea capaz de colmar sus expectativas. Ya seguiremos hablando. Ahora, si me disculpa –Se tocó el ala del sombrero y empezó a caminar hasta la oficina ferroviaria.

Andy la vio en los ojos de aquel vaquero: la moneda de la muerte, brillando despiadadamente como la disposición a cobrarse con sangre las afrentas, la determinación de entregar a un hombre a los gusanos si se le antojaba o le resultaba molesto. No se había equivocado, lo había dicho sin pensar, pero no se había equivocado.

Tragó saliva, pálido como un fantasma, y miró con estupor a Sarah. Así era, así había sido desde siempre y así seguiría siendo: eran los forajidos los que cautivaban a las bellas mujeres, jamás los hombres respetuosos de la ley y los emprendedores. Pese a que Andy Broken no era un mal muchacho, justo en ese instante, sacudido por la renuncia de la chica y la amenaza del galán, sus entrañas fueron embebiéndose de toda la ruindad que es capaz de desplegar un despechado. Enterró la cabeza entre los hombros y ordenó al tiro dar media vuelta. Los hombres del sheriff lo aguardaban más adelante, enseñando los dientes en un remedo de sonrisa, en tensión, alertados por el gesto leve de Buckner.

Respiraba profundo, escuchando a Buckner amenazar ampliamente y sin ningún reparo a Broken. Si hubieran sido los niños que correteaban en la cuadra del viejo, seguramente Sarah habría temblado pero era Zack y ella no tenía nada que temer, pero Andy sí; a pesar de todo, aún le daban vueltas en la cabeza, aquellas palabras del tendero respecto a Buckner, había dicho una bajeza. Lo tomó por la manga de la camisa sin volver a mirar a Broken y lo haló un poco.

-Vamos, esto ya terminó.

Levantó el rostro de medio lado y le sonrió pero tenía los ojos brillosos, la había llamado arrastrada y trabajaba precisamente para no terminar como una. Se montó en su caballo de un solo salto, ignorando por demás a la concurrencia y clavó las espuelas en el animal, sabía que Zack no la dejaría sola y tomó el camino al río. Camino que hizo en total silencio, debía darle las gracias y lo sabía pero se sentía muy avergonzada. Ella no sabía cómo se hacían esas cosas, sabía de caballos, de lazos, de armas pero no sabía cómo dar las gracias a alguien que no sólo te defiende, sino que te hace sentir bien. Que te hace sentir viva.

Siguió el vaquero con sus castaños ojos el camino de huída que recorrió aquel cuya lengua había herido con la misma facilidad que una bala a los dos jóvenes, y no fue hasta que sintió el pequeño tirón de su ropa cuando suavizó el gesto y volvió a aparecer aquel muchacho de aspecto apacible que poco antes tonteaba con su amiga de la infancia. Sus manos se relajaron y ni siquiera se percató de la alerta que había despertado en los ayudantes del sheriff, no era tan avezado como para hacerlo.

Cuando miró a Sarah una nueva oleada de rabia le invadió, pero fue la tristeza la que la contuvo esta vez, no le parecía justo aquella situación. Colocó su caballo tras el de ella y la siguió, respetando su silencio durante todo el camino, perdido en pensamientos para nada agradable con respecto a Broken y su familia, el maldito había tocado puntos demasiado sensibles para los que no estaba preparado.

La visión del río consiguió alegrarlo un poco, la fresca brisa y las rápidas aguas que saltaban vivaces entre las rocas causaron en el joven un efecto reparador, el terreno no era muy escarpado, y algunos árboles y matorrales demostraban la influencia del agua en sus alrededores. Descabalgó y dejó que el caballo pastará o bebiera a su antojo, y esperó a que la chica hiciera lo mismo. Se quitó el sombrero, que dejó en una piedra plana al borde del camino, y se acercó entonces hasta ella, y aparto el pelo que le caía cubriendo el lado derecho de su cara con suavidad.

No les hagas caso, no eres lo que los demás piensen, y a pesar de todo el propio vaquero se esforzaba al máximo cada día en olvidar sus orígenes. Dejó que los dedos acariciarían el cabello, y se quedaron allí un largo momento, bueno, por lo menos para él, que cuando se percató de lo que estaba haciendo, retiró la mano con brusquedad, y ese nervioso gesto hizo que golpeara su nariz en el retroceso.

