Partida Rol por web

Rolde cayó al suelo con la armadura destrozada por el ácido del demonio. Fuese lo que fuese lo que ese ser lanzaba, Rolde lo había recibido en demasiada cantidad en el pecho, y cayó al suelo con el pecho humeante.

En el suelo gritaba y lloraba, herido de forma muy grave. La sangre le manaba por la boca y la nariz, y estaba seguro de que algún órgano interno había sido dañado por el ácido.

El  demonio irradia  maldad y poder a partes  iguales  .Intento apartar los ojos de los suyos  pero soy  incapaz y ya no digamos de mover un solo musculo.AGHHHHHHHHHHHHHH, Ulricccccccccccccccc me proteja  

De repente Oskar se empezó a sentir como si la muerte se hubiese despertado en su interior; no controlaba su cuerpo notaba que algo extraño se producía en su interior.

ARRGGGHH¡¡  PERO QUE ME ESTÁ PASANDO.

Algo en su interior le obligaba ha moverse

NOOOOO¡¡¡

Sin el quererlo, su mano agarró la pistola y la desenfundó; apuntó a Mordekai y disparó.

La bala penetro en su compañero hiriendole de gravedad

NOOO, JODER NOOOO¡¡

¿QUE ES LO QUE HE HECHO?

Enormes sentimiento de culpabilidad asaltaron la mente de Oskar, pues su cuerpo estaba siendo controlada por esa criatura y no podía hacer nada para evitarlo.

Fuera de sí, incapaz de controlar el influjo demoníaco que guiaba sus sentidos, Oskar desenfundó su pistolón, apuntó a la cabeza de su compañero nórdico y apretó el gatillo.

Un estampido ensordecedor atronó en la estancia, acompañado de un fuerte olor a pólvora quemada y un fogonazo que iluminó la sala un poco más fuertemente que las antorchas.

El proyectil de plomo se alojó en la cabeza del berserker, entrando por la sien izquierda y saliendo por la derecha, atravesando toda la cabeza y lanzando al aire trozos de cerebro, hueso y una importante cantidad de sangre.

El pobre Mordekai cayó al suelo como un peso muerto, mientras lo que quedaba de su cerebro enviaba fuertes órdenes a sus nervios, que agitaron su cuerpo con espasmos.

Luego, cesaron.

- ¡Jajajajajaja, me ha gustado eso que has hecho, humano!-

se carcajeó el demonio al ver que Oskar le saltaba la tapa de los sesos a Mordekai y este caía al suelo ya cadáver. Luego observó que Johann, de los pocos que se tenían en pie, intentaba huir.

-¡Tu alma me pertenece perro, huir no te servirá de nada!-

le gritó. Acto seguido, invocando su oscura magia -en la que algo debió fallar porque el ambiente en la sala se tornó frío como el invierno- lanzó una bocanada de sangre que prácticamente corroyó al pobre sicario, que cayó inconsciente al suelo.

Luego miró a Oskar.

Sonrió

Y volvió a usar su magia para enviarle un chorro sangriento que le reventó la columna vertebral por el impacto y lo mandó al suelo, sin poder sentir prácticamente nada de cintura para abajo.

Para los aventureros, todo se tornó oscuridad.

Sin saber muy bien como, los protagonistas despertaron -muchas horas después- en sus habitaciones en el asentamiento del Pozo Negro.

Estaban muy malheridos, pero poco a poco, fueron recuperando la consciencia. Se dieron cuenta que sus cuerpos habían sido sanados -bienaventurada intervención del galeno local- y que sus heridas estaban limpias y vendadas. Acostados en sus camas, intentaron olvidar el incidente con el demonio.

Nunca lo lograrían.

Renqueante, vuestro viejo conocido, Julius Klint, fue de habitación en habitación explicandoos lo que había sucedido.

- Muchachos, tuvísteis mucha suerte. Aquel condenado demonio hubiera acabado con vuestras vidas irremisiblemente. Menos mal que aparecieron los mercenarios de Reikland con un sacerdote de Sigmar que usó los poderes derivados de su Fe para expulsar al demonio de este mundo. Ellos os trajeron aquí y desde hace catorce horas yo velo por vosotros. Recibísteis una buena atención médica por parte del galeno, si bien casi estábais en las últimas-

os dijo el viejo veterano.

- Sin embargo, tengo mis contactos aquí, y como se que necesitáis estar listos y preparados para la acción, os he conseguido esto.- comentó enseñando unos viales con un contenido de color verde -una mezcla entre setas sombrero-loco, cerveza Bugman de la mejor calidad y raíz de madrágora. Es capaz de revivir a un muerto, os lo digo yo. Con este brebaje, podréis seguir con lo vuestro. ¿Por cierto, qué ha sido del núcleo?¿Lo encontrásteis?-

os inquirió mientras os entregaba los viales.

