Partida Rol por web

Nieve Carmesí VIII

La Mansión

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08/11/2008, 05:41
Black_Sirius

Una tormenta de nieve infernal, bombardeos que arrasan con todo lo que encuentran a su paso, frío mortal... y el único lugar para refugiarse es una antigua mansión abandonada.

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09/11/2008, 06:54
Black_Sirius

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Octavius se encontró sólo, caminando hacia ningún lugar mientras trataba de escapar del infierno. Mas no sabía hacia donde se dirigía ni qué dirección debía tomar. La niebla lo cubría todo y tratar de orientarse era tan inútil como intentar evitar los proyectiles de la artillería. Sin embargo, en un determinado momento los duendes de la fortuna quisieron sentarse a su vera, pues apareciendo de entre la niebla se encontró con dos campesinos que se sorprendieron tanto como él. Presto alzó su fusil y los tomó prisioneros. Ellos les servirían de guías y así al menos sabría hacia donde dirigirse. Afortunadamente su dominio del ruso era suficiente para mantener una comunicación fluida. Los campesinos estaban asustados, pero no hasta el nivel de querer provocar problemas.

Así, se pusieron en marcha en la dirección en que pensaban que se encontraba el campamento alemán, y al poco se encontraron con una patrulla. De alguna forma varios de los hombres que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla y ahora Octavius se había topado con ellos. Entre todos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable. Junto a él y de su misma unidad estaban el Sargento Kart, los soldados Pieter y Dieter, el artillero Hans, y Grüber, médico de campaña. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa que habían tomado prisionera.

Diez almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.
 

Notas de juego

 

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07/03/2009, 20:19
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Pieter había conseguido mantenerse en todo momento al lado de su hermano y juntos habían estado alejándose del infierno durante horas. De alguna forma varios de los hombres que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla. Entre ellos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable bajo cuyas órdenes habían servido ya con anterioridad. Junto a él y de su misma unidad estaban el Sargento Kart, el soldado Dieter y Grüber, médico de campaña. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa a la que habían hecho prisionera para que les sirviera de guía.

Caminaron a la deriva durante horas. Bien entrada la tarde se encontraron con otro superviviente del ataque, aunque perteneciente a otra unidad, el soldado Octavius, quien en su huida se topó con dos campesinos rusos a los que hizo prisioneros y que ahora le acompañan.

Diez almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.
 

Notas de juego

 

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07/03/2009, 20:23
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

Nikolai había huido de la guerra. Tan pronto como el conflicto se había iniciado cogió sus escasas posesiones, su ganado y a su familia y se había perdido en las montañas. Durante todo este tiempo tan sólo había bajado dos veces de su refugio para ir furtivamente a la población más cercana a vender algunos productos y comprar algunas medicinas y para aprovechar la ocasión de recolectar algunos productos de la huerta en la que antes trabajaba. Las veces anteriores había conseguido esquivar a los soldados de ambos bandos. Se pasaba días observando los movimientos de las tropas desde las alturas antes de decidir por donde ir. Las dos veces anteriores aquello le había funcionado, esta no. ¿Qué hacía aquella patrulla perdida en mitad de aquel páramo? Los alemanes surgieron de la nada y le atraparon sin dejarle tiempo a reaccionar. Eran una patrulla extraña, que parecía huir de algo más que dirigirse a algún lugar. Le mantenían retenido para que les hiciera de guía, pero él no dejaba de pensar en su familia, su mujer y sus dos hijas, que le esperaban allí arriba en la montaña. Junto a él, los alemanes también mantenían retenidos a otro campesino más y a una mujer.

Diez almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.
 

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07/03/2009, 20:32
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Karl había conseguido salir de aquel infierno junto con algunos de sus hombres. De alguna forma varios de los soldados que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla. Entre ellos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable bajo cuyas órdenes había servido ya con anterioridad. Junto a él y de su misma unidad estaban el soldado Dieter y su hermano Hans, y Grüber, médico de campaña. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa a la que habían hecho prisionera para que les sirviera de guía.

Caminaron a la deriva durante horas. Bien entrada la tarde se encontraron con otro superviviente del ataque, aunque perteneciente a otra unidad, el soldado Octavius, quien en su huida se topó con dos campesinos rusos a los que hizo prisioneros y que ahora le acompañan.

