Partida Rol por web

Tu viaje a través de la galaxia ha terminado esta mañana en un planeta perdido del que jamás habías oído hablar antes.

Trilar ha permanecido congelado durante la mayor parte de su historia hasta que en tiempos recientes su órbita se ha vuelto irregular y ha empezado a pasar más cerca de su sol. En consecuencia, la enorme capa de hielo que recubría el planeta se ha fundido casi por completo dando lugar a gigantescos océanos que bullen de vida. Este hecho ha sido aprovechado por los trilarianos, una raza de seres parecidos a medusas, para salir a explorar la galaxia.

Su actitud es pacífica generalmente pero después de varias experiencias muy desagradables, los trilarianos se han incorporado a la carrera armamentística que afecta al resto de la galaxia. Si no para conquistar a sus vecinos, los habitantes del Mundo de las Olas consideran que sus armas son para defenderse.

"Bienvenidos a Trilar, viajeros, la Joya Más Hermosa de la Galaxia. Por favor, visitad nuestro mundo en son de paz y os mostraremos sus maravillas: nadaréis junto a criaturas del tamaño de astronaves, navegaréis por mares de horizontes infinitos o practicaréis deportes de invierno en nuestros casquetes polares. Para los visitantes no acuáticos tenemos la estación orbital Nauticus donde podrán tratar con nosotros en un entorno más familiar. La estación Nauticus dispone también de un espaciopuerto donde podréis atracar vuestras naves (si lleváis a un trilariano a bordo, el atraque es gratuito si no, se aplica una tasa de 25 créditos por tonelada) y disfrutar de las maravillas que Trilar tiene para ofrecer..."

Dejas atrás el espaciopuerto con la nave mercante que te trajo aquí y deambulas por la estación espacial disfrutando de sus escaparates. Decides entrar a comer algo en un elegante local llamado "Las Delicias de las Profundidades" para poder pensar más tarde con el estómago lleno.

Tu plan se viene abajo (literalmente ) cuando corres al los baños a vomitar el "salteado de ugglush con gajos de yau-yau". Sea lo que sea, no te ha sentado bien. 

Estás refrescándote cuando el infierno se desata fuera de los baños: se oyen disparos, gritos y cristales rotos. El pelo de tu cuello se pone tieso y entrecierras los ojos.

Pelea.

Dejas al resto de la tripulación discutiendo en el restaurante y te vas al los servicios. Estás a medio camino cuando ves algo cuatro siluetas masivas llegar a la puerta del restaurante. Tragas saliva, inquieto. 

Silicoides. 

Los cuatro monstruos rocosos levantan sus armas y empiezan a disparar como locos contra el restaurante. Oyes gritos, estruendo de cristales rotos y toneladas de agua de los acuarios hechos pedazos desparramándose por el lugar. 

Corres con todas tus fuerzas hacia el lavabo esquivando tiros como un auténtico profesional. 

Por el rabillo del ojo ves a Keiroful tambalearse y caer tras recibir varias balas.

Entras jadeando en el cuarto de baño.

Los baños de Las Delicias de las Profundidades están adaptados para que la mayoría de especies puedan expulsar sus residuos cómodamente. Además de retretes al uso, incluye piedras porosas, intercambiadores de cationes y campana extractora. 

El aire huele a algas y sal marina. 

De improviso, las paredes empiezan a temblar al ritmo del tiroteo que ruge fuera. Los espejos se resquebrajan y caen en pedazos. 

Un humano con cara de susto entra de un salto y cierra la puerta detrás suyo.

En el lavabo, una hembra mrrshan vestida como un árbol de navidad suelta un bufido amenazador. 

El viejo minero corrió como pudo y hasta estaba seguro que mejor de lo que había hecho en muchos años, su destino poco le importaba mientras lo alejara de la balacera que se estaba produciendo ahora mismo.

Pero claro cuando reconocio que se metio en el baño equivocado y con una mrrshan cabreada, se maldijo a si mismo. “Disculpeme, discúlpeme…” dijo rápido mientras se tapaba la vista con una mano mientras con la otra mantenía cerrada la puerta. “No vine a espiarla tengo una esposa, no me es necesario.” Aunque a decir de verdad asi varios años que no la veia mas que en fotos.

“Hay un tiroteo causado por unos Silicoides afuera y he venido a refugiarme.” Termino aclarando esperando que la mrrshan no estuviera lo suficiente enojada para echarlo afuera enseguida.

