Partida Rol por web

Tras despedirte y tomar la espada, emprendes el camino de regreso al campamento de Abatis acompañado por Vaulo y los dos guardias. Puedes ver algún estandarte amarillo y blanco con el escudo de tu familia sobresaliento por encima de los árboles. Vaulo está algo serio, como si de algún modo fuese consciente de que la negociación no ha ido del todo bien.

Al llegar al campamento os encontráis con que ha habido un enfrentamiento entre los soldados y los mercenarios. Tu hermano Alesir os cuenta que esta misma mañana, al poco de que partieseis hacia el Túmulo, hubo un accidente durante los trabajos del foso del perímetro. Una estructura de madera se desplomó y sepultó a dos sirvientes y los dos artesanos, matándolos. Momentos antes uno de los arqueros que hacían guardia vio a uno de los mercenarios manipular los anclajes de la estructura. Cuando Alesir volvió de entregar el mensaje al Vitûr tuvo que tomar el control de la situación y trató de esclarecer lo ocurrido. Al preguntar a los mercenarios éstos dijeron no saber nada y aseguraron haberse pasado el día bebiendo y jugando a las cartas. Además, con poca fortuna, afirmaron que poco les importaban los sirvientes y los artesanos de Abatis mientras no se les pagase. Alesir, intentando impresionarte y zanjar la disputa entre los mercenarios y los arqueros, ordenó a los soldados encarcelar a los mercenarios para que tú pudieses interrogarles cuando llegases. Sin embargo éstos se resistieron, tomando las armas contra él y los soldados, y se produjo el enfrentamiento. El resultado ha sido de dos soldados y tres mercenarios muertos, y uno hecho prisionero. Al registrar la tienda de los mercenarios Alesir ha encontrado una bolsa con 20 monedas de plata.

Censo actual del campamento:

Vaulo, Alesir, los dos guardias Satior y Saitos,

cuatro soldados, cuatro arqueros, dos sirvientes

y un mercenario prisionero esperando a ser interrogado.

Pero qué diablos... Pienso cuando llego al campamento y me encuentro una escena que no hubiera esperado. Entre los presentes en el campamento, echo de menos la presencia de la espía.

- ¿ Dónde está Imara?- pregunto extrañado a Alesir. - ¿Sabes algo de ella?

- Imara... creí que... estaría contigo, hermano. La vieron salir del campamento poco después que a vosotros... también en dirección al Túmulo. Supongo que... estará bien.

- Hermano hay algo más. El Vitûr de Anelûk me entregó este mensaje para ti, como respuesta al nuestro:

De Thömtûin Aûrjammer, maestro enano, y el Vitûr Aedo, enviado del pueblo de Anelûk, a los amigos de Abatis. 

No teníamos constancia de que las Elegidas estuvieran visitando a las diferentes legaciones, por lo que agradecemos dicha información, y nos sorprendemos de ello, por lo que a priori no sabemos si vendrán a alojarse en nuestro campamento, pero las recibiríamos, si eso fuera así, con todas las atenciones del mundo. 

Además, como muestra de buena voluntad entre nuestros pueblos que tanta relación tienen, os va en manos de unos emisarios una hermosa espada, y por otro lado, la información de hemos visto elfos espiando nuestro campamento, por si ocurriera lo mismo en el suyo, para que tomen las medidas oportunas. 

Que la Gloria os sea propicia.

Aedo Vitûr 

Tomo el mensaje del Vitûr y lo leo detenidamente. 

-Vaya... al parecer ha habido elfos espiándoles... Qué sorpresa. Gracias, Alesir. Buen trabajo con esos mercenarios, hermano. El Vitûr me ha hecho entrega de esta espada de manufactura enana. Tómala, quiero que nuestros artesanos la examinen a ver qué me pueden decir de ella. Tenemos que responder a su gesto con la misma generosidad.

No sé por qué, pero me extraña que el Vitûr me haya hecho tal regalo... de forma desinteresada. Tiendo a pensar mal de las intenciones de los demás, y más en estas circunstancias tan... competitivas en las que nos encontramos.

Me despido de mi hermano y me voy a buscar a Vaulo.

- ¿ Alguien sabe dónde diablos se ha metido Imara, Vaulo? Dicen que salió del campamento después que nosotros... ¿ Has averiguado algo más de lo que ha pasado aquí?

- Los artesanos... sí... eh... los artesanos... han muerto... sepultados... hermano. Te acabo de contar el incidente de esta mañana. ¿Va todo bien? ¿Estás bien? -digo extrañado por la orden.

- Yo tampoco sé dónde demonios se ha metido esa endiablada mujer, Alantar. ¡tendría que estar aquí, joder!

- Lo que pasa, Alantar, es que alguien ha pagado a esos malditos mercenarios antes que nosotros. Me estoy empezando a poner nervioso... ¿quieres que interrogue a ese malnacido que sigue con vida?

- Aquí estoy, mi señor. ¿Qué ocurre? Acabo de volver del Túmulo. Fui para prestar mis ojos y mis oídos a su eminencia, ya que creí que los necesitaría, mi señor. Si me permite, lo pondré al tanto de mis hallazgos. He descubierto a otros tres espías, los tres humanos, en los alrededores del Túmulo durante el Cónclave. Una es la que llegó con el Vitûr y luego se retiró, Eynja de Anelûk, mi señor. La otra, por sus ropas, es con toda seguridad una enviada de la siniestra Tenebrïs de Anodiräs. Pero había un tercer espía, un encapuchado que no parecía pertenecer a ninguna de las dos facciones. Le seguí al terminar la sesión. Me llevó hasta otro campamento en mitad del bosque. Sin estandartes, sin fuego, ocultos. Son pocos hombres, creo que provienen de Abatis por su acento, aunque está claro que no son ni paladines ni clérigos, mi señor.

- Sí, disculpa, Alesir... - digo un poco confundido- es mucha información que procesar de golpe después de una agotadora jornada en el Túmulo. Mira a ver si alguien en el campamento puede decirnos algo sobre esta espada. Gracias, hermano. Puedes retirarte

No sé por qué... pero el asunto de la espada no termina de darme buena espina... 

Seguidamente respondo a Vaulo:

- Sí, gracias Vaulo. Y haz... lo que tengas que hacer para sonsacarle información a ese traidor. Voy a hablar con Imara- le digo cuando veo acercarse a la espía-  En cuanto termine iré contigo a interrogar al mercenario.

Escucho a Imara con cierta suspicacia, aunque pretendo la espía no me lo note:

- Gracias, Imara. Aunque por favor, la próxima vez que vayas a actuar por tu cuenta, ponnos sobre aviso. En cuanto a ese campamento... ¿ podrían tratarse de mercenarios?

Ese pequeño campamento...Empiezo a sospechar que mi hermana puede tener algo que ver.

- Tú tranquilo, Alantar, que ese canalla nos lo va a contar todo quiera o no.

- Discúlpeme, mi señor, se lo ