Partida Rol por web

Joder con el señorito, vaya forma más tonta de morir. Pensó Custo al ver al alférez cargar y caer abatido por los disparos.

Apuntó con rapidez mientras retrocedía buscando una nueva cobertura más atrás, siguiendo las indicaciones del sargento. Esta vez no si se molestó en mirar si el tiro se había aproximado al blanco.

El Observador del aeroplano observaba la situación desde arriba, cuando se hizo una idea general de lo que ocurría. Tocó el hombro del piloto mientras le llamaba a gritos.

MIGUEL! MIGUEL!- Grito elevando su voz por encima del sonido del motor- LOS MOROS ESTÁN ATACANDO ESE PUESTO ARTILLERO. 

El piloto, Capitán Miguel García Cotrina, del cuerpo de ingenieros, asintió con la cabeza y le hizo el gesto a su observador de que lanzase tres de las pequeñas. El observador, Teniente Alfonso Pardo Milan, cogió tres de las pequeñas bombas que llevaban. Dispuesto a ayudar a sus compatriotas a defender la posición artillera que se defendía de los desarrapados rifeños. La primera de las bombas cayó levantando una terrible nube de polvo, la segunda unos metros más adelante y la última explotó a unos escasos metros de donde corrían retirándose Lendínez y Dorado, la explosión lanzó trozos de piedra y fragmentos de metal incandescente por los aires.

Viendo el vuelco de la situación, el extranjero abandonó el camión y con un fuerte acento eslavo empezó a gritarle a los rifeños:

¡ARRRRÊTEZ! ¡ARRRRÊTEZ!- Mientras hacía gestos con las manos- ¡RRRREVENIR!

Uno de ellos, entendiendo el mensaje empezó a gritarle al resto que empezaron a volver a su posición.

دع تلك الكلاب تهرب ، تعامل مع الوادي. إنهم قادمون Gritó el rifeño الله أكبر

الله أكبر Repitió el resto gritando mientras volvían a su posición sin dejar de apuntaros en ningún momento, alguno disparaba al aire.

El impacto en el hombro hace que el alferez pierda impulso en la carrera, pero la de la barriga lo paró en seco. Se llevó las manso a esta, soltando ambas armas, cayendo estas hacia atrás. El oficial siguió su ejemplo de rodillas, levantando una polsaguera bastante grande para su pequeño tamaño.

Cuando el polvo empezó a disiparse, yacía, con la cara en el suelo, y ambas manos bajo el cuerpo...habiendo dejado un surco de casi un metro de largo, por el arrastrón.

por algún motivo, el hombre que los controlaba era un extranjero, y había entrenado a las tropas, pero parecían que estos no tenían intención de perseguirnos hasta la muerte, por lo que me acerco al sargento, "Sargento, ¿que hacemos?" le pregunto para saber que hacer.

—Salgamo... de aquí... Si caigo... Quedas al mando—escupió el sargento entre estertores mientras se dejaba aupar por su gente.

Retirándose, con la sensación triste de la perdida y el fracaso, los hombres del Alcántara se retiraron buscando reincorporarse a la columna, visiblemente mermada la patrulla. De los seis hombres que partieron; el oficial al mando murió en combate, el Soldado Vallés moriría durante la noche en Tistutín, el Sargento Dorado gravemente herido permanecería en los carros de retaguardia con los heridos, Lendínez requeriría de atenciones médicas por sus dos heridas, Hijuela bastaría con un vendaje y Fuentes sería el único combatiente ileso. 

A pesar de todo, se podrían considerar afortunados de vivir un día más en esta tierra maldita, donde el calor abrasador y la sed, la enfermedad y el odio siegan las vidas de los hombres con tanta impunidad. Esta es parte de la historia de unos hombres olvidados, que fueron enviados a morir en el Rif.

FIN