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Muerte en la Nieve

Cantar de la Gran Compañía 5: Las Ruinas de la Fe

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11/02/2020, 09:05
Tyron Stark

Casi me sentía tentado de pensar que fuera otro quien hablase a través de las palabras que brotaron de labios de Luelar. Alguien a quien había orado en infinidad de ocasiones, a lo largo de mi vida, y a quien tan sólo ya le pedía que me permitiera atesorar el valor suficiente para hacer lo que debía. Pues eso fue, precisamente, lo que aquellas palabras insuflaron en mi alma. Valor. No sería una disculpa lo último que se oiría de mis labios. No, no lo sería. Serían los gritos propios de la guerra, el rugido del guerrero, el gemido del dolor, las proclamas del deber siendo cumplido.

Para mi sorpresa, descubrí la tiznada mano de la elfa oscura posándose brevemente sobre mi espada. Apenas fue un breve instante, mientras aquel malnacido de la muerte se aproximaba más y más, haciendo desaparecer el espacio de vida que nos distanciaba. ¿Qué era lo que la servidora de otra deidad estaba haciendo? No estaba seguro, pero tampoco tenía tiempo para averiguarlo. Decidí confiar en ella, y centrarme en lo que yo sí podía hacer. Era un caballero, y los caballeros combatíamos. Combatíamos con lealtad inquebrantable, con fe ciega, con valor, y por una causa justa. Podía caer, todos lo hacíamos, pero no lo haría sin responder a mi deber.

Sentí más que pude ver cómo nuestras súplicas eran al fin respondidas, resonando sobre el viento de la montaña el crujir de la madera para abrirse aquel portón. La esperanza se filtraba en medio de la inminente batalla, pues al menos algunos de nosotros, si no todos, lograrían salvarse. Yo, el último de todos ellos, era el más alejado de la puerta, el último bastión, y aunque debía concederles el tiempo necesario para entrar, era consciente de que no podía comenzar a retroceder. No aún. No mientras Luelar estuviera a mi espalda.

¡TODOS ADENTRO! -Grité con fiereza, alzando mi espada en el aire, trazando un semicírculo sobre mi cabeza para hacerle ganar inercia antes de asestar el primer golpe- ¡RETROCEDED ADENTRO! ¡Luelar, ponte a salvo! -Añadí, queriendo que la elfa oscura se alejase de mi posición, hacia refugio seguro, para poder combatir libremente en retirada.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Arma Mágica: +1 a Ataque y Daño con espada bastarda

Acción estándar: Ataque con espada bastarda > 22. Crítico (superar en 10 o + la defensa del blanco): elijo Daño Máximo (1d10+2+1= 13)

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11/02/2020, 15:36
Ivar el Cuervo

Vamos, muchacha, por lo que más quieras, sigue subiendo y no se te ocurra caerte. Una caída desde esa altura no será mortal, pero romperte un hueso ahora sería algo casi peor, así que no mires hacia abajo y sigue trepando. ¡Eso es! Muy bien muchacha, ahora es mi turno, espero que estos viejos y cansados brazos míos aún tengan algo de fuerza. Sería bastante irónico que alguien apodado el cuervo, demuestre que no tiene alas para una situación así.

-¡Voy a subir!...¿Eh?  

¡No me jodas! ¿Están abriendo las puertas? Parece que los grandes espíritus aún no quieren que este viejo explorador se mate por actuar como un jovenzuelo trepando por murallas y haciendo todas esas locuras, que tan propias eran de mi juventud. No hay mucho más que pensar, cruzar las puertas siempre es una opción mucho más apetecible, que ponerme a trepar y arriesgarme a caer.

-¡Recoge la cuerda, Dhorne!

¡Mierda! ¿Por qué leches he dicho eso? Nuestros enemigos son muertos, no se dedicarán a trepar, seguramente se amontonen unos sobre otros hasta que puedan pasar al otro lado, el que esté o no una cuerda ahí es lo de menos. ¡Maldita sea nuestra suerte! Espero que los sacerdotes de aquí pueda obrar algún milagro como Luelar es capaz de hacer o no vamos a durar mucho.

Al volverme puedo comprobar que los muertos, unos pocos al menos, ya están sobre nosotros. Sus movimientos son lentos y torpes, por lo que no deberíamos de tener problemas para dejarlos atrás. Así que espero que todos actúen con cabeza y no se hagan los valientes, ni cometan ninguna estupidez.

-Son lentos y torpes, olvidados de golpearlos. ¡Dejarlos atrás y entrar en la fortaleza! ¡Movemos, maldita sea! ¡Vamos, Vamos!

Desenfundando mi hacha, me coloco junto a la puerta para cubrir la retirada de nuestro grupo. Debo decir que no soy nada sutil al agarrarlos y empujarlos hacia el interior, pero en mi defensa diré que tan solo lo hago con aquellos que no avanzan tan rápido como deberían.

-¡Moveos! ¡Rápido!

Ahí está el joven caballero, blandiendo su espada digno de un gran relato. Lastima de que si no empieza a moverse, su hazaña terminará antes de que alguien pueda contarla jamás. Tan preocupado está por el bienestar de la dama elfa, que parece olvidar el peligro que nos acecha.

-¡Muchacho! ¡No puedes vencer a la tormenta con una espada! Existen otras formas de ganarse el afecto de una dama, que lanzarse a los brazos una muerte segura. ¡Retrocede!

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11/02/2020, 21:29
* Juglar *

¡Qué tensión, mis buenas gentes! Imaginen la situación, esa combinación de desesperación, esperanza y presión, contemplar la luz al final del túnel mientras la oscuridad a tu espalda trata de atraparte para arrastrarte lejos de ella. Este humilde juglar es lo que imagina que aquellas gentes debieron sentir mientras la puerta de su salvación se abría en el último instante, cuando la muerte ya les alcanzaba.

La marinera Dhorne, ya a medio camino de la cúspide de la muralla, decidió continuar su escalada hacia la cumbre. Sus manos se aferraron a la soga, como tantas veces había hecho en sus labores como tripulante. Pudo sentir, eso sí, cómo una ráfaga de aire la impulsaba hacia las alturas, pero no era aire, no era el viento de la montaña. Más bien se sentía como un desagradable escalofrío que la impulsaba, ascendiendo por su espalda y dotando de fuerza a sus brazos. Era una sensación incómoda, pero ciertamente efectiva, ya que en poco tiempo se logró encaramar a la muralla, mientras el ahogado grito de Ivar le advertía desde abajo que recogiera la cuerda. Mas la marinera tenía otros planes, más urgentes que la recogida de soga. Después de todo, ¿acaso aquellos muertos eran capaces de trepar por ella? Mucho lo dudaba. En cambio, seguían suponiendo un peligro para sus compañeros, y para ella misma si lograban penetrar las defensas de aquella fortaleza sagrada.

