Partida Rol por web

Ocaso

Capítulo III: Ciudad de muertos

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23/11/2015, 02:50
Narración

imagen original de buristanov

 

El viaje fue largo y confuso. Por momentos crees sentir que la temperatura disminuye y que el trayecto es un descenso sin final, pero te es imposible saberlo. Cada instante parece una tortura y la angustia se acumula en tu interior, mientras el exterior sólo se manifiesta a través de metálicos y deformados ecos que se asemejan a gruñidos y golpes secos, que amenazan por instantes de penetrar aquella campana de hierro helada y desesperante, y castigarte. Pierdes la noción del tiempo con cada instante que permaneces con aquella sentencia, y para cuando crees que han pasado días en los que has sido empujada y llevada a quien sabe que lugar, se escucha un ruido metálico alrededor de tu cuello, unas vibraciones fuertes y ensordecedoras y luego algo de luz. No demasiada, pero suficiente para dejarte ciega por un momento. Tus oídos vuelven a escuchar, puedes volver a oler el frío y húmedo exterior y la oscuridad infinita se desvanece.

En ese instante, pequeño como era, de alegría, recibes un empujón fuerte que te hace tropezar. Luego, el sonido de una puerta metálica cerrándose tras de ti. En cuanto recuperas tu consciencia, notas que estás sobre loza helada en una celda amplia con barrotes de hierro. Aquella prisión es amplia, pero oscura: la única iluminación proviene del pasillo, y viene de tenues antorchas oscilando ante corrientes de aire invisible. Allá afuera, hay un par de guardias al final del pasillo y contigo, en aquella celda, hay al menos dos personas acurrucadas contra la pared y el suelo, indiferentes a tu presencia allí. No hay ventanas hacia el exterior y sólo puedes ver desde el enrejado frontal la celda frente a la tuya, sumida también en la oscuridad, en dónde es imposible discernir figuras humanas.

Hay un imperante olor a óxido metálico, a frío y a humedad. Las paredes parecen resonar con ecos imposibles que se extienden de manera sobrecogedora a través de los rincones del lugar. Sonidos apagados de ruidos pesados lejanos se transmiten y llegan de manera débil a tus oídos. Aquel lugar era distinto, demasiado diferente a todo lo que habías visto en vida y te evocaba a las prisiones medievales que, según tus impresiones, no deberían existir ni funcionar más en el mundo moderno... de los vivos.

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23/11/2015, 02:52
Narración

imagen original de buristanov

Tu consciencia llega lentamente, intentando perforar una oscuridad que está sobre todos tus sentidos. Lo primero que notas que estás sobre loza helada. Luego percibes las siluetas de una cámara amplia con barrotes de hierro. Aquel sitio parece una celda de prisión, de generoso tamaño, pero oscura. la única iluminación proviene del pasillo, y viene de tenues antorchas oscilando ante corrientes de aire invisible. Allá afuera, hay un par de guardias al final del pasillo y contigo, en aquella celda, hay al menos dos personas acurrucadas contra la pared y el suelo, indiferentes a tu presencia allí. No hay ventanas hacia el exterior y sólo puedes ver desde el enrejado frontal la celda frente a la tuya, sumida también en la oscuridad, en dónde es imposible discernir figuras humanas.

Hay un imperante olor a óxido metálico, a frío y a humedad. Las paredes parecen resonar con ecos imposibles que se extienden de manera sobrecogedora a través de los rincones del lugar. Sonidos apagados de ruidos pesados lejanos se transmiten y llegan de manera débil a tus oídos. Luego, el recuerdo de dolor aparece, y sientes un ardor en la parte baja de tu rostro. Cuando intentas llevar tus manos allí, te das cuenta que sólo hay un vacío, un agujero seco en el lugar en dónde solía estar tu mandíbula inferior. Todo regresa a ti entonces, el intento de escape, el forcejeo con los soldados, aquellas palabras que habías dicho al barbudo y el castigo que él te había propinado con su espada. Incluso recuerdas el vívido sueño reviviendo aquellos instantes finales de tu relación con Lucy. ¿Dónde estabas ahora? esa era la única interrogante en tu cabeza.

