Partida Rol por web

Muerte en la Nieve

Cantar de la Gran Compañía 4: Sin Escape

Cargando editor
20/11/2019, 13:56
Tyron Stark

Conocer más de aquellas gentes, parte de sus vidas y de su forma de ser, hacía más duro asumir la responsabilidad de protegerlos. Toda vida era valiosa, y ya sabía que eran personas humildes, y en su mayor parte inocentes. Sin embargo, compartiendo apenas unas pocas palabras con ellos bastaba para acercarse más a sus vidas y valorarlas en su justa medida. El temor de no estar a la altura de aquello que se requería de mí, y que aquellas gentes pagasen con su vida tales consecuencias, me acompañó mientras, taciturno, tuve que dedicar un largo tiempo a desprenderme de la coraza y accesorios para poder descansar.

Lo hice, tal como había prometido, al lado de la elfa oscura. Tumbado en mi saco de dormir, en un rincón al fondo de aquel comedor desde donde de un rápido vistazo podía comprobarse toda la estancia, apoyé mi bastarda en la pared junto a mi armadura, pero dejé mi espada larga de caballero, aquella que me había sido entregada al ser armado como miembro de la Orden, a mi vera. Aún así, me costó conciliar el sueño. Hacía mucho tiempo que no yacía junto a una mujer, y Luelar lo era, y no falta de hermosura y exuberancia. Quizás también exotismo, debido a su raza, esa que también parecía marcarla con una señal de peligro, unida a las propias maneras de la elfa oscura, que tanto lograban turbarme. No lograba evitar sentir cierta culpa por aquellos pensamientos, como tampoco lograba evitar tenerlos, y con aquella lucha interna fue que me alcanzó el más puro cansancio, hasta que logré dormir. 

Pero el descanso no alejó aquello que me había turbado, pues fue la caricia de un aliento y un susurro los causantes de ser devuelto al mundo del desvelo. Me sobresalté, alargando mi mano hasta sujetar mi espada mientras me incorporaba bruscamente, tan sólo para descubrir que era la dama oscura quien me había llamado, y descubriendo con ojos entrecerrados que Dhorne e Ivar habían terminado sus guardias y se disponían a acostarse.

S-sí, ya voy, sólo... -Musité, frotándome los ojos y revolviéndome el cabello- Cojo mis cosas y voy.

En efecto, tomé mis pertenencias y cargué con ellas hasta la planta superior, donde tomamos asiento cerca de la entrada. No tenía el menor sentido asomarse al exterior, al menos en mi caso, así que decidí confiar en el oído mientras iba abrochando, no sin dificultad debido a la postura, los correajes de mi coraza. Sin embargo, detuve la faena al verme sorprendido por la voz de Luelar, agradeciendo no supe discernir el qué, aunque pronto lo aclaró para mayor sorpresa aún.

Has sido de tanta ayuda como los demás. -Justifiqué mi actitud, como si fuera necesario hacerlo de alguna manera- Si no más. Y aunque no lo hubieras sido, no veo por qué habría de tratarte peor. Hay cosas que decidimos, y cosas que no. Lo justo es tratar a los demás por sus decisiones. -Expliqué, aunque sentí que el rubor se agolpaba en mis mejillas por el cariz tan personal de la conversación. Por un instante, incluso agradecí que nos encontrásemos en penumbra, con tan sólo la tenue luz de un par de velas. Sin embargo, pronto recordé que ella veía en la oscuridad como a plena luz del sol- Mantengo mi promesa, Luelar, no soy amigo de echarme atrás...

Cargando editor
21/11/2019, 03:59
Luelar Tyrundlin

Escuchar cómo Tyron justificaba el haberme tratado como al resto por haber prestado la misma ayuda que estos, o más, me llamó la atención en un principio; pero pronto dejó claro que aunque no hubiera sido así no veía motivos para tratarme peor que a los demás. En aquella bondad que le caracterizaba, no veía en mi raza suficiente motivo para tratarme diferente, no habiendo escogido yo aquella circunstancia.

Lo justo es tratar a los demás por sus decisiones...

Repetí en mi cabeza, deteniéndome un segundo a pensar en lo lejos que estaba aquel pensamiento de lo que me habían enseñado.

- Igualmente, te lo agradezco. - terminé por decir, fijándome en el cambio en el rostro del caballero, tras lo que le escuché decir que continuaba dispuesto a ser sincero conmigo. - Espera, deja que te ayude...

Se había detenido mientras abrochaba su coraza para hablar conmigo, y vi en aquello una doble oportunidad. Aparté la capa que rodeando mis hombros me cubría del frío, dejándola a mi espalda, un gesto que me permitía usar mis manos con mayor libertad; pero aquella no era toda mi intención. De aquel modo, también dejé a la vista mi escote, permitiendo que Tyron pudiera al menos intuir las voluptuosas formas de mi delantera en aquella penumbra.

Me arrodillé frente a él y llevé mis manos hasta las correas de uno de sus costados, continuando abrochando estas.

- No me resulta fácil decir esto, pero... - comencé a pronunciarme, dándole vueltas a posta a aquello. - He notado cosas... A veces, cuando hablo contigo... - proseguí, asegurándome de fijar bien aquella parte de la coraza antes de mirarle. - ¿Es que me tienes miedo, Tyron? ¿Por eso a veces te pones nervioso cuando te hablo? Yo... - bajé la mirada, permaneciendo así. - No quiero que me temas...

Cargando editor
21/11/2019, 07:16
Tyron Stark

El ofrecimiento de la dama oscura me pilló completamente desprevenido. En aquella penumbra en que nos encontrábamos, me vi sorprendido al apartarse la capa con que se cubría, al tiempo que se acercaba arrodillándose ante mí, con la intención de ayudarme con la armadura. El brillo de aquellas exiguas velas que iluminaban tenuemente la estancia rozaron su figura, mostrando la exuberancia de la silueta que la mujer de piel de ébano mostraba, aquellas curvas tan hermosas...

Me obligué a mí mismo a apartar la mirada, avergonzado por mi propia debilidad. La belleza de una mujer era algo a lo que había renunciado, pues la castidad formaba parte del Juramento, de los tres votos que había prometido cumplir de por vida. Era, quizás, el que yo consideraba menos importante, eso era verdad. Para mí, el que tenía mayor importancia era el voto de Justicia, con el que el caballero se comprometía a luchar contra todo tipo de injusticias. El voto de Lealtad tenía la importancia justa, pues velaba por garantizar el correcto funcionamiento de la Orden, aunque ya había comprobado que, en ocasiones, redundaba en contra de la Justicia. Aunque eso era algo a lo que tenía intención de poner remedio. El voto de Castidad, en cambio, estaba destinado a asegurar el compromiso de todo caballero únicamente con la Orden y su causa, sin distracciones. Por ello, tanto el matrimonio como las relaciones íntimas estaban prohibidas, y yo había jurado cumplirlo. ¿Suponían una transgresión de aquellos votos los pensamientos que atravesaban mi mente, sin que yo fuera capaz de evitarlo, al mirar a una mujer hermosa?

Allí sentado, con Luelar tan cerca de mí amarrando los correajes de mi coraza, sentía una inmensa incomodidad que no se mitigaba por alzar la mirada a la oscuridad del techo. A pesar del metal y tejido que separaba sus manos de mi piel, casi podía sentir su contacto, o tal vez era mi imaginación jugándome una mala pasada. Pero tenía que luchar contra tales pensamientos, una tarea que se tornó imposible al retomar la palabra la elfa oscura.

¿M-miedo? -Aquella pregunta me dejó completamente descolocado, pues en parte desconocía la respuesta. ¿Realmente me causaba algún temor aquella mujer? Resultaba inquietante en ocasiones, eso era cierto, merced a una actitud que a veces se volvía siniestra. Sin embargo, ¿la temía? ¿Temía que pudiera hacerme algo malo?- N-no, no es miedo lo que siento, Luelar. Lamento haberte causado esa impresión. -Confesé rápidamente, convencido de mi respuesta, y obligándome a mirarla a los ojos- Es sólo que... no se, eres muy diferente a todas las damas que he conocido en mi vida. En ocasiones... tu forma de comportarte, o de expresarte... me desconciertan. -Aquella era la manera más suave que encontré para expresarlo- No conozco prácticamente nada de tu cultura. En mi ciudad natal vi alguna vez a un elfo oscuro, pero nunca traté con ninguno. Supongo que hay muchas cosas que no comprendo... -Me justifiqué, no deseando causarle turbación a aquella mujer- Lo lamento si te he incomodado...

