Partida Rol por web

El vagón surca las entrañas del subterráneo a gran velocidad mientras un brutal combate cuerpo a cuerpo estalla en su interior.

El escuadrón Mayhem tuvo su primera baja en el heroico Roasty Jones y su primera resurrección en el colosal Fitz Wallace, que logró rescatar a sus compañeros cuando la horda Strig se abalanzaba sobre ellos consumiendo toda la munición del estado de Texas para escopetas de asalto.

La situación es crítica.

Sin munición.

Sin prisioneros.

Su vagón asaltado por docenas de mutantes que lograron colarse por el techo antes de que nuestros héroes escapasen.

Y Jimmy al volante.

SE HUELE LA CATÁSTROFE.

Los Mayhem deben resistir el asalto como sea mientras Jimmy maniobra como puede en los cambios de agujas para evitar que el vagón descarrile.

Rumbo a la supervivencia.

NYC Nuclear se vuelve más peligrosa que nunca.

NYC Nuclear se vuelve más emocionante que nunca.

El sargento Sharp acuchilla salvajemente a uno de los Strigs  en el pecho mientras dispara las últimas balas de su pistola de asalto en la cara del mutante. El zorro domina el CQC y no pierde la oportunidad de cortar el tendón de aquiles de otro mutante que amenaza a Rook.

-¡A LOS OJOS, CHIPP! ¡A LOS OJOOOOOS!-.

El pequeño Chipp se lanza con un grácil salto desde el hombro de su colega mutante favorito hasta otro Strig que le está lanzando una andanada de palancazos. La ardilla aterriza en pleno rostro del mutante y empieza a mordisquearle los globos oculares con insospechada ferocidad.

-¡YAAAAAAAAAAAAJAJAJAJAJAJAJAJAJAAAAAAAAA! ¡MIRA, ROOKIE! ¡MIRA CÓMO EFPLOTAN EN LA BOCA! (SPLUUUUUUUTCH!)-.

Con su bandana ondeando a causa de la velocidad del vagón, el enorme simio cubre la espalda de su Teniente de dos Strigs que agitan sus palancas con aviesas intenciones.

NO ESTÁN PREPARADOS PARA LA VENTISCA SIBERIANA.

El enorme gorila agarra a uno de los Strigs con su manaza y lo estampa contra el suelo con una espectacular llave de wrestling. Al descuidar su defensa, recibe un tremendo palancazo en la espalda, pero Fitz puede aguantar 45 dominadas. ¡¿NO VA A AGUANTAR UN PALANCAZO POR SU EQUIPO?!

El infeliz agresor es agarrado en un abrazo simiesco justo para salir propulsado en el aire por el potente salto giratorio de Fitz. La acrobacia acaba con el gorila hundiendo la testa de su enemigo en el vagón con la violencia que caracteriza al Mayhem 3 cuando llega varias horas sin escuchar algo de blues.

¡Y LLEVA MUCHO SIN ESCUCHAR BLUES!

-¡TENIENTE! ¡CUIDADO!-.

Una horda de engendros infernales prendidos a un tren subterraneo viajando a toda velocidad por debajo de una nueva york postapocalíptica. Rook nunca pudo encontrar una cinta funcional, pero si había leido muchos artículos, y en medio de aquella hecatombe no pudo evitar recordar aquellos que trataban sobre las películas de Mad Max. Pero aún con su imaginación más salvaje, ésto seguro las dejaba chicas.

Rook se agachó para evitar un pedazo de fierro que sobresalía peligrosamente del techo, a diferencia de un Strig, que quedó empalado en él, aún chillando mientras el vehículo lo dejaba atrás para siempre. Sintió los arañazos de chip al saltarle desde el hombro, y lanzó una patada a otro engendro, que cayó del techo del tren. En las películas siempre rodaban al caer, pero el strig pareció licuefaccionarse al encontrar el suelo y las vías con un viscoso sonido ¡SPLOTCH!

—¡MIRA, ROOKIE! ¡MIRA CÓMO EFPLOTAN EN LA BOCA! 

El rinoceronte tuvo la mala idea de prestar atención a su compañero y ver como, efectivamente, los ojos le explotaban en la boca. Explotaban mucho, haciendo saltar sangre hacia todos lados, incluso los ojos del propio Rookie.

