Partida Rol por web

Se alejó del barullo, de las voces y la resaca de aquel fervor pasajero que todavía le hacía cosquillas bajo la piel y le nublaba el juicio. Quería centrarse en la resonancia de sus pasos sobre la cubierta de madera, en la cadencia y la rigidez del criado que la guiaba. Resultaba inútil: seguía notando la boca seca y la garganta ausente de voz, con esa sed ahogada atrapada bajo la prisión de huesos y carne. Había besado a JoJo; aquellos labios suaves, cálidos y húmedos; la sangre palpitando bajo su delicada piel como un susurro obnubilante. Un momento. Un instante. Un sueño borroso y provocador, no por el hecho en sí sino por todo lo que arrastraba con ello. Y dentro de aquella miríada de sensaciones confusas, se sentía por fin despierta.

No recordaba lo que era sentir esa urgencia, esa necesidad que ardía y se agarraba en su estómago, descendiendo sutilmente por su vientre hasta los muslos como una caricia vedada. Le resultaba inusualmente familiar, agradable, adictiva, y también reprochable. Le hacía sentir vergüenza, tirando de su mente como si quisiera sacar a flote un recuerdo triste, alguien que la había hecho sentir así alguna vez. Ella sabía bien lo que era ser objeto de deseo, pero desear, dejarse arrastrar por la excitación, por aquel impulso primario y animal… Era como bailar a un ritmo frenético sin guía previa, haciendo lo que dictaba el momento. ¿Lo era? No lo recordaba.

De lo que sí empezaba a ser consciente y de forma innegable era lo que ciertas imágenes le evocaban. La presencia de Angélica, con su forma de hablar y esa firmeza irreprochable que la volvía la dueña absoluta del lugar donde resonaban sus tacones. El descaro de JoJo, aquellas caderas amplias y sugerentes, la calidez y viveza que preservaba al ser humana, y esos rizos sedosos que invitaban a perderse en ellos. También estaba Shane, que había dicho algo de su vestido y su desnudez; no recordaba sus palabras, sólo la charla con JoJo, aquel número en su mano y el momento en que se había deshecho de su camiseta. Y Sebastian… ¿Por qué siempre regresaba a su mente de aquella manera? No, aquella manera era nueva.

«Quiero despertarte. Quiero que vivas de nuevo. Quiero que sepas quién eres tú.»

Eso le había dicho ella a él hacía no muchas noches a pesar de que pareciese un milenio. Un fragmento perdido que el reencuentro había dado nuevos matices. La adoraba; Shane lo había dicho y sabía que era cierto, ¿pero dónde estaba la línea entre lo que era verdad y lo que le daba su propia condición de Clan? Eso le hacía cuestionarse cuánto de real había en aquel primer encuentro. Había bondad en sus palabras, pureza en sus sentimientos. Sólo un necio podría haberlo negado y aun así, había algo en él que la enervaba y empezaba a sospechar qué era. Era esa intrusión molesta y constante en sus pensamientos. Eran las ganas de volver a bailar con él, de sentir sus manos sobre su cintura y encontrarse envuelta y recogida en sus brazos. Quería una excusa para estar en su presencia de nuevo, que le hablase entre susurros graves mirándola profundamente a los ojos y poder contemplarlo sin tapujos ni sonrojos, ser capaz de admirar aquel cuerpo escultural y hacerle saber que en aquel instante, la que se sentía viva era ella.

Y todo aquello le molestaba enormemente.

La dejo tirada en la cama como la basura que es y abandono la habitación

Pues, señorita Baker, me temo que no puede ofrecer un Elíseo con garantías si en una sola noche que usted lo abandona aparece un cadáver con dos marcas muy significativas.

Parece que a la pobre JoJo no le van a conceder el Elíseo después de todo.  

Rosalie acude a mi. ¡QUÉ! 

Me aparto un palmo de mi amante y noto la ira creciendo en mi interior. El broche. El broche estaba cuando zarpamos. Yo mismo lo vi. expreso con tono cada vez más alto e iracundo. Me pongo en pie y miro a todos los presentes uno a uno con mirada inquisitiva, averiguaré quien de ellos ha sido y el culpable pagará. Me giro a mis hombre. 

El broche de mi familia, ha desaparecido. Estaba en mi habitación y ya no está. No quiero que nadie baje del barco hasta que aparezca. 

