Tu llegada a Constantinopla ha sido confusa... Tras el incendio de la casa de tus padres, sólo conseguiste llevar contigo una daga que perteneció a tu padre y que vendiste por una pequeña fortuna (tu trasfondo recursos viene de ahí de momento). Tras pasar las murallas, la magnitud de la ciudad te abruma. No la conoces, pero tienes muy claro que es lo que debes hacer ahora... sobrevivir.
Ya me dirás que haces ahora ;D
Me tapo un poco la cara del Sol, que me da de lleno tras bajar del barco y haber estado un tiempo en penumbra. Doy un par de pasos medio tambaleándome. "Uff, aún me tengo que acostumbrar a esto de que no se meza el suelo". Le doy un vistazo al panorama que me rodea esperando ver alguna cara conocida, aunque desde luego no será así. Dejo la mente en blanco durante unos minutos, mirando cómo la gente pasa a mi alrededor. Tras esto recobro la postura y avanzo hacia la primera calle que vea para admirar más de la ciudad.
Ambiéntame un poquito, dime qué veo jajaja
El barco del que desciendes ha amarrado en el puerto de Kontoskalion. Un barrio tranquilo y sin pavimentar por el que circulan los marineros cargando y descargando los barcos que amarran en el puerto. Una única calle se encuentra pavimentada, es una carretera bulliciosa llena de mercaderes, vendedores, caballos, carruajes y trabajadores de los muelles que se adentra en Constantinopla.
El puerto en si se encuentra plagado de almacenes, graneros, hosterías y posadas de dudosa reputación a la puerta de las cuales mujeres de vida fácil ofrecen sus servicios.
Ya me dirás si quieres quedarte en el puerto, adentrarte por la carretera en la ciudad (parece el camino más cómodo y directo), o alguna otra opción que se te ocurra ;D
Me adentro por el camino pavimentado, mis pies descalzos me lo agradecerán, espero. Voy ojeando los puestos de los mercaderes, mirando y juzgando sus productos, reconociendo aquello que me recuerde a Grecia y sobre todo quedándome encandilado por los raros objetos que nunca antes había visto. Me deleito en el olor de la comida, las personas y sobre todo de lo exótico que todo me parece. Aunque ya he estado en varios mercados antes, ninguno me transmitía esta sensación, quizás sea la de la libertad, no sé. En este instante me paro en seco y recapacito: "Debo de encontrar hospedaje, es lo primordial". Me acerco a la primera persona que vea, o al menos que no vaya con prisas o huya de mí. "Perdone, ¿sabría de algún lugar que me brinde cama y habitación por módico precio?", le pregunto.
Tus pasos por la gran avenida pavimentada te han llevado hasta el Gran Bazar, que la avenida cruza en toda su longitud. El Gran Bazar es la única calle pavimentada del Barrio Latino, una aglomeración de tienduchas llena de vida. Los niños corren en grupos robando a los incautos, las prostitutas ofreciendo sus servicios y los mercaderes intentando timar a los visitantes. Por todas partes hay posadas y tabernas.
Tocas el hombro de un anciano encapuchado con ropas andrajosas que de espaldas a ti miraba a una hermosa dama de alta cuna que acompañada por sus sirvientas pasea por el Gran Bazar. Al darse la vuelta compruebas con desagrado que te has equivocado de persona. Al darse la vuelta descubres que se trata de un anciano leproso vestido con ropas de mendigo.
-¡Hola! -el anciano parece entre sorprendido y agradecido de poder hablar con alguien- Claro que te puedo ayudar, joven. Llevo mucho tiempo viviendo en esta ciudad, se podría decir que no guarda secretos para mi. ¿Te importa si me siento primero? Mi cuerpo cansado ya no tiene la fuerza de antes, y este calor está acabando conmigo. ¿Te importa hacerme un favor? -El anciano te da un vaso de madera- ¿Puedes pedirle a aquel aguador un poco de agua para mi? Si se la intento pedir yo, seguro que huye corriendo.