-¡Se ha despertado!- escuchas detrás de ti, hacia el fondo de la celda. Es una voz femenina. Estando allí en el suelo, sientes los pasos que se acercan a tu espalda, y se detienen a unos centímetros de ti.

Notas de juego

Recuperas un punto de Corpus perdido por daño no-agravado.

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23/11/2015, 03:12
Cece

La mujer se arrodilla en el suelo junto a ti. Puedes ver su rostro desde abajo, y notar su mirada de lástima. Tiene el aspecto de una chica joven de rasgos orientales. Es delgada y pálida, sus ojos son oscuros y sus rasgos, finos. Sin embargo, su cara está deformada por diversos moretones y golpes que sobre su piel nívea han generado toda suerte de oscuros colores, dejando ver varios vasos sanguíneos hinchados, rastros de sangre seca y desniveles ocasionados por las mismas magulladuras. El más grande está alrededor de su ojo izquierdo.

-¿Estás bien?- pregunta ella. Su voz es dulce y suave, como un arrullo delicado. Lleva lentamente sus manos hacia ti, al tacto, se siente fría y desprovista de vitalidad. -¿Puedes levantarte?- pregunta lentamente. Es consciente de tus limitadas posibilidades de comunicación en este instante.

-No te apresures. Ya bastante daño te han hecho los legionarios- dice ella con voz preocupada, como si temiese que al intentar levantarte pudieses hacerte aún más daño. Hay algo en su tono sin embargo, algo en su aspecto que se te hace lejanamente familiar, pero por más que intentases recordar, no encuentras nada en tu memoria que justifique aquella impresión de que la habías visto antes.

Notas de juego

La foto empleada para este pj no es de una mujer maltratada realmente. Es una modelo maquillada. El original aquí y pertenece a Nico Owen.

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28/11/2015, 19:12
Alexander de Huntington

Poco a poco la rabia y el dolor se fueron condensando en una oscuridad pegajosa que fue desdibujando los árboles que rodeaban la mansión ruinosa a la que tanto tiempo se había aferrado Alexander. El sonido de aquel motor lejano se fue perdiendo y la consciencia del heredero de los Huntington volvió a la realidad, al presente, a esa tierra de muerte y polvo.

El dolor que había sido su último recuerdo antes de desmayarse lo despertó con un latigazo, todavía impregnado en su memoria, hasta que lentamente se dio cuenta de que sólo quedaba una sombra de ardor en su lugar. Llevó sus dedos con tiento al agujero que ahora había en su rostro y su pecho se agitó con la ausencia de su mandíbula inferior. Todo aquello se escapaba de su entendimiento de la medicina, para pasar a un esoterismo en el que Alexander jamás había creído. Claro que tampoco habría esperado jamás seguir caminando por la tierra tras morir.

Miró a su alrededor mientras hacía un esfuerzo por sentarse y frunció el ceño al ver las rejas que desvelaban que estaba encarcelado. Sin embargo, más lo frunció al ver el rostro de la joven que se acercó a ayudarlo. —¿Es que en el reino de los muertos todas las mujeres son putas inmigrantes? ¿No hay ni una que sea una persona normal? —se preguntó con acidez mientras contemplaba los rasgos orientales de la muchacha. Detuvo sus pupilas sobre los moratones de su piel, con una mezcla entre frialdad y repulsa. A saber qué habría hecho para acabar así. 

Negó con la cabeza, rechazando las manos tendidas de la chica y apoyó las suyas en el suelo, impulsándose para ponerse en pie por sí mismo. Un Huntington no necesitaba ayuda y menos de una mujer. Inmigrante, para colmo.

Tanteando sus propias fuerzas dio un pequeño paso, quería llegar hasta las rejas para mirar hacia el exterior. Y habría querido gritar hasta que su garganta se desgañitase, habría proferido insultos hasta que lo liberasen y lo tratasen con el respeto que le correspondía... Si hubiera podido hablar. Tal y como estaba, se tuvo que contentar con dedicar una mirada furibunda y asqueada a la china antes de empezar a caminar hacia las rejas.

