Partida Rol por web

Nibelungenlied

Escena 0. El despertar del dragón

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07/03/2021, 13:37
Narrador

M: Hermano.

D: .....

M: Hemano, despierta

D: .....

M: Hermano, ¿estás ahí?

D: Sí, estoy aquí.

M: Es la hora hermano.

D: Deacuerdo.

Unos ojos largo tiempo cerrados, comienzan a abrirse.

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07/03/2021, 13:39
Narrador

 

Abril de 1228.  Isla de Sumbawa

- ¡Raharjo! ¡Despierta! -  le dijo una voz desde el exterior.  Raharjo se abrió los ojos poco a poco. Notaba la boca seca y pastosa. Había sido una mala noche. Bueno, llevaban siendo muchas malas noches. Apenas recordaba la última vez que había descansado bien.

Se restregó los ojos para quitarse el sueño. Observó dentro de la tienda a su hija Batari (diosa) y a su mujer Indah (hermosa). Todavía dormían aunque se notaba que su sueño era inquieto.

Con mucho cuidado para no intentar despertarlas, Raharjo recogió sus cosas y salió de la tienda. Afuera le estaba esperando su hermano Kuwat (fuerte). Un hombre de aspecto impresionante y el más valiente de todos ellos. Su semblante era serio y su aspecto dejaba claro que tampoco había conseguido dormir muy bien.

- ¿Que estabas haciendo? ¿Acariciando a Indah antes de salir de caza? - preguntó  Kuwat con algo de sorna esperando que la pequeña broma animase a su hermano. - No. Para eso ya tengo a tu mujer Lestari (eterna) que me hace gozar eternamenteme - dijo Raharjo intentando seguirle la broma a su hermano con un juego de palabras con el significado del nombre de la esposa de Kuwat.  

Una carcajada salió del bueno de Kuwat a pesar de las circunstancias. - Vamos que llegamos tarde y el resto del grupo ya nos esperan en la entrada a la selva - dijo el hombretón poniendo una de sus manazas sobre el hombre de su hermano.

Mientras caminaban al punto de encuentro, Raharjo observó el cielo. Ese lugar que les hablaba de los dioses y de su estado de ánimo. Un cielo claro y azul auguraba lo que parecía que iba a ser una gran jornada. Aquello lo animó un poco porque realmente lo necesitaban.

De nuevo pudo notar aquella vibración bajo sus pies desnudos. El suelo de toda la isla temblaba brevemente pero de forma continua. Es como si alguien hubiese echado a rodar una gran piedra por la ladera de un monte pero esa cuesta no se acabase nunca y la piedra siguiese rodando y rodando. Solo que esa piedra se debía estar acercando porque la vibración cada vez era más fuerte, más intensa. Pero no era ninguna piedra, lo sabían, era Padre Tamboro que estaba muy enfadado con ellos.

Raharjo dejó que sus pensamientos se perdiesen mientras caminaba por el sendero camino de la entrada a la selva sobre lo que sabía sobre los dioses. Sabía que Bastak era un dios bueno. Su padre Mula Jadi Na Bolon había creado la tierra, el agua, los cielos, los animales y las plantas. Todo ese trabajo hizo que muriese de extenuado. Pero antes de morir dejó a su hijo Bastak al cargo de todas las cosas excepto de una. Del inframundo. Eso se lo dejó al dragón Naga PahogaBarak les escuchaba y aceptaba ofrendas. Pero el dragón Naga Pahoga no aceptaba ofrendas y no los escuchaba. Su misión era hacerlos sufrir si se portaban mal. Y eso era un problema porque no sabían cuando estaba enfadado ni por qué.

Naga Pahoga vivía en una montaña. Esa montaña tenía boca y se llamaba Padre Tamboro. Cuando Naga estaba enfadada, Padre Tamboro hablaba por ella..

Llevaban muchas lunas escuchando el murmullo de Padre Tamboro. Al principio era poco más que un ruido lejano pero según iban pasando los días, el sonido iba haciéndose más potente y claro. Luego vino la vibración del suelo. Un efecto que ya no les había abandonado desde que había aparecido. Todo aquello no auguraba nada bueno.

Las diferentes tribus se habían reunido en un gran concilio. Solo los líderes de tribus como Raharjo y los chamanes se les había permitido asistir a esa reunión. La idea era debatir qué estaba pasando y que podía haber enfadado a los dioses. Al principio se dedicaron a echarse las culpas los unos a los otros aludiendo que habían ofendido a los dioses por esta o aquella causa. Pero según pasaba el tiempo veían que todo era mucho más grande que algunas pequeñas rencillas por comerse los peces de la tribu vecina o haber arrancado algunas flores que se consideraban sagradas.