Los aventureros le explicaron el encuentro con Khaledon y la información que les dio, así como el desesperado combate con el demonio. Julius torció el gesto, el núcleo estaba muy cerca y no podían dejarlo escapar.

- Así que lo tiene el tal Vladeck, bueno, aún quedan dos días hasta la cita. De momento, cuando os sintáis con fuerzas, bajad al salón principal. Que sepáis que estamos en plena noche, pero aún así tomaremos unas cervezas a vuestra salud. Ahí os espero-

dijo Klint citandoos abajo.

El último recuerdo que tenía era el de aquella voz gritando tras de sí. Después un fuerte dolor recorrió toda su espalda y nada más, solo vacio.

Klitn entró en su habitación y le explicó lo sucedido. El solo hecho de recordar a aquel ser le hizo estremecerse en la cama. Desde luego, saber que no volvería a encontrarse con aquello era un alivio.

-Gracias por todo Klint- Le dijo al hombre mirándole a los ojos-. Ahora bajaré.

Cuando estuvo solo en la habitación comenzó a examinar su cuerpo. La piel de sus brazos había quedado totalmente abrasada, lo mismo podía decirse de su espalda. Al pasar sus dedos por la piel la notó irregular, como si pasara sus manos por un camino de piedras. Definitivamente aquello le había dejado huellas, tanto físicas como psicológicas, que jamás olvidaría.

Se vistió y con paso firme bajó al comedor, esperando poder volver a ver a todos sus compañeros, aunque dudaba que todos hubieran salido con vida de allí

Despertar  y no encontrarme  siendo el  juguete de algún demonio  todo es uno .Intento ordenar  los acontecimeintos en orden  y ante la dificultad pregunto a los demás . ¿Ha sido un sueño camaradas?.Estoy casi seguro de que habíamos muerto , el demonio  y algo atravesandome  la  cabeza.Me detengo un instante rebuscando entre mis recuerdos . Pero no fue el demonio quien me mato .... al menos no directamente , no Oskar_?.Me levanto y  camino  con aire  serio hacia  el .Pues  eso solo tiene  un castigo , debes una ronda por  torpe mira que no acertar aun bicho tan grande y darme a mi .

Oskar estaba en una situación precaria, pese haber sido curado de las heridas superficiales, vendadas y suturadas de la mejor forma posible, el demonio había pulverizado su columna vertebral y, de seguir así, perdería la movilidad de la parte inferior del cuerpo.

Es decir, quedaría condenado a la indigencia y la muerte, se convertiría en un mendigo y cualquier día aparecería muerto en alguna esquina.

Mal asunto.

Klint no tardó en llamar al mejor galeno del Pozo Negro, para que intentara salvar a Oskar de la más que probable condena a la miseria y la mendicidad.

El galeno, un especialista muy cotizado entre los mercenarios del lugar, tumbó a Oskar boca abajo, le dio de beber un mejunje adormecedor que lo dejó inconsciente y comenzó una complicada operación en unas condiciones higiénicas deplorables. Había que dejar al aire la columna y desplazar varias vértebras, así como extraer parte de la médula que había sido dañada.

Se lo jugaba todo a una carta, no solo la movilidad de sus piernas, sino probablemente su vida también estaba en peligro porque la herida podía infectarse.

La intervención era crucial...

Mientras operaban al mercenario, Rolde, ávido de saciar sus ansias por el juego -y de obtener algo muy concreto y caro, un caballo de guerra ligero- bajó al salón principal.

El lugar estaba repleto de mercenarios que bebían, hablaban y llenaban sus estómagos tras un duro día en la ciudad. El noble imperial de una vuelta por el salón para ver si había alguna partida de Sarsk, su juego preferido en el que era toda una leyenda, y al final la encontró.

Sentados en una mesa del fondo, tres tipos con una pinta bastante discutible, jugaban sus cartas entre imprecaciones y blasfemias dichas por lo bajo. En la mesa, saquitos con coronas o piedra bruja que cambiaban de manos constantemente. Uno de ellos, un caballero bretoniano venido a menos, con un gran bigote, maldecía en su lengua mientras perdía cada vez más oro.

Rolde fue aceptado sin mayor complicación, se sentó a la mesa y recibió sus cartas. Al principio, fue apostando pocas coronas que perdía a sabiendas de que sus oponentes se confiarían y creerían que era un novato en el juego. Luego, fue subiendo sus apuestas y recuperó parte de lo perdido. Sin embargo, el bretoniano no hacía nada más que perder y perder el dinero.

Llegó el momento clave, el extranjero comenzó a apostar su armadura -pieza a pieza- para regocijo de los jugadores y también la perdió; luego siguieron sus armas, la silla de montar... y al final, una apuesta difícil de alcanzar, su caballo de guerra ligero, valorado en unas 300 coronas.