Al verle el rostro se me cambia la la expresión por completo, aunque la intento disimular, y mantengo cierta distancia con el que, a primera vista, parece un mendigo; por lo que pueda pasar. Me quedo embobado, pero en el mal sentido, observándole las úlceras y las pústulas de la cara. Sin embargo, mi embobamiento no me impide atender a lo que dice, aunque sí tardar en reaccionar.
-Ehmm, claro- le digo tras sacudir un poco la cabeza para volver de entre mis pensamientos. -Será un placer...buen hombre.
Giro y doy unos pasos hacia el aguador, muy serio, sin apartar la mirada de él, y le pido agua, como el anciano me ha pedido.
El aguador te llena el vaso y te pide unas monedas. Entonces caes en la cuenta, el leproso mendigo no te ha dado dinero. De algún modo te ha embaucado para que le des limosna en forma de agua. No es mucho, es más el gesto en si que el dinero que supone (ya me dirás que tal le sienta a tu personaje esta artimaña del mendigo, aunque en un principio por no dar el espectáculo prefieres pagar antes que llamar la atención en una ciudad que desconoces).
-Gracias joven, lo estaba necesitando. -El mendigo se percata de que lo miras con curiosidad- No temas, mis heridas ya no son contagiosas. Son sólo las cicatrices de lo que un día fue mi enfermedad, curada gracias a un milagro de San Lázaro. -El mendigo sube un poco la manga de la túnica andrajosa que lleva para dejarte ver el brazo. En efecto, nunca habías visto nada semejante. Toda la gente que conocías y que hubiera contraído la lepra había acabado muerta. Al examinar el brazo del mendigo ves que lo que dice aparenta ser cierto, parecen más cicatrices que pústulas. -Y dime joven... ¿Qué te trae a la exótica Constantinopla?
-Pues supongo que ver mundo- dice con una voz no muy segura y apartando la mirada-, ¿acaso le interesa mi vida?-se hace durante unos segundos el silencio -. Aunque, cambiando de tema, si pudiera decirme de una vez dónde se encuentra la posada que le he pedido anteriormente...- dice con un tono como dejando caer que quiere, básicamente, perderlo de vista.
Realmente mi personaje le habría devuelto el vaso vacío y se habría ido jajaja
-A mi me interesa la vida de todo el mundo. Es lo que pasa cuando eres demasiado viejo y no puedes trabajar. Lo único que puedes hacer es cotillear. Pero veo que tienes prisa, no te entretendré más. -El mendigo parece haberse percatado de que no tienes muchas ganas de hablar con él- En el Gran Bazar hay muchas posadas, aunque en todas ellas intentarán timarte. Yo personalmente te recomendaría el Dragón Rojo, el dueño es contrabandista -te susurra en confidencia-, y tiene un curioso código de honor. Si necesitas trabajo, lo mismo puede ayudarte.
Bueno, no te interrumpo más. Ya nos veremos, Admes. -Por un momento te quedas fuera de lugar. No recuerdas haberle dicho tu nombre en ningún momento. Antes de que puedas reaccionar, saluda a alguien que se acerca a tu espalda- ¡Hola Narsés! -Te giras para ver al recién llegado, pero no hay nadie. Cuando vuelves tu mirada al anciano para preguntarle como sabe tu nombre, ya no está ahí. Es como si se hubiera esfumado en el aire.
Probablemente tu personaje se hubiera ido hasta con el vaso, no sabes como lo ha hecho para liarte de semejante manera...
x'DDDDDDDDDDDDD
-Ah...¿eh? ¿Pero qué..?- dice casi para sus adentros. "Será del cansancio...no puede haber desaparecido...las personas no desaparecen así como así".
Giro hacia una dirección y tras pensarlo dos veces giro en la dirección contraria. Es entonces cuando me doy cuenta de que no me ha dicho cómo se llega al Dragón Rojo. Empiezo a dar vueltas, paro y me rasco un poco la mejilla mientras organizo mis pensamientos en la cabeza. Finalmente (y a riesgo de volver a encontrarme con un personaje pintoresco como este) me decanto por seguir un poco más hacia arriba y preguntar a otra persona, pero esta vez a alguien a quien le pueda ver la cara.
