Partida Rol por web

El islote de realidad, se desplazaba por el mar de niebla. Los árboles rosados atrapaban la niebla entre sus pétalos, convirtiéndose en realidades probables y efímeras, rocío, una brisa o un insecto. Los pétalos que se desprenden, caen en el mar de Niebla y terminan por deshacerse, volviendo a ser una vez más parte de la masa de la probabilidad.

Entre los árboles los Auruck corretean y juegan, poco interesados en la belleza que les rodea y más centrados en la carne de sus compañeros de tribu. 

La llegada de Akania no podría haber pasado más desapercibida, los Auruck estaban demasiado entretenidos entre sí, explorándose como para percatarse de su presencia. La ausencia de amenazas climáticas o de cualquier otra naturaleza, hacía que pudieran permitirse centrarse en la búsqueda de placer que les dirigía en la vida. 

La temperatura no parecía oscilar, y la luz, tenue, parecía provenir de todas partes y ninguna al mismo tiempo. Era una burbuja de seguridad en la que los Auruck vivían. Desde su posición la diosa podía percibir como la zona en la que los mortales retozaban era más real, mientras que a más se alejaba de ellos, los árboles, la tierra, el mismo agua e incluso el aire, parecían meras sombras de lo que podrían llegar a ser. Ahora mismo, sólo eran frágiles ilusiones a punto de volverse Niebla otra vez, si se les presionase un poco. 

A Akania le molesto el hecho de ser ignorada por aquellas criaturas, por lo que sin pensarlo demasiado uso su energía para crear movimientos bruscos en la tierra, no le gusto nada esa sensación.

Las sacudidas de la tierra generaron unas oleadas de terror casi automáticas que se extendieron entre los Auruck. Interrumpieron sus experiencias erótico festivas, y no tardaron en fijarse en a figura de Akania. Les llamó la atención tanto por ser el centro de lo que estaba ocurriendo, como por su cuerpo que inspiraba deseo y lujuria en hombres y mujeres. Se acercaron, en muchos casos exhibiéndose, ofreciéndose a la diosa para los juegos de placer en los que estaban sumergidos minutos atrás. 

Al llamar la atención del poblado, Akania se sintió feliz y complacida, con alegría acepto a los Auruck que se ofrecieron a participar con ella en los ritos de placer que tanto practicaban, tras horas de intensa actividad con varios habitantes entre caricias y orgías la diosa decidió darles un regalo antes de partir, con su poder le brindo a quienes habían sido elegidos por ella para compartir esas experiencias, enseñen a sus hermanos y descendientes y no olviden que a su amada diosa le gusta un poco de sangre ocasionalmente, eligiendo a uno de ellos para darle un beso salvaje y apasionado abriéndole el labio inferior y bebiendo un poco de la sangre que broto, luego se desvaneció de su vista.

El islote de realidad, se desplazaba por el mar de niebla. Los árboles rosados atrapaban la niebla entre sus pétalos, convirtiéndose en realidades probables y efímeras, rocío, una brisa o un insecto. Los pétalos que se desprenden, caen en el mar de Niebla y terminan por deshacerse, volviendo a ser una vez más parte de la masa de la probabilidad.

Entre los árboles los Auruck corretean y juegan, poco interesados en la belleza que les rodea y más centrados en la carne de sus compañeros de tribu.  Las conversaciones tendían a ser sobre aquello que les gustaba o que no. 

Los cimientos de un altar se alzan entre los miembros de una tribu de cuerpos hermosos y atléticos. Una miriada de pequeñas réplicas han aparecido por la zona y sus respectivas madres les enseñan su idioma. 

Las relaciones entre ellos parecen florecer con facilidad, mientras hablan de lo que les gusta y lo que no, especialmente en el ámbito sexual. No parecían tener ningún tipo de límite, se daban entre individuos del mismo sexo o incluso grupos. Al ver llegar a su diosa, muchos levantan la cabeza y se acercan a saludar a los dioses. 

- ¡Diosa, diosa! Bienvenida.- La mujer que parecía haber tomado el liderazgo de la relación diplomática se acercó más que los demás.- Tenemos preguntas diosa. - Miró a Naboruck y Hekima.- ¿son más dioses? ¿Si nosotros no somos dioses, que somos? y ¿Qué es eso?- Preguntó señalando a los cimientos del altar. 

