Partida Rol por web

Aunque corría por sus venas sangre de guerrero, Droul era más un enano de palabras que de aceros. Así que cuando toda la situación se solventó sin que nadie saliera herido — si no contaban el tronco de árbol que ahora yacía en el suelo —, habían capturado a un malnacido, cobrarían una jugosa recompensa por hacer una excursión hasta los huesos de Smaug, y además podría viajar hasta el Bosque Negro con un nutrido grupo de aventureros, no podía estar más satisfecho.

Así que aprovechando su buen humor, encabezó la marcha junto al humano, Baldor, piqueta al hombro. Le interesaba saber más de aquel hombre con el que compartiría noches junto a la hoguera y el polvo del camino —Y dime, Baldor. ¿Qué lleva a un hombre a atravesar el tan peligroso bosque? ¿Y cómo conseguiste un trato tan beneficioso de los elfos?

La conversación derivó en otros temas, por supuesto. Droul sabía cómo calar a la gente y sacar información cuando se sentían agusto.

Todo quedó zanjado finalmente y Kurdrim gruñó con satisfacción cuando Baldor accedió a ir en primer lugar a Esgaroth para entregar a aquel mentecato; el viaje debería ser relajado, de ahora en adelante, y el guerrero enano se colocó la larga hacha a la espalda para poder controlar a Jonar y, en caso necesario, darle un buen pescozón si acaso intentaba alguna tontería

Pese a todo, aun tuvo tiempo de unirse a la conversación del bueno de Droul colocándose a su vera, con Jonar sujeto a la cuerda, añadiendo su granito de arena al asunto... aunque con un tono mucho menos informal y más serio entrando en materia más adecuada a sus habilidades

-¿Cuánta gente sabía de tu viaje? Si estos memos han intentado robarte podríamos llegar a pensar que otros tienes esas mismas intenciones...

-Oh, vaya. - Dijo Baldor cuando Kurdrim le preguntó sobre cuanta gente podría conocer de su viaje. -Espero que no muchos leyeran el anuncio, al menos sólo estos tres rufianes respondieron. - Por las palabras de Baldor, el enano pudo entender que había colgado algún anuncio en una o varias posadas para ofrecer el trabajo de escoltas de la caravana, cosa que solía ser bastante común. Eso hacía pensar que cualquier podría saber sobre sobre la intención de Baldor de emprender aquel viaje, aunque según dijo después, en el anuncio no había ninguna pista sobre el trayecto a seguir. -De hecho ni siquiera ellos lo sabían todavía, mi plan era explicarselo algo más adelante, como haré luego con vosotros.

Baldor también escuchó las preguntas que Droul le dirigía sobre su trato con los elfos y la razón de su viaje para cruzar el Bosque. Baldor les explicó que había sido un rico mercader de la ciudad de Lago, hasta la calamidad que llegó cinco años atrás.

-Por fortuna cuento con grandes amigos en el Reino del Bosque. Antes de la llegada del Dragón me iba francamente bien. - Miró con cierto pesar como su hijo dirigía los ponis para volver a la ciudad y suspiró lamentando no poder ofrecerle a Belgo todo lo que, como padre, le gustaría dar. -Cuando el Dragón cayó sobre la ciudad todo se fue al garete. No sólo mi fortuna quedó destruida, también perdí a mi mujer, Halla, quien falleció abrasada por las llamas. Por fortuna pude rescatar a Belgo... aunque no pude encontrarla a ella. -Dijo con gran pesar en su rostro.

-En fin, el caso es que mientras otros han podido recuperarse tras la Batalla de los Cinco Ejércitos, mi suerte no ha sido tan buena. Me trasladé a Valle, pero aún tengo que reconstruir mi antigua fortuna. Confío en que este viaje sea un buen primer paso... A pesar de que no haya empezado nada bien.

Lain escuchaba atentamente el desgraciado pasado reciente que el padre y el hijo sufrieron por el ataque del dragón Smaug. Pudo notar la cara de tristeza del muchacho cuando Baldor hablaba de su madre.

-A de haber sido difícil sobrellevar todos esos infortunios, sobre todo para un niño, ¿no es cierto, Belgo?-intentó hablarle al chico, pero haciendolo con poco tacto.

Belgo, subido en la carreta desde la que dirigía a los poneys, se quedó mirando extrañado al enano que se dirigía a él con formas y modales que asustaron un poco al pequeño. Aunque la intención de Lain había sido buena, sus palabras sonaron más toscas de lo que pretendía.

-Bu... bueno, fue duro. - Dijo el muchacho, aunque evitó mirar a Lain directamente, como si el aspecto rudo del enano le asustara. -Afortunadamente ahora estabais cerca.

