Partida Rol por web

¿Mi señor? - Sandor parece pedir permiso a Talgor para retirarse y que él explique a sus hombres los nuevos datos. - Si le parece bien...

La aparición de mis hombres al otro lado de la puerta consigue sacarme una mueca parecida a una sonrisa. De no ser por la enorme preocupación que tengo encima hasta daría la impresión de que me resulta gracioso haber atrapado a mis hombres espiando mis conversaciones. Antes de dirigirme a ellos despido a Sandor con un gesto con la cabeza.

-Sí, retírese y prosiga con sus tareas...

Una vez ha salido del camarote abordo a Sellesh

-¿No sabe usted de los Neths? Sandor me comentó que los kadvuries son adoradores de los Neths... Al parecer los tripulantes del barco misterioso que fué reparado por los hombres de Saxfa eran siervos de los Neths. ¿Qué quiere que le diga? El que las lanzas fuesen un tributo ya no es una idea descartable.

La extrañeza demostrada por Sellesh me desanima, había puesto mi principal baza en su conocimiento sobre los kadvuries.

- Mi señor - dijo Sellesh con voz aun mareada y tambaleandose ligeramente- No existe nada como los Neths entre los kadvyuríes. A sus dioses los llaman dioses, y los templos de estos están en su ciudad santa. Lo único relativo al sur en sus leyendas es la historia de un tiempo muy pasado en que el fuego arrasó la tierra y los kadvuries la dominaron tras el paso de sus dioses. En esa leyenda se habla de un paraíso sureño muy lejano. Había una canción, un poema, ¿cómo era?,

El viento del mar fuego traerá,
Con los Tresers de fuego de lomo divino
Los kadvuries buscando su destino,
el dios del fuego y la paz vendrá.

Los siglos pasarán para el hombre
generaciones de kadvuries pasaran,
hasta quince de ellas morirán.
Para ver renacer a dios en hombre.

Así que esos kadvy..., como se llamen, ¿pretenderían levantar a un Dios en el sur? - pienso mientras guardo un prudente silencio para no meter la pata - Es lo más absurdo que he oído..., y seguro que ahora el Emperador quiere que vayamos aquí o allá para comprobarlo, con lo a gusto que estaríamos de vuelta en casa... - al recordar el hogar, una sonrisa bobalicona se me pinta en el rostro y permanece allí por un rato, aparentemente sin venir a cuento.

El barco recorría en la noche las vastas aguas del mar de Sellecktech mientras los cuatro hombres discutían los acontecimientos de que tenían conocimiento en el castillo de popa del barco del conde de Saxfa.

Magner encuentra entre sus tropas un trozo de tela roído, con unas letras mal escritas con varias faltas de ortografía.

En ella se lee:

"El chico le ha dado este mensaje de mi parte, soy Amrest, fiel al Imperio. No se fíe de Saxfa, algo ha cambiado en él."

-Sencillamente, esto escapa a mi comprensión. Pensaba que usted me podría explicar los detalles que se me escapaban, debido a su mayor trato con los kadvuries; pero no hago más que obtener informaciones contradictorias... Mejor será esperar a que los acontecimientos hablen por sí mismos.

Reparando en la hora hasta la que se había prolongado la conversación termino ésta; mientras sigo dando vueltas a la información que ha llegado a mí.

-Si no tienen nada que decir que me pueda ayudar, pueden retirarse.

Vuelvo a la realidad sin haber escuchado prácticamente nada de la soporífera conversación cuando noto el cambio en la entonación del Emperador.

¿Qué ha dicho, que nos podemos ir? - pienso algo confundido, tratando de concentrarme en recordar las últimas palabras que he oído, sin estar muy seguro - Espera, espera a ver qué hacen los demás. Si se despiden y se van, te vas y listos...

Asiento a las palabras del emperador y a pesar de mi mareo me las arreglo para cuadrarme casi militarmente.

- Como ordeneis mi señor - digo antes de regresar a la cubierta y concentrarme en mantenerme erguido

Señor... - digo a modo de despedida, imitando a Sellesh.

Salgo detrás de mi superior, espero que no ordenen nada más. Me siento cansado y me gustaría acostarme un rato en las relativamente cómodas hamacas que hay bajo la cubierta, por ahora no se me ocurre que más se puede hacer.

Mañana me pondré a eso - pienso, observando al pasar a un marinero tallando la figura de una sirena en un trozo de madera - parece entretenido.

