Partida Rol por web

Las hermanas encontraron a la priora, seguida por Sor María de las Mercedes, a medio camino entre el huerto y la ubicación del teléfono fijo. Sor Bernarda venía muy airada y ofuscada, con las mejillas rojas. Como cuando está mucho rato en su despacho y sale oliendo a bar de extrarradio. Con la diferencia, de que esta vez no se le veía tan relajada.

- Válgame Dios, ya estamos todas. - expresó con cierto disgusto cuando vio allí también a la hermana de Vietnam. Luego dio unas palmadas, como quien si fueran todas niñas de párvulo - La hermana Ceferina se ha desorientado un poco, pero ya está mejor en su celda. - explicó para Sor Chang,  omitiendo informaciones que le podían dar, o no, sus hermanas- Todo arreglado, ahora todas a acostar. Yo espero al prácticamente y me ocupo. Estar despiertas de noche sólo es para maleantes. - y con esto último daba carpetazo a la pregunta de Sor María Milagros.

Chang miró a Sor Milagros, Sor Cipriana y Sor María. Ante aquellas palabras de autoridad poco se podía hacer. Si la autoridad te decía que para la cama, para la cama que te tenías que ir. 

—Como quieras, Hermana. Yo sólo quería ayudar. 

Al menos había entendido lo que decía su jefa, algo era algo. 

María Milagros miró a Chaochochín que aún seguía durmiendo porque no podía verle los ojos. Pensaba que debía ser complicado despertarse en mitad de la noche para ella y, claro, no enterarse de nada.

-No tie' dolor... Se le ha ido la pinza- le explicó como pudo a la extranjera. -Pero viene el praticante, no pasa na'. No. Pasa. N'a- le repitió despacico, por si no entendía bien el español. La pobre había venido de la conchinchina hasta aquí, pa aprender un idioma y to, to porque allí están muerticos de hambre. No como los negritos de panza hinchá que salen en la tele, porque los chinicos sabían coser.

Asintió a las palabras de sor Bernarda, vaya que la noche era solo para maleantes y gente de mala vida.

-A dormir ahora mismico... Pero... ¿el Hixino? ¿Va a llamar a la menemérita?- preguntó, no por curiosidad, que Dios la perdone, sino porque cómo se iba a quedar la madre superiora a solas con un varón ahí, esperando al praticante.

—El Hixinio é un paspán do carallo—dijo, intentando quitarle hierro al asunto. De Menemérita nadiña.—Le va caer una bronca que va cagar todo. No preocupéis que ya acompaño yo a sor Bernarda que non quede sola con el mendrugo ese y así esperamos al praticante.

Mercediñas tenía que enterarse sí o sí de ciertas cosas. De quién era a fariña, lo primero.

...por a miña cona morena que o Hixinio non ten serebro ni diñeiro para comprarse un kilo...

El garrulo aquel, ¿a cuento de qué estaba escondiendo un paquetito? Más valía que no lo hubiera robado a un narco y atrayera miradas al convento.

—Hixinio, ti caladiño estás máis juapo.—Le dijo, en un claro tono de dar una orden. Delante de aquellas arpías meapilas, no se atrevía a mandar al bobalicón a su cuarto a interrogarlo. Muchas orejas escandalizadas eran esas.

Aquella noche se repartió frustración para todas. Aunque le dirigiera una mirada temerosa a Sor María de las Mercedes por la amenaza implícita en sus palabras (una atmósfera peligrosa que no acababa de comprender y le generaba cierta incomprensión), el Hixinio partió del convento tras los alaridos de Sor Bernarda, por no enfadarla más.

Por su parte, Sor Bumbum tampoco pudo pillar a solas al subnormal del Hixinio, tras verse arrastrada por la madre superiora para no quedar a solas con un hombre. Se queda así con sus dudas, que tendría que resolver en otro momento.

Sor Chang Kete recibía información a medias. Estaba claro que Sor Bernarda se estaba guardando algo indeseado. Quizá para no regenerar mas revuelo entre las hermanas. Quizá para no empañar su capacidad de gestión como madre superiora. Quizá un poco de ambos. Si bien, más de una hermana estaría dispuesta a chivarle lo que acababa de pasar, como Sor María Milagros.

Esta última, a su vez, no recibió una respuesta clara de la madre superiora sobre la benemérita. Pero no parecía del todo convencida de la opción. Así que insistió, tajante, en que cada cual volviera a su celda e intentara descansar, que ella esperaría al prácticamente y se ocuparía del resto. 

A regañadientes, cada cual por sus razones, sois devueltas a vuestras celdas. Para ese entonces faltarían escasas horas para que comenzara a salir el sol y mañana había que seguir con las rutinas de siempre. 

Sor María de las Mercedes dijo algo que Sor Chang-Kete no entendió, pero en el fondo nunca entendía nada y la intención estaba clara. A sus celdas y a dormir con los angelitos, que no tienen pito y son célibes. 

Pero en el camino se acercó a Sor María Milagros. 

—¿Qué ha pasado? —susurró en perfecto español— No me he enterado de nada. Estaba durmiendo. 

La mujer sonrió. O cerró los ojos un poco más, tropezando con un escalón. 

Sor Chaochochin aún estaba durmiendo, porque tropezó con un escalón y, como buena cristiana, María Milagros fue a socorrer.

-Ayvá que tematas, jamía- dijo al sujetarla.

Poco sabía la asiática que María Milagros era tonta como un jarrón y que tampoco había entendido nada de lo que había pasado.

-Pasa c'a la hueso se le ha ido la pinza- le contestó en su menos perfecto español, pero era un español castizo, manchego y recio. -S'a despertao y s'ancontrao con el Hixinio en el huerto, entonces se l'a tirao encima com'unurón rabioso cuando s'encuentra un cobejo.

Asintió para dar veracidad a sus palabras, aunque quizás la hermana, o quien quiera que la hubiera escuchado entendiera bien poco de su dialecto. Para ella estaba to mu claro. 

-Buenas noches y que Dios te guarde- despidió a su hermana antes de meterse en su celda. Que ella era de obedecer fervientemente lo que dijera la autoridad, en este caso sor Bernarda.

La Merche dio unas palmadas que decían «arreando».

—Veña, a dormir todas. Mañana será otro día y tal.

Cuanto menos cotorreo hubiera, mejor. No era momento de tener a un montón de monjas hambrientas de cotilleo en plena noche y con el susto en cuerpo cuando se trataba de fariña. Discreción a la galega. Eso lo sabía cualquiera con dedo y medio de frente que viviera entre el Miño y Ribadeo.

Pero ese convento estaba lleno de extranjeras que no sabían nada de la vida.

Se volvió a su celda, disimulando, atenta por si alguna parva desas venía detrás a fuchicar. En cuanto entró, echó el pestillo.

Ahí estaba la celda, como la había dejado: la QMD abierta en la cama, la lamparita tipo casa de abuela de los 70 encendida, la mesilla de noche con llave echada.

Y el paquete escondido debajo del colchón.

Resopló y agitó las manos en el aire para alejar los nervios.

...todo en orden Mercediñas... ti tranquiliña e cabesa fría...

Sacó el paquete, mordiéndose el lábio. Le parecía ligero pero inmensamente pesado. Respiró.

Bum bum bum bum

Notó la Sed.

—Aquí hay pasta, Reina.