El rinoceronte se trataba de refregar los ojos con una mano, mientras con la otra blandía el martillo sin ton ni son, incapaz de entender nada ver en aquella oscuridad ensordecedora que era el subterraneo chirriando y sacando chispas contra las paredes, pero no pudo encontrar a su objetivo. Fuera que los strigs lo esquivaran o que simplemente estaba abanicando el aire con un martillo de demolición, nada se ponía en frente de los golpes ciegos de Mayhem 5.

Mientras me peleo con los controles del vagón noto una migraña palpitante tratando de empujar la adrenalina que se escurre de entre mis dientes para tratar de hacerme saborear el romo sabor de un estrés retro, como de descolorida película setentera de escaos medios. No puedo darle tregua o comenzaré a actuar con desgana, algo impensable con el infierno desatado que tengo a mi alrededor. Casi desearía estar tirado en un sofá manejando a los Mayhem con el mando de una Super Ninetndo o algo aún más rudimentario, como un Game and Watch, solo para no perderme en las mecánicas de juegos más actuales o la confusión realista en la que casi puedes contar los poros de los personajes, pero no, estoy en Nueva York Nuclear, para bien o para mal, tratando de aguantar la orina sin que me reviente la vejiga mientras un gorila gigante imita a Zangief en el reducido espacio del vagón mientras una ardilla masca ojos de mutantes entre risillas histéricas, trazando un Pollock sangriento en la jeta de Rook, quien trataba de jugar a la piñata emulando a Ray Charles o Stevie Wonder, Lucius se ha quedado sin munición y Ruby es solo un borrón de cabellos violetas en el rabillo de mi ojo. 

Me pregunto si desde fuera se verá el vagón tal y como lo siento en mis huesos: derrapando en ambos sentidos cada medio segundo, siguiendo el rimo de los goterones de sudor que se suicidan deslizándose desde mis sienes antes de precipitarse en caída libre desde mi quijada.

WOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHNELLYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Con una sonrisa enloquecida, todavía emocionada por el regreso de Fitz, Ruby sentía que el corazón le galopaba en el pecho como un caballo de guerra hirviendo por estrellarse contra las líneas enemigas.

Empuñando su cuchillo de energía, se plantó con las piernas separadas, frente a un grupo de engendros mutantes.

“Boletos, por favor.”

Uno de los monstruos se abalanzó hacia ella, intentando cogerla, pero ella se hizo a un lado a último momento, aferró uno de sus brazos y lo rebanó limpiamente casi a la altura del hombro. La bestia lanzó un alarido animal, mientras un chorro de sangre bañaba el rostro y el pecho de Ruby.

"¡¡¡¡!!!!!!!!AAAAAAAAAAAAAAAAAAAARGGGGGGGGGGGGG!!!!!!!!!!!!"

Ella cortó en seco el berrido al usar el miembro cercenado como un bate de beisbol, estrellándolo contra la cabeza del strig y derribándolo fuera del vagón.

La teniente se volvió a mirar a los demás mutantes con los ojos desorbitados y una expresión sanguinaria.

“¿Debo suponer que no tenéis?”

Uno de los strig trató de arrancarle la cara de un zarpazo, pero ella se agachó justo a tiempo y, con un corte lateral de su cuchillo, le abrió el vientre desparramando sus entrañas sobre el suelo del vagón.

Uno de sus compañeros se arrojó sobre ella por la espalda y le rodeó el cuello con un brazo. Ruby lanzó su cuchillo al aire, haciéndolo dar una vuelta y cogiéndolo nuevamente con la punta hacia atrás. Con todas sus fuerzas, le encajó la hoja hasta el fondo entre las piernas y rajó hacia arriba hasta llegar el estómago, para luego coger el cuchillo con ambas manos y, por sobre su hombro, clavarlo en uno de los ojos de la bestia humana, que casi la deja sorda con su alarido animal.

"¡¡¡¡WUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARGHGGGGGGRJJJJJJ!!!!"

Ruby le dirigió una mirada de reojo, con el rostro casi completamente cubierto por sangre strig.

“Entonces tendréis que bajaros del pu70 tren.”

Metió una mano entre el cumulo de entrañas del primero monstruo que todavía se tambaleaba, intentando que no se le salieran del todo, cogió un extremo de los intestinos y se los enroscó alrededor del cuello del otro mutante. Le desclavó el cuchillo del ojo, giró sobre si misma y le dio una patada en el estómago que lo impulsó a través de una puerta y hacia afuera del tren, arrastrando a su compañero que salió disparado tras el. Sus gritos de desesperación hicieron eco en los túneles que atravesaban a toda velocidad.

"AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!"

El vagón surca los raíles del subterráneo soltando chispas y a velocidad de vértigo entre el absoluto caos que reina en su interior.

Los Mayhem luchan a brazo partido con los feroces Strigs, reventando cabezas y esparciendo sangre, vísceras y muerte por dentro -y fuera- del improvisado transporte que puede llevarles a la salvación.

Esta frase tendría sentido si Jimmy Turner, -dibujante de día, superviviente en una ciudad devastada por el Apocalipsis Nuclear de noche- no estuviese a los mandos de la cabeza tractora. Porque Jimmy, pobrecillo, ha estado flipándolo demasiado durante todo el día de hoy y al tomar el control del vagón ha activado la palanca roja.

NUNCA TOQUES LA PALANCA ROJA.

Manual básico del superviviente nuclear.

Pero Jimmy está poseído. Ha visto suficiente muerte, suficientes balas, suficientes explosiones y suficientes gallos practicando kung fu avícola para veintitrés vidas. Quizás veinticuatro.

Y sí. Ha activado la palanca roja.

Así que cuando el inconsciente Jimmy acciona el condensador de fluzo del vagón, el óxido nitroso hacia la gloria, el carburante místico que va a desencadenar otra viñeta épica, sólo puede decir una cosa:

WOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHNELLYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

El vagón alcanza los 210 kilómetros por hora en un segundo y medio.

Literalmente, vuela sobre raíles dejando a su paso un reguero de fuego.

El rostro de Jimmy comienza a desencajarse. MUCHO.

Alto ahí... ¿Qué es eso que hay ahí delante?

¿Luz?

¿La superficie?

¡NO!

¡¡¡LAS VÍAS SE ACABAN JUSTO DELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA...!!!

El vagón efectúa un espectacular vuelo sin motor atravesando los muros de contención y volando sin raíles, surcando el oscuro y devastado cielo de Nueva York con destino al río Hudson. La estampa es, desde un punto de vista decadente y trastornado, hasta hermosa.

Todo sucede a cámara lenta.

En el salto, perdéis el contacto con el suelo y pasáis a permanecer unos largos segundos en ingravidez. Esos segundos pasan, y entonces volvéis a abrazar la fuerza de la gravedad. Quizás con demasiado entusiasmo, porque el golpetazo que recibís es bestial.

Je. Bestial. Irónico.

El vagón cae al Hudson, ahora una masa de agua ácida y corrosiva que va a devorar la estructura en la que os encontráis en unos segundos si no salís de ahí en cuestión de segundos.

Pero hay un problema...

-Aaaaaaaargggggh...-. El sargento se rasca la brecha que acaba de abrirse en su cabeza. Su desorientación dura poco. No se lo puede permitir.

-Escuadrón, ¿todo el mundo bien? ¡Maldición! ¡Estamos en mitad del Hudson, Teniente! ¡Tenemos que salir de aquí antes de que el agua ácida devore la estructura con nosotros dentro!

-Nnnnnnnnnnnnng...-. El enorme gorila se alza entre cadáveres y restos de Strigs y alza el pulgar, tranquilizando al sargento. -A este gorila le queda aún rock and roll, sargento.-. Fitz se ajusta su bandana y observa con preocupación a su alrededor, tratando de comprobar si la Teniente y Rookie se encuentran bien. Entonces sus ojos se abren de par en par con horror.

-No... Chipp... ¡NOOOOO!-.

La pequeña ardilla yace inconsciente atrapada entre un amasijo de escombros y restos de Strigs.

El agua corroe el vagón a gran velocidad.

Debéis tomar una decisión.

¿Trataréis de salvar a Chipp a cualquier precio? ¿O saldréis de ese vagón a punto de ser engullido por el Hudson?

Aquellos segundos de ingravidez fueron lo más extraño que Rook había experimentado nunca. Es cierto que los despegues acelerados de la, ahora difunta, nave que pilotaba el gorila le habían hecho sentir algo parecido, pero esto estaba a otro nivel.

No estaba seguro de si era la adrenalina, o meramente un subproducto de ser aparentemente un personaje de ficción escrito dentro de una historia de acción pulp, pero pudo notar claramente como el tiempo se ralentizaba.
Esquirlas de metal, chispas de fricción, gotitas de saliva y chorros de sangre suspendidos en el aire a su alrededor. Las caras de los strigs llenas de terror al salir disparados del vehículo, e incluso una insólita barrita Krunchy Munchy hacia la que trató inutilmente alargar la mano antes de que se perdiera en la oscuridad tras atravesar una ventana del vagón. En aquel vals cósmico, todo estaba casi en silencio.

