Partida Rol por web

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En los ataques ofensivos, son los ataques que puedes hacer normalmente. Usualmente en este formato:
 

Depende del arma que usas para Precisión, Iniciativa y Daño. Por ejemplo, el atacar con tus Garras sería:

Este es un ejemplo el formato de las técnicas:

Dump Stat: Rango: 5m (lv. 1), 2PG; Efecto Elemental: Eléctrico, 3PG; Aumentar: Daño (+4), 4PG. Coste: 9PG, Aguante: 6

Nyagara desconoce dónde y cuándo nació, pues debido a circunstancias desafortunadas desde muy cachorra fue separada de sus padres por un esclavista y casi enseguida vendida a un circo no precisamente bienintencionado. Durante sus primeros años la tenían más que nada como un “animal mono” para atraer las miradas de la gente que pudiese caer ante la ternura innata de una cachorra, además porque con su edad la gatita no podía llevar a cabo actos más complejos; allí conoció a Wanta, otro cachorro con el que a pesar de ser canino hizo muy buenas migas.

Juntos crecieron casi a la par en experiencias pero no así en tamaño, ya que Nyagara se desarrolló más espigada de lo que parecía cuando era más pequeña, esto sin embargo no fue problema en la relación con el perrito, al cual por convivencia la felina veía como algo entre hermano y amigo; además, mientras lo notaba más y más “pequeño”, aunada a ello la personalidad un tanto frágil de Wanta, la gata fue desarrollando un impulso por protegerlo.

Quizás por lo anterior fue que Nyagara comenzó a practicar en secreto de todos para evitar castigos que de paso salpicasen al perrito, y es que conforme iban pasando los años, el dueño del circo quiso que sus “inversiones” pasaran a darle un mejor rendimiento en ganancias, y para ello solo verse lindos no era una opción. Con tal de evitar que los lastimasen, pues, la minina se empeñó en demostrar que podía hacer cabriolas, balancearse a varios metros de altura y caminar de forma tan grácil que sorprendía al público; no hace falta decir que su naturaleza gatuna ayudó bastante a Nyagara durante sus primeros intentos, pero solo con la práctica constante fue que la chica logró convencer del todo al dueño del circo.

“Súbitamente” este dejó de ser malo con ella en el sentido de imponerle castigos físicos, pues seguía tratándola como un objeto y haciéndole pasar penurias (como quitarle la comida, hacerla dormir en el piso, dejarla encerrada en lugares oscuros y pequeños) pero al menos ya no la golpeaba como si sucedía con el pobre de Wanta. La primera oportunidad para Nyagara fue entre los trapecios, la cuerda floja y las barras, pues el circo necesitaba acróbatas que tuviesen miedo de hacer sus actos sin cuerdas ni red, y solo la felina era tan incauta como para aceptar.

Si bien no demostró ser una maestra en su primer acto, el buen ánimo que se esforzaba por mostrar y las peculiaridades de su raza fueron suficientes para atraer la atención del mismo público que la veía como una de las “mascotas” del circo, así pues Nyagara pasó a ser “Gara, la acróbata” más pronto que tarde, y con ello su posición entre otros “empleados” del lugar mejoró en cierta medida: comenzó a tener acceso a comida más rica y fresca, a dormir en lo que otros llamaban cama y a poder entrenar sin que la castigaran por cada mínimo error; en ese punto de su vida la gata casi pensó que tal era la felicidad, sin embargo pese a las “mejoras” ella no podía esbozar una sonrisa verdadera sabiendo que su suerte no la compartía su querido Wanta…

¿Qué caso tenía poder vivir sin tanto miedo cuando más de una vez escuchó o directamente presenció los maltratos hacia el tierno canino?

Como en varias ocasiones, el dicho perrito fue la razón de que Nyagara quisiera mejorar, pues, incauta, la felina pensaba que si deslumbraba al público lo suficiente, el dueño perdería interés en su compañero y por tanto le dejaría de exigir, así pues la gata sabía que siendo acróbata podía sorprender a los fanáticos de las piruetas, a los que gustaban de ver hazañas un tanto arriesgadas… pero a sus actos les seguía faltando algo. Irónicamente la respuesta a sus preocupaciones llegó en forma no de descubrimiento por su parte, sino de una imposición que “su dueño” le hizo tras una de sus presentaciones.

