Partida Rol por web

Noches venecianas

Prologo: Una capilla de Jaffa

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29/01/2019, 21:36
Narrador

Arrastrándote cómo pudiste, Dalmar encontró una capilla de la santa ciudad de Jaffa y se internó en una de las criptas. Entonces, cuando un vampiro deja de beber sangre, está demasiado herido y se limita a reposar en la tierra, pronto queda demasiado débil para resucitarse a sí mismo, y entra en un estado de sopor.

En ese estado, el vampiro absorbe las voces lentamente, envueltas en sus propias imágenes mentales, como les sucede a los mortales cuando sueñan. Sin embargo, en algún momento de los últimos años Dalmar empezó a “reconocer” lo que estaba oyendo, a seguir las conversaciones de los viandantes, a escuchar los sermones del sacerdote en cripta, y los rezos de los fieles.

Y, muy lentamente, empezó a entender el calibre de los cambios que había experimentado el mundo. Comencé a prestar atención a ciertos tipos concretos de información sobre una nueva cruzada, un nuevo intento de recuperar tierra santa. El Papa Inocencio III lleva tres años incitando a la cristiandad a emprender una nueva cruzada para recuperar Jerusalén, pero el nuevo ejército cruzado continúa retrasando su salida.

A continuación, Dalmar comenzó a despertar en un estado de vigilia. Dándose cuenta  de que ya no estaba soñando. Estaba pensando en lo que oía. Estaba perfectamente despierto. Te hallabas encerrado dentro de un sarcófago de piedra y sediento de sangre viva. Meditaste sobre que tal vez estaban ya curadas todas las viejas heridas que habías recibido. Quizá habían vuelto las fuerzas. Quizás incluso habían aumentado, como sin duda habría sucedido, con el paso del tiempo, de no haber sido herido.

Comenzó a obsesionarse la idea de beber sangre humana, pero estaba demasiado débil para moverte. Demasiado débil para conseguir la sangre que necesitaba para moverse.

Entonces….

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29/01/2019, 21:36
Narrador

Hacía meses que corrías por esas mismas calles con el hombro herido por las calles, sintiendo como el corazón se saldría en cualquier momento de mi pecho. Famélica y cansada. Pidiendo al Todopoderoso que te permitiera vivir un día más. La luz de una capilla fue la señal que esperaba. Esta noche también fue una señal.

Igual que aquel día, el Señor había dejado una puerta más abierta de aquel lúgubre lugar donde la oscuridad parecía eterna. La luz se filtraba por alguna de las pequeñas aspillera como esa noche, pero esta noche no aquel hombre. Aquel hombre que fue tu sire. El hermano Bernardus te concedió el don oscuro y durante unos meses te enseño todo lo que se suponía que debías saber. Pero el hermano Bernardus era voluble y muy pronto dejaste de tener interés para él, volviendo los ojos de nuevo a sus animales y regresando a Jerusalén.

Ahora sola y sin ningún propósito. Un sueño acudía recurrentemente todas las noches. En él contemplabas de nuevo la capilla, la capilla donde meses atrás el hermano Bernardus te había concedido el don oscuro.  En el sueño descendías las escaleras de la cripta para abrir una tumba sellada y encontrar en ella la luz.

Finalmente te habías decidido ir a buscar dicha tumba, y ahora te encontrabas frente a ella. Con facilidad separaste la losa de mármol que la sellaba y entonces…

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29/01/2019, 21:36
Narrador

El cuerpo del caballero Dalmar se encontraba postrado en el fondo del sepulcro, quien lo había depositado ahí no se había preocupado en limpiarlo. Reposaba con la misma armadura con la que había peleado y en ella, aun se notaban los golpes recibidos y los restos de sangre. Pero a pesar de los años, el cuerpo del caballero continuaba incorrupto, su piel continuaba tersa como el mármol blanco y sus ojos se movían inquietos.

Fuer del sarcófago, Leonardo permanecía de pie. La lapida había resbalado hasta el suelo, cayendo con un fuerte estruendo.

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30/01/2019, 18:43
Leonardo de Udine

Tras la marcha de mi Sire, me sentí enloquecer un poco más. No me sentía segura y a salvo de nada ni de nadie y me aferré con fuerza a mi personalidad más masculina y viril, para moverme en aquella decadente ciudad, sin tener que sufrir humillaciones, simplemente por ser mujer. Leandra, o Andra, como la gustaba que la llamasen, esta conforme con aquel pacto secreto en el cual ella y yo, Leonardo de Udine, trataríamos de mantener nuestras identidades a salvo, respetándonos en cada momento. Algo bastante complicado para los dos, puesto que nuestras personalidades eran completamente dispares.