- Tiradas (1)

Tirada oculta

Motivo: Percepción+Alerta

Tirada: 3d10

Dificultad: 8+

Resultado: 2, 7, 4 (Suma: 13)

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30/11/2015, 05:13
Narración

La mujer tan sólo te observó con algo de preocupación. Con medio rostro faltante, era difícil leer con facilidad las emociones (y el disgusto) que tratabas de transmitirle. Dejó que te levantaras y te observó desde su posición, sin decir nada. Te acercas a las rejas, mientras sientes su presencia tras de ti. Afuera, hay un largo pasillo que contiene al menos tres pares de celdas enfrentadas las unas contra las otras. Todas con poca iluminación y sin ventanas algunas: la única fuente de luz en aquel lugar era una lámpara de araña estrecha y de aspecto precario que colgaba sobre el amplio techo. En ella, sólo un par de llamas ardían pobremente, con un color amarillento mortecino y poco halagador. Al fondo, hacia tu izquierda, el pasillo terminaba en la oscuridad de un muro sólido que alcanzabas a percibir malamente al observar en aquella dirección. Hacia tu derecha, una pesada puerta de madera, de grandes goznes metálicos y refuerzos en metálicos oscuros, similar a aquellas de castillos medievales. No había nadie a la vista en el pasillo.

El silencio de aquella prisión era imperfecto: varios ecos apagados de susurros se regaban por entre los pasillos, como si el interior cavernoso de aquel lugar fuese el perfecto lugar para que las palabras provenientes -quizás- de otras celdas y otras partes de aquel sitio se regaran confusamente. La voz de la mujer que te había despertado llamó tu atención.

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30/11/2015, 05:15
Cece

-No tengas... no tengas miedo- dice mientras te mira con algo de duda, titubeando sobre la mejor manera de hablar -Te... te trajeron a la prisión de la Necrópolis. Junto con todos.- te miró con tristeza y trató de acercarte un poco, de manera dubitativa -Por... ¿por eso te hicieron eso?. Es un corte en tu corpus... no es tu herida de muerte, ¿verdad?- preguntó con cautela.

El olor a humedad se intensificaba mientras más permanecías despierto. Las vibraciones de la estructura parecían extenderse a través de la solidez de la misma roca. La chica incluso tenía cierto aroma poco agraciado, a sangre seca y una humedad salina, que te recordaba un poco los últimos instantes de tu sueño.

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01/12/2015, 02:21
Alexander de Huntington

—¿Por qué tengo que soportar esta tortura? —se preguntó Alexander cuando le llegó de nuevo la voz de la mujer y puso los ojos en blanco cuando ella trató de apaciguar un temor que no era tal, sino rabia. Le molestaba su presencia, le asqueaba su rostro marcado y sentía cómo se erizaba el vello de su nuca al percibir su aroma. 

Negó sólo una vez con la cabeza, con la esperanza de que aquello fuese suficiente como para que la maldita inmigrante se callase de una vez. ¿De verdad iba a seguir haciéndole preguntas como si él pudiera responder a ellas? ¿Acaso no tenía ojos en su maldita cara de china necia? No tenía suficiente con estar muerto y con que le hubieran arrancado media cara, todavía tenía que aguantar la cháchara estúpida de una mujer aún más estúpida. E inmigrante, por si eso fuera poco.

Se pasó una mano por los cabellos, colocándolos en su lugar, y después se sacudió el polvo de la ropa. Era un gesto inútil, no había nadie a quien impresionar allí, pero el antiguo lord tenía más que nunca la necesidad de sentirse pulcro. En ese momento en que lo mantenían recluido en una celda como si fuese parte de lo más bajo de la sociedad, asegurarse de estar peinado parecía un intento de separarse de los otros presos. Él no era como ellos. Él era un Huntington. 

Devolvió su mirada a los barrotes y cogió uno con cada mano para darle una sacudida a la reja. No tenía mucha esperanza de que funcionase, pero debía intentarlo antes de darlo por perdido. 

