Partida Rol por web

Rápidamente desenfundé la enlutada. - Buen provecho - pienso dirigiéndome a la espada. 

Come hasta saciarte.

Con la espada en mano, lancé rapidamente un conjuro, el cual me permitiría asestarle un golpe mortal al demonio para luego recurrir a mi energía arcana y potenciar el filo de la sombría espada que empezaba a emanar un aura siniestra.

"Tienes que estar de coña... ¿Un demonio mayor? ¿Pero qué cojones es esa llave?" Aún estaba procesando esa revelación, especulando si J.R. había hecho algún tipo de trato con esa entidad o simplemente había más gente (o no gente) buscando la llave. Pensando qué podía decir para que ese hamatula hablase lo más posible y conseguir respuestas...

Y ya se había ido todo al carajo. Su mirada fue desde una suspicaz Samay, pasando por un Kalimash sediento de sangre como pocas veces lo había visto, hasta su nuevo compañero. "Genial... otro monstruíto. Por supuesto, Bálder no querría otra cosa para su circo particular." De algún modo dudaba que un demonio sucumbiera a torturas y amenazas, más bien imaginaba que la única forma de sacarle información era si hubieran fingido colaborar con él. Y ahora no sólo se había esfumado esa posibilidad, sino que además iban a delatar su posición.

Tratándose de un demonio mayor, ¿y sólo había un lacayo? ¿Que además no lo había reconocido al verlo? Estaba claro que no  tenían demasiada información sobre él, al menos todavía. Pero cuando alguien extiendía una red de mercenarios (o en este caso demonios) en tu busca, una regla inquebrantable era jamás matar a ninguno. Porque cuando eso ocurría, quedaba claro que estabas por la zona y la red se cerraba sobre ti. Y te estrangulaba. Los demás no podían saberlo, sólo un fugitivo era capaz de pensar así; llegar a ser tan retorcido y paranoico siempre era algo que nacía de la necesidad.

No pensaba tomar parte de eso. Con cierta expresión de incredulidad ante la situación, se encogió de hombros y retrocedió, dispuesto a no intervenir a menos que alguno de los demás estuviese en peligro mortal. Al mismo tiempo, se preguntaba quizá más que nunca por qué Bálder lo había elegido a él. Su situación personal comprometía al grupo una y otra vez; y por otro lado, aún sin ser su intención, ellos no le hacían ningún favor ocultando su pista.

"Quizá debería largarme después de lo de Punta Arena..."

La cosa pintaba negra por momentos, Tamlorm la había amenazado, que clase de poder poseía..., por ahora era todo un misterio. En cuanto al Hamatula antes de iniciar su ataque ya sabía que les esperaba la muerte a todo el grupo pero por lo menos ya no podrían destruir un pueblo inocente.

-Maldito demonio por lo menos vas a llevarte alguna flecha de recuerdo. -dijo la pícara, mientras soltaba la flecha, la cual pasó rozando a la criatura planar sin hacerle daño.

El Hamatula no sabía con certeza quien era Oswyn pero lo sospechaba, tenía varias opciones para enfrentarse al grupo pero ofuscado por su sensación de poder y menospreciando al grupo se tiró a lo que él le gustaba que era el combate cuerpo a cuerpo y sentir las garras con la sangre caliente de sus enemigos, contra más durase el combate más lo iba a disfrutar así que sin más atacó a Eladamri que cayó de un solo golpe al suelo, después se abalanzó sobre Tamlorm con la otra garra, al ser golpeado este último echó a correr en dirección opuesta al Hamatula.

Un sólo golpe del diablo bastó para dejarme moribundo, mi vida se me escapaba de las manos y sólo podía quedarme allí tumbado en el suelo mientras mi sangre abandonaba mi cuerpo.

No, no puedo acabar así. Sarenrae, sálvame por favor, sálvame de este destino aciago y no permitas que el arma que porto caiga en manos equivocadas.... - ese fue mi último pensamiento antes de que todo se fuera a negro y perdiera la conciencia.

