Partida Rol por web

Antes de empezar a leer os aconsejo abrir en una nueva pestaña este enlace para ambientar la escena.
https://soundcloud.com/johnwilson25-1/thunder-and-...

Descargas de rayos cruzan el cielo,
y el rugido de un trueno atraviesa toda la ciudad.
Un edificio se distingue de las embarradas chabolas y ruinosas barriadas,
con altos muros limpios, árboles podados y altas ventanas que tiemblan con cada tronar.
Otro rayo ilumina el cartel el tiempo suficiente para que podáis leer las palabras: Casa Chicago.

El chófer abandona el lugar con el coche mientras contempláis el edificio. Las ventanas se encuentran a dos metros por encima del nivel del suelo excepto en el centro, donde unas escaleras ascienden hacia un patio de piedra. Subís bajo la atronadora tormenta y veis que altas ventanas flanquean un par de grandes puertas de madera de elaborado diseño. Curiosamente, el patio está casi lleno de ranas de distintos colores y tamaños.
Grabados con extraños y antiguos motivos egipcios, las pesadas puertas resplandecen con la lluvia. Una sola luz parpadea en algún punto dentro del edificio, pero el resto permanece a oscuras.

Golpeáis la puertas cerradas a cal y canto y tocáis el timbre pero tras unos minutos nadie corresponde a vuestra espera pasada por agua...

El tiempo no parecía hacer más que empeorar, me consoló un poco ver que mis alumnos todavía conservaban algo de ánimo, sin embargo no puedo quitarme de la cabeza el presentimiento de que el viaje parece gafado. Nunca he sido un hombre supersticioso, pero la sensación desagradable estaba allí, y parecía estar acompañada por el tamborileo de la lluvia contra los cristales del coche o los truenos lejanos. Me quedé en silencio gran parte del camino, tratando de poner en orden mis pensamientos y deseando ver por fin a mi amigo, solo entonces empezaría a sentirme mejor de verdad. Él sí que nos dará una bienvenida como dios manda.

El temporal nos acompañó todo el camino hasta llegar a la Casa Chicago. Daba una gran sensación de quietud aunque una de las luces estaba encendida. En cualquier otra ocasión la casa me habría parecido fascinante, con sus grabados, su ominosidad y su decoración. Pero en este momento solo quiero cambiarme de ropa, poner en orden mis pertenencias, limpiar el barro de mis zapatos y compartir una bebida caliente con Aaron, y los demás. 

Volví a llamar; esta vez intentando escuchar algo entre la lluvia y el timbre, ruido de pasos o algo por el estilo.

Ervin molesto por la llevia mira la ventanas, valorando si es factible romperlas o abrirlas.

- ¡Deberiamos echar un vistazo por detras a ver si hay otra puerta! ¡Vamos a coger una pulmonia!

Mientras intenta protegerse la cabeza de la lluvia, colocando el abrigo por encima.

Por fin dejábamos el coche, los rayos y la lluvia. Estar bajo techo por fin era todo un logro para la expedición. Esperaba que nada de mi equipaje se hubiese mojado mucho, no sabíamos cuanto tiempo estaríamos allí, pero no creo que ir a comprar "recambios" fuese una de nuestras prioridades. Seguramente no tendríamos tiempo que perder.

Llamamos al timbre y tuvimos que esperar.

-¡Qué novedad!-Suspiré en alto.

La Casa Chicago era impresionante, comparada con lo que tenía alrededor. Esperaba que por dentro respondiese a nuestras expectativas...

El profesor había insistido pero nadie respondía, la puerta permanecía cerrada y la lluvia seguía mojándonos, no tenía sentido, si habían enviado un coche a buscarnos ¿por qué nadie salía a recibirnos?.

Pensé que lo mejor sería buscar un sitio por donde entrar, supuse que dada la situación no nos pedirían demasiadas explicaciones, el señor Price sugirió que podría haber alguna otra puerta, ¡claro!, quizá un acceso de servicio o incluso una ventana mal cerrada, era eso o insistir hasta tirar esas grandes puertas abajo y no parecía que esas moles fueran a ceder fácilmente... Quién sabe, a lo mejor simplemente no nos oían por causa de la lluvia, se veía una luz dentro...

- El sr Price tiene razón, busquemos otro acceso y llamemos, puede que nadie nos oiga desde aquí... 

Tras esperar unos instantes que se me hicieron eternos, tuve que darle la razón al periodista.
—Sí, tiene razón, será mejor que busquemos algún otro acceso antes de que se nos calen hasta los huesos.— dije mientras me daba la vuelta y hacía un gesto con las manos para indicar al resto que empezábamos la búsqueda.

Vamos, Aaron, ¿dónde demonios estás? Pensé mientras empezaba a bajar las escaleras y observaba atentamente la mansión. Tiene que haber alguien dentro, esto no es normal. 

Buscáis una posible entrada al edificio mientras el profesor Champollion vuelve a llamar al timbre sin éxito. Palpáis las dos ventanas que flanquean, a izquierda y derecha, el portón principal y descubrís que ambas están abiertas.