Lo…lo siento murmuró totalmente avergonzado por su torpeza, bajando la mirada, que se topó con la camisa demasiado abierta de la chica, debía haberse soltado algún botón durante la cabalgada, y volvió a levantar los ojos, sin saber bien dónde meterse, su mano en la nuca, soy un patoso, ¿estas bien?, ¿te he hecho daño? no le quedaba mucho del aplomo que había demostrado ante Broken o el señor Doherty.

No había caso, ese hombre le revolvía el estómago, le parecía una alimaña, una sanguijuela, peor que una rata.

Se alegró de al fin poder librarse de su presencia y en su fuero interno deseaba no verlo nunca más en su vida, pero sabía que, mientras él fuera el sheriff, aquello habría de ocurrir inevitablemente. Apenas él se despidió y comenzó a caminar en dirección contraria, Josie continuó con su camino hacia el saloon.

Jamás lo admitiría, ni a ella misma ni a nadie, pero deseaba tener a Lewis cerca, porque independiente del rencor, rabia o dolor que aún tuviera hacia él, porque pese al tiempo que había pasado y que la herida se suponía sanada, el subconsciente de Josie sabía que con él cerca estaría segura y protegida.

Sarah se apeó del caballo con pesadez, parecía de pronto como si la menuda chica fuera de plomo. Sabía que muchas veces había sido señalada por lo ocurrido con su padre pero también sabía que nadie se había atrevido a echarle nada en cara porque en el fondo sabían que no era cierto; sin embargo lo de Brokem había ido demasiado lejos y no conforme con lastimarla a ella, había dicho algo sobre Zacharias que también le molestaba, en especial porque no sentía justo que por la obsesión de Andy con ella, pagara Buckner. A pesar de todo, pronto se sintió más tranquila, soltó las riendas de su animal al mismo tiempo que Buckner dejaba caer su sombrero sobre una roca cercana a ellos, el equino se alejó hasta la orilla para beber un poco de agua.

Quitó la vista del río y atendió a las palabras de su amigo, el roce de sus dedos en su pelo la dejó pensando en cualquier cosa, su respiración se hizo más pausada, la había tranquilizado prácticamente sin decir nada pero también la había dejado sin palabras. Sintió que atravesaba los años en regresión y volvía a ser la malcriada con trenzas a la que Zacharias perseguía para jugar y terminar riéndose de alguna tontería. No quiso mirarlo a los ojos pero fue exactamente lo que hizo hasta que él le golpeó tras retirar su mano. Sarah se llevó la mano instintivamente a la nariz, cubriéndosela pero luego de la sorpresa inicial, se dio cuenta que no estaba rota y sonrió retirando su mano y siguiendo los ojos de Buckner los encontró.

-¡Buckner!-Sarah no pudo evitar sonrojarse,-estoy bien pero no eres un patoso... Bueno, un poco quizás.

Lo empujó con su hombro acercándose a él en forma más que familiar, cosas que Sarah sólo podía hacer con él. Ojalá las cosas no hubieran sido como eran, ojalá no hubiera tenido que vender el rancho familiar, ahora estaría allí, trabajando para ella y no para alguien más. Posiblemente sería un lugar muy modesto pero sería suyo. Una vida difícil pero una vida suya. Respiró profundo y se resignó, soltó su nariz con suavidad, todo estaba en su lugar y su hombro junto al de Buckner, se notaba claramente la diferencia. Se paró frente a él.

-No me has hecho daño, duelen más las idioteces de Andy. Gracias por haber puesto la cara por mí, sé que puedo con Andy pero no sé si podré contra todo el pueblo.

Nuevamente las lágrimas comenzaron a salir, era mucho tiempo sola, mucho tiempo soportando sobre sus espaldas un peso que ella misma se empeñaba en creer que no era tan pesado como lo sentía. Había aguantado demasiado, había fingido que nada le importaba pero no era así, cada noche era para la pequeña Sarah, un recuerdo de que no era quién su padre y ella habían soñado, no era nadie. Se secó las lágrimas y le sonrió, mucho más no podía hacer, ahora él sabía qué ella no era cómo parecía.