Después de la mala experiencia que había tenido en ese antro al que sus dueños habían tenido la osadía de llamar "restaurante", la mrrshan tuvo que enjuagarse la boca en ese lavabo tan simple. No podía dejar de poner cara de asco cada vez que tocaba algo, horrorizada por encontrarse en un lugar donde quizá miles de personas habían hecho... ¡Ugh! Se lavó las manos con sumo disgusto y las levantó para que se secaran lentamente y así evitar rozar siquiera cualquier otra cosa.

De repente, oyó mucho ruido fuera. Resopló y sacudió las manos, de nuevo con gran indignación, mientras gruñía algo casi ininteligible. Lo que al principio parecía un altercado molesto fue aumentando en intensidad, de modo que se puso en guardia y agudizó sus sentidos. Algo iba mal, muy mal. Sus sospechas se confirmaron cuando un horrendo humano entró dramáticamente y cerró la puerta tras de sí.

Para colmo, el hombre (que era, efectivamente, un macho, por lo que se había saltado las normas de convivencia de forma muy indecorosa) balbuceó algo sobre un tiroteo. La mrrshan abrió los ojos, bufó enfadada e hizo un gesto con la mano, moviendo con gracia la muñeca, para espantar al humana como si se tratara de un insecto volador.

- ¿Qué es esto? ¿Primero me envenenan y ahora me asalta un humano? ¡Qué insolencia!- exclamó con tono indignado.- ¿Qué es eso de un tiroteo? ¡Exijo respuestas, humano!- ordenó acercándosele y alzando la barbilla para no tener que mirarle directamente.

El gesto de la mano y los demás gesto de la fina felina terminaron perdiéndose en el hombre que seguía tapándose la vista con su grasosa mano. Aunque escuchaba sus bufidos que lo hacían pensar en dejar la poca educación de ocultar su mirada para estar listo por si esa mrrshan se proponía atacarlo.

“No se nada de un envenenamiento…” se apresuró a decir alterado ante esa afirmación “y no entre aquí para asaltarla, ya le dije tengo una esposa esperándome en casa.” Respondio nervioso y casi timido no dándole la impresión de un hombre agresivo como podía parecer por su apariencia de minero.

“Eh… bueno no se mucho.” Comento mintiendo claramente, no pensando que seria adecuado contarle que la razón de este tiroteo era que los tripulantes del Onyx Flatenroy estaban reunidos aquí. “Pero los Silicoides siempre han sido unos locos, al menos todos los que he conocido.” Respondio finalmente dándose vuelta hacia la puerta para echar un vistazo por la puerta para saber como estaban las cosas. “Es muy peligroso salir ahora, tal vez deberíamos quedarnos unos minutos aqui.” Sugirió de nuevo esperando que no lo echara.

La mrrshan se cruzó de brazos y soltó una breve carcajada sarcástica. Miró al humano con los ojos entrecerrados y aseveró la expresión de su rostro para dar a entender que no pretendía ser amable.

- ¿De modo que tengo que elegir entre quedarme encerrada con un humano grasiento o estar bajo el fuego cruzado de unos locos? ¡Pues realmente es un dilema!- exclamó aún irritada.- ¿Contra quién disparan esos silicoides? ¿Y dónde están los guardias? ¿Por qué sigo oyendo alboroto? ¿Es que nadie puede imponer el orden en esta birria de estación? ¡Aparta de la puerta!- exhortó dando un par de zancadas hacia la salida. Se arrimó a la pared sin llegar a tocarla e intentó escuchar más allá del muro para enterarse mejor de lo que ocurría.

Mientras Leashrra se acercaba a la pared, sus orejas se alzaron inquisitivas mientras sus ojos estudiaban la estancia. 

Los lavabos eran una habitación simple  (los trilarianos son hermafroditas: para ellos, separar las cosas por género es una tontería) con tres cubículos cerrados para la expulsión de residuos  (todos equipados para diversos aparatos excretores), tres lavabos y tres espejos rotos. En lo alto de la pared había una rejilla de ventilación. 

De fuera llegaba un follón tremendo: armas disparándose  (por el ruido, probablemente eran de proyectil sólido y una de ellas, como mínimo, automatica), voces dando gritos  (varias de ellas sonaban como si alguien agitase un cubo de piedras) y mobiliario  (cristal en su mayoría ) haciéndose pedazos.

Inirgol atisbó por el hueco de la puerta. En la entrada del restaurante, cuatro macizas criaturas de aspecto rocoso y armadas acribillaban sin piedad a un grupo de gente encogida entre los escombros. El otrora elegante restaurante había quedado reducido a un campo de batalla destrozado.

Además pocos metros de la puerta del baño yacían los restos de un droide camarero recibido a tiros por los silicoides.

Los silicoides parecían demasiado concentrados en su objetivo para prestar atención a la puerta de los lavabos.  

