Partida Rol por web

Un islote de tierra, tiene en su superficie un verdor escarlata. La textura de las hojas, atrapa girones de Niebla, que se deshace convertida en rocío, aire o un insecto. Por encima de las copas de los árboles destaca, imponente, como un cepillo de follaje perenne el árbol Eterno. 

Entre sus ramas y raíces, los pequeños Rootling corretean, descubriendo hasta donde pueden alejarse del grupo antes de que alguno les llame la atención. Otros intentan trepar y ver que hay más allá lo que el bosque esconde. 

Cuando te materializas y tocas la tierra con tus pies, lo primero que sientes es un pequeño mareo. Aquí, a diferencia de la Niebla, existía un arriba y un abajo, tus piernas tenían una función, y el equilibrio se convertía en un sentido fundamental. 

Los Rootling estaban no muy lejos de allí pero entre los árboles podías observarles sin ser observado. Era una sensación curiosa, la de espiarlos, como si fuera un juego del escondite del que sólo tú fueras consciente. Sin embargo, no escapa de tu percepción que dentro de la burbuja de Realidad en la que vivían los Rootlings, solo el entorno inmediato al Gran Árbol tenia algo de realidad tangible, casi como los propios Rootlings. Sin embargo, a más te alejabas de ellos, los árboles, las hojas, el mismo suelo y el aire, eran poco más que hebras de telaraña al viento. Una sombra de lo que podrían llegar a ser. Prácticamente a punto de volverse a convertir en la Niebla de la que todo surge y a la que todo vuelve. 

Una vez vuelvo a este pedazo de tierra, justo en la línea entre la Realidad y la Niebla me quedo observando a los Rootlings. Tal vez no se han dado cuenta de mi presencia por donde me encuentro de pie, o tal vez sí y solo estén jugando, explorando y conociendo este pedazo de tierra que les di, pero luego de unos segundos finalmente decido acercarme.

Me asomo desde los árboles y los arbustos, para luego salir de entre ellos. Con los ojos grandes y curiosos de mi mascara me voy acercando, hasta que finalmente se dan cuenta de mi presencia. Los veo, a todos y cada uno, mientras que de mi ellos sienten un aura, como si fuera una forma de expresarme, como si ellos pudieran sentir la Curiosidad que siento hacia ellos, algo que no puedo expresar en el exterior por la propia máscara que uso. Me acerco tímidamente, pero en lugar de ir hacia ellos voy directamente hacia el El Árbol Eterno. Una vez estoy frente a él paso mi mano por la corteza, sintiendo esta, acariciándola con cariño mientras mi vista va hacia los Rootlings que se encuentran sobre las ramas, y finalmente hablo. -Saludos, mis hijos... Tal vez ya sepan quien soy, pero igual me presentaré. Soy Na'boruk, su Dios de las Artes.- Guardo silencio, y lo que podía ser peculiar es que en ningún momento hice aparecer ningún sonido, ninguna sinfonía, percusión ni nada parecido, solo el silencio.

-Me alegra verlos convivir... Me alegra verlos vivir, experimentar todas esas sensaciones, ¡Todas esas sensaciones que yo siento!- De mi emana ese aura de alegría, mientras que llevo ambas manos a mi pecho, empezando a gesticular con estas. -Los comprendo, sé como se sienten, todas y cada una de sus emociones... Y es simplemente hermoso.- Mi vista va hacia todos los Rootlings que estaban en el suelo, en las raíces, pasando por cada uno hasta que mi vista sube hacia los que están encima, en las ramas. -Vengan, únanse todos.- Digo con entusiasmo, haciéndoles señas a los de las ramas y también a los que están en tierra para que se acerquen a mi, en un círculo. Les doy tiempo, pero una vez llegan a formarse, me doy la vuelta para así tener de frente al árbol, entonces acerco ambas manos, y con una velocidad y destreza empezaron a dibujarse con una tenue luz amarilla como el oro varios tonos musicales, una corta partitura, algo simple para mi, pero de seguro muy complejo para ellos, pero esto... Esto era un reto, un desafío, algo que estaba seguro que duraría. Una vez terminé de escribir la partitura sobre la corteza del árbol esta quedó iluminada, igual que un letrero de Neón como una suave luz amarilla, algo fantástico. Me hice un lado para que todos los Rootlings lo vieran, pero luego de un rato aplaudí dos veces, haciendo que despacio esta luz desapareciera y se mostrara la corteza intacta.