Diez almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

 

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07/03/2009, 20:34
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Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Hans había conseguido mantenerse en todo momento al lado de su hermano y juntos habían estado alejándose del infierno durante horas. De alguna forma varios de los hombres que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla. Entre ellos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable bajo cuyas órdenes habían servido ya con anterioridad. Junto a él y de su misma unidad estaban el Sargento Kart, el soldado Dieter y Grüber, médico de campaña. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa a la que habían hecho prisionera para que les sirviera de guía.

Caminaron a la deriva durante horas. Bien entrada la tarde se encontraron con otro superviviente del ataque, aunque perteneciente a otra unidad, el soldado Octavius, quien en su huida se topó con dos campesinos rusos a los que hizo prisioneros y que ahora le acompañan.

Diez almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.
 

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07/03/2009, 20:45
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Grüber había conseguido mantenerse en todo momento al lado de su sargento y juntos habían estado alejándose del infierno durante horas. De alguna forma varios de los hombres que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla. Entre ellos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable bajo cuyas órdenes habían servido ya con anterioridad. Junto a él y de su misma unidad estaban el Sargento Kart, el soldado Dieter y su hermano Hans. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa a la que habían hecho prisionera para que les sirviera de guía.

Caminaron a la deriva durante horas. Bien entrada la tarde se encontraron con otro superviviente del ataque, aunque perteneciente a otra unidad, el soldado Octavius, quien en su huida se topó con dos campesinos rusos a los que hizo prisioneros y que ahora le acompañan.

Diez almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.
 

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07/03/2009, 20:48
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?
Grigori había pasado por muchas adversidades. Cuando estalló la guerra sus tierras fueron requisadas y a él se le reclamó para unirse al ejército de la madre patria. Grigori escapó antes de que vinieran en su busca y volvió a encontrarse con una lucha diaria. Primero los Zares, luego los Bolcheviques, y luego los Prusianos. La vida del campesino ha sido siempre la de sufrir bajo la bota del poderoso. Pero Grigori era un hombre listo que sabía sacar provecho de la desesperación y que no rendía cuentas a sus escrúpulos. Vendiendo comida a precio de oro primero, ofreciendo refugio a los Rusos Blancos o a los Bolcheviques para después venderlos al otro bando y cobrar suculentas recompensas. Metiéndose en más y más problemas. Hace unos días, la situación se volvió demasiado peligrosa y Grigori decidió poner algo de tierra de por medio entre él y cualquiera que pudiese reconocerle. Habían puesto precio a su cabeza y justo cuando los Bolcheviques se decidían a fusilarle, aparecieron los Alemanes y le hicieron prisionero. Eran una patrulla extraña, que parecía huir de algo más que dirigirse a algún lugar. Le tenían retenido, pero eso era mejor que esperar de pie frente al pelotón de fusilamiento. Aún respiraba y todavía tenía parte de sus riquezas cosidas al forro del chaleco, monedas de oro del Zar. Esperaba poder ganarse a los Alemanes para que le llevaran a Berlín y poder empezar una nueva vida en el bando ganador, con dinero para llevar una buena vida… al fin. Junto a él, los alemanes también mantenían retenidos a otro campesino más y a una mujer.
Diez almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.
 

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07/03/2009, 20:52
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

Su unidad se dispersó tras un ataque especialmente cruento hace varios días. Desde entonces, ha estado vagando por los bosques, disparando sobre las tropas alemanas cuando ha tenido la oportunidad y huyendo de nuevo a la espesura antes de que pudieran localizarla. Se ha ganado incluso un apodo. La llaman "El Lobo Negro", los ha escuchado cuando hablan... porque ninguno de ellos imagina que el francotirador que les está diezmando es una menuda mujer regordeta disfrazada de campesina. Lástima que anoche se encontrase con esta patrulla alemana, que escapaban de un bombardeo. Aparecieron de repente de entre la niebla, ellos quedaron tan sorprendidos de verla como la propia Alexeva. La hicieron prisionera pero tan sólo la han tomado por una simple campesina. Ahora está desarmada pues no tuvo tiempo de ir a recuperar su fusil del escondite donde lo tiene a buen recaudo. Eran una patrulla extraña, que parecía huir de algo más que dirigirse a algún lugar. Junto a ella, los alemanes también mantenían retenidos a otros dos campesinos rusos.

Diez almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.
 

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09/03/2009, 14:18
Grigori
Sólo para el director

 

Sacó energía de su fe. No era fe en Dios, no era fe en otra entidad; era fe en sí mismo. Estaba demasiado cerca de la libertad como para morir; estaban pesando demasiado las monedas en el forro de su chaleco; la luz brillaba demasiado esperanzadora; no podía morir ahora.

No has perecido antes viejo loco, no vas a perecer ahora. Te mereces la vida que te arrebataron. Te mereces una recompensa por tu trabajo. Dios quiere a los sobrevivientes.

Su mente estaba siendo azotada al igual que su cuerpo, y cual imágenes antes de la muerte, los recuerdos de su vida entera se hacían presentes mientras caminaba sintiéndose desfallecer.

La luz comenzó a sacar todo pensamiento de su cabeza, para convertirse casi en un oasis en medio del desierto. Caminó un poco más rápido, todo los que se le permitía, casi por instinto; no podía negarle a su cuerpo avanzar.

Su rostro seguía siendo hosco, y no miraba a nadie, pero sabía que todos estarían esperanzados.

Vamos viejo loco. Se repitió.

Ya casi no se inmutaba con el silbido de las balas, ni con la nieve acumulada en sus zapatos, ni con el viento que le lastimaba la cara.

Unos pasos más viejo, no te van a vencer.

 

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09/03/2009, 17:03
Alexeva

Alexva casi maldijo. Por un momento había acariciado la idea de que el clima matase a los malditos alemanes, y les permitiera huir de sus captores. Pero era evidente que esa luz era de alguna casa, y daba al traste con tal esperanza. Además no era una suicida. Quería vivir. Quería poder regresar a su casa, algún día.

Una campesina. Recuerda, solo una simple campesina

La verdad es que era lo que aparentaba ser, algo entrada en kilos, con las ropas algo gastadas y deterioradas, pero de abrigo, y suficientemente pesadas para soportar el invierno. Bien, ciertamente un invierno tan crudo como este ni siquiera una rusa como ella lo esperaría.

Y ese era precisamente el problema. El viento era una ráfaga de ametralladora desquiciando sus nervios, y la fría lluvia les iba dejando empapados, ateridos, y solo era cuestión de tiempo enfermar. La rusa no se hacía ningún tipo de ilusiones de lo que iba a pasarle si aflojaba la marcha un instante.

Quería vivir, la venganza debía esperar. Con esa idea en mente señaló la lejana luz y ávisó a los alemanes en el tosco alemán que conocía

- Allí. Allí poder protegernos. Frío no ir a bajar. Viento no ir a bajar. Lluvia seguir. - dijo señalando la misma

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09/03/2009, 19:51
Pieter

Cómo se desvanecen los sueños de gloria y los ideales de conquista ante un infierno de frío y fuego, viento y nieve, dolor y sangre. Pieter había saltado de la trinchera con ímpetu asesino disfrazado de asalto heroico, con el ansia salvaje de matar para negar la realidad de esa guerra de trincheras que ya no parecía una conquista, con la necesidad de enfrentarse a algún soldado enemigo para destruirlo, aplastarlo y aliviar la frustración de días y días enterrados como ratas en la laberíntica trinchera. Saltó de la trinchera rugiendo, encarnación  del Imperio glorioso al que pertenecía, desafiando a las bombas que caían, al implacable fuego del enemigo escondido tras la niebla, incluso a las propias fuerzas de la naturaleza – niebla, viento, arena, nieve - , midiéndose con todos ellos en un desesperado intento de sentirse una vez más poderoso e invencible. No tuvo miedo de la lluvia de acero que caía del cielo, ni de la metralla que barría a sus compañeros como si fuesen muñecos de trapo, ni de los gritos de agonía de los hombres caídos, hasta que…

Hasta que fue consciente de que Hans se hallaba a su lado. Hans, el pacífico y tranquilo Hans. Su hermano Hans. Que se había alistado para protegerlo, ironía del destino, para mantenerlo alejado de los problemas. Y de repente tuvo miedo por él. Y el campo de batalla, el barro, las balas y las explosiones dejaron de ser campo de gloria para convertirse en el infierno que en realidad era y que podría segar la vida de su hermano.

