Partida Rol por web

Muerte en la Nieve

Cantar de la Gran Compañía 4: Sin Escape

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07/11/2019, 09:02
Tyron Stark

Trabajando ambos en la afanosa labor de arrancar la tierra de su seno para abrir un espacio en que entregar el cuerpo de su amiga, conservando con ello su alma en sagrada sepultura, la mujer de mar me sorprendió con una pregunta del todo inesperada. Dudé antes de responder, y cuando lo hice creo que fue de un modo, en principio, carente de convicción.

No. Bueno, sí. Lo normal, supongo, no lo se. Nunca me he detenido demasiado a pensar en ello. -Reconocí sin dejar de trabajar, aunque mi mirada se tornó vacía, perdida en mis pensamientos más profundos, esos a los que, al encontrarse tan profundamente enterrados, apenas había tenido tiempo ni sabiduría para dedicar mis desvelos- Creo que temo menos abandonar este mundo que el modo en que lo termine haciendo. -Terminé admitiendo, con cierto pesar, pues aquello sí que representaba un temor absoluto en mi alma, uno que tomaba forma y se tornaba más y más real a medida que pensaba en nuestras posibilidades de éxito- Temo que la muerte sea mi fracaso. No lograr llevaros a todos a lugar seguro. No llegar a limpiar mi nombre, y que a mi muerte todos me recuerden como un desleal traidor y un cobarde, un desertor.

Muchos hombres se negaban a admitir sus miedos, comportándose como si el valor rebosase por cada poro de su piel. En cierto modo, siempre había admirado a aquellos hombres, aunque alguien me había dicho en una ocasión que tan sólo era la imagen que transmitían, que en su interior albergaban tanto temor como el resto de los mortales. El único hombre sin miedo era el que no tenía absolutamente nada que perder. Yo nunca había podido ocultar mis temores y dudas, pero el capitán Verdeis no había visto en ello un defecto, sino una virtud, aunque no había terminado de comprender el motivo.

Continuamos trabajando, aprovechando Dhorne para relatar los pormenores de la odisea que las había llevado a su amiga y a ella hasta aquellos parajes. Un largo viaje, seguramente lleno de peligros y dificultades, que debía llevarlas hasta mi ciudad de nacimiento, Eras-Har.

Bueno, si sobrevivimos a mañana... podemos compartir camino. -Indiqué, súbitamente agradecido de poder imaginar tal escenario, uno que ciertamente me resultaba agradable- También yo preciso alcanzar Eras-Har. Supongo que vuestra intención será aprovechar alguna de las rutas comerciales que parten de la ciudad para alcanzar alguna ciudad costera de Stumlad, o a través del río Durn hasta las ciudades del lago Darnes...

Al menos, aquel plan era el que más sentido tenía si la mujer albergaba el deseo de regresar al oficio que la había llevado a aquella situación. Desconocía si había desarrollado otros oficios y si, por tanto, valoraba la posibilidad de buscarse la vida en una ciudad de interior. En cualquier caso, tal vez aún conservase algunos conocidos en la ciudad para poder ayudarla al menos a comenzar a moverse. Ya llevaba un tiempo fuera de Eras-Har, y puede que las cosas hubieran cambiado, pero valía la pena intentarlo. Al menos, ponerla en el camino antes de intentar seguir el mío, uno que era de por sí arriesgado.

Estoy destinado a un cuartel... -Comencé a explicar, cuando aquel sonido me sobresaltó, haciendo que bruscamente callase y alzase arma y luz para enfrentar cualquier posible enemigo. No veía nada fuera de lo normal, pero mi pecho resonaba en el interior de mi coraza como los tambores de guerra de una horda bárbara. Al menos, hasta que sentí una mano sobre mi hombro, la de Dhorne tratando de calmar mi ánimo- ¿U-un zorro...? -Me sorprendí, parpadeando y permaneciendo con la mirada puesta en la serena mujer unos instantes, hasta que una sonrisa de alivio apareció en mi rostro. Bajé mi arma, resoplando, y regresé a la posición en que me encontraba anteriormente, clavando de nuevo la espada en el suelo y dejando la lámpara colgada de ella. La marinera explicó entonces cómo la luz de la lámpara podía impedir ver más allá de ella, volviendo torpes los ojos que podrían habituarse a ver en la penumbra- Me temo que eso no funciona en estas latitudes... -Renegué, retomando el trabajo con la pala- Acostumbraba a hacerlo durante mis guardias en Solak, pero cuando traté de hacerlo en el cuartel de las Kehalas me di cuenta de que, cuando la oscuridad es absoluta, nada puede atravesarla. Aquí sucede como en esas odiosas montañas, los cielos están cubiertos con espesas nubes la mayor parte del tiempo, y ni el fulgor de la luna ni la referencia de las estrellas alcanzan la tierra. Sin una fuente de luz, nada puede verse. -Expliqué señalando brevemente los cielos, tan negros como el resto de nuestro entorno. Todo lo que podía verse, era porque estaba bañado por aquella lámpara. Si su luz, estaríamos completamente ciegos. Tan sólo esperaba que los muertos fueran tan ciegos como nosotros, pues eso representaría que su ejército no se desplazaría en toda la noche. Korth quisiera que así fuera- Bueno, como decía... estoy destinado a un cuartel al sur de las montañas Kehalas. Vigilamos los movimientos de las tribus de orkos, y de lo que sea que more ese infernal territorio, y también patrullamos los alrededores y aseguramos los asentamientos en Terasdur y más al oeste. Es... mucho territorio por cubrir. -Motivo por el cual aquellas tierras eran tan peligrosas- Por desgracia, he sido testigo de comportamientos poco apropiados, por parte de hermanos de la orden. Del todo reprobables, más bien, y eso aún es quedarse corto. -Mis manos apretaron la pala con más fuerza, casi sin darme cuenta, del mismo modo en que mi mandíbula se tensaba al rememoran el dantesco espectáculo que hallé en el interior de aquel lugar que había sido un hogar, tras el paso de mi superior. Aquellos rostros, la desesperación, el ultraje, el dolor tanto físico como mental y moral, en el propio espíritu y el alma. Y clavando la pala en la tierra con fuerza rememoré la impotencia que sentí al ver que no podía hacer absolutamente nada- Mi superior, el sargento Feinsavan, forzó a dos jóvenes doncellas por no poder su padre hacer frente a un pago por protección que no tenía por qué pagar... -Confesé con rabia y dolor, hundiendo la pala de nuevo en la tierra, en un gesto furioso- ...y yo no pude hacer nada por evitarlo. -Cerré los ojos un instante, luchando por calmarme, y proseguí extrayendo tierra- Redacté una misiva que hacer llegar a Eras-Har, al capitán Verdeis, mi mentor. Él puede hacer algo al respecto, limpiar la Orden de indeseables como Feinsavan. Pero alguien debió enterarse e interceptar la carta, y en medio de una escaramuza con los orkos durante una patrulla otro caballero cargó contra mí y me arrojó por un acantilado. No pude verle bien, y no puedo confiar en nadie de mi destacamento. Unos elfos me encontraron en la nieve y me trajeron a la posada, donde me he estado recuperando, pero ahora se que han ofrecido una recompensa por mi cabeza y que me acusan de desertor.

Y aquella era mi historia, prácticamente al completo, sin paños calientes. Posiblemente, aquella mujer a la que prácticamente acababa de conocer era quien mejor me conocía en aquellos momentos, pues tal vez debido al peso que cargaba en mi alma había sentido la necesidad de confesarme. Muy posiblemente, se debía al pensamiento acerca de la muerte en que me había sumido instantes antes.

Bueno, yo diría que es suficiente. -Indiqué señalando el agujero que habíamos abierto en el suelo, apoyando la pala y sujetándome de ella un instante, mientras recuperaba el aliento. Una idea tomaba forma en mi mente y, sobre todo, en mi corazón, aunque tal vez no era del todo justo- Dhorne... si no lograse abandonar estas montañas... y vos sí llegáseis a Eras-Har... ¿Podría pediros un favor personal? -Me llenaba de vergüenza tener que recurrir a eso, pero aliviaría mi alma y, en cierto modo, sabía que también la de ella- Mi madre vive cerca del Gran Mercado. Se llama Yena. ¿P-podríais decirle... q-que no crea nada de lo que puedan decirle de mí? Que nunca fui un desertor... y que traté de hacer lo correcto. -Bajé la mirada al agujero que habíamos abierto para enterrar a su amiga- Significaría mucho para mí, y más aún para ella.

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07/11/2019, 12:10
Luelar Tyrundlin

La mención del viejo a nuestros dioses cuando le di alcance, hizo que me centrara en Izz durante unos instantes. ¿Estaría escuchando la Dama de la Oscuridad? ¿Me protegería llegado el momento? Era probable que mi diosa estuviera al tanto de mis actos, ¿pero estaría al tanto de mis intenciones? ¿Habría sabido interpretar lo que intentaba hacer? Por un segundo, sentí pánico, un temor mucho más profundo que el que había sentido frente a aquellos seres cómplices de la muerte. Pero aquella sensación se disipó rápido. Izz sabría ver lo que pretendía hacer, tan astuta como demostró ser en su día al asegurar su supervivencia en la Infraoscuridad.

Cuando tras rato caminando en silencio pregunté a Ivar por si había visto algo, compartió que no había visto nada, lo cuál no sabía cómo interpretar. Fue entonces cuando propuso que nos dirigiéramos a un lugar más elevado, desde donde pudiera tener una mejor perspectiva dada mi capacidad de ver en la oscuridad, aunque me recomendó que confiara también en otros de mis sentidos.

Me mostré conforme con buscar un lugar así, y el explorador nos guió eficazmente hasta una zona más elevada. Me sorprendió tal habilidad, pues ya no debía ver prácticamente nada y había tenido que orientarse con mis indicaciones. Sin duda todos aquellos años que llevaba encima le habían valido para algo.

Desde allí, con un horizonte libre de árboles, rocas y otros obstáculos, me dediqué unos instantes a observar; envuelta en mi capa mientras trataba de no temblar de frío. Fue entonces cuando Ivar me preguntó por la visión de los muertos, temiendo que quizás estos tuvieran la misma capacidad que yo para desenvolverse en la oscuridad. Sin dejar de observar el terreno que se extendía frente a nosotros, pensé detenidamente en aquella cuestión, pues no quería equivocarme.