-Puede que ustedes no comprendan esto, pero con el tiempo lo harán... Estoy seguro que ustedes podrán aprenderlo por su cuenta, pero ahora les enseñaré algo, algo nuevo para alegrar sus días, tardes y noches. Esto son los Ritmos, hagan lo mismo que yo, y una vez lo aprendan le enseñaré algo más.- Y así volví a colocarme en mi lugar del círculo, me senté en el suelo, y empecé a aplaudir. No como al celebrar ni nada parecido, si no con un Ritmo, algo para crear música, una sinfonía, algo. -Y un dos tres, Un dos tres, un dos tres.- Empecé a repetir una y otra vez el sonido con mis palmas, esperando que cada uno empezara a imitarme, a aplaudir de la misma forma, y una vez todos lo tenían aprendido dejé de hacerlo. -Anda, ustedes continúen.- Sonreía, aunque no podía de verdad sonreír, pero mi alegría llegaba a ser contagiosa. 

Los Rootling se sintieron intimidados al ser observados con la intensidad que lo hacía el extraño ser. Aquellos entre las ramas se alejaron aún más de él, los que estaban entre las raíces se alejaron a esconderse en la arboleda. Sin embargo, cuando empezó a trazar símbolos sobre la corteza del árbol se acercaron, con preocupación y terror pintados en la cara. Desde las alturas le lanzaron palos y ramas sueltas. 

No parecían conmovidos o excitados por sus palabras, de hecho, parecía que no le entendían en absoluto. 

Cuando comenzaron las palmadas, lo primero que hicieron las rootlings fue huir, pero al ver que no ocurría nada, se volvieron acercar, con los brazos cruzados y los ceños fruncidos, miraban al extraño con claro enfado. Comenzaron a realizar aullidos cortos y agresivos. 

A pesar de mis intentos de comunicarme con ellos, estos eran un fracaso, y tal parecía que tampoco les hacía mucha gracia mi apariencia. Aún así me mantuve firme, después de todo eran recién nacidos como para entenderme, para aprender a no temerme, pero con el tiempo todo saldría bien. Cuando me vieron con los ceños fruncidos y gruñendo solté un leve suspiro, negando con la cabeza, mientras que se escuchaba en el ambiente el sonido de las maracas al tiempo que negaba.

Tomé dos de las ramas que me lanzaron los Rootlings, y así frente a ellos las empecé a golpear una con la otra, de nuevo tratando de hacer música, de hacer un ritmo para ellos, uno simple de seguir para ellos, 3 primeros toques despacio, una pausa, y luego dos toques más rápido, repitiéndolos varias veces antes de dejar las ramas en el suelo frente a ellos, como si los dejara para que lo intentaran.

Entonces, entendiendo de que no podría hacer nada con las palabras, decidí en lugar de eso utilizar mis poderes de Dios. Mi vista fue a todos los Rootlings, tanto los que estaban en el suelo como con las ramas. Entonces lo que hice fue mandar una onda de emoción, una onda que no era perceptible por el ojo mortal, para hacer que ellos confiaran en mi, para inspirarles un sentimiento de Confianza, para que sientan que de alguna forma no les haría daño.

El dios de las emociones, se concentró en su dominio. Las conocía, las percibía y podía provocarlas. Estaba claro que habían malinterpretado sus actos. Tal vez no les gustase que hubiera marcado la corteza del gran árbol, o que hablarles sin que pudieran entender sus palabras hubiera servido de poco. 

Quizás hubiera sido demasiado impulsivo, así que acudió a algo más profundo, algo irracional y que para comunicarlo sólo necesitaba pensar en ello. Confianza. 

Tuvo que hacer un pequeño esfuerzo para acudir a la magia que se encontraba en su dominio para que una suave ola meciera a los Rootlings. Era difícil cambiar el corazón de tantos individuos, pero por como algunos de ellos relajaron su postura, supo, que al menos en parte, había tenido éxito. 

1. Pasa el tiempo:

Después de su último encuentro, y aún dentro de la burbuja de realidad, Na´boruck pudo observar el comportamiento de los Rootlings. Su influencia, como dios de las artes, le había permitido inspirarles a seguir el camino de la música, y pudo observar como poco a poco, algunos se entretenían dando palmadas, o haciendo chocar piedras. 