Leashrra contempló la escena con la mandíbula tensa y moviendo frenéticamente las orejas cada vez que detectaba una nueve fuente de ruido. Frunció el ceño y se apartó violentamente de la pared, visiblemente sobresaltada.

- ¡Genial! ¡Estoy entre la espada y la pared!- miró hacia el conducto de ventilación y se cruzó de brazos otra vez, tamborileando con los dedos mientras pensaba.- ¡Tú!- exclamó girándose.- ¡Haz algo útil y abre eso! Quizá pueda salir por allí. Así evitaré la absurda batalla que se han montado esos camorristas de tres al cuarto. ¡Y tenía que ser ahora! ¡Bárbaros!- se quejó paseándose por el poco espacio que había allí.

Dwalas escuchaba tanto las preguntas como las quejas de la Mrrshan pero como buen hombre casado supo que lo mejor era guardar silencio y esperar a que ella misma se cansara luego de gritarle un rato.

Cuando pudo vio el gran caos que habían generado a aquellos cuatro en todo el restaurante, sin duda estaban locos de venganza para causar tanto caos en un establecimiento que no tenia nada que ver con nosotros y sin darle importancia a la seguridad que pronto vendría.

Al tener suficiente volvió a cerrar con cuidado la puerta, mientras escuchaba la orden de Leashrra. Comprendia bien porque del mal humor y el posible nerviosismo que tendría por esta situación. “Cierto, tal vez pueda abrir esto. Me pongo a ello, dame unos segundos.” Dicho eso saco entre su bolsillo un destornillador yendo directo hacia el conducto de ventilación. “Tu de paso podrias vigilar afuera de vez en cuando, tengo compañeros ahí fuera.” Le pidió antes de concentrarse en su trabajo, pensando que al menos podria hacer la buen acción del dia y huir a un mejor lugar para ayudar a sus compañeros.

Leashrra bufó y chasqueó la lengua casi a la vez.

- ¿Quién te crees que eres para darme órdenes, humano?- le preguntó mirándole por encima del hombro.- ¡Tal descaro es inaceptable! ¡Tienes suerte de que ahora mismo te necesite! ¡A los sirvientes bocazas como tú les pasan cosas muy malas, que lo sepas!

Se quedó en silencio, concentrando sus esfuerzos en fulminar con la mirada al humano para que espabilara. Miró hacia la puerta y se frotó los brazos con nerviosismo.

- Aunque podría aceptar tu sugerencia, al menos por esta vez. Da gracias de que sea comprensiva.- hizo un giro dramático y se acercó a la puerta para vigilar lo que ocurría fuera.

Los tornillos ceden fácilmente e Inirgol no tarda en sacar la rejilla de su sitio. Ante él se abre un lóbrego pasadizo apenas lo bastante ancho como para meterse dentro. Sus paredes están cubiertas de tejido aislante. De él sale un aire frío que huele a estación recicladora de atmósferas y moho.

Afuera la pelea se recrudece cuando salen a relucir más armas. Un humano de aspecto feroz responde al fuego enemigo soltando maldiciones. Un mrrshan cubierto de cicatrices deja de esquivar balas por un segundo y desenfunda también. De la barra llega un ruido como si un ciempiés zakertriano estuviera destrozándolo todo.

Leashrra cierra la puerta justo cuando suenan más disparos. Un silicoide grita. 

El hombre se quedo sorprendio con el repentino enojo de la Mrrshan “Yo...no te estaba ordenando...” empezo a explicar aunque finalmente se volvio a callar sintiendo que si continuaba volveria mucho peor esta discucion que tenia la felina con su espalda mientras trabajaba.

Por otro lado mas alegre los tornillos y la rejilla sedieron con una facilidad esperada, dandoles una vista perfecta a un estecho tunel que le hacia mirar con algo de enojo a su propia barriga que imaginaba que se atascaria.

“Siento como di mi sugerencia antes Señora, pero por el lado bueno he podido abrir la rejilla sin problemas.” dijo señalando con la mano mientras se apartaba. Dicho eso se quedo callado esperando que le contara que habia visto y de paso que ella misma dijera como procederemos en el conducto aunque por su lado la dejaria a ella ir primero.

La mrrshan se giró en cuanto oyó la voz del minero. A los pocos segundos se cansó de oírle y volvió a hacer ese gesto como si intentara ahuyentarle mientras caminaba hacia la rejilla.

- Muy bien, humano, no eres tan inútil como aparentas ser. Ahora quita de en medio y deja que suba.- le dijo sin mirarle.- Los bandidos de ahí fuera siguen disparándose unos a otros y no quiero seguir aquí cuando busquen más objetivos.