Y de repente, el mundo volvió a llenarse de estruendos y velocidad ¡PUM! ¡CLANG! ¡CRASH! ¡BRRRUUUMMM!
Rook perdió pié y por pura inercia se golpeó con una de las paredes, dejando una clara marca en el metal. Atinó a rodar para esquivar un strig particularmente corpulento que iba volando en su misma dirección y terminó estampandose el craneo en donde segundos antes estaba el del rinoceronte. Arriba, abajo, izquierda, derecha. Durante unos momentos era todo lo mismo. Pero un choque sacudió el mundo, puso frenos al tren y permitió volver a ordenar el espacio. Luego, la "calma".

A medida que el polvo se asentaba y le desaparecía el pitido de los oidos Mayhem 5 reparó en un detalle: ¿Estaban vivos? ¡Era un milagro!

Pero esa impresión no le duró mucho. Siguiendo la vista de Fitz, vio a la ardilla atrapada en una prisión cuya base ya mismo comenzaba a deshacerse en ácido.

—¡NO! ¡UNO SOLO YA ES DEMASIADO! ¡ESTOS MONSTRUOS NO SE VAN A LLEVAR A NADIE MÁS!

Esta vez si era la adrenalina aquello que ralentizaba todo. El rinoceronte se lanzó a la carrera para socorrer a su amigo. El vagón se sacudía bajo el peso de sus pasos cada vez más amplios. Mayhem 5 avanzó esquivando como por arte de magia los charcos de agua ácida o sacando el pie de los sectores más debilitados del metal instantes antes de que aquella porquería radioactiva le devorara las pezuñas. 
Parpadeó, y de repente sin saber cuando había cruzado aquella distancia, se encontró frente a Chipp. No sabía bien lo que hacía, pero sabía que tenía que hacerlo.
Metió las manos debajo de una columna de cemento, clavó sus cuernos en una  superficie de concreto y afirmó fuertemente sus piernas contra el suelo de metal que crujía de forma amenazadora.

—¡NNGRRAAAAAAHHHHH!— la pila de escombros comenzó a sacudirse ante el esfuerzo titánico de Rook, pero todavía no era suficiente, y alguien más debía de sacar la ardilla de en medio —¡FIIITTZZZ!— fue lo único que logró proferir como pedido de ayuda.

Al ver a Chipp en peligro me avalanzo en su socorro, pero me piso los cordones y me vuelvo a pegar un buen morrazo contra el suelo del vagón, con lo que casi pongo mi cara (MI CARA MI CARA MI HERMOSA CARA!) a disposición del mutagen corrosivo, pero consigo reponerme y apartarme, aún a costa d eno poder ayudar a mi ardilla bombardomochilera favorita

En Nueva York Nuclear Dios juega a los dados.

Y Jimmy, sin saberlo, ha iniciado el Gran Plan.

El dibujante trata de ayudar a extraer a Chipp del amasijo de hierro y carne mutante putrefacta mientras el agua corrosiva del río Hudson lo devora todo. Jimmy es pura voluntad, pero sus bíceps no pueden compararse con los de Rook o Fitz. El rinoceronte y el gorila casi han sacado a la pequeña ardilla, pero el tiempo se les agota y, si no salen del vagón ya, todo el escuadrón se hundirá en el agua ácida.

Entonces, sucede.

Jimmy escucha el sonido de una motocicleta.

Una motocicleta acuática.

Una motocicleta acuática a reacción.

¿¡UNA MOTOCICLETA ACUÁTICA A REACCIÓN!?

El motorista surca el Hudson como un jinete del Apocalipsis moderno, ajeno al efecto corrosivo del río y en dirección al vagón de metro en el que habéis logrado escapar de la población Strig. Jimmy advierte al escuadrón con un grito incoherente, mitad alucinación, mitad enajenación mental. Pobre Jimmy... Vaya día lleva.

El misterioso motero extrae de una funda oculta en el chasis de la motocicleta lo que parece un arma. Al dispararla, se escucha un sonido seco (PLOP!). Una esfera de color azul oscuro golpea el costado del vagón y no podéis creer lo que veis con vuestros ojos...

Nanomáquinas.

Una miríada de nanomáquinas que engullen en nanosegundos el vagón, dibujando una circunferencia lo suficientemente amplia para que Rook o Fitz puedan atravesarla.