Su presencia seguía siendo vista mayoritariamente con desconfianza, y el dios, no tardó en aburrirse de estar allí. Los Rootlings no ofrecían conversaciones interesantes, a parte de algunos chillidos o gritos. Sin contar el aumento de su población, no se podía decir que los Rootlings ofrecieran muchos incentivos para quedarse a verlos crecer. 

Por suerte mi dominio logró un efecto en los Rootlings, ya no eran hostiles del todo, pero aún faltaba que me escucharan del completo, que depositaran toda su confianza en mi, pero esta sería una relación larga, y creo que lo mejor sería es que confiaran en mi y me amen por las buenas acciones que haré por ellos.

Y entonces se me vino una idea. Estaba sentado en una piedra, mirando a los Rootlings jugando y al parecer animados por como iban empezando a seguir con el ritmo, a aprender y entretenerse. Y de pronto una idea se me presenta, o bueno... La mitad de una idea. Me levanto de la piedra y voy caminando a la orilla de donde empieza El Árbol Eterno, mirando de frente como los límites se forman en la niebla, y entonces me doy la vuelta. Desde mi lugar se empieza a escuchar el sonido de tambores escuchándose, algo como "Tum tum tum tum!" como para llamar la atención de los Rootlings, y una vez al menos algunos voltearan, los saludé con mi brazo, como si me despidiera, antes de darme la vuelta y desaparecer ante sus ojos despacio, a desvanecerme mientras me dirigía hacia El Mar de Niebla

Los Rootling eran adorables y pequeños, no tanto como para ser sustancialmente diferentes de los Auruck, pero más pequeños. Tenían cuerpos fuertes y firmes. Correteaban cerca de un gran árbol, entorno a él se extendía un bosque en todas direcciones, entre las raíces de los árboles asomaban piedras blancas como dientes. Los rootlings habían comenzado a trabajarlas reunidos en familias. 

Una vez llegamos hasta mi territorio no puedo si no sentir alegría al verlos a todos tan unidos, yendo de aquí para allá y reuniendo piedras en sus pequeños grupos. De poder sonreír lo estaría haciendo ahora mismo, pero esa alegría se transmitía en como miraba a las pequeñas criaturas dando ligeras y apenas audibles palmadas de alegría.

-Bienvenidos, este es nuestro hogar...- Y así caminé hasta los Rootlings, para darle pequeños golpes a mi máscara con los nudillos para llamar su atención y hacer que se dieran cuenta de mi presencia. Luego de eso caminé hasta una de las raíces del árbol y tomé una de estas piedras, para luego unirme al grupo más amigable hacia mi de los Rootlings y ayudar a trabajar dichas piedras, con suerte ganándome algo de su simpatía en el trabajo

Naboruck manejaba las piedras de forma diligente, pero torpe. Aquellos que rootlings con los que se había unido dejaron de prestarle atención, ocupados con sus tareas. Integrado en el grupo, Naboruck pudo notar como el trabajo se hacía de forma rítmica. Usaban palabras sencillas, generalmente para hablarse entre ellos y de vez en cuando, alguno de los jóvenes se acercaba a quién deseaba como pareja sexual. 

Akania, sin revelar su presencia, observa interesada como trababan aquellos pequeños grupos en proyectos comunes, caminando grácilmente al rededor de ellos los observo, también observo las rocas que había en el suelo, esas que aquellos pequeños estaban tallando, debía intentarlo, darle a su pueblo algo en que entretenerse, pero su capricho le incitaba a primero terminar el proyecto de los sacrificios, acercándose a Na'boruk le susurra con calma y dulce voz.

— Son muy adorables tus pequeños, espero que sigan así de encantadores siempre, ha sido una visita muy rápida, pero ahora quiero ver como van los míos, suerte en tu tarea de ganar su confianza.

Dirigiéndose a Mond, prosigue en voz baja.

— Son muy tiernos ¿no lo crees hermano?, ju ju jum, bueno yo me retiro.

Mientras ayudaba de forma diligente a los Rootlings llegué a sentir la presencia de Akania, de hecho, era algo normal, así que cuando escuché su voz no me alarmé. Cuando dijo aquello tan lindo sobre mis Rootlings una suave tonada animada de una guitarra se escuchó suavemente a mi alrededor, mostrando así lo contento que estaba, para luego voltear con ligereza hacia ella y decirle. -Muchas gracias, puedes venir cuando quieras, pero recuerda preguntar antes. De momento tengo que seguir ayudándolos a crecer.- hablé en voz baja, y luego de terminar con el montoncito que tenía, finalmente me levanté al tiempo que Akania se despedía de Mond, y caminaba hacia él, de forma disimulada haciendo como si miraba a los Rootlings trabajar, parándome a su lado.