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07/12/2015, 19:24
Narración

Los barrotes estaban fríos al tacto. Su textura parecía rugosa, como si partículas de óxido existieran permanentemente en su superficie. Al agarrarlos, sientes como si aquellas barras de gélido hierro vibraran con vida propia, y esas vibraciones, discretas, imperceptibles cosquilleaban las palmas de tus manos, como una inexistente corriente de aire cargada de palabras imposibles. Sin embargo, al aplicar fuerza, apenas si se mueven, resultaba irónico que su aspecto fluctuante ocultara tras de sí la misma solidez que los barrotes de cualquier prisión. No había ni siquiera un ruido que respondiera a tus intentos de sacudirla, y a nadie parecía importarle lo suficiente como para echar un ojo al interior de aquel pasillo con quién sabe cuántos más miserables prisioneros, ocultos en las sombras de aquel extraño mundo.

El aroma de la mujer llega hasta ti nuevamente. Hay una esencia a hojas secas que se cuela en medio de su inusual fragancia. Sabes que ha dado un paso acercándose hacia ti, dubitativamente. Casi que puedes sentir que ha abierto la boca y que tratará de decirte algo más. Su voz aguda y preocupada duda unos instantes antes de morir en un ejercicio de auto-cuestionamiento. El tiempo parece detenerse mientras ella parece estar buscando las palabras adecuadas para decirte, tratando de calmarte de alguna manera.

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07/12/2015, 19:42
Desconocido

-Es inútil- dice una voz cortante y masculina que viene desde el fondo de la celda. Una silueta se mueve un poco hacia la luz, una sombra que se confundía apoyada contra la pared sumida en las tinieblas. Es un hombre de edad madura, no demasiado alto, de aspecto severo. Su rostro está surcado de arrugas y sus ojos se asoman en medio de sus párpados caídos, como si sólo esa pequeña ventana fuese todo lo que necesitaba para observar a través de sus pupilas azuladas el mundo a su alrededor.

Lleva un abrigo grande que parece cálido -si es que la ropa todavía tiene alguna función- y unos pantalones marrones. Su cabello es de un tono grisáceo, corto y algo desordenado. Tiene una expresión de severidad similar a la que podrías poner en un hombre de avanzada edad al hablar de temas que le disgustan. En principio, crees que se dirige a ti, pero su mirada está fija en la mujer de rasgos orientales que se encuentra cerca de ti. -No quiere nada de ti, Cece. Y no creo que valga la pena que te desgastes por él- dice con un tono frío, con un cierto aire de superioridad moral. Sólo te dedica una mirada distante de regreso y luego mira a la mujer. Esta asiente con resignación y camina hacia él.

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13/12/2015, 12:44
Alexander de Huntington

Alexander ignoraba la presencia de aquella mujer para dedicar una mirada torcida a los barrotes. La otra voz le llamó la atención y apartó los ojos durante un momento de la reja para contemplar al hombre. —Tsk —pensó—. Parece que la china no era tan necia. Ha sido lo suficientemente lista como para buscarse un protector. —Y ciertamente no le cabía ninguna duda de lo que le habría ofrecido la china a aquel tipo para ganarse su favor. Al fin y al cabo era una mujer y una inmigrante. ¿Qué otra posibilidad había? Alexander también había utilizado los servicios de profesionales para desahogar sus necesidades sin tener que aguantar la cháchara absurda de una mujer.

Su garganta se movió en un intento de chasquear la lengua que se perdió en el dolor sordo de la mitad de su rostro y devolvió la mirada a los barrotes, ignorando también al que ya consideraba el amante de la china. Recordaba lo que el viejo les había enseñado, las puertas eran sólidas hasta que uno deseaba atravesarlas. Y también había pasado al otro lado de una pared, unos barrotes no deberían ser más difíciles que el cemento. Así que se concentró por un instante y luego trató de caminar dando un paso hacia delante. 