Cargando editor
21/11/2019, 15:32
Ivar el Cuervo

Nunca es fácil despedirse de un camarada y desde luego, poco importan las disputas que pudiésemos tener en vida. Al final, cuando simplemente la muerte se presenta, tan solo podemos recordar todas esos buenos momentos compartidos. ¡Diablos! ¿cuantos de mis mejores amigos fueron enemigos en un primer momento? Supongo que más de los que quiero recordar, pero al final, gracias al liderazgo de aquel al que consideré mi mejor amigo, todos combativos codo con codo y estrechamos poderosos lazos de amistad.

No recuerdo la última vez que enterré a un amigo o mejor dicho, no quiero recordarlo pero esta escena inunda mi mente con lejanos y dolorosos recuerdos. ¿Qué harían mis viejos camaradas al saber que aún no les he podido vengar? Nunca fui el más valiente, ni tan siquiera sé cómo no me he quedado paralizado en muchos de los conflictos que he presenciado. Supongo que mi alma no debe de tener mucho valor y que por ello, la muerte no se ha molestado aún en acudir a reclamarla.

Supongo que estoy tan inmerso en mis pensamientos y recuerdos, que para cuando quiero darme cuenta, el trabajo está hecho. Cada cual se despide de la mejor manera posible, ya sea mediante rezos a sus dioses o mostrando su símbolos sobre la tierra. Mientras lo hacen, yo lo hago a mi propia forma. Me adentro en el bosque tan solos unos pasos hasta hacerme con un tronco manejable y regresar así a la tumba. Desenfundado uno de mis cuchillo, uso su punta para abrirme paso en la corteza del tronco dejando un único mensaje, no sin antes preguntar a Dhorne el nombre de su compañera.

"Aquí descansa en paz, Vennya"

Al leerlo me resulta un poco extraño, entre los valerosos guerreros con los que viajé en el pasado, era costumbre que cada cual fuese bendecido con un apodo. Un nombre que representaba su personalidad, habilidad y en esencia, marcaba quién era al mundo. Cuando uno de nosotros moría, era costumbre colocar sobre su tumba una inscripción así pero añadiendo siempre en mayor tamaño su apodo. De esa forma, si sus hazañas se habían alzado hasta los propios cielos, cualquiera que encontrase la tumba sabría ante quién se encontraba. Aquellos que respetaban a los muertos, solíamos hacer pequeñas ofrendas, habitualmente derramando un poco de vino para calmar así la sed del muerto. Quizás fuese una estupidez, pues los muertos no pueden beber, pero tampoco deberían de poder caminar de nuevo y ahora lo hacen.

Las palabras de Tyron me liberan de mis pensamientos y me hacen recapacitar. Tal vez sea alguien demasiado pesimista, pero estoy seguro de que la posada no resistirá al embiste de los muertos. Pero para ser sincero, dudo que pueda hacer las fogatas que he dibujado en mi mente.

-¡Diantres! Tienes razón, la noche es demasiado profunda y el frío avanza con mayor fuerza a cada instante. Aunque quisiera, dudo que pudiese orientarme entre tanta oscuridad y mis posibilidades de regresar con todos los dedos intactos, serían casi nulas. El frío se daría un buen festín con este viejo explorador. Regresemos entonces a la posada.

El trayecto hasta la posada lo hago en silencio, tratando de evaluar la situación y tratando de idear un plan maestro que nos ayude en caso de que los muertos aparezcan. Nada, absolutamente nada de nada es cuanto logro planificar. Si los muertos aparecen, más vale que alguno de mis compañeros elabore un gran plan o todos seremos...

Es mejor no pensar en ello y pasar al interior de la posada. Debo decir que al llamar, pensé que no abrirían, no después de saber quienes somos. Pero al menos saben que pese a nuestra reputación, somos su mejor baza para sobrevivir. Bueno, supongo que es una buena forma de que aprendan a guiarse por las acciones y no por la reputación.

Con un movimiento de la cabeza, agradezco que nos permitan el acceso al interior. No es que el lugar sea especialmente cálido, pero en comparación al exterior, el lugar resulta todo un santuario. A sabiendas de que en pocas horas deberé de regresar al exterior, me libero de la capa, guantes y en definitiva, de la ropa más abrigada. De esa forma cuando me vista de nuevo con ella y salga al exterior, espero engañar a mi cuerpo lo suficiente, como para que no ceda ante las gélidas temperaturas del exterior.

-Habéis hecho un buen trabajo fortificando este sitio. No hay rastro de ningún enemigo en kilómetros a la redonda. Así que por el momento estamos a salvo, aunque para asegurarnos de que todo siga así, en unas pocas horas saldremos de nuevo a explorar.

Aunque he pasado en alguna ocasión por la posada, debo reconocer que no la conozco demasiado bien, así que camino por su interior evaluando tanto el trabajo hecho, como tratando de buscar una solución en caso de que los muertos ataquen. Mi intención es buscar algún sótano o almacén que pueda existir bajo la posada y al cual se pueda acceder mediante una trampilla. Quizás, si las cosas se tuercen, podamos escondernos ahí dentro.

Aceptando el tazón con el estofado, muestro mi agradecimiento con un gracias y una pequeña sonrisa. Tras pasar tanto tiempo en la nieve, el poder llevarme algo de comida caliente al estómago se siente como estar en el paraíso. También tomo un segundo tazón, con permiso del cocinero y me acerco hasta el cazarrecompensas.

-Ten, no sabemos cuando será la próxima vez que podamos tomar bocado. Después deberías de descansar, algo me dice que nos aguarda una larga noche por delante.   -Mi mirada se desvía entonces hacia su arco.   -Buena madera, sometida a un uso constante pero aún en perfecto estado. Necesitaremos de tu destreza si la cosa se tuerce, de ser así, apunta a la cabeza si quieres matarlos y a las articulaciones de las piernas si quieres frenarlos. No son muy rápidos, pero lo son aún menos con una flecha clavada en la rodilla.

Con una palmada en el hombro, permito que se quede sumido de nuevo en sus propios pensamientos. Seguramente no desee saber nada de mi, pero los grandes espíritus han hecho que debamos luchar juntos y quién sabe, puede que su fuerza sea algo vital para que todos podamos sobrevivir.

-Si no te importa, haré la primera guardia contigo.    -Mis palabras van dirigidas a Dhorne. Cada uno de nosotros lidia contra el dolor de una forma diferente, por lo que si desea tanto conversar con alguien como permanecer en silencio, estaré ahí para ella.    -Aunque será mejor hacer caso al muchacho, el tejado tan solo nos arrastraría hacia una muerte lenta y dolorosa. Para algo así, habría preferido haberme desposado.

Cargando editor
22/11/2019, 17:56
Luelar Tyrundlin

Tuve que aguardar a estar completamente segura de que el caballero de Stumland no veía mi rostro para dejar escapar una sonrisa de satisfacción. Pude ver con claridad cómo su mirada descansaba en mi cuerpo unos instantes, aunque aún más me permitió concluir el hecho de que posteriormente se esforzara en mirar al techo. Puede que Tyron cumpliera voto de castidad, pero quedaba claro que no era por inapetencia. Aquello era algo a tener en cuenta, pero sabía que tratar de valerme de su deseo carnal no sería suficiente.

Ante sus ojos, mantuve un gesto ligeramente compungido, escuchando sus explicaciones sin mirarle a la cara; hasta que al terminar lamentando el haberme incomodado le miré. Fijé mis ojos en los suyos, habiéndome aproximado a él ligeramente, y le miré unos largos segundos; terminando por desviar mi mirada a su otro lateral, dejando que mis manos abrocharan también esos correajes.

- En ese caso, creo que nos sucede algo parecido. - comencé a decir en voz baja, en un tono lo más neutro posible. - Tú también eres muy diferente a los hombres que he conocido... Y a veces también me desconciertas. - admití. - Soy yo quien lo lamenta. No me has incomodado, pero al parecer yo a ti sí. Supongo que somos muy distintos. - concluí por el momento con un fingido pesar, habiendo terminado de afianzar la coraza en su pecho, y cogí una de las grebas antes de volver a mirarle. - Ponte en pie. - le pedí, y continué hablando a la espera de que se alzara frente a mí. - Creo que hay una forma en la que podría dejar de ponerte nervioso, ¿quieres conocer mi cultura? ¿Te gustaría conocerme a mí? - le dije buscando su mirada. - Podría contarte cosas sobre mí y los míos, y tu contarme cosas sobre ti y los tuyos... ¿Qué te parece? - le propuse con una sonrisa en la que me esforcé por no mostrar ni una pizca de malicia, sosteniendo aquella pieza de la armadura aún entre mis manos. - ¿Qué es lo que te gustaría saber? - le preguntaría si aceptaba mi propuesta.

Cargando editor
24/11/2019, 21:31
Tyron Stark

Las palabras de Luelar me hicieron bajar la mirada, atónito. ¿Le sucedía a ella algo parecido a mí? ¿Era eso posible? Me pregunté qué me hacía tan distinto a todos los hombres que hubiera conocido, siendo como me consideraba un joven hombre del norte tan común y corriente. Era cierto que había logrado ascender de mi posición en la clase baja del pueblo hasta ser un caballero de Stumlad, pero eso no me convertía en alguien especial.