Pero Andra se había quedado en segundo plano, dejándome a mí llevar la voz cantante en aquellas noches en Jaffa. A veces la oía rezar y me unía a ella. En otras me quedaba yo solo en aquellos rezos, rogando al Señor por encontrar nuestro camino perdido. Entonces comenzaron aquellos sueños. Sueños que se repetían sin cesar. Unas veces era Andra quien me guiaba y otras era yo quien guiaba a Andra a la capilla donde ambos renacimos como individuos un tiempo atrás.

Allí, descendíamos las escaleras de piedra, entrando en las criptas donde los restos de los monjes y algunos señores, descansaban en paz. Y siempre ocurría lo mismo, uno de los dos señalaba al otro una de las tumbas. Una en concreto en cuyo lateral se veía con claridad la marca de los Cruzados. Ambos abríamos la tapa y... en aquel momento la oscuridad devoraba los últimos rayos del sol y despertaba.

Tras varias noches de soledad, decidí buscar aquella tumba. - ¿Qué podemos perder más que algo de tiempo? - Me decía Andra, mientras caminaba en silencio hacia el lugar que nos vio nacer.

La capilla estaba abierta, casi como si nos estuvieran esperando. Nuestro Sire, el hermano Bernardus, nos había enseñado hacía tiempo a acceder a la cripta y eso hicimos. Mis pasos eran firmes y seguros. Conocía bien aquel lugar. Allí mismo fue donde este cuerpo murió. Aquellas frías paredes fueron testigos de los gritos desgarradores de dolor, mientras que la muerte se aseguraba de arrancarme toda la vida de mi carne. Aquel suelo que pisaba ahora, se empapó de aquellos fluidos corporales que ya no necesitaría en este nuevo estado de no-muerte. Pero lo peor quizás se lo llevó mi cabeza.

Todo el saber, sin excepción alguna, fue a parar a ella. Durante unos instantes supe los nombres de todos los habitantes de este mundo, tanto de los vivos como de los que ya no están entre nosotros, sus hijos, nietos, así como sus ancestros. Supe quien era Dios realmente, al fin pude mirarle a los ojos. Fui consciente de la creación del mundo y de las estrellas. De lo que había más allá de ellas, de lo que ocultaban los mares y los océanos. Toda la sabiduría, todos los conocimientos, fueron míos en aquellos instantes y... mi mente se quebró. El alarido de dolor al romperse, retumbó por aquella cripta, de eso no me cabía duda alguna.

Mi mente, aquel conocimiento... todo se convirtió en un enorme puzzle de cientos de millones de piezas de diferentes tamaños. Me llevaría toda una vida lograr recomponer una milésima parte de todo aquello, si es que lograba hacer que algo encajase alguna vez. Pero ahí no terminó todo. Al despertar, descubrí que no estaba sola y que jamás volvería a estarlo.

Caminaba casi a oscuras, guiado por los recuerdos de aquel sueño y los recuerdos de mi cambio, viendo gracias a la tenue luz que entraba por la apertura de la escalera. Mi mano se deslizaba por cada uno de los sepulcros, buscando lo que mi vista no alcanzase a ver y entonces, la vi y la sentí. - La Cruz. - Murmuré al tiempo junto con Andra, que saltaba emocionada en algún lugar de mi cabeza.

Deslicé la tapa de aquella tumba, preguntándome que secretos ocultaría en su interior y llevándome la mayor de las sorpresas al lograr deslizar la tapa de mármol y descubrir a aquel cruzado en su interior. - Es guapo... y que hermosa barba. No como la tuya. - Me recriminó Andra, pero yo estaba demasiado sorprendido aún por encontrar a aquel vástago en estado de letargo. - ¿Por qué crees que nuestro Sire no nos habló de él? - Pregunté a la mujer mientras deslizaba mi mano por su armadura sucia y mellada, a la cual si la había pasado factura el tiempo.

- Despiértale. - Me ordenó Andra. - Es lo que debemos hacer, para eso hemos venido. - Tenía razón. Aquel sueño nos traía siempre aquí, una y otra vez. Pensé durante unos instantes salir en busca de alguien para que el cruzado se alimentase al despertar. Pero, a pesar de mi condición antinatural y de mis útiles dones, atraer a alguien hasta aquí me llevaría demasiado tiempo. - Supongo que tendrá que conformarse con un poco de mí y nos tocará cazar después. - Dije en voz alta, mientras buscaba aquella daga que en vida me había ayudado tantas veces.