Los chamanes estaban desesperados buscando un modo de comunicarse con Bastak para que les explicase lo que tenían que hacer. Nos habían propuesto diferentes acciones a realizar; entregar flores Kasih que eran las mensajeras del amor. Se hicieron muchas guirnaldas con estas flores que se llevaron al altar de Bastak. Pero aquello no pareció aplacar a los dioses.

La última que se les había ocurrido a los chamanes era buscar diferentes tipos de criaturas de la isla y entregarlas todas como ofrendas al dios Bastak y aplacar así la ira de Naga Pahoga.

Así que todos los hombres de las diferentes tribus se reunían en la entrada a la selva donde se abalanzaban sobre ese peligroso lugar para cazar todo ser viviente. Las jornadas de caza se hacían interminables. Duraban de sol a sol. Cazaban todo lo que podían, volase, nadase o se arrastrara.

La cuestión era encontrar cuál era la ofrenda qué Naga les estaba solicitando.

Se les acababa el tiempo. Lo sentía, sabía que no les quedaba mucho tiempo. por ese motivo debían hacer todo lo posible. La furia del Padre Tamboro iba a ser terrible. Sus padres, sus abuelos, les habían hablado de lo terrorífico que era la ira del Padre Tamboro. Muchos morían cuando Padre se enfadaba.

La jornada de caza se desarrolló como tantas otras. Cazaron gran cantidad de animales, aves, peces, incluso insectos. Algunos de los cazadores no habían vuelto porque se aventuraban en lugares muy peligrosos para intentar acceder a lugares como los nidos de las aves. Estos normalmente no volvían.

Al atardecer como otras tantas veces llevaron todas sus ofrendas al gran altar de Bastak. Una gran pila de animales muertos presidía el altar. El olor a sangre inundaba el lugar. Algunos incluso se habían pintado el rostro con la sangre de algunos de los animales que habían cazado.

Todas las personas de las diferentes tribus estaban allí, hombres, mujeres, ancianos, niños. Sin excepción, incluso se transportaba a los enfermos. Los chamanes rodeaban el altar con sus manos aferradas formando un círculo. Sonreían satisfechos y alababan el gran trabajo realizado por los hombres. Les decían que esta vez conseguirían que Bastak los escuchase.

Poco después se inició la gran plegaria. Todos rogaban, rezaban, suplicaban. Lo cierto es que aquella inmensa muestra de devoción hacia los dioses era un acto que impresionaba incluso al más insensible. Raharjo notaba como todas las voces retumbaban en su pecho provocando una sensación de respeto y esperanza hacia los dioses inmensa.

Raharjo hablaba a los dioses con las manos de su mujer y de su hija firmemente agarradas. Con devoción. Con convicción. Por ellas. Por todas las personas de su tribu.

De repente, el cántico fue interrumpido por un ensordecedor sonido que llenó el lugar con un estruendo nunca antes escuchado por los habitantes de aquella isla. Raharjo habría dicho que recordaba al sonido de una tormenta. A los grandes sonidos que realizaban los dioses allá en el cielo. Pero este sonido había sido mucho más fuerte y claro. Este no había venido de arriba. Sino que había venido de abajo. Era Naga Pahoga hablando. Aunque más que hablar gritaba furiosa.

De la boca de Padre Tamboro un rugido incesante dió paso a una gran columna de humo que se lanzaba directamente al cielo. Naga estaba desafiando al mismísimo Bastak. Estaba ensuciando su casa de un humo espeso y gris. Mientras mandaba esa suciedad al cielo, Padre Tamboro comenzó a escupir por su enorme boca baba amarilla y roja. Mucha, muchísima baba no paraba de salir de la boca de Tamboro. Esa baba que se llamaba Nirwala lo limpiaba todo a su paso; árboles, rocas, todo.

Raharjo pudo observar como toda la gente huía muerta de miedo. Naga se había enfadado y ya no había más tiempo. Huían lejos de Padre Tamboro y de su ira.

Pero Raharjo sabía por los cuentos de su abuela que no había lugar donde huir. Así que envolviendo a su hija y a su mujer en un abrazo se quedó quieto en aquel lugar y les dijo - Maafkan saya. Aku cinta kamu. (Lo siento. Os quiero mucho) - Y les dió un beso a cada una. Luego dedicó una sonrisa a su hermano Kuwat que estaba junto con su esposa y dos hijos haciendo lo mismo que él.

Lo que vino después ya no pudo ser presenciado por Raharjo ni por ninguno de los presentes. El rugido de Padre Tamboro acabaría con sus vidas y con las de todos los seres vivientes de la isla al instante

 

Notas de juego

Este evento está basado en un hecho histórico verdadero. Lo que he hecho ha sido modificar las fechas. Porque en realidad ocurrió en 1815 pero por motivos narrativos lo he "adelantado" unos años a los que acontecen nuestra aventura.

