Partida Rol por web

Willis deja que le apliquen el ungüento. No siente nada, pero supone que podrá ayudarle a recuperarse. Estos pieles rojas han confiado en él y les devolverá dicha confianza.

Hasta que el indio empieza a hablar. En ese momento los ojos de Willis se abren por completo al escuchar lo que parece una perorata surgida de una alucinación. El joven mira a sus compañeros y eleva los hombros. No entiende una palabra. Prefiere no dar su opinión sobre la fabulación del indio para no provocar un conflicto.

Ejem, ejem. Entonces ... hombre de las medicinas ... ¿sabes dónde podemos encontrar al hombre poseído por el animal?

El predicador Dewey escuchó atentamente el relato del hombre de las medicinas y guardo silencio un momento mientras que trataba de deducir lo que podría estar pasando allí ... entonces le susurró a los demás:

" Posiblemente algún demonio que se metió dentro del minero para poseerlo provocó que se volviera loco y matara a la niña en Tombstone, si nos dice donde se encuentra el hoyo donde se le metió podría tratar de exorcisarlo y sino simplemente buscar matarle para que descanse su alma "

Ben frunce el ceño al principio, pero tras las respuestas de sus compañeros levanta una ceja, suspicaz. No puede creerse lo que está escuchando ¿Coyotes siderales que poseen cuerpos? ¿Demonios? ¿Ángulos de la realidad? todo le está sonando tan grotesco y sumamente surrealista que durante unos instantes cree que se están burlando de él.

—Más despacio. No quiero ser descortés. Pero dejad de tomar en serio la pura superchería —Mira a los ojos del Piel Roja anciano—. Mire, gracias por todo esto. Apreciaremos cualquier ayuda, y atraparemos a Duvall. Pero tendrá un juicio justo. Como debe tenerlo todo el mundo.

En su vida se ha derramado ya demasiada sangre por sus errores y omisiones, y éste no va a ser uno de ellos. Durante todos estos años, Ben ha tenido tiempo para reflexionar sobre el incidente de su ayudante, y los eventos recientes le han llevado a tomar la determinación. Aún no tiene claro lo que es la justicia, pero lo que sí tiene claro es que el asesinato no resuelve los problemas como no ha resuelto los suyos en toda su vida.

Carraspeo ante las palabras de Clem, cuando traduce al Hombre de las Medicina

-Bueno...esto...sea por un....¿coyote? o porque a Duvall se le fue la cabeza por el sol, le atraparemos, para eso estamos aquí, aunque como bien dice Ben, le daremos un juicio justo, salvo que ofrezca resistencia e intente huir.

Se queda en silencio unos segundos y carraspea de nuevo

-Supongamos que...bueno...un coyote o lo que sea se ha apoderado de Duvall, ¿quien nos dice que si matamos a Duvall no saldrá luego de su cuerpo y vendrá a por nosotros?, ¿cómo le detendremos?

Dah-Keya escucha atentamente la traducción que hace Clem de vuestras palabras y se queda en silencio. Al cabo de unos segundos continúa:

El Hombre Blanco habéis avanzado mucho en las artes manuales y en los oficios, pero sufrís un trágico retraso espiritual. No podéis ver ni comunicaros con los espíritus de vuestros ancestros, ni podéis sentir la divinidad de los cuatro elementos.

No solo no tenéis estas habilidades, sino que además ridiculizáis los que podemos percibir tales cosas.

Os ayudaré a encontrar estas partes de vuestras consciencias que ahora permanecen borradas, y os ayudaré a conseguir la claridad para resolver este problema.

Dicho esto se dirige nuevamente al niño, que inmediatamente se levanta y empieza a recoger  una serie de tarros cuidadosamente cerrados, una de las máscaras que reposan contra un lado de la tienda y un delgado paquete tapado con piel de búfalo. Clem está visiblemente incómodo.

Del primero de los tarros el viejo extrae una especie de virutas negras como si fueran piedras carbonizadas y las echa a la hoguera, que se aviva de inmediato. La temperatura sube en el interior de la tienda y las llamas se alzan. En ese momento Dah-Keya descubre el delgado paquete que sostiene en una mano y podéis ver su contenido.

Al principio parece un trozo agujereado de tela, pero luego os dais cuenta de que en realidad se trata de piel humana, más concretamente de la cara de una persona.

