Partida Rol por web

Las dejé que se abrazasen, y cuando pude, me uní yo también en un abrazo grupal. Me alegraba sobremanera estar de nuevo las tres juntas.

-Jo, chicas, cómo echaba de menos estar todas de nuevo. Lástima que no estén los demás, pero.. da igual, ahora por fin estamos juntas -y las abracé de nuevo-. ¿Vamos a algún lugar más tranquilo?

Siobhan se separó del grupo al oír decir eso a Jessica, con expresión de sorpresa.

- ¡Es verdad! -exclamó-. Zaina no sabe que los chicos se marcharon... o a lo mejor ya se lo has dicho. Pues sí, se fueron.

La pequeña no parecía muy triste, al fin y al cabo había sido decisión de los padres de cada uno, y mientras ellas tres estuvieran allí, el verano que tenían por delante sería estupendo.

- ¿A dónde os apetece ir? -preguntó Siobhan sonriendo de nuevo-. Podemos ir al río, al pueblo, a... a donde queráis.

No lo dijo en voz alta, pero se había cuidado mucho de sugerir el bosque. Era improbable que les apeteciera revivir viejas memorias, y desde luego a ella no le apetecía nada.

A mí me han hecho prometer que no me acercaría al bosque—dijo adivinando los pensamientos de la niña—bueno, no llegué a prometerlo pero...— La niña torció el gesto antes de añadir—además les oí hablar diciendo que me tendrían un ojo encima... pero bueno.

Podemos ir a algun sitio del pueblo tranquilo... he aprendido un poquito a leer las manos y ya se echar el Tarot. Sí os apetece puedo leeros un poco la fortuna—dijo mientras le enseñaba la baraja de cartas. Una vieja baraja amarillenta y de cartas grandes y anchas que tenían unos dibujos muy curiosos y numeros romanos en la aprte superior.

-¡Sí, genial! -dije, ante el plan de Zaina-. La verdad.. es que no quiero entrar en el bosque otra vez, no volví desde.. bueno, ya sabéis, y.. No me gustaría volver. Podemos ir a la zona del río, hay lugares donde podemos estar a nuestras anchas, solíamos ir a jugar allí cuando estábamos todos.. -le expliqué a Zaina.

Lo malo es que ella no tenía bici.

-Zaina, si quieres puedo llevarte en la parte de atrás de mi bici, así llegaremos antes.

Vale—respondió la niña subiendose a la parte trasera de la bicicleta e incorporandose ligeramente— ¡Que divertido va a ser como haya una cuesta abajo!

Como parecía haber acuerdo, las niñas subieron a las bicicletas y empezaron a pedalear en dirección al río que pasaba cerca de Noxville. El camino no era largo, y en bici se hizo aún más corto. A su alrededor, pudieron ver que la tormenta avanzaba lenta pero inexorablemente. Las nubes en el horizonte eran ya muy oscuras, y de vez en cuando escuchaban algún otro relámpago.

En pocos minutos llegaron al río, que fluía tranquilo flanqueado por una fina línea de árboles en la ribera en la que el trío de amigas se encontraba. Al otro lado, los árboles se hacían más densos, señalando el inicio del bosque. No obstante, el claro de la cabaña que recordaban tan bien estaba muy lejos de allí. No había nada que temer.

El lugar era tranquilo y la orilla acogedora. Allí podrían estar a sus anchas y Zaina podría enseñarles sus dotes adivinatorias recién aprendidas.

Ya vereís....esto funciona de verdad... claro que yo aún no se muy bien y a veces dicen cosas raras—explicó mientras barajeaba alegremente las cartas—Venga Jess, corta, corta—insisitió hasta que la niña aceptó. Aunque normalmente, en el Tarot según la había enseñado la yaya había que sacar todas las cartas para averiguar el pasado presente y futuro de la persona a quien se echaba las cartas, Zaina no la apetecía hacer la versión completa, por lo que solo saco las 12 primeras para mirar en el futuro.

Podría mirar el pasado—dijo mirando al bosque con cierto temor—pero la verdad no me apetece

A ver...te ha salido...el mago al reves....la muerte. No, no te preocupes— añadió mirandola con una sonrisa—esta boca arriba eso es bueno, significa cambio...si lo juntamos con la siguiente...¡oh mira! con la torre.... a ver—La niña siguió sacando unas pocas cartas más mientras murmuraba algo por lo bajo sin perder la sonrisa.

