Partida Rol por web

Frank les siguió cabizbajo, dando una patada a una lata de comida vacía en la acera, echándola a la calle. Vaya día. Espero a que los hombres hicieran su código de entrada, y pasó tras ellos.

Observó como todo el mundo parecía que se lo pasaba bien, pero su cara era de pocos amigos. No podía ignorar lo que había sucedido en esa calle. Miró de reojo a los hombres, y dijo ante su ofrecimiento.

- Con una cerveza estará bien, gracias.

La cerveza te la sirven en una jarra grande, aunque no muy limpia. El líquido está ligeramente oscurecido y es un poco amargo, pero te sienta de maravilla su frescor. Tus compañeros también piden sendas jarras y vacían la mitad de un trago.

-Vamos -te dice uno golpeándote amistosamente el hombro-, no ha ido tan mal. Esos irlandeses se han llevado su merecido y se lo volverán a pensar antes de molestaros otra vez ¿Te han parecido demasiadas emociones en un solo día, tendero? -pregunta riendo.

Ahhhh... - suspira dejando la jarra vacía después de un rato en silencio. Sacó un cigarrillo y se lo puso en la boca, mirando a los hombres, pero su mirada ya no era de terror, si no la de un hombre que veía las consecuencias de lo que probablemente se le vendría encima.

- ¿No os enteráis no? Vosotros, de los cuales no se a que cojones os dedicáis, volveréis ahora a casa y con suerte os reiréis de lo que ha pasado y le meteréis la polla a vuestras mujeres.

Sin embargo- dando una calada y soltando la ceniza en el cenicero.- yo volveré a la tienda, que es donde duermo, y mañana abriré la tienda, y si esos tipos tienen la mitad de elocuencia que vosotros, vendrán a mi tienda, pues me han visto, y me matarán. Y vosotros seguiréis vuestras putas vidas matando gente, y yo estaré bajo tierra. Así que la próxima vez que pase esto, si Panepinto quiere proteger sus inversiones, id vosotros, que yo no iré, cojones.- y con estas apagó el cigarrilo y dando una cabezada a los hombres, se colocó el sombrero y salió del local en dirección a su tienda.

Ha pasado un poco más de una semana después de que te fueras abruptamente del local dejando a los hombres de Panepinto plantados. Han sido días de máxima tensión pensando en que en cualquier momento la puerta se abriría dejando paso a más irlandeses con ideas homicidas. Las noches no las has pasado mucho mejor pensando en que podrían pegarle fuego al edificio en cualquier momento. Sin embargo, nada de eso ha ocurrido y te vas relajando poco a poco confiando en que esos tipos hayan captado el mensaje.

Entonces, una noche, en la puerta de abajo del local suenan unos fuertes golpes. 

- Por fin empiezo a conciliar el sueño sin tener que emborracharme joder.- piensa Frank acurrucándose en su cama y tapándose un poco más. Habían sido unas semanas bastante tensas, y empezaba a estar hasta el gorro. Entonces llamaron a la puerta.

- Joder, no...- se levantó rápidamente de la cama, poniéndose los pantalones que estaban sobre la silla y los tirantes, y cogió una fregona a modo de arma, acercándose a la puerta, y sin abrir, preguntó elevando la voz para que le oyeran:

- Quién es a estas horas?

-Abra señor Thompson, por favor. Somos hombres de Panepinto -te responde una voz grave.

- Vuelvan mañana al medio día, ahora mismo no puedo atenderles.- dice Frank apoyado en la puerta esperando a que se fueran los hombres.

-¡No podemos volver mañana! ¡Necesitamos su ayuda ahora! -los golpes se reanudan, más insistentes que antes.

- Está bien.- dice a la par que empieza a abrir los dos pestillos de seguridad que tenía en la puerta, abriendo la puerta para que los hombres pudieran entrar, y cerró tras ellos, echando los pestillos de nuevo, y dejando la fregona en un rincón.

- En qué puedo ayudarles?- dice colocándose detrás del mostrador, sacando el cenicero, y unos vasos, yendo a buscar una botella medio vacía de whisky que guardaba bajo su cama.