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14/12/2015, 04:08
Narración

Te concentras para tratar de atravesar los barrotes. Dura un instante y te preparas para recibir el desgarrador dolor momentáneo que viene junto con la experiencia. Tu corpus emite un rápido cambio de consistencia, haciéndose algo más transparente, menos brillante. Ahora sólo debías caminar entre el metal y estarías libre de allí. Después de todo, una prisión era un lugar indigno para alguien de la altura de un Huntington y probablemente todo se arreglaría cuando estuvieses lejos de allí, a tus propia libertad.

Das un paso, das otro y colisionas lentamente con los fríos barrotes que te mantienen en tu lugar. No importa cuánto lo intentes, cuánto te concentres, el metal parece restringirte con la misma solidez ineludible con que los objetos lo hacían en vida. ¿Había sido un engaño del anciano? ¿Había algo diferente? El tacto helado, las vibraciones casi imperceptibles, la impresión de que había suaves susurros y gemidos viniendo de algún lugar de la puerta, todo se conjugaba en un conjunto poco agradable que todavía te sentenciaba como prisionero de aquellas paredes y aquellos inamovibles fierros.

Notas de juego

Hacerte incorpóreo te cuesta un punto de Corpus.

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14/12/2015, 04:16
Cece

-Hacerte incorpóreo no funciona...- al voz de la asiática irrumpe desde atrás, acercándose de nuevo, pero manteniendo su distancia. -Esto existe de nuestro lado, son barrotes forjados con acero de almas. Esta es la infame prisión de la Necrópolis.- explica con voz aguda y un tono que parece quebradizo. La mujer insiste, a pesar de tu propia actitud y de las palabras de su compañero, en tratar de ayudarte de una forma y otra.

-La única forma de salir de aquí es acompañado por los guardias- continúa lanzando una mirada de reojo hacia la puerta, como si en algún momento los soldados en armadura fuesen a entrar para corroborar sus palabras.

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14/12/2015, 04:20
Desconocido

-¡Cece!- el hombre entona con voz autoritaria. Su exclamación se riega con un eco profundo que llena el vacío murmurante de las celdas de la prisión. -¡Déjalo ya! No quieres que los guardias te vean hablando con él. Nos van a acusar de colaboradores de los Renegados...- dice el hombre reduciendo su inicial expresión a un susurro cuidadoso, mientras estira la mano.

-No tenemos nada que ver con él. Entre más rápido le procesen y lo verifiquen, más rápido nos dejarán libres- dice frunciendo el ceño. Cece se queda mirándole unos instantes, tratando de definir que hacer antes de volver a hablar.

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14/12/2015, 04:23
Cece

-Pero... mírale- dice ella, tratando de argumentar su actitud a través de tu aspecto confundido y tus actos algo torpes. Sólo una mirada fría le responde desde el rostro del desconocido. -Está bien...- se rinde ella mientras camina hacia él y éste la rodea con su brazo. -No parece tener idea de nada. Ni siquiera parece uno de los Renegados- dice ella en voz muy baja, pero sus palabras se pierden en los susurros de su compañero, en respuesta a sus dudas, y que no alcanzas a escuchar.

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14/12/2015, 04:26
Sombra de Alexander

-¡Ja!- dice la voz en tu interior -Apuesto a que la sucia china está confabulando con el vejete para venderte a la primera oportunidad. Después de todos, ellos sí que tienen boca. ¿No es cierto?- añade con tono jocoso.

-Quizás deberíamos dejarles en igualdad de condiciones. Si es que valoras tu pellejo- agrega finalmente.

Notas de juego

Sombra Pnjotizada

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20/12/2015, 01:21
Alexander de Huntington

Alexander intentó caminar hacia delante varias veces antes de desistir, con el ceño fruncido y sintiendo cómo la ira iba creciendo en su interior. —Maldito vejestorio inútil. Seguro que nos explicó algo mal —pensó, dedicando un instante al viejo con el que había comenzado todo después del accidente. 