Se colocó justo debajo del conducto y miró hacia arriba, calculando la fuerza del salto que debería realizar. Se agachó un poco, ladeó las orejas y fijó su mirada en un punto determinado. Tras esa breve preparación, pegó un brinco para alcanzar el frío pasadizo, cogerse y subir intentando, claro está, mantener su lujoso vestido en perfectas condiciones.

El suntuoso vestido de la hembra mrrshan despareció por el conducto ante el sorprendido minero. 

Dentro del pasadizo Leashrra tenía todos los músculos en tensión : sus manos hacían toda la fuerza posible para mantenerla lejos de las mugrientas paredes, su pierna derecha la sostenía por detrás mientras que la izquierda pugnaba por mantener su miriñaque plegado.

Avanzó un par de metros antes de que le empezaran al dolerle los hombros. 

- ¡Oh! ¡Puaj! ¡Ah! ¡Pero...! ¡Uf! ¡Por todos los...!- era todo lo que Leashrra podía articular estando dentro de esa prisión asquerosa. Se detuvo y tuvo que aceptar el triste destino de tocar las repugnantes paredes del conducto. Se quedó quieta y cerró los ojos con fuerza, como si así la suciedad no pudiera verla y atraparla.- ¡Esto es una mala idea! ¡Humano, haz algo! ¡Estoy rodeada de...! ¡Bah! ¡Qué horror! ¡Y me duele todo!

Se arrastró hacia atrás y se dejó caer con menos elegancia de la que hubiera querido al suelo del lavabo. Se acercó corriendo a los grifos y se lavó las manos y los brazos como si estuviera infectada.

- ¡Métete tú ahí dentro y dime si hay una salida, humano! ¡Y de paso, límpialo!- se giró y dio algunos saltitos intentando olvidar la sensación de asco que tenía por todo el cuerpo.- Seguro que arrastrando tu enorme barriga por allí lo barrerás de porquería.

El minero se apartó y dejo que la femenina se encargara de ser la primera por ese conducto. Se pensaba en esperar un poco antes de seguirla pero cuando escucho sus gruñidos por el conducto se puso a ver lo que pasaba con ella. Aunque como ya empezaba a aprender con ella era una queja tan simple como que estaba sucio en el lugar.

Al salir la felina el hombre la vio como estaba de sucia y encogio los hombros ante la orden. “Esta bien, ire primero si quieres. Ojala no me atore con mi panza porque entonces estaremos peor que ahora.” Comento algo preocupado metiendo estomago antes de meterse a ese estrecho túnel.

Dwalas por su lado no tenia problema alguna con el olor y la suciedad del lugar, peores cosas habia sufrido en la mina de Kamikachadonia. Como pudo trato de limpiar un poco el suelo con las piernas mientras se arrastraba pero era claro en su mente que buscaba encontrar una salida de ese lavado. "Vamos, una salida debe haber por aqui." pidio en voz alta a nadie en particular.

De afuera llegaron más disparos y gritos de dolor. Alguien gritó "¿Eso es todo lo que tienes, basura?" y un sonido como de cascotes cayendo contestó a un disparo.

Se estaba liando una muy gorda.

Inirgol alcanzó el final del túnel y encontró otra rejilla de ventilación. Con no poco esfuerzo, logró quitarla de en medio. 

El conducto de ventilación daba a un amplio estanque con criaturas de colores tan comunes en la estación espacial. El agua estaba a unos dos metros de distancia pero parecía profunda.

Lo que más llamó la atención de Inirgol fue un vehículo de aspecto militar maniobrando alrededor del estanque para dirigirse al restaurante. Probablemente eran las fuerzas de seguridad.

De lo que escuchaba afuera parecía ir mejor de la impresión que le había dado en un principio, lo que era bueno. Pero ya se había dedido a ir hasta el final del túnel, no solo por el sino por la exigente felina.

“Encontre la salida!” le grito por el túnel a la Mrrshan. “Termina a dos metros encima de un estanque del cual parece seguro aterrizar.” Le describió para luego ver un poco alrededor lo que pasaba encontrándose con aquel tanque que se encontraba maniobrando para poder entrar.

Aquello lo preocupo de sobre manera imaginando que decidieran solo disparar un par de veces dentro antes de hacer preguntas. Por lo que decidio bajar. “Nos vemos señorita, de nuevo me disculpo por los problemas que le cause.” Dicho eso hizo puntería y se tiro al estanque con la idea de bajar para encontrar algún oficial a quien explicar la situación. Aunque en medio de la caida empezaban a volver sus dudas despues de todo no era tan joven.