- No, n-no pueden. - terminé por decirle tras unos largos instantes, comenzando a temblar de frío, cuando terminé de comprobar que no había nada en el horizonte por lo que tuviéramos que alarmarnos. - Los escritos a ese respecto son claros, l-los muertos no pueden mejorar los sentidos que tenían en vida. Pueden continuar viendo, aun perdiendo sus ojos, pero n-no verán mejor que cuando eran humanos. - concluí, girándome hacia él después. - No hay movimiento alguno en al menos dos kilómetros, esos s-seres tardarían horas en recorrer esa distancia, y la temperatura podría seguir bajando... Quizás d-deberíamos volver a la posada por el momento, y regresar en unas horas, a menos que t-tengas otra idea mejor.

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08/11/2019, 00:36
Ivar el Cuervo

El mero hecho de saber que los muertos no gozan de mejor visibilidad en muerte me ayuda a sentirme un poco más seguro. Eso significa que con un poco de suerte, en caso de darnos de narices con ellos, podríamos tratar de ocultarnos hasta que pasen de largo. Aunque más me preocupan los ¿Espectros? ¿Fue así cómo los llamó? Verlos una sola vez ya ha sido suficiente emoción para toda una vida, no deseo volver a cruzarse con esos seres pues algo me dice, que ellos sí podrán vernos.

-Ya comprendo...esa información puede ayudarnos más adelante. Te agradezco que la compartas conmigo.

La noche aún no se a adentrado en su mayor profundidad, pero el frío nos envuelve como un millar de cuchillas que tratan de cortar nuestras carnes. La elfa tiene razón, por el momento será mejor regresar a la posada para ver cómo van las defensas.

-Morid congelados aquí fuera sería poco práctico tras lo que hemos vivido. Haré caso de tu sabiduría y regresaremos a la posada, aguardar aquí fuera sería una perdida de tiempo. Regresaremos más tarde para comprobar si la suerte continúa sonriéndonos o si por el contrario...

¡Diantres! Será mejor que te calles viejo estúpido. Hemos ganado unas cuantas horas más de vida, quizás hasta podamos salir de esta con vida. Así que confía un poco en los grandes espíritus o dioses como el resto prefieren llamarlos y veamos si podemos llegar al amanecer con vida.

-Espero que al caballero le vaya bien, no todos los allí presentes parecían contentos con nuestra presencia. Nunca había conocido a uno de los tuyos, tan solo os conozco por vuestra reputación. Pero si algo he aprendido con el paso de los años, es que la verdad termina deformada por las historias que pasan de unos a otros. ¿Vuestro pueblo está unido o no es solo cosa de los humanos lo de querer matarse los unos a los otros?

Sin muertos por los alrededores, un poco de conversación puede venirnos bien, nos ayudará a olvidar el frío y quién sabe, quizás hasta nos ayude a forjar lazos. Después de todo, hemos luchado codo con codo y es probable que antes de que todo esto termine, tengamos que volver a hacerlo.

-Desconozco cuales son los motivos que te han empujado a ayudarnos, pero no preguntaré sobre ellos. Pero creo que es bueno agradecerte que luches a nuestro lado, lo que está sucediendo nos sobrepasa con creces y has demostrado ser alguien cuyas habilidades y conocimientos, pueden ser clave para que todos sobrevivamos.

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08/11/2019, 20:47
Dhorne

Sin saber si mi pregunta había ido más allá de lo que por cortesía o educación puede ser tomado por correcto, mis pensamientos vuelan hacia tiempos remotos, lejanos tal vez en el propio correr de los días, más no en la latencia del mismo recuerdo. Sin dejar de cavar, sintiendo como los huesos doloridos por los días sin descanso y ese frío que es capaz de congelar el alma, reclaman con furiosa vehemencia, mi azulada volvió a posarse en el rostro del guerrero cuando aquella respuesta sale de entre sus labios, ofreciéndome así, una mirada más profunda a lo que se encuentra en su interior. Más aquella mirada que encuentro en sus ojos, vacía por momentos, junto a sus palabras no me toman por la sorpresa que quizás debiese porque ¿Quien podría culparle por tener miedo a morir? Nadie, de una u otra manera, por las razones que dispares en cada uno se albergan, el miedo a morir es tan normal como humano, o eso era lo que hasta ahora, siempre he querido pensar. 

Más aunque el ejercicio mismo de quitar pala a pala la tierra que cubierta de nieve, parece reticente a salir de su lugar, es lo otro que sale de sus labios lo que me hace mirarle con cierta confusión. Hay cuestiones que soy incapaz de comprender, quizás por el mundo en el que siempre he habitado, o porque carente de un contacto real con el mundo que en tierra firme se haya, soy en parte, incapaz de entender lo que para él, parece ser ese todo sobre el que su existencia se alza. - Creo que os entiendo... Respondo sincera, sin atreverme siquiera a indagar en lo que tan personal, parece para él. El honor, el qué dirán y aquellas cuestiones que tan importantes parecen ser para él, son cosas que, si bien conozco en demasía, jamás me he llegado a plantear cuando mi vida tan proclive se encuentra a extinguirse. - No comprendo del todo el pensar que los caballeros de Stumlad portáis pero...Si vuestra vida se agota antes de que podáis hacer todo aquello que deseáis, quizás no está de el pensar que todas aquellas personas a las que habéis ayudado de una manera u otra, os recordarán de una manera completamente diferente. - Le comento esbozando una sonrisa que si bien es escasa en el tiempo que dura entre mis labios, se muestra cálida y cuanto menos, sincera. Y es que si ser secreto para quienes me habían conocido alguna vez, que las figuras de autoridad solo tenían validez si de mi capitán se trataba, Tyron tenía algo que pocas veces había contemplado en un portador de aquella armadura, quizás era inocencia, quizás terquedad o un temor que latente, en efecto, hacía que sus acciones tuviesen un valor incluso mayor porque ¿Qué hay más valiente que afrontarse a sus propios temores? 

Con la mirada posada en el suelo una vez más, sumergida en pensamientos que poco a poco iban ahogándome al negarme por completo el dejarlos salir, las palabras de Tyron hicieron que por primera vez en aquellas lúgubres horas, la sonrisa que asoma entre mis labios expresase más emoción de la que hasta entonces, había sido capaz. - Eso me gustaría mucho. - Respondo sincera, abofeteándome mentalmente por aquellas palabras. ¿No había perdido ya a suficientes personas en mi vida? Si, así es, pero de aquella misma manera que sé que absurdo es el encontrar agradable el continuar mi camino con personas que, más allá de ser desconocidas, podían perecer con la misma manera con la que yo podía hacerlo, también consciente soy de que en mi, es inevitable. - En este momento preciso, mi más próxima intención es conseguir una cama que no sea tan dura como el mismo suelo sobre el que pisamos, un baño en condiciones y una comida que de a ser posible, no haya cazado con mis propias manos antes. Después de eso, sinceramente no sé que haré pero por ahora, no es algo que me perturbe en demasía. - Le respondo guiñándole un ojo con complicidad, y es que si algo había aprendido sobre todo en estos últimos días, era que proyectar hacia un futuro que mas lejano que mañana fuese, era sumamente en vano. 

Volviendo al trabajo entonces, tras el sobresalto vivido por culpa de aquel pequeño animal, el guerrero me explicó cual era el problema sobre la visibilidad nocturna, cuestión que si bien tenía un completo sentido, me hace pensar que la oscuridad total, también tiene su parte de ventaja, aun así, aquellos pensamientos los resguardo para mi, y mientras el agujero comienza a tener ya una profundidad aceptable, presto atención a sus palabras, a esa parte de su historia que tantas emociones despiertan en mi, haciendo que, de alguna manera u otra, el frío se desvanezca por algunos pocos segundos. Sus palabras resonaron en esta noche cerrada por completo, sus gestos hablaban más allá de lo que sus propias palabras podrían expresar, y en cuanto supe la razón por la cual tanta desgracia le había acompañado, fue mi corazón el que latió bajo un dolor que en mis propias carnes, ya años atrás, había conocido. Todo aquello sobre el abuso puede conmigo de una manera que ni siquiera sabía que aún podía, y sintiendo como la bilis se acumulaba entre mis labios, tragué saliva intentando despejar aquel agrio sabor sin decir aquello que por mi mente, pasa en estos instantes.Hacer lo correcto jamás a sido el camino más sencillo para recorrer, Tyron, pero si algo me ha servido toda una vida en altamar, es saber que no hay malnacido que quede sin castigo, aunque para ello haya primero que enfrentarse a una horda de muertos negados a quedarse en sus tumbas. - Le respondo con sinceridad, intentando infundirle de alguna manera, un animo que dado todo lo vivido, es normal que haya ido desapareciendo. 

- Si, yo también creo que esto ya está. - Respondo mientras que, agachándose cerca del cuerpo de mi tan querida amiga y con un cuidado único, la voy despojando de todas sus armas, tanto por quererlas a modo de personal recuerdo, como también porque si en algún momento se ha de levantar, prefiero que no tenga a mano nada con lo que pueda ir en nuestra contra. Pero mientras le voy quitando una a una sus más preciadas posesiones de guerra, dejando en el proceso que algún que otro suspiro muera entre mis labios, son las palabras de Tyron las que hace que vuelva hacia él mi mirada. - Si aquello llega a pasar, tened por seguro que le contaré a vuestra madre todo lo sucedido, así como también a cada hombre y mujer de mar, para que la verdad, sea conocida más allá de las propias murallas de Eras - Har...- Le digo mientras me pongo de pie, solo para acercarme a él, y darle un suave golpe en el peto a la altura del pecho mientras retomo mi hablar. - Pero más os vale ir quitándoos tan tremulos pensamientos de la cabeza, Caballero, tenemos a un abusador de mujeres a quien hacer pagar, así que nada de morirse antes de conseguirlo. - Le remarco en mis palabras, siendo muy consciente de que me había invitado donde nadie me había llamado, pero siendo honesta conmigo misma ¿Qué más podía hacer? Un marinero jamás deja atrás a uno de los suyos, y en estos momentos, este hombre era lo más cercano a tener una tripulación. 

Ahora ayudarme a enterrarla boca abajo, que si se llega a levantar durante las horas venideras, al menos de esta manera, si su eterno descanso es perturbado, tardará lo suyo en salir de este agujero... 