- Dis-disculpe, ¿podría indicarme el camino hacia la posada el Dragón Rojo?
Y tienes toda la razón.
PD: No tenías ni que haberme descrito que mi personaje estaba flipando porque no recordaba haberle dicho su nombre, yo me he quedado igual nada más leer Admes xD
Decides acercarte a uno de los comerciantes del Gran Bazar para preguntarle donde se encuentra el Dragon Rojo. Entras en una de las tienduchas que encuentras y te llevas una agradable sorpresa. Se trata de Ibrahim, tu aliado, que te saluda efusivamente.
-Admes, amigo mío. Cuánto tiempo sin verte. ¿Qué haces por aquí? Si te esperas un poco a que venga mi hermano te invito a desayunar y hablamos de los viejos tiempos.
Al verlo mi expresión torna en sorpresa y finalmente le sonrío. Me vienen a la mente recuerdos de mis aventuras como bandido y ladrón...y de mi compañero, al que asesiné. Mi rostro se vuelve un poco más serio y mis ojos se nublan.
-Pues pensé que ya era el momento de salir de Grecia y ver mundo- hace una carcajada un tanto obligada, denotándose en ella poca naturalidad -. Bueno, tengo un poco de prisa...- le ruge un poco el estómago y cae en la cuenta de que no ha comido en condiciones desde antes de partir hacia Constantinopla -Aunque, por otro lado, supongo que el lugar al que voy no se moverá. Además, ¿quién soy yo para rehusar una invitación tuya? "Sobre todo por el hambre que llevo encima".
Mientras espero al hermano de Ibrahim, a quien acabo de caer en la cuenta de que no conozco, doy unas vueltas por la tienducha, acercándole y echándole el ojo a las baratijas. Y así, sin apartar la mirada de los productos, comienzo una banal conversación.
-Bueno, ¿y tú qué tal? ¿Cómo te ha estado tratando la vida?
-¡Oh! Muy bien, por eso nos hemos establecido aquí de forma definitiva mi hermano y yo. Tenemos una clientela fija -Ibrahim mercadea con cerámica, pero sabes que a espaldas de la Ley vende todo tipo de drogas, pócimas y venenos-, y nos hemos ganado un puesto de honor dentro de los comerciantes del Gran Bazar. Vamos a mudarnos a un local más grande, y estamos aspirando a dirigir el gremio de comerciantes. ¡Ah, Slatza! Este es mi amigo Admes, del que te he hablado. Admes, este es mi hermano Slatza. -Slatza es unos años más joven que Ibrahim, y te saluda afablemente. Tras los saludos de rigor, Ibrahim te acompaña a una taberna para comer.
-Me alegra ver lo bien que te va; mejor dicho: que os va, a ti y a tu hermano- me giro para hablar con Slatza-. Encantado de conocerte, Slatza; mi nombre es Admes- Me inclino ligeramente hacia adelante como saludo formal, pero sin llegar a hacer una reberencia-. Tu hermano nunca me llegó a hablar de ti. Aunque claro, tampoco es que tuviéramos tanta cercanía- pasa un tiempo mientras hablan-. [...] Pues ha sido una suerte el habernos encontrado. Acabo de llegar y no sabía a dónde ir, así que entré en la primer estancia que vi; con la intención de preguntar por un lugar donde hospedarme...¡Y ahí estabas tú!
-¡No permitiré que un amigo mío se aloje en cualquier posada! Puedes quedarte con nosotros y nuestras familias. Tenemos una casa en las afueras. Al menos mientras encuentras una casa vacante donde alojarte. Las posadas de esta zona son de poco fiar, y las demás son caras. Te quedarías sin dinero antes de encontrar trabajo. -Ibrahim se queda serio mirándote, como si acabara de recordar algo- Por cierto, ¿vienes buscando trabajo? Si no tienes nada decidido, conozco algunos comerciantes que buscan gente capaz como tú.