Hice un corte en mi muñeca y la sangre comenzó a fluir, dejándola caer en los labios de quien, sin lugar a ninguna duda, despertaría siendo una bestia. Las preguntas se sucedieron en mi cabeza mientras que aquellas primeras gotas de sangre se deslizaron por sus labios y yo acercaba la herida a su boca. Sabía lo que vendría ahora. Me agarraría con fuerza y bebería, hasta que la Bestia se durmiese de nuevo y él lograse hacerse con el control.

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31/01/2019, 22:52
Dalmar

Jaffa, 10 de julio de 1191

A mi alrededor, el fuego de los incendios iluminaba Jaffa como el beso del amanecer. Habían pasado décadas desde que admiré por última vez un espectáculo semejante y desee detenerme a contemplarlo, pero no había tiempo.

El sonido quebrado de un solitario cuerno de caza se alzó por encima de los gritos de batalla y los gemidos de los moribundos, que sonaban por doquier. Alcé la vista y vi hondear la cruz en uno de los minaretes de la mezquita de la ciudad. Tras la victoria en la batalla de Arsuf, tres días atrás, las fuerzas del Corazón de León habían aplastado triunfalmente las últimas resistencias de la población infiel. La batalla estaba ganada pero yo estaba perdido. Así lo atestiguaba el reguero de sangre que iba dejando por el empedrado suelo.

La herida, una ponzoñosa cuchillada asestada en el costado por un asesino Assamita enviado para destruirme, se negaba a cicatrizar e iba tiñendo de escarlata mi tambaleante recorrido. En los últimos años no había conocido a nadie que pudiera medirse conmigo de igual a igual y soportar la fuerza de mi brazo, pero este adversario había resultado ser mucho más rápido y astuto que yo. Solo había necesitado emboscarme y huir al amparo de las sombras.

—¡Uriel! —rugí en la desesperación de aquella noche amarga, suplicando por la venida del arcángel que jamás se separaba de mi lado— ¡Uriel!

Estaba solo y seguí caminando. Un velo de sangre empañaba mi mirada. Resbalé y caí al suelo. Muchos no hubieran logrado levantarse cargando con el peso de mi armadura pero yo lo hice con una facilidad  no exenta de dolor. Un paso. Otro.

A mi mente acudieron las palabras de las Escrituras como un panegírico a mi persona o una inscripción lapidaria en mi propia tumba:

«Extendió la fama de su pueblo; como un gigante, se protegió con su coraza y se armó para la guerra. Dio batalla tras batalla, y con su espada defendió a su ejército. Por sus hazañas parecía un león que ruge tras la presa. Persiguió a los malvados hasta dar con ellos, y entregó a las llamas a los perturbadores de su pueblo. Ante él, los malvados se llenaron de terror, y los que hacían el mal fracasaron; en sus manos prosperó la causa de la libertad. Les amargó la vida a muchos reyes, pero alegró con sus hazañas al pueblo. Su nombre será recordado y bendecido eternamente.»

Sabía que por aquí cerca había una capilla. Solo tenía que lograr llegar hasta ella y acogerme a sagrado. Era una capilla relativamente nueva, erigida tras la Primera Cruzada. Yo mismo había ayudado a levantarla para mayor gloria de Dios casi cien años atrás. Aquellos días parecían tan lejanos...

Dos confiados sarracenos me salieron al paso. Habían perdido la ciudad pero tal vez imaginaban que podrían llevarse un botín de mis despojos. ¡Qué necios! Yahvéh confundió sus mentes para ver en mí lo que yo no era. Al primero le aplasté el cráneo contra la pared de una casa y lo reduje a astillas. Al otro lo levanté en vilo y le partí el espinazo. Necesitaba sustento desesperadamente para liberar a mi cuerpo del veneno que corroía mis entrañas pero yo no comulgo con la sangre de los infieles.

Llegué a la capilla y encontré la puerta cerrada a cal y canto. ¿Quién podría culpar a los monjes con la ciudad en guerra? Arranqué la hoja de madera de su goznes como el segador arranca las malas hierbas y me interné a tientas en su oscuro interior.