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09/11/2019, 14:50
Tyron Stark

Dhorne me proporcionó durante unos instantes un agradable pensamiento que mitigaba en parte el temor que acompañaba al de una muerte prematura. No era sino la idea de ser recordado por aquellos a los que había prestado mi ayuda de un modo muy distinto a como dibujarían mi memoria aquellos que merecían el escarmiento de El Salvador en su destino. Era un grato pensamiento, sin duda, que esbozó una tenue pero sincera y agradable sonrisa en mis labios, agradecidos a la mujer de mar por él. Sin embargo, aquella sonrisa no duró demasiado, pues pronto me asaltó la pregunta de cuánta sería la gente que podría recordarme así. No era una cuestión numérica, sino de merecimiento. Serían muchos menos de los que debieran, pues había fallado en mi labor como caballero, al no haber sido capaz de proteger a demasiados inocentes del mal que brotaba de las filas de mi propia orden. ¿Era el orgullo, lo que me llevaba a pensar así? ¿No debía mostrar más humildad, y aceptar simplemente lo que buenamente había hecho bien, y seguir tratando de enmendar mis faltas?

Al menos me quedaba el trabajo en que centrarme, a pesar de que conversar con Dhorne mientras lo acometíamos me resultaba agradable. Más, sin duda, que exponerme a los comentarios mordaces, provocaciones y juegos de Luelar, aunque no era la elfa oscura la única a cuya conversación superaba aquella mujer de mar. Quizás por ello sentí una cierta calidez al imaginar el largo camino hasta Eras-Har en su compañía, algo que ella misma admitía ser de su agrado.

Pues… lamento ser portador de malas noticias. –Comenté, no obstante, con un gesto de contrariedad, al mencionar sus intenciones más inmediatas, conociendo como conocía ya aquella posada tras unas cuantas jornadas a su resguardo- Sillas, bancos y suelo es todo lo que encontrarás en una posada tan modesta como ésta. Frente a una chimenea que seguramente habremos de mantener apagada, y si hay comida estará igualmente fría. Lascal no es mal cocinero, si te sirve de consuelo.

No tenía pinta de que fuera a suponer un gran consuelo, en realidad. Ni tampoco ese aseo que anhelaba, cosa sobre la que prefería no pronunciarme, iba a poder obtener. Al menos, no más allá de un barreño con agua y la intimidad que buenamente pudiéramos concederle. La noche no resultaría cómoda ni agradable, y tan sólo pude pensar que, si sobrevivíamos lo suficiente para alcanzar la protección de los muros de aquel templo, tal vez allí podría ganarse aquella mujer los sencillos lujos que tan humildemente deseaba.

Tras el sobresalto que un mero animal provocó, proseguimos con la tarea, y la conversación terminó derivando en poco menos que una confesión por mi parte, de la que tal vez estaba necesitado. No porque precisase confesar mis propios pecados, sino porque cargaba con aquellos cometidos por otros… y sí, también con la impotencia que me generaba sentir que no había hecho suficiente por evitarlos. Sin embargo, Dhorne me dedicó palabras que sólo pude interpretar como de ánimo. No sabía si lo que afirmaba sería cierto, si realmente no había mal hombre que quedase sin castigo por sus fechorías, pero me gustó la idea de que así pudiera ser. Que, bien fuera por mi espada o por la de cualquier otro, Korth mediante, Feinsavan terminase pagando por sus crímenes.

Aunque debía admitir que, quizás con un poso de orgullo, deseaba que fuera por mi mano.

Tomé nuevamente la linterna en mi mano, y traté de iluminar el cuerpo de la fallecida mientras Dhorne le retiraba respetuosamente sus armas y equipo. A pesar de que la mayor parte de la luz iba a parar al cuerpo, mis ojos oteaban los alrededores, tratando de acompañar más bien al sentido del oído, que también veía su labor dificultada por efecto del viento de la montaña. No obstante, tuve que dedicar toda mi atención a la mujer para hacerle una petición, y su respuesta a la misma fue mucho más allá de mis propios y humildes deseos, llenando la muda expresión de mi rostro de un agradecimiento con el que tan sólo pude asentir y sonreír tristemente, al menos hasta que, poniéndose en pie, golpease mi pecho advirtiéndome de no caer en el desánimo ni el abatimiento.

No está la rendición en mi ánimo, si es a lo que te refieres. Eso te lo puedo asegurar. –Repliqué con una media sonrisa, sintiendo cómo aquellas simples palabras habían logrado insuflar un nuevo valor en mi corazón. O tal vez se trataba, simple y llanamente, de que aquella conversación me había quitado un peso de encima, en más de un sentido. En cualquier caso, Dhorne me pidió ayuda para voltear el cuerpo y enterrarlo boca abajo, a fin de dificultar que pudiera alzarse si es que la oscura magia que asolaba aquellas tierras así obraba. Fue al agacharme cuando me percaté del peculiar colgante que pendía de su cuello, y que había permanecido oculto bajo sus ropas hasta que, al moverla, se había deslizado fuera de ellas. Se trataba de una fina cadena negra de la que pendía una diminuta daga retorcida- ¿Es… la daga de Izz? –Pregunté señalándola, extrañado. No era especialmente ducho en asuntos religiosos, más allá de los valores básicos del culto a Korth y cuatro conceptos básicos acerca de las deidades más importantes de Valsorth. Que Rael era la diosa élfica de la naturaleza, que los bárbaros adoraban al inmisericorde Dios de la Montaña, y poco más. Y que los elfos oscuros adoraban a Izz, la hermana de Rael, cuyo símbolo era, aunque desconocía el motivo, una daga negra retorcida como aquella- Creía que la Dama de la Oscuridad tan sólo era adorada por los elfos oscuros… ¿Era tu amiga devota de ella? –Pregunté a Dhorne por pura curiosidad, pero también por respeto a la difunta- Quizás podríamos solicitarle a Luelar una oración por su alma…

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09/11/2019, 15:50
Luelar Tyrundlin

Tras agradecerme la información sobre aquellos seres que prolongaban su vida contra natura, el viejo explorador se mostró de acuerdo con regresar a la posada. Permanecer allí no sólo carecía de sentido, como señaló Ivar, sino que podía terminar llevándonos a un estado de congelación del que quizás ni siquiera pudiéramos salir.

- Es la p-primera vez que oigo decir a alguien que la muerte es poco práctica. - comenté con un deje de humor que no sabía si se apreciaría, ocultando la oscura verdad tras aquella afirmación.

Ciertamente, tachar la muerte de poco práctica debía ser algo irrisorio hasta entre los humanos, pero en el caso de los elfos oscuros; la muerte podía llegar a ser increíblemente práctica, sobre todo cuando se perdía la vida como ofrenda a Izz.

Me aseguré nuevamente de estar bien envuelta en mi capa, y comencé a emprender el camino de regreso, dándole indicaciones a Ivar para descender de aquel elevado lugar. Mientras comenzábamos a bajar, el explorador mostró su preocupación por Tyron, dejándome algo inquieta a ese respecto.

- Estará bien. - dije de forma rauda, y seca, con el amargo sentimiento de que trataba de convencerme a mí misma de ello.

Fue tras ello cuando el viejo me preguntó por los míos, queriendo dejar claro que a pesar de conocer únicamente nuestra reputación, no se fiaba de las habladurías; al menos no al cien por cien. La pregunta que me lanzó me pareció bastante curiosa, aunque no tardé en imaginar que era fruto de la desilusión que había acabado sintiendo por su propia raza con el paso de los años. Era mucho lo que Ivar había tenido que vivir durante estos.

- “La oscuridad está allá donde vas.” - respondí, recordando aquella frase propia de mi pueblo. - Es lo que d-decimos para referirnos a que en todos lados suceden problemas o hay conflictos. Me temo que en eso no somos m-muy diferentes a los humanos. - expliqué, temblando mientras el frío se internaba cada vez más en mis huesos, dándole tras ello algunas indicaciones más sobre el camino.

Se hizo el silencio un instante mientras avanzábamos, pero Ivar pronto volvió a pronunciarse. Me puse algo tensa cuando abordó el tema de mis motivos para ayudar, aunque en seguida afirmó que no preguntaría por ellos. Quería darme las gracias por lo que estaba haciendo independientemente de por qué lo hacía, creyendo el explorador que mis habilidades y conocimientos podían ser cruciales para que todos sobrevivieran.

No sabía si aquello era así, pero en cualquier caso, que él lo pensara resultaba muy conveniente.

- Todos hemos colaborado. S-sin apoyarnos los unos a los otros, probablemente no habríamos salido con vida de ese campamento. - afirmé, bastante convencida de ello. - T-tienes razón en que lo que sucede es muy superior a nosotros, pero mi raza ha d-demostrado que se puede sobrevivir siendo minoría y en una situación más que adversa. No perdamos la fe. - pronuncié aquellas últimas palabras con firmeza, murmurando algo poco después. - Y e-encima cuando lleguemos ni siquiera podremos encender un f-fuego... - me quejé por el frío, volviendo a asegurarme de estar bien cubierta por mi capa.

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10/11/2019, 01:09
Dhorne

Jamás he sido una vendedora de quimeras, de aquellas que con el don innato de la labia, capaz es de levantar legiones que para entonces, tan derrotadas se pueden encontrar. No, no soy de esa clase de personas, no soy de las que lidera o de las que ofrece una esperanza vana en este mundo que, en la vuelta de cada recóndita esquina, tiene una nueva amenaza con la que colorear los días de tan tétrico color... Pero sin embargo aquí estoy, intentando contener entre mis manos un dolor, una ira y un temor que si bien lejos me está de pertenecer, incapaz soy de ignorar cuando en mis propias carnes, tan bien la he llegado a conocer. ¿Mi corazón no estaba acaso preso de un odio que envenena con cada resoplido de este anocher? ¿Acaso no he vivido años presa de un dolor, que solo a la más vil injusticia se puede atribuir? Si, y es justamente por ello que en su más entera completud, no solo puedo entender a este caballero que por momentos tan perdido se encuentra, sino que me invita a sacar fuerzas de donde ya no las hay para no dejarle caer, así como antaño, tantos otros hicieron conmigo. Es por eso que entre sonrisas que pueden o no llegar a curvar del todo mis labios, entre palabras que ofrecen una mano más allá de lo que un mero gesto físico pueda significar, intento no venderle una ilusión, sino una razón para que tan lúgubres pensamientos encuentren su más acertado camino, aunque imposible me es saber a quien intento convencer en realidad, si a Tyron, a mi, o a ambos por igual. 