El mismo Ivar se dio cuenta en seguida de lo ineficiente de aquella orden, pero no tuvo tiempo de corregirse. El tiempo apremiaba, y era mucho lo que debía hacerse. Tal como había venido haciendo, continuó asumiendo el control de la situación como el gran líder que nunca se había propuesto ser. Lo suyo había sido actuar en solitario, y en otro tiempo, seguir a otros más capaces. Pero allí estaba, dirigiendo a aquellas gentes en un intento de lograr sacarlos a todos con vida de allí. Apremió a sus acompañantes a huir del cadáver que se les echaba encima, y tanto el posadero como el capataz no dudaron en seguir sus instrucciones, amedrentados como se encontraban. Irdon no lo dudó un mísero instante, pues no era un hombre de acción bajo circunstancia alguna. Craugan, por su parte, dudó un instante, afianzando su hacha, pero decidió que combatir a los muertos no le reportaría beneficio alguno en comparación con dejarlos atrás. Así, los tres corrieron hacia el portón como alma que llevaba el diablo, perseguidos lenta y espasmódicamente por aquel muerto viviente que ansiaba sus carnes.

Mientras tanto, y pese a las advertencias del explorador, el caballero de Stumlad permanecía aparentemente imperturbable, afianzado en su posición como un muro infranqueable. Su espada se movió ligera, pese a su robustez, y los brazos del caballero, pese a su juventud y falta de esa fortaleza que se gana con la edad y el trabajo duro, actuaron con la dureza de un auténtico veterano de guerra. La espada golpeó a aquel cadáver andante a la altura del cuello, descendiendo en su corte hasta por debajo del pecho contrario, casi partiendo en dos a aquel muerto viviente, que se desplomó en el acto. La magia que lo sustentaba pareció desvanecerse como se rompía un delicado cristal al chocar contra el duro suelo. Pero, tal como el explorador dejaba claro, el caballero no podía detener una tormenta con su espada. Y eran muchos otros los que acudían a su encuentro. Demasiados.

Eso también le quedó claro al cocinero, Lascal, que prestamente siguió los pasos de Belona dejándose arrastrar por el paladín al interior de la muralla. Tras él lo hizo también Eoniss, quien ya de nada servía con aquel arco, dado que el primero de los muertos ya estaba casi encima de ella y no podía apuntar bien sin poner en peligro a su padre y el amigo de éste, ni tampoco tenía tiro para retrasar a los que le seguían. De ese modo, se giró y corrió hacia el interior, implorando a su padre que no tardase en seguirla.

Y es que Eohonn y Fein, más voluntariosos que expertos, se habían apostado hombro con hombro frente a la puerta, cortando el paso al primero de aquellos muertos más que dispuestos a hacerle frente con sus hachas.

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11/02/2020, 21:33
Eohonn

El primero en ofrecer la pesada y deslucida hoja de su hacha a aquel cuerpo sin vida fue el padre de Eoniss, quien emitió un bramido salvaje antes de alzar su hacha y tratar de golpear con ella al muerto. Sin embargo, calculó mal el golpe, pretendiendo ajustarlo tanto a la cabeza de éste con la intención de abrírsela en dos, que un espasmo en el último instante evitó completamente el acierto del hacha.

- Tiradas (1)
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11/02/2020, 21:34
Fein

Más concienzudo fue el adusto Fein, quien se enfrentó al cadáver en silencio, sin emitir grito ni gemido alguno. De hecho, aguantó la respiración, golpeándolo de costado como en tantas ocasiones había hecho para talar un árbol. Fue un golpe certero, duro y seco, con el que se oyeron quebrarse las costillas a su paso. Todo el cuerpo del muerto salió despedido hacia un costado, desplomándose sin vida en un amasijo de huesos rotos y carne descompuesta.

Con el muerto viviente fuera de combate, y la nieta y la hija de aquellos dos leñadores ya dentro de la muralla, ambos se miraron y las palabras fueron innecesarias. Otros muertos acudían a ellos, pero no se quedarían a recibirlos allí afuera. De modo que, siguiendo el llamado del paladín que les gritaba a sus espaldas, retrocedieron a sus espaldas cruzando el umbral de la puerta.

- Tiradas (2)
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11/02/2020, 21:35
Muerto viviente salvaje

Dos eran los muertos vivientes que habían sucumbido, pero ¿qué son dos soldados caídos dentro de un numeroso ejército? Más y más de aquellos muertos en vida acudían ya a reemplazar a los caídos, y a aumentar su número en la carga contra los vivos. Más aún, uno de ellos se encontraba prácticamente entre las líneas de sus enemigos. Aquel que había corrido para alcanzar a Ivar y quienes le acompañaban, les perseguía en dirección a la puerta, donde si nadie más se detenía a recibirle, parecía que el paladín tenía toda la intención de hacerlo, maza en mano.

Por su parte, el caballero de Stumlad veía cómo eran tres los zombies que acudían a ocupar el puesto de aquel que acababa de enviar al fin al otro mundo. Sus pies estaban bien afianzados en su posición, pero ésto era únicamente porque la elfa oscura no se había movido de su sitio. Debían huir, pues la fuerza enemiga crecía por instantes y pronto sería incontenible, pero a pesar de la mayor velocidad de Luelar, el humano no comenzaría a correr antes de verla a salvo. Tales eran sus valores... o su insensatez.

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11/02/2020, 21:36
* Juglar *

La puerta de aquella muralla se convirtió pronto en un torrente continuo de gentes que se agolpaban para entrar, en busca del tan ansiado y urgente refugio. Tras la entrada de Barush y Belona, con la cría en brazos, pronto siguieron sus pasos el cocinero Lascal y la joven leñadora Eoniss. Ésta portaba entre sus manos un arco y la flecha que había estado dispuesta a emplear, pero a lo que en el último instante había debido renunciar. La joven, pelirroja y de rostro pecoso, se veía particularmente apurada, y no era para menos. A su espalda había quedado su padre, combatiendo a la misma muerte.

