Partida Rol por web

Antes de que pudiera decir nada más, el Alto Consejero volvió con nosotros.

—No ha de disculparse —conteste—. Estábamos teniendo una entretenida conversación, ¿verdad, Vitûr?

Dediqué mirada amistosa al Vitûr, sin embargo... de repente, una bella luz verdosa hizo acto de presencia, provocando que desviara momentáneamente mi atención hacia el lugar donde se encontraban las Enviadas junto con el druida.

—Parece que llega usted en un buen momento, Alto Consejero Alantar.

Sonreí, y volví a centrar mi atención en los representantes.

-Oh, no os preocupeis, Heimdallr, ni Tenebris Anwië. - Miré a Anwië con despreocupación, con gesto de cansancio, de quien retoma otra vez el tema que habían decidido no hablar por el momento. - Sencillamente le enfada no poder ver el artefacto.  Igual que a mi mismo, y en principio uno está tentado de pensar que sois los culpables, cuando lo que sois es excesivamente celosos en el cumplimiento de la Paz. Los enanos son, o somos, un pueblo que nos enorgullecemos de entender grandes poderes. -Tomé un breve respiro, encogiendo los hombros -  He deciros que allí arriba estuve a punto de perder los nervios yo mismo, puesto que me parece, ya lo sabéis, injusto no examinarlo. Los enanos son, o somos, un pueblo que nos enorgullecemos de entender grandes poderes. La intervención de Opilaf impidió que lo hiciera, y mi confianza en el druida. - Me dirigí al enano, con unas palabras breves, pero de tono explicativo, moviendo las manos, alternativamente entre la representante de Anodiräs y la cima del túmulo. -Ég hata að segja að í bili getum við ekki tjáð hið sanna andlit okkar andspænis þessû óréttlæti, meistari Aûrjammer- Le sonreí, despreocupado. El tema del artefacto era problemático si no se podía examinar. 

Luego, le agradecí la invitación a Anodiräs, diciendo: Le tomo la palabra. Podría llevar epopeyas que no han oído los oídos de los elfos y enseñarles con melodías lugares que ni siquiera ustedes recuerdan. - Me incliné llevando mi mano al pecho, muy contento de poder mostrar mis habilidades a otro pueblo más, y de enseñar la hermosa cultura de los enanos. Luego, vimos como se acercaba el emisario de Abatis. 

- Efectivamente, la Tenebris y yo estábamos comentando sobre lo que ha pasado, y rebajando la tensión. La verdad, creo que ha sido provechosa y agradable. Ahora solamente queda ver qué es el artefacto. - Dije, sonriendo al comentario de la elfa, pero sin embargo manteniendo mi mirada hacia la cima del túmulo, dónde de verdad estaban aconteciendo las cosas, tal cómo aquella luz verde expresaba. 

-¿Usted lo ha podido ver, Tenebris? ¿O tan sólo el barón? Como puede comprender, aun con mis muchos viajes, tengo una enorme curiosidad, como todos, me imagino. Incluso usted, si es que no lo ha podido ver aun. - Indiqué, aunque seguía atento a lo que pasaba, y si el Druída hacía gestos o el artefacto reaccionaba. 

Percibo los ánimos más relajados cuando me reúno con el grupo.

-Desde luego- asiento a las palabras de Rupert- si ha podido ver el artefacto o las Elegidas le han contado alguna cosa más...ardo en deseos de saber más sobre tan importante descubrimiento.

Una luz verdosa atrae nuestra atención desde lo alto de Túmulo. Parece que la sacerdotisa de Beory sujeta en su mano algo que la emana.

- Vaya, parece que sin estar presente, la sacerdotisa ha conseguido captar nuestra atención- bromeo, mirando a la escena que acontece en el Túmulo.-¿ Qué puede ser?- digo a propósito de la luz verdosa,  observando disimuladamente la reacción de la Tenebris, por si algo en su lenguaje corporal me dice que sabe de qué se trata.

—Lamento decirles, Vitûr Rupert y Alto Consejero Alantar —pasé mi mirada de uno a otro—, que en el momento en el que las Enviadas acudieron al Barón, yo me encontraba en una misión diplomática con las Tribus de Bárbaros colindantes a las tierras de Anodiräs. No fue hasta que volví a la capital que el Barón me encargó formar un séquito y viajar al Cónclave. Las Enviadas habían partido días antes con la guardia que el Barón convenientemente le había ofrecido para garantizar la seguridad y el bienestar de ambas. Por lo cual, desgraciadamente, mis ojos no han visto el Artefacto.

Sonreí, y di por concluida la escasa aportación que podía dar a ambos representantes.

—Sin embargo, podría asegurar, aun a riesgo de equivocarme, que eso que nuestros ojos ven en estos momentos, Alto Consejero Alantar, es  el propio Artefacto —hice una pequeña pausa, en la que sonreí divertida—. O tal vez la magia del Druida. ¿Qué opináis ustedes? Tendremos que conformarnos sólo con la especulación...

- Oh, es una lástima que no podáis contar de primera mano acerca del artefacto. ¿Hay algún comentario que el barón realizase sobre el mismo? ¿O lo dejó todo para el cónclave en manos de las Elegidas? - Dije, entendiendo que quizás ella tenía la misma curiosidad que nosotros, según lo que había dicho, parecía que no habia visto el artefacto. - En cualquier caso, me ha parecido curioso que las Elegidas tengan esa relación con el barón. Hay alguna interesante historia en ello, seguro, ¿se alojan en vuestro campamento por esa razón?  - pregunté, con cara de verdadera curiosidad. Las historias eran parte de mi propia tarea de bardo. 