Noto que el colchón se mueve ante el cambio de peso cuando Anthony se levanta. Después, unos pasos; y, finalmente, la puerta. Sin embargo, no alcanzo a oír mucho más, pues siento que una nube de algodón y un pitido molesto embargan mis oídos por dentro, dejándome sorda durante unos largos minutos. Boca arriba sobre la cama, siento que me recubre un sudor frío que me arranca algunas tiritonas, pero me siento tan débil que mis músculos apenas se estremecen en el proceso.

No sé cuánto tiempo ha estado alimentándose de mí, y aunque sé que no debe haber sido mucho, se me ha antojado eterno. Cada mordisco, cada trago. Como si sus colmillos atravesaran no sólo mi piel, sino las líneas mismas del tiempo. Abro los ojos lentamente, pero la habitación da una sacudida. Los cierro.

It's my party, and I'll cry if I want to
Cry if I want to, cry if I want to
You would cry too if it happened to you

Canturreo entre dientes, antes de perder el conocimiento.

Espero impaciente la respuesta de la señorita Blake, pero la respuesta no llega. Como si quisiese jugar con mi paciencia o discernir un poco más lo que quiero de verdad.

Salvada por la campana, la voz del príncipe comienza a  ser más audible cuando su indignación se torna disgusto. Rosalie D'Richet ha cambiado de vestido, un conjunto precioso digno de su belleza; pero parece ser que el príncipe deseaba adornarlo con algo "especial". Mis ojos se convierten en rendijas al escuchar sus palabras.

Miro a Angelica y le pongo una mano en el brazo de forma sutil. - Discúlpeme... me encantaría continuar esta conversación tan agradable en cuanto sea posible. Pero me gustaría saber si hay algún problema.

Me acerco lentamente al Príncipe, bajando la mirada a modo de respeto cuando me acerco hasta unos poco metros.

- Mi señor Guilbeau, ¿ha ocurrido algo? Por vuestras palabras, cualquiera podría suponer que ha habido un robo de una pieza de joyería ¿es eso posible?
De ser así - digo inclinándome un poco - me gustaría poder ayudarle. ¿cómo era ese broche tan valioso para ustedes?

Abro los ojos una segunda vez. En esta ocasión sí que no tengo claro cuánto tiempo ha pasado, pero me siento pegajosa, fría y cansada. Me escuecen los ojos como si tuviera fiebre, y tengo la garganta tan reseca como si me hubiese bebido un desierto entero.

Venga, Marine, no es la primera vez que te pasa algo así. Reponte y sal a la fiesta. 

Gimiendo por el esfuerzo, me incorporo lentamente, hasta quedar sentada sobre el colchón. De nuevo, la habitación da un par de vueltas de campana sobre mi cabeza, y tengo que tomarme unos minutos para que las cosas se calmen. El vaivén del agua bajo la embarcación tampoco ayuda demasiado. 
Por un momento, siento que se me estrecha un lazo a la altura de la garganta, y las lágrimas comienzan a picar tras mis ojos. Todo mi trabajo, todos los meses de preparación, todos los años labrando un buen futuro para el Stoker's... todo para nada. 

Vale, respiro. No puedo llorar aún. No puedo dejar que se me note. La noche está a punto de acabar, y luego solucionaré lo del cadáver y luego... bueno, sólo es volver a empezar. Lo he hecho muchas otras veces. Sólo tengo que volver a empezar.

Gus, tengo que avisarle. Seguro que él sabe solucionar esto.

Vale, ya tengo un objetivo inmediato y una resolución para la noche. Ya estoy bien. Sólo tengo que comer algo y reponer unas pocas fuerzas.
Apoyándome contra la pared me pongo en pie paulatinamente, músculo a músculo, y aunque me tiemblan las rodillas, consigo avanzar hacia la puerta. Paso a paso, como todo en esta vida.

Las vistas de Nueva Orleans son reconfortantes, un toque de belleza en esta oscura noche. Pero la tranquilidad no dura mucho, una voz firme y potente me distrae. El Príncipe. Me vuelvo hacia él, la grandeza que solo se obtiene con poder lo rodea, sus palabras me sorprenden y me llenan de curiosidad. ¿También le han robado a él? ¿Coincidencia? No me lo parece, quizás responda algún tipo de patrón, ese broche tiene valor al igual que la baraja pero esta pertenecía a una vieja importante y conocida, al igual que la pieza de joyería que le han robado al Príncipe, que por supuesto pertenece a otro viejo que tendrá su historia, aunque esos detalles no me importan demasiado, solo que hay al menos un ladrón a bordo, de eso estoy casi segura. Si fuera la misma persona… quizás debería…

Vuelvo a acercarme al grupo y escucho las palabras de Shane, a mí también me gustaría encontrar al culpable, y si además se diera el caso que es el mismo que me ha robado a mí, sería realmente satisfactorio, quizás así obtendría lo que me pertenece por derecho y el favor del Príncipe que siempre es algo a tener en cuenta. Un dos por uno, no lo puedo desaprovechar.