Para su alivio, éste no tardó demasiado en alcanzarla. Eohonn, un tipo robusto y de aspecto salvaje, con una larga y espesa barba también pelirroja, corrió al interior casi sin aliento, acompañado de Fein, su fiel compañero, un hombre adusto y de dura mirada que corrió en busca de su nieta, recuperándola de manos de Belona.

Les flanqueaba el acceso Fian de Lorian, quien empuñaba ya su maza como si fuera inminente el tener que emplearla. Riohrd se dio cuenta de ello, pero antes vio cómo más gentes llegaban a la puerta. Un hombre orondo y de aspecto pusilánime, Irdon el posadero, era seguido de cerca por otro no mucho menos robusto, pero éste de gesto mucho más duro y déspota, que portaba un hacha entre sus manos. Era Craugan, el capataz de los leñadores, jefe a la postre de los que allí se encontraban. A ambos les seguía con prisa un veterano explorador, Ivar, con demasiadas canas pero no falto de vigor, que no cesaba en sus gritos para organizar a aquella tropa desorganizada. Y por sus voces, se diría que aún quedaba más gente fuera, lo que puso a prueba el temple del alto elfo.

Más aún cuando algo llamó su atención en lo alto de la muralla, y descubrió a una mujer de cabellos dorados encaramándose sobre el muro, gracias a una soga que, con un garfio, se había logrado anclar en aquellas alturas.

Todos pudieron sorprenderse al acceder al recinto, descubriendo que en su interior, un extraño personaje con las características propias de un elfo de los bosques, cabello fino y tan dorado como casi plateado, orejas puntiagudas y un porte majestuoso y delicado, se encontraba en el interior con sus manos en torno a la palanca que sostenía el rastrillo del portón. No era el suyo, sin embargo, un rostro habitual entre los elfos. Numerosas cicatrices se agolpaban en su piel, excesivamente pálida, y su mirada se veía oscurecida por sombras que le otorgaban un aspecto demacrado, pese a su aparente gran estado de forma. Además, su vestimenta era demasiado sencilla, y muy alejada del vestuario habitual entre los elfos.

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14/02/2020, 00:14
Luelar Tyrundlin

La atronadora voz de Tyron a mi espalda me sobresaltó, costándome un poco incluso reconocerle en la fiereza que esta destilaba, aunque no en su deseo de que todo el mundo entrara en la fortaleza. Pronto dejó claro que aquel “todos” también me incluía a mí, escuchando cómo me pedía personalmente que me pusiera a salvo, oyendo al mismo tiempo cómo conseguía abatir a uno de aquellos seres.

No podía dilucidar si aquella petición nacía de alguna decisión estratégica meditada o de una basada únicamente en la que parecía ser una infinita bondad, así que dudé, dudé mientras el explorador instaba al caballero a entrar de un modo que me sorprendió.

- Maldita sea, Tyron... - terminé musitando. - ¡Maldita sea! - grité llena de impotencia, decidida a confiar en él y obedecer su petición, dándome cuenta entonces de que la situación cerca de la puerta parecía estar controlada. El abuelo de la niña se ocupaban de uno de los muertos con un hacha, el monje de la maza parecía ir a encargarse del otro, y la mayoría de quienes debían ponerse a salvo se encontraban ya al otro lado del portón. - ¡No tardes, ¿me oyes?! ¡NO TARDES! - grité al caballero de Stumlad llena de congoja, poniendo rumbo a la muralla corriendo todo lo rápido de lo que era capaz.

Notas de juego

Acción completa: Me muevo a fondo hacia la puerta de la fortaleza.

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16/02/2020, 11:23
Ivar el Cuervo

¡Maldita juventud y maldita insensatez! Quizás podría adueñarse de un poco de mi cobardía y así, no provocaría un maldito infarto en mi viejo corazón. ¿A qué espera ese maldito muchacho? Espero que ahora que la dama elfa se dirige hacia aquí, siga sus pasos.

-¡Vamos, muchacho!

Debería de cruzar el portón y ponerme a salvo, pero maldita sea mi insensatez pues en cambio aquí sigo. Sostengo mi hacha con la vana esperanza de poder servir de ayuda, pero los muertos son enemigos demasiado formidables, dudo que pueda acabar con uno...o quizás...¿Sí? No sé si la magia que los anima es más débil o si han quedado tan dañados por la caída del precipicio que ahora son más fáciles de destruir, pero eso quizás nos otorgue una pequeña ventaja.

-¡Agh! ¡Odio cuando la estupidez se impone a la cobardía!

Me adelanto unos cuantos pasos para acudir en busca del caballero, esperando que comience a retroceder en cualquier momento. No soy tan valiente como para saltar a primera línea de combate, pero sí lo suficiente como para aguardarle aquí y retroceder juntos mientras alzamos nuestros aceros si la ocasión lo requiere. Algo quizás más que posible dado el gran peso de su armadura.

-¡Que nadie se quede atrás, cruzar el portón! 

 

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16/02/2020, 20:30
Riohrd

Aferrando sus manos al mecanismo del rastrillo, orando en silencio para que Rael no le permitiese perder la templanza que por momentos amenazaba con desaparecer, la mirada del Alei se posó durante algunos segundos en aquellos que, desesperados por una muestra de esperanza, se adentraban entre las murallas de aquella derruida fortaleza, mientras que alguien desde fuera seguía lanzando ordenes que al parecer, lejos estaban de ser oídas por todos, haciendo que de sus labios tensos y apretados, saliese un gruñido tan grave como inaudible. Pero aunque el horror cruzó el mancillado rostro del alto elfo, al ver cómo incluso una cría se encontraba entre ellos, la paciencia del curandero poco tardaría en llegar a su fin, cuando consciente era de que quienes les perseguían no solo les superaban en número, sino que también en la virulencia con la que serían capaces de atacar. 