Sin embargo, medité que muy probablemente todo se debiera más bien a que aquella dama tan sólo hubiera conocido a otros elfos oscuros. Tenían su propio reino subterráneo, ¿no? Eso había oído, al menos, y se decía que por aquellas tierras existía un acceso, y por ello aparecían de cuándo en cuándo grupos de salteadores de su raza. ¿Era posible que no hubiera tenido mucho contacto con los humanos? 

Entonces, mientras la miraba pensando en tales cuestiones, me pidió que me pusiera en pie para ayudarme con las grebas, haciendo una propuesta que nuevamente logró sorprenderme, aunque he de decir que en aquella ocasión fue para bien. Luelar proponía contarme acerca de ella y de su pueblo, para que se redujera la distancia cultural que nos separaba.

Me parece una gran idea, Luelar. -Aseguré inmediatamente, aunque tomé de sus manos libres aquella greba con gentileza, negando con la cabeza de forma que mi cabello se meció suavemente- Gracias, pero no es necesario. Ya he abusado suficiente de tus atenciones, y las grebas puedo ponérmelas sin dificultad. -Le expliqué, comenzando a amarrar los correajes de la pieza izquierda- Lo cierto es que apenas he tenido contacto con tu pueblo. En mi ciudad natal, Eras-Har, incluso tienen prohibido el acceso, aunque siempre hay alguno que supera el control de la entrada. Alguna vez vi alguno por las calles, pero nunca he tratado directamente con ninguno. -Relaté- Siempre oí que los elfos oscuros eran hábiles espadachines y peligrosos asesinos, además de practicantes de oscuras artes místicas. -Expuse no sin cierto rubor, temiendo poder llegar a ofender a la mujer mostrando aquel estereotipo de su pueblo que se comentaba entre el mío- Me gustaría saber qué hay de verdad en eso, y qué influencia tiene tu diosa en vuestro pueblo.

- Tiradas (1)
Cargando editor
24/11/2019, 21:32
Luelar Tyrundlin

Al preguntarme Tyron si le desconcertaba, fruto de la sorpresa, me sorprendí asintiendo con genuina timidez; algo muy inusual en mí. A punto estuve de reír cuando tras aquello se negó a que le ayudara con las grebas, ¿cómo iba a permitir el bondadoso y entregado caballero algo parecido? Tenía que haber pensado en ello. En cualquier caso, no estaba de más el haberme ofrecido.

Por un segundo, me quedé observando cómo oscilaba su dorado cabello mientras se negaba, volviendo a mirarle a los ojos cuando empezó a hablarme a ese respecto.

- Está bien. Pero no dejes de contar conmigo cuando requieras ayuda con esa coraza. Soy muy habilidosa con las manos, y juntos lo haremos mucho mejor. - le dije correspondiendo su tenue sonrisa con otra.

Por supuesto, aquel comentario sobre mis manos había sido totalmente intencionado, queriendo dar qué pensar al caballero sin demostrar intención alguna de dotar a mis palabras de un doble significado.

Tras hacerle a Tyron aquella peculiar propuesta que terminaría aceptando, tendí a este la greba con ambas manos y volví a sentarme en el suelo; donde esperaba que pronto volviera a reunirse conmigo. El caballero no solo aceptaba que nos conociéramos más en profundidad, sino que le parecía una gran idea, pues por lo que relataba no había tenido contacto con ningún elfo oscuro.

Después de darme algunas pinceladas sobre lo que sabía acerca de estos, me preguntó por algunos aspectos de aquella mala fama que rodeaba a mi pueblo, así como por el papel de Izz en la Infraoscuridad; una pregunta que realmente me sorprendió.

- Hay espadachines y asesinos entre los míos, como también entre los humanos, como he podido comprobar. En general, somos diestros con la espada, pues es en su uso en el que entrenan a los combatientes; el arco no es para nosotros. - ese arma con la que los odiosos elfos de los bosques se suponía que tenían una gran destreza. - Dadas nuestras características, el ataque furtivo nos es más natural y beneficioso, con lo que muchos encuentran en ser asesinos su camino. - comenté como si nada, mirándole entonces fijamente a los ojos. - Matamos a los enemigos de nuestra diosa. Los caballeros de Stumland también matáis, ¿no? No creo que haya tanta diferencia. - dije encogiéndome ligeramente de hombros. Había diferencia, claro que la había, pero no me convenía ahondar en esta. - Pero no todos somos asesinos. - atajé pronto. - Yo me preparo para ser una sacerdotisa de Izz. La Dama de la Oscuridad es importante para nosotros, aunque siempre hay gente más devota que otra. Nuestra diosa nos dio la oportunidad de existir, y premia nuestra fortaleza. - así como castiga nuestra debilidad. - Si no fuera por ella, mi existencia habría sido aún más complicada... - comenté con un deje de tristeza.

Llegado a aquel punto, me detuve, dándome cuenta de que me estaba dejando llevar por la situación; había dejado de medir mis palabras.

- ¿Te parece que soy practicante de magias oscuras? - cambié de tema, tratando de cambiar también mi ánimo, preguntándole aquello con una sonrisa llena de picardía. - Bueno, quizás lo haya parecido después de que me vieras convertida en un muerto... Pero soy capaz de adoptar otros aspectos, otros que quizás te harían sentir menos incómodo. - dije con cierta amargura. - Puede que ni siquiera exista la magia oscura. - compartí de pronto, siendo aquella la primera vez que hablaba de aquel tema con alguien. - Creo que es el usuario de magia quien la dota o no de oscuridad...

- Tiradas (1)
Cargando editor
24/11/2019, 21:35
Tyron Stark

Luelar accedió a permitir que me ocupase yo mismo de abrocharme las grebas, aunque la forma en que lo hizo me llevó a luchar por disimular mi desconcierto. Mis ojos se abrieron de par en par, y mientras trataba de ocultar mi expresión bajo el cabello, inclinado como estaba en la tarea, tuve que tragar saliva alejando de mi mente la imagen que había nacido en ella, fruto de la ambigüedad de sus palabras. En ocasiones, daba la impresión de que las seleccionaba a propósito para desconcertar con ellas. ¿Habilidosa con las manos? ¿Juntos mejor? Podía perfectamente ser una apreciación inocente, pero unido a su suave voz y sugerente figura se antojaba en mi mente toda una proposición. ¿O era mi mente, llena de debilidad, la que me jugaba una mala pasada? 

Ya sentado en el suelo, frente a ella, comenzó a explicar lo referente a la cultura de su pueblo, que primaba la espada por encima del arco, y el asalto sigiloso y rápido por encima de la carga abierta. Eso era, según ella, lo que llevaba a muchos miembros de su pueblo a seguir el camino del asesinato, aunque se apresuró a aclarar que no era su caso.

N-no pretendía insinuar que fuera tu caso… -Quise aclarar con presteza, alzando las manos, antes de verme sorprendido por la revelación de ser Luelar una mujer que había elegido el camino de la devoción. Se preparaba para ser sacerdotisa, al servicio de una diosa que parecía tener bastante importancia entre su pueblo. Sin embargo, fue aquella afirmación sobre la complejidad de su existencia lo que llamó mi atención, fijándome en aquella penumbra en la triste expresión de su rostro. 

¿Era tristeza lo que vislumbraba?

Se hizo un tenso silencio entre nosotros, que sólo se rompió ante una súbita pregunta que me hizo abrir los ojos desmesuradamente y negar con la cabeza. Iba a negarlo también de palabra, aunque no habría sido del todo sincero al hacerlo. No era mi intención definirlo así, pero lo cierto era que, como ella misma admitiría, aquel truco que había desplegado ante los muertos vivientes bien hacía parecerlo. No obstante, fueron otras las palabras que brotaron de mi boca, unas que devolvieron el rojizo color a mis mejillas.

Tu… Tu aspecto no tiene nada de malo, no me incomoda… -Tuve que admitir, no deseando que ella se creyera desagradable a mis ojos. No porque fueran los míos, sino desagradable a ojos de nadie. Volvió a hacerse el silencio, mientras una pregunta planeaba en mi mente indiscreta- ¿Puedo… hacerte una pregunta… personal, Luelar? -Aguardé unos instantes, negándome a formularla hasta contar con su permiso- Has hecho mención a una existencia complicada, y me ha parecido entenderte algún otro comentario antes, en ese sentido. ¿Sufres acaso algún problema con tu pueblo? -Pregunté tratando de mostrarme lo más respetuoso posible- No será acaso el motivo de que estés aquí, y no en el reino subterráneo de tu pueblo, ¿verdad?