No alcanzaba a entender del todo cómo era posible que Baldor tuviera amigos entre los orejas picudas del Bosque Negro, pero cosas más raras se habían visto. Eso explicaba las facilidades para transitar ese lugar.

La historia de su mujer, por otro lado, le entristeció. ¿Y a quién no? Aunque fuera un enano duro como una roca, Droul echaba en falta tener a alguien con quien compartir sus días. Alguien que le recibiera después de un largo viaje, le diera todo el amor que necesitara para recuperarse rápidamente y cuidara sus heridas. Baldor había encontrado a alguien así, no sólo una compañera, sino una madre que le dio a un valiente muchacho. Y ese monstruo se lo había arrebatado todo, al igual que a muchos otros.

—Sigue trabajando duro —dijo, palmeando su brazo. No cabía duda de que no había cejado en su empeño en recuperar su suerte —Al menos, en este viaje, estarás bien acompañado.

Regresaron a la ciudad de Lago para entregar al caradura y bandido individuo que llevaban maniatado a la guardia de Esgaroth, y también para cobrar la recompensa que les habían prometido por solucionar la disputa en relación a las joyas de la coraza del dragón. Entregaron al cautivo a la pareja de guardias que custodiaban la larga pasarela que daba acceso a la ciudad de Lago desde la orilla. Jonar era un viejo conocido para los guardias de cuando gozaba del privilegio del antiguo Gobernador y se aprovechaba de su posición para sacar beneficio a costa de los ciudadanos más humildes. También tomaron buena nota de los otros dos rufianes que habían logrado escapar y prometieron que una partida iría tras ellos para apresarlos.

Otra cosa fue el tema de la posada, el resultado que ellos traían para ese tonto entuerto no fue suficiente para los dos cabezotas parroquianos que seguían empeñados cada uno en su versión. Desde luego, la pequeña excursión del grupo no había logrado resolver la cuestión. Si bien les invitaron a la comida y las cervezas que quisieran tomar, la recompensa no fue tan cuantiosa como prometían, y la discusión entre ambos continuó largo y tendido, refiriéndose ahora a que si bien la coraza de Smaug podría estar cubierta de diferentes joyas, los diamantes o los rubíes eran los que predominaban según cual de los dos tomara la palabra.

Baldor apenas hizo caso de la discusión que tenían aquellos dos, y se tomó asiento en una amplia mesa donde podía caber todo el grupo, extendiendo un viejo mapa del bosque Negro sobre ella e invitándolos a olvidarse del asunto de las joyas y centrarse en el tema que les ocupaba. Belgo tomó asiento junto a su padre, balanceando los pies en la silla desde la que apenas podía alcanzar el suelo. Durante el breve camino de vuelta a la ciudad pudieron notar que aquél era un buen chico, el orgullo y alegría de su padre.

Baldor ya había planificado el viaje, como era obvio, aunque aceptaría sugerencias de compañeros más avezados en los caminos. Su plan llevaba a reunirse con sus amigos elfos en el lindero del bosque Negro, para que éstos acompañaran al grupo río arriba haciendo uso de sus almadías. Más allá de los salones del rey Elfo, la compañía seguiría el sendero elfo en sentido occidental hasta la Puerta del Bosque. Además, les aseguró, que contaba con una buena cantidad de suministros de viaje para la compañía. El primer tramo del camino, hasta el punto de encuentro con los elfos, les llevaría por la orilla del río del Bosque, siguiendo una senda bastante transitada que circulaba paralela a las aguas.

No obtuvieron recompensa — tampoco le sorprendió, eran demasiado y la propuesta era demasiado jugosa — pero habían conocido a Baldor, por no hablar que había podido ver de primera mano los tenebrosos restos de Smaug. Seguía teniendo el mismo dinero en su bolsa y a cambio había conseguido una oferta real de trabajo, ¡y viajaría al Bosque Negro! Estaba claro que había sido una intervención del destino para que el enano pudiera completar sus objetivos.

Dejó que sus compañeros entregaran a ese malnacido a la autoridades y acompañó al humano a la taberna donde pudo examinar el mapa. Si era sincero consigo mismo, no tenía muy clara esa zona del territorio, así que dio por bueno el planteamiento de Baldor. El río les facilitaría el acceso a agua limpia y comida si lo necesitaban.

— ¿Cuántas jornadas nos tomará llegar a la entrada del bosque?

-Puede que un par de días o tres hasta el punto donde los elfos nos recogerán. Luego puede que un día más. Los elfos se manejan en el río con gran velocidad incluso a contra corriente. - Explicó el mercader.

