Partida Rol por web

- Disculpe señor - dirijiendome al jardinero - cuando tenga también un rato, y el clima lo permita, me gustaría visitar los viñedos. ¿Lleva mucho trabajando en la finca?

Ya hablando con el resto de huéspedes. 

- No tengo ningún inconveniente en que me acompañen, seguro que los conocimientos de los señores Duchamps y Bolívar harán la visita más amena.

El jardinero se presentó en la puerta de la casa con su equipo de pesca y cara de pocos amigos.

—Si, por supuesto, será muy emocionante acompañar a una banda de turistas a ver los viñedos. Bueno, vamos yendo. Ah, por su pregunta, trabajo aquí desde que se construyó la casa, hará... ¿10 años ya? Buf.

¿10 años? Es cuguioso. Yo pensé que seguían más jóvenes o que la casa y los viñedos habguían pegtenecido a otga familia antes, pogque el apellido Zuñiga no se gueconoce integnacionalmente como una de las ggandes familias vitivinícolas. 

¿Cuanto hace que el señog se dedica al vino?

—No soy muy bueno para las matemáticas — dijo algo contrariado mientras contaba años con los dedos.— Pero sé que los viñedos son mucho más antiguos que la casa. Los que saben más de historia son los viñateros, que viven en los ranchos, más arriba, ellos seguro recordarán quién era el dueño anterior al señor Carlos.

El jardinero entró por la puerta principal y se dirigió hacia el pasillo que estaba a la derecha de la escalera, sin saludar. Unos pocos pasos tras él entró Ricardo Bolívar llevando una chaqueta mugrosa colgada de una rama.

Sentadas en los sillones estaban María Elena Fangio y Clara Zúñiga.

Por el pasillo a la izquierda de la escalera vino la mucama llevando algunos elementos de limpieza.

Ricardo se fijó en cómo se marchaba el jardinero, aunque decidió no seguirlo. La prioridad era ahora aquella chaqueta.

-Se-se-señora mucama -se dirigió a la sirvienta, con voz temblorosa. Transmitía la impresión de estar muy sorprendido y nervioso por su descubrimiento-, ¿pu-pu-puede decirme por dónde se llega a las cocinas o cuarto de-de-de limpieza? Necesito unos guantes para examinar esto -señaló con un gesto de cabeza hacia la chaqueta que llevaba enganchada a la rama.

Detrás de Ricardo y el Jardinero llevo Eliott Duchamps, siguiendolos. A último minuto momento había decidido que en lugar de continuar la excursión con el resto volvería con Ricardo a revisar la chaqueta, y debió acelerar el paso para alcanzarlos.

La mucama les señaló que el cuarto de limpieza se encontraba siguiendo el pasillo por donde ella acababa de salir 

María Elena detuvo su conversación con la joven Zúñiga para mirar a los recién llegados y a la cosa que traían colgando de una rama.

—¿Qué es eso que llevan allí? ¿Alguien se ha caído al barro?

-¡E-e-es una prueba! ¡U-u-un descubrimiento! -le respondió Ricardo a María Elena, con infantil entusiasmo, como si hubiese encontrado algo prodigioso.

Tras saber cuál era la ubicación del cuarto de limpieza, el muchacho se dirigió corriendo hacia él sin soltar el palo en el que llevaba la chaqueta. Aunque a decir verdad, decir que corría era más bien un halago, dado que más bien parecía que estuviese patinando por el pasillo como un pato mareado.

Es algo que debeguía seg suyo, señoguita Fangio. Pegtenecía pgobablemente a su maguido. ¿La gueconoce?

Dijo Eliott, que no compartía el entusiasmo de su predecesor

Ricardo avanzó por el pasillo que indicaba la mucama, seguido por Eliott, María Elena y Clara. Hacia la derecha había un pasillo largo con numerosos puertas. Y hacia la izquierda un gran salón. La parte más cercana de este salón estaba equipado como lavadero (baldes, guantes, productos de limpieza, lavadora y secadora,  tendedero) y el otro lado como taller (herramientas de carpintería y jardín). Al fondo había una puerta que daba al exterior.

—Esa se parece a las chaquetas deportivas de mi padre. ¿De dónde la han sacado?

Ricardo se colocó unos guantes de limpieza en las manos para no infectar de pruebas aquella chaqueta deportiva. Ignoraba hasta qué punto podía ser importante la chaqueta en la investigación de la muerte del señor Zúñiga, por lo que solo comenzó a tocarla cuando tuvo las manos cubiertas.

El joven introdujo las manos en los bolsillos de la chaqueta, buscando algo, asegurándose de que los bolsillos del propietario de la finca estuvieran vacíos. También observó la chaqueta con detenimiento, comprobando si tenía algún tipo de mancha que pudiese indicarle qué había podido suceder para que la chaqueta hubiese aparecido apartada de su propietario.

-¿Po-po-por qué tirar la chaqueta? -murmuraba, más para sí mismo que para los allí presentes, revisando a fondo la prenda, casi seguro de que la chaqueta no había llegado hasta el río a la par que su propietario.