Según aquel, cierto hombre entre el público estaba maravillado con ella pero también un poco decepcionado de que “desperdiciara su gracia” enfundada en el traje de acróbata, columpiándose a varios metros del suelo y de los observadores; el dichoso sujeto era un cliente frecuente, aunque eso Nyagara no lo sabía, que además tenía suficiente poder adquisitivo como para ser capaz de influir en las decisiones del avaro dueño. La petición del desconocido fue clara, sus intenciones aberrantes: quería una presentación privada de la felina con tal de verla contornearse pero de manera más grácil y rítmica que como lo hacía en el aire, vestida para provocar sus sentidos, para seducirlo… encima estaba dispuesto a pagar una buena suma por tal cosa.

Claro que el dueño disfrazó en gran medida sus motivos y solo instó a Nyagara a que mejorase su rutina con tal de ser más “versátil”, para ello el mañoso sujeto la envió a aprender de una mujer mayor, actual vendedora en el circo pero antes bailarina, que por causa de una lesión incapacitante había dejado su puesto sobre el escenario pero no su destino como esclava. Obviamente la gata vio lo poco que sabía como una respuesta del destino y por ende no dudó en aceptar emocionada, de hecho creyendo que la vida le hacía un favor…

A partir de ese momento la mink comenzó a repartir el tiempo de sus entrenamientos entre las prácticas que siempre hacía y las lecciones con la mentada mujer, siendo que a estas últimas les dedicaba más esfuerzo e interés al ser novedosas, pero también gracias a sus ideas inocentonas. Inesperadamente para ella, varias cosas de las que ya hacía como acróbata compartían bases con los movimientos de danza que le enseñaban, así que combinando ello con su carisma natural, el aprendizaje fue un proceso rápido y por lo general fructífero, tan era así que pronto utilizaba casi todo su tiempo para ello. Pese a lo antes dicho, por conveniencia el dueño del circo no la presentaba en público con su nueva rutina, sino con sus acrobacias de siempre, pues los movimientos mucho más cadenciosos estaban destinados para primero ser vistos por el “patrocinador” de la gata. No hace falta decir que debido a esto mismo el trato por parte del dueño hacia Nyagara comenzó a mejorar sustancialmente con cada avance que la gata mostraba, casi como si el mañoso patrón quisiera embellecer todo lo posible a la chica mientras que en paralelo le desviaba la vista de su cruel realidad dándole pequeñas probadas de lo que era una vida buena y feliz.

Lo cierto, sin embargo, es que Nyagara no estaba del todo cegada a lo que sucedía más allá de su situación, pues contraria a las órdenes del dueño sobre no mostrar a nadie su danza hasta que él dijera, la felina se reunía todas las noches con su querido Wanta, y ante él comenzó a desarrollar un estilo más propio de su inspiración, de los sentimientos que el perrito le producía. La felina no le había comentado a su compañero sobre el aprendizaje con la mujer, sin embargo tampoco le mentía al decirle que los pasos que le mostraba nacían casualmente por la música de Wanta; solo con él era que Nyagara realmente se sentía cómoda y feliz, suelta lo suficiente para practicar y esforzarse hasta sus verdaderos límites, además, desde la perspectiva de la mink la música que tocaba su amigo era inmejorable acompañamiento, algo que la envolvía y la hacía sentir cálida, fuerte y segura.

Llevaban tanto tiempo juntos que no lo notaba directamente, sin embargo no resultaría apresurado decir que la gata sentía por Wanta algo más profundo que “simple” amistad. El autodescubrimiento de su habilidad que la gata no podía dar con la mujer, pues, lo experimentó ayudada por la música del pequeño bardo, y así el vínculo antes mentado se estrechó todavía más. Sin importar cómo fuera los días durante las horas que pasaban separados, al estar juntos, así solo se relajaran sin decir o hacer nada más, las chispas de verdadera felicidad iluminaban esa oscuridad que acechaba a ambos; esto a su vez fue fortaleciendo en Nyagara el deseo de proteger a Wanta y de no tener que separarse, de poder hacer lo que quisieran tal y como parecían ser capaces las personas del público o el amo en común… solo que bueno, los mencionados no eran “animales” ni esclavos, quizás por eso sus posibilidades tenían otros alcances.

