Partida Rol por web

Pero Jules no fue el único en desvanecerse. El otro criado también se cayó tambaleante contra la pared. Elisabeth soltó un grito al ver a Jules así, pero ella también perdió el conocimiento.

Y ellos cuatro, también... La primera en caer fue Junette, más débil que el resto. Después fue Celeste. Luego, Damien. Aleph trató de resistirlo, pero aquello, fuera lo que fuese, había logrado vencer su extraordinaria resistencia. Era pesado y rápido, pesaba en los párpados y en los pensamientos. Aturdía la lengua y no se podía hablar. Se dejaban de sentir los dedos, y luego los brazos y las piernas.

Y luego, sólo Morfeo...

Aleph despertó antes que el resto. Escuchó un griterío tremendo a su alrededor que se clavaba en su oído como agujas incesantes. Notaba la boca pastosa. ¿Había soñado? Quizá aquello, lo que fuera, no lo había aturdido del todo. Recordaba algo. Pasos a su alrededor. Había intentado levantarse, pero no tenía fuerzas para levantar su corpachón. Había habido mucha gente en el comedor. Llevaban máscaras. Y a su lado...

Al abrir los ojos vio que Elisabeth no estaba.

Damien se encontró a sí mismo con la cara sobre una de las rebanadas de pan que le acababan de servir. El dulce olor de la carne aún flotaba en el ambiente, pero había otro más tenue, ácido, antinatural. Al otro lado de la mesa Aleph parecía ir a levantarse, pero le costaba. A él también. Notaba los miembros entumecidos y hormigueantes. ¿Qué había ocurrido?

Celeste notó que Aleph se removía junto a ella. Apenas podía pensar, pero recordaba que se había quedado dormida en algún momento. Todos lo habían hecho. ¿Por qué? Y entonces recordó lo que Jules había dicho. Le costaba abrir los ojos, pero al final lo logró. Y escuchó un fuerte golpe y gritos, de nuevo.

Junette sintió algo cálido sobre su regazo. ¿Podía ser una mano? ¿Podía ser... la mano de alguien? No. Goteaba por su pierna. Era algo líquido. Era... Al abrir los ojos descubrió de qué se trataba. Al caer hacia delante había volcado la jarra de agua, ahora vacía frente a ella. Su contenido se hallaba en el suelo, y había descendido por sus piernas.

Jules empezaba a despertar junto a ella. Lo primero que hizo fue mirar en dirección al sitio de Elisabeth y pronunciar su nombre con lengua de trapo.

A Damien le invadió el olor del pan en cuanto retomó la consciencia, mezclado con el olor de la carne de cerdo en el ambiente. Intentó reubicarse y miró a su alrededor, confundido. Estaba bastante perdido, pero parte de sí se recuperó al ver que Elisabeth no estaba. Asoció que les habían envenenado de alguna manera a la desaparición de la chica. Había estado hablando con ella tan tranquilo explicándole de qué hablaban Junette y Jules cuando... cuando aquello pasó.

- Eli... Eli no está... Jules, las armas... necesitamos nuestras armas... Podría estar en peligro... - murmuró como pudo el joven, intentando levantarse y teniendo cuidado de no caer por el mareo y el hormigueo de sus extremidades. - Estáis... ¿estáis todos bien? -

 La chica del pelo azul trató de levantarse, mareada. Le dolía ligeramente la cabeza, quizá se le podía llamar resaca, y en su cara se notaba levemente el efecto de haberse quedado dormida de una manera tan repentina. Una marca roja, con el mismo dibujo que el mantel se dibujaba en sus carrillos. 

Cuando levantó la cabeza, escuchó unos gritos procedentes de la puerta, y un vacío en el lugar que antes ocupaba la niña. La situación no pintaba bien, nada bien. Y menos cuando cabeceó de nuevo, dejando caer su cabeza inerte contra la mesa. El cuerpo de Celeste parecía no tener vida, volvía a ser un muñeco de trapo sin voluntad ninguna.