Juntos se arrastraron por el barro, entre cuerpos, sangre y nieve, escondidos por la niebla que se iluminaba aquí y allá con el relampagueo de los disparos y  el fuego de la artillería. Olvidados ya el anisa guerrera y los ideales de gloria, Pieter luchó con la fuerza de la desesperación contra el cansancio, los elementos desatados y la furia de la guerra que los rodeaban, alejándose palmo a palmo de aquel escenario dantesco que parecía no tener fin.

Horas o siglos más tarde encontraron a otros compañeros, que como ellos habían escapado del infierno, algunos empujando a prisioneros rusos capturados, y juntos siguieron sin rumbo, con el único objetivo de escapar, cansados, hambrientos y sedientos, ateridos de frío, luchando contra la tormenta desatada, buscando un refugio entre la niebla.

Las palabras de la rusa hicieron que levantara la cabeza y mirara en la dirección que indicaba.

- Hans,  allí – dijo a su hermano al atisbar entre los remolinos de  la niebla una luz que desaparecía por momentos – Si, ¡Teniente allí al algo! Una casa quizás 

A borde del agotamiento y casi más muerto que vivo, Pieter siguió a sus camaradas mientras de acercaban a la luz esquiva ansiando encontrar un refugio.

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09/03/2009, 19:56
Octavius

Crudamente miró al frente cuando Pieter anunció aquél hallazgo. Parecía un difuso oasis, inmerso en aquello que parecía un mar de tristeza. 

Sí, parece ser que algo nos aguarda allí en la lejanía... dijo sin demasiada dilación, aun consciente de las temeridades que le suponían cada una de aquellas difusas visiones que, para colmo, se habían hecho más frecuentes en el campo de batalla.

Octavius caminó unos pasos por delante de la compañía con el fin de intentar acabar de definir si se trataba de una casa. Alzo su mano, en pos de prismático con tal de mejorar esa vista que a veces le jugaba malas pasadas. Parecía que era una casa, un buen refugio, sin duda. Frotó sus ojos y suspiro, la sonrisa no era posible ante tal situación.

Bajo mi humilde punto de vista es nuestra mejor opción. añadió a la espera de decidir qué hacer.

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10/03/2009, 03:10
Grüber

La plomiza lluvia y el intenso frío seguían aumentando de manera alarmante mientras el pintoresco grupo avanzaba, sin rumbo, hacia lo desconocido, en busca del milagro que les salvase o la muerte que les diera descanso, al fin. De todos los alemanes, el que poseía un menor físico avanzaba en retaguardia, jadeando por el esfuerzo, mientras sus pies, con evidentes signos de congelación, se convertían en bloques plomizos que seguían en movimiento por una desconocida fuerza interior, de la que el soldado apenas sí era consciente. Cargaba su fusil a la espalda, pues hacía rato que no se avistaba enemigo alguno, y portarlo en brazos no haría sino mermar su escasa resistencia. Su esperanza se iba difuminando del mismo modo que el vaho que despedía su aliento se perdía en la distancia, cuando...

 

Cita :

- Allí. Allí poder protegernos. Frío no ir a bajar. Viento no ir a bajar. Lluvia seguir. - dijo señalando la mansión
 
Grüber levantó la vista y miró hacia dónde la mujer indicaba. Una tenue luz era visible, aunque no pudiera distinguir si se trataba de un refugio o quizá algo menos agradable. De todos modos, el joven soldado, médico de profesión, decidió que era el momento de hablar con el Teniente de una preocupación que iba rondándole la cabeza desde hacía buen trecho de camino. Andó hacia él.
 
Señor, dijo saludando al Teniente a modo marcial. Aunque no podemos saber qué es esa luz de allí, debo recomendarle que busquemos rápido cualquier refugio o construyamos algún parapeto contra la lluvia y el frío. Llevamos caminando demasiado tiempo con éste frío y con la lluvia, con lo que, de no secarnos antes de caer la noche, cuando la temperatura bajará aún mucho más, podemos sufrir una hipotermia.
 
Cayó en la cuenta de que había hablado como un médico, y comenzó a arrepentirse apenas había terminado de decirlo.
 