Teniendo la voluntad para perseguir aquel sueño, aunque no del todo los medios, Nyagara pasó muchas noches pensativa luego de verse con Wanta, ello a fin de planear escenarios para conseguir la libertad de ambos, pero así también para hacer ilusiones; su error en todo caso, como en anteriores veces, era el hecho de creer que con suficiente trabajo la actitud “buena” del dueño mejoraría al punto de dejarlos libres, siendo que tal pensamiento no estaba ni cerca de la verdad.

El punto de inflexión llegó de la mano de una “compra nueva” para el circo, más específicamente un sujeto de apariencia intimidante pese a su delgada complexión, al cual los más conocedores llamaban “pirata”. Como otros esclavos, Nyagara sintió interés por este hombre ya que mostraba una voluntad bastante férrea, a tal punto que pese a los terribles castigos que le imponían seguía siendo indomable; según la gata escuchó una vez gracias a sus potentes oídos, el dueño no podía “dejarlo ir” aunque quisiera porque tenía el encargo de convertirlo en alguien útil para cierta razón; si bien Nyagara no sabía exactamente la razón tras ello, pudo al menos entender lo suficiente para advertirle al “señor pirata”, según ella, de lo que le esperaba si no obedecía como el resto…

Lo que la gata no esperaba fue que aquel la recibiera de manera burlona, divertido por lo incauta que era, y encima que le contara el hecho de que ya estaba bien enterado de todo lo que ella intentaba decirle. Inicialmente esto molestó a Nyagara, sin embargo el “señor pirata” vio algo en ella y le ofreció enseñarle algo interesante como pago por sus intenciones. Tuvieron que esconderse, sin embargo una vez estuvieron solos, el humano le enseñó a la mink unos movimientos peculiares que parecían estar a medio camino entre la danza y las acrobacias, pero que a su vez poseían una imponencia propia, un flujo que Nyagara jamás había visto; el hombre lo llamaba “artes marciales”.

Si bien el “señor pirata” no le enseñaba tanto ni tan seguido como la antigua bailarina, la gata acostumbrada a practicar “ensayaba” mucho por sí sola, ya fuese tratando de recordar o bien dejándose llevar, todo porque el ajeno le contó que aprendiendo a desenvolverse en las artes marciales podría proteger aquello que le importara. Durante el corto tiempo que convivió con él Nyagara llegó a tomar gran aprecio por aquel hombre, sin embargo era uno muy distinto a lo que sentía por Wanta; en este caso la mink admiraba al humano y ansiaba con llegar a moverse de manera tan fluida como él y aun así no perder ni la seriedad ni el porte, empero por efusiva terminó alertando sin querer al dueño y este, temiendo que le quitaran su ingreso o que “descompusieran” a la gata, decidió castigar al responsable de enseñarle algo que en el circo no necesitaría.

Furioso el dueño castigó al “señor pirata” con más ahínco que antes, pero incluso así fue incapaz de quebrar la voluntad del hombre… es más, este terminó rebelándose, cansado de recibir abusos, y en algo que sería recordado como impertinente a la par que heroico de hecho intentó regresarle uno de sus golpes al dueño… solo que no esperaba que este estuviera cuidado. A pesar de lo que cualquiera creería, no todos en el circo eran esclavos asustados por el abusador, sino que también existían aquellos que eran sus cómplices o empleados, matones y sujetos de similar calaña que por alguna razón tenían intereses ahí. Incluso siendo fuerte, superado en número y desarmado el “señor pirata” no pudo contra los hombres del dueño, y en un giro desafortunado del asunto, el inquebrantable terminó muerto en el acto. Para el abusador aquello sin duda había sido un mal negocio, pero en todo caso mejor que perder otras “pertenencias” más lucrativas. Nyagara escuchó el alboroto mientras iba a buscar a su mentor, más fue incapaz de ayudarlo porque el miedo la paralizó y afortunadamente la mantuvo alejada como para que no la notaran.