Solo el frío, el silencio y la muerte me aguardaban al final de los empinados peldaños que descendían hasta la cripta. Mis manos, ásperas y curtidas en la batalla hallaron lo que mis ojos no podían ver, varios sepulcros de piedra abiertos allí abajo. Escogí uno de ellos y, tendiéndome en él, yo mismo coloqué la pesada tapa sobre mi tembloroso cuerpo.

Pater, in manus tuas commendo spiritum meum —susurraron mis amoratados labios antes de que la inconsciencia se apoderara de mí.


Jaffa, año del Señor de 1201

Durante una eternidad incontable, los recuerdos se mezclaron con los sueños y los deseos con los miedos.

En mi noche sin fin, llegaban hasta mis oídos las plegarias que los fieles me dirigían, o tal vez las que mi alma prisionera alzaba al Altísimo en su inerte sopor.

De algún modo supe que, sin mí, las huestes de los príncipes europeos habían fracasado en su misión sacrosanta de reconquistar Hierosolyma. El Corazón de León se había vuelto cordero y, pactando con los infieles, había regresado a su isla. Ahora estaba muerto. De haber podido, hubiera llorado lágrimas de sangre por él. Por mí. Por la cristiandad.

Otras veces se me aparecía en mi delirio el arcángel Uriel portando en su diestra una espada como el carbón encendido y preguntaba ante mi tumba:

—¿A quién enviaré, para que libere esta tierra y se la devuelva al Señor de los Ejércitos?

Y yo le respondía:

—Heme aquí, envíame a mí. Sácame de esta noche negra y restituye la fuerza a mis brazos.

Mas él respondía:

—Me has escuchado, pero no entiendes. Aquí has de quedarte.

—¿Hasta cuándo, Señor? —le preguntaba yo.

—Hasta que las ciudades estén asoladas y sin morador y no haya hombre en las casas y la tierra esté hecha un desierto. Hasta que Yahvéh haya echado lejos a los hombres justos y multiplicado los lugares abandonados en medio de la tierra. Y si quedare aún en ella la décima parte, ésta volverá a ser destruida; pero como el roble y la encina, que al ser cortados aún queda el tronco, así será el tronco, la simiente santa.

—Hazme entonces saber mi fin —le imploraba desde mi frío sepulcro—. ¿Cuál es el propósito de mi cautiverio?

—Me has escuchado, pero no entiendes.

Y así, en la inmóvil soledad de mi pétrea prisión pasé los años sin distinguir lo cierto de lo falso; lo real de lo onírico. Hasta que el ángel del Señor volvió a mí para poner fin a mi aislamiento y derramar su cálida sangre en mis labios sin vida.

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01/02/2019, 00:28
Dalmar

Bebí. Me embriagué de aquel estanque carmesí tan conocido, tan nuevo, tan único. No era la sangre de Uriel, de eso estaba seguro, pero era la sangre de un serafín. Debía serlo, pues no era como la de los mortales que voluntariamente me habían ofrecido sus cuerpos para sustentarme.

Mis manos, estragadas por el paso del tiempo se cerraron como un cepo alrededor de su brazo. Tan delicado, tan frágil... supe que si no tenía cuidado lo quebraría como si fuera una ramita tierna de olivo. Quería más. Necesitaba más.

«Si alguno tiene sed —decían las palabras del evangelio—, que venga a mí y beba.»

Y aquello era lo que ansiaba hacer, pero supe que podría consumir a mi víctima hasta reducirla a un cascarón vacío y aún así seguiría sediento.

—Según el merecimiento de tu caridad te pago y no conforme a los deseos de mi corazón —le dije al desconocido en mi germánico natal, con una voz enronquecida que no reconocí como propia, obligándome a soltarlo—. ¿Quién eres? ¿Acaso un ángel que el Señor me envía?

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02/02/2019, 11:17
Leonardo de Udine

Dolor. Sus manos sobre mi brazo generaban dolor. Un dolor que solamente era aliviado por el placer que sentía al alimentar así a mi semejante. Sentía como mi vitae me abandonaba, pero no me importaba. Quería más, necesitaba más de aquel cruel placer... y entonces se detuvo. Retiré mi brazo al tiempo que sus manos me soltaban y cerré mi herida gracias al poder de mi vitae, mientras que aquel hombre, de voz ronca, me hablaba en una lengua que conocía bastante bien.

- Mi nombre es Leonardo de Udine. - Me presenté ante aquel misterioso vástago recién despertado de su letargo. Me incorporé lentamente. - Y no, mi señor, me temo que no soy ningún ángel. Soy otro cainita como vos, a quien el Señor ha puesto a prueba su fe. - Sonreí levemente al hombre. - Aunque debéis saber que si acertasteis en una cosa. Es el Todopoderoso quien me ha guiado hasta vos.