 
Ahora eres un soldado, estúpido, se dijo. No debes mostrar debilidad. Pero no puedo morir aquí. No puedo defraudarlos...
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10/03/2009, 03:07
Hans

Cansado, agotado y casi sin aliento, Hans también vislumbró la luz. Aquella luz parecía un regalo caido del cielo. Por fin volvían a tener esperanzas para retomar la marcha. Posiblemente, habían encontrado un lugar donde resguardarse de la lluvia, y con suerte, de la metralla. Un lugar seco donde descansar, aunque fuese por un par de horas, del helado infierno de metal y tierra al que se enfrentaban desde su llegada.

Antes de decir nada, el artillero alemán no pudo evitar mira hacia su hermano. Desde luego, parecía tan cansado como él, pero era como si su energía no se agotase, como si algo le impulsase a tirar hacia adelante. Hans sabía lo que era eso, pero también sabía que lo que le movía a él y a su hermano eran cosas totalmente distintas. Mientras que Pieter solo buscaba matar para dar sentido a su vida, él solo buscaba protegerle. La guerra no le llamaba la atención en absoluto, incluso la consideraba una atrocidad por los crimenes que allí sucedían, pero, no le quedaba más remedio que dejar todo eso de lado, y seguir con lo que sus padres le pidieron. Que cuidase de su hermano. Eso había ido a hacer allí, y no debía olvidarlo.

Mientras miraba a su hermano, Hans escuchó como, con un alemán torpe y burdo, una campesina intentaba decir que allí, por donde habían visto la luz, encontrarían refugio. Bien, justo lo que había pensando. Un descanso no me vendrá nada mal.

Pero de repente, algo se iluminó dentro del artillero. ¿Por qué habían cogido rehenes?. Serían útiles, sin duda, pero bastente tenían con lo que tenían. Una guerra como aquella, en su propio país, debía de ser terrible. Hans no podía entender como podían utilizar así a las personas, como simples herramientas o animales. Era un trato totalmente injusto. Aunque después, Hans recordó que decían que todo valía en el amor y en la guerra. Pero... ¿Hasta que punto sería aquello verdad?.

Saliendo de su trance reflexivo, estuvo a punto de decir al Sargento que había divisado una luz en la lejanía, pero su hermano ya le había puesto sobre aviso. No le gustaba ser pesado, ni tampoco quitar protagonismo a su hermano, por lo que agudizó la vista, intentando vislumbrar a que se debía aquella luz, antes de seguir con el avance.

Por Dios, espero que sea un buen refugio esa luz. No se cuanto tiempo aguantaremos en este húmedo infierno sin morir de frío...

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10/03/2009, 08:26
Octavius

Mientras el teniente parecía meditar la situación con extrema delicadez, Octavius no aguanta su verticalidad y decide sentarse. Toma por asiento una fría piedra, dejando a su lado su arma y descolgando su mochila llena de artillería. Suspira al quitarse un peso de encima.

Tengo entendido que la muerte causada por el frío es de las más dolorosas... dijo entonces con cierta ironía algo trastocado por una suma de cansancio y temor a aquellas extrañas visiones. Hipotermia, seguro que Grüber nos puede definir los síntomas...

Tras esto miró a su camarada, con una sonrisa de cartón, expresando así una personalidad acorde con el clima que les rodeaba: fría, nublada, perturbada.

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10/03/2009, 09:29
Alexeva

La lluvia y el viento arreciaban. Alexeva ya había hecho lo que estaba en su mano, y suponía que, de atreverse a andar sola hacia la luz, alguien le iba a pegar un tiro por la espalda, suponiendo que quería huir. O por pura maldad o aburrimiento. Pegó su espalda al árbol más grande que pudo encontrar y se arrebujó entre su ropa de abrigo, tratando de ofrecer la menor parte de su cuerpo al viento, al frío y a la pertinaz lluvia.

Mientras esperaba a que los malditos alemanes tomaran una decisión.

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10/03/2009, 14:09
Grigori

Cuánta energía desperdiciada... Hablan y hablan. No tienen idea lo que es vivir en el frío. Toman a menos la furia de la naturaleza, porque siempre han tenido sus lujosas casas con hogares ardientes...

Sabía que el tipo que hablaba de la muerte tenía razón, pero también pensaba que los hombres como él, los sobrevivientes podía resistir mucho más que cualquiera de esos alemanes llorones.