El predicador respira hondo antes de comenzar a resar mientras que escucha las palabras del jefe espiritual indio mientras que trata de concentrarse en mantener su fé en dios y tener una idea mas clara de lo que les quiere decir el anciano, al final susurra su rezo:

" ... en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo ... Amén!! "

En cuanto el Piel Roja descubre la piel humana que sostiene entre sus manos, Ben abre los ojos como platos, sorprendido, y dirige su mirada hacia el resto de compañeros para comprobar si alguien más reacciona de alguna manera. Como suponía, el maldito Clanton parece impertérrito y se dedica a rezar. Quién sabe cuántas atrocidades como aquella habrá realizado en sus días de forajido. Traga saliva ¿Es que nadie va a decir nada? ¡Es una cara! ¡Una jodida cara desollada!

Y además ¿Qué diablos hace el indio? Está agradecido por el tabaco puro, sí, pero no sabe qué pretende hacer el anciano con ellos allí dentro, y él no está dispuesto a llenarse el cuerpo de la misma mierda que ellos usan para intoxicarse y volverse locos en la batalla. No, por ahí no pasa.

—Escuche, de verdad que le doy las gracias por ayudarnos, pero no puedo pasar por eso, no es que no me fíe —Las palabras, presas de la desesperación y la inquietud, brotan atropelladas y sin orden—. Pero no necesito sus polvos para infundir valor a sus guerreros, me gusta mantener mi cuerpo limpio.

Con las manos en alto y muy despacio, intenta salir al exterior de la tienda. Eso ya está yendo demasiado lejos, no piensa participar en nada que involucre el uso de un cadáver. O peor, de parte de uno.

Observo con atención los movimientos del anciano indio, pero cuando descubre el delgado paquete, mostrando lo que queda de un rostro humano, toso.

-¡Pero que demonios! -alzo la voz mientras comienzo a tener la mirada ida -¿Esto que es?

Observo al anciano y a Clem varias veces, para volver a fijar mi mirada en el despojo humano, mientras lo señalo

-¿De dónde han sacado...?, ¿de quien es.....? ¿eso de dónde es?

Aprieto con fuerza el rifle mientras doy unos pasos hacia atrás, observando hacia todos los lados, calculo la distancia que me falta para llegar a la salida de la tienda, mientras evalúo mis opciones

Pocas, por no decir ninguna

-¿Que pretende Clem?, ¿que es lo que quiere el viejo de nosotros?

Willis pone una mueca de repugnancia.

No pienso ponerme la piel de otra persona encima. Me parece bien que a vosotros os funcione, pero estas cosas no van conmigo y entiendo que tampoco con el resto del grupo.

Bastante sobresaltado Clem se incorpora también de pie.

¡Por Dios Coronel, saque la mano del rifle o acabaran ustedes todos muertos!

¡Hagan lo que quieran pero no saquen las armas!

Mientras tanto el viejo, impasible a los gritos ha dejado la horrible piel desollada delante suyo y ha revelado una larga y preciosa pipa blanca. La está llenando con tabaco y otras hierbas.

Diríais que la cara desollada ya la habíais visto antes, pero es imposible saber a quién.

Willis ha sido siempre el impulsivo, sin embargo y aunque no le recrimina nada a Bruce eleva las manos con las palmas hacia delante en son de paz.

Calmaos todos. Vamos amigos. El hombre está mal de la cabeza, pero no es necesario que derramemos una sangre que es evidente que necesitamos. Bruce, siéntate. Me han curado el brazo. Si quisieran matarnos ya lo habrían hecho.

Lentamente bajo el rifle mientras realizo varias respiraciones hondas

-Bien, vamos a calmarnos todos. Mejor será que nos quedemos aquí o a lo mejor corremos la misma suerte que ese desgraciado.

Me fijo en el rostro que el anciano ha dejado delante suyo.

Me suena de algo

-Esa cara.....¿de quien es?, bueno...era, me parece haberla visto antes, pero claro, no en esas condiciones

La respiración de Ben es pesada. Pero es cierto que al apartar la piel desollada de la cara el anciano Piel Roja, se tranquiliza un poco y traga saliva. Sus compañeros parecen aceptar de buen grado lo que sea que vaya a ocurrir en la tienda, pero quizás la amenaza de Clem no han sido palabras vanas, y de verdad le conviene quedarse sentado.

Un debate interno comienza a fraguarse dentro de la cabeza de Ben ¿Hasta dónde está dispuesto a soportar por impartir justicia por la niña asesinada?

... ¿Cómo se llamaba? No se acuerda ¿Alicia? ¿Allina? ¿Alma? 

Una suave risa sarcástica se escapa entre sus dientes. Vaya con su memoria, ya no es lo que era... 

"Te haces viejo para esto, Rumson..."