- Oh, diría que no es Opilaf, o no sólo Opilaf, al menos, en lo que le conozco. Debe ser el propio artefacto, si no me equivoco. - Comenté despreocupadamente mirando, nuevamente, a la parte superior del túmulo. - Es posible que nos llamen pronto. 

- Vaya... si realmente se tratara del propio artefacto, sería toda una sorpresa...- digo con cierto escepticismo- No sé por qué supuse que el artefacto sería una pieza de mucho mayor tamaño. ¿ Cómo podría algo que cabe en la palma de una mano albergar tanto poder?

- No siempre el poder se tiene que medir de esa manera, Alto Consejero - Dije, con expresión indescifrable, mientras lo miraba por un momento rápido, sonriendo con la cara - En los objetos, personas y detalles pequeños o no aparentemente atractivos existen en ocasiones poderes y soluciones que otros ojos menos expertos pueden despreciar, perdiendo grandes oportunidades. - Continúo ,como quien habla por experiencia propia,  mientras volví a mirar con absoluta atención a lo que estaba en la cima del túmulo. - Estoy seguro de que encierra poderes muy útiles. 

Arriba en el Altar la conversación continúa de forma animada. Opilaf mira con atención y sorpresa lo que desde esta distancia te parece una gema. Le ves hablar con las Elegidas, mostrando en su rostro divertidas expresiones, pasando desde la sorpresa a la concentración, de la afirmación a la duda. Y por supuesto sin dejar de fumar en ningún momento de su pipa.

Abajo, mientras tú hablas con la Tenebrïs y el Vitûr, observas cómo tu acompañante, el Capitán Vaulo, entabla una conversación con la exótica druida montada en un reno blanco. No oyes qué dicen desde aquí.

Arriba en el Altar la conversación continúa de forma animada. Opilaf mira con atención y sorpresa lo que desde esta distancia te parece una gema. Le ves hablar con las Elegidas, mostrando en su rostro divertidas expresiones, pasando desde la sorpresa a la concentración, de la afirmación a la duda. Y por supuesto sin dejar de fumar en ningún momento de su pipa.

Abajo, mientras tú hablas con la Tenebrïs y el Altísimo Consejero, observas cómo tu acompañante, el Maestro Aûrjammer, entabla una conversación con el peludo druida gurahl. No oyes qué dicen desde aquí.

Arriba en el Altar la conversación continúa de forma animada. Opilaf mira con atención y sorpresa lo que desde esta distancia te parece una gema. Le ves hablar con las Elegidas, mostrando en su rostro divertidas expresiones, pasando desde la sorpresa a la concentración, de la afirmación a la duda. Y por supuesto sin dejar de fumar en ningún momento de su pipa.

Abajo, mientras tú hablas con el Vitûr y el Altísimo Consejero, observas cómo dos de sus acompañantes entablan conversaciones con las criaturas del bosque, sin embargo los tuyos permanecen en grupo, sin relacionarse, distantes. El enano Aûrjammer comparte unas palabras con el peludo druida gurahl, mientras que el Capitán Vaulo se acerca a la exótica druida montada en un reno blanco. No puedes oír qué dicen desde aquí.

—Coincidio con el Vitûr —dije, tras las palabras del representante—. Suele ser habitual que los objetos más poderosos sean de menor tamaño.

Y, en este caso, parecía ser así.

Además de ese comentario, me percaté de que alguno de los acompañantes de los representantes hablaban con las criaturas del bosque y druidas. Sin embargo, en el caso de los míos, no era así... sino que permanecían a mi lado, inmóviles.

—Por favor —dije mirando tanto a los bárbaros como a la aprendiz y al mensajero; por supuesto, y como dictan las normas de cortesía, en idioma común para no hacer sentir incómodos ni al Alto Consejero ni al Vitûr—, socializad con los demás.

Era un momento de descanso, quería que ellos también se relajaran...

- ¿Qué pensaban que podría ser el artefacto? ¿Para qué lo desea cada una de sus naciones? Alguna idea preconcebida debe tener, Altísimo Consejero, o incluso algún conocimiento privilegiado, Tenebrïs. - Comenté, mientras veía como el séquito de la elfa se dispersaba, para socializar, como el maestro Aûrjammer estaba haciendo. - De hecho, yo mismo desearía hablar con esa dríade, es algo que no había visto. Seguro que ha de tener grandes relatos dignos de ser cantados. - Sonreí desviando la mirada de la cima, y mirando a la dríade y a mis dos interlocutores, sonriendo.

- De haber sabido que tendríamos un receso, habría ordenado que nos trajeran un refrigerio. Dicen los enanos que  "Ég held að það eina sem þarf til að mismûnandi fólk nái saman sé sameiginlegt áhûgamál ... og nokkrir bjórar", algo así como que tener algo en común y algo que beber hace que los distintos nos llevemos bien. - Dije, divertido, usando algunos de los dichos enanos que conocía, y que podría rebajar la tensión de aquella reunión. Aunque no sabía si algunos se hubieran conformado con la cerveza de los enanos...  

Allá arriba podéis ver que la Sacerdotisa se guarda de nuevo el diminuto artefacto entre los pliegues de su falda. Entonces el druida les dice algo, y los tres miran hacia vosotros. Parece que están a punto de pediros que volváis a subir.