Más allá de lo anterior, presenciar aquel suceso también encendió el instinto de autopreservación dentro de ella, pues solo entonces comprendió que, de seguir como hasta ahora, no le esperaba la libertad que tanto ansiaba, que aquello solo había sido una estúpida ilusión de quien no conoce la verdadera crueldad del mundo, o más bien no la comprende al haber crecido con una percepción sesgada; obviamente tampoco quería ese destino para su querido Wanta-chan, así que tenía que actuar pronto y de manera definitiva.

La oportunidad llegó cuando, al fin notándola preparada, el dueño hizo los arreglos para que Nyagara diese el “show privado” al cliente que llevaba ya tiempo esperando, cada vez más deseoso al habérsele informado de los avances de la gata pero sin mostrarle nada; el sujeto tenía peticiones específicas, pero también iba a pagar un gran dinero, así que el dueño no dudó en cumplir sus demandas. La primera fue que el encuentro se diera fuera del circo, para lo cual el dueño sacó a Nyagara y la llevó hacia un punto acordado con el cliente; para eso iba acompañado de la ex bailarina, una de sus cómplices, y de dos de los sujetos que asesinaron al “señor pirata”. La segunda fue que al llegar al lugar nadie se quedara más que la propia Nyagara y si acaso el dueño, pero este  afuera, pues el cliente quería privacidad y consideraría cualquier interrupción algo digno de reducir su pago, además expresó que no quería matones cerca pues temía una posible trampa. Hambriento por el dinero, el dueño no dudó en aceptar ambas condiciones pues sabía que Nyagara era casi su mascota y que el cliente no intentaría jugársela, además, oculta llevaba un arma por si la necesitaba.

Por fin que la función comenzó y la gata hizo lo que su instructora de baile le había dicho, o sea portarse de lo más melosa y atenta con el cliente, sin importar lo que él quisiera hacerle, sin embargo la felina pronto se arrepintió cuando se dio cuenta que no solo la quería para bailar. Sumando a lo anterior la existencia de sus varias preocupaciones, Nyagara instintivamente vio su chance cuando el cliente comenzó a quitarse la ropa, momento en que, al estar solos, ella aprovechó para darle el golpe más fuerte que pudo conseguir con sus imperfectas “artes marciales”; esto fue suficiente para desmayar al ajeno y brindarle a la gata cruciales minutos para escapar.

Apenas se vio fuera, sin pensarlo Nyagara corrió tan rápido como pudo de vuelta al circo, pero no porque quisiera volver allí, sino porque adentro estaba aquel a quien quería salvar. Por medio del oído y el olfato encontró a Wanta más pronto que tarde, por suerte, y sin darle gran explicación lo insto a huir de allí basada en pláticas anteriores, desesperada por hacerle entender al perrito que era una oportunidad única. Por suerte aquel aceptó, aunque no libre de inseguridades.

Las condiciones permitieron incluso que se alejaran bastante del horrible circo pues fueron sigilosos, además, nadie lo esperaba, y ya de cara al mundo, pese a la preocupación de ser perseguidos, Nyagara pudo sentir una probada de lo que era ser verdaderamente libre: no debía temer represalias, ni gustarle a nadie, sonreír aunque no quisiera y mucho menos aguantar ver cómo maltrataban a Wanta. Ahora la felina de hecho podía sonreír de verdad, desde lo profundo de su ser.