¡Maldita zea! ¡Zu magia Samay!- ¿a que esperaba la pícara? Ya iba a ser una tarea ardua y dolorosa derrotar a un diablo de tal calibre, pero si no anulaban su magia sería de todo punto imposible.

Recuperó el equilibrio tras el golpe fallido mientras esperaba a que la pícara hiciese algo con el hamatula.

Había decidido no actuar a menos que alguno estuviera en peligro, y en apenas en unos instantes todos lo estaban. ¿Pero actuar cómo? Aquel hamatula estaba en un nivel de poder completamente diferente al suyo, por muchos dones que tuvieran. En un abrir y cerrar de ojos, había diezmado a un grupo que no había tenido excesivas dificultades en tomar un fuerte goblin. Incluso en el caso de que las garras de aquel ser no pudieran dañarlo, y eso era mucho suponer; había visto cómo la flecha de Samay había rebotado en su piel, por lo que él tampoco lo tendría fácil para herirlo (si es que podía).

En el mejor de los casos no podrían dañarse mutuamente, el demonio mataría a los demás, y aunque no pudiera hacerle daño a él, lo capturaría al ser más fuerte y rápido. Bueno... quizá no fuera el mejor de los casos sino más bien el peor. En el mejor, simplemente todos morirían. Sin embargo... ¿acaso Bálder lo permitiría? ¿Que un demonio cualquiera viniera hasta aquí a exterminar a sus elegidos y dar al traste con sus planes? De algún modo lo dudaba, así como también tenía la sensación de que no sería buena idea forzar al dios a intervenir. No... lo mejor que se le ocurría era hacer lo que mejor sabía hacer, y quizá lo que debieron haber hecho desde el principio: hablar.

- Está bien... yo soy Oswyn. Negociemos. Pero para ello, como muestra de buena fé, te pido que perdones la vida de esta gente tan reaccionaria.

El hamatula estaba disfrutando del combate, sin embargo al escuchar las palabras de Oswyn se paró en seco y lo miró encarándose a él y mostrando sus colmillos como sonrisa. Claro negociemos, si hay que perdonar la vida de tus compañeros, de momento no hay problema. Iré directo al grano, me hace falta la llave que conseguiste del ejército de Molthune que tiene forma de estrella de cinco puntas. ¿Qué queréis a cambio?

Respiró hondo. Una frase a destiempo y podrían acabar todos muertos, pero tampoco estaba dispuesto a entregar la llave así como así. ¿Cómo impedir que esta criatura se apoderase de ella? Y aunque tal vez fuera una idea pretenciosa, ¿cómo sacar provecho de esta situación?

Mantuvo la vista fija en el hamatula durante unos segundos, sopesando opciones. No sabía nada sobre demonios, pero si uno hacía caso a las historias y cuentos populares, los demonios eran traicioneros; y no podía haber nadie mejor que un mentiroso para ver a través de una mentira. Por lo tanto, dijera lo que dijese, debía ser sincero o seguramente el demonio lo descubriría. Torció el gesto ante el hecho de tener que dar más información de la que le gustaría, pero por otro lado, las mejores mentiras estaban hechas de verdades...

- No tengo la llave encima, de hecho tardaríamos muchos días en llegar hasta el lugar donde se encuentra. Sé llegar hasta allí, pero no sabría describirte el lugar con suficiente detalle como para que llegues por tu cuenta, necesitaría ir contigo. Y no he tenido oportunidad de estudiar detenidamente un mapa de la zona, pero estando tan cerca de Punta Arena, me atrevería a pensar que la ruta más rápida nos lleva hasta allí en primer lugar. No sólo por tomar un camino en lugar de ir campo a través, sino también para conseguir caballos.

La cuestión es que tenemos un acuerdo previo, y debemos destruir esa ciudad. Así que propongo lo siguiente: ven con nosotros y participa en la destrucción si quieres, aunque terminaríamos antes si lo haces y seguro que te diviertes; y una vez hayamos terminado, cogemos unos caballos y nos dirigimos hacia donde se encuentra la llave.