- Vaya... es increíble, también han conseguido un idioma propio - susurro mirando a la escultural mujer, más similar a Hekima que el propio pueblo kujua - Que comportamiento tan interesante tenéis. Y sí, somos dioses. Me agrada tu interés por conocer que sois. Espero que Akania pueda guiaros en vuestra búsqueda.

Me separo del grupo por un momento y me acerco a los árboles, intentando tocarlos para ver si se convierten en niebla como en Terra Incógnita.

No tardaron en surgir las ofertas de yacer carnalmente con los Auruck, en el momento en que Hekima tanto hombres como mujeres se le acercaron sugerentes. Bajo su atenta mirada, rompió alguna rama, que se deshizo en Niebla inmediatamente. Sin embargo, los Auruck, no parecieron percibir lo que había ocurrido. 

- No... no tengo ningún interés en eso... aunque... - Al ver su desinhibición, busco a dos que ya estén fornicando para observarlos, con total interés puramente académica. Siempre es un buen momento para aprender más, y aprender sobre la reproducción de esos seres puede ser muy interesante.

Cuando finalmente nos materializamos miro con curiosidad el lugar, mientras mi vista se pierde por los coloridos arboles... Sinceramente me sorprenden bastante, y tal vez sería muy bonito darle un color así a mis tierras. Pero entonces me concentro en la gente de Akania, en como de forma tan desvergonzada hablaban de que les gustaba y que no, hablando tan libremente, hasta el punto de tratar con el sexo, que al parecer era algo muy común por aquí al notar las parejas. -Vaya... Que curioso.-

Entonces uno de los mortales se nos acerca, haciéndole preguntas a Akania antes de figar su vista en nosotros. Ladeo un poco la cabeza, y luego de que Hekina responde y se va hacia los arboles, yo pertenezco junto a Akania. -Mi nombre es Na'boruk...- Si bien ustedes habían escuchado mi voz antes algo raro pasaba con ella, ahora en lugar de sonar igual de infantil como la de un niño ahora era más etérea, misteriosa y gruesa, produciendo eco con cada palabra mientras me paraba más recto mientras había un suave tono de tambor de fondo, suave pero perceptible para los presentes. -Dios.- Los tambores tocaron dos fuertes notas para luego callar mientras hice una pausa dramática. -De la música.- Allí mi voz volvió a la normalidad, mientras volvía a mi posición de siempre, ligeramente encorvado y con las manos juntas, mirando a todo el lugar con curiosidad, para luego observar a Akania para saber que sería lo siguiente que iba a decir.

— Mis pequeños Auruk, como ellos han dicho son deidades como yo, ustedes son criaturas mortales, son mis amados pequeños, y siempre tendrán mi amor y cariño, respecto a lo que está ahí, aún está incompleto y quisiera que hubiese otro modo, pero no piensen en ello hasta que esté terminado, luego de responder, se unió al festín de lujuria y desinhibiciones que llevaban a cabo los Auruk.

La mujer se ríe con sorna, y hace un gesto amplio con la mano, señalando a los grupos de adultos  que estaban dando palmas mientras enseñaban a los niños las entonaciones correctas de su idioma.

- No creo que seas el dios de la música, Na´boruck, nuestro pueblo empezó teniendo música antes de que tu llegarás, y la seguirá desarrollando cuando te vayas. Lo siento por ti, pero la música es de las criaturas mortales y no de los dioses. Vas a necesitar otro oficio si quieres tener algo que hacer aquí.  Sin embargo, te agradezco nuestra conversación, creo que necesitamos nombres, cada vez somos más. 

Mientras tanto Akania disfrutaba carnalmente con los mortales. Ciertamente eran unos cuantos los que participaban en el festejo, pero pudo percibir que eran menos que la otra ocasión. Muchos se dedicaban a criar a la nueva generación, otros inventaban palabras, algunos se miraban con resentimiento o se habían alejado de los demás emparejados. Parecía que sus pasiones estaban empezando a generar grietas en el colectivo social. 

Hekima había observado relaciones parecidas entre los Kujua, aunque su anatomía era ligeramente diferente, y ciertamente los Auruck se entregaban al proceso con pasión y placer, que los kujua rara vez desmostraban. Estando intrigada no percibió a la embajadora hasta que puso su mano en su hombro.

- Para no interesarle, observa con mucha intensidad. Tal vez aprendiera más con la práctica. 