Le tendí la mano para ayudarle a levantarte y salir de aquel ataud, mientras que Andra le observaba inquieta. Era difícil saber lo que aquella mujer tenía en mente y esta era una de aquellas ocasiones. - Más no me ha indicado nada sobre misión alguna. Pero debéis estar sediento, tal como me encuentro yo ahora mismo. - Y su aspecto. No puede salir así a las calles de Jaffa. -  Me dijo Andra, atenta siempre a los detalles. - Más debemos ocultar que sois un cruzado. Estas tierras son ahora dominio de los infieles*. Llevo meses viviendo como una rata en sus calles, sin encontrar una salida de este maldito lugar, abandonado de la Gracia del Señor.

Notas de juego

* En 1196 el rey Enrique II de Champaña concede a la Orden Teutónica varias propiedades en Jaffa. Durante el mismo año, mientras acontecían los funerales del rey Enrique de Acre, el sultán ayubí de Damasco, Adel Malik, hermano de Saladino, reconquistó Jaffa masacrando 20 000 cruzados. No es recuperada hasta el año 1228

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02/02/2019, 15:47
Dalmar

En la reinante oscuridad apenas puedo apreciar los rasgos de mi salvador, ni reconozco el nombre de Udine a pesar de haber conocido a gentes innúmeras que venían de los lugares más remotos del mundo. Su acento es extraño, aunque su germánico es bueno y no me cabe duda de que el Cielo me lo envía desde tierras lejanas, pues en éstas no deben quedar ya hombres justos.

Su revelación de que Jaffa ha pasado a manos de los sarracenos me permite desentrañar al fin la profecía de Uriel y sirve para confirmarme que ésta se ha cumplido.

Lo que no entiendo es por qué me difama llamándome cainita, fratricida. Yo no combato contra mis hermanos en la fe, únicamente a los infieles que se han extendido por Tierra Santa como una plaga de langostas. Sin embargo, la sed es más acuciante que demandar explicaciones por tan inmerecido agravio.

—Yo no oculto lo que soy, ni comulgo con la sangre de los adoradores del Islam —replico serenamente a mi benefactor—. Si ya no quedan en Jaffa hombres temerosos de Dios, entonces habremos de buscarlos en Ascalón, Arsuf o en Cesarea. Debemos encontrar monturas y estaremos en cualquiera de esas ciudades en unas pocas horas.

»No temas, pues desde ahora no hallarás ante ti puerta cerrada que no se abra a tu paso. En mi lecho de muerte me dio el Señor una fuerza como la que le otorgó a Sansón y soy en la batalla como el león entre el rebaño, que dispersa a los corderos y deja tras de sí gran mortandad.

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03/02/2019, 21:23
Narrador

Escuchasteis unos pasos acelerados entrando en la capilla que había sobre vuestras cabezas. El techo y los muros eran gruesos e impedían el paso de los sonidos, pero las bóvedas ayudaban a que el poco sonido que entraba en la capilla se propagase por ella con total libertad.

¿Nos sigue? Pregunto un hombre en latín con la voz congestionada por el esfuerzo.

Creo que no. Contesto otra voz de hombre también en latín. El puerto ya no es seguro. ¿Cuál es esa información que traes?

¡El Papa! ¡Su santidad ha convocado una nueva cruzada! Contesto la primera voz aun sofocada por el esfuerzo pero alzado el tono. Los Cruzados han concertado reunirse en Venecia.

El esfuerzo de todos esto años no caerá en saco roto. La ciudad será reconquistada y Jerusalén volverá a estar en manos cristianas.

Entonces se hizo el silencio en la capilla. Los gonces de la puerta volvieron a chirriar y unos pasos lentos y calmados comenzaron a recorrer la capilla.

¡Es él! Grito la primera voz en una mezcla de germánico con latín presa del horror. La segunda voz permaneció en silencio.

Notas de juego

Ahora estáis en las criptas para contemplar la escena tenéis que subir las escaleras que dan a la capilla. Las escaleras de acceso a la cripta se encuentras en uno de laterales a mitad de  capilla.

