Partida Rol por web

Extraña arquitectura la que se observa en éste colosal edificio colgante de un abismo y rodeado de espeso bosque...

Jamás se había visto nada parecido... A lo lejos, cubierto por la bruma invernal, se divisa desde el carruaje...

El cochero detiene los caballos ante la entrada, abre la puerta de vuestro carro y os deja salir... Ante vosotros teneis una de las magníficas entradas al majestuoso inmueble...

Tras vosotros, el inmejorable paisaje se ve adornado por la mano artística del hombre en la construcción de un espléndido jardin, que encumbra una fuente cuya escultura principal es de oro puro...

Descabalgo incapaz de cerrar la boca ante la vision del castillo...... Jamas habia imaginado algo tan espectacular.....
- Mein gott...... - esclamo, acariciandole el lomo a Schwarzestern....

Eläken sale con andar felino del oscuro carruaje, portando en mano la carta lacrada... Queda anonadada, incapaz de articular palabra, ante el magnífico complejo palaciego...

- Válganos el cielo... - se abanica con la carta, sin perder de vista la obra de arte arquitectónica ni reparar en presencia ajena alguna - Ah... ¡Grandioso...! Qué gratos recuerdos...

Sale del carruaje y acaricia a su caballo, mirando la opulencia

Hummm... Demasiado, como solo pa mirarlo

Luego mira a los otros que esten alli, tratando de reconocer a alguno de ellos.

Bajo del carruaje, dejando la botella vacía en su interior. Coloco debidamente el bastón bajo mi axila mientras me pongo los guantes blancos de seda. Al tiempo, voy observando todo el paisaje que nos rodea... Sin duda es hipnótico de lo magnífico que resulta... Sonriente hago un barrio con la mirada hasta allí donde alcanza la vista. Cojo el bastón con la mano derecha, apoyándolo en el suelo, y coloco la otra tras la espalda. Observo a los recién llegados y hago una reverencia de cortesía.
-Buenas noches, dama y caballeros... Sonrío cordialmente.

Eläken se queda mirando un momento a los tres caballeros ahí presentes y apura el abanico improvisado, apartando la vista con dificultad para devolverla a la estátua de oro...

- Vaya... Por lo visto si que éramos varios... ¿Será ésto una trampa...?

Sonrío aún más ampliamente mientras paseo un poco por las inmediaciones.
-¿Una trampa? Bueno, únicamente podría ser tal cosa si voacé, signorina, está huyendo de algo o de alguien. En el hipotético caso de que así fuere, eso supondría que todos los aquí presentes por el momento estamos huyendo de algo o de alguien. ¿La inquisición, podría ser? Bueno, es una posibilidad, pero a decir verdad empezaba a plantearme la posibilidad de que estuvieráis hablando de algo más personal en vuestro caso particular... ¿Por qué estoy yéndome por las ramas cuando lo que quiero es deciros que me place estar frente a una mujer de vuestra belleza y elegancia? Hago una profunda reverencia. Francesco Romani, para serviros a vos y a vuestro Dios, si lo tenéis...

Los encantos de Eläken parecen realzarse hasta un esplendor deífico... Su piel parece la más tersa jamás vista en un ser humano, su cuerpo el más tulgente, sus ojos como gemas brillantes... Su cabello cual seda dorada...
Extiende su mano hacia Francesco para que éste la bese, sonriendo, para gran gozo de los presentes... Pero mira al italiano...

¿Crees que no sé reconocer un rufián italiano cuando lo veo...? Jujuju... Como si la fama no os precediera... Y a más, cainita...

- Un placer, Signiore Romani... Mi nombre es Eläken Lindart.

Parpadeo por un momento, boquiabierto, conforme el aspecto de la mujer alcanza una apariencia casi deífica. Tartamudéo ligeramente. Esbozo una sonrisa atontada y beso su mano, únicamente pudiendo decir:
-No... È un piacere mio conoscerla...

Hostias, pero qué pedazo de señora... Espérate un momento, que esto me lo conozco ya... Coño, está usando algún tipo de influencia... Buah, si es que me da igual... Aunque si me descuido puedo acabar mulo... Tiene pinta de ser peligrosa... Claro, que eso aumenta la diversión del asunto, qué mierda... Pfff... Y mientras tanto los otros fantoches mirando como bobos. Pues jódanse, caballeros, que de momento éste georgio es el que lleva la voz cantante en la reunión...