¿Qué opciones tenía entonces? Cerrar la puerta en esos precisos instantes evitaría que la horda entrase hacia tan sagrado lugar, pero de la misma manera, condenaría a unas cuantas almas, quizás inocentes o quizás no tanto, a una muerte que aparte de cruel, no ofrecería tipo alguno de descanso. ¿Qué debía hacer? Se preguntó incesante, y sabedor de que fuese lo que fuese que hiciera, tendría que acarrear en su consciencia con el resultado de dicha decisión. Un peso hercúleo para quien destinado está a recorrer un camino longevo y por ello, negado a condenar su ser inmortal de tan abrupta manera, su ambarina mirada se clavó directamente en Fian quien, arma en mano parecía presto a utilizarla si aquello fuese menester. - ¡O entran ya o nos condenarán a todos! - Gritó con el bravío tono de voz que muy rara vez se dignaba a elevar, y aunque consciente fue entonces de que su aspecto ofrecería tanta sorpresa como rechazo, el alei procuró que su mirada no se tapase con aquellos que posiblemente serían incapaces de ver más allá que una mera raza. 

Pero aunque inquieto se encontraba a pesar de que su rostro no mostraba más que una completa seriedad, poco tardó en verse sorprendido cuando una rubia cabellera apareció en lo alto del muro, solo para momentos después, poder ver por fin a quien, de cabellera ya poblada por el plateado paso del tiempo, daba las órdenes a los demás. Más mientras la mujer de dorados cabellos permanecía en lo alto del muro, el hombre que había entrado previamente volvía a salir de entre la seguridad que esos muros podía ofrecer, haciendo que toda oración por parte del Alei, se convirtiese en una constante maldición que bien reflejada podía verse en sus ojos de haber estado al alcance de cualquiera. 

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16/02/2020, 23:33
Dhorne
Sólo para el director

La valentía y la idiotez eran dos cuestiones que rara vez, se soltaban de la mano, aquello es algo que los años me han ayudado a comprender, y aunque yo misma habría deseado quedarme abajo para luchar, para afrontar el destino que los dioses tenían tan preparado para mi, las acciones de Tyron me hicieron dudar enormemente de su inteligencia. Una cuestión era plantar cara a la adversidad, pero otra muy distinta era ponerse en peligro de tan gratuita manera, a sabiendas que tras él otros muchos caerían. Por ello, y ya de pie sobre el muro con pisada firme y respiración profunda, es que con uno de mis pies tiro parte de la cuerda hacia atrás, tal y como pide Ivar, solo para después, maldecir por lo bajo a mi propia ascendencia. 

Mi arma no era rápida, y el frío que apuñala mi piel seguramente no me ofrecerá un tiro certero, pero al menos de impactar, posiblemente quitará del camino a uno entre cientos… Ja, incluso me parece patético el pensarlo, pero quedarme quieta no es una opción, y sin mi cimitarra tampoco es que pueda hacer frente a un cuerpo a cuerpo que es imposible de ganar. 

Esto pasa cuando te alías con niños. - Me quejé mentalmente, y es que si en algún momento había sentido simpatía por el caballero, en estos momentos lo que sentía era la necesidad de darle el bofetón que nadie le había dado de pequeño. Más aunque creo saber lo que tengo que hacer, la voz de alguien apremiando desde abajo, me hizo girar el rostro solo para encontrarme con alguien que, siendo un elfo a todas luces, lucía más como los muertos que teníamos delante, que como uno de los de su propia especie. ¿Qué hacía un alto elfo maltratado entre los muros de un templo? Ni lo sé, ni me importa en lo absoluto mientras sea de utilidad, pero sus palabras, sumadas a las de Ivar y a la desesperación de Luelar por el provenir de Tyron comienzan no solo a colmarme la paciencia, sino que también hacen que me pregunte cuánto desea realmente aquel joven conseguir el cometido que la noche anterior me había mencionado. - Los muertos no limpian nombres. 

Pero ahí donde Luelar busca sabiamente el resguardo tras los muros, demostrando no solo ser una guerrera sin igual, sino que también alguien de mente preclara, es el Cuervo quien, haciendo gala de una entereza que incluso me parece envidiable, sale para no solo apremiar al muchacho, sino que también para protegerlo. 

Me apresuro a sacar mi pesada ballesta, y mientras apunto en dirección a los muertos que más próximos se encuentran a Tyron, mis pensamientos como no, terminan por viajar a los más tormentosos y queridos de los mares. - Vranko hijo de la grandisima puta, deberías estar aquí cubriendome el culo, y no emborrándote a saber donde. - Pienso furiosa, con él, conmigo y con todo lo que ahora mismo pueda tener delante.

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16/02/2020, 23:35
Dhorne

Decir que lo que mis ojos ven es digno de admiración, sería mentirme a misma bajo cualquier excusa que pudiese llegarme a poner por mera simpatía, no entiendo las acciones del rubio caballero, y sin siquiera intentar comprenderlas, las palabras de Ivar me hacen bufar al tiempo que mi pie, es quien tira de la cuerda hacia atrás, para recogerla al menos algo mientras que mis manos buscan con desespero mi pesada ballesta. No pienso entrar en un combate cuerpo a cuerpo cuando la contienda de ante mano se sabe perdida, y más cuando mi cimitarra se encuentra en otras manos que no son las  mías, pero quedarme quieta no es siquiera una opción a valorar. 

Un solo virote cargado en mi ballesta, preparado para ser lanzado con la misma rapidez que mis frías manos puedan ofrecer, pero mientras mi mirada se centra durante unos instantes en Luelar, aliviada de que al menos la elfa tenga un sentido común que a la par va de su valentía ya otras veces demostrada, ver como el Cuervo sale para cubrir el culo de Tyron me parece ya el colmo y por más de una razón. Aprieto entonces mis labios y mis dientes para no soltar cual exabrupto todo lo que pasa por mi mente, pero es entonces las palabras de alguien de dentro lo que me hace girar el rostro, solo para encontrarme con un Alto elfo que, por lo que puedo llegar a ver, a pasado sin duda alguna, días mejores. 

Más aunque no son pocas las preguntas que se agolpan en mi mente, estas sé que deberán ser formuladas cuando llegue su momento, si es que puedo hacerlo, y tras apuntar a los muertos que más cerca tenga Tyron, bien a sabiendas de que muy probablemente pueda fallar, tengo al menos la precaución de alejar mi tiro del rubio muchacho. - ¡Tyron mete tu culo dentro de los muros, o por todos los mares conocidos que bajo a buscarte, y tendrás que cargar con el peso de mi muerte en tu consciencia! - Le advierto al muchacho con menos sutileza de la que en mi alguna vez se pudo encontrar, pero cierto era que mis palabras no eran ni por asomo el reflejo de mis poco amistosos pensamientos. Y tras ello, disparo...E incluso antes de que la flecha termine su vuelo, se que ha sido un acto tan inútil como frustrante. 

