Partida Rol por web

Mungo se había quedado irremediablemente atrapado en el puente de telarañas que unía la torre con el muro, por mucho que intentaba librarse de las pegajosas hebras de viscoso hilo blanco no lo conseguía, al contrario, daba la sensación de cada vez estaba más atrapado. Droul corrió en su ayuda, pero tampoco logró liberar al mediano. Baldor, desorientado pero consciente del peligro que corrían, hizo caso de las indicaciones y bajó corriendo la escalera de la torre cruzándose con Kurdrim que volvía a subirla tras haber descendido por el muro. Entre tanto, Iwgar y Belak se preparaban para el inminente combate, el beórnida preparaba su lanza y el hombre del bosque tensaba su arco alertando a los demás de que le había parecido ver una araña trepando por la torre.

Efectivamente, ante ellos hizo su aparición una gorda y peluda araña con largas patas y el cuerpo del tamaño de un jabalí. Una miríada de ojos les observaban, se habían detenido en el mediano, que era quien había hecho vibrar las cuerdas y además estaba atrapado. La araña pareció relamerse, afilando sus colmillos con unos diminutos brazos que tenía junto a la boca, como si fuera consciente de la tensión y la angustia que el pobre Mungo estaba sufriendo en aquellos momentos. Era la única que había aparecido, pero todos supieron que pronto aparecerían más, tal vez decenas de ellas.

El cuerpo de la araña era gordo y grande como el de un jabalí, con decenas de ojos clavados en el enano y unas patas largas y afiladas como agujas. Pero Lain clavó su vista en los afilados y ponzoñosos colmillos de la criatura sabedor de que aquel era el verdadero peligro. El enano se interpuso entre ella y Belgo, quien asustado se encontraba todavía en el suelo abrazando con fuerza el medallón que colgaba de su cuello.

La araña se alzó sobre las patas traseras y trató de atrapar al enano con las patas delanteras, aunque Lain logró esquivar aquel intento y mantener a raya a la criatura. Aunque el enano sabía del peligro que podía traer consigo aquella bestia.

La velocidad con la que la araña atacó lo dejó algo sorprendido al cartógrafo, que hacía malabares para mantenerla a raya y a la vez tener cerca a Belgo. Pero ninguno de los ataques que lanzaba al aire con su arma lograban tocar siquiera a la criatura.

Si no hubiera sido por el grito de Belak, Droul no habría reparado en la monstruosa criatura que se preparaba para abalanzarse sobre él y Mungo. El enano, viendo que estaba siendo incapaz de servir de ayuda en lo que a cortar las hebras se refería, preparó su piqueta y se volteó para plantar cara al arácnido ser. Iwgar tenía razón: debían de salir de allí cuanto antes.

—Señor Bolguer, ahora nos vendría bien una artimaña de las suyas para liberarle de esta trampa.

Con la hoja de su espada corta llena de pegajosos zarcillos de telaraña, el pie atascado y el arco todavía a su espalda, la situación no pintaba demasiado bien para el pobre hobbit —ni para el resto de sus compañeros, si nos ponemos quisquillosos—.

Haciendo todo lo posible para enfundar de nuevo su espada, Mungo trató de mantener la cabeza fría y pensar un buen plan para que todos saliesen airosos de semejante entuerto.

Vamos, Bolger, piensa. ¿Qué habría hecho Bilbo?.

No había duda alguna para Iwgar de que Mungo estaba en serios problemas, atrapado en la tela de araña y sin posibilidad de librarse por el momento. Pese a que Droul acudía en su rescate, la situación distaba muchísimo de ser favorable, con una enorme araña irrumpiendo en lo alto del torreón, consulta sus numerosos ojos enfocados en el pequeño Hobbit, y preparándose para convertirlo en su cena. El beórnida supo que debía intervenir si querían mantener vivo al mediano de la Comarca, por lo que tomando la lanza a modo de jabalina, apuntó y realizó un lanzamiento con todas sus fuerzas tratando de impactar en el peludo cuerpo de la hija de Ungoliath. ¿A caso había impactado o había pasado a escasos centímetros por encima, fallando en un momento tan crítico?

- ¡Groooooaaaaaaaaarghhhh! - rugió con fuerza el beórnida casi fuera de si, manifestando más vello en su cuerpo y aumentando en tamaño sus colmillos, casi a punto de transformarse como Béorn el Cambiaformas. ¡Maldito engendro! ¡Ven a mí y deja al señor Bolguer! ¡A MÍ!

Belak apuntó la flecha cargada en el arco hacia la araña que parecía a punto de saltar sobre Mungo y disparó la flecha, provocando que el arco chasqueara con fuerza y el proyectil saliera disparado hacia el gigantesco insecto.

-¡Toma eso! - Exclamó con emoción al ver que la flecha iba bien dirigida hacia su objetivo.