Pero mientras estos pensamientos arrancan de mis labios un suspiro que muere en el frío de esta noche que parece no encontrar un pronto final, su comentario sobre mis peticiones hacen que una melodiosa pero suave, e incluso casi imperceptible risita escape de manera involuntaria de mis labios. - Sillas, suelos duros, carente de fuego y una comida fría... ¿Sabéis? Ni siquiera con todo aquello, este sería el peor lugar en el que me he hospedado alguna vez, así que me doy bastante por satisfecha. - Respondo a sus palabras con una media sonrisa entre los labios y guiñándole un ojo con cierta complicidad. Y es que si bien cierto es que en algún momento de mi vida, en lugares mucho peores han descansado estos huesos que ahora mismo parecen haber vivido una eternidad, así como también en otros que ahora cruel incluso sería añorar, no pensaba quejarme por lo que por fortuna, y tras todo lo vivido en estos agrios días, se me ofrecía como refugio. Cuatro paredes raídas si pero ¿Acaso necesito realmente algo más? Si algo he aprendido en mis largos años navegando entre mares eternos, es que los lujos son más allá de su monetario valor, lo que realmente se torna necesario a pesar de poder darlo por sentado. Un techo y cuatro paredes, algo que comer y una conversación que llenando el alma, ofrezca otra manera en la que poder contemplar el mundo, eran como tal todos los lujos que ahora mismo puedo desear, lo demás... Si así los dioses en los que no creo lo desean, ya llegará. 

Eso ya me gusta más. - Le aseguro sin detenerme a matizar en si me refiero a su respuesta, a esa media sonrisa que esboza a ambas, ya que nula importancia tiene al menos, a mi ahora parecer. Más aunque a pesar de la situación la conversación en sí, con todo y sus lúgubres colores, me parece agradable, sé que el tiempo es algo que no se puede simplemente desperdiciar y por ello, arrodillándome a un lado del cuerpo de mi querida Vennya, comienzo a quitar aquello que de ahora en más no necesitará y que sé, ella habría deseado que guardase para mi. Provisiones, equipo y dinero, así también como aquella arma por la que Luelar parecía tener un más que notorio interés es lo que voy guardando en entre mis propias cosas, hasta que las palabras de Tyron sobre lo que en el cuello portaba, hace que termine sentándome sobre mis talones sin importar como el frío de la nieve, humedece tanto mi ropa como mi piel. - Lo es, si. - Respondo escueta cuando me pregunta por el fino y tan reconocible colgante, y ante aquella pregunta que nace de sus labios, quizás creyéndolo una obviedad, prefiero responder con una sinceridad que el fiel pago a la suya, me parece. - Cualquier cosa que pueda responderos con respecto a sus creencias, sería caer en la más completa de las mentiras. Vennya y yo nos conocimos cuando contrató nuestros servicios para llevarla a su destino, en sí, es por ella que emprendimos la travesía que nos ha traído hasta aquí, y fue durante aquel mismo viaje así como en todo lo que en estas tierras nos ha tocado vivir, que nuestra amistad se forjó y fortaleció con el paso de los días. - Confieso sin atisbo alguno de pudor o siquiera vergüenza, mi alma llora por quien siendo por tiempo, quizás para otros una mera conocida, para mi, ha llegado... Había llegado a ser una de mis más queridas amigas. 

- Fueron más que meras semanas, pero ante el diario convivir, entre noches entera de conversaciones que no encontraban su fin en el amanecer, el cariño que fue enraizando hasta calar hondo, aunque con todo aquello, hubo cosas que jamás me contó y por las cuales nunca pregunté, pensé que habría tiempo para ello... Más aún así le habría confiado mi vida como ella hizo conmigo y... - Mi mirada sigue presa en ese rostro ya blanquecino y carente de toda expresión, y aunque el dolor se agolpa en mi pecho con la suficiente vehemencia como para, de tener la opción, haberme retorcido en el suelo, me permito por primera vez en aquellas horas, soltar una lágrima que limpio con suma presteza, para así, poder continuar con una frase que a fin de cuentas, y por muy dolorosa que sea, no es más que el reflejo de la más completa verdad. - Y yo le fallé. - Reconocerlo en voz alta es incluso más agobiante, doloroso al punto donde duele el mero acto de respirar, pero aquella es toda la verdad que con respecto a esto poseo, Vennya había confiado en mi para cubrirle la espalda, para ser su apoyo y yo le había fallado en lo único que me había pedido hacer. No fue la flecha, ni siquiera la mano de aquel arquero lo que le arrebató la vida... Fui yo. 

Mis ojos se cierran entonces lo que no dura más que un escaso segundo, el suficiente como para contener las lágrimas y los sollozos que tanto necesito soltar, lo suficiente como para recordarme que el mismo dolor que en mi alma padezco, es lo que por precio a mi error, tengo que pagar. Mis ojos se abren nuevamente, y tras respirar profundamente dejando que así el gélido aire calme en parte mi sangrante interior, me ato su colgante al cuello y tras guardarlo bajo mis ropajes, y sin levantarme aún, giro ligeramente mi rostro hacia Tyron. - Llevo ya conmigo lo que necesito, mirar vos si algo de lo que tiene encima os puede servir, sino, lo llevaré dentro para quien pueda llegar a necesitarlo. 

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10/11/2019, 18:39
Tyron Stark

Me alivió comprobar cómo Dhorne se conformaba con lo que aquella posada podía ofrecerle, aceptando con humildad los escasos lujos que, por otra parte, sentí el súbito deseo de poder satisfacer cuando realmente fuera posible. Aquella mujer había pasado por mucho, demasiado, y la vida no podía consistir únicamente en perder y luchar. Todos merecíamos un poco de felicidad, alguna vez.

Comprendí pronto, sin embargo, a medida que fue relatándome la relación que le había unido a la mujer a la que enterrábamos, que tampoco era demasiado lo que había llegado a conocerla. Sus destinos se habían unido poco tiempo atrás, aunque los padecimientos compartidos y haberse tornado pronto en hermanas de armas y de supervivencia, dependientes la una de la otra, había afianzado entre ellas una amistad de las que pocos alcanzaban a cultivar. Una de tamaña intensidad, que me resultaba imposible de concebir, pues jamás había vivido nada semejante.

Sí sabía lo que era la culpa. Por eso, aquella lágrima y las palabras que la acompañaron me golpearon el pecho bajo la coraza hasta dejarme sin respiración. Mi rostro se giró, contemplando lo poco que la luz de la linterna alcanzaba a reflejar en la fachada de la posada, que se mantenía aparentemente silenciosa. En mi mente, logré hacerme una breve y escueta composición de cómo se encontraba todo cuando alcanzamos el lugar. Dónde se encontraba el cuerpo de la mujer, dónde rodeaban al cazador de hombres, en que posición se encontraba Dhorne. Incluso alguien como yo podía suponer a grandes rasgos cómo había sucedido todo.

Suspiré, rodeando la fosa que habíamos cavado y evitando el cuerpo con ello, hasta situarme al costado de la mujer de mar, clavando una rodilla en el suelo a su lado, en silencio. ¿Qué podía decir? ¿Que podría decir nadie, que mitigase el dolor y el remordimiento? No era un gran orador, más allá de tratar siempre de que mis palabras brotasen del corazón, evitando la mentira y los subterfugios con todas mis fuerzas. Pero, tras unos instantes, me armé de valor para decir algo.

Aquellas dos doncellas, de las que te he hablado... -Comencé a relatar, desprendiéndome del guantelete derecho, lentamente- ...nunca supe sus nombres. No las había visto antes, ni las volví a ver. -Abrí mi mano, agachando la mirada para observar cómo lograba cerrarla en un puño y volvía a abrirlo, con cierta molestia y entumecimiento- Pero veo sus rostros cada noche, cada magulladura, su mirada perdida, sus lágrimas, su expresión... No las conozco, pero no puedo olvidarlas. -Inspiré profundamente, y mis labios se abrieron liberando una bocanada de vapor que se iluminó en la helada noche por la luz que nos brindaba la linterna- No fingiré que comprendo lo que sientes, Dhorne. El rostro que verás en adelante tenía un lugar en tu corazón. Pero sí se una cosa, o al menos forma parte de mis creencias más profundas: no somos perfectos. -Admití girándome hacia ella- Puede que los dioses sí lo sean, no lo se, pero nosotros no. Sólo podemos aspirar a ser... mejores. Atesorar una lección de cada vez que erramos, y volver a levantarnos cada vez que caemos. Por aquellos a los que hemos fallado. -Indiqué, volviendo a contemplar el cuerpo sin vida de aquella mujer- Por ellas.

Desconocía si aquella idea supondría el menor alivio para su alma, pero anhelaba profundamente que así fuera, aunque no supusiera una diferencia extraordinaria. La mujer se afanaba en encargarse de los bienes de su amiga, y mientras lo hacía yo abrí mi mano ante mis labios y exhalé sobre la palma, tratando de calentarla un poco con un par de bocanadas. Entonces cerré los dedos y traté de hacer lo mismo sobre ellos, antes de volver a mirar a Dhorne.

Permíteme que me encargue de terminar ésto, Dhorne. -Le pedí, señalando el cuerpo y la tierra con que habría que cubrirlo. Sobre la mejilla de la marinera brillaba el sendero por el que una lágrima se había precipitado mientras, al menos a mis ojos, luchaba por no sucumbir al llanto- Honra a tu amiga. Llora. No hay nada malo en ello, muy al contrario. Llora tu pérdida, pues tenía valor. Tan sólo... -Con sumo cuidado, acerqué mi mano a su rostro, lentamente, secando suavemente con el pulgar la humedad salada de su mejilla- ...trata de no cortarte. -No era exactamente una broma, pero una tenue sonrisa afloró a mis labios, apenas curvándolos, pues la tristeza permanecía en mi mirada. Aparté mi mano y tragué saliva, temiendo haberme sobrepasado con aquel gesto. Volví la vista al frente, al cuerpo sin vida que debía terminar de enterrar- Después comprobaremos ese equipo, podrás comer algo y dormir, y mañana partiremos a un lugar más seguro. Y cualquiera que trate de impedirlo se enfrentará a una versión mejor y más fuerte de nosotros mismos. -Añadí con determinación, poniéndome el guantelete y alzándome, dispuesto a tomar de nuevo la pala.

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10/11/2019, 19:21
* Juglar *

Un sonido se abrió paso sobre el aire gélido de la noche de las montañas, uno que sobresaltó por segunda vez a la mujer de mar y al caballero de Stumlad. Sin embargo, al contrario que en la anterior ocasión, aquella vez se hacía evidente que eran firmes pisadas las que causaban aquel sonido, cada vez más cercano.