Justo en ese momento un nuevo rayo, seguido de un sonido estruendoso, ilumina brevemente el interior de la estancia. Apenas un segundo, pero suficiente para ver un cuerpo ahorcado e inerte colgando del techo...

Me alegré al descubrir un acceso, tendríamos que entrar por las ventanas como vulgares ladrones pero estaríamos a cubierto. Como un latigazo un rayo iluminó la estancia y la visión me dejó de piedra. Por un momento mi cabeza se inundó de pensamientos macabros, estaba claro que era lo último que esperaba encontrarme.

- Joder, mierda Señor Price ¿lo ha visto?.

En cuanto me repuse pude comprobar que el señor Price también había visto lo que yo. En ese momento pensé que sería buena idea avisar a los demás, al fin y al acabo ya teníamos un acceso.

- ¡Profesor!, ¡Samuel!, vengan por aquí, hemos encontrado una entrada, y a alguien…

No sabía que decir, aún me costaba creer lo que habíamos visto pero seguía ahí...

- ¡Maldita sea! ¡Alguien se ha ahordado ahi dentro!

¡August, traiga a los demás!

Se envuelve el abrigo en el codo y rompe el cristal al lado del manillar de la ventana.

—¿Qué dicen de "ahorcado"? Déjense de bromas, Mardigan, ¿qué está pasando ahí dentro?— digo mientras me resguardo en la entrada que descubrieron August y Ermin. 

¿Pero qué mosca les ha picado? ¡No pueden gritar así tras entrar de cualquier manera! 

Empezaba a pensar que de verdad a Egipto no le sentaba bien nuestra visita. Ahora un cadáver nos recibía en la Casa Chicago, por si no habíamos tenido suficiente trato con la policía local ahora nos tocaría de nuevo relacionarnos con ellos. Ésta iba a ser una estancia muy larga...

Fui detrás del profesor, parecía que el periodista y August se habían llevado el susto. Me alegré de no ser el primero en ver el cadáver, los muertos que había venido a estudiar son de hace más de mil años, no me atraía en absoluto la Historia Contemporánea.

-¿Profesor, cree usted que deberíamos avisar a la policía?

Antes de que el profesor Champollion pueda responder a su joven alumno judío, os acercáis a la ventana que hay justo a la izquierda del portón principal, ahora innecesariamente rota por el señor Price ya que estaba sin echar el pestillo, y contempláis el cadáver mencionado colgando grotescamente del techo y aún meciéndose ligeramente.

El profesor no tarda en reconocer a su viejo amigo Abraham Bollacher como el sujeto ahorcado*.

Lo que veis en el resto de la estancia es un amplio salón cargado de mobiliario y objetos antiguos, y apenas está iluminado por una lamparilla colgada en la pared del fondo.
Grandes estanterías repletas de libros dominan la oscura estancia. la lluvia recorre las altas ventanas a ambos lados del salón. Un rayo cae de nuevo tronando poco después con fuerza, dejando ver con su cegador destello el cuerpo inerte del profesor Bollacher colgando de una viga.
Hay bastante desorden: mesas y sillas volcadas, libros, herramientas y objetos desperdigados por el suelo... y manchas oscuras brevemente iluminadas por los frecuentes rayos del exterior que da la impresión de ser sangre...

Llego justo después de Samuel, malhumorado por el comportamiento de August y del señor Price. Sin embargo, al entrar, miro lleno de estupor el cuerpo sin vida meciéndose sobre el suelo del salón. Tardo unos segundos en asimilar la situación, pero es evidente que se trata del que debería haber sido nuestro anfitrión. Mi amigo y colega Abraham Bollacher.

Un fogonazo de luz, seguido del martillazo de un trueno lejano, ilumina brevemente el rostro desencajado del arqueólogo. Esa macabra visión es demasiado para mi y me derrumbo, cayendo de rodillas con los ojos anegados en lágrimas. Casi al instante, mi cuerpo se retuerce violentamente y vomito sobre la alfombra.

Soy incapaz de articular palabra. El hombre que tantas veces me había escrito hablándome de sus expediciones y sus maravillosos hallazgos, el hombre que me invitó a pasar tantos veranos a su casa, el hombre que había sido prácticamente como mi segunda familia... Y ahí estaba él, frío e inerte, colgando de una de las vigas de su casa como una flor marchita a punto de caerse.

Y ahí estaba yo: pálido, tiritando, completamente empapado y arrodillado ante un charco de bilis. El resto del mundo parece haber desaparecido. Todo en aquella habitación es un caos, pero solo soy capaz de mirar los ahora vacíos ojos de Abraham. 

Entré justo después del profesor y vi también la horrible escena. Sin embargo, traté de atender al profesor que se quedó en shock. Supuse que no era un desconocido para mi maestro que en seguida cayó al suelo de rodillas y vomitó...

-Profesor, será mejor que salgamos de esta habitación y encontremos un lugar para sentarnos. 

Traté de levantar al profesor y acompañarle a la sala contigua. Le pedí a August que llevase una de las sillas de la sala.

Cuando el profesor se recuperase tendríamos que decidir que hacer. Quizás podríamos investigar la estancia sin tocar nada...

Alguna pista habría en la sala que explicase como ese hombre decidió acabar con su vida.-Pensé.