Kurdrim asintió ante las palabras del mercader, satisfecho de que al menos en aquello hubiera sido precavido; no tener que preocuparse de nuevos altercados con vividores era una buena noticia

- Sea como fuere sería bueno mantener un mínimo de alerta al respecto. Una carreta cargada de mercancía es siempre una jugosa tentación para los menos escrupulosos - dijo con su habitual tono quejumbroso - Esperemos que la presencia de varios escoltas haga desistir a los que osen planteárselo

El camino hasta la ciudad fue apacible, y aburrido, logrando entregar al criminal a los guardias junto a una descripción de los dos que habían huido para salvar el pellejo

- Ponedlo a buen recaudo y que conste que estaba dispuesto a acabar con la vida de este buen hombre para robarle... incluso intento sobornarnos para hacer la vista gorda por ello- explicó indignado, dando casi mayor relevancia a esto último que al asalto a Baldor propiamente dicho

Tras ello, ya de nuevo en la posada, la gran recompensa se tradujo en comida y bebida a expensas de los dos botarates que habían organizado todo aquello, haciendo que Kurdrim perdiera levemente los estribos regalándoles un poco de su cordialidad enana

- !Par de merluzos de cabeza hueca! De no tener un contrato apalabrado os llevaría a rastras y os lanzaría al fondo del lago donde reposan los restos de Smaug atados a una piedra para que pudierais contar vosotros mismos los rubíes y los diamantes - espetó enojado por la burda pantomima de aventura - Espero que seáis generosos y paguéis las rondas que consumamos por tamaño engaño en vuestra promesa o seré yo quien cumpla su amenaza

Tras lo cual, mas sereno al haber descargado su furia sobre los dos memos, se reencontró con el grupo que ya ojeaba un mapa sobre la ruta a seguir. Kurdrim se mesó la barba y observó el recorrido, resiguiendo visualmente la ruta trazada intentando imaginar los posibles contratiempos que en ella podría encontrar...

- No me entusiasma la idea de juntarme con esos abraza-árboles. Menos aun hacerlo sobre una de sus enclenques barquichuelas... pero si es lo más rápido, sea.- farfulló entre gruñidos de desagrado, alzando la jarra que ya se había agenciado hasta dejarla casi vacía.

(Al menos podría pasaré este mal trago con cerveza, pensó sorbiendo nuevamente el dorado líquido espumoso)

No había sido correcto haberle hecho ese comentario al pequeño, a veces la rudeza de los enanos es demasiada áspera para algunos, y aunque no le importara herir sensibilidades ajenas, la de un jovenzuelo era otra cosa, y más sabiendo ahora todo lo que había sufrido.

Ya en posada y con el resto de compañeros escuchando a Baldor, y de fondo la misma discusión de los diamantes y rubíes, Lain podía ver el mapa que el hombre había dejado en la mesa y contaba como sería el recorrido a través del bosque. Lo primero que les indicaba era ir hasta los territorios de los elfos, parecía que allí tenía amigos elfos y les ayudarían en el viaje, al cartógrafo no le agradaba mucho la idea de acudir a un pueblo que ha sido receloso del suyo pero no lo expresaba de la misma manera que Kurdrim.

-Si pueden ayudar en esta tarea será bienvenida su ayuda, pero si tienes amistad allí ¿por qué no te acompañan a lo largo del bosque?- dijo intentando no mostrar su desconfianza propia de su raza a los elfos, pero no lográndolo.

Después de regresar a Esgaroth y entregar al maleante a las autoridades locales, el grupo había regresado a la posada para ultimar los detalles de la travesía que emprenderían al día siguiente. Aunque no era un entendido analizando los mapas, al menos quiso informarse de cuál sería el camino que tomarían, y de las provisiones que el grupo llevaría consigo. Se notaba que no era la primera vez que realizaba aquella ruta el mercader, y en principio no puso ninguna objeción, limitándose a asentir. 

Observó a Mungo y al pequeño Belgo, comprobando que aunque uno fuese un mediano con años y experiencia a sus hombros, y el otro simplemente un niño que había visto unas pocas primaveras, su altura y constitución no diferían en demasía. La mano del beórnida perfectamente aplastaría sus cráneos si se lo propusiese, y puede que solo su brazo fuese de mayor tamaño que los cuatros brazos que sumaban aquel par. Aquello divertía a Iwgar internamente, aunque no hizo ningún comentario al respecto que pudiera resultar ofensivo. De hecho, sacó de su mochila un tarro de miel, y tras pedirle al posadero pan recién hecho y un poco de queso, les sirvió unas buenas porciones a cada uno.