El explorador y la servidora de Izz tardaron bastante menos en ser conscientes de la presencia de sus compañeros, en las cercanías de la posada. La visión adaptada a la Infraoscuridad de Luelar le permitía ver en la más tenebrosa noche con igual claridad que cualquier otro a plena luz del día, y para Ivar la linterna que reposaba colgada de la espada bastarda clavada en la nieve suponía un faro que poder detectar a grandes distancias. Aquella luz iluminaba un agujero en la nieve y la tierra, donde Dhorne, que se encontraba sentada en la nieve junto al cuerpo de su amiga fallecida, y Tyron en pie tomando la pala para retomar el trabajo, se disponían a enterrar el cuerpo.

Nuestros protagonistas volvían a reunirse, tal vez para compartir nuevas acerca de la situación, y trazar planes para su futuro más inmediato. Ese futuro que bien podía ser una larga y tensa espera... o la más salvaje de las batallas.

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12/11/2019, 19:27
Ivar el Cuervo

El resto del trayecto de vuelta lo hacemos en silencio, no sé, supongo que me alivia pensar que los humanos no somos los únicos necios que nos matamos los unos a los otros. Aunque...quizás tenía la esperanza de que otros pueblos fuesen diferentes. Puede que nuestro aspecto y creencias nos diferencien, pero a la hora de la verdad todos seguimos siendo animales salvajes que mueren o matan por pura supervivencia.

Al seguir avanzando, bajo las atentas indicaciones de Luelar lo cual agradezco, podemos ver en la lejanía una brillante luz que se me antoja de lo más inapropiada. Me pregunto si ha sucedido algo, aunque al acercarnos podemos ver que se trata de la muchacha esa...¿Dhorne? despidiéndose de su amiga y a Tyron a su lado preparado para darle sepultura.

-No es buena idea enterrar un cadáver, podría levantarse y volverse contra nosotros. Lo ideal sería quemarla pero...

Me atrevo a compartir mis pensamientos con Luelar antes de acercarnos. Quizás a ella se la ocurra otra forma de evitar que el cuerpo se alce por sí mismo y se una al ya de por sí, inmenso ejército de no muertos.

Dudo que Dhorne nos permita decapitar a su amiga, de hecho yo no sabría que hacer si alguien me pidiese algo así. Pero tampoco podemos quemar el cuerpo, el fuego se vería desde la lejanía y no podemos tentar a la suerte.

-Saludos de nuevo. Portamos nuevas buenas para variar. Hemos, bueno, Luelar ha oteado el horizonte desde un punto elevado y no se ve rastro de los espectros y su ejército en kilómetros a la redonda. Regresaremos dentro de unas horas al mismo punto para comprobar si la situación ha cambiado, pero al menos disponemos de algunas horas para prepararnos.

Quizás sería apropiado compartir mis inquietudes con el cuerpo que sostiene Dhorne, pero creo que será mejor mantener una pequeña conversación primero, mientras pienso cómo puedo abordar el asunto si que desee clavarme la espada.

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12/11/2019, 20:18
Dhorne

Con aquel grito de dolor silenciado en el perpetuo desgarro de mi alma, mi mirada, ya carente de toda luz se eterniza en ese rostro que querido, refleja aquella última expresión con la que, a modo de lúgubre recuerdo, tendré que cargar por el resto de mis días. Vivir con el recuerdo, con la culpa y la soledad que cada partida deja a su paso, pensé que era algo a lo que con el paso de los años me había llegado a acostumbrar, que habiéndome vuelto indolente a todo, nada podría asestar un nuevo golpe que haciéndome caer de rodillas, hiciese que fuese imposible el volverme a levantar, pero aquí estoy nuevamente, intentando capear un temporal que furioso en mi interior, no se compara ni con el oleaje más bravío, ni con la noche más helada. Suspiro entonces resguardada entre silencios, odiando cada sensación que sin importar lo que pueda parecer ante los ojos de los demás, me débil ante mi misma mirada, que hace que me vea como siempre he detestado ver a las demás. 

Pero las fuerzas fallan cuando el dolor se esparce por el alma hasta debilitar la carne y la piel, y por ello, enjugando aquella lágrima que me permito derramar, intento recomponer los pedazos que aún quedan de mi, o al menos, de lo que algún día fui. Más aunque hercúlea y nefasta parece esta tarea, mi mirada termina por apartarse del cuerpo de Vennya solo para posarse en el rostro del rubio caballero que, rodilla hincada en el suelo, me relata aquello que comprendo desde una perfección que tan completa como dolorosa resulta. Palabras sabias salen de sus labios, más aún la última de ellas, es la que me hace respirar profundo asumiendo una verdad que aunque bien sabida, solo resuena con fuerza en el interior cuando es otra persona quien por uno las pronuncia. - Por ellas... - Repetí sus palabras últimas como si de un mantra a seguir se tratase, como si fuese la única razón para seguir. 

Olvidándome del frío que ya anida en mis huesos, buscando de calma manera ese respirar que tanto se dificultaba por culpa del dolor, a punto estoy de responder a aquella petición cuando, y sin un aviso previo, siendo como la mano del caballero borra el brillante y tenue camino que aquella lágrima rebelde ha dejado en mi mejilla, haciendo que de forma cálida, dulce incluso entre tanto padecer, una efímera pero sentida sonrisa se dibuje entre mis labios, solo para después, negar con la cabeza de forma suave pero cargada de una convicción que a decir verdad, solo los dioses saben de donde procede. - Ya tendré tiempo para honrar y llorar a quienes han quedado atrás, pero ahora con lo que puede o no estar por llegar, es un lujo que no me puedo permitir, cuando tanto aún queda por hacer.Le digo a sabiendas de que pocas cuestiones más quedan por hacer, a sabiendas de que llorar no mitigará el dolor, que ser un lastre es algo que ante el amparo de esta noche sin luna, podría ser una completa perdición. Por ello es que dejo escapar un nuevo suspiro que cargado de pesar, de resignación y una amargura que difícilmente sabrá diezmar con el paso de los días, termino por ponerme de pie solo para, posando mi mano sobre el hombro del caballero, detener su andar cuando tan pocas palabras tengo que decir, más ninguna otra a sido pronunciada con mayor sinceridad que estas. - Gracias Tyron, por todo. Le agradezco con lo que aún me queda de corazón y con mi mirada puesta sobre sus ojos, pero negada a dejarle hacer por si solo lo que me corresponde por cariño, por deuda y deber, me acerco al cuerpo de mi querida amiga, solo para desvíar mi mirada cuando los pasos cercanos, así como la luz de la otra linterna se asoman, descubriendo quienes vienen hacia nosotros. 

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12/11/2019, 20:29
Dhorne

Siendo aquella conversación con el caballero tan profunda como sentida, tan sincera cuando bajo la luz de una noche sin luna, dos conocidos se ven en la tesitura de compartir lo que de otra manera, jamás habría salido al menos de mis labios, hago un ligero gesto de cabeza hacia los recién llegados tras haber dicho aquello último a Tyron, a modo de saludo. - Iba siendo hora de tener al menos, alguna buena noticia. - Respondo a las palabras de Ivar esbozando algo similar a una ligera sonrisa. Pedir una noche en paz era posiblemente lo que más necesario se me antoja, pero al mismo tiempo, sé que bajar la guardia por ello sería un nuevo error que lamentar, uno que no estaba por la labor de cometer, cuando tan claro tengo lo que se padece, y por ello, posando durante unos segundos la mirada en Vennya, es que decido que ya poco más el tiempo puede ser dilatado, no cuando el frío se torna incluso tan cruel como el mismo destino que me ha traído hasta aquí. 

Nunca he sido creyente de aquellos dioses que tan vendidos nos han dejado a nuestra suerte, y por ello, sin que más palabras que las dichas en estos días en su única compañía salgan de mis labios, es que esta vez soy yo quien hinca en el suelo una rodilla para dejar sobre la frente de la mercenaria, un beso a modo de último adiós. - Hasta que nos volvamos a encontrar. - Susurro sobre la frente de mi querida amiga, solo para después, comenzar a girar su cuerpo para ponerlo boca abajo y así, poderla enterrar. 

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12/11/2019, 23:30
Luelar Tyrundlin

No tuve manera de saber si mis últimas palabras habían calado en el viejo, aunque esperaba que el posterior silencio se debiera a que se había dedicado a reflexionar sobre ellas. Pensar en que aquella horda era muy superior a nosotros, no tenía utilidad alguna. Hasta yo sabía, sin haber participado en ninguna batalla multitudinaria, que no había forma de vencer un combate si no se creía en que ello era posible.

No fue hasta que ya estábamos próximos a la posada que el explorador volvió a pronunciarse. Pude ver claramente cómo Tyron y Dhorne continuaban allí fuera, aún sin terminar de enterrar a la amiga de esta, algo que Ivar debió apreciar por aquella linterna que colgaba de la espada del caballero.

- U-un muerto alzado más no marcará la diferencia, y a-ahora es nuestra aliada... - respondí, aún temblando de frío, ante aquellas palabras que el viejo había pronunciado en voz baja.

Ciertamente, no nos convenía contrariar a una de las pocas personas que podía enfrentarse a aquellos muertos, pero aquella no fue la única razón que vi para no pedirle a aquella mujer que quemara a su amiga. Verla ahí, sentada en la fría nieve junto a la fallecida, hizo que se me removiera algo por dentro. ¿Podría tratarse de aquello que llamaban compasión? Alguna vez había creído sentirla, pero siempre me había negado que así fuera, y aquella vez no fue diferente.

No, no puede ser. Imposible.

Me preguntaba si habría surgido algún contratiempo que hubiera retrasado el momento de enterrar a la mujer, o si acaso aún no habían terminado con aquella tarea porque a Dhorne le costaba despedirse de su amiga. Esperaba que no hubiera habido problema alguno, pero si así era, al menos no debía haberse tratado de nada grave; pues ninguno parecía haber sufrido daño alguno.

Al alcanzar la posada, Ivar se pronunció en primer lugar, poniendo al tanto a Tyron y Dhorne de lo descubierto en aquella pequeña expedición. La mujer respondió con amabilidad ante ello, tratando incluso de sonreír, cuando no debía ser nada fácil hacerlo en aquellos momentos.

- A-además de prepararnos, deberíamos dedicar tiempo a descansar. Eso n-nos ayudará a enfrentar a los muertos si finalmente nos alcanzan. - añadí a propósito de la última afirmación del explorador. - ¿Todo bien? ¿Ha sucedido algo en n-nuestra ausencia? - terminé por preguntar al caballero y a la mujer de la cimitarra, aunque mis ojos terminaron desviándose inevitablemente hacia los de Tyron.