- Tiradas (1)
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17/02/2020, 09:19
Tyron Stark

¿Cuanto más podía llegar a aguantar los envites de aquella horda? Apenas había tenido que enfrentar al primero de ellos, por fortuna caído al primer choque, gracias a que los cuerpos de los primeros en alcanzarnos debían ser los más dañados por la suicida caída con la que habían buscado darnos alcance. Era consciente de que, a cada instante, no sólo iría en aumento su número, sino también su resistencia, de modo que posiblemente apenas pudiera aguantar unos breves instantes antes de ser arrastrado por la ingente marea enemiga. Mas no eran tantos instantes los que en mi ánimo estaba permanecer en pie aguantando la posición. Sólo precisaba el tiempo justo para que la dama Luelar se pusiera en marcha. Y aún así, los gritos que me llegaban desde mi retaguardia parecían dar a entender que incluso eso era demasiado. Al menos, hasta que oí a la mujer comenzar a correr, entre maldiciones.

Al fin.

No eran necesarias las órdenes de la dama de cabello azabache, ni las amenazas de la mujer de mar, ni el insulto del ya exasperado explorador. Nada de eso hizo que me girase, ofreciendo mi espalda al ejército enemigo que se me echaba encima ya con aquellos pasos llenos de espasmos, comenzando a correr. Luelar ya corría hacia la salvación, y sus pasos eran infinitamente más ligeros que los míos. De hecho, ella era vertiginosamente veloz, mientras que yo debía dar lo mejor de mí con cada paso para lograr mantener una carrera lenta pero constante, que por fortuna parecía mantener la distancia con mis perseguidores. O eso, al menos, quería creer mientras luchaba por mantener el ritmo de mi respiración e ignorar el abrasador frío en mi pecho y los calambres en mis piernas.

Y sólo podía pensar en una cosa, una sola, mientras me asfixiaba en mi carrera. En el poco tiempo de que dispondríamos para cerrar a cal y canto aquel portón, una vez cruzase su umbral. Tan sólo esperaba que los demás estuvieran listos para hacerlo.

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17/02/2020, 09:43
* Juglar *

¡Qué presión, amigos míos! Imaginen, buenas gentes, a los últimos rescoldos de la mortalidad en aquellas tierras, viendo a la horda de la muerte tras sus pasos, dirigiéndose directamente hacia la puerta de aquella muralla, la última línea de defensa de los vivos frente a los muertos. Riohrd, sosteniendo aquella palanca que suponía la diferencia entre la entrada de la muerte o la seguridad de los muros, debía mantener la más absoluta serenidad y no dejarse llevar por el temor para no dejar fuera a quienes aún conservaban alguna oportunidad. ¿Quién no se dejaría llevar por tal tensión? ¿Quién no se sentiría tentado a salvaguardar su propia seguridad, incluso a pesar de arriesgar la vida de otros... o incluso condenarla directamente?

Desde el más inmediato otro lado de aquel portón, Ivar mantenía la llama de la esperanza prendida, pues mientras el explorador estuviera gritando a quienes fuera se encontraban, significaba que aún conservaban sus vidas. Desde lo alto de la muralla, una voluntariosa Dhorne trataba de ayudar en lo posible, disparando con su ballesta. Por desgracia, y aunque nadie salvo los mismos dioses podría decir si, en caso de haber acertado, habría supuesto alguna diferencia, su virote se hundió en la nieve pisada a apenas un palmo de la pierna de uno de los muertos más adelantados. Eohonn no tardó en requerir al paladín que le ayudase a alzar de nuevo la viga con que se cerraba el portón, tarea para la que Fian de Lorian, tras un instante de duda en que dedicó una significativa mirada al elfo, accedió colgándose la maza del cinturón. Estaba claro que, a sus ojos, la esperanza de sellar aquella entrada dependía más del cierre del rastrillo que de la propia puerta, pero aún así cualquier precaución era escasa. Fein no tardó en dejar a su nieta al cuidado de Belona para acudir a ayudar, arrastrando de malas maneras a su capataz Craugan en la tarea. Al poco, Lascal y el timorato del posadero Irdon se terminaron sumando a la tarea, mientras Eoniss se plantaba frente al espacio abierto en ella con el arco tensado, a pesar de que la punta de aquella flecha se movía tanto como sus labios temblorosos.

Finalmente, Luelar alcanzó aquella puerta, merced a su gran velocidad y gracilidad de movimientos. Una joven de piel clara y larga cabellera azabache, ataviada con negras prendas, se presentó ante los ojos de un Riohrd que ansiaba poder tirar al fin de aquella palanca. Pero Ivar aún estaba fuera, gritando a alguien más, alguien cuyos pesados pasos tardaron lo que pareció una eternidad en alcanzar, sin resuello, el umbral de aquel portón. Acompañado del explorador, prácticamente se arrojó al interior de aquella muralla, atravesando la puerta mientras el explorador indicaba que era el momento, secundado por el grito del propio paladín quien, consciente de que ningún vivo quedaba ya en el exterior, y sin soltar aquella viga cuyo peso compartía, giró su rostro para gritar el nombre del elfo, esperando que cumpliera su cometido sin mayor dilación.

Todo sucedió muy rápido, demasiado, tanto que muchos de nuestros héroes debieron ver cruzar retazos de su vida ante su propia mirada. Viga en alto, los hombres empujaron el portón para tratar de cerrarlo, pero la puerta era pesada y estaba mal engrasada, por lo que se movía despacio, demasiado despacio. No tardaron en sumarse el resto de presentes cercanos, al tiempo que Riohrd tiraba con fuerza de aquella palanca. Al principio pareció quedarse encallada, no tanto la palanca en sí como el mecanismo. ¿Estaba mal enrollada la cadena? ¿Se había oxidado con el paso de las estaciones, sin uso ni mantenimiento, y era incapaz de ejercer su cometido?

Fueron ojos femeninos los que mejor contemplaron el horror que se cernía sobre nuestros héroes. Los ojos de Eoniss, apuntando a aquella puerta entreabierta con su tembloroso arco, que veían a las figuras horrendas que se acercaban. Pero mejor aún oteaban el desastre los ojos expertos de una Dhorne que demasiadas veces había visto el peligro desde lo alto de un palo mayor. Desde lo alto de la muralla, podía ver en toda su extensión el ejército que corría hacia el portón, y que a punto estaba ya de alcanzar la puerta, el interior, a todos y cada uno de los vivos entre sus muros. Pues sus ojos contemplaron a su alrededor, vieron la escalera que unía el interior de la fortaleza con las almenas, y supo que no habría dónde esconderse... ni a dónde huir.