- Está miel es la mejor que podréis encontrar en toda esta zona, créedme. Os insto a probarla y deleitaros, dado que os proporcionará energía más que suficiente para afrontar lo que esté por venir... - comentó con una sonrisa, mostrándose amable pese a su apariencia ruda y fiera que le caracterizaba. No queriendo ser descortés con el resto de enanos y hombres que formaban parte del nuevo grupo, también les ofreció asiento y degustar su miel, aunque en el caso de los enanos, de creyó que agradecerían más la rica hidromiel casera, por lo que decidió abrir un barrilete. Mañana iniciará nuestro viaje y seremos compañeros. Sellemos esta unión como grupo bebiendo y comiendo ¡A vuestra salud! - y tomando una jarra, bebió sin delicadeza alguna, haciendo chorrear parte del preciado elixir por su desaliñada barba, y dando un sonoro erupto tras terminar el trago. Así sí, así si...

La riña que les dio Kurdrim a aquel par, que no dejaba de discutir sobre los rubíes o diamantes de la coraza del gusano le provocó una sonora carcajada, aunque al captar la atención de aquel par de energúmenos, les dedicó una dura mirada un tanto intimidante. Esperaba que entendiesen que ya estaba bien por aquel día, más después de que no les hubiesen pagado por sus servicios.  Iwgar era Iwgar, todo en el era tosco y fiero, pero indiscutiblemente era un beórnida de noble corazón.

De aventurero a justiciero. Belak no hacía más que ascender desde que se decidió a poner un pie fuera de su casa. Con el orgullo por las nubes, recorrió el camino de vuelta a Ciudad del Lago con el resto de sus compañeros de viaje. Allí entregaron al desgraciado que atentó contra Baldor y dieron aviso de sus dos compinches. Resultó gratificante ver cómo las autoridades se hacían responsables de la seguridad de una manera entregada y eficiente. 

El siguiente paso sería cobrar su merecida recompensa. O eso es lo que le hubiese gustado al joven Hombre del Bosque, ya que resulta que el testimonio del variopinto grupo no les sirvió para zanjar la discusión. -¿Y para qué demonios nos envíais entonces?- Respondió enfadado. Hubiese seguido de no ser porque Kurdrim desató el legendario mal humor de los enanos sobre esos dos cantamañanas consiguiendo bebida y comida gratis al menos. Belak se aseguró de cobrar bien su parte. Al menos pudieron planear cómodamente el viaje, aunque Baldor ya lo tenía todo bastante bien atado. -¡¿Elfos?!- No pudo evitar exclamar. Los Hombres del Bosque y los elfos del Bosque Negro son, por decirlo de alguna manera, vecinos. Pero, aunque los términos siempre han sido cordiales, esta inmortal raza se ha mantenido siempre oculta y rara vez se podía escuchar de alguien que se haya cruzado con alguno. -¿Cómo es que los elfos te ayudan en tu viaje?- No pudo evitar sacar a relucir su curiosidad. Hasta donde Belak sabía, los elfos del bosque dedican a proteger su reino y a luchar contra la Sombra. Baldor debía ser alguien importante para ellos si le prestaban esa clase de ayuda en su travesía.

—Ya lo ha explicado —replicó Droul, molesto por lo ruidoso que era Belak. No le permitía memorizar el camino por si se separaban o perdían el mapa —Cuando su negocio iba bien, hizo amigos entre los elfos gracias a sus productos. Presta más atención.

El enano no miraba al hombre del bosque mientras hablaba, ambas manos apoyadas sobre la mesa y el ceño fruncido mientras revisaba los dibujos que marcaban ríos, senderos y bosques. Es un buen mapa. Tengo que poner el mío al día.

Distraídamente bebió un sorbo de la hidromiel de Iwgar. Esas bebidas eran demasiado dulces para su paladar — disfrutaba más de los sabores amargos, como el de la cerveza negra — pero tuvo que reconocer que raspaba bien en la garganta. Silenciosamente, le dedicó un gesto al beórnida con la jarra para reconocer que le había gustado.

Miró de reojo a Droul, con cierto recelo, pero enseguida una sonrisa se dibujó en su rostro. -Siendo estrictos, no ha dicho eso exactamente.- Hizo una pausa dramática. -¡Estás leyendo entre líneas, compañero!- Le reprochó sin poder evitar soltar una carcajada. Seguramente el motivo de la amistad de los elfos con Baldor fuese por ahí, pero Belak quería escuchar toda la historia. -Ya que no hemos podido cobrar la recompensa por haber ido hasta el Lago esperaba escuchar alguna historia interesante sobre elfos. ¡No me estropees el momento!- Belak le dio una palmada amistosa en la espalda a Droul sin poder evitar soltar una risotada. Sin duda han sido muchas experiencias en poco tiempo.  

