Partida Rol por web

El ambiente resultaba opresivo, el aire era gélido, aunque nada comparado con el del exterior. Los sonidos de la tormenta y el bombardeo quedaron automáticamente amortiguados, como si se encontrasen a kilómetros de distancia de aquel lugar y no tan sólo a unos pocos metros.

De momento la luz que se colaba por rendijas en las ventanas era más que suficiente para ver donde se encontraban, pero en cuanto cayese la noche...

A Pieter casi se le para el corazón, su cara expresaba la sorpresa que le embargaba al observar como de repente el piano había comenzado a sonar. Era la novena sinfonía de Beethoven. Se giró aceleradamente para ver como el asiento frente al piano estaba vacío. ¡No había nadie sentado en aquel banco! ¡Ninguna mano presionaba aquellas teclas que, no obstante, se hundían al ritmo de la música!

La respiración se aceleró. El frío dejó paso a un sudor seco, escalofriante. El asiento de madera tras el piano, de aquellos redondos con una espiral en su eje, giraba sobre sí mismo para ganar altura, hasta quedar cerca de las propias teclas.

De repente el sonido de una melodia tocada al piano empieza a sonar procedente de la Biblioteca. ¿ acaso Pieter se había vuelto loco ?

Nikolai se puso en pie cuando escucho la melodía musical procedente de la biblioteca y con un gesto lento le indico a hans la puerta de dicha sala como preguntándole si debían ir hacía allí.

Sea lo que fuera que pasaba aquí dentro era mejor ir a por ello que no esperarlo agazapado y tembloroso.

Pieter se giró bruscamente listo para disparar al oír las primeras notas de música. No había nadie. El corazón se le disparó y el fusil tembló en sus manos.  Se acercó al piano como hipnotizado, la mirada fija en las teclas que se movían solas. Su mente intentaba encontrar algo de racionalidad en lo que sus sentidos le decían. Como una pianola…eso es, el piano toca solo como una pianola, alguien está inten… entonces vio el banco girar como para adecuarse a la altura de un invisible pianista. No era posible, aquello no podía ser.  Sintió pánico y el impulso de salir corriendo, de volver a adentrarse en la tormenta y alejarse de allí, pero en vez de eso pateó con fuerza el banco tirándolo al suelo y cerro la tapa del piano con un golpe fuerte.

Pieter  jadeaba. Confuso, atemorizado hasta el límite del terror, intentaba buscar una explicación.  Su mente racional buscó explicaciones y como un naufrago buscando algo a lo que aferrarse para no hundirse, encontró su tabla su salvación en el reconocimiento de que fuera lo fuera quien estuviera detrás de todos los extraños hechos, buscaba desquiciarlos. Alguien estaba jugando con ellos y ¡maldita sea! no había sobrevivido al combate en la trinchera, a las bombas y a los elementos para ser ahora presa fácil de quien quiera que hubiera preparado todo eso. Retomó valor y miró hacia la puerta para ver si alguno de sus compañeros había entrado en la habitación y visto lo que él.

Al verse solo en tal localización intenta explorarla levemente, en busca de nada especial, con el fin de controlar la situación.

Joder, esto está hecho una mierda... rechistó. Su cabeza andaba demasiado ofuscada como para poder esbozar mejores palabras en sus cortados labios.

Tras buscar algún objeto de valor o utilidad, intentó salir del lugar con tal de reunirse con los demás y no separarse de sus compañeros hasta que el sol volviera a hacer acto de presencia.

Escepto el polvo y la suciedad que parecían reinar por doquier, no había nada mas. Tras examinar con la titilante luz de su mechero la estancia mientras en la otra estancia se seguía oyendo aquella música, Octavius descubrió que desde aquella estancia habían otras tres puertas, una de ellas dobles, através de la cual la música sonaba mas fuerte

Pieter miraba fijamente con los ojos abiertos como platos hacia la figura del fantasmagórico niño que tocaba el piano.  Sus manos temblorosas aferraban su fusil mientras su mente intentaba aferrarse a algún resquicio de lógica. Es un truco – pensó Pieter – es un truco…alguien está jugando conmigo…eso no es real…es una ilusión…un truco de feria…sí, eso es, un truco, como una imagen del cinematógrafo. Y casi sin darse cuenta, presa del miedo que su mente intentaba negar, disparó varias veces hacia el piano queriendo acabar con aquella broma macabra. El sonido de los disparos rompió momentáneamente el terror que lo atenazaba.