 Pero, para las miradas entrenadas, no era exactamente un mareo lo que le había afectado al cuerpo de Celeste. Su alma, su presencia, el mismísimo significado de su ser había abandonado su física carcasa para verse libre, deambulando por el mundo de los espíritus. A decir verdad, no podía alejarse mucho de su cuerpo, pues las energías espirituales que le unían a él era demasiado fuertes, y ya había quebrantado suficientes normas de la realidad para poder separarse, pero era una manera de avanzar rápido y saber lo que ocurría, esperando que lo que quiera que haya hecho desaparecer a la inocente cría no fuera capaz de detectarla.

Por ello, con un brillo propio de la explosión de luz más cegadora, el alma de Celeste se despegó del cuerpo, y su estilizada figura, era formada por una nebulosa masa de vapor espectral.

Pero aún tenía un problema, alguien tenía que cuidar de su inerte cuerpo, y acercarlo hacia los demás, pues si no, quedaría allí quieta, como contenida por una barrera invisible que no alcanzaba más que cinco pasos, de una persona como Aleph...

Aleph... él puede ayudarme.

-Rápido, cariño, reacciona. Hemos sido afectados por alguna clase de veneno. Haz algo por mí. Mi cuerpo está inútil, pero he conseguido extraer mi alma de él. Ya me lo has visto hacer otras veces. Si quieres verme usa tu alma así me detectarás. Intentaré estar justo delante de vosotros. Pero para ello tienes que trasportar mi cuerpo. Sé que no es pesado para tí, así que espero que me hagas el favor. Creo que así podremos ayudar a Eli.

Celeste le pidió esto a su compañero, mientras su alma trataba de alejarse hacia la puerta. No era momento de perder el tiempo.

 El enlace con Jules se activó, y esta vez por culpa de Celeste.

-¿No hubiera estado bien apostar guardias? Ahora urge ayudar a Eli, no te preocupes por mí, estoy bien. Déjame hacer.

El mensaje era mucho más corto que el que envió a Aleph, pues merecía mucha menos información. Por suerte, la chica era suficientemente inteligente para mantener las dos "conversaciones" a la vez.

Penumbra. Y luego, oscuridad. Aleph se levantó, con la cabeza dándole vueltas, sin saber muy bien si seguía dormido o había despertado al fin. Observó la escena durante unos segundos, frío como una estatua. Y entonces su mente reaccionó

Lo primero que hizo fue comprobar que Celeste estuviera junto a él. Se dio cuenta de que, en un último momento antes de caer inconsciente, había intentado abrazarla para protegerla con su cuerpo, pero se había quedado a mitad del camino. Aún así, estaba casi al lado. Sí, ya empezaba a recordar...

Elisabeth

Una vez se hubo asegurado de que Celeste estaba bien, miró hacia el lugar donde se supone que estaba la chica. Efectivamente, había desaparecido. Y luego estaban esas máscaras... ¿Que diablos había ocurrido? Sobresaltado, intentó levantarse de forma brusca, pero tuvo que apoyarse contra la mesa (inclinándola levemente con su peso) para no caer debido al repentino mareo. Haciendo todo lo posible por centrarse, lo intentó de nuevo

Y entonces removió la cabeza, como si hubiera oído algo. Lentamente, asintió para sí mismo, y recogió el cuerpo de Celeste y se lo echó al hombro derecho con toda la delicadeza de la que fue capaz, mientras cerraba de nuevo los ojos, probablemente por el mareo que aún perduraba en su psique

Estoy bien Dijo, abriendo los ojos de nuevo. Acto seguido, como queriendo convencerse a sí mismo, intentó avanzar hacia la puerta, primero andando, luego corriendo

Tengo que... Salvarla...

 Yo... Aleph parecía algo aturdido ... De acuerdo

Cerró los ojos, y se concentró. Ahí delante estaba el alma de Celeste. El gigantón no pudo evitar sonreír levemente, a pesar de la situación: Le gustaba mucho el alma de su compañera. Quizás por los poderes de Celeste, quizás por su propia personalidad decidida, era más brillante que las de los demás, o al menos a él siempre le había parecido así. Además, vibraba como si estuviera llena de vida... Sí. Le encantaba el alma de Celeste

Pero aquel no era el momento para tonterías. Decidió volver al mundo real, y abrió los ojos

Vamos. Quizás es demasiado tarde. Tú serás mis ojos

Jules parpadeó débilmente, pero pronto dijo con voz rasposa:

-Elisabeth... ¿dónde...? -Tosió y se puso en pie, aún mareado. Miró a su alrededor en busca del origen de los gritos, pero al no hallarlo se acercó a las espadas que colgaban sobre la chimenea, con el escudo de armas de los Lázarus, un capricho burgués. Le tendió una a Damien y...