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03/02/2019, 22:41
Dalmar

Durante mucho tiempo nadie había perturbado mi descanso pero esta noche, la capilla haberse convertido en un inesperado lugar de reunión. Las voces de los recién llegados suenan en mis oídos distorsionadas por el eco y me cuesta trabajo comprender la totalidad de lo que dicen. Nunca he sido formalmente instruido en latín pero soy capaz de entender en líneas generales el significado de la conversación que tiene lugar sobre nuestras cabezas.

Dos de mis hermanos en Cristo han venido hasta aquí, acogiéndose a sagrado, para conversar sobre asuntos que son de gran importancia y regocijo para los hombres de buena voluntad. Sin embargo, las huestes del maligno les han perseguido hasta este lugar sin profesar ningún respeto por la casa de Dios y, haciéndolo, han atraído sobre sí mi justa cólera.

—Scriptum est: Domus mea domus orationis vocabitur: vos autem fecistis illam speluncam latronum —murmuro, santiguándome, antes de desenvainar mi espada y me precipitarme escaleras arriba.

Todo en mi interior clama que la ira de Yahvéh descienda sobre aquellos que osan profanar Su santuario.

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05/02/2019, 12:56
Leonardo de Udine

Los pasos acelerados en la planta principal del edificio me hicieron guardar silencio. Y es que todo este tiempo había logrado sobrevivir comportándome como una rata, huyendo ante cualquier señal de peligro, ocultándome en las sombras para alimentarme y buscando refugio del sol en los lugares más recónditos de la ciudad. Nada de enfrentamientos directos. No era un hombre valiente ni versado en el arte de la guerra.

Pero a la contra, estaba aquel semejante recién despertado. A penas escuchamos la breve conversación de dos fieles, sofocados por la carrera, un tercer hombre pareció entrar en escena. El cruzado que me acompañaba no lo dudó ni un segundo, desenvainó su espada y corrió escaleras arriba, mientras que yo continuaba agazapado como la rata cobarde que era. - Vamos, sube. Nos perderemos la lucha. No seas tan cobarde! - Me increpó Andra, empujándome con fuerza y haciéndome subir lentamente, peldaño a peldaño, hacia la capilla.

Por mucho que me resisto, la voluntad de la mujer es más fuerte que la mía. A quien quería engañar, siempre lo había sido, y acabo en el piso superior, tras el cruzado, buscando nuevamente el amparo de las sombras para que estas me protejan.

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12/02/2019, 21:01
Narrador

Al llegar al final de las escaleras y ver la nave podéis contemplar una escena dantesca. Dos hombres hombres vestidos a la usanza árabe se encuentran decapitados en el suelo. Un tercer hombre de tez morena y fuerte musculatura se inclina sobre los restos decapitados, en su mano sujeta un gran alfanje que aun gotea sangre fresca.

Al oír los pasos y los gritos, el hombre moreno se incorpora rápidamente. ¡Deberías de estar muerto kafir! Grita en una mezcla de latín y árabe. El choque de espadas dura apenas unos segundos antes de que el hombre moreno se desvanezca en la nada y la iglesia quede de nuevo en silencio.

Notas de juego

Comenta si quieres hacer algo más antes de iniciar el viaje, o también, como planeas el viaje. También puedes seguir hablando entre vosotros. Lo que considereis más oportuno, tampoco os alargueis demasiado.

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12/02/2019, 21:02
Director

Notas de juego

En el hombre moreno reconoces a uno de los Assamitas que te acoso antes de caer en letargo.

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12/02/2019, 22:13
Dalmar

La visión de la sangre cristiana derramada me hace bramar, colérico, contra el asesino de mis hermanos. Sin embargo, mi irrupción en escena hace que el cobarde hijo de Haqim huya tan pronto como nuestros aceros se cruzan y experimenta la cólera de Dios fortaleciendo mi brazo.

Siento deseos de perseguir al rastrero adorador de demonios, pero el Maligno tiende sobre él su manto de sombras para ocultarlo de mi justa ira. Así pues, no me queda más remedio que resignarme y posponer mi venganza.

Envaino mi espada y me arrodillo en el suelo.

—Tenemos comunión los unos con los otros y la sangre de Jesús nos limpia de todo pecado —murmuro, ahuecando las manos para formar un cuenco con el que recoger la vida arrebatada a mis hermanos en la fe.

A continuación, bebo de ellos con devoción y doy gracias porque su holocausto sagrado agrada a Dios y me permite seguir sirviendo al Altísimo en nombre de los anónimos creyentes asesinados.

Fuera de los cuerpos, la sangre se enfría rápidamente y se corrompe. Todo se corrompe en la ciudad de Jaffa desde que los infieles se asentaron en ella.

