Partida Rol por web

El impacto mágico, unido a la sangre y al flujo vital que escapaba de él por la acción del ritual, hizo que Aleph se empezase a sentir agotado, falto de fuerzas. Estaba muriendo.

Aleph se interpuso entre Celeste y los hermanos Lázarus, dispuesto a protegerlos de nuevo si era menester. Los cortes de sus muñecas no dejaban de sangrar, derramando su vida por el suelo, pero el gigante no daba signos de flaquear

Celeste seguía elevada sobre el suelo, a escasos metros de éste. Había buscado un buen ángulo para impactar a Elías, pero Aleph se lo estaba negando. 

Maldito... si no fueras tú...

-¡Vincent! ¿Por qué obedeces a Elías? ¿Ves que tu poder es inútil contra mí? Yo fui aprendiz de Lucian. ¡Me debes lealtad!

Damien pensó a toda velocidad. Analizando todas las palabras de Jules. Aprovechando que tenía toda su atención.

Si le desarmo me tirará un rayo. Vamos a defendernos y listo.

-Puede que mi comprensión sea limitada, Jules, pero dime si me equivoco en ésto. Vas a exterminar a una ciudad llena de personas inocentes para traer una aberración al mundo. ¡Vas a probar que lo que dijeron sobre tu especie era cierto! Si se dedicaban a cosas como la que os proponéis solo les estas dando la razón.

-¿Cómo te mirará Elizabeth cuando sepa lo que has hecho? Y no me digas que nunca se enterará, porque tu y yo sabemos que es más lista que nosotros. Y Aleph le ha enseñado algo sobre justicia, honradez y misericordia. ¿Soportarás su mirada? ¿Soportarás que te pregunte por qué mataste a miles de personas? ¿Que harás cuando muera tratando de defender a los inocentes de la aberración que estás convocando? ¿Te pararás al lado de su frío y muerto cadáver? y te autojustificarás...-Damien puso voz de niño pequeño.- "Los malvados eclesiástios fueron muy muy malos con nosotros así que tuve que arrasar Kahr para traer justicia" -Ahora la pasión inundó su tono.-¡No es justicia! ¡No te alzas con la razón! ¡Sólo cometes un maldito genocidio!.

Las palabras de Damien parecieron hacer mella en el hombre alado, ya que acometió con más rabia que prudencia y no fue demasiado certero.

-¡Voy a arrancar las palabras de esa lengua!

-No te debo nada -contestó Vincent mecánicamente-. No puedo afectar tu cuerpo, pero aún me queda la mente.

El mentalista fijó sus ojos en Celeste una vez más y buscó debilitar su fortaleza mental.

-Damien tiene razón. ¿Qué hará Elisabeth cuando esto acabe? ¿Va a abrazarte y a darte las gracias cuando despierte en una casa llena de muertos? -Junette forzó una sonrisa-. ¡Menudo iluso! Nadie te querrá después de esto. Nadie. Tristán querrá matarte y Elisabeth te odiará. Eso es lo único que ganará con ello.

Nos has engañado a todos, pero has arrancado la venda de nuestros ojos y ya no puedes volver a hacerlo. ¿Esto es lo que tanto deseabas? ¿Perderlo todo? ¡Pues lo harás! Y yo me ocuparé de ello. Cuando todo esto acabe correré a ver a Elisabeth y le contaré lo que has hecho. Te odiará todo lo que le reste de vida. ¡Eso es lo que te mereces!

En Gabriel aprendí que las palabras hacen más daño que las espadas. Ahora sé que es cierto.

Damien desvió otra vez el ataque de Jules.

Bravo Junette, sigue por ahí.

-No, Junette, probablemente no sabremos nada de lo que ha pasado aquí, si seguimos vivos sin duda Jules usará los hechizos de borrado de memoria para que no le recordemos lo que ha hecho, como su padre hacía antes que él. Vivirá en un mundo de autómatas, forzados a amarle, sin libertad ninguna. ¿Olvidará Tristán a su mujer, a sus dos hijos?.

-O no, ¡espera! que hay alguien como él.-Damién pasó la mirada a Celeste.-Alguien le acompañará, alguien capaz de amar... Jules tendrá compañía, a Celeste. ¡Menudo consuelo! porque ya ves como trata a la persona que más la ha querido, la persona que mató a Lucian arriesgando la luz de su alma inmortal para evitar que ella fuera destruida por la venganza. 

La sangre de Aleph continuó manando de las heridas provocadas por el rayo de Celeste. -Si triunfas hoy tienes por delante un futuro glorioso, Jules. Calculo que te suicidarás antes de un año.

El escudo de Celeste se activó casi por acto reflejo, tratando de detener un ataque que era totalmente invisible para ella. No sabía por qué lado defender, pero unos cálculos apresurados sobre posibles trayectorias llevaron a la peliazul a intuir una de las más probables direcciones del ataque.

La mano blanca, luminosa que protegía a Celeste surgió, tratando de parar el ataque. Y, gracias a la intuición y la agilidad mental de la peliazul, ningún impulso llegó hasta ella, deformándose ligéramente el escudo, que pronto volvió a su forma.