​Esta historia comienza el 14 de abril de 1815, meses antes de que medio mundo se quedara sin verano. Y lo hace con un estruendo. Uno muy ruidoso, tanto que pudo escucharse a miles de kilómetros del lugar donde se originó, la isla de Sumbawa, en Indonesia. Allí un volcán, el Tambora, explotó. Y no fue un evento natural discreto. La montaña, que tenía unos cuatro mil metros de altura, perdió más de la mitad de su volumen tras la explosión. Fallecieron todos los habitantes. Las cenizas y los aerosoles expulsados sobrepasaron los diez kilómetros de altura y alcanzaron la estratosfera, una capa donde apenas hay movimientos verticales y vapor de agua. Unas condiciones que les permitieron extenderse por todo el globo. Esas partículas absorben y reflejan los rayos solares, oscureciendo la atmósfera e impiden que nuestra estrella pueda calentar la superficie. Así es como comenzó el frío de verdad. La temperatura media global descendió hasta tres grados. La nube volcánica no solo trastornó las condiciones allí por donde pasaba sino también la vida. En Europa, por ejemplo, las intensas lluvias, las temperaturas gélidas y las cenizas que caían de un cielo que parecía anunciar el Apocalipsis dejaron malas cosechas que provocaron hambruna. La cifra de muertos en el viejo continente pudo superar los ochenta mil. Hoy sabemos además que la catástrofe fue determinante en el desenlace de importantes sucesos históricos y que inspiró algunas de las obras artísticas más famosas.

https://es.wikipedia.org/wiki/Tambora

Imagen del volcán Tambora cortesía de la NASA.

 

 

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22/03/2021, 20:07
Narrador

Agosto de 1227 - En algún lugar del desierto del Gobi

(música de fondo para acompañar la lectura)

Una figura solitaria se acerca a la tienda de campaña más grande del campamento. La tienda es tan grande como algunos pequeños palacios.

A pesar de la enormidad del campamento, el silencio se extiende como un manto. Solo el relinchar de los caballos interrumpe en ocasiones el silencio. El frío apenas les deja parar quietos. El vaho se escapa de sus agujeros nasales mientras rezongan.

Hoy es un día triste en este lugar. Es un día triste para el mundo.

El hombre llega a la entrada y los hombres con fuertes abrigos de pieles y unas espadas curvas en la mano lo miran. Bajan la cabeza en señal de respeto mientras le franquean el paso.

Cuando entra en el interior de la tienda, apenas unas pocas velas iluminan el centro de la misma. La tienda está llena de gente llorando y lamentándose que se interrumpen inmediatamente al ver a esa figura entrar en la tienda. 

Nada le importa excepto al hombre que se encuentra en la cama postrado. Se acerca rápidamente a él.

- ¡Padre! -  grita mientras se arrodilla ante el cuerpo que se encuentra en el lecho. Unos llantos comienzan a surgir de su garganta y lágrimas de sus ojos mientras estrecha la ya fría mano de su progenitor.

Hace unos días, ese hombre que gozaba de buena salud, cayó de su caballo provocándole unas heridas que fueron empeorando hasta provocarle la muerte. Ese hombre que todos los que había en ese campamento como conocían como Temuyín. Aunque el mundo lo conocería y lo temería por su nombre el nombre que utilizó como gobernante: Genghis Khan.

Temuyín Khan, que consiguió en 25 años conquistar más territorio de lo que consiguió el Imperio Romano en 400 años.

Un accidente de caballo acabó con él. Para estos hombres y mujeres los caballos son sus hermanos. Vivir y morir a lomos de un caballo es el mayor honor que puede alcanzar un mongol.

Ese hombre que había entrado en la tienda. Ese hombre que se había arrodillado ante el Gran Khan. Ese hombre era su hijo. Su sucesor. Ogodei se alza lentamente mientras no aparta la vista del rostro de su padre con los ojos empeñados en lágrima. Ese hombre que a partir de este momento será el Khan. El heredero del imperio que ha dejado su padre.

Ogodei se acerca a los médicos de su padre - ¿Qué ha pasado? ¿Cómo es posible que una caída haya acabado con la vida de mi padre? - grita furioso a los hombres de ciencia.

- Hemos hecho todo lo posible. ¡Oh! ¡Gran Khan! - indica temeroso uno de los médicos - Pero las medicinas escasean desde que este infierno helado nos rodea. Oh! Gran Khan! - continua otro de los  sanadores. - Hemos agotado hasta las ultimas de nuestras reservas de medicinas que nos quedaban en vuestro padre. Pero el clima ha hecho que no crezcan más desde hace meses mi señor. Y sin esas plantas, las heridas se han complicado hasta que los demonios han conseguido comerse a vuestro padre desde el interior -termina añadiendo tristemente un tercer hombre.