El barco sigue su rumbo durante los 5 días siguentes sin sobre saltos, ningún barco desconocido se cruzó en su camino, asolo algun velero de la flota comercial de Plesel y del imperio que patrullaban la zona.

Al sexto día de travesía llegaron a Galnor. Una ciudad gobernada por Plesel en la que nunca estaba, ya que solía residir en Nueva Plesel.

Los operarios del muelle no estaban sorprendidos de la llegada de un barco del imperio, los barcos de Lunaria solían arribar en su puerto.

Sin embargo al ver que era un barco oficial del Conde de Saxfa, se pusieron algo nerviosos.

Bienvenidos, ¿a que se debe la llegada? - Preguntó un escriba con una tablilla y un pergamino en el que apuntaba las llegadas al puerto. - ¿Os envían en misión diplomática?

La ilusión por embarcar, en busca de alguna nueva aventura dio paso a la ansiedad porque terminara el viaje, propia de aquellos no acostumbrados al mar. La mañana del sexto día, al divisar la silueta de la ciudad de Galnor entre la bruma matinal, una sonrisa mezcla de satisfacción y alivio se dibujó en mi cara. Había sido muy duro mantener la compostura estos últimos días, y no mostrar signos de mareo, impropios en alguien que controla el destino de miles de ciudadanos.

Deseando ser retenido el menor tiempo posible en el barco me acerco al escriba para resolver personalmente la situación.

-Buenos días. Mi nombre es Argos, mensajero del Emperador Lunar. Hemos arrivado al puerto de Galnor en misión oficial para el Imperio. He de entregar un mensaje al magnánimo rey Drerick.

Al escuchar el nombre de Argos, el escriba palidece.

¿Argos? Mi señor, es un placer conocerle. Aún hoy se cantan canciones de sus gestas en la lucha por el cetro de poder junto a nuestro gran rey Drerick. - Se arrodilla y prosigue. - Pasen por favor, vayan hacia las cabañas del final, allí la posada del Armentero que regenta mi mujer, serán atendidos con los mejores lujos. Bienvenido mi señor Argos "Mata basiliscos".

Sellesh sonrió nada más poner pie en tierra. El mar estaba bien, pero sobre todo a distancia. Aun le iba a durar el mareo un par de días, bien se lo habían repetido todos los marineros del dichoso barco. Pero... estaba en tierra. Eso estaba bien.

Tras inspirar y exhalar con placer se acercó a su señor, presto por si fuera necesario defenderlo de alguna amenaza

El barco atraca por fin..., no conozco nada más aburrido que el mar - pienso, arrojando por la borda sin ceremonia el trozo de madera que pretendía imitar a una sirena.

La maniobra es rápida, y me coloco cerca de Argos con cierta tensión, vigilante a toda la conversación que mantiene con el escriba, y a la gente que le rodea por si noto algo sospechoso.

Si alguien le reconoce podría estar en peligro, no debo bajar la guardia... - reflexiono, mientras noto la presencia de Sellesh a mi izquierda. Aún parece algo mareado.

El tratamiento repleto de elogios que me ha sido brindado hace que me sienta un tanto incómodo. La idea de llamar lo menos posible la atención va desapareciendo de mi cabeza, pues mis gestas pasadas me preceden.

Probablemente sea mejor que mis soldados den la cara por mi a partir de ahora. Al menos hasta que consigamos la audiencia con el rey Drerick

Mirando hacia la dirección que señala el escriba agradezco la información.

-Por favor, levántese y prosiga con su trabajo. Muchas gracias por la información, siempre es un placer volver a estas tierras a disfrutar de su hospitalidad.

La posada del Armentero era una seudolujosa cabaña de dos plantas con olor a humedad y humo, en el que una obesa mujer hacía las veces de anfitriona, camarera y regenta. A pesar de que estaba muy límpio el lugar la falta de cuidado había llevado por la vereda del derrumbe partes del edificio que mostraba sendas rajas en sus muros.

Durmieron esa noche y al día sigueinte se puesieron en camino hacia Prwnk, el camino sería largo. No había pasado ni media mañana cuando al sureste, unas densas columnas de humos marcaban el cielo.

Sellesh estaba otra vez en su papel, y una vez se pusieron en camino revisaba cualquier posible peligro, adelantándose de ser necesario. Si su capitán o el emperador no decían nada en contra insisto en que el emperador vaya protegido en mitad del grupo. Si lo conocían, era que podía estar en peligro