Fulminó a la inmigrante con la mirada al escuchar su voz de nuevo. —Ya veo que no funciona, joder —le habría gustado decirle, aunque se quedó en un simple pensamiento. Giró la cabeza hacia el otro tipo cuando llamó a la puta china y le dedicó una mirada torva a él también cuando dijo que era un... ¿Renegado? A saber qué mierda sería eso. Se sentía completamente humillado. Compartiendo celda con delincuentes e inmigrantes. Si tan sólo tuviera su boca para hacerles saber lo que pensaba de ellos y de sus estúpidos intentos por repetirle las cosas obvias una y otra vez... 

Con un gesto iracundo extendió su mano para golpear la reja. No con intención ninguna de que eso le ayudase a salir, sino solamente como un desahogo de la rabia que sentía. Y en ese estado estaba cuando la jodida voz habló de nuevo en su cabeza. 

—Vete a la mierda. No necesito que me digas tú también las cosas evidentes. Está claro que están confabulando para venderme. Míralos. Tan pequeños y patéticos y asquerosos. —Dedicó un pensamiento sombrío a la voz antes de volver hacia el interior de la celda, con la intención de mantener al menos su dignidad hasta que fueran a buscarlo. —Por una vez podrías colaborar con alguna buena idea o algo, joder. 

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21/12/2015, 21:32
Narración

El silencio fue la única respuesta en tu cabeza. Afuera, sólo habían los susurros y las vibraciones metálicas que parecían la constante en aquel sitio, lejos de cualquier señal de vida o civilización, como si hubieses sido arrestado y retenido en un fragmento del pasado histórico, bárbaro y medieval del que se nutría la misma Edinburgo. Una gotera invisible en algún lugar en medio de las tinieblas salpicó sobre la roca, llenando de un eco acuoso el lugar, al tiempo que varias vibraciones fuertes iban transmitiéndose a través de la roca sólida.

Sin embargo, un sonido metálico irrumpe en el lugar, proveniente desde la puerta. Acto seguido un susurro de tus compañeros llega a tus oídos. "Allí vienen. Mantén tu distancia". Ese último comentario flota con algo de más fuerza, como si la inesperada llegada de alguien a aquella prisión hubiese tomado de improvisto a la oriental y al anciano.

Un ruido seco y fuerte se oye proveniente de la puerta, luego esta comienza a desplazarse y como si el lugar hubiese estado sellado al vacío, una corriente de aire trae consigo toda suerte de rumores del exterior, incluyendo las voces de dos siluetas que se aprestan a entrar por la puerta principal. -Sólo voy a verificar si ya se ha despertado. Entre más rápido se lo llevemos al Regente, más rápido dejará de patear el culo con sus recados- Hay una respuesta afirmativa de la otra silueta, mientras sus movimientos, pesados y ruidosos, anuncian que están entrando en el largo pasillo frente a las celdas.

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22/12/2015, 23:49
Sombra de Alexander

La voz no te dice nada cuando le exiges ideas. El silencio se adueña de tu cabeza. Sin embargo, cuando escuchas a los carceleros hablar escuchas de nueva aquella voz tan conocida.

-La buena idea la has tenido tú antes, ¿en serio tengo que recordártelo yo?.- Dice la voz en tu interior, socarrona. -Vé con los carceleros.-Le ordena de forma tan autoritaria como la que está acostumbrada a usar el propio Alexander.

-Ve con ellos y gánate el puesto que merecemos en esta sociedad. Demuéstrales de lo que eres capaz. -Sigue, con cierto orgullo. -Si no lo haces nos vamos a quedar aquí encerrados con esta chusma por mucho tiempo y no es algo que queramos, ¿verdad? 

-Seguro que nos apuñalan por la espalda mientras dormimos a la primera de cambio. ¿Has visto como nos ha mirado? -Dice, con desprecio refiriéndose al hombre.- Se cree superior a nosotros ese putero. Seguro que manda a su zorra a hacer el trabajo sucio por él porque se cree demasiado importante para manchar sus manos. Nos vendería a cambio de un sucio penique si tuviera la oportunidad.