Cuando Dhorne se dispuso a despedirse de su amiga, guardé silencio, viendo tras ello cómo la mujer le daba la vuelta al cuerpo y lo metía en aquel agujero; dejándolo listo para ser enterrado.

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13/11/2019, 15:01
Tyron Stark

No puedo negar que me causó un gran alivio comprobar hasta qué punto mis palabras, posiblemente torpes y muy alejadas de las de los grandes oradores que había conocido en mi vida, habían llegado a Dhorne. Puede que pecase de orgullo, pero me llenaba de una sosegada alegría el sentir que había podido serle de ayuda en tan duro momento, más aún al asistir a un nuevo ejemplo de la fortaleza de aquella mujer, dispuesta a pesar de todo a trabajar en el enterramiento, pese a mi ofrecimiento. Era, sin duda, una dama extraordinaria.

¿Lograría que abandonase, sana y salva, aquellas montañas? Tan sólo Korth lo sabía…

Tan sólo me dio tiempo a dedicar una sonriente mirada a la mujer de mar, en respuesta a su agradecimiento, antes de percibir aquel sonido en la oscuridad de la nieve. Me giré bruscamente, percatándome de lo apartado que me encontraba de la espada clavada en la nieve, con la linterna colgando de su guarda. Casi instintivamente, aferré la pala que tenía en las manos con más fuerza, dispuesto a emplearla como último recurso desesperado si era preciso, pero finalmente la luz bañó con calma la llegada de nuestros dos compañeros.

Gracias al Salvador que estáis de vuelta. –Comenté con alivio, apoyando la punta de la pala a en el suelo con un sonriente resoplido- ¿Creéis que es prudente alzar tanto la voz…? –Comencé a preguntar, sintiéndome incómodo al comenzar a hablar Ivar como si tal cosa, cuando Dhorne y yo habíamos tratado de comunicarnos apenas en susurros durante todo aquel tiempo. Sin embargo, las nuevas que el explorador traía daban cumplida explicación de su tranquilidad al hablar, y suponían grandes noticias al fin, tal como Dhorne expresó. Llevábamos demasiado tiempo sin recibir una sola buena noticia- Unas horas de tranquilidad son, sin duda, una buena noticia. Podemos permitirnos terminar de fortificar la posada sin temor y, como bien dice Luelar, descansar lo posible. Aún así, yo organizaría unos turnos de guardia. La posada cuenta con dos puertas, de modo que podríamos organizarnos de dos en dos para las guardias. Tres en el caso del cazarrecompensas… -Me corregí torciendo el gesto hacia un lado, dejando patente la desconfianza que aún albergaba hacia él- ¿Quién sabe? Quizás contemos con fortuna o la bendición de los dioses, y nos alcance la luz del día sin incidentes.

Sin embargo, antes de hacer tantos preparativos y planificaciones, aún debíamos dar digna sepultura a la amiga de Dhorne. Me acerqué a Luelar para hablarle al oído, dejando un instante de íntima despedida a la marinera con el cuerpo de su amiga, y di respuesta a la pregunta de la elfa oscura.

No ha acontecido nada malo, pero… Quizás podrías ofrecer una oración, o algo así. –Propuse, mirándola a los ojos, aquellos extraños ojos con tan peculiar color que la mujer de piel oscura poseía, y que sin embargo, no carecían de cierta belleza- La fallecida tenía un colgante al cuello, una daga negra retorcida. Si no me equivoco, es el símbolo de Izz, la diosa de tu raza, ¿no es así?

En cualquier caso, yo mismo albergaba toda la intención de orar a Korth durante aquel rápido e improvisado funeral, en silencio tal como mandaban los cánones religiosos de El Salvador. Pero tal vez, si aquella mujer era devota de la diosa de los elfos oscuros, algo que no tendría forma de comprender cómo había podido darse, una oración en voz alta por parte de Luelar sería lo más apropiado.

Fuera como fuese, me giré de nuevo para comprobar cómo la marinera estaba ya introduciendo a su amiga en la fosa, así que tomé la pala y me dispuse a comenzar la tarea de rellenar el agujero con ella dentro, para terminar con todo aquello cuanto antes, presentar nuestros respetos, y poder entrar en la posada a comer algo y descansar entrando en calor.

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15/11/2019, 22:38
Ivar el Cuervo

La dama elfa tiene razón, un renacido más uniéndose al ejército de los muertos no marcará diferencia alguna, sería como una gota de agua que une a la fuerza de un río caudaloso. Aunque el mero hecho de contemplar el caminar de alguien al que llamábamos amigo y de quién sabemos que la muerte había alcanzado, podría volver loco a cualquier hombre o en este caso, a cualquier mujer. Por lo que espero que la joven de cabellos dorados no se vea en la tesitura de tener que combatir contra quién una vez, fue una compañera de armas.

No sé que puedo añadir para tratar de aliviar el dolor de Dhorne. Nunca he sido un buen orador y tampoco dispongo de la sabiduría de mis compañeros. Tampoco estoy versado en los ritos de los dioses, así que es preferible que guarde silencio y así, no molestar. Lo que en cambio sí puedo hacer, es ofrecer mi apoyo de la única manera que sé, ayudando a dar sepultura.

-Ha sido un día largo y agotador, caballero. Necesitaremos tu fuerza si los renacidos nos encuentran.   -Sí, renacidos queda mejor que muertos. Suena menos aterrador, al menos para mí, claro.   -Deja que sea yo quién termine el trabajo que habéis comenzado. Aprovecha a recuperar fuerzas y te aconsejo, Luelar, que hagas lo mismo. En unas horas regresaremos para comprobar que todo sigue en calma, hasta entonces, disfruta un poco de descanso.

Dejando a un lado el peso de mis armas, tiendo la mano a Tyron para que me haga entrega de la pala. ¿Cuantos amigos habré enterrado? ¿Cuantos más tendré que encerrar hasta el día en el que sea mi cuerpo el que termine bajo tierra? ¡Bah! es mejor no pensar esas cosas, lo único que puedo hacer es centrarme en seguir vivo y en ayudar a esta pobre gente en seguir adelante. Quién sabe, tal vez así logre redimirme por la sangre que he derramado en el pasado.

La idea del caballero es buena, los turnos de guardia siempre son necesarios en tiempos de guerra. Aunque el cazarrecompensas es quién menos me preocupa ahora mismo. He conocido a hombres como él en el pasado, es una serpiente que luchará a nuestro lado mientras eso sea lo más beneficioso para él. Aunque nos sacrificará como corderos si con ello logra encontrar una forma de escapar. Pero por ahora, nos necesita él más a nosotros que nosotros a él.

-Luelar ¿Serías capaz de recordar el camino de regreso al saliente que usamos para otear los alrededores? Cuanto terminemos aquí, creo que podría preparar algunas fogatas, lejos de la posada que podríamos encender en caso de que los muertos se acerquen demasiado. Quizás eso les aleje lo suficiente como para que no nos encuentren. Pero primero, honremos a la camarada de Dhorne.   

Cuando todo este preparado, ofreceré la pala entonces a Dhorne para que sea la primera en lanzar tierra sobre su compañera y así pueda despedirse de ella, después yo continuaré con el trabajo.

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17/11/2019, 16:16
Luelar Tyrundlin

Antes de recibir respuesta a mis preguntas, el caballero se mostró de acuerdo con preparar el lugar para un posible asalto de los muertos y descansar, proponiendo además hacer guardias; para las cuales contemplaba la posibilidad de contar con el “cazarrecompensas”.

- Del asesino. - le corregí, sin temblarme la voz en aquella ocasión, con un claro deje de desprecio.

Este no nacía de su profesión, una tan común entre los míos, sino del modo en que aquella sabandija me había tratado y trataba de poner a todos en mi contra. Si la horda de muertos nos alcanzaba finalmente y ese tipejo se veía en peligro, no tenía intención alguna de socorrerle.

A menos que esté siendo de verdadera utilidad, en ese caso no me quedará otro remedio...

Una pequeñísima sonrisa se dibujó en mi rostro ante el optimismo de Rizos Dorados, escuchando tras ello cómo el explorador se ofrecía a ser él quien enterrara a aquella mujer, instándonos a Tyron y a mi a descansar; en mi caso por tener además que acudir nuevamente a aquel elevado lugar en unas horas.

Asentí cuando Ivar me preguntó si recordaba el camino, aunque no me quedó claro cuál era su intención con esas fogatas. Esperaba que luego nos expusiera con mayor detalle su plan, pues no pude preguntarle por este al ser momento de enterrar a la amiga de Dhorne.

Mientras la mujer de cabello claro terminaba de despedirse de su amiga, el caballero de Stumland se acercó a mi y me dedicó unas palabras en voz baja. No sólo respondió a la pregunta que le había formulado, sino que me proponía que ofreciera una oración o algo similar. Lo hizo mirándome a los ojos, preguntándome sin dejar de observar los suyos el motivo de pedirme algo parecido. Fue entonces, con sus siguientes palabras, cuando comprendí. - Así es. S-si crees que es apropiado... Lo haré. - le concedí, antes de disponerme a ello.

No terminaba de explicarme cómo un humana podía ser devota de Izz, pero todo parecía indicar que aquello era así. Era consciente de que algunos elfos oscuros no sólo ascendían a la superficie con cierta frecuencia, sino que se habían llegado a instalar en ella para servir como enlace, y que aunque escasos; había miembros de otras razas que habían llegado a descender a la Infraoscuridad... Pero aun así, resultaba increíble que una humana hubiera llegado a alcanzar aquel entendimiento de nuestra cultura.

Mientras Dhorne e Ivar comenzaban a dar sepultura a la mujer, me aseguré por enésima vez de estar bien cubierta con mi capa y comencé a hablar.

- Dama de la Oscuridad, t-tal es tu magnificencia que esta ya alcanza a quienes no han nacido bajo tu dogma. - comencé a orar. - He aquí con nosotros una de tus hijas, c-cuya alma esperamos que guíes hacia donde debe estar. T-te suplicamos que le otorgues tu oscuro abrazo, el cual fortalecemos con el sufrimiento que su pérdida provoca. - concluí por el momento, a falta de unas últimas palabras que pronuncié en siss, el idioma propio de mi pueblo; cuya tonalidad recordaba en exceso al sisear de una serpiente. - Sisió sasa sí. Sussió sasa sí. Susió sasa sí.