- Tiradas (1)
Cargando editor
25/11/2019, 17:44
Dhorne

No hay palabras de agradecimiento que, saliendo de mis labios, puedan expresar lo que siento en estos momentos. No cuándo más allá de la mera acción, tan desinteresados gestos se muestran por quien se desconoce. Es por ello, que sin encontrar palabras en ningún idioma que pudiese llegar a conocer, solo puedo ofrecer un movimiento de cabeza a modo de gratitud, un gesto que si bien siempre será insuficiente, no carece en lo absoluto de ese profundo sentir que ahora, se agolpa en mi pecho por quienes, siéndome completamente ajenos, sé que me será imposible olvidar, sin importar lo duradero o efímero que sea su paso en mi vida. Pero a sabiendas de que no poseo el lujo de un tiempo que me permita mantener este luto más de lo que ya me he permitido, y dudando mucho que en algún momento de mi pronto presente me lo pueda permitir, simplemente asiento a las palabras de Tyron sin replicar, tal y como en mi, y en tiempos que cercanos en su distancia, tan lejanos me parecen ahora, habría hecho sin siquiera pararme a pensar. Y tras ello, donde la aceptación a lo oído es lo único que ahora queda como opción, miro por última vez la improvisada tumba de Vennya para emprender tras Ivar, el camino hacia la posada sin que haya lágrimas que enjugar, sin que el dolor que por escasos momentos me he permitido manifestar, vuelva a ser lo que decore mis gestos. 

A sabiendas de que de ahora en más, otros son los pensamientos en los que mi mente se debe perder, y que las emociones bien encerrada quedarán en mi pecho, enarco una ceja al comprobar cómo la puerta a sido bien cerrada tras nuestra salida, aunque incapaz soy de pensar que sin importar nada más, no se abrirá. Y es que el miedo congela con más fuerza que la noche que nos abraza, y en momentos de necesidad, toda mano siempre es bienvenida sin importar las historias que tras ella, se puedan encontrar. 

Al entrar, lo primero que es de agradecer es el cambio de temperatura que, con mayor o menor contraste real, se siente cuando a la intemperie de una gélida noche nos hemos encontrado, y a eso, sumarle el aroma a comida caliente se convierte en más de lo que hace unos momentos atrás, habría podido esperar. Con una mirada menos crítica de lo que se podría o no esperar de mí, observo con cierta curiosidad como todo parece haber sido reforzado con esmero y sin importar las condiciones que hacen de la labor, algo mucho más duro y complejo, y mientras me quito lo poco que me protege del frío, me siento en el suelo solo para oír con suma atención las historias que a mi alrededor, se van contando al tiempo que con un - Gracias. - Esbozado entre medias sonrisas, pongo mis manos en torno al tazón de comida para ver si así, consigo que estas manos ya tan destrozadas por el frío y la propia sal del mar, entran aunque sea de nimia manera, en calor. Y es entonces, que entre bocados pequeños pero necesario, voy oyendo todas las historias que se van contando a mi alrededor, historias que por momentos hacen que mis labios se curven en efímeras y tristes sonrisas, un momento que si bien lejos está de ser vivido en el mejor escenario, trae a mi recuerdos de tiempos pasados ¿Cuántas veces había vivido algo así con quienes habían sido mi familia? ¿Cuantas tormentas habíamos pasado hablando de nuestras vidas, mientras esperábamos que el furiosos oleaje nos dejase de maltratar? Incontables, y aun así, ahora mismo me parecen incluso escasas. 

Y mientras los recuerdos de tiempos pasados llegan con la misma rapidez con que se van, mi atención se pone en Ivar y en sus acciones, pero ante todo en sus palabras, unas que de alguna u otra manera, me recuerdan a quien no sé cual habrá sido a día de hoy su porvenir, pero en parte, en una enorme medida, es imposible no ver las similitudes, las mismas que hacen que de una manera u otra, sonría con esa añoranza que es imposible de ignorar. Más es cuando se acerca al arquero que mi mirada se aparta incluso con violencia de ambos, ya que si bien no había cobrado venganza alguna por la pérdida de la vida de Vennya, no puedo asegurar, ni siquiera a mi misma, que no lo haré en un momento cercano. Por ello prefiero seguir oyendo sus historias, el cómo la vida, como a tantos otros, les había mostrado su cara más cruel sin tener el menor atisbo de piedad, siendo aquello el constante cantar que no cambia en los más diversos puertos que he tocado, y que solo varía en el nombre y el rostro de su protagonista. 

La vida no era algo sencillo, jamás lo había sido pero aún así, no deja de sorprenderme lo que muchos otros han vivido, y como aquellos dioses en los muchos pueden creer, simplemente se han desvanecido cuando deberían acudir al llamado desesperado de quien implora por un poco de paz. Sin acabar aún de comer, rebusco entre las cosas que me había quedado para mi de querida amiga, y tomando la manta de invierno entre mis manos, me levanto y me acerco hasta Fein. - Esta noche, ella lo necesitará mucho más que yo. - Le digo al ofrecerle la manta mientras señalo a su nieta con la mirada, y es que si, la vida era cruel, dura e implacable en sus embistes, pero sus huesos eran aún demasiado jóvenes como para tener que soportar la dureza de una noche que para muchos, será eterna, más aún a falta del calor de una hoguera. No hubo más palabras por mi parte, y tras esperar que la tome, vuelvo a mi lugar para tomar entre mis manos el razón, esta vez ya manteniéndome de pie. - Me parece lo más sensato, aunque admito que me quedaré con las ganas de ver cómo te subías al techo. - Le digo a Ivar mientras que una ligera pero incluso divertida sonrisa cruza mis labios durante un escaso momento, para después, buscar una pequeña grieta, un espacio por el cual poder contemplar el exterior mientras todos los demás, buscan un lugar donde descansar de manera más que merecida, mientras buscan no perder un calor que con el paso de las horas, se comenzará a desvanecer. 

- ¿Así que Ivar el Cuervo eh? … ¿Cómo llegaste hasta aquí? - Le pregunto entre susurros y una ladeada sonrisa que como todas, poco tarda en desaparecer. No quiero meterme en su vida, no me importa que es lo que en su pasado haya podido hacer, pero a veces, la necesidad de conocer a quien tienes al lado se vuelve la única manera de creer que realmente todo pasa por algo.  

Cargando editor
25/11/2019, 21:15
Luelar Tyrundlin

Me satisfizo ver cómo Tyron se apresuraba a aclarar que no había insinuado que fuera una asesina, pareciendo creer realmente que no era así. ¿Era una asesina? No exactamente. Asesinar no era mi principal cometido, aunque había sido adiestrada para ello. ¿Podía ser una asesina? La respuesta a esa pregunta era un rotundo sí.

Al darme cuenta de que estaba dejándome llevar demasiado, callé, para poco después cambiar de tema; haciendo una pregunta que llevó al caballero negar de inmediato. Proseguí hablando, llegando el momento en el que Tyron intervino, mientras su rostro volvía a encenderse.

Tuve que hacer verdaderos esfuerzos por no mostrar una maliciosa sonrisa al oírle decir que mi aspecto no le incomodaba, pues el rubor de sus mejillas me hizo pensar que se trataría de todo lo contrario. Se me pasaron por la cabeza muchas cosas que responder a aquellas palabras, pero no quise asustarle.

- Gracias. - me limité a decir finalmente, sin poder apartar mi mirada de ese inocente rostro sonrojado en el que empezaba a advertir algo excitante.

Cuando me preguntó si podía hacerme una pregunta personal, me sobresalté ligeramente, asintiendo a la espera de que formulara su pregunta. Al plantearme sus dudas, diversos sentimientos se agolparon en mi pecho. Sentí algo agradable, al parecer que al caballero le importaban realmente los problemas que pudiera tener, pero también me puse nerviosa; por el cariz personal de su primera pregunta, y tensa, por lo comprometida de la segunda. También tuve miedo, por las repercusiones que mis respuestas pudieran tener; y varias sensaciones más que ni siquiera era capaz de identificar.

- Disculpa... - terminé por decir, al haberme quedado mirándole en silencio mientras procesaba lo que me había preguntado. - Es que has tocado un tema complicado. - reconocí en referencia a su primera pregunta, aunque ambos temas lo eran en realidad.

Sin saber por dónde comenzar, estiré la parte superior de mi cuerpo hacia él, acercando mi rostro al suyo para que viera mis ojos desde más cerca; sin ninguna doble intención.

- ¿Qué es lo que ves? - le pregunté, aguardando a su respuesta antes de volver a acomodarme en mi sitio. - Estos no son los ojos de mi pueblo. Ha sido mucho lo que he tenido que padecer por ellos, y muchas las puertas que me han sido cerradas. La mayoría de los elfos oscuros me ven como alguien débil, maldito, o cosas por el estilo. - compartí con cierta tristeza, aunque en seguida traté de mostrarme más animada. - Pero eso no es un problema. Izz se alimenta del dolor, así que me gusta pensar que mi especial condición me ayuda a honrarla. - me permití compartir con rizos dorados, pues tampoco estaba desvelando ningún secreto. - Sufrir me acerca más a ella... - pronuncié en voz aún más baja, agachando la mirada.