A ver, parece que alguien o algo te va a dar un susto y que vas a sufrir un cambio en tu vida en breves...creo que será por conocer a alguien...¿un encuentro? mmmm dos bastos y una copa...¿dos chicos y una chica? Jo, ojalá fuesen tres bastos, podría significar que volverían Cory, Rocky y Dani

Zaina acababa de echar las cartas sobre las piedrecillas del lecho del río y de leerlas con el arte que le habían enseñado. ¿A qué chicos y chica se podían referir las cartas? Claro, que todo eso del tarot... Quizá no fuera nada realmente.

En ese momento, las chicas escucharon un sonido curioso a lo lejos, como un aleteo. Y una risa, una risa aguda y chillona que les puso la piel de gallina. Se les hizo un nudo en la garganta nada más oír aquella risa, y cuando miraron en su dirección, vieron a lo lejos un punto blanco que revoloteaba y se dirigía a los árboles en la espesura del bosque.

Parecía haber venido desde el pueblo, y aunque les había pasado bastante lejos, habían podido oírla con claridad. Era lo más parecido a una de las hadas del bosque que habían visto desde que había ocurrido todo lo de la cabaña y el Espectro.

Zaina tragó salive al  oir aquella risa y ver la luz. Aquello era un mal fario y, además había ido del pueblo al bosque. No la gustaba nada. Los oscuros ojos de la muchachilla miraron con claro temor a sus amigas antes de sugerir con la voz entrecortada.

Eh...¿Y si vamos cerca de mi casa? Allí podemos jugar tranquilamente y luego mi tío os acercará a casa con las bicis y todo.

Y podré comentar a la yaya lo que acabamos de ver

La ví, sí... la ví. Estaba entretenida con el tarot de Zaina, pero.. esa figurita blanca surgida de no se sabe dónde me puso la piel de gallina. Pude sentir mi corazón a galope tendido, mientras con ojos asustados busqué a Zaina y Siobhan en silencio.

Sí, ellas también la habían visto.

Zaina disimuló, fingiendo no prestarle atención, pero.. yo no podía dejar de mirar aquel punto lejano que parecía indicarnos. No, no nonononono... no de nuevo, ¡otra vez no!

Temía que algo pudiese surgir de la espesura. Sin dejar de mirarla de reojo, ayudé a Zaina a recoger las cartas, con toda la tranquilidad fingida que fui capaz de aparentar, diciendo:

-Sí, buena idea.. ¡Ya no me gusta estar aquí!

Si...vamonos ya. El tío Zeke os llevará luego a casa... u os acompañaremos.—dijo tratando de mantener la sonrisa y dando la espalda al bosque— Así no se enfadaran cuando os vean conmigo en verano porque sabran que estamos cuidadas. Pero ahora parece que va a llover y mejor estar tapaditas

Recuerda Zai, si fingias que no existían las hadas no podían dañarte

El corazón se le apretó y un frío helado le recorrió la espalda. No le gustó para nada esa sensación, pese al tiempo tenía demasiado latentes los recuerdos de lo ocurrido y las pesadillas que la atormentaban noche tras noche tampoco es que ayudaran mucho.

Miró a sus amigas, la presencia de Zaina y Jess la reconfortaba, incluso más que el abrazo de su madre, y eso ya era mucho decir, pero era cierto, los lazos que la unían a esas dos niñas eran demasiado fuertes y, pese a su corta edad, estaba segura que se mantendrían para toda la vida. 

La calma de sus amigas consiguió apaciguar sus temores y sonrió, asintiendo entusiasta, ante la idea de ir con Zaina.

-¿Cuánto tiempo te vas a quedar? -preguntó a la zíngara alineando su bicicleta junto a la de ella- Tienes que contarnos qué has hecho, dónde has estado... ¡Todo!

Toooodo el verano—respondió Zaina subiendo a la parte trasera de la biccicleta de Jess fingiendo tranquilidad— Vamos a estar en pueblos cercanos para celebrar las ferias así que podremos jugar todo el verano.

Este año estuvimos en Estados Unidos, fuimos hasta un sitio llamado Texas, la gente era muy mala. Luego seguimos por ahí y os fui mandando cartas. Ah si...el último sitio antes de venir aquí fue  un pueblo de un sitio llamado "Meine" ¡y vi muchos ciervos! También he estado estudiando a distancia y mamá me dijo que cuando sea algo mayor, si tenemos dinero y quiero, puedo ir a un cole interna. Aunque para estar sola no me apetece.

Jess sabía el camino hacia el campamento, atravesando el pueblo, así que confiaba en que ella los llevase en aquella dirección.

Con Zaina detrás era un poco más dificultoso comenzar a pedalear, pero, al coger velocidad, ni la notaba. Mi bici era así de guay. Vigilaba que Siobhan nos siguiese, y nos alejamos de aquel ser raro que todas habíamos visto, y todas habíamos fingido no ver.