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17/11/2019, 22:35
Dhorne

Sin que existan más palabras que las que ahora se acumulan silentes en lo más profundo de mi garganta, dejo escapar un suspiro que, quedo en su profesar, no alivia el alma de todo lo que en ella se porta, pero al menos ofrece una manera de expresar todo aquello que tan necesario me es por ahora, callar. Un amigo más que enterrar, una mirada petrificada en el tiempo más para recordar, y la sensación de que esto se ha convertido con los años, en la historia de nunca acabar. Es por ello que prestando la justa atención a lo que se dice a mi alrededor, mi mirada cargada de lágrimas que no llegarán a nacer, se oculta tras mis ojos cerrados durante un segundo que aunque efímero, me es tan necesario. Más el tiempo jamás a sido algo con lo que jugar a favor y por ello que, desde el cuidado que merece tomo el cuerpo de mi querida amiga, de mi amiga del alma para dejarla tendida boca abajo en lo que espero, sea desde ya, su más eterna morada. 

Escucho entonces la oración de Luelar, la observación de Ivar y las ideas de Tyron, y sin tener más que aportar que un conocimiento que en tierra de poco, o más bien nada puede llegar a servir, tomo la pala con la que hasta ahora he estado trabajando junto al caballero, para así, dejar caer sobre el cuerpo de la mercenaria la primera pala de tierra, siendo aquel un profundo golpe al corazón. Hasta la fecha incontables habían sido las personas que queridas e incluso amadas, había tenido que ofrecer a ese mar que nunca en calma, pertenezco, pero esto, ahí donde con cada palada de tierra siento como me entierra a mi también, no lo había experimentado hasta ahora. Agónica es la sensación, pero necesaria no solo para vivir, sino que también para seguir en este camino que siéndome completamente ajeno, ahora se torna mi presente más inmediato, justamente es por ello que lejos de detenerme, que lejos de dejar en otros una labor que solo me corresponde a mi, sigo cubriendo el cuero de Vennya sin que mi mirada, quizás masoquista para entonces, se aparte de ella. 

- Yo puedo hacer la primera guardia, estoy acostumbrada a ello y además... No me vendrá mal tener la cabeza ocupada durante algunas horas. - Aseguro con una voz que cargada de firmeza, en parte me ayuda a resguardar todo lo que ahora tan desatado se encuentra en mi interior. Necesitaba hacer algo, algo en lo que verdaderamente pudiese ser útil, y tras eternas horas en la cofa del Havgudinnen, incluso durante las tormentas más cruentas, no se me ocurría por ahora, un oficio mejor. Además aquellas tres personas que ahora me acompañan habían hecho lo suficiente como para merecer un descanso que propicio será sin importar cual turbulenta o serena, sea la noche en la que nos encontramos. 

Una palada más de tierra sintiendo las manos congeladas, entumecidas incluso antes de detener mi accionar para posar sobre la elfa mi mirada. - Te agradezco tus palabras Luelar, de corazón. Gracias. - Y es que sin que pudiese esbozar palabras más sinceras como agradecimiento por aquella oración que sin pasarme inadvertida, esperaba que para el alma de Vennya tuviese mayor repercusión que para la mía, también le dediqué una agradecida sonrisa a Ivar, hombre que si bien escueto era en palabras, hasta el momento y sin importar todo lo que hasta entonces había oído de él, también merecía por su mera ayuda, mi eterna gratitud. Más no es hasta que la última palada de tierra ya sepulta por completo el cuerpo inerte de mi amiga, que no dejo anclada en la tierra la pala, para volver a hablar. - Buscaré la manera de subirme al tejado para hacer la primera guardia una vez se termine de reforzar las entradas de la posada, no me importa el frío como tal y desde ahí tendré una mejor visión, más si no os importa, aquí está lo que he podido rescatar de Vennya y que quizás, pueda ser de ayuda para alguien, si queréis llevarlo dentro, os lo agradecería. - Y es que sincera tengo que ser incluso entre silencios, y si bien he preferido no arremeter contra quien me ha arrebatado al único ser querido que al menos en estas tierras me quedaba, tampoco podía confiar del todo en mi propio autocontrol. 

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18/11/2019, 09:28
Tyron Stark

Nunca se me había dado bien permanecer descansando mientras otros trabajaban. Quizás se debiera a mis orígenes humildes, a la educación que mis padres me habían dado desde bien pequeño, o a una simple seña de identidad de mi carácter. No lo sabía, pero sí que era consciente de que quedarme quieto ante el trabajo duro de otros me resultaba incómodo. Aún así, me resultó imposible rechazar el argumento del veterano explorador, consciente de la sabiduría que acompañaba, como era costumbre, a sus palabras. Sin lugar a dudas, si el peor de los escenarios se hacía realidad y aquel ejército de muerte llegaba a nosotros, habría de situarme en la primera línea de contención y tener el brazo fresco para la más larga y extenuante de las batallas. Por ello, y tras un breve instante de duda, terminé por entregar aquella pala a Ivar, antes de acercarme a Luelar y realizarle aquella petición.

Pude percibir el desconcierto en los inusuales ojos de la elfa oscura, al pedirle aquello. Resultaba obvio que, en circunstancias normales, no sería una oración a la deidad de los elfos oscuros lo que requeriría una ocasión tal, en los funerales de una humana. No obstante, pronto comprendió mis motivos para hacerlo, confirmando que, en efecto, el símbolo que la mujer portaba parecía identificarla como seguidora de su propia diosa, algo por otra parte del todo inusual. Bastante excepcional, diría yo. Pero Luelar accedió a elevar una plegaria adecuada, algo que me satisfizo. La mujer, pese a la pésima fama de su raza, y a su aparente gusto por incomodar con sus extraños modales y comentarios, había resultado una valiosa ayuda en todo momento, y se había mostrado mucho más dispuesta a prestar su ayuda de lo que habían estado otros que, a priori, parecieran más predispuestos.

Dejé que Ivar y Dhorne se encargasen de la tarea del enterramiento, y mientras tanto me aparté ligeramente del grupo, aprovechando la escasa luz para buscar algo. No eran muchas las rocas que había por la zona, especialmente de gran tamaño, pero no tuve que alejarme demasiado de la luz para encontrar una adecuada, no tan pesada como para que no pudiera levantarla haciendo un gran esfuerzo, pero lo suficiente para impedir que un cuerpo tumbado pudiera alzarse con facilidad. Cargué aquella roca como buenamente pude, agradeciendo que no se me resbalase de las manos enguantadas en el primer envite, y caminé como pude, paso a paso, hasta la tumba, doblando dolorosamente las rodillas para hacer descender con cuidado la piedra sobre el cuerpo ya semienterrado de la amiga de Dhorne. Bien podría haberme limitado a dejarla caer, pero habría sido una falta de respeto y decoro para con la fallecida y sus allegados, estando presente además una de entre ellos. De modo que deposité con cuidado la roca sobre el cuerpo y dejé que continuasen echando tierra sobre él, situándome al lado de Luelar a la espera de que terminasen y se celebrase la breve ceremonia que nos podíamos permitir.

Luelar dio comienzo a tal ceremonia con sus palabras, dedicadas a la Reina de la Oscuridad. No era mi diosa, y por lo poco que sabía de ella no era digna de respeto, pero sí que lo era la fallecida, y desde luego sí que lo era también la dama que oraba de tal manera. Guardé silencio, uno de los axiomas de mi propia religión, y cerrando los ojos uní mis manos orando también yo en el silencio de mi propia mente, una oración a Korth El Salvador por el alma de aquella mujer, y lejos de detenerme en ello, por el devenir del destino de todas las personas que me rodeaban, tanto aquellos que se encontraban conmigo en el exterior como quienes estaban dentro de la posada. No le pedí un milagro, pese a que había oído historias de ocasiones en que los había concedido. Yo no era digno de milagros, y no osaría pedirlos. Pero imploré por que me concediera el valor y la fuerza para hacer todo lo que me fuera humanamente posible por protegerlos.

Terminada la ceremonia, mientras la propia Dhorne agradecía a Luelar sus oraciones, me acerqué a la tumba y clavé la rodilla a su lado, apoyando una mano sobre la tierra removida durante un instante. Tracé entonces con un dedo de mi guantelete una línea alargada, siguiendo la dirección del cuerpo enterrado, y la crucé con otra más corta, perpendicular a ésta. Con ello dejaba, durante lo que la nieve de la montaña lo permitiera, el símbolo de la cruz sobre la tumba, cruz que representaba el modo en que Korth soportase indecibles torturas durante su cautiverio en las montañas Kehalas, para liberar a los esclavos de las minas, y con ello a toda la humanidad de sus pecados. Al alzarme de nuevo, dediqué a Luelar una breve mirada, asintiendo con aprobación y agradecimiento por sus palabras, tan necesarias en un momento como aquel.

No creo que sea buena idea hacer guardia en el tejado, Dhorne. -Medité acercándome a las cosas de la fallecida que nos había pedido que entrásemos en la posada- La noche es demasiado oscura para ver nada, salvo para Luelar, y aquí fuera la temperatura bajará pronto demasiado. Aún sin un fuego para calentarse, el interior estará al menos resguardado del viento, y habremos de fiarnos de nuestro oído para saber si algo nos ronda en el exterior. -Argumenté alzando la mochila y cargándomela al hombro- Tampoco creo que haya ya tiempo para ir a preparar hogueras por ahí, Ivar. Lo mejor será que vayamos dentro y veamos cómo van los demás.

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18/11/2019, 11:34
* Juglar *

Finalmente, los funerales por la dama Vennya resultaron tan formales y llenos de pompa como de sentimiento, a pesar de todo. Este humilde juglar no soñaría, llevando una vida errante y solitaria, contar con semejantes atenciones cuando me alcance mi día final. Sin embargo, tal es la naturaleza de los grandes hombres, y mujeres por descontado, amparados por el destino o por los dioses, si es que ambas cosas no van de la mano. Nuestros protagonistas ofrecieron a la mercenaria una más que digna despedida, antes de dirigirse a ocupar su puesto como líderes de la defensa del último bastión de los vivos en aquellos inhóspitos parajes.

No encontraron la puerta abierta, sin embargo. Ésta se encontraba firmemente cerrada, hasta el punto de que, al sacudirla, pudieron comprobar hasta qué punto se encontraba firmemente asegurada. Pero unos breves golpes de los nudillos de Ivar sobre ella provocaron un ruido en su interior que antecedió su apertura, asomando el rostro del leñador pelirrojo, con evidente alivio al verlos. Abrió la puerta completamente, para dejarlos entrar, y una vez dentro volvió a apoyar contra ella unos largos travesaños de madera, apoyados en topes que habían enclavado al suelo, de forma que los tablones se apoyaban en diagonal reforzando la resistencia de la puerta.