Por un momento, me pregunté qué pensaría el caballero de lo que le había contado, incluso me preocupó. ¿Le habría asustado? Realmente tampoco habría tenido sentido fingir que los elfos oscuros éramos unos cursis como los del bosque. Nuestro propio nombre lo decía, había algo oscuro en nuestra existencia.

- No sé si mis ojos tienen algo que ver con que esté aquí, aunque sospecho que podría ser así. - continué hablando al alzar la mirada, con cierta inquietud. - Pero mis días en la superficie están contados. - me incliné hacia él, posando una de mis manos en su brazo un instante. - Doy por hecho que cuanto te estoy contando quedará entre nosotros, tengo tu palabra, ¿no? - le pregunté, abandonando su brazo y volviendo a mi lugar para proseguir cuando me confirmara que así era. - Estoy a prueba, Tyron. Nunca había estado en la superficie... He de sufrir en esta, y lograr sobrevivir hasta que llegue la hora de volver a casa, no puedo volver antes de tiempo; o no podré ser una sacerdotisa de Izz. - le conté con verdadera congoja, teniendo mi pensamiento en lo que pasaría si no lograba dar muerte a Verdeis. - Es una prueba bastante más dura de lo que es habitual, podrían estar tratando de ponerme la zancadilla una vez más...

Suspiré, haciéndose nuevamente el silencio, un silencio durante el que terminé preguntándome qué estaba haciendo. 

- Es tu turno, Tyron. - dije finalmente de forma repentina, con una pequeña sonrisa. - Me pregunto cómo llega un hombre a convertirse en caballero, no parece algo sencillo, ni llegar; ni mantenerse en el puesto. - comencé a decir, pensativa, tornándome pronto seria. - Aunque lo que más me interesa saber es cómo estás llevando todo eso que te está pasando en la orden... Pareces alguien muy íntegro, y no sólo de fachada. - le dije con una preocupación que no era del todo fingida. - ¿Estás seguro de que tu capitán podrá solucionar lo que está pasando?

Cargando editor
26/11/2019, 09:29
Tyron Stark

En seguida quedó patente que mi curiosidad había pinchado en un punto delicado, como la propia Luelar confirmó tras permanecer callada unos largos y tensos instantes. Lamenté que así fuera, pues parecía confirmar mis sospechas, y me dispuse a pedir disculpas por ello, mas no me dio tiempo a hacerlo. Súbitamente, me vi sorprendido por la elfa oscura, que se acercó desmedidamente hasta dejar su rostro más cerca del mío de lo que resultaba decoroso. Sin embargo, fue su pregunta lo que más me desconcertó.

¿Que qué veía?

No entendí a qué se refería, y aunque no tardaría en hacerlo, durante unos momentos me quedé allí pasmado, tratando de averiguar de qué se trataba. Veía un rostro hermoso, exótico, de tez oscura pero cálida, unos labios bien remarcados en su oscuridad, que no tuve claro si se debía al maquillaje o a su colorido natural. Todo ello enmarcado en un cabello plateado, largo y liso. Y, como sabría después, veía aquellos ojos rosados que eran fuente de su desdicha, pero que a mí me resultaban bonitos en su originalidad. Sin embargo, en aquel instante, con el rostro de la mujer tan cerca del mío, y a pesar de que separé mis labios para ofrecer una respuesta, me quedé en silencio, terminando por encogerme de hombros sin saber qué decir.

Fue ella quien se explicó, quien dejó claro que el peculiar color de su mirada era diferente al del resto de su pueblo, y que tal diferencia la había marcado. Había pueblos más abiertos y pueblos más cerrados con el diferente, y parecía que el reino subterráneo de los elfos oscuros era de los segundos. No pude dejar de apreciar que no fuera así entre los hombres del norte, entre quienes mi dorado cabello resultaba una insólita anormalidad, más propia de las tribus bárbaras que de los pueblos civilizados de los hombres. Yo nunca había tenido que padecer en absoluto por ello, pero parecía que no había sido así para Luelar.

Lamento oírlo... -Fue lo que logré decir, apenado por su condición.

Sin embargo, parecía que la mujer había encontrado un solaz a su padecimiento a través de la religión. Y fueron aquellas palabras las que me hicieron sentir una gran curiosidad por los preceptos de la religión de Izz. Parecía que la Dama de la Oscuridad apreciaba el sufrimiento. Quizás, pensé, no se diferenciaba tanto de Korth, aunque éste no se centraba tanto en el sufrimiento como en el sacrificio, el padecimiento como camino hacia un bien mayor. Aún así, si esa devoción ayudaba a sus gentes a superar las dificultades que la vida les planteaba, era algo positivo.

Por supuesto, Luelar. -Contesté de inmediato, observando primero la mano que posó en mi brazo, y acto seguido su rostro con suma firmeza- Cuentas con mi palabra, a la que siempre doy justo cumplimiento.

La aspirante a sacerdotisa se encontraba en las tierras bañadas por el sol para cumplir con una prueba. Nunca había estado fuera de su reino subterráneo de oscuridad, y quizás por su peculiar condición la habían exigido una prueba especialmente dura, la de salir a la luz y padecer allí durante un tiempo. Después de eso, habría de regresar y podría convertirse en servidora del clero de su diosa. No pude evitar preguntarme cuan largo sería el plazo que había de cumplir lejos de su patria, y con ello plantearme el hecho de que el tiempo que aquella dama pasaría con nosotros tenía una fecha de caducidad. No me había planteado en ningún momento un futuro, para el que no mantenía grandes esperanzas, pero aquel detalle hizo que me lo plantease, y lamentase el día en que mi destino me alejase de aquellas gentes a las que había llegado a apreciar a pesar de conocerles tan poco.

¿M-mi turno? Oh, sí, sí, claro... -Acepté, viéndome sorprendido justo cuando mi rostro decaía por aquel atisbo de melancolía anticipada- Bueno... unirse a la Orden de Stumlad no es sencillo, sobre todo para alguien como yo. De hecho, fue un curioso vericueto del destino lo que me llevó a jurar mis votos. -Expliqué, tratando de ordenar las ideas en mi cabeza antes de proseguir- La inmensa mayoría de caballeros son de clase alta, nobles, muchos de ellos miembros menores en las líneas de sucesión que encuentran en el camino de la virtud una salida a su condición. También los hay que dejan todo por la Orden, o que ponen sus propias Casas al servicio de ésta, pero son los menos. Yo, en cambio, procedo de humildes orígenes. -Guardé silencio durante unos instantes, recordando a mi madre, y su tierna voz al hablarme de su esposo fallecido, mi padre- Mi padre fue un Yelmo Negro, un miembro de la guardia de Eras-Har. Era un soldado raso, nadie importante. Apenas tenía la espada y la armadura que le dieron, y un jornal que llegaba poco más que para mantenernos. Él... murió, según contaron protegiendo la huida de los campesinos hacia la ciudad, durante una incursión de los orcos. -Yo ya no lloraba al pensar en mi padre. Byron Stark no era objeto de mi lástima, a pesar de añorarle en extremo, de haber pensado mil veces en qué pensaría de su hijo si hubiera llegado a verlo engalanado con la armadura de la Orden de Stumlad, su patria. No, yo sentía orgullo, admiración por el hombre que había sido mi héroe toda mi vida- Todo lo que yo anhelaba era seguir sus pasos, proteger a quienes no podían protegerse por sí mismos. Intenté entrar en los Yelmos Negros, pero... me rechazaron. Entonces apareció el Capitán Portian Verdeis, y me dio la oportunidad de unirme a la Orden de su mano. No se lo que vio en mí, sinceramente, pero le estoy eternamente agradecido, y deseo con todas mis fuerzas estar a la altura de su confianza. -Entonces me atreví a sonreír a Luelar, con confianza, aunque eso no mitigaba la preocupación de mi mirada- Él arreglará todo ésto. Si logro llegar a su presencia y explicarle lo que sucede, lo hará. Estoy seguro. -No podía ser de otra forma, o todo estaría perdido.

Cargando editor
26/11/2019, 10:10
* Juglar *

Este humilde juglar no desea aburrir a la concurrencia con asuntos banales que carecen de importancia para nuestra historia. ¿Cuánto llegaron a contarse Ivar y Dhorne de sus vidas, durante aquella primera guardia? Y cuando se retiraron a descansar, y sus pasos sigilosos despertaron igualmente a Luelar, siendo ella misma quien se encargase de despertar a Tyron, ¿qué secretos se confesaron aquellos dos héroes tan diferentes? Puede que más adelante deba retornar sobre esos temas, que cobren importancia en un punto lejano de nuestra historia, pero no ahora. Ahora, se que todos están deseando conocer los pormenores de aquellas guardias y lo que la noche trajo a nuestros protagonistas. ¿O acaso la mañana? Esa sería una grata noticia, ¿no es cierto?