Era el momento de Rolde, que apostó el suyo -de bastante menor valor- y un saquito con coronas. Los demás jugadores retiraron sus apuestas quedando solo el bretoniano y él.

El noble imperial recibió sus cartas, las mantuvo boca abajo, tomó aire, y las miró con nerviosismo.

¿Perdería, se llevaría el caballo que tanto ansiaba? Todo dependía de las cartas del bretoniano y de si Rolde podría echarse un buen farol.

Finalmente, el resto del grupo -incluído Oskar, tras la exitosa operación y la ingesta de un estimulante que le hacía no sentir el dolor- bajó al salón principal y se acodó en la barra. Habría que celebrar que todos estaban con vida tras enfrentarse al demonio, una cosa así no sucedía todos los días.

Las cervezas y el vino -de una calidad pésima- no tardaron en hacer acto de presencia. Por su parte, el nórdico, habituado a cosas un poco más serias que las habituales, se trasegó un par de lingotazos de licor de Enebro, que lo dejaron como nuevo tras el pistoletazo a bocajarro del mercenario.

Pero algo sucedió, algo inesperado que iba a cambiar los planes de los protagonistas.

El capitán Schiller y dos de sus hombres entraron en la posada, con las armaduas puestas y las manos en las empuñaduras de sus espadas.

A lo lejos, por encima del bullicio de las conversaciones, se pudo escuchar el sonido de un cuerno.

- ¡A ver, atentos todos!- dijo Schiller acallando conversaciones y risas – Hemos recibido información de que una horda de seguidores de los dioses oscuros, la Feria Ambulante del Caos, viene hacia aquí. Planean arrasar el Pozo Negro y no vamos a permitírselo. Acabáis de ser reclutados para la milicia, coged vuestras armas y seguidme.- ordenó a todos los presentes. De mala gana, muchos agarraron sus espadas, lanzas y demás enseres bélicos y se dispusieron a salir, los milicianos iban empujando fuera de la taberna con malos modos a todos aquellos que querían escaquearse.

Los aventureros no pudieron esconderse, fueron empujados por un par de milicianos que entraron de refuerzo y lo sacaron al exterior de la posada.

Fuera, el Pozo Negro era un maremágnum de gente corriendo de un lado a otro a la luz de las antorchas, milicianos que acudían a proteger la puerta, mercenarios que eran  dirigidos por los cabos de Schiller a defender sectores de la empalizada y comerciantes que procuraban guardar sus pertenencias ante la inminente batalla. Se os acercó Schiller y os ordenó:

– A vosotros os toca defender la puerta principal con una sección de la milicia. Arreando.-

Cuando llegaron a la puerta vieron a seis milicianos asegurándola con maderos y barriles para reforzarla. Encima, en la ronda de guardia, cuatro arqueros preparaban sus proyectiles. Escucharon una voz :

-¡Ya vienen!-

Subieron a la empalizada y en medio de la noche podieron observar decenas de antorchas, un extraño carruaje tirado por varios caballos y una multitud de hombres bestia, sectarios y cosas peores que se acercaban aullando. Los arqueros comienzaron a disparar pero no lograron detener la marea que se abalanzaba sobre la puerta y comienzaba a golpearla con rudimentarios arietes.

- ¡Haced contrapeso en la puerta y evitad que entren!-

os gritó el cabo que manda a la milicia desde el paseo de guardia.

Arrimo el hombro a la  puerta  y afianzando  los pies    intento contener  la marea de  engendros .Echadme una mano aquí o nos  pasaran por encima .Vamos  animos  sureños  que no se  diga 

En una mesa en un lateral de la taberna, Rolde estaba en su salsa. Su padre le recriminaba su afición al juego (y con razón), diciendo que sólo le traería penas.

Las apuestas subían mientras el bretoniano perdía. Llegó el momento deseado. Su montura. Media mesa se retiró desde el principio, y el resto en cuanto se dijeron los valores con los que se jugaba.

Ranald, te prometí desplumar a un incauto en cuanto volviese si salía vivo. Aquí estoy. Te ofrezco a este desgraciado, a su gran pérdida y mi ganancia.

Nervioso miró sus cartas. Una carcajada triunfal ascendió por su garganta, que a duras penas pudo reprimir. Sabía que un buen jugador no podía mostrar emociones, pero ya daba igual. El bretoniano había picado, y ahora era seguro que había perdido.

-Lo siento, maese Jacques. Vuestra montura es mía. - sobre la mesa desplegó sus cartas y recogió su apuesta y el papel que firmaba sus ganacias.

Justo antes de irse, les dijo a los de la mesa: -Gracias, señores. Si quereis jugar más, aquí me tendreis. Y disfrute de su estancia en el Pozo Negro, maese Jacques.

Se despidió con un gesto y subió a su habitación, donde puso a buen recaudo su nuevo caballo.