Al abrir la puerta ves tres hombres en el umbral. Uno de ellos, un tipo alto y espigado, mira furtivamente hacia ambos lados de la calle antes de entrar. Pronto están todos en el interior de tu local.

-Señor Thompson, Don Panepinto necesita su ayuda. No es nada peligroso. Simplemente tiene que esconder en su tienda a este hombre -dice señalando al tipo alto-. Le busca la policía y tenemos que sacarle de circulación algún tiempo. Hasta que podamos meterle en un tren que salga de Creekville nadie debe verle...

- Joder, nada peligroso esconder a un hombre que le persigue la policía...- dice con ironía-  Pero bueno, si el señor Panepinto lo necesita, no voy a preguntar que ha hecho. ¿Cómo te llamas?.- empezaba a estar hasta el gorro de que el señor Panepinto le metiera en estos fregados, no se si le compensaba estar pagando ese precio.

- Haremos una cosa, si tuvieras que salir por alguna razón, ponte esto- le lanzó unos de los delantales que usaba en el laboratorio de mezclas que tenía en la trastienda.- Por lo menos se pensarán que eres un empleado. 

-Me llamo Larry Henderson, señor. Muchas gracias por ayudarme -respondió el tipo.

Los hombres que lo trajeron se incorporan de nuevo después de vaciar los vasos de whisky que les has puesto.

-Gracias por las copas, señor Thompson. Vendremos por él en unos días.

- No hay ningún problema. Vuelvan cuándo puedan caballeros.- dice ya un poco más calmado tras beber un vaso de licor.

Cuando los hombres de Panepinto se marcharon, Frank volvió a echar los pestillos, y aún con el vaso medio lleno, se acercó a Larry, sentándose a su lado, ofreciéndole un cigarro, y encendiéndose uno, dijo:

- Así que imagino que eres un amigo del señor Panepinto no?. Dije que no te lo iba a preguntar, pero ahora que no están los hombres puedes contármelo, que has hecho muchacho.

-Soy experto en reventar cajas fuertes, señor Thompson -contesta el tipo encendiéndose el cigarrillo-. El mejor. Me necesitaban para hacer un trabajito. Ahora que está hecho tengo que desaparecer porque cuando pasa algo así, la policía me busca a mí primero. Larry "El Dedos", me llaman -dice riéndose.

- Vaya Larry, espero que no te de por hurgar en mi caja registradora, no creo que ni te compense abrirla- dice riendo Frank, apagando el cigarro, colocándose los tirantes y levantándose.

- Será mejor que se vaya a descansar señor Larry, habrá tenido unos días moviditos. Si necesita algo, no dude en pedírmelo, veré lo que puedo hacer. Buenas noches.- dice Frank yéndose a dormir.

Durante los dos siguientes días, todo transcurrió con normalidad. Apenas veías a Larry aparte de a las horas de las comidas. Tampoco había señales de los hombres de Panepinto. Entonces al tercero ocurrió lo que más temías: entró un agente de policía a la tienda.

Desde que estabas en la ciudad, no habías visto a ningún agente rondar las inmediaciones de tu local, con lo que la visita despierta tus sospechas. El tipo parecía que ya había abandonado al treintena. El típico agente que se pasa toda la vida en la calle porque no tiene talento para otra cosa. Tenía aire irlandés y al presentarse como "agente O'Mailley" despejó las dudas sobre su procedencia.

-Verá, señor. Estamos visitando los comercios de la zona para hacer algunas preguntas a sus propietarios. Estamos buscando a un peligroso delincuente. Es alto, espigado, de andar furtivo. Se hace llamar... -consultó una pequeña libreta con notas-. Larry Henderson ¿Ha visto o ha entrado aquí alguien con esa descripción?

- Entra mucha gente por aquí señor.- dice ofreciéndole un cigarrillo al policía.- pero la verdad, no me suena haber oído ese nombre ni recuerdo haber visto a alguien así, la verdad.- dice rascándose la cabeza.

El policía rechaza el pitillo.

-Lo siento, no puedo. Estoy de servicio... ¿Entonces no le importará que eche un vistazo por su tienda, no?

Frank se quedó pensativo un momento, pensando en los libros de derecho que leyó hacia un tiempo...