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25/12/2015, 21:35
Alexander de Huntington

Alexander había caminado hacia la pared más alejada de la reja, buscando algún lugar donde sentarse que no estuviera demasiado sucio. Todo aquel lugar le daba náuseas y le repugnaba, casi tanto como la puta inmigrante y el otro tío asqueroso. 

Sin embargo, no llegó a ponerse cómodo, pues las voces de esas dos siluetas atrajeron su atención. Ni se lo pensó, empezó a caminar hacia ellos como decía la voz de su cabeza. —Pues claro que voy con ellos —pensó. Y le habría gustado resoplar con desdén, pero ciertamente sin boca era algo complicado, así que se limitó a transmitirlo en sus pensamientos—. Esa gente repulsiva tendrá que darse cuenta del error que han cometido conmigo. Tendrán que ponerme en el lugar que merezco y no en esta pocilga.

Dedicó una mirada altiva a la joven oriental y a su acompañante al pasar junto a ellos, para detener sus pasos junto a las figuras que habían entrado por la puerta. Allí los contempló detenidamente, tratando de averiguar cuál era exactamente su función. No se iba a desgastar tratando de intentar explicar por gestos que su presencia allí era una equivocación si tan sólo eran unos simples carceleros carentes de importancia. No merecía la pena. Él tenía que hablar con su jefe o algo así. Con ese Regente al que habían nombrado. Seguramente alguien con ese cargo comprendería y se encargaría de castigar al maldito soldado que había osado castigar a un Huntington.

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25/01/2016, 03:41
Narración

Los dos guardias se posicionan frente a la celda. Ambos portan armaduras ligeramente diferentes a las que viste en los soldados que te capturaron. En general, parece un vestuario más modesto, en donde unas pecheras de algún material similar al cuero y unos cinturones amplios son lo único que llevan. Un casco amplio que a ambos les queda algo grande y una espada al cinto complementa aquel paisaje que les otorga mucha menos autoridad que a los otros. Ambos guardias son más o menos de la misma estatura y parecería que la contextura de uno es levemente más gruesa que la del otro. Ambos caminan con pasos disonantes y poco armoniosos, lejos de cierta coherencia militar que podrías jurar, recuerdas en el batallón que apareció en medio de la calle cuando estaban en el edificio.

No obstante, lo que más llama la atención no son los vigilantes mismos, sino la criatura que uno de ellos lleva de una cuerda amarrada a un collar: Un enorme mastín de aspecto intimidante, cuyo tamaño es de por sí considerable, pero cuyo físico es una mezcla de horribles mutilaciones y músculos expuestos y negruzcos, a manera de bultos que se extienden por las extremidades del animal. Su rostro es bastante pequeño en comparación al resto del cuerpo y su hocico se encuentra limitado por un bozal de hierro negro, que deja entrever unos dientes deformes sobresaliendo de su boca mal cerrada, y chorros de baba transparente a medida que el animal parece jadear por puro vicio y no por necesidad. Sus ojos, pequeños y negros, tienen algo desconcertante e inquietante que te pone nervioso al verlos directamente. Su caminar es torpe, algo pesado, pero relativamente firme y aquella amalgama de fibras que evocaba apenas a un can, se paró frente a la puerta mientras el otro guardia, el que no llevaba su correa, abría la jaula.

-Vaya, al parecer se ha despertado. ¿Nos vas a causar problemas muchacho?- dice el hombre sonriente, mientras lanza miradas al enorme sabueso que respalda sus palabras. -¿O tenemos que dejar que el bargheist mastique uno de tus brazos?. Vamos... el Regente ha solicitado tu presencia, así que más te vale comportarte. ¿Estamos?- enuncia mientras la llave del soldado entra en la cerradura, ocasionando un eco metálico que se extiende por toda la habitación como un gemido de alivio. La puerta se abre un poco y el movimiento es suficiente para que el monstruoso can entre precipitadamente y se pare frente a ti, amenazante, gruñendo mientras es sostenido por el lazo tensado que lleva el segundo guardia. Sus ojos, sus horribles ojos parecen comprender que eres tú quien debe salir y que es a ti a quien debe amilanar.