Cuando el cansancio fue venciendo al caballero y la elfa oscura, y concretaron que habían estado de guardia tiempo suficiente, se retiraron también a descansar al comedor inferior. Tyron a dormir, como hacen los hombres, mientras que Luelar se entregó al Camino de los Sueños, el trance de meditación mediante el que las razas élficas dejan reposar sus cuerpos y viajan con sus mentes a través del tiempo y el espacio, a un mundo de recuerdos y sueños de todo su pueblo. Despertaron para ello a Irdon el posadero y a su esposa Belona, que hicieron guardia junto al cocinero Lascal. Éstos, terminada su guardia, dieron el relevo a Fein y su capataz Craugan, y la última guardia antes de que la mañana alcanzase aquellas tierras sería para Eohonn y su hija Eoniss, quienes harían guardia junto a Bosko el cazarrecompensas.

El aspecto de aquel comedor, estancia principal de la posada ya que resguardaba infinitamente mejor del frío ambiental. En otro momento habría estado bien caldeado por la chimenea que reposaba en un extremo de aquel salón rectangular, cerca de las escaleras de acceso, de forma que su calor se repartiría por la estancia y además ascendería si la puerta se dejaba abierta hasta la planta superior. El lugar, subterráneo y por tanto sin ventanas, estaría mejor iluminado mediante velas sobre las mesas bajas, aunque aquella noche apenas un par de ellas estaban prendidas. Había bancadas cubiertas por pieles de oveja, así como por lámparas de techo metálicas que sostenían cirios cuya cera colgaba como una suerte de estalactitas. Había también sacas, ramas y hierbas de diferentes aromas colgando de las paredes, confiriendo al lugar un tenue olor a naturaleza que disimulaba otros efluvios menos agradables, y al fondo del salón numerosos toneles amontonados junto a un mueble que parecía hacer las veces de despensa, cerrado a buen seguro con llave.

Cargando editor
26/11/2019, 10:25
Eoniss

Sin embargo, el largo y merecido descanso de nuestros héroes se vio interrumpido antes de tiempo, cuando alguien descendió las escaleras con paso más apresurado de lo que indicaría la calma y el respeto precisos al descanso ajeno. Aquellos pies, si bien trataban de no hacer demasiado ruido, se daban demasiada prisa como para que los tablones de madera no crujieran a cada paso, lo que llamó la atención de varios de los presentes.

Entre ellos se encontraban Luelar, que abrió sus rosados ojos sin cambiar de su posición sentada sobre sus piernas cruzadas, abandonando con ello el Camino de los Sueños; pero también Ivar y Dhorne, quienes se encontraban más habituados a los sobresaltos y a permanecer atentos a cualquier contrariedad, tanto en los peligrosos caminos salvajes en el caso de uno, como en la siempre cambiante y peligrosa alta mar en el caso de la marinera.

Quien tan apresuradamente descendió al comedor era la joven de cabello pelirrojo, Eoniss. Con el rostro descompuesto y respiración agitada, apareció en la estancia buscando con la mirada, claramente preocupada y nerviosa. Buscó a nuestros héroes y corrió a su posición, pasando junto a un Fein que, también despierto, la siguió con la mirada lleno de preocupación mientras arropaba a su nieta en un intento de que no se despertase. Belona también se incorporó, atenta a lo que acontecía, mientras su esposo roncaba a su lado sin percatarse de nada.

C-caballero... caballero... -Llamó la joven, llegando junto a Tyron y arrodillándose a su lado, aunque sus ojos buscaban también a Dhorne, evitando a pesar de ello mirar directamente a Luelar, sentada junto a Tyron, y a Ivar- Despertad, por favor. -Suplicó, comprobando cómo el joven abría sus ojos con pesadez- M-mi padre ha dicho que cojáis vuestros pertrechos y subáis. -Indicó a los cuatro, señalando la escalera- Bosko ha... oído algo. Cree que hay algo ahí fuera.

Cargando editor
29/11/2019, 03:57
Luelar Tyrundlin

Las últimas confidencias compartidas con el caballero me suscitaron varias preguntas y sensaciones, algunas conocidas, otras que aún se me antojaban extrañas; del mismo modo que había sucedido durante todo el tiempo compartido. Sin embargo, en cuanto a los interrogantes de refería, no pude dar respuesta a ellos. Las circunstancias no nos permitieron seguir conversando, pero esperaba poder ahondar en varias cuestiones cuando tuviera la oportunidad.

Terminada nuestra obligación, nos retiramos nuevamente a descansar, acomodándome cerca del caballero contra una pared; sentada con mis piernas cruzadas. Con mis ojos cerrados, dispuesta a dejarme llevar al Camino de los Sueños, fue aquella sonrisa de Tyron; llena de sinceridad y esperanza, la que cruzó primero mi mente. ¿Se trataba de culpa? Era posible...

Entré pronto en trance, disipándose de mi mente cualquier cosa que no debía estar ahí. Filos de cuchillos, gritos y sangre llenaron esta en seguida; reviviendo como mío el recuerdo de unas dolorosas heridas autoinflingidas. Una ofrenda a Izz que pervivía en el eco del Camino.

No sabía cuánto tiempo había pasado cuando algo en el exterior me perturbó. Mi conciencia se vio entonces arrastrada al mundo terrenal, anticipando pasos que bajaban por las escaleras antes incluso de abrir mis ojos.

Se trataba de aquella joven pelirroja, Eoniss, si no recordaba mal. Parecía encontrarse asustada y tener bastante prisa. Avanzó en seguida en nuestra dirección, pero fue hacia el caballero hacia quien se dirigió, aunque su mirada parecía buscar también a Dhorne e Ivan.

Si no fuera porque tengo el cabello blanco, pensaría que no me ve en esta penumbra...

Pensé con humor, dado el color de mi piel, pero toda gana de reír se me fue de un plumazo cuando la mujer explicó por qué requerían nuestra presencia arriba.

- ¿Algo? ¿Qué es “algo”? - pregunté, esperando que la mujer pudiera ser más específica, cruzando una mirada con Ivar y Dhorne antes de levantarme; alcanzando a Tyron su armadura mientras de incorporaba. - Vamos, te ayudo. - le dije preocupada por la revelación de aquella mujer. - ¿Ha amanecido ya? - pregunté a Eoniss. - Si no es así, saldré yo en primer lugar.

Cargando editor
29/11/2019, 17:04
Tyron Stark

Tras la conversación con Luelar, no se podía decir que hubiera llegado a conocer en profundidad a aquella, para mí, extraña y exótica mujer. Sin embargo, el acercamiento entre nuestras dispares culturas nos había permitido eliminar parte del desasosiego que, al parecer, se había instalado entre nosotros. Eso era bueno, puesto que la elfa oscura había demostrado ser una valiosa aliada con múltiples recursos, y no era justo que las diferencias culturales y la mala imagen que su pueblo tenía entre mi gente me impidiera tratarla como de forma tan natural podía hacer con Ivar, o con la recientemente conocida Dhorne.

Aquello me dejó más tranquilo, y caí rendido rápidamente en cuanto, tras liberarme de la armadura con ayuda de Luelar, pude meterme en mi saco. Antes de hacerlo, pude comprobar cómo la elfa oscura se retiraba a descansar de igual modo que había visto hacer a Shiral, tomando asiento y sumergiéndose en una especie de trance. Sin embargo, al contrario de la beatifica sensación de paz que irradiaba la elfa del bosque al descansar, Luelar transmitía una cierta… tensión.

El caso es que me dormí, dispuesto a descansar todo lo que fuera posible hasta la mañana, si la suerte y Korth así nos bendecían sin incidentes. Sin embargo, mi abrupto despertar pareció indicar lo contrario.

Hmmmf… ¿Q-qué…? -Fue todo lo que acerté a decir al por que alguien me hablaba. Con la cabeza embotada, traté de incorporarme mientras sacudía mi cabeza, descubriendo a aquella chica de cabello rojizo, Eoniss, arrodillada a mi lado. Relataba acerca de "algo" que Bosko había oído en el exterior, y el nombre del cazador de hombres me puso inmediatamente en tensión. Me apresuré a tomar una de mis grebas y comenzando a ponérmela, giré mi rostro por la sorpresa al sentir a la elfa oscura cerca de mí, ofreciéndose nuevamente para ayudar con mi coraza- Adelantaos si queréis. -Indiqué a Dhorne e Ivar, elevando los brazos para que la elfa oscura situase la coraza, procediendo a colocar la segunda greba mientras Luelar amarraba las correas a mis costados- Pero no os arriesgueis, sólo tardaremos unos minutos. -Les pedí, prosiguiendo con la tarea, pero dedicando un instante a replicar en voz baja a Luelar por su ofrecimiento- Preferiría que no te aventurases fuera, Luelar. Tu lugar debería ser en el interior, y tras de mí. -Indiqué, ligeramente nervioso- Como todos. Soy yo quien va más protegido, y quien ha jurado ser el escudo de los hombres.