La chaqueta estaba húmeda y embarcada, aunque quizá no tan arruinada como uno esperaría de una prenda que pasó todo el verano a la intemperie. ¿Podría deberse al clima seco del lugar?

Dentro de uno de los bolsillos encontraron un frasco.

El impacto de haber encontrado aquel pequeño frasco dentro de los bolsillos del señor Zúñiga fue todo un impacto para Ricardo. Cuando una persona muere en extrañas circunstancias y piensas que se ha tratado de un asesinato, lo que menos esperas es encontrar un frasco que contenía una sustancia normalmente utilizada como matarratas. El joven estaba tan impactado por dicho descubrimiento que quedó boquiabierto, sin saber qué decir.

-El señor Zúñiga pretendía matar a alguien o... suicidarse -planteó Ricardo las dos opciones que le resultaban más probables. Se pasó una mano por la cabeza y le dio una vuelta completa a su gorra, dejando la visera hacia atrás. En esos instantes, las manos enguantadas del joven temblaban por el descubrimiento-. Se-señorita Zúñiga, ¿su padre tenía enemigos? E-e-es absolutamente necesario que nos diga dónde se encontraba su estudio, despacho, biblioteca o donde quiera que soliera pasar más tiempo so-so-solo.

Ricardo tomó dos bolsas de basura. En una de ellas introduciría la chaqueta y en la otra el fosfuro de zinc. Decidió dejar la bolsa con la chaqueta en un rincón, esperando que nadie le prestase más importancia. Si solo los presentes conocían su posición, no había tanto riesgo de que se deshicieran de esa prueba. La bolsa con el fosfuro de zinc, en cambio, se la introdujo en uno de los bolsillos. Si había algo que demostraba que no había sido muerte natural, se trataba de la existencia de un veneno. La cuestión era, ¿lo llevaba encima para suicidarse o para envenenar a la persona con la que estaba discutiendo en el momento de su muerte?

Al ver que la chaqueta era supuestamente del padre de Clara detuve a la joven y la abracé.

—Tranquila, Clara. Es justo de lo que veníamos hablando. Esos canallas del seguro buscarán la forma de plantar pruebas falsas para que parezca un suicidio y no pagar lo que corresponde a la familia.

»¿Una chaqueta que supuestamente pasó meses a la intemperie y apenas está un poco sucia, sin roturas ni nada? ¿Y tú dices que tiene veneno para ratas?—cuestionó a Ricardo—¿Sabes mucho de venenos? Ten cuidado, pueden estar usandote para meter pistas falsas y podrías acabar metido en líos.

»Por mi parte, yo atestiguaré donde me lo pregunten que aquí apareció una chaqueta parecida a los del señor Zúñiga pero que tenía el aspecto de sólo haber pasado unos días a la intemperie.

—La... la pieza... el dormitorio que era de papá—había empezado a responder Clara a la pregunta de Ricardo Bolívar—Es la última del pasillo, lado de la sala de juegos. Ninguna de nosotras tuvo el ánimo de entrar a vaciarla todavía...

Paró de hablar cuando la señora Fangio la interrumpió exponiendo sus argumentos. Entonces se detuvo a pensar mejor lo que diría, estaba aprendiendo lentamente a ser más desconfiada.

—¿Podría ser que alguien haya robado un de sus chaquetas de allí y la haya arrojado con el frasco de veneno?

Eliott se acercó a las mujeres y se posicionó a su lado

Mas oui, madmoiselles. Yo no pinto nada en esa discusión pego la señoguita tiene toda la gazón. No deben fiagse mucho de las casualidades en una situación como esta. Si hay una asegudadoga involucgada, segugo que estagán más integuesados en una vegsión propicia que en limitagse a la guealidad.

De pronto, aquel hecho casual de haber organizado una expedición al lugar donde se encontró el cadáver, desaparecer momentáneamente río arriba y volver con una prueba crucial se convirtió en algo demasiado conveniente.

-Si-si-si hubiera si-si-sido un asesinato, el frasco no habría sido encontrado dentro de la chaqueta de la víctima -razonó Ricardo, ante la evidencia que habían hallado-. Y es extraño que siga nueva y limpia después de todo este tiempo a la intemperie... La-la-la encontró el señor Peñarreal -informó a Clara y a María Elena Fangio-. ¿Sa-sa-saben si ese hombre tenía algún ti-ti-tipo de interés en el señor Zúñiga?

La hija de Zúñiga le indicaba que el dormitorio de su padre era la última habitación del pasillo, la que estaba al lado de la sala de juegos. ¿Era posible que uno de quienes había estado en la sala de juegos la noche anterior hubiera tomado la chaqueta del dormitorio del difunto para dejarla desde muy temprano en el río?

-Pu-pu-puede que lo haya hecho alguien del servicio... -lanzó la teoría, pues no recordaba que Rodolfo llevase la chaqueta durante el trayecto. ¿Tal vez lo estaba haciendo alguien del servicio de la finca?