No solo las medicinas escasean. El mijo, su alimento base hace meses que no recogen ni una pizca. Sus reservas merman cada día. Este pensamiento acude presto a Ogodei que se da la vuelta y le dirige una palabra al consejero principal de su padre. - ¡Yunai! ¿Para cuántos días nos queda mijo? - pregunta el hombre con un claro ademán de preocupación.

- Con la cantidad de bocas que tenemos que alimentar mi señor que son más de 25000 no duraremos más de 3 días mi Gran Khan - indica eficientemente el chambelán de su padre. Su consejero a partir ahora.

Su estómago se revuelve cuando recuerda que su padre ya no está. Que ahora él es el Khan. Ogodei Khan. El peso del Imperio Mongol. El Imperio más grande que han conocido estas tierras recae sobre sus hombros. Y es un peso que mortifica.

- ¡Tolui! ¿Cómo están los planes de la campaña sobre el Imperio Chino? ¿Está todo listo? - pregunta Ogodei a su hermano menor que se encuentra en las sombras.

Una larga pausa se adueña de la gran tienda de campaña mientras Tolui busca la mejor forma de dar las noticias a su hermano. - En el Este los cosas están muy mal Gran Khan - le indica Tolui a Ogodei. A Ogodei no se le pasa el detalle de que su hermano ya no lo llama hermano sino que lo llama por su título oficial Khan. - Este frío desconocido que estamos padeciendo nosotros que estamos acostumbrados a los rigores del invierno proviene del este. Allí se ha cebado con todos. Ricos y pobres. Los Ming están tan desesperados que han hecho lo impensable. Nos han atacado. Han conquistado nuestros asentamientos de Kurit-kor y Onon. No solo no han dejado nada sino que algunos cuentan que se han comido a nuestra gente. ¡Están comiéndose las personas! - expresa Tolui mientras traga saliva.

- ¿Y el Oeste? Podríamos ir en esa dirección. Realizar el camino que hicieron los Magiares. Invadir Germania, la Galia incluso llegar a Hispania si es necesario si este monstruoso invierno sigue avanzando desde el Este. - indica Ogodei a su hermano y a su consejero.

Ambos guardan silencio. Al final es su hermano el que habla. - Los Magiares fueron aniquilados hermanos. No cuando iban pero sí cuando volvieron con sus panzas llenas y los collares de oro alrededor de sus cabezas. Además los germanos han aprendido como defenderse de la caballería como la nuestra. Nuestras tácticas de combate comienzan a estar anticuadas ante sus armas. No lo conseguiremos, hermano. Nos destrozarán - indica su Tolui en voz baja.

Ogodei tiene ante sí la crisis más importante a la que se ha enfrentado su gente y su padre no está ahí para hacerle frente. De hecho, parece que su padre no sabía como resolverla porque si solo quedaban provisiones para cuatro días estaba retrasando lo inevitable. El gran Gengis Kan no había encontrado solución y ahora lo tenía que resolver él.

- ¡Traed la armadura de mi padre! ¡pronto! - ordena a uno de los guardias que hay en la puerta. El cual se apresura a ir cumplir sus órdenes. Al instante se presenta con una fina cota de cuero de color canela con finos grabados por toda la piel. Unas tiras de metal delgadas se encuentran distribuidas a lo largo del torso hasta el abdomen que sirven de protección. Justo en el centro de la cota, donde se encuentra el esternón, un gran medallón de plata con un dragón grabado preside la hermosa armadura. Con solemnidad, se encasqueta un gorro de lana de oveja a la usanza de los de su tribu con un pincho también en forma de dragón plateado.

Ya con la armadura equipada sale de la tienda. Donde sin que nadie haya dicho nada se ha congregado toda su gente. Hombres, mujeres, niños. Todos montados en sus caballo. La visión es impresionante. Todos los jinetes están callados, esperando las palabras de su nuevo Khan. Ogodei mira a izquierda y a derecha. Hasta donde da la vista, pueden verse jinetes. Ogodei observa que los caballos están equipados para viajar. Las bolsas con el yogur y el mijo cuelgan de las alforjas. Nadie les ha dicho nada pero todos saben que es hora de marchar. 

Ogodei levanta su arco corto. El arma que identifica a su gente. El arma que temen sus enemigos.

- ¡Al Oeste! - grita el gran Khan con toda la fuerza que le permiten sus pulmones.

Un bramido gigantesco surge de 25000 gargantas entusiasmadas. El apoyo a su nuevo Khan es unánime.

 

 

Notas de juego

Históricamente, después de la muerte de Gengis Khan, Ogodei marcharía hacia China y la India donde conquistaría con éxito grandes extensiones de terreno.