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13/02/2019, 16:34
Leonardo de Udine

Lo que vi a continuación, hubiese dejado helada mi sangre de continuar con vida. Fue algo tan rápido y fugaz, que el ojo de un simple humano no hubiese podido percibirlo tal y como lo llegué a hacer yo. El afilado metal de las dos espadas, la del recién despertado y quien sin duda se trataba de un infiel, chocaron en medio de la capilla. Pequeñas chispas saltaron al golpear ambas hojas y entonces, el infiel se esfumó. En aquel momento escuché a Andra recriminarme el no haber aprendido más de nuestro Sire,puesto que él aseguraba que, con entrenamiento y paciencia, lograríamos ver incluso a aquel que, tal y como hacía yo, se ocultaba en las sombras.

Esperé unos instantes antes de salir de mi escondite, los justos al ver al cruzado ponerse de rodillas y beber de aquella manera la sangre de nuestros hermanos. Estaba claro que ambos éramos distintos. A mi me gustaba disfrutar de la sangre directamente de su fuente, fuese quien fuese el recipiente. Salvo niños, ni a Andra ni a mí nos atraían, al contrario, les veíamos tan frágiles e indefensos... Pero hombres... ¡Oh, Señor! Andra disfrutaba calentando su sangre hasta que no podían más y entonces era cuando bebía de ellos. Pero jamás, nunca... vimos a nadie beber así de un cuerpo.

Me asomé a la puerta, dejándole un rato de intimidad al cruzado. Alimentarnos era algo demasiado íntimo y personal como para irrumpirle. Además, sentía como mi estómago se intentaba revolver viendo los cuerpos decapitados, a la vez que mi sed aumentaba al ver la sangre desperdiciada por el suelo. En cualquier momento flaquearía y acabaría lamiendo el suelo cual un perro lame los restos de comida. 

La noche era cálida aún, aunque la temperatura no tardaría en descender, haciendo así que los más calurosos, lograsen conciliar el sueño. Volví a mirar al cruzado, que seguía alimentándose de aquella peculiar manera para luego salir al exterior y camuflarme en las sombras. Así él era muy vulnerable y la única manera que yo tenía de poder ayudarle era avisándole antes de que el peligro cayese sobre él, como un zorro sobre una gallina.

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17/02/2019, 16:10
Narrador

Pasado un rato que asomara Leonardo por la puerta un hombre enjuto que caminaba cojeando acercó a la iglesia. La claridad de la luna ilumino un rostro moreno y ajado por el paso del tiempo, al igual que los dos muertos de la iglesia, también vestía con turbante a la forma árabe.

Al ver un figura en la jaba de la puerta se acercó y susurro en un latín imperfeto. Barco listo. Partir ahora de noche. Rápido. Miro a un lado y a otro de la calle y agrego. Muyahidín buscándoos. La única explicación posible era que el misterioso hombre hubiera confundido a Leonardo con uno de los cristianos muertos del interior de la iglesia. ¿Había dos plazas libres en un barco, pero para ir a dónde?

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17/02/2019, 21:44
Leonardo de Udine

Miro con asombro al hombre que se me acerca. Desde que pasé a este estado, siempre que me había ocultado en las sombras, me había vuelto invisible a los ojos de los mortales. Pero no sabía porqué este hombre en concreto pudo verme. - ¿Acaso estoy perdiendo facultades o este mortal es distinto a los demás? - Me pregunté, obteniendo enseguida una respuesta por parte de Andra. - Destripémosle y veamos de que está hecho... - Ella siempre tan... sutil y delicada.

Pero el hombre nos dio un dato relevante. En el puerto esperaban a dos hombres para embarcar, posiblemente a los dos decapitados en el interior de la capilla. Pero eso él no lo sabía y por la Gracia Divina de Nuestro Señor, tampoco el aspecto de los viajeros. - ¿Cómo se llama el barco? ¿A dónde va? - Le pregunté al hombre en latín. - ¿Cómo sabrán que somos nosotros los viajeros? - Quizás eran demasiadas preguntas, pero debía asegurarme de no meternos en el barco equivocado y al menos saber a donde iba. Si aquellos dos hombres iban a dejar Jaffa y ambos hablaban latín y germano, significaba que los dos debían ser al menos cristianos deseosos de abandonar las tierras de los infieles.