Ante la respuesta de la mujer no pude si no empezar a reír, una risa aniñada y burlona acompañada del sonido de suaves campanadas, mientras negaba con la cabeza. Al acabar finalmente respondí. -Querida, ese es lo más normal, jajaja... Con mi llegada o no iba a pasar, la música es la mejor manera de expresarse de cada ser, ¿Por qué acapararlo de forma tan celosa cuando todos deberían de disfrutarla? En cambio, me parece halagador que la impartan de esa forma.- Si pudiera sonreír lo haría en ese momento, mirando a los pequeños niños practicar. -No soy su Dios, pero me enorgullece lo que están haciendo... Eso sí, lo más avanzado se los enseñaré a mis hijos~-

Finalmente pude darme cuenta lo que hacía Hekima, y claro, no pasaría para nada desapercibido lo que hacía Akania, algo que me puso un tanto incómodo, pero solo decidí ignorar aquello y caminar un poco por el lugar, para ver que más hacían allí en el Bosque Florido.

- ¿Halagador? Nunca lo hemos hecho para complacerte. Además, si no eres nuestro dios, disfruta de nuestra hospitalidad, pero no creo que sea tu lugar para atribuirte ninguno de nuestros logros. - La mujer no parecía tener intención de ofenderle, pero no claramente no creía nada de lo que Na´boruck decía y dio cierre a su conversación. Se giró hacia Hekima.- ¿Vos sois diosa nuestra? ¿Qué diosa eres?.

La mujer estaba impaciente por hablar con Akania, y cuando no quedaron quienes fueran a satisfacerla, se acercó a hablar con ella.

- Mi diosa. Aún tenemos preguntas que requieren respuesta ¿Qué quiere decir que una criatura sea mortal?  ¿De que es diosa?- No parecía que dudase de que Akania fuera la diosa de su pueblo. 

Akania vio a la arrojada Auruk y a los demás curiosos, que estaban llenos de preguntas e inquietudes.

— Mis amados Auruk, tan alegres, tan curiosos, ser mortal significa que están limitados al plano físico y a un periodo de vida limitado, nosotros los dioses trascendemos esas limitaciones, podemos manifestarnos físicamente dentro de cuerpos mortales, pero nuestras capacidades no se limitan a ellos, podemos alterar y modificar la existencia misma, solo con concentrarnos un poco, aun así somos diferentes entre nosotros y cada uno cuida a su pueblo.

Su voz reflejaba cariño hacia ellos.

— Pero no deben preocuparse por esas cosas, deben gozar la vida, así cuando llegue el final de esta puedan partir sin remordimientos.

- Atrevida, yo soy la Diosa del conocimiento. Solamente estoy interesada en esto de un modo puramente académico. Aun así, creo que lo que hacéis es muy conveniente, ya que conseguís aumentar vuestro número de manera más rápida. Tal vez lo comunique a los kujua.

De golpe veis que pierdo totalmente el interés por todo lo que hay aquí, como si oyese voces que me llaman a otro sitio

- Tengo, tengo que irme... ahora volveré... - Mi cuerpo desaparece casi instantáneamente, convirtiéndose en bruma sin dejar rastro.

Mientras estaba en ese lugar sentía cierta envidia... No entendía como era que a mis Rootlings les llegaba a causar miedo o desconfianza, pero al pareces los Auruck de Akania no tenía ni una sola reacción de su parte, me parecía un tanto... No sé, injusto tal vez, pero otra razón por la que sentía envidia era por lo avanzada que era su gente, como podían hablar y al parecer hacer más cosas que por ejemplo mis Rootlings no. No tenía problema con que ellos fueran criaturas juguetonas y descuidadas, pero también quería hacerlas crecer.

Desde ese lugar, el Bosque Florido me aparté un poco de dichos Auruck, cerré los ojos y empecé a concentrarme en silencio, visualizando en mi mente a los Rootlings, a como tenía una especie de hilo de todos y cada uno de ellos conectados hacia mi, una conexión especial que usaría para influenciarlos.

Quería tener ese mismo de cercanía que tenía Akania con sus Auruck, no del estilo carnal, si no dejar de ser temido, de ser visto como una amenaza y más como alguien digno de su aprecio y admiración, y como sucedió en El Árbol Eterno, haré que nuevamente vuelvan inspirarles esa confianza en mi.