Y entonces resonó, primero un chasquido y luego el estruendo del metal entrechocando. La cadena comenzó a desenrollarse con fuerza, con suma violencia, hasta el punto de que el elfo temió que se partiera en cualquier momento, un peligro menor del que se cernía sobre todos en aquellos momentos. El rastrillo cedió, se precipitó con furia desmedida, la furia de los cielos tormentosos, la furia del mar embravecido, y en el preciso instante en que los primeros muertos en vida alcanzaban el umbral del portón, el propio rastrillo cayó sobre ellos, empalándolos contra el suelo. Aquellos que les siguieron se agolparon rápidamente contra el propio rastrillo, extendiendo sus brazos desesperados hacia el interior, hacia aquello que saciaría su insana sed de vida, tan sólo para terminar arañando la madera que se cerraba ante ellos. Una puerta que terminó cegando a nuestros héroes ante el horror que se ocultase al otro lado. Una puerta que, tras ser asegurada con la viga que ejercía de cierre, pareció para ellos la protección de los mismos dioses.

Porque, mientras nuestros héroes y aquellos que con ellos viajaban, recobraban el aliento, no dejaron de escuchar en un buen rato los gemidos desesperados de los muertos al otro lado de la muralla, y los arañazos de sus manos sobre la madera del portón. Fue solamente Dhorne quien, desde lo alto de la muralla, contempló el modo en que la cola del ejército comenzaba a girarse y retroceder sobre sus pasos, alejándose como si algo o alguien los llamase con un cuerno silencioso. Y con cada miembro de aquel ejército que comenzaba a alejarse, otro más se giraba para dejar de prestar atención a la fortaleza que ocultaba a los vivos de los muertos.

El ejército de la muerte se marchaba, quién sabía si para regresar en el futuro.

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19/02/2020, 00:21
Ivar el Cuervo

¿Qué diantres hago aquí fuera? Y mejor aún ¿Qué diablos tiene este muchacho en la cabeza? Aunque dada la situación no sé quién está más loco, si el loco o aquel que le sigue. ¡Maldito sea su honor y sobretodo, su pesada armadura! No quiero mirar hacia atrás, tan solo avanzo empujando o más bien, arrastrando al caballero hacia las puertas desean que estas no se cierren ante nosotros cuando apenas estamos llegando.

Diez metros...vamos, solo unos pocos pasos más, cinco metros...¡Por los grandes espíritus, que no cierren las puertas!

-Ufff...

Tras apenas cruzar el umbral de las puertas, avanzo unos pocos pasos antes de dejarme caer de rodillas al suelo. Agotado, pero no tanto por la marcha o la carrera, sino más bien por la tensión acumulada. He combatido contra numerosas hordas en el pasado de decenas de guerreros, pero esto...esto es inimaginable. Miles de muertos alzados de sus tumbas y caminando en el mundo de los vivos dispuestos a arrebatar a los vivos el calor de la vida.

-Estoy vivo...estoy vivo...

¿Lo he dicho en voz alta? Bueno, poco importa, hemos logrado sobrevivir unos pocos minutos más al menos. Así que eso ya es una gran victoria. Dejo caer el hacha sobre la nieve, pero no sin gran esfuerzo, pues la adrenalina mantiene mi puño cerrado y las articulaciones rígidas. No recuerdo haber pasado tanto miedo jamás en la vida, creo que es un milagro que mis calzones no se hayan ensuciado.

-Gracias a todos por esperarnos y gracias por abrirnos el portón.

Busco con la mirada a aquellos que en su buen hacer, nos han otorgado la oportunidad de seguir luchando por nuestras vidas. Claro que mi sorpresa es mayúscula cuando mis ojos se encuentran con un elfo de aspecto temible. ¿De donde ha salido tanto elfo? He pasado toda una vida sin cruzarme jamás con uno y ahora parecen salir de hasta debajo de las piedras. No es que me queje, claro, es solo que bueno, me acojonan un poco. Eso de vivir decenas de vidas humanas y usar brujería pondría los pelos de punta hasta al más osado de los caballeros.

Poniéndome en pie, abro y cierro la mano para tratar de recuperar la movilidad de la mano antes de volver a tomar mi arma. Con la cabeza saludo a quienes nos han salvado a modo de agradecimiento.

-De nuevo, os agradecemos el habernos permitido cruzar el portón. Será mejor que nos preparemos, pues no creo que las murallas puedan contener a los muertos por mucho tiempo. ¡Dhorne! ¿Cuanto tiempo calculas que tenemos?

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19/02/2020, 19:11
Dhorne

Todos vivos de puro milagro...-  Es aquel el pensamiento que, tras oír el estridente ruido de la reja al caer, se agolpa en mi cabeza sin ofrecer por ello, halo alguno de esperanza o el más mínimo consuelo. Si, habíamos salvado la vida de una muerte que sin tener nada de loable o siquiera digno de ser recordada, no traía consigo el tan ansiado descanso que cabría esperar, pero ¿Por cuanto tiempo? Esa es la pregunta que ahora invade mi ser mientras mis ojos, entrecerrados aún para no ser encandilada por el brillar de la blanca nieve, contemplan como la horda parece no tener intención de detenerse en su avanzadilla sin importar que una regia puerta se interponga a su paso. 

Del otro lado escucho palabras, sobre todo las de Ivar que son las que se alzan desde un alivio que aunque comprendo, soy incapaz de compartir. Y cuando la pregunta del explorador se dirige directamente a mi, no se bien como responder cuando lo que veo, deja como es de esperar, más preguntas que respuestas. La horda se retira, tras una persecución de la cual creí ninguno de nosotros sobreviviría, los engendros parecen responder a un silente llamado que marca la hora de la retirada, pero aunque aquello pudiese ser sinónimo de buenas noticias, algo dentro de mi me impide encontrar en este acto, el más mínimo consuelo. - Más del que esperaba, la horda a emprendido la retirada. - Respondo al desviar mi mirada hacia Ivar durante unos instantes para después, volver a centrarla en esos seres. 