Con Recursos 1 no eres pobre. Tienes una vivienda normal y puedes costear un criado. Se supone que en tu viaje a Grecia a Constantinopla ahorraste bastante dinero como para poder adquirirlos, aunque mantenerlos va a ser otro asunto.
Al margen de si te alojas con Ibrahim o no, lo primero será buscar tu futuro hogar y trabajo (decente o no)
-Sois muy amable, pero solo lo necesitaría por un tiempo; no quisiera molestaros ni nada. Y en lo referente al asunto de trabajo- se le cambia la expresión totalmente y se vuelve más desconfiada -...¿No será uno de esos chanchullos que te solías traer entre manos por Grecia, por algún casual? Te lo digo porque de momento ya me he metido en suficientes líos.
Ahh, vale. Yo es que jugaba a que el era el número de contactos, no un nivel de título.
Sí, supuse que me ofrecería su casa, de momento la aceptaré, pero solo provisionalmente.
-No hombre... Me va muy bien con mis negocios legales. Si es verdad que alguna vez trapicheo algo, pero prefiero evitarlo. No, hablaba de algo legal. A ti siempre se te han dado bien los animales y el campo, y eres un buen luchador... Hace poco un noble atacó a otro y ha sido desposeído de sus tierras, y están buscando guardabosques. El trabajo no está mal, te dan casa y puedes tener tu propio huerto y vender lo que caces. Lo único que tienes que hacer es evitar que nadie cace en los bosques del noble. También buscan pastores, es mucha menos responsabilidad, pero también esta peor pagado.
En la Edad Media los bosques y todo lo que contienen (animal o vegetal) pertenece al Señor de las tierras. Nadie puede cazar, pescar o coger fruta del bosque sin permiso del Noble. Los Guardabosques viven en el bosque, apresando a los cazadores furtivos para llevarlos al Noble a que imparta justicia. Como Guardabosques, puedes cazar, pescar, o recolectar frutas como parte de tu salario. Lo que no comas, lo puedes vender.
-Pues suena bien. "Demasiado bien..." No conozco a nadie que fuese guardabosques. ¿Y qué debo hacer?¿A dónde voy?¿Qué hago?- resopla -Perdona, es que estoy un tanto alterado. Supongo que por venirme todo esto de golpe. No sabría cómo agradecértelo, Ibrahim, de veras.
-¡Magnífico! Conozco al Chambelán del Conde, es muy buen cliente mío. Te haré una carta de recomendación para que se la entregues. Además está preparando la boda de su Señor, por lo que viene muy a menudo a la ciudad y está de un humor excelente. Bien pensado, es probable que incluso venga a comprar al mercado. Últimamente viene muy a menudo. Con un poco de suerte podría presentártelo aquí. Si no, siempre puedes ir a verle a la posada donde se aloja.
No es ningún chollo, es una forma legal de justificar Recursos 1. Eso si, si crees que a tu personaje le pega hacer de Guardabosques. He supuesto que es un trabajo apropiado porque requiere Sigilo, Trato con Animales, Supervivencia, habilidades de combate para luchar contra los furtivos y varias habilidades más que tu personaje posee. También te vendría bien un poco de Tiro con Arco, pero no es imprescindible.
-Mejor iré a la posada, no me importa y es más rápido. Así no te molestaré en tu casa ni nada. En fin, supongo que ya va siendo hora- me levanto de la mesa arrastrando mi silla hacia atrás, lo cual crea un sonido que detesto-. Bueno... debería ir habituándome con la ciudad. Si no os importa, iré a dar un paseo. Ibrahim, un placer haberte vuelto a ver. Slatza- asiento esbozando una sonrisa-, mucho gusto. ¿Dónde nos encontraremos nuevamente?
Vale, vale. Hombre, yo me imaginaba que al menos iba a pasar un par de noches en la calle.