El motorista, ya a escasos metros del vagón casi consumido por el Hudson, maniobra con habilidad su peculiar vehículo, girándolo de modo que ahora os da la espalda. Comprobáis que lleva una armadura táctica integral de infiltración de la Resistencia. Un dispositivo carísimo que sólo se reserva para soldados de un talento excepcional para hacer misiones en solitario.

El misterioso benefactor se pone en pie sobre su moto y activa un jetpack que utiliza para realizar un acrobático salto con el que se cuela por el agujero que él mismo ha creado en el vagón.

Le observáis incrédulos. ¿Quién es ese tipo?

Jimmy se percata de la placa que cuelga de su cuello, ahora visible tras el espectacular salto con el que ha realizado su entrada triunfal. Una placa de una cobra.

El extraño se quita el casco.

Se os encoge el corazón.

El motorista es un humano malencarado y con barba de tres días. Luce una melena castaña que revoluciona el cuadro hormonal de la Teniente Rose y sólo conserva un único ojo que desprende fuego azul. El otro está oculto tras un parche.

Se enciende un cigarrillo mientras el infierno corrosivo se aproxima inexorable hacia vosotros.

-Pu&% aficionados... Agarraos.-. La voz ronca, rasposa como una lija del hombre os produce escalofríos. Os lanza a todos lo que parece una especie de chaleco salvavidas conectado por un cable a la motocicleta, no sin antes disparar otra ración de nanomáquinas a los escombros que aprisionaban a Chipp. No parece que lanzarse al Hudson con esos chalecos os vaya a salvar, pero es entonces cuando entendéis que, por la mirada del extraño, todo está, de alguna manera, bajo control.

El sargento Sharp recobra la compostura en mitad de lo caótico de la situación y da una palmada en la espalda a Rook. El rinoceronte está echándose al hombro al inconsciente Chipp.

-Nadie llama aficionados a los Mayhem, vaquero. Nombre y rango.-. La voz del zorro suena firme. El sargento los tiene bien puestos.

-Llamadme Serpiente... Mi rango me lo comí.-. La sola presencia del veterano soldado carga el ambiente de tanta testosterona que os dificulta la respiración. Sin esperar réplica, el tal Serpiente vuelve a efectuar un pirotécnico vuelo con su jetpack hasta su motocicleta.

Acuática.

A REACCIÓN.

Le escucháis conectar una transmisión por radio.

-Comandante... Les he encontrado. Sanos y salvos. Continúo el rescate.-. Serpiente se gira y su ojo bueno parece cambiar. Ha visto algo.

Os giráis justo para ver que las cosas PUEDEN ir a peor.

(Mientras tanto... En el piso de Jimmy Turner...)

-¡¡¡Estoy hasta los mismísimos coj&%$ mecánicos de los giros de guión en los que un pu%& secundario de mier%& me arruina ver cómo destripan, empalan y violan -¡ME DA IGUAL EL ORDEN!- al jod"$% Jimmy FUCK$%& TURNEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEERRRR!!!-. Lanzando el sombrero mejicano por la ventana del piso y rasgando el poncho en tiras con furiosa cólera, el villano observa la viñeta con odio, una emoción que ha aprendido a cultivar y expresar con humana precisión.

-Esta vez voy a acabar contigo y con todas tus jodi%&$ creaciones, Jimmy...-. 

J4ck13 coge el lápiz con rabia y comienza a dibujar la mayor ola ácida que haya recordado Nueva York Nuclear.

-¡¡¡EL PU%& HUDSON SERÁ VUESTRA TUMBA!!!-

-Not on my watch...-. Serpiente arranca su moto mientras escupe el cigarrillo.

Su moto acuática.

SU MOTO ACUÁTICA A REACCIÓN.

Los cables que conectan vuestros chalecos salvavidas tiran de vosotros con violencia y casi parece que os precipitan a la muerte contra las abrasivas aguas que ahora caracterizan al Hudson.

Pero no.

Hoy no.

Los chalecos despliegan una alas que os elevan en el cielo al escuadrón al completo mientras el forastero parcheado llamado Serpiente acelera, perseguido por la enorme ola que una mano mecánica y homicida, termina de dibujar. Es la ola radioactiva más grande jamás vista.

Estáis surfeando el aire movidos por una moto acuática a reacción conducida por un tipo llamado Serpiente.

¿Qué podría salir mal?