-¿Que te parecen Mond? ¿Acaso comparten algo parecido con los tuyos?... No te conozco muy bien, pero con tu apariencia siento que tal vez y tengan esa apariencia mística que tú.- Dije "sonriente", algo que no se notaba por la máscara pero que él podía sentir, acompañado aún con esa tonada animada de la guitarra que provenía de la nada.

Mond observo con admiración a las pequeñas criaturas, su concentración fue llamada hacia su Hermana que pasaba a despedirse, con una leve sonrisa le dijo en un susurro, -Tienes razón, es una vista encantadora, después noto como se acercó Na'boruk y le susurro,- tus entes son adorables, los míos se parecen un poco en la forma en la que cuidan a sus versiones más pequeñas, muchas gracias por dejarme conocer a tus pequeños, hermano, pero también debo retirarme, nos veremos pronto.

Ya sin la presencia de mis hermanos aquí, me di media vuelta y traté de seguir con lo que hacía, tratando de sacar lascas de una piedra con cuidado de no herir a uno de los Rootlings que tenía cerca, Con la piedra más grande la apoyaba en mi muslo mientras que con otra más pequeña del tamaño de mi mano y dura iba buscando la parte con más filo, y al mismo tiempo dando pequeños golpecitos para tantear la piedra, y al encontrar el punto que creía más "suave" darle un buen golpe, que en caso de romper la lasca o dejarla en pedacitos repetir el proceso, incluso si tenía éxito, para empezar a desarrollarlas.

El trabajo es lento y meticuloso, no se trata solo de hacerlo, se trata de enseñar a hacerlo, de compartir la forma de hacerlo buscando la más eficiente. 

Limitado por las capacidades de su avatar, Na´boruck aporta un poco más al desarrollo de la primera piedra de la tecnología de los Rootlings.

Luego de enseñarles por un tiempo a como hacer las lascas dejé que siguieran a su ritmo, tomándome un descanso mientras que al ver si alguno tenía problemas al sacarlas o como tomaba las piedras trataba de corregirlos un poco. Pero enlugar de eso y seguir ayudándolos como tal en producir el Sílex, lo que hice fue tratar de ver al más amigable de los Rootlings, y luego con una de las lascas se la mostré, agarrándola con una mano y apuntando con mi dedo índice de la otra mientras decía -Laaascaaa.- Apunté de nuevo a la lasca. -Lasca.- Y luego de un tiempo, tratando de decirle el nombre de esa piedra afilada, fue cuando sujeté con mi mano libre una piedra cualquiera del tamaño de mi palma, y con el dedo índice de la otra mano dije. -Pieeedra.- Apunté de nuevo y repetí. -Piedra.-

Y así iba, de poquito a poco tratando de que finalmente alguno aprendiera una de estas dos palabras, con suerte trataría de imitar los sonidos, a identificarlas como lo que son, y que poco a poco se fuera esparciendo el inicio de un nuevo idioma.

Los Rootlings parecen apreciar un poco más tu presencia. Sobre todo aquellos a los que les ayudas a mejorar su idioma. 

No tardan en dominar el golpear las piedras entre sí. Algunos de ellos empiezan a enseñarles a los demás como hacerlo.

Y seguí tratando de enseñarles a los Rootlings a mejorar el idioma. Algunos decían sílabas, o decían de forma torpe alguna de las palabras que les enseñé, pero aún quería que terminaran de mejorar su forma de hablar. Ahora trataba de decirles palabras mas complejas y que las imitaran, darles un significado a dichas palabras mientras sentía cierto orgullo de finalmente verlos progresar como especie, como sociedad, el verlos mejorar.

Tu tutela y tus conversaciones pagan su fruto. aunque no son lo suficientemente interesantes para generar ninguna idea nueva.

Poco a poco te enteras de todos los chismorreos del pueblo, aunque es complicado seguir como se desarrollan las relaciones ya que todos son "ese rootling" o "esa rootling", o "el hijo de la que suele estar en esa piedra".