No hago ademán de intentar bajar del muro aún o siquiera de buscar la forma de hacerlo más allá de la cuerda que tenía para ello, y por el contrario, busco con la mirada a aquel primer muerto que habíamos visto en el camino, al que parecía poseer una inteligencia que el resto no compartía en lo absoluto o algo que, en definitiva, llame mi atención así como también, mirar hacía donde se dirigen los demás, donde buscarán resguardo o será el lugar al que han sido llamados, para así, hacerme una idea del tiempo que tenemos para pensar qué hacer, y sobre todo, el cómo. 

 

- Tiradas (1)
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20/02/2020, 21:27
Riohrd

Sintiendo como su precaria paciencia comenzaba a ceder, el para entonces agotado alei, escuchó los gritos de quienes, desesperados, instaban a alguien a entrar antes de que él mismo finiquitase no tan por las buenas, su pronto desenlace. Ellos no lo sabían por supuesto, pero el curandero se encontraba más que dispuesto a anteponer el bien de la mayoría así fuese a costa de unos pocos. Aquello quizás no le haría mejor persona y tampoco buscaba serlo, y aunque el peso de sus decisiones solo le concernían a él, Riohrd estaba más que dispuesto a cargar con la culpa si hubiese llegado a ser menester, pero por suerte, esa sería una consecuencia con la que no tendría que lidiar, al menos por ahora. 

Y es que cuando decidido se encontraba a tirar de la palanca que fuera dejaría a humanos y no muertos por igual, las tres personas que quedaban fuera terminaron por guarecerse en el interior de aquellos ya derruidos muros, siendo quien portaba una armadura, quien pareció tener que lanzarse con tal de llegar en el momento oportuno. Fue solo entonces que el Alei tiró de la palanca, la misma que negándose en un principio a llevar a cabo su labor, le hizo pronunciar en su natal idioma, un sinfín de plegarias y maldiciones diversas, tirando con mayor ímpetu de la misma hasta que su chirriar fue seguida por el rápido caer del rastrillo contra el suelo, y todo lo que hubiese en su camino. 

Respiró por un momento, aliviado en gran medida y sorprendido en otro tanto, pero aún cuando la puerta fue cerrada y la viga pronto tomaría su lugar como buen seguro de tan pesadas hojas de madera, fue la pregunta del hombre que entró junto al rubio joven y la mujer de cabellos azabaches, lo que le hizo alzar la mirada hacia la rubia mujer que aún permanecía sobre el muro para dar una noticia que, lejos de ser la esperada, le sorprendió mucho más que todo lo anterior. Y por ello, durante un momento pensó en alzarse sobre el muro para comprobar por él mismo si aquellas noticias eran ciertas, pero demasiado cansado por el esfuerzo realizado, sabía que al menos por ahora, no le quedaría más remedio que confiar en la vista de quien auguraba un momento de paz, ante lo que se podía vaticinar como una próxima tormenta. 

Soltó entonces la palanca que aún mantenía aferrada con fuerza entre sus manos, y aunque no dijo nada puesto que bien sabía que su aspecto no sería mejor recibido que su propia raza, o incluso que los mismos engendros que habían quedado en el exterior, el Alei volvió a cubrir su rostro con su oscura capucha, y dándose un momento para recuperar aquellas fuerzas que siempre le han sido tan escasas, se sentó sobre el frío suelo, y en completo silencio, ignorando incluso a quienes se encontraban cerca de él, alzó entre pensamientos una más que sentida oración a Rael. 

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21/02/2020, 01:54
Luelar Tyrundlin

Era consciente de que había tardado mucho menos en llegar a aquel portón de lo que parecieron durar aquellos segundos que me llevaron cruzar la distancia que me separaba de él. El comienzo resultó usual, como cualquier otro en el que debía huir de un peligro, si bien era cierto que aquello en pocas ocasiones se había dado; pues ni tanta era mi experiencia en ese tipo de situaciones, ni huir algo que me caracterizara.

Sin embargo, pocas zancadas después el mundo alrededor pareció ralentizarse. Dándome tiempo, demasiado tiempo, a pensar. En lo que hacía, en lo que había hecho, y sobre todo; en todo lo que no podría llegar a hacer si aquella horda que parecía salir de un infierno helado me atrapaba. Pronto me di cuenta de lo que sucedía. Era el miedo el que me controlaba en aquellos momentos, quien agitaba mis sentidos y me espoleaba a correr para salvar la vida.

Al alcanzar el interior de la fortaleza, jadeando ligeramente por el esfuerzo, en seguida me giré para comprobar que el resto continuaba avanzando en dirección al portón. Así era, aunque los pesados pasos del caballero le hacían correr a la zaga, y no pude despegar mis ojos de él hasta que finalmente atravesó el umbral de la entrada; encontrándose ya todo el mundo más que listo para cerrar el portón.

Tras las dificultades para impedir la entrada a los muertos vivientes, finalmente se logró cerrar aquella puerta, atrapando a varios de estos en el proceso. Encontré de alguna manera poética aquella estampa, la cual aun así no me detuve en observar, girándome rauda para acometer lo que debía.

Fue entonces cuando vi al elfo. Parecía increíble que incluso en uno de los lugares más recónditos del mundo tuviera que encontrarme a un elfo del bosque. Al menos su rostro no estaba dotado de la hipocresía del de sus congéneres, quienes se valían de aquellas caras llenas de fingida candidez para hacer creer a los demás que eran algo distinto a lo que realmente eran.

No tenía tiempo que perder, habiendo visto al elfo de manera fugaz mientras buscaba al monje que había aparecido al abrirse el portón. Al localizarle puse rumbo hacia él, escuchando de camino a Ivar volviendo a dar las gracias, así como advirtiendo sobre que debíamos estar preparados y preguntando a Dhorne por cuánto tiempo creía que tendríamos.

- Necesito información sobre esos seres. - le dije al monje al darle alcance. - Hemos de hallar la manera de acabar con ellos. Quizás alguno de los moradores del templo sepa algo sobre los espectros que les comandan, o puede que cuenten con alguna biblioteca. Me gustaría poder consultar esta. Puede que la vida de todos dependa de ello. - transmití con gravedad.

Fue tras ello cuando escuché la respuesta de Dhorne, sorprendiéndome sobremanera. Aquellas eran buenas noticias, pero también resultaban inquietantes. Y es que estaba convencida de que aquella retirada no sería definitiva.

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21/02/2020, 10:09
Tyron Stark

Lo habíamos logrado.