Notas de juego

A modo de resumen, ponerse una armadura media correctamente requiere unos 4 minutos. Con ayuda (gracias, Luelar :P) se queda en la mitad. Podría ponerse "apresuradamente" en tan sólo 1 minuto, pero al no ajustarse del todo bien pierde efectividad, por lo que su Reducción de Daño decrecería en 1. En este caso, creo que podemos permitirnos un par de minutos.

Recordad que quienes tenéis armadura ligera podéis dormir con la armadura puesta. Es ligeramente incómodo, pero no sufrís ninguna penalización por hacerlo.

Cargando editor
30/11/2019, 00:24
Ivar el Cuervo

Al escuchar mi nombre ser pronunciado por la dama de cabellos dorados, me doy cuenta de que estaba sumido en mis propios pensamientos. Aunque si ahora me preguntasen qué se me pasaba por la cabeza, no sabría qué decir. Supongo que era uno de esos momentos en los que piensas en todo y en nada a la vez.

-Este sitio era tan bueno como cualquier otro, necesitaba tiempo para pensar y apagar la ira que envenenaba mi alma y de paso, para qué negarlo, reunir el coraje suficiente como para hacer lo que tengo que hacer. Si logramos salir de aquí con vida, compartiré mi historia contigo bajo un cielo estrellado y un buen fuego, pues así es como deben de contarse todas las historias.

Además no estoy aún listo como para revivir el pasado, quizás si logramos sobrevivir a la propia muerte encarnada, decida por fin cumplir mi venganza. Aunque quizás todo esto sea un castigo por todos aquellos buenos amigos asesinados, que claman venganza y a los cuales yo se la sigo negando. Quién sabe, quizás realmente merezca unirme a los muertos...pero de ser así, haré que deban sangrar por conseguir mi alma.

-El cuervo...hacía mucho tiempo que no escuchaba mi nombre...Verás, en las tierras del sur, los hombres y las mujeres portan tan solo el nombre que les es otorgado cuando son niños. Pero debo admitir que no son especialmente imaginativos, así que no es extraño toparse con varias personas que poseen el mismo nombre. Así que para diferenciarse unos de otros, cada uno recibe un nombre que representa quién y qué es. Lo habitual es que ese  apodo, ese verdadero nombre, se reciba cuando un niño por fin se convierte en un hombre. No sé, supongo que es similar y a la vez, completamente diferente a lo que sucede en las tierras de Tyron. Él porta el apellido de sus ancestros. Eso puede provocar que sea juzgado no por sus actos, sino por los de sus ancestros. Puede que incluso, se vea siempre sometido bajo la sombra de ese apellido. Con los hombres y las mujeres de los clanes no es así, cada cual se labra su propia reputación y es solo cosa de cada uno otorgar a su verdadero nombre el rango de gloria o infamia que desee.

Supongo que estas tradiciones pueden suponer extrañas para aquellos ajenos a los clanes. A mí me lo parecieron también la primera vez que me topé con ellas, pero ahora debo admitir que es una de mis favoritas, quizás una de las pocas que respeto y aprecio. Después de todo, es la única que te ayuda a comprender ante quién estás y de lo que es capaz.

-Los clanes no son muy versados en la palabra escrita, pero saben que en ocasiones es necesario enviar mensajes de forma urgente. De esa forma pueden salvar cosechas o prepararse para posibles ataques. A lo largo de los tiempos, han desarrollado un sistema muy sencillo de runas, que utilizan para prevenirse unos a otros. Por supuesto, para hacer llegar tales mensajes, recurren a cuervos. Así que cuando alguien ve a uno sobrevolar su aldea, sabe que algo malo sucede...Alas negras, fortuna negra...Mi caso no es muy diferente, pues serví como explorador para un grupo de valerosos guerreros. Yo siempre salía al alba y me adelantaba para encontrar posibles peligros en el camino. Si todo marchaba bien, no los volvía a ver hasta el anochecer, momento en el que les guiaba hasta el lugar elegido para descansar. Por desgracia, los días de paz eran escasos y fueron incontables las ocasiones en las que me reunía con ellos antes de tiempo, portando cómo no, malas noticias...Fortuna negra, alas negras...De ahí mi nombre verdadero...

No logro aburrir por mucho más tiempo a Dhorne, pues el sueño me envuelve y me arroja a un reparador descanso. Al menos así es hasta que la mujer con el cabello del color del fuego, acude a nosotros para despertarnos. Tras toda una vida descansando al aire libre y con mis pertenencias siempre encima, debo admitir que ya casi soy incapaz de descansar sin portar mi armadura. Desde luego no es como la de Tyron, pero sin duda ayuda a desviar las hojas más pequeñas y menos afiladas, algo es algo.

Con un salto me pongo en pie y me preparo para lo que sea que nos toque vivir. No estoy seguro del tiempo que ha pasado desde que cerré los ojos, pero parece ser que no hemos logrado regresar a tiempo a la elevación del terreno para saber si los muertos avanzan o no.

-Puede que no sea nada, pero lo comprobaremos igualmente. Dhorne y yo nos encargamos, tranquilos. Ten cuidado con la parte de la entrepierna, conocí a un tipo que perdió su hombría al darse demasiada prisa en colocarse su armadura.

Vale, es una completa mentira y así se lo hago saber a Dhorne con un guiño. Aunque supongo que por mi tono el resto también lo han percibido. Supongo que es una forma de quitarle importancia a que puede que estemos ya rodeados de enemigos y tratar así, de hacer que el ambiente no sea tan tenso.

-Procurad no hacer ruido.

Notas de juego

Ivar tiene la dote de aguante, por lo que puede dormir con armadura :D

Cargando editor
01/12/2019, 21:47
Dhorne

Hay momentos donde es imposible pensar en que alguien más pueda sentirse como uno mismo lo hace. Donde el dolor, el odio y el desasosiego se convierten en el motor de una vida que sin darnos cuenta, se agota con suma rapidez mientras buscamos aquello que, de una manera u otra, no nos pertenece. Eso es lo que puedo sacar de las primeras palabras de Ivar, donde conociendo de manera demasiado vívida la necesidad de encontrar una paz perdida hace ya más años de los que puedo recordar, somos incapaces de comprender que, es vivir con aquella emoción, con aquellos agobiantes sentimientos, son el pago que nos toca cargar por todo lo hecho en tiempos ya pasados. Pero aún así puedo comprenderlo, puedo ponerme en su lugar cuando yo misma había estado en ella más veces de las que me gustaría recordar. 

Por eso, y ante aquella confesión que vas más allá de lo que meramente es dicho, solo ofrezco por respuesta una sonrisa que plagada de comprensión, no se esboza desde la compasión sino que más bien, desde un entendimiento absoluto. Pero más allá de aquella prima respuesta, lo que me cuenta me ayuda en demasía a olvidar aquello que desde hace días me acongoja, pudiendo perderme entre relato de su propia historia, o más bien de una parte de ella que inicia un camino hacia lo que no dudo, será un sinfín de ellas.  Escucho atenta lo que me cuenta mientras mi mirada se posa en lo poco que puedo ver del exterior, conociendo parte de una cultura que me es completamente ajena, y de la misma manera, sumamente fascinante, y es que debo reconocer que si bien la historia no me es desconocida, yo misma desconozco de manera vívida todo lo que se encuentra en las firmes tierras tan lejanas al mar. - La idea de ser llamada por mis méritos me parece mucho más certero que hacerlo meramente por un pasado que se carga pero que no se ha vivido. Los marineros no somos en eso tan diferentes, y parecemos compartir la misma carencia de originalidad al poner los nombres por los cuales nos hacemos conocer.  - Apunto a sabiendas de que si fuera al revés, yo misma estaría cargando con un pasado que teniendo más bien poco de loable, me convertiría en lo más bajo de cualquier tipo de sociedad. 