Wanta por otro lado parecía mucho más confundido e inseguro, no obstante a fin de facilitarle un poco las cosas, Nyagara se ofreció a ser su “guía” o “dueña” para que el perrito no se sintiera tentado a regresar al lugar que solo le traería cosas malas; además, ella a diferencia del maldito que abusaba de ambos no trataría a su querido Wanta como basura; solo quería que ambos fueran felices…

Desafortunadamente el ataque al cliente y posterior escape junto a Wanta implicaba un severo escupitajo a la cara del dueño, mismo que en cuanto se percató de lo que sucedía, entró en cólera y se llenó de deseos de venganza. Jamás había perdido mercancías por otro motivo que no fuera un castigo, mucho menos perdido tal cantidad de dinero, la confianza de un cliente y todos los rendimientos futuros; el hombre maldijo a la gata, al perrito y al “señor pirata” que al fin y al cabo fue responsable de encender la chispa de la rebelión, pero al mismo tiempo juró que encontraría a los “malditos animales” y que les haría pagar por mil veces lo que le habían hecho perder, la ofensa hacia él y el atrevimiento de considerar que tenían libertad pese a que “nacieron para ser esclavos”.

Tomando en cuenta lo anterior, incluso con sus nuevas y libres vidas el dúo de artistas no serían ajenos al peligro, pero esto mismo también los orilló a mejorar, a buscar cómo defenderse. Del lado de Nyagara la gata eventualmente logró descubrir que la estática que siempre hacía erizar a su pelaje podía de hecho ser utilizada al lado de sus artes marciales, y además continuó intercalando la práctica de estas con el baile y las acrobacias, todo para mantenerse en forma y a la vez para ganarse la vida ahora que estaban por su cuenta, pero nunca a un extremo tan asquerosos como lo pretendía el dueño del circo. Con su primera paga le regaló a Wanta un instrumento musical distinto al que usaba siempre, esto porque vio al perrito interesado y quería hacerlo feliz, sin embargo, un poco egoísta, Nyagara le pidió que su primer concierto cuando aprendiera a tocarlo fuera solo para ella.

El viaje también serviría para conocerse más mejor, tanto entre ellos como de cara a sí mismos, siendo que Wanta hasta comenzó a manifestar una inquietud que Nyagara no entendía pero que sin duda estaba dispuesta a apoyar, al fin y al cabo quería que su querido compañero fuera feliz. Por su parte, la gata ansiaba lograr la verdadera libertad para ambos, llegar a un punto en el que no tuvieran que temer ser perseguidos y mucho menos volver al horrible circo.

A pesar de que no le encantaba la idea de mojarse, junto a Wanta eventualmente llegó a la idea (o necesidad) de aventurarse más allá de los límites sólidos de la tierra, hacia ese gigantesco e impredecible espacio azulado que aquellos que lo surcaban llamaban “mar”; Nyagara inclusive pensó en buscar a los amigos del “señor pirata”, pues cuando le transmitió sus conocimientos marciales aquel hombre le habló también, aunque brevemente, de un grupo llamado “tripulación”…

No sé si lleves la cuenta, pero de igual manera pongo los puntos que me ha tocado ver que se juntan:

Llegaron a la isla: 2 PX

Se infiltraron en la base: 2 PX

Obtuvieron al Mono de Jade: 2 PX

¡Gracias! :D

Igual llevo la cuenta, pero nunca está de más revisar cuales ya se ganaron, así  también puedes empezar a hacer planes sobre el registro de puntos que llevas.

Y recuerda que aunque los hayan ganado Nyagara y Wanta, esos PX van para el acumulado de los que todos reciben. Así que por lo pronto, llevan más de 6.

Si, recuerdo que nos mencionaste algo cuando creamos a los PJ. Lo hago también para no estar en la ignorancia como cuando no llevaba la cuenta de los puntos de Vilve xD

Oh. Allright, es totalmente válido, así te aseguras que la cantidades concuerdan.

De cualquier forma cuando se acaba una aventura les digo cual es el acumulado de PX que todos ganan, y eso sí, como antes en creación de personaje, aquí en este post dices en cuantos PX de los que ganaste quieres usar y en qué los inviertes, así de paso dobla como registro : D Además podemos aclarar dudas y manejar opciones que o no cubren las reglas o quisieras revisar verificar.

¡Genial!

Llegaron a la isla: 2 PX

Se infiltraron en la base: 2 PX

Obtuvieron al Mono de Jade: 2 PX

Llevaron el cañón al barco: 2 PX 

Escaparon de Salty Mine: 2 PX