-¿Y qué le debes a Elías?-chilló mientras detenía el ataque. Su mente parecía que iba a estallar, debido a una presión extraña, que sin duda vendría del mentalista. Pero, instantes después, ya no molestaba. Su cabeza era demasiado fuerte. Como ves, sigo siendo inmune a lo que hagas. Eres mi siervo, y no puedes dañarme ¿No lo entiendes? Pruébalo con Elías, verás como sí funciona.

Después, miró a Damien.

-¿Y quién eres tú para decirme lo que es amar? No eres más que un criajo malcriado, con la cabeza llena de pájaros. ¿Defender el honor y la justicia? ¿Acaso crees que sabes sobre ello? No eres capaz de entendernos, Damien. Tu raza nunca ha sido esclavizada, asesinada, reducida a la mínima expresión. En realidad eres como ellos.

Calló, y le miró diréctamente a los ojos.

-Ví como nos mirabas Damien, cómo sentías desprecio por Aleph y por mí. Como te sentías inútil a nuestro lado. Nos matarías si estuviera en tu mano, si pudieras hacerlo y no hubiera represalias. No eres alguien justo, ni honorable, eres igual que lo que pretendes destruir.

El zeón se empezaba a arremolinar en torno a la peliazul. Mientras volaba lejos de sus enemigos, en dirección contraria al combate, pero sin perder en ningún momento la cara.

-Amo a Aleph, le amo más de lo que nadie en este lugar ama a ningún otro. Pero, ha traicionado mi confianza, ha sobrepasado la línea que nunca podría rebasar. Ahora tiene que pagar por sus pecados. Él mismo lo ha admitido.

Vuestra raza...

Aleph frunció el ceño. De alguna manera, esas palabras habían agitado algo dentro suya, algo que llevaba dormido demasiado tiempo. Dos conciencias comenzaban a entremezclarse, y demasiado tiempo había esperado una de ellas en silencio

Aleph... todo ha cobrado sentido desde que Jules me ha contado por qué ha hecho esto...

Las palabras de Jules resonaron en la mente de Celeste, como si se hubieran grabado a fuego, y ella las repitió mecánicamente. Contenían respuestas, respuestas a preguntas que quizá jamas se había planteado. Pero respuestas poderosas:

-Los humanos no son los únicos que han caminado sobre la tierra. Ha habido otros antes. Los olvidamos. La Iglesia nos hizo olvidar. Hubo elfos de luz.- hizo una pequeña pausa.-, elfos de oscuridad, gigantes con cuernos y una fuerza sobrehumana-hizo una pausa más prolongada.-, seres sin rostro, elementales, ondinas, demonios... y ángeles.

-Aquellos ángeles de antaño murieron o fueron exiliados. El mundo se convirtió en un mundo de humanos. Los que quedaron atrapados en este lugar, al morir, sufrieron una pequeña transformación. En ocasiones, un niño humano nace con un alma de otro ser. Son los Nephilim.

Celeste miró a los ojos a su amor, viendo una compenentración que quizá nunca antes había visto.

-Respuestas cariño.

Aleph seguía mirando a Celeste, pero algo estaba cambiando en él. Aunque cada vez parecía estar más débil y herido, había algo en su expresión que echaría para atrás al más valiente. Sus músculos parecían más abultados, su facciones, más antinaturales. Una fina línea de luz comenzó a aparecer en su frente

Tú... Eres una de ellos

No era una pregunta, si no una afirmación. Y tras la voz de Aleph parecía yacer otra, más profunda e imponente, como si el gigante tuviera dos almas

Al igual que yo

Las orejas de Celeste empezaron a afilarse con trazos luminosos iridescentes. Algo dentro de los enamorados estaba cambiando, su propia esencia estaba empezando a comunicarse. Algo que nunca podrían entender ni Junnette, ni Fiona, ni Elias, ni Damien.

Sólo Jules comprendía esa sensación.

Sin emitir ningún ruido, ningún gesto especial, dejó fluir su energía para darle forma. Mientras volaba, segundos antes, había traído el fluído místico hasta ella, y ya no necesitaba hablar para llevar a cabo su conjuro.

La peliazul seguía intentando evitar la convocación, y pero su poder no estaba en lo más alto. Iba a recurrir a técnicas más extrañas, la magia no era lo único que podía hacer daño. Llenar el nuevo lugar de invocación de escombros conseguiría haría moverse a todos los que estaban reunidos.

Además, el hecho de que estuvieran tan apiñados era una verdadera suerte.

Un círculo de energía mágica empezó a formarse a unas decenas de metros por encima de la cabeza de Elías, Aleph y Fiona una cruz gigante. El símbolo de la inquisición, una cruz alada, formada en la más dura piedra. Iba a dejarla caer desde esa altura, esperando que ninguno de los que estaban debajo se enteraran de su presencia.

La inquisición les aplastaría... que ironía.

-Dudo mucho que Damien pueda siquiera dañarnos, Jules. Dirige tus ataques sobre Vincent, él sí que puede significar una gran diferencia. O contra Elías. No malgastes tu habilidad.

-Enmenda tu pecado, Aleph. Únete a nosotros.

La voz de Celeste sonaba sensual, como si de una bella tentadora se tratara.

-Tus sueños te lo dicen.

La mirada de la peliazul se clavó en la de Aleph, buscando su pupila, parecía que miraba aún más profundamente, como si estuviera escrutando su...

-Tu alma lo reclama.