La araña se plantó sobre la torre y fue caminando lentamente hacía Mungo y Droul, con los ojos clavados en el mediano con un apetito feroz. Sus huesudas y alargadas patas se flexionaron y se movieron lentamente dando un paso hacia la pareja. La araña era consciente de la presencia de la piqueta del enano y tensó las patas. También sintió como el otro enano subía las escaleras de la torre a toda prisa para volver con sus compañeros y ayudar a Droul a defender al mediano que seguía atrapado en la telaraña. Una lanza pasó sobre su cabeza y la araña se agachó instintivamente y mostró sus colmillos enfadada, en el momento preciso en el que la flecha de Belak, que no había visto venir, se clavó en su costado. Fue un golpe directo y preciso, pero la araña parecía tener suficiente aguante para soportar que se ensartaran en su cuerpo varias flechas más.

Mungo intentaba liberarse desesperadamente de la telaraña, pero las prisas terminaron por hacer que, más que desenredarse, estuviera consiguiendo el propósito contrario. Cuando cortaba una de las hebras pegajosas que formaban aquel puente creado por las arañas, su pie ya se había enredado en otras tres hebras, y no parecía lograr dar una a derechas para librarse de aquel entuerto. La situación le llevó a pedirse calma a sí mismo, y se preguntó que haría Bilbo en una situación como aquella. Creía haber escuchado en los relatos del de Bolsón Cerrado que ya se las había visto en alguna situación como aquella. Y si mal no recordaba, Bilbo logró cortar con facilidad las telas de las arañas para liberar a sus compañeros enanos. Aunque lo que bien sabía Mungo es que el ataque de las arañas no se iba a limitar a una sola, sino que pronto aparecerían más. También sabía que aquellos seres tenían costumbre de enredar a sus victimas con sus telas, tal y como habían hecho con Baldor, por lo que debería estar atento de empeorar su situación.

Lain y la araña cruzaron varios golpes sin lograr acertarse el uno al otro. El enano luchaba intentando proteger a Belgo y no proporcionarle a la araña un acceso libre hacía el pequeño. Por ello, sus golpes no fueron todo lo precisos que el cartógrafo hubiera deseado. Pero la araña volvió a por él en un segundo intento, flexionando las patas y colocándose hacía uno de los flancos del enano, lanzó sus afiladas patas para desequilibrar a Lain pero este logró detener el golpe con su piqueta y desviarlo.

El ruidoso hombre de los bosques había tenido éxito con su ataque, lastimando a la araña lo suficiente como para que Droul se sintiera confiado en su ataque. Pero el enano nunca había enfrentado a criaturas de ese tipo y falló su ataque, que dio de refilón en el grueso abdomen y el arma resbaló, golpeando el suelo de piedra con un repiqueteo metálico.

—¡Señor Bolguer, si va a salir de ahí debe de ser ahora! —bramó, aunque sabía que la presión no le estaba haciendo bien al mediano—. Kurdrim, ¡aprovecha y busca su flanco!

La quitinosa criatura estaba centrada en Mungo, a quien parecía ver como un delicioso tentempié, con lo que mientras unos y otros la acosaban con sus ataques el enano no dudó en enarbolar su hacha para descargarla con furia sobre la criatura pero aquel ser era más ágil de lo que aparentaba su corpachón y eludió el golpe con soltura

Luego de desviar el ataque con su arma, Lain vuelve a agitarla con todas sus fuerzas para golpear a la criatura y alejarla de él y de Belgo.

Desde la distancia, Iwgar se sentía que poco podía hacer para ayudar a Mungo antes de que terminase devorado. Aunque no era un mal cazador, lanzando la lanza desde lejos, su punto fuerte siempre había sido en el cuerpo a cuerpo usando la hacha hendedora. No obstante, el probleba radicaba en que pelear en el torreón o sobre el puente, en un espacio reducido y recubierto de telarañas solo los colocaba en una clara desventaja.

Aunque el beórnida dudó si debía correr escaleras de piedra arriba para socorrerles, creyó más conveniente seguir tratando de impactar a la enorme y fétida araña con su otra lanza desde su posición para permitirles una huída, y en caso de ser perseguidos tras salir de la fortificación, entonces sí interponerse y atacar con fiereza a corta distancia.

- ¡Vamos! ¡Sacad a maese Bolguer de ahí y bajad del torreón! ¡En campo abierto será mucho más fácil combatir esas cosas! ¡Ahí arriba estamos en clara desventaja! . gritó el colosal hombre, tomando la segunda de sus lanzas y lanzándola con fuerza para impactar a la criatura peluda. - ¡¡¡Groarrrrgghhhh!!!

Y esta vez sí, el lanzamiento fue completamente certero y poderoso, impactando y atravesándo la coraza de quitina de la criatura, la cuál profirió un estridente y gutural chillido. 

Mungo siguió forcejeando, sin demasiado éxito y tratando de evitar lo máximo posible a aquella molesta criatura.

—¡Debéis apresuraros y rescatar a Baldor o no tardarán en venir más! ¡Como la cosa empeore, nos convertirán a todos en capullos de seda!