-Ahora sabes que no soy tan fuerte, excepto para soportar un manotazo tuyo en la nariz...-sonrió pero sus ojos seguían humedos.-¿Qué pasó, Buckner? ¿Por qué no viniste antes? ¿Dónde está tu padre?

¿Por qué no viniste antes? Claro, Sarah, claro, ¿por qué no le dices directamente que estás feliz de tenerlo aquí?

Te creo, Heredia - asintió y bebió un largo sorbo - Ya he visto antes lo que el oro puede hacerle a un hombre... saca lo peor de cada uno y luego lo multiplica por mil hasta quedar a la sombra del mismo diablo. - comentó - Pero llevo mucho tiempo horadando esta tierra maldita, y temo tanto a la vida como a la misma muerte - afirmó tajante - Sabes por lo que he pasado y ya pocas cosas pueden asustarme.

Volvió a beber un trago y miró de soslayo al viejo amigo - En cambio tú... parece que tu misma sombra rehuye esta tierra, has cambiado... un poco. - comento - Quizá debieras confiarme, a tu viejo amigo, que males aquejan tu espíritu, en el pasado fuerte y tenaz. - le intentó persuadir.

Retrocedió un par de pasos al recibir el amistoso empujón por parte de chica, sorprendido, alzó los ojos para mirarla, bien abiertos, no estaba acostumbrado a recibir demasiadas muestras de camaradería, y mucho menos por parte de una mujer, así que no supo cómo reaccionar, y la cosa no mejoró cuando ella se echó a llorar.

¿Qué debía hacer?, lo instintivo fue acercarse para abrazarla, era lo que pedía la mente, pero no alcanzaba a moverse, y entre tanta duda, ella se había recuperado sola, debía estar acostumbrada, y eso no le gustó demasiado a Zacharias, el cual empezaba a pensar, que además de patoso, era un idiota, quedarse paralizado allí delante.

Aunque tal vez haya sido lo mejor, lo mismo, con lo nervioso que estaba, la volvía a golpear accidentalmente. La sonrisa y las preguntas de la chica lo hicieron reaccionar, ¿Qué por qué no volví antes? …. Ehm, no lo sé, tal vez debería haberlo hecho no estaba siendo muy despierto en sus contestaciones, tenía que tranquilizarse, así que calló unos momentos y exhaló un suspiro que debió oírse desde el rancho.

No sé dónde está mi padre, le perdí la pista en Austin, yo continué hacia el norte, y sinceramente, no me importa donde se encuentre mejor lejos y a ser posible bajo un bueno montón de tierra, así no dañaría a más personas, así a lo mejor conseguía olvidarlo de una vez.

No tienes que darme las gracias por nada, ahora sí consiguió esbozar una sonrisa, y acercándose a Sarah alargó la mano para alborotarle el pelo, tal vez lo mejor sería que te marchases de este lugar, hay muchos buenos sitios para empezar de cero, donde nadie te conoce rodeo con su brazo los hombros de la joven, apretándola contra su costado, haciendo lo posible por ignorar la tibieza de su cuerpo a mí nunca me has engañado Sarah, desde pequeña siempre has sido una llorona, bromeó con una amplia sonrisa, recordando tiempos donde las preocupaciones banales parecían lo único importante.

Los dos jóvenes habían cabalgado en la mañana creciente, rodeando la colina, hasta alcanzar las orillas del río Flegetón. El trayecto apenas les había llevado media hora, y ahora contemplaban las aguas que bajaban de los montes Dardanelles, briosas y redentoras como ascuas.

Josie emergió del creciente bullicio de la estación y desembocó en la calle principal de Little Troy, justo para ver a Zach y Sarah cabalgando hacia la salida del pueblo.

A continuación, miró a su izquierda y divisó, más allá del saloon, a la altura del banco, como a unos ochenta metros, a Andy Broken que, desde el pescante de su carromato departía en franca tensión con dos ayudantes del sheriff.