No me lo podía creer, después de todo lo que había sucedido, de lo cerca que había estado el final, pero finalmente lo habíamos logrado. Mi corazón palpitaba como un tambor de guerra, golpeándome tanto el pecho como la cabeza, y respiraba agitadamente como si acabase de salir de una profunda inmersión en un lago helado. Tuve que cerrar mis ojos con fuerza unos instantes y sacudir mi cabeza, tras desprenderme del casco, y aún así parpadeé incesantemente durante unos instantes más, antes de permitir que la incredulidad abandonase mi cuerpo. Realmente habíamos logrado situar aquella muralla entre el ejército de la muerte y nosotros.

Pero había estado muy cerca. Demasiado.

Algunos de aquellos muertos habían logrado alcanzar la puerta justo cuando el rastrillo bajaba, siendo empalados por él. Una diferencia nimia hubiera supuesto que algunos de ellos penetrasen entre aquellos muros. ¿Qué habría pasado entonces? Quería suponer que hubiéramos podido con ellos, pero no tenía certeza alguna. Del mismo modo en que no tenía certeza alguna, al igual que Ivar, de que aquella fortaleza fuera a resultar suficiente para contenerlos. Al menos, hasta que Dhorne nos informó desde lo alto de la muralla.

¿Re-retirada? -Pregunté, incrédulo. ¿Tan fácilmente se retiraban los muertos? ¿Nada más cerrarles la puerta?- Una grata noticia, al menos...

Me permití sonreír ante ella, pues no eran muchas las que había logrado atesorar en los últimos tiempos. Más bien al contrario, todo había sido un escoyo tras otro, desde... No, no quise permitirme pensar en ello. En su lugar, clavé la bastarda en el suelo y uní mis manos para entonar una muda y breve plegaria a Korth, por haber velado por todos nosotros. Mientras oraba, pude oír a Luelar realizar sus solicitudes tras los agradecimientos más que justos del explorador, a los que quise unirme tras terminar mi plegaria y retomar mi espada del suelo, colgándomela de la espalda.

Como bien ha dicho Ivar, os agradecemos la ayuda prestada y la salvaguarda entre estos muros. -Indiqué acercándome a aquel paladín, no sin antes echar un extrañado vistazo de reojo a aquel curioso personaje de aspecto élfico. ¿Qué pintaba un elfo en un templo de Korth? ¿Tal vez, al igual que nosotros, buscar refugio ante la muerte? Aún así, su aspecto era... raro. Aquellas cicatrices que se le veían no tenían nada de usuales- Han sido muchas millas huyendo de los muertos. ¿Cuál es el estado de este refugio? ¿La muralla se mantiene intacta por todo el perímetro?

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21/02/2020, 11:36
* Juglar *

Me van a tener que permitir, buenas gantes, que humedezca mi garganta unos instantes con la buena hidromiel a la que nuestro generoso tabernero, aquí presente, ha tenido a bien invitarme en este momento en que la historia nos concede un pequeño respiro.

No en vano, pese a tenerlo todo en su contra, y con la muerte encarnada pisándoles los talones, nuestros héroes habían logrado obtener refugio en el interior de aquella pequeña fortaleza, perdida en mitad de las montañas, a la sombra de los acantilados, y medio en ruinas. Porque, en efecto, lo que en un principio creían que iban a encontrar no coincidía con exactitud con lo que desde su nueva posición veían. Entre los muros de aquella fortaleza no se divisaba torre alguna, que era de lo que en su momento el explorador Perdest les había hablado. Sí, en otro tiempo parecía que una buena torre se había alzado entre aquellos muros, pero en aquellos instantes de asueto en que nuestros protagonistas pudieron echar un calmado vistazo a las instalaciones, pronto descubrirían que de aquella torre no quedaban sino ruinas, muchas de cuyas rocas parecían haber sido empleadas en levantar nuevas edificaciones, anexas al gran templo dedicado a Korth que se alzaba a un extremo del recinto amurallado. Había varios edificios bajos más, de no más de dos o tres plantas de altura, y que parecían destinados a asuntos más mundanos, propios de una congregación religiosa.

Desde lo alto de la muralla, la mujer de mar Dhorne no tardó en comprobar la situación de una estrecha escalerita de piedras sobresaliendo del lado interior del muro, por la que podría fácilmente descender hacia el interior del recinto para reunirse con los demás. Sin embargo, decidió permanecer aún un tiempo más en aquella altura, oteando la distancia que ya separaba a los muertos de la fortaleza. No encontró rastro alguno de aquel al que habían visto comandar a tan vasto y lúgubre ejército, sin embargo, aunque  tanta distancia era difícil asegurar que no se encontrase en medio de aquella caótica horda. Sin embargo, sí que logró divisar algo, y no era sino que algunos muertos dispersos no abandonaron del todo aquellas tierras. Lejos de ello, pudo ver cómo alguna de aquellas figuras permanecía en la lejanía, en pie, como postes inmóviles. ¿Qué hacían, exactamente, mientras el resto del ejército desaparecía por el desfiladero? ¿Acaso permanecerían allí vigilando a los vivos?

Los vivos, por otra parte, parecían en exceso aliviados por la resolución de aquella persecución. Los abrazos y muestras de afecto y alivio entre los más allegados no se hicieron esperar, dejando buena cuenta de quiénes gozaban del mayor favor de sus congéneres. Fein se reunió de nuevo con su nieta, y Eohonn y su hija Eoniss se reunieron con ellos tras ofrecerse padre e hija un abrazo sentido. Tras ello, Fein se acercó a Tyron e, inclinando su cabeza con agradecimiento, le tendió la espada larga al caballero de vuelta. Irdon acudió junto a su esposa, a quien dedicó unas palabras carentes de fuerza, que sin embargo terminaron por hacer claudicar a la mujer, fundiéndose ambos esposos en un triste abrazo. Lascal, el cocinero, observó aquel gesto por parte de sus patrones con una expresión entre la resignación y el cansancio más absolutos, terminando por acudir lentamente a la base de la escalera de la muralla para aguardar la bajada de Dhorne, para así poder devolverle su cimitarra. Craugan, ignorado por todos debido a sus malas formas y ausencia de simpatía, se limitó a acercarse a Barush y tratar de que dejase de gimotear y se pusiera en pie, aunque incluso en aquellos instantes fue incapaz e no resultar demasiado brusco.