Mungo continuaba atrapado en la telaraña como una mosca que, a medida que trata de librarse de la pegajosa hebra, se va enredando todavía más en ella sin pretenderlo. Parecía como si se le hubiera enredado también la daga o el brazo y no pudiera maniobrar con la soltura necesaria para darle un tajo certero que le dejara libre. Los segundos pasaban agonizantes, y la araña, a pesar de la certera flecha que Belak le había ensartado en el tórax, clavaba los ojos en él relamiéndose ya al pensar en su sabor.

Pero antes tendría que superar a los dos enanos que se habían plantado con pies firmes en el techo de la torre, con las armas en alto y protegiendo el puente que aquellos gigantescos insectos habían tejido y que ahora tenía atrapado al señor Bolguer. Kurdrim blandió su hacha buscando profundizar la herida causada por Belak poco antes, pero falló en su ataque al lograr la araña esquivar el golpe al estirarse con sus patas. Droul intentó golpear por el otro flanco a la araña, pero de igual manera que su compañero también falló el golpe. La araña se agachó de pronto y encogió su abdomen en un flexible movimiento, lanzando una red que se enroscó alrededor del cuerpo de Kurdrim y en un abrir y cerrar de ojos lo dejó completamente atrapado.

La araña mostró su aguijón, dispuesta a claváserlo al enano para inocularle su veneno, cuando de pronto una lanza atravesó a la araña de un costado al otro. La araña cayó muerta con las patas hacía arriba contrayéndose hacía su propio cuerpo. Pero inmediatamente a continuación, aparecieron dos arañas más trepando por los viejos ladrillos de la fortaleza, sin opción a darles descanso.

La piqueta de Lain se clavó con fuerza en el costado de la araña, produciéndole una fea y terrible herida. La criatura soltó un terrible chillido y retrocedió un par de pasos antes de encogerse en una posición que reflejaba el dolor que debía estar sintiendo. Lain creyó que ya tenía el combate ganado en su favor, pero de pronto la araña lanzó su tela tejiéndose alrededor del cuerpo del enano y atrapándolo con ella.

La araña brincó con una velocidad endiablada y antes de que quisiera darse cuenta, Lain se encontró con el aguijón de la araña clavándose en su abdomen.

La situación se complicaba por momentos: como no estaban acostumbrados a esas criaturas, Kudrim y Droul no llegaban a acertar sus ataques, ¡y encima esa asquerosa bestia había enredado a su compañero! Justo cuando dudaba sobre qué hacer, un borrón ante sus ojos salpicó todo de sangre oscura. ¡Iwgar lo había abatido de un lanzazo! Pero no tenía tiempo para celebraciones: dos bestias más aparecieron, y empezaba a quedarse sin aliados.

—¡Es más fácil decirlo que hacerlo! —respondió al beórnida, corriendo hacia Kurdrim para ayudarlo. Era una decisión sensata: cuantos más brazos fuertes tuvieran para defenderse de las arañas, antes saldrían de allí—. Te prometo que como la recompensa de Baldor no valga la pena, voy a lanzarlo a un pozo de brea.

Aquel mal bicho que había aparecido había logrado enredar al enano y, con pese a poner en ello todo su empeño, no solo no logró quitarse aquella pegajosa telaraña sino que se enredó más, viendo como sus barbas se entrelazaban con las hebras al manotear

- Como lo vea beber agua de algún otro lado que no sea la cantimplora lo ahogaré- masculló mientras forcejeaba a modo de respuesta a su fiel compañero, quien pugnaba con las hebras para liberarlo

Iwgar sintió una enorme satisfacción al atravesar de parte a parte el abdomen de la araña, justo en el instante en que pretendía inocularle el veneno de su aguijón al mediano. Al menos aquello les ganaba un poco de tiempo, pero la situación se estaba complicando en demasía y no había visos de que fuesen a liberarle de la red de telaraña con prontitud. ¿A caso iban a morir y ser atrapados allí arriba? ¿Cómo podía ayudarles el beórnida si ya había lanzado sus dos lanzas?

No dudó. La opción que restaba era clara. Si ellos no podían descender, Iwgar subiría a ayudarles.

- ¡Ya voy para allá! ¡Aguantad y tratad de liberar al señor Bolguer! ¡¡GROOOAARRGGHHHHH!! - rugió como un oso el colosal hombre, el cual no tardó en internarse en el torreón, salvando los escalones de dos en dos a la carrera. ¡Belak! Sigue cubriéndoles desde tu posición y apunta al abdomen. ¡Es la parte más débil de su armazón o coraza quitinosa!

Poco más podía decir, dado que en esos instantes las palabras sobraban. En el cuerpo a cuerpo Iwgar demostraría cuales eran sus verdaderas aptitudes en combate. No iba a permitir que nadie de los que ahora consideraba sus compañeros terminase siendo la cena de aquellas sucias alimañas que la Sombra había ido alimentando en odio y rencor hasta en convertirse en lo que eran.