Tres cosas pediría a cambio. La primera, aunque obvia, creo que es importante mencionarla: cuando nuestra pequeña excursión acabe, nos perdonarás la vida a todos nosotros. La segunda: información sobre la llave. ¿Para qué sirve, qué abre? Bastantes disgustos me ha dado como para no acabar sabiendo al menos eso. Y tercera, pero no menos importante... sobre tus superiores. ¿Ante quién respondes? ¿Quién quiere esa llave?

El diablo se quedó pensativo ante la esquiva respuesta de Oswyn y respondió de acuerdo, os perdonaré la vida y, más que ayudaros en vuestra lucha, procuraré que no te ocurra nada malo. Eso sí, aunque no me digas con detalle donde está, dime al menos aproximadamente dónde se encuentra. Para lo que sirve la llave, te lo diré cuando me la entregues. Respecto a quién sirvo, el hamatula era consciente que tenía que ceder en algo aparte de perdonarles la vida para que colaborasen así que habló en principio a mi y en última instancia a Asmodeus, Rey del Infierno, Señor Supremo de los Duques del infierno.

Vuelvo con la cara desencajada hasta ponerme al lado de Oswyn.

Tamlorm se sitúa al lado de Oswyn con el rostro desencajado, preguntándose que había pasado.

Y..... ¿ahora qué?.... - susurró.

Jadeando se detiene con una mueca de incredulidad, prefería una muerte gloriosa que negociar con él, pero parece que no ha sido secundado por lo que en vez de eso no dice nada y sin quitar el ojo de encima del diablo se acerca a Eladamri para atenderle.

No obstante no guarda su hacha y todo en su porte indica claramente que está preparado para continuar con su belicosidad anterior.

Samay se situa a lado de Kalimash, guarda el arco, a la espera de acontecimientos.

-Sé que no es una alegría llegar a un acuerdo, amigo, pero nuestra muerte era un hecho, sino llega a ser por Oswyn diciendo quien es. -susurra al bardo.

Pretendiendo meditar sobre la respuesta del Hamatula, hizo lo que pudo por esconder su satisfacción. No era sólo que el demonio no trabajase para J.R., sino que además parecía ir por su cuenta. Eso también significaba que lo mejor que podían haber hecho desde un principio era evitarlo, pero ahora no tenía sentido darle vueltas. En la situación en la que se encontraban era la posibilidad menos mala, sobre todo porque eso les daba la posibilidad de dar esquinazo al Hamatula sirviéndose de las propias fuerzas de J.R., haciéndolos pelear entre ellos. Para "llamarlos" todo lo que tenía que hacer... era no esconderse durante los próximos días.

En cuanto al trato, por supuesto que era consciente de que había pedido demasiado. ¿Pero acaso no estaban negociando? No tenía ninguna intención de permitir que el Hamatula llegase al lugar donde se encontraba la llave, por supuesto, pero para ocultar ese hecho necesitaba que la negociación fuera creíble. Por desgracia la información que el demonio había decidido guardarse, era la que más le interesaba.

- Está bien... trato hecho - concedió después de "pensar" durante unos segundos. - Esa maldita llave no me ha traído más que problemas y tampoco es que me sirva de mucho donde está. Si te la entrego al menos podré satisfacer mi curiosidad. La escondí bastante al este de aquí, en el Imperio de Taldor.

El Hamatula enseñó los dientes a modo de sonrisa Bien pues, si tenéis que ir a destruir lo que sea, vayamos cuanto antes y luego iremos al imperio de Taldor a por la llave. Después quedó expectante para ver qué hacíais y seguiros. 

Eladamri estaba, sin embargo, aún inconsciente pero estable, por lo que necesitaba curación.

-Alguien tiene que curar a Eladamri. -dijo Samay muy preocupada acercándose a su compañero inconsciente. Sacó su cantimplora y mojo un trozo de tela para colocárselo en la frente para tratar de reconfortarlo, mientras de reojo estudiaba al demonio. Odiaba tener que compartir el camino hasta su destino con semejante ser, y lo peor de todo es que al parecer ese no iba a ser el final de su camino. Quizás en algún momento del viaje podrían tratar de matarlo.