Eso es. Ha tenido una vida dura y ha visto de todo. Pero jamás se imaginó participando en un ritual indio, y menos con la cara desollada de un hombre en la ecuación. 

Un regusto amargo y metálico en su saliva y una tenaza en el estómago ralentizan el tiempo sobremanera. Lleva la mano hasta la manta que cubre la salida y la agarra, pero no llega a correrla y atravesarla.

"¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar para llevar al asesino de la cría ante la justicia, viejo sheriff?

No...

¿Hasta dónde estoy dispuesto a llegar para poner en paz mi alma de una vez por todas?"

Con los ojos cerrados, suelta la manta y vuelve. Quizás es cierto que los humanos son seres egoístas. Y, sin embargo, no sabe si los principios que está a punto de derribar serán un pago justo por la redención.

Clem vuelve a sentarse pero no sin mirar asqueado la piel desollada. De hecho se sienta mucho más cerca de vosotros que del indio.

No sé de quién es esto pero creo que se dispone a hacer algún tipo de ritual con ello –dice un empalidecido Clem, que no le quita ojo a la puerta-. Maldita sea, creo que cuando termine esto pasaré unos cuantos días borracho.

Mientras tanto Dah-Keyah se ha levantado con la ayuda del niño y ahora empieza a cantar. Lo que sea que ha estado echando en el fuego ha levantado las llamas mucho más vigorosas y de un color morado. Las sombras bailan en el interior de la tienda.

Las sensaciones son mareantes y hipnotizantes y las llamas toman formas indescriptibles. Sin haberlo visto vosotros el anciano se ha vuelto a sentar y se ha quedado lado a lado con el niño. El joven y silencioso indio ha encendido la pipa blanca y va tomando rápidas aspiraciones de la hierba. El humo que expela es blanquecino y lechoso y lo arroja con fuerza hacia las llamas. El viejo continúa cantando con notas cíclicas, elípticas e infinitas y va acompasando su voz con las bocanadas de pipa del niño.

Dah-Keyah sostiene la máscara tribal delante de su cara y con la otra mano levanta la misteriosa cara cortada delante de las llamas. Finalmente arroja esta última al fuego y la sala se llena de un olor agridulce.

Al instante este olor os transporta a los Llanos de nuevo y sentís el aire seco y caliente del desierto. A través de las llamas veis el paisaje muerto por donde habéis andado todo el día pero esta vez delante de vosotros no está la cabeza de vuestro caballo sino la estructura de una carreta tirada por dos caballos.

El niño indio le ha pasado la pipa a Clem y el viejo confederado repite sus gestos: toma rápidas bocanadas de pipa y arroja el humo hacia la hoguera. Después le pasa la pipa al siguiente de vosotros.

Observo con detenimiento lo que hace el anciano indio y Clem. Cuando éste me pasa la pipa, miro a mis compañeros con cara de circunstancia y cojo la pipa

No es cuestión de causar una mala impresión y que se nos enfaden

Lentamente acerco la pipa a mis labios y doy varias bocanadas

-¡Cof, cof!

¡Como se nota que no es tabaco de mascar!

Me giro hacia uno de mis compañeros y le ofrezco la pipa

Ben toma la pipa resuelto de manos de Coulon. Y ha tomado una decisión, y fumar es algo que sí sabe hacer y bien.

—Espero que sea bueno... —Dice mientras aspira una bocanada amplia de humo y lo expulsa con calma.

La sensación y el aroma de lo que sea que esté fumando le calma bastante los nervios, y el color del humo mezclado con el fuego le causa una sensación extraña y embriagadora de la que no puede librarse al pasar la pipa al siguiente participante.

Willis mira a sus compañeros sorprendido. Han pasado de estar a punto de tener una discusión a tiros para fumar la pipa de la paz en cuestión de minutos. Prefiere seguir la corriente. Recoge la pipa de la paz y aspira fuerte.

Tose hasta provocarse arcadas. Su cara se vuelve amarilla y le pasa la pipa al siguiente. Se limpia la cara con ambas manos.

Es evidente que después de aspirar esto te quedan pocas ganas de pelear. Supongo que por eso se llama la pipa de la paz.

Su tono es jovial, pero no muestra sonrisa alguna.

El predicador Allan Dewey niega la herejía que estaba viendo pero piensa por un momento que el hombre bien podría producir un milagro gracias a dios o ser un simple charlatán, así que se decidió a probar la pipa y ver que pasaba mientras decía:

" Por favor denme esa pipa de una buena vez y esperemos que dios perdone nuestros pecados "