Pero aquellos pensamientos que pertenecen a la historia de mi madre, son algo que intento con vehemencia borrar de mi mente, siendo aquel un pensar que lejos de traer la más mínima satisfacción, suele hacer que una poderosa frustración embravece mi de por sí, nada calmo temperamento. - Ahora mismo estoy llena de preguntas, pero como bien dices, hay cuestiones que solo merecen ser contadas bajo el resplandor de las estrellas, cerca de un fuego y comida con la llenar el estómago antes de proseguir, así que más temprano que tarde espero poder oír todo aquello que no dudo, tienes para contar. - Le digo al desviar la mirada a sus ojos, para después, y cuando el excesivo cansancio ya marca el relevo de la guardia, dedicarle unas pocas, muy escuetas, pero para mi, muy significativas palabras. - Gracias por compartir parte de historia conmigo, Cuervo, significa más de lo que crees. - Es lo que a modo de buenas noches soy capaz de ofrecer, y tras ello, tendiéndome sobre el saco de dormir bien acomodado sobre el suelo, cierro mis ojos a sabiendas de que, como siempre, el sueño vendrá en modo de duermevela, donde el descansar jamás es completo pero al menos, ayuda a recomponer parte de las fuerzas que ya en mi, más que escasas son. 

La posada guarda consigo parte del calor que proviene de cada uno de nosotros, y aunque el silencio se antoja casi sepulcral, la tensión se convierte en algo palpable, y es en aquellos momentos en donde, con los ojos cerrados a este mundo que tan real como cruento se muestra, que a mi mente vienen los rostros de todos aquellos que por última vez vi antes de que todo esto comenzara. Mis compañeros, mi tripulación...Mi capitán, y es más allá de poder ver solo el resto de Vennya tras mis párpados cerrados, puedo observar la tormentosa marejada que me trajo hasta aquí, y en ella, en sus turbias y negras aguas, el rostro de muchos que dudo, vuelva a ver mientras vida me quede. Aquellos no son pensamientos que ayuden a dormir pero tampoco que pueda suprimir, y es por ello, que en esta constante duermevela en la que me encuentro, abro mis ojos con rapidez al oír en el piso superior unos pasos que aunque intentando ser suaves, se oyen desde la prisa que nada bueno pueden indicar. Cuando la muchacha de rojos cabellos aparece, me siento sobre el saco encontrando su mirada al tiempo que ésta intenta despertar a Tyron, e ignorando cuestiones que jamás terminaré por comprender, sus palabras hacen que mi ceño se frunza al tiempo que me pongo de pie junto a Ivar. - Las cosas bien hechas se hacen con calma. - Apunto cuando el caballero habla de su armadura, y riendo por lo bajo ante el comentario de Ivar, niego ligeramente divertida con la cabeza. - Os avisaremos si es necesario que os déis un poco de prisa, pero ya habéis oído a Ivar. - Apunto para, y tras tomar todas mis cosas, ir hacia donde Bosko se encuentra y ver qué es lo que sucede en realidad junto al Cuervo.

Cargando editor
02/12/2019, 09:22
* Juglar *

Así fue como todo se puso en marcha, en un súbito despertar que dejó en los corazones de aquellos hombres y mujeres la sensación de no haber contado con un instante de descanso. Tan sólo el mundo de los sueños les había concedido tal cosa, pero aquel tiempo había pasado para ellos en un mero pestañeo, y ya debían ponerse en marcha con premura.

Dhorne e Ivar se adelantaron, dejando tras de sí a sus dos compañeros aprestándose, y una pequeña multitud de miradas temerosas. La propia Eoniss tan sólo les acompañó hasta el inicio de las escaleras, no sin antes aclarar a Luelar que las primeras luces del alba parecían estar abriéndose camino en la bruma nocturna, por lo que el amanecer era inminente. La joven pelirroja se quedó a un lado del acceso a la escalera, arrojando una mirada preocupada a la parte superior mientras los dos aventureros ascendían. Una mirada que encontró reciprocidad en lo alto por parte de su padre, Eohonn, que se encontraba en la planta superior justo al lado de la escalera, agazapado y sosteniendo su hacha entre sus manos nerviosas.

Cargando editor
02/12/2019, 09:28
Eohonn

El leñador aguardó con inquietud a que el explorador y la marinera le dieran alcance, haciéndoles gestos para que se unieran a él en silencio o, al menos, bajando la voz. El hombre de espesa barba señaló al otro extremo de aquella planta, de forma que nuestros héroes pudieron ver con la escasa iluminación que aportaban aquel par de velas, cuya cera estaba próxima a agotarse, que el cazarrecompensas se encontraba agazapado junto a la puerta de entrada, apoyada la espalda en la pared. Éste les indicó con gestos, a su vez, que aguardasen y permanecieran donde se encontraban, en lugar de acercarse, además de indicar que guardasen silencio. Parecía altamente preocupado por que, lo que fuera que creía que estaba fuera, no oyese ruidos en el interior.

Hemos oído... algo. -Indicó el leñador, en voz baja. Sus ojos se movían de un lado a otro, recorriendo aquella oscuridad. En las ventanas cerradas se intuían líneas de tenue luminosidad exterior, recorriendo los bordes de las contraventanas, tan sólo cortadas por las tablas cruzadas que fortificaban aquellos accesos- No se lo que era, pero él dice que eran pisadas. -Explicó señalando a Bosko, con un gesto de su cabeza- Pisadas de algo muy pesado. Como un oso, o incluso mayor. Pero ahora no sabemos dónde está.

Cargando editor
02/12/2019, 09:36
* Juglar *

El tenso silencio que siguió a aquellas explicaciones se extendió durante un par de minutos, mientras el cazador de hombres hacía algo en la puerta de entrada, convenientemente cerrada y asegurada. Desde la escalera no quedaba claro del todo, pero parecía que estuviera pegando la oreja, en un intento de escuchar los sonidos del exterior con mayor claridad. En esas, los otros dos protagonistas de nuestra historia dieron alcance a sus compañeros, ascendiendo por aquella espalera rápidamente. Eohonn les ofreció las mismas explicaciones, antes de retroceder ligeramente, cediéndoles el paso mientras él se situaba un peldaño por debajo en aquella escalera, lanzando una temerosa mirada hacia la parte inferior, desde donde su hija le hacía gestos implorando que bajase junto a ella.

Apenas habían tomado posiciones, sin embargo, cuando un estruendo resonó en toda la edificación, que tembló con violencia amenazando con venirse abajo. Grandes nubes de polvo llovieron desde el techo, pero eso no fue lo más grave. Con un intenso crujido, numerosas maderas se resquebrajaron en la parte frontal de la posada, y gran parte de la fachada se vino abajo bruscamente, en un derrumbe que dejó entrar súbitamente la tenue luminosidad exterior, un paisaje fantasmagórico de árboles pelados apenas visibles en medio de la bruma. La pared se descompuso y cayó sobre un Bosko que trató inútilmente de saltar hacia el interior y evitar sí ser llevado por delante. No gritó, ni tuvo tiempo para ello, antes de sucumbir y ser devorado por el derrumbe.

Casi la mitad de la fachada estaba abierta, derruida hacia el interior, aplastando al cazarrecompensas, y sobre toda esa madera había algo, una forma indeterminada pero enorme, cubierta de pieles raídas y cuerdas, que permaneció unos instantes inmóvil sobre el derrumbe que había provocado. Nuestros héroes apenas tuvieron tiempo para intentar determinar qué era aquello, cuando aquella cosa comenzó a moverse. Primero lentamente, luego dando algunas bruscas sacudidas, como espasmos, antes de comenzar a alzarse. Una figura bípeda, de grandes y robustos brazos, cubierta de pieles raídas y con multitud de collares y arneses de cuerda, se elevó hasta los tres metros de altura, mostrando una espesa barba deslustrada bajo una descarnada mandíbula que mostraba, no sólo toda la dentadura casi al completo, sino las fosas nasales de su propia calavera, además de múltiples heridas sin cerrar en la carne que aún le quedaba a aquel rostro de la muerte.

Era el solitario cadáver andante de un gigante azul, que miraba a nuestros héroes en silencio, con la misma impasibilidad de aquellos infantes que, carentes de corazón y alma, tan sólo buscaban alimentar la maldad que animaba sus cuerpos con la carne de los vivos. Eohonn, al verlo, exhaló todo el aire de sus pulmones y corrió escaleras abajo, haciendo un ruido que llamó la atención de aquel muerto viviente gigante, quien dio un paso al frente, tratando de dar alcance a su comida.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Tirad Iniciativa (no será difícil superarle, pero los dados ya se sabe :P).

Tutorial/recordatorio:

El orden en que actúan los personajes en un asalto se determina al comienzo del combate con una prueba de Iniciativa:

Prueba de Iniciativa = 1d20 + valor de Iniciativa + Modificadores varios

Valor de Iniciativa = Bonificación total de Reflejos + Modificadores varios

El resultado obtenido en esta prueba es el total de Iniciativa del personaje para el resto del combate. En cada asalto, comienza a actuar el personaje con el resultado de Iniciativa más alto, siguiéndole los demás en orden descendente. En caso de empate, actúa primero el personaje con la Destreza mayor.

Hasta que un personaje no actúa por primera vez en un combate se le considera Desprevenido.

Por si alguien se lo pregunta, ahora mismo no hay "modificadores varios".