-Iremos entonces hacia donde acampó tu familia, y así también.. bueno, nos pueden contar historias.. -¡cualquier cosa antes de quedarnos solas con ese bicho!

Las tres amigas se dirigieron al pueblo para atravesarlo y llegar cuanto antes al campamento. Lo que acababan de ver parecía ahora una alucinación inquietante, pero... ¿cómo iba a serlo si las tres lo habían visto?

Cualquier cosa que implicara alejarse del bosque parecía un buen plan, así que las chicas cogieron sus bicicletas sin perder tiempo y se pusieron en marcha.

- ¿Aguantarás un poquito más, verdad que sí?

Aquella vocecilla vino acompañada por una risa aguda y cantarina, una risa que Jessica conocía muy bien. Pero apenas podía oírla, el fuerte viento no la dejaba. Consiguió a duras penas abrir los ojos, mientras sus mechones de pelo rubio se movían como enloquecidos por aquél vendaval ensordecedor.

- Uuuuy, miradla. Pobrecita. Creo que tiene un poco de frío...

Nuevamente, la vocecita se rió de ella, y esta vez muchas más la corearon. Jessica logró por fin mirar abajo, y comprobó que colgaba sobre una oscuridad absoluta, sus muñecas atadas a una cuerda áspera. Sintió una horrible sensación de vértigo. Pero no era comparable al mordisco del viento, aquél espantoso viento...

- Con lo que a ella le gustaba el viento. ¿Os acordáis? ¡Parece que ahora ya no le gusta tanto!

Las vocecitas prorrumpieron en una algarabía de carcajadas crueles. Ahora podía verlas. Estaban a su alrededor, luces blancas tintineantes como copos de nieve. La rodeaban revoloteando mientras se congelaba, colgando sin ropa en un mundo negro donde hacía frío, un frío terrible. Tanto frío como en aquél horrible bosque...

Jessica intentó aguantar, pero era demasiado doloroso. El viento era tan frío que la arañaba, la cortaba... Sus ojos empezaron a cerrarse, y la niña rubia ya no vio nada más.

Jessica despertó sobresaltada en su cama, y se encontró sentada sobre las sábanas. El pelo rubio le caía a mechones, impregnados de sudor, sobre el rostro infantil. Sentía frío, mucho frío... Un frío que venía de su derecha.

La ventana de su cuarto golpeaba rítmicamente el marco. Se había abierto por la tormenta, y las gotas de lluvia mojaban las sábanas, calándola hasta los huesos. Todo había sido un sueño... pero un sueño tan espantoso como no había tenido en mucho tiempo. Era la pesadilla más nítida que podía recordar, y aún notaba el mordisco de aquél viento en la piel de gallina.

La tormenta continuaba, pero ella estaba muy angustiada por lo que había soñado. La sensación de aquella pesadilla era tan intensa que casi la ahogaba. Afuera, las estrellas brillaban en la lejanía, blancas y frías... pero, ¿estrellas en la tormenta?

Respiraba con dificultad, jadeando, como si hubiese corrido una carrera muy larga y me hubiese quedado sin aliento. Busqué el vaso de agua que la abuela suele traerme cuando viene a darme las buenas noches, y me lo bebí casi de un trago. Lo poco que me quedó lo mantuve en el vaso, en mi mano. Iba a dar un segundo trago, cuando me dí cuenta de la tormenta, y sus estrellas.

En Knoxville eran comunes las tormentas, ya no me asustaban.. mucho. Confieso que alguna sí. A veces los truenos parece que rompen el cielo, y los rayos lo iluminan todo.. en esas sí busco a mi abu. Pero ahora.. Si algo sabía, es que en el fondo de las tormentas había oscuridad.. ¡Con el miedo que me daba! Hasta que un rayo no aparecía, en casa se desconecta la luz, y mis abus van por ahí con velas y linternas.. Es tan tétrico.. A mí me da mucho miedo eso, no puedo evitarlo.

Pero ahora.. veo estrellas.. ¿estrellas?

Recordé unas lucecitas siniestras que también parecían estrellas de lejos... ¡y vaya si no lo eran!

Esperé, expectante, convencida de que las vería moverse y volar.

Jessica miró por la ventana mientras sostenía su vaso de agua, fijándose con atención en las lucecitas que se veían a lo lejos. No había más luces en la noche, y era difícil compararlas con las casas del pueblo... pero efectivamente, pudo ver que una se movía con rapidez. Las demás tampoco estaban quietas. Incluso aguzando el oído, le pareció oír cantar. Una canción lenta y tortuosa, como un lamento que podía recordar muy bien.

No eran estrellas. Eran Hadas. Y el pueblo estaba lleno de ellas.