Se acerca al grupo...
¿Acaso ese patan lleva guantes?... Ja! No me lo creo!!!... Tremendo niñato!!!... En tanto la niña, joer...¿acaso le ofrece la mano?... de seguro se conocen de tiempo, o son algo asi como idiotas

Llegado ante los dos recien llegados, entrechoca los talones, inclina la cabeza y pone su siniestra sobre el corazon al tiempo que la diestra descanza sobre el pomo de la empuñadura de su espada, luego dice:

Soy Dogo

-¡Ah, Dogo! Correspondo su saludo con una sonrisa. ¿Questo non sonno una razza di cane? Me quedo pensativo unos instantes... ¡Prego! ¡Sí lo es! Mi nombre es Francesco Romani, un piacere conocerle, Dogo... Espero que no me muerda si las cosas entre voacé y yo acaban resultando ásperas. Sonrío amablemente.

Qué mal educado, qué mala presentación...

Indignada, mira a otro lado.

- Signiore, no comprendo su idioma, y diría que nadie aquí lo comprende... ¿Porqué no nos ilustra? - pide amablemente.

La interpretación y descriptividad me son importantes, sí.

-¡Ah, escussi, querida! Únicamente estaba divagando un poco sobre el curioso nombre de éste caballero... Creo que dogo es una raza de perro, ¿no es así? Estoy convencido de ello, y eso era precisamente lo que estaba cavilando... Pero, claro, nuestro querido... compañero... No es un perro, ¿a que no? Continúo sonriente con expresión amable. ¡Oh, pero éste es un lugar que merece la pena recorrer! ¿No piensa igual, beccia signorina? Extiendo la mano de forma cortés. ¿No le apetecería, por casualidad, dar un paseo conmigo?

Eläken ríe los atrevimientos burlescos de Romani tapándose la sonrisa con la carta, como hiciera una noble con su abanico... Ante la propuesta de dar un paseo, hace una reverencia y acepta en silencio la mano de Francesco.

- Será un placer.

Rufián, italiano, descarado... Pero guapísimo. Mal camino llevo si no sé decir "no" a un hombre apuesto... ¡De algo he de morir, vive Dios...!

El camino se me antoja oscuro como todo últimamente en mi vida.
Los verdes paisajes que circundan el castillo, no son mas que sombríos ante mis ojos. Las verdes plantas alrededor del camino, parecen garras que quieran llevarme a las tinieblas. El carro traquetea conforme avanza a gran velocidad por los parajes, y siento cómo la agradable brisa nocturna del bosque me refresca, limpiándome del desagradable aroma de las ciudades, puebluchos y villorrios por donde tuve a bien (o a mal) pernoctar (más bien, sobrevivir) hasta hace nada.

Me mantengo calmo, silencioso, tratando de no caer presa del terror que me hizo correr y vagar los primeros días de mi nueva vida. Me siento en el carruaje y espero a llegar al lugar al que me conducen.

El edificio que logro vislumbrar a través de las ventanillas cuando finalmente llegamos me deja boquiabierto... aún en la oscuridad de la noche, no me esperaba semejante edificio. He oído de ellos. Sé que Grandes nobles y Reyes ostentan el privilegio de este tipo de tierras, edificios en ellas... estas maravillas, pero se aleja de mi escaso título nobiliario ganado con esfuerzo, que tenía mi familia, sin apenas tierras y solo un gran Caserón y una pequeña fortaleza antigua de hace siglos como posesiones valiosas. Se aleja tanto, que solo verlo me hubiese podido llegar a dar escalofríos... en otra época. Este último pensamiento si que me ofrece escalofríos, impidiéndome ver parte de los jardines cuando pasamos ante ellos.

El carruaje llega a la entrada de ese inmenso, majestuoso, imponente edificio. Mi cabeza se curva hacia arriba, pues no siento temor a la falta de decoro en mi situación... al menos en estos momentos. Miro las distintas paredes alrededor de este patio interior. Es increíble las obras de arte que puede llegar a hacer la humanidad. Cómo habrán podido conseguir tantas riquezas como para llegar a pedir que construyan este palacio de Dioses.
Mi mente divaga sobre tales menesteres cuando un movimiento me hace percatarme de que no estoy sólo en este lugar. El movimiento no es del cochero, sino de una mujer que consigue que mi garganta seme agarrote... poco después daré gracias a Dios (si, a Dios) por no necesitar respirar, pues la impresión que he sentido ha sido la de la perdida de respiración, a su vez que un deseo irrefrenable de servirla.

- Es espléndida... ha de ser la dueña de este Palacio de Dioses... pues ella misma es una Diosa. Mis pensamientos siguen el ritmo de su movimiento, de su contoneo mientras su cara, fría y teñida de tristeza no me ofrecen e bálsamo de una leve mirada en un principio.

Sin hacer caso alguno a lo que pudiese decirme el cochero, dejo mis pertenencias detrás y me acerco unos pasos a la dama, para seguirla con la vista más fácilmente, para poder vislumbrar hacia dónde se dirige...