Guardé silencio, esperando respuesta por parte del informante. - Gracias. Que el Señor proteja vuestros viajes. - Le dije al hombre antes de entrar en la capilla. Esperaba que el cruzado hubiese terminado de alimentarse. - Mi señor, hay una forma de salir de esta ciudad. Era el camino que iban a tomar nuestros hermanos. Que el Señor los guarde en su Gloria, puesto que gracias a ellos y a su muerte, no solo os habéis alimentado, sino que tenemos una oportunidad de salir de Jaffa esta misma noche. Más debemos apresurarnos e ir con premura al puerto. El barco no esperará demasiado antes de partir y quizás nos encontremos con algunos infieles por el camino. Infieles que nos atacarán en cuanto os vean con esos ropajes. - Sí, hermosura. Quítatelos y dejadme disfrutar de un hermoso cuerpo, no el de este maldito escuálido. - Dijo Andra, mirando con deseo al cruzado mientras que se metía con mi delgada constitución.

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17/02/2019, 23:13
Dalmar

Después de años sin probarla, la sangre me resulta embriagadora y ardiente, aun a pesar de que se envía a toda velocidad fuera de los cuerpos decapitados. No me engaño, su sabor no es agradable sino que posee un regusto a putrefacción y muerte. No es como un manantial de agua pura, sino un charco de barro; pero para mí, que soy como el sediento que lleva días vagando por el desierto, igualmente significa la vida.

Mi benefactor demuestra su buen juicio manteniéndose alejado de mí mientras me alimento. Ha habido ocasiones en que la sangrienta comunión me hecho perder la razón a causa de la santidad del ritual. Afortunadamente, no ocurre así en esta ocasión y la sed, si bien no termina de apagarse, sí se mitiga hasta lo tolerable.

Fuera de la iglesia escucho voces, la voz de aquel que ha acudido a despertarme de mi largo sueño y otra que no consigo reconocer. El tono de la conversación parece sosegada, aunque no logro entender de qué hablan. Sin embargo, Leonardo no tarda en regresar para compartir conmigo las buenas nuevas. Hay un modo de escapar de esta ciudad de infieles y regresar a la cristiandad.

—No temáis ser visto en mi compañía, pues el Señor está con vos. Si alguno osare alzar su mano contra los siervos de Dios, Él los aniquilará. Tened fe, Leonardo de Udine, yo os protegeré de las asechanzas del Maligno.

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19/02/2019, 19:42
Narrador

Cómo se llama el barco? ¿A dónde va? - Le pregunté al hombre en latín. - ¿Cómo sabrán que somos nosotros los viajeros? -

El barco. Titubeo mirando a un lado y a otro. Señora de Filermo. Contesto con su rudo latín, mirando de nuevo a un lado y a otro. Lugar convenido. Dos pasajes pagados. Rápido, rápido… Indico con la mano, y rápidamente comenzó a recorrer las calles desiertas de la ruinosa ciudad.

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19/02/2019, 19:43
Narrador

Solo la suerte, o el buen hacer del guía, o puede que la mano del misericordioso dios, hizo posible que llegarais a un pequeño bote escondido debajo de los grades diques del puerto. El hombre, con vuestra inestimable ayuda, consiguió ponerlo en el agua con habilidad encamino la pequeña embarcación hacia la boca del puerto. Las olas golpeaban, al principio, el bote con poca fuerza produciendo un balanceo placentero, pero tras atravesar la bocana del puerto el oleaje impactaba con fuerza contra el bote, lanzándolo de una ola a otra e inundando la pequeña cubierta. Durante el trayecto de una hora, la barca estuvo a punto de volcar en un par de ocasiones.

Finalmente, entre el choque de una ola y la siguiente, conseguisteis vislumbrar un fanal encendido correspondiente a la popa de un barco. El hábil marino encamino la barca hacia la urca de un solo palo. La barca se tambaleaba con violencia en el costado del barco. Si permanecía mucho tiempo en esa situación tarde o temprano una ola impulsaría la barca contra el costado reduciéndola a astillas. De la urca cayeron dos cosas, una bolsa de cuero que cayó con sonido metálico al fondo del bote y una escalera de cuerdas amarrada a la cubierta de la urca. El marinero árabe os apremio a subir por la escalera de cuerda, y una vez, los dos estabais ya agarrados en la escalera, sin haberos dado tiempo de llegar a la cubierta, se alejó con su bote de la urca.

En esa complicada situación, agarrados a una escalera de cuerda, colgados del costado de un barco mientras el oleaje os mecía, una voz trono desde lo alto de la cubierta. ¿Quién vive?