-A mí también me gustaría ayudar.- Digo mientras me sitúo al lado del Gangrel. -Y puesto que nadie va a poder salir, prefiero colaborar en que se pueda hacer cuanto antes y ayudarle a recuperar lo que es suyo, junto con la tranquilidad que representa atrapar a una rata.- La vuelta a casa se retrasaría un poco, pero tal vez mereciera la pena. -¿Sabe si hay más objetos de valor similar? Antiguos y con historia.- Podrían haber desaparecido más cosas que aun no se hayan echado en falta.

Observo al Príncipe a la espera de que dé la descripción del broche, seguramente de oro, pero la forma es lo que más me interesa ahora, así podría reconocerlo. 

Me quedo pensando mi respuesta a Shane, ¿Por qué quiere saber si he conocido al príncipe anterior? ¿Lo habrá conocido él? Por el rabillo del ojo miro a Lavonne y a Sebastian abandonar el lugar, ojalá diriman sus asuntos de una vez. Me doy cuenta de que he tardado demasiado en responder y antes de que pueda darle mi respuesta a mi interlocutor, o más bien cuando iba a dársela, el príncipe Marcel alza la voz con cólera porque al parecer le han robado un broche y uno familiar, con lo que eso implica. Hay dos posiciones vampíricas con respecto a la familia: se la abandona o se la endiosa.

Yo también sabía de reliquias familiares y su valor emocional, suponía cómo le debía de molestar esto al príncipe, de solo pensar que pudieran robarme... Me lleno de cólera y dolor. Me acerco interesada a escuchar la respuesta de nuestro líder.

Jerome se acercó a la señorita Morgan, su mirada tenía algo diferente sin duda y al parecer con esto nuevo que sucedía tenía que decir algo.

-No voy acusar a nadie puesto que hasta que se demuestre su culpabilidad todo imputado es inocente – reposo todo su peso sobre el bastón dejando la pierna mala relajada –Un invitado se me acerco esta noche y me ofreció un artilugio bastante curioso- expuso el anticuario – con lo cual en el transcurso de la noche ese objeto parece ser de una persona que está aquí con nosotros – ya con esto esperaba que Morgan entendiera.

-Así que sería mejor que revisemos el barco en busca del Señor Antoine- la cara del viejo fue inmutable mientras decía aquellas palabras – Así que la suma de uno más uno parece ser dos, pero como dije anteriormente, si llega a ser culpable pues que el peso de la ley caiga sobre esta persona-

Cuando satisfizo su curiosidad justo antes de que le cerraran  el portátil, se incorporo lentamente, sin mover un musculo de su expresión. Guardo su celular, mirando fijamente al ghoul mientras decidía si le arrancaba la cabeza o no; dado que Marcel andaba de un humor particularmente laxo, era una opción disponible…

-Muy educado, en verdad… +comento por lo bajo, para luego presionar sobre el hombro de John un ligero saludo+ Lo tendré muy presente, si nos volvemos a cruzar en mi territorio, caballero. Un suspiro puede ser la medida de muchas cosas… +dijo, para luego retirarse con paso lento y firme.

Caroline no era particularmente buena intimidando a la gente; no ayudaba en nada su suave y casi anodina complexión, ni la falta de expresividad. Pero además, porque era de hacer, no de decir. Y aunque fuera un ghoul del príncipe, desaparecerlo era algo que estaba perfectamente dentro de sus posibilidades. Si tanto sabia de ella, lo tendría presente, porque sus palabras eran también una promesa.

El barco es bastante grande son casi tres plantas completas de camarotes todos iguales, casi un laberinto. En una habitación pero que no es un camarote si no una especie de despacho escuchas una disputa tras la puerta, reconoces la voz de John, el ghoul del príncipe y Caroline. Al otro extremo del pasillo aparece también Antoine, caminando alegremente por el pasillo. 

Me acerco a la zona de desembarco y miro a mi alrededor. Localizo las cámaras y busco un punto muerto. Eso es, aquí. Es perfecto.

Meto la mano disimuladamente en un jarrón y dejo allí la baraja usando la ilusión para parecer que tiro un cigarro. La recogeré antes de salir.
Sonrío y me ajusto la chaqueta. 

Me acerco hacia las escaleras para subir a cubierta.