Y el estúpido aun se para a pensar... No se da cuenta que va a morir, y mantiene su careta y su juego de guerra... ¡Ay! Viejo loco...

Se aproximó más a los demás rusos. Unos más estupido, otros más atemorizados, pero sí sabían el significado de la furia de la naturaleza. Se tomó un momento para examinarlos uno a uno, para ver las marcas del tiempo y del trabajo en cada uno, como queriendo acostumbrarse a un nuevo vecino, o como si fueran nuevos en su hogar.

Finalmente, tuvo que sacar afuera la bronca de su interior, y en voz baja, dijo:

Ellos realmente no saben lo que es la furia de la naturaleza.

Se frotó un poco los miembros, tan fríos ya.

Vamos, viejo loco, ya pasará.

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10/03/2009, 14:23
Grüber

El joven médico sabía que había metido la pata a la hora de exponer sus temores, pues un soldado no es alguien que vigile por su salud antes que por su deber, pero ya que había ocurrido, y huir hacia atrás era más peligroso pues mostraría dudas, decidió la huida hacia delante cuando uno de los soldados habló con sorna de su advertencia.

 

Cita :

Tengo entendido que la muerte causada por el frío es de las más dolorosas... dijo entonces con cierta ironía algo trastocado por una suma de cansancio y temor a aquellas extrañas visiones. Hipotermia, seguro que Grüber nos puede definir los síntomas...
 
La hipotermia no es dolorosa, pero sí sus remedios conocidos, dijo con tono calmado. La enfermedad en sí provoca, en un principio, espasmos incontrolables por escalofríos, con lo que cualquier intento de sostener un fusil o llevar a cabo una acción precisa será fallido. Si no se ataja a tiempo entra en una segunda fase, en la que los espasmos se vuelven tan violentos que la coordinación muscular es dificultada en extremo. La piel de las extremidades, labios y orejas adquiere un tono azulado, y el resto se torna pálida. Después llega la tercera fase, la cual es prácticamente incurable. Por increíble que parezca los escalofríos cesan, pero dan lugar a un espectáculo aún más macabro. El cerebro desciende su temperatura dando lugar a lentitud de pensamiento y amnesia. La piel de todo el cuerpo se torna azul, como señal de una muerte próxima por congelación. En esta fase es imposible caminar y la coordinación muscular es ya inexistente. Se sufren alucinaciones y el comportamiento se torna incoherente e irracional. Aunque un médico trate la enfermedad, si se ha iniciado la tercera fase es una muerte segura, y la segunda fase poco tiene que envidiarle en mortalidad a la tercera, terminó de decir. Tras un segundo de pausa, recordó algo y volvió a hablar. Como he dicho, lo que sí es doloroso son sus remedios, pues si la hipotermia está localizada en una extremidad, la amputación evita la gangrena. Les recomiendo que se pongan en los pies cuantos calcetines o capas de ropa puedan encontrar...
 
 
Si ésto no hace recapacitar al Teniente, nada lo hará, pensó con amargura. Si no nos refugiamos rápido, moriremos en este maldito infierno nevado.

 

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10/03/2009, 15:38
Rais

La incertidumbre y el nerviosismo comienza amedrentar las mentes del grupo que recorre el bosque. Un trueno retumba entre la arboleda, uniendose al sonido de morteros explosionando en los alrededores. Un rayo surca el cielo, seguido de un silbido en el aire, que hace ulular las empapadas hojas. Instintivamente el grupo acelera el paso, cuando una explosion a sus espaldas les hace refugiarse. Una bomba ha caido de los cielos, estallando en las cercanias. El barro y nieve salpica sus ropas, golpeandolos violentamente, mientras algunos diminutos trozos de metralla, golpean el cuerpo de uno de ellos, Dieter, que cae al suelo, sangrando en una de sus piernas, gritando de dolor.

La tormenta empeoraba, la nieve comenza a cubrir con su gelido mortal manto blanco el barrizal camino.En la lejania de nuevo la luz, parpadeante, desapareciendo por momentos.El grupo se recompone, emprendiendo la marcha, temerosos de que algun mortero o bomba aerea los sacuda de nuevo. Sus ropas empapadas, entumeciendo sus cuerpos, Dieter gimiendo de dolor, tiñiendo de rojo la blanca nieve.