Aquellas gentes, carentes de toda experiencia ni habilidad en el arte de la guerra, demostraban en cambio un gran saber hacer en cuanto al trabajo manual. No en vano, habían hecho ya un buen trabajo allí dentro. Todas las ventanas estaban cerradas, selladas y reforzadas mediante tablones cruzados, enclavados a los marcos y paredes. Lo mismo habían hecho ya con la puerta trasera, que daba acceso a la cocina, y se disponían a hacer en la propia puerta de entrada, además de situar aquellos travesaños.

Todo ello les fue explicando el hombre de aspecto adusto, que se presentase como Fein, dado que en aquellos instantes tuvieron algo de tiempo para charlar y conocer a las gentes que moraban en la posada. Fein había sido carpintero, en Teshaner, y había regentado un pequeño pero próspero taller junto a su hijo. Sin embargo, la desgracia se había cebado con su familia, y su hijo y cuñada habían fallecido al ser arrastrados por una crecida del río, dejándole a él al cuidado de su única nieta Iren. El negocio había decaído tanto, que se había visto obligado a buscar mejor fortuna como leñador en Terasdur, a donde había tenido que acudir junto a su pequeña nieta.

Había conseguido el trabajo directamente de Craugan, el capataz del campamento, quien acostumbraba a ser cliente suyo en Teshaner puesto que adquiría a través de él buena parte del material y herramientas que se llevaban al campamento para trabajar. No era buena persona, pero sí buen cliente, dado que a pesar de ser duro regateando al menos hacía compras importantes. No obstante, era para Fein evidente que Craugan se aprovechaba de su desgracia al ofrecerle un trabajo como aquel, muy por debajo del jornal que debía cobrar un artesano como él. Pero la necesidad apretaba, y al menos le había permitido llevarse a su nieta con él, sí que, como suele decirse, no se podía quejar.

Ya en el campamento, había conocido a Eohonn, el leñador de cabellos rojizos. Un buen hombre, algo basto y brusco en las formas, pero de buen corazón. Tenía una esposa, también en Teshaner, a la que veía menos de la mitad del año, encontrándose en duro trabajo de leñador en tierras inhóspitas el resto del tiempo. Acostumbraba bromear con la posibilidad de que su esposa estuviera liada con algún otro hombre en su ausencia, pero aquel año se había guardado aquel tipo de chanzas. Aquella temporada, su hija Eoniss había decidido acompañarle a trabajar, pese a sus reticencias. Era una joven dura, con carácter, algo que según Eohonn había heredado de su madre. Los intentos de sus progenitores de conseguirle un adecuado casamiento habían sido infructuosos, y la muchacha se mostraba más proclive a buscarse la vida por sus propios medios que aguardar a que ningún hombre la mantuviera.

El cazarrecompensas, o asesino como Luelar le había definido con desprecio, se había presentado a todos como Bosko, y ciertamente había sido de ayuda en las tareas de refuerzo de la posada. Se había tratado él mismo la herida de la cabeza, limpiándosela con agua, y se había puesto a las órdenes de Fein, quien había asumido el control del trabajo pese a las reticencias de Craugan. El cazador de hombres no era un gran artesano, pero se defendía, según él por haber tenido que hacérselo todo él mismo desde siempre. Trabajaba con ahínco, pero era consciente de las miradas de desconfianza de todos sobre su persona, algo de lo que el propio Ivar tampoco se libraba.

Aquellos hombres habían sido quienes habían hecho todo el trabajo, ayudados como buenamente había sido capaz por el propio posadero, Irdon, un hombre orondo y bonachón que evidentemente se veía completamente superado por aquella situación. No hacía falta conocerle demasiado para ver que estaba completamente enamorado de su esposa, Belona, a la que colmaba de atenciones y cariños en cada ocasión que podía. Sin embargo, la mujer no parecía corresponder a sus muestras de afecto, mostrándose arisca y distante con él.

Curiosamente, su comportamiento era bien distinto con Lascal, el cocinero de la posada, lo que ahondaba en las habladurías que abundaban entre la clientela de la posada. El cocinero no era ni de lejos un hombre atractivo. Muy al contrario, su rostro prematuramente envejecido no era agradable, Sin embargo, resultaba un hombre simpático cuando se le conocía bien. Mientras los demás trabajaban en reforzar las defensas de la posada, él se había dedicado a aprovechar la chimenea de la planta inferior para calentar una última olla con comida caliente, antes de extinguir también ese fuego. Mientras el estofado se terminaba de calentar, había ido preparando sobre una de las mesas un buen número de pequeños fardos con comida para el camino, unas raciones de viaje consistentes en pan duro, queso, frutos secos y carne ahumada.

Un rostro que aún algunos de nuestros héroes no habían visto era el de Barush, un hombre de mirada perdida y una fea herida en su cabeza que descansaba entre delirios en la planta inferior. Era quien había dado la voz de alerta en la posada, en primer lugar. Un trampero que trabajaba ocasionalmente para Craugan, vendiéndole algunas piezas cada cierto tiempo para que éste pudiera enriquecer el rancho de sus empleados. Sus delirios acerca de la muerte en la montaña eran los que habían llevado al grupo de aventureros a partir a investigar el campamento de Malere, en primer lugar. Y con lo que habían descubierto podían sospechar lo que le había pasado. Él y sus compañeros tramperos habían sido a buen seguro atacados por los muertos, siendo él el único superviviente, aunque parecía haberse dejado la cordura en el camino. No todos los hombres están preparados para soportar el horror mismo ante sus ojos.

Con las labores de fortificación ya terminadas, Lascal repartió el estofado en cuencos que Belona e Irdon fueron repartiendo entre todos, y se organizaron los turnos de guardia. Nadie puso la menor oposición a las indicaciones que nuestros protagonistas indicaron, conscientes de que eran ellos quienes mejor podían conocer el mejor proceder. Tan sólo se dejó un par de velas encendidas en la planta superior, y en la inferior algunas más cuando se extinguió el fuego de la chimenea. Todos buscaron un rincón donde descansar, cubiertos por toda la ropa de abrigo que fueron capaces de atesorar, y rezaron sus oraciones para que la mañana les alcanzase sin sobresaltos.

Tan sólo los dioses sabían si sería así...

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20/11/2019, 13:36
Luelar Tyrundlin

Ejercer de oradora en aquel improvisado sepelio, como única representante de la Camarilla de la Oscuridad, provocó que tuviera aún más presente el motivo que me había llevado hasta la superficie. Sentía que casi podía rozar con la punta de mis dedos el ansiado puesto como Señora Negra, pero aquello no fue más que una ilusión, aún quedaba mucho que enfrentar para alcanzar aquello; muchos obstáculos que superar, entre los que se encontraba aquel maldito ejército de muertos vivientes comandado por espectros.

Rizos dorados no había podido estarse quieto a pesar de que el viejo había querido dejarle descansar, y terminó situando una piedra sobre el cadáver con cuidado, una más que acertada medida de precaución ante la posibilidad de que la magia negra terminara por afectarla. Pero aquello no fue lo único que me llamó la atención del caballero, percatándome de aquel símbolo que dibujó sobre la tumba tras mis palabras.

Izz y Korth presentes en un entierro, quién lo iba a decir...

Asentí cuando los humanos me agradecieron, cada cual a su manera, las palabras que había dedicado durante la marcha de aquella mujer que continuaría siendo un misterio para mí; al menos por el momento, y me separé de la tumba, observando unos instantes a mi alrededor. Mientras tomaba aquella precaución, las palabras que siguieron llenando el gélido ambiente hablaban de cómo organizarnos, pareciendo que finalmente haríamos guardias en el interior.

Fue en este donde terminamos repartiendo las pertenencias de la amiga de Dhorne que esta ofreció, tras comprobar cómo estaba el ambiente. Quedó claro desde el primer momento que la fortificación del lugar era bastante buena. Puede que aquellas gentes no fueran guerreros, pero tenían sus habilidades. Tuvimos ocasión de charlar con algunos de los que formaban aquella pequeña resistencia, poniendo nombre a varios de ellos, e incluso sabiendo más de sus vidas; algo que me resultó bastante inusual.

Una vez terminado todo el trabajo que había por hacer, pudimos comer algo y organizar las guardias, tras lo que todo el mundo buscó un rincón en el que poder descansar; excepto quienes comenzaron lo que quedaba de noche vigilando. Fueron Ivar y Dhorne los encargados de ello, habiéndose ya ofrecido la mujer con anterioridad a hacer la primera guardia.

Tyron y yo habíamos encontrado un lugar en el que descansar, lo suficientemente alejados de los demás para no despertarles durante el cambio de guardia, pero desde donde podíamos advertir si el tal Bosko hacía de las suyas. El caballero no había dicho nada al respecto, pero estaba convencida de que confiaba tan poco en él como yo.

Había dispuesto mi petate junto al caballero, pudiendo descansar unas pocas horas hasta que llegó nuestro turno de guardia, y cuando noté que Dhorne e Ivar venían a despertarnos; les indiqué que fueran a descansar, pues ya me encargaría yo de despertar a Tyron.

Para los demás, el lugar se encontraba en penumbra, con tan sólo la la tenue luz de unas velas; pero yo podía ver con claridad el rostro del cabalero de Stumland, que dormido desprendía mucha más inocencia si cabía.

- Tyron... - comencé a susurrarle, acercando mis labios a su oído. - Despierta... - insistí, meciéndole suavemente para que se espabilara.

Una vez despiertos, nos dirigimos hacia la puerta de entrada, contra la cual nos sentamos dispuestos a afrontar una larga guardia. Se hizo el silencio durante varios minutos, pero finalmente me pronuncié.

- Gracias... - susurré, sin mirar a ningún lado en particular, hasta que giré mi rostro hacia él. - No había tenido ocasión de darte las gracias en condiciones... Seguramente te estés preguntando por qué. - caí de pronto, sonriendo, dejando nuevamente de mirarle; tal parecía ser su bondad e inocencia, que a buen seguro ni siquiera fuera consciente de las cosas que hacía por los demás. - En resumen, me has tratado como a los demás. - dije sin poder evitar cierta tristeza en el tono de mi voz, quedándome en silencio unos segundos, meditabunda. - Aunque, hay una cosa que querría saber... Prometiste ser sincero, pero quizás te hayas echado atrás... - comencé a dejar caer, con fingida inocencia.