-Quien haya tratado con elfos sabe que normalmente se dedican a sus propios asuntos, de los que raramente dan explicaciones. Bastante afortunado me siento de que hayan accedido a recogernos en sus almadías y dejarnos cruzar su territorio. - Contestó a la pregunta de Lain, que los elfos se hubieran comprometido a hacerle aquel favor ya era para agradecerlo, aunque bien era cierto que hubiera resuelto el viaje fácilmente si se hubiesen comprometido a más como apuntaba el enano. 

Baldor no sabía de que iba todo el asunto de los rubíes y los diamantes, pero cuando vio cómo se enfado Kurdrim con aquel par de tipos prefirió no preguntar nada y esperar que la cerveza gratuita calmara los ánimos. Habiéndose visto servido con una jarra de la hidromiel de Iwgar también para él, le dio un buen trago y agradeció al beórnida que tuvieran el detalle de compartir su rico néctar con él.

-En efecto, -dijo cuando Belak y Droul tuvieron una pequeña discusión sobre el origen de la ayuda de los elfos. Al parecer aquel tema levantaba bastante interés. -Los elfos solían lanzar barriles vacíos río abajo para que los llenáramos de productos aquí, en Esgaroth. Tuve la suerte de hacer muchos negocios con ellos, y me fue bien durante todo ese tiempo, incluso trabé amistad con algunos de ellos.

Mientras su padre explicaba la ruta a los demás y estos estudiaban el mapa que Baldor había desplegado sobre la mesa, Belgo disfrutó de la rica miel que Iwgar había tenido la generosidad de compartir con él. Belgo engulló el pan con la miel y se relamió de lo rica que estaba.

-¡Qué buena! - Exclamó el muchacho con las manos pringosas y los labios pegajosos por la miel. -Es dulce pero... pero tiene un sabor como a... romero. ¿Cómo la habéis hecho, señor? - Le preguntó inocentemente, como si desconociera muy bien el proceso de fabricación de la miel.

Entre cerveza y cerveza, mientras observaban el mapa y el resto opinaba al respecto Iwgar tuvo a bien compartir un barrilete de hidromiel con el grupo haciendo que Kurdrim enarcara una ceja primera y, tras paladear un pequeño sorbo, alzar ambas y beber con gusto aquel néctar tan gustoso. Si bien era cierto que prefería la cerveza aquel jugo de abejas fermentado le producía un cosquilleo en el paladar harto agradable

- ¡Un buen mejunge éste que preparáis los tuyos!- elogió el enano antes de alzar nuevamente la jarra, dando un buen trago - Lástima no seáis taberneros pues esto podría reportar unos buenos beneficios

Iwgar sonrió al ver como el pequeño Belgo disfrutaba de su miel y se interesaba por el proceso de elaboración. No todos estaban familiarizados con el arte de la apicultura, y entendía que para un mozalbete de tan corta edad, muy pocas habrías sido las veces que habría podido deleitarse de un manjar así, si no era la primera vez que lo probaba.

- En efecto, mi buen Belgo, se trata de miel de romero la que estás ahora mismo degustando... Tienes un fino paladar... - le comentó con el tono de voz más amigable que pudo emplear, aunque su voz siempre sonaba un tanto ruda y grave. Al venir a estas tierras hace unos meses, traje conmigo un enorme panal con abejas, y desde hace unas semanas, con la llegada de la primavera y las primeras flores, han empezado a polinizar la zona y a recolectar el dulce néctar que contienen, elaborando este delicioso manjar. En la humilde choza en la que resido, hay muchos arbustos de romero, los cuales han sido sus preferidos... - comentó divertido, usando mucho los gestos y mímica para hacerle entender el tamaño de las abejas, casi tan grandes como sus puños, y del enorme panal que trajo consigo, y que éstas fueron ampliando los últimos días. Para cuando regrese, seguramente el panal esté nuevamente repleto de rica miel, y si han florecido más flores, el sabor será muy variado y rico. Puede que te permita venir y probarla, si eso te agrada...

Las conversaciones se sucedieron, e Iwgar se alegró de que todos disfrutasen de su rica miel e hidromiel caseras. Con la harina, frutas deshidratadas y otros elementos que había intercambiado con el posadero horas antes, esperaba confeccionar nutritivas y deliciosas lembas de crema para el camino. No sabía cuántas jornadas duraría el viaje, pero Iwgar siempre era previsor.