Aleph se asomó por la puerta del comedor con Celeste en brazos. Lo que vio le heló la sangre en las venas. En el pasillo había un paisaje dantesco. Una bestia enorme, de cuatro patas y ascendencia perruna, pero claramente no natural, le devolvió la mirada. Soltó el criado al que estaba masticando, que cayó muerto al suelo con los restos de sus anteriores víctimas. La sangre había salpicado las pareces y el morro y el pecho del perro. Los criados se atrincheraban en uno de los salones, gritando aterrorizados. Pero ahora no había qué temer. Había seleccionado otra víctima.

La criatura se aproximó al comedor y el resto pudo contemplarla. Tenía algo de majestuoso en su ferocidad, pero... estaba claro que no era algo natural.

 No había rastro de Elisabeth, por supuesto. En lugar de la chica, Aleph encontró a una bestia mitológica que casi parecía sacada de un cuento de hadas... O de demonios. El grandullón dejó a Celeste junto a la puerta, por fuera de la habitación, y luego tensó los músculos. Justo entonces llegaban, por detrás suya, el resto de los habitantes de la casa. Jules y Damien parecían haber cogido sendas espadas largas, pero Aleph no necesitaba ninguna clase de arma para defenderse. Chequeando por última vez que su amiga estuviera a salvo, frunció el ceño y se acercó a esa criatura, plantándole cara

Lo siento, pero debo detenerte. No dañarás a nadie más

Acto seguido se colocó en posición, alzando las manos para colocarlas delante suya, medio abiertas. Su mente ya comenzaba a despejarse. Observó de reojo la sangre del suelo, y las vidas que ese monstruo había arrebatado. Quizás solo tenía hambre, como bestia que era, pero, a pesar de no poder reprocharle sus más naturales instintos, se veía obligado a detenerle. Ahora solo quedaba luchar

Junette apenas tuvo tiempo de oponer resistencia. Para cuando advirtio el olor, una capa de escarcha parecia cubrirle los ojos, y los miembros le pesaban tanto que ni los notaba. Con su constitucion delgada y debil, cayo en redondo en segundos, casi sin tiempo a darse cuenta de lo que ocurria.

Cuando desperto, el resto ya estaba empezando a moverse. Se sentia como si la hubieran rellenado las entrañas de algodon, y un hormigueo le reptaba por todo el cuerpo. Parpadeo lentamente para aclararse la vista, y a medida que sus musculos iban despertando entre protestas, noto algo frio y humedo correrle con las piernas. Con el estomago hecho un nudo por la aprension, bajo la vista. Aunque estaba totalmente atontada y sus pensamientos se resisitian con una fuerza extraordinaria a salir, mucho menos a asemejarse a algo coherente, llego a captar la imagen de la jarra de agua.

Madre va a matarme... murmuro con la voz pastosa, apenas consciente de que no estaba en su casa, que ya no era una niña a la que castigasen por cosas como esa, y de que probablemente Lenore fuese, ahora, la mas infima de sus preocupaciones.

La vision de Aleph tambaleandose hacia la puerta fue la que la sacudio del estupor en que se encontraba. Incluso atontada como estaba, sabia que si el barbaro se habia puesto en movimiento era porque algo malo ocurria. Entonces oyo los gritos y vio que recordaba todas las caras, menos la de Elisabeth... que no estaba. Subitamente todo encajo.

Intento levantarse de golpe, pero su cuerpo no era tan rapido en recuperarse, y acabo cayendo otra vez sobre la silla, con tanta fuerza que vio chispas ante sus ojos. Pese a todo, se obligo a alzarse otra vez, con un gemido, y esta vez si logro sujetarse sobre sus piernas tambaleantes y salir a trompicones de la habitacion en pos de los demas.