Alguien mueve los hilos de esta broma siniestra – se dijo – alguien escondido en esta casa. ¿dónde estás marionetista? ¿arriba quizás? ¿o detrás de una de estas puertas?  Se dirigió a la puerta del fondo. Te encontraré, marionetista. Te encontraré y te mataré. Una sonrisa aviesa se dibujó en sus labios mientras abría la puerta de golpe.

Al ver la procedencia de la música solo pudo pronunciar un leve "mierda...".

Quiso volver atrás, llamar a sus compatriotas y esas sucias abominaciones humanas, pero perdería demasiado tiempo. Suspiró.
Apoyó levemente su oído en la puerta para intentar asegurarse del sonido. Al corroborarlo, suspiró.

Se hizo atrás, guardó su mechero y se armó de valor para abrir aquella puerta con su manilla, algo desgastada y sucia.

Alexeva no parecía interesada en absoluto en la música. Se había dejado caer en el suelo, cerca del cadaver del doctor, y miraba a un lado y a otro, como si esperase que de un momento a otro, las hordas del infierno vinieran a llevarla.

No podía haber nadie en esa casa, y si lo había.... No podía imaginarse al soldado alemán tocando el piano, y aun de imaginárselo, daría igual. Había sentido aquella. Aquella presencia. 

La necesidad de no entrar mas en ese lugar, el grito de su psique avisándola, era, ahora mismo, la única preocupación de la rusa

De repente se oyeron tres disparos procedentes de la bioblioteca rasgaron el silencio de la noche y la musica había dejado de sonar.

Pieter abrió la puerta, que se abrio con un chirrido oxidado. La puerta daba acceso a un pequeño despacho En esta pequeña sala se  podía ver un gran escritorio, repleto de papeles amarillentos e instrumentos de escritura. Detrás del escritorio, había un cómodo sillón que miraba  a uno de los ventanales que se encuentraban en la pared de detrás. Algunos de los cristales estaban rotos mientras que en otros, se podían ver disparos de armas de fuego. Los papeles estaban todos revueltos encima del escritorio cubiertos de polvo, y muchos otros, se encuentraban tirados por el suelo debido al viento que entraban por las ventanas.

para sorpresa de Pieter no había nadie ¿ entonces quien controlaba esos hilos?Cuando se volvíó pudo comprobar que la imagen del aquel niño se había girado pàra ver lo que el estaba haciendo.  Tendió su manita hacia el soldado, y le hizo un gesto claro, le estava invitando a seguirle. El piano había dejado de sonar

Pieter miró la imagen del niño que le invitaba a seguirle. Si bien una voz lejana en su cabeza parecía decirle que no había forma de explicar racionalmente lo que estaba viendo, lo que veía ya no lo asustaba. Había traspasado la frontera del miedo y ahora sólo quedaba la obsesiva determinación de acabar con aquello, teñida de un barniz de asombro. Había alguien detrás de todo aquello y él iba a descubrirlo. Recargó su fusil.

- ¿Me vas a llevar ante el ilusionista que nos ofrece este espectáculo? – murmuró – Te sigo amiguito, vamos a buscar al titiritero.

Alexeva miró al resto de las personas que le acompañaban. Todos parecían quietos. Paralizados como en una fotografía. Ella no se dejaría morir así. Esperó a ver si alguien se levantaba, y en caso que lo hicieran, se quedaría allí, sentada.

Pero si todos hacían caso omiso de los disparos, ella al menos subiría a ver lo que había pasado.

Nikolai se tiro al suelo y arrastrándose se acerco hasta la puerta mientras balbucea incesantemente.

No, no, no... no quiero morir aquí, aún no, mis hijas...

Se oýo la voz de uno de los soldados procedente de la biblioteca.

- ¿Me vas a llevar ante el ilusionista que nos ofrece este espectáculo? – murmuró – Te sigo amiguito, vamos a buscar al titiritero.

Nikolai se arratró hasta la biblioteca y ahi vio la cara aterrado de Pieter, uno de los soldados, el cual estaba recargando el arma.

- ¿Me vas a llevar ante el ilusionista que nos ofrece este espectáculo? – murmuró – Te sigo amiguito, vamos a buscar al titiritero.

Parecía hablar con alguien, pero en la biblioteca no había nadie mas