Sarah escuchó las palabras de Buckner luego de la revoltura de pelo pero ella sabía bien que no podía irse, no, sólo tenía un lugar en la tierra y empezar de cero en otro lugar, sola, no era algo que ella viera como viable. En realidad la sola idea le aterraba; estaba por responderle cuando sintió aquel enorme brazo pasarse por sus hombros y apretarla contra él. ¿Qué era? ¿De dónde había salido? ¿Cómo se comportaba ante eso? Estaba claro que ya no eran unos niños, que habían crecido y que él era todo un hombre, algo patoso pero hombre al fin y ella, ella una mujer que se sabía valer por sí sola pero que no sabía nada de sentimientos como los que estaba acusando en ese momento.

Se vio a sí misma empujándolo con una sonrisa, volviendo a la mirada infantil y al regaño de su padre pero pronto, se dio cuenta que la tibieza de aquel abrazo le había hecho sonrojar y que permanecía sobre sus hombros. Lo más cerca que había estado de un hombre que no fuera de su familia, era bajo el mismo techo. Esto superaba por demás los pensamientos de la joven porque no tenía idea de qué le estaba pasando, porque no sabía ponerle nombre a sus emociones; era como si le inflaran tanto los pulmones que le costaba respirar. Intentó tranquilizarse, contestarle, apartarse, nada de eso sucedió.

-Zack...

Levantó la mirada, más pura que nunca, más infantil que incluso si tuviera 10 años. Sarah temblaba como una hoja al viento, algo imposible de ocultar por más que lo intentara. Se sentía como el día de la muerte de su padre, endeble y perdida y al mismo tiempo se sentía reconfortada de que él estuviera allí. No había otro lugar en el pueblo, no existían más personas. Por supuesto, Andy era un fantasma del pasado. No pudo continuar la frase, los dos ojazos brillosos permanecieron tras nombrarlo, en los de él. Sí, Sarah lo sabía, siempre había una llorona pero ahora ¿ por qué era su llanto? ¿Cuál era su temor?

Jacinto Heredia tragó saliva y se decidió a contar lo que sabía, en honor del estrecho vínculo que persistía entre los dos hombres:

-Es ese incidente en vuestro rancho… Fue la banda de Ajax Hugues. Lo sé porque… Él mismo me propuso participar en el golpe. El tipo estaba en el saloon O’Malley y proclamó que necesitaba un par de vaqueros para robar ganado y conducirlo hasta el cañón de las Águilas. Estaba allí para ayuntarme con una señorita, y rehusé, claro. Sí aceptaron un tal Wallace y un tal Spencer que venían conmigo.

Josie esbozó una sonrisa cuando vió a Buckner y Sarah.

-Hasta que por fin se han decidido... -pensó y siguió caminando.

Sin embargo cuando desvió su mirada hacia la izquierda lo que vió le llamó la atención, no era asunto suyo, lo sabía, pero para ella los ayudantes del sheriff no se diferenciaban mucho de éste y aunque su primer impulso fue ir directamente hacia Andy, optó por aminorar el paso, casi hasta detenerse e intentar observar lo que pasaba.

Sarah, ¿estás bien? el hombretón volvió a insistir, pues no le parecía que la joven se encontrara tan perfectamente como había afirmado, aquella forma de llamarlo, la manera de mirarlo, ¿Qué te pasa? siguió Buckner con sus torpes indagaciones, pues le costaba entender lo que le sucedía a su amiga. A lo mejor había hecho o dicho algo indebido, no sería la primera vez que metía la pata.

Cálmate, yo estoy aquí, dispuesto a ayudarte en lo que necesites se sentía conmovido, y eso que su cuerpo lo estaba llevando por otros derroteros que poco tenían que ver con el de intentar comprender a la joven, tuvo que hacer un esfuerzo extra por controlarse, pues lo más importante ahora era intentar aliviar el sufrimiento que parecía atenazar a la señorita Hudson.

Tú solo cuéntame que es lo que te pasa se sentía impotente, le molestaba enormemente no saber que decirle a Sarah, la miró con una amplia sonrisa, y una rebosante confianza en sus ojos, alargó la mano y buscó secar las lágrimas que le costaba reprimir a la vaquera.