Lo que vio la acabo de despejar. No sabia lo que era la criatura, pero el olor a sangre y los cuerpos apilados a sus pies le decian todo lo que necesitaba saber- que era peligrosa y que acabaria igual de muerta si se acercaba demasiado. Moviendose todo lo rapido que pudo, se puso a cubierto detras de un aparador, mientras su mente rebuscaba freneticamente, intentando discernir si la criatura era cualquier cosa que pudiese recordar haber visto, o leido sobre ella. Era lo mas que podia hacer por ayudar.

 A pesar de su aspecto seguro, Aleph estaba extremadamente preocupado. No por él, por supuesto: Estaba preocupado por Celeste. La joven estaba totalmente indefensa

Escucha, Celeste... No puedo combatir contigo a cuestas. Pero volveré a tu lado si te encuentras en peligro. Sólo llámame, ¿de acuerdo?

Comenzaba a pensar que esa pelea no iba a ser fácil. La bestia parecía temible, y estaba tan preocupado por su amiga como para no concentrarse en lo que debía

-¿Qué... qué es eso? -preguntó Jules atemorizado.

Al ver que pensaba entrar en el comedor y atacar a Aleph, corrió hacia él y se interpuso entre ambos. Con un grito iracundo dio un salto hacia delante, tan rápido que el perro no pudo apartarse para esquivarlo. La espada se clavó en la pata delantera y Jules forzó la hoja poniendo todo su peso sobre ella. El metal cortó la carne en vertical con un sonido de cuero rasgándose. El perro soltó un aullido y le lanzó una dentellada rabiosa. Jules no tuvo tiempo de interponer la espada entre los dientes y él, y el animal le rasgó la manga derecha y unas finas líneas de sangre aparecieron en el brazo. Quizá con un poco más de presión pudiera habérselo arrancado.

Damien contuvo un grito al ver a aquella bestia masticar al criado. ¿Qué clase de perro era aquel? Primero el asesino, luego el veneno y ahora ese... ¿perro?

- Santa madre del amor hermoso... ¡Yo no quiero que me coman! - exclamó el noble, enarbolando la espada y poniéndose en uno de los laterales de aquel bicharraco y descargándola contra éste. No podía negar que tenía miedo, mucho miedo, pero la adrenalina le corría por la sangre y quería salir vivo de allí. Aquella cosa que parecía un perro no parecía pensar lo mismo que él.

El espadazo de Damien no fue demasiado certero, al menos no tanto como el de Jules. La punta sajó el costado del animal en una herida de varios centímetros y el perro se quejó audiblemente.

Como un par de valientes, Jules y Damien se habían lanzado a por la bestia, aguijoneando y cortando su carne con los filos de sus armas. Pero no era suficiente. Aquella bestia debía medirse con una bestia. Con alguien de su tamaño. Y Aleph era exactamente de su tamaño

Lo había hecho más veces. Hacía mucho tiempo, cuando viajaba con Yán zhǔ, habían ayudado a unos aldeanos a librarse de un par de leones salvajes que llevaban unas semanas devorando a los descuidados que se acercaban demasiado al bosque. Durante la búsqueda, su maestro le enseñó a atrapar a esas bestias, y cuando llegó el momento de la verdad, Aleph logró cumplir su cometido con creces. Estranguló al león, mientras sentía que su vida se apagaba. Era algo que odiaba hacer, pero a veces una vida debía de ser cobrada para salvar a otras muchas

Recordó a ese león, su mirada agónica, mientras el aire se escapaba de sus pulmones. Recordó su determinación, aunque por dentro sentía que su alma se quebraba al romper una vida tan hermosa, tan brillante... Tan majestuosa. Pero era algo que debía hacer. Y entonces miró a aquel ser, ni animal ni demonio, si no algo intermedio. Y supo lo que debía hacer

Al fin y al cabo, no era tan diferente a ese león

Mientras el perro se debatía por la herida causada por Damien, Aleph lo agarró por el cuello y lo apretó sontra su cuerpo. El perro trató de morderle la mano, pero la fuerza del gigante era demasiada incluso para él. Los poderosos músculos del cuello no pudieron soportar la presión. Las vértebras se partieron con un sonoro crack y la cabeza quedó inerte, con los ojos vueltos. El cuerpo se derrumbó sobre los pies de Aleph y, rápidamente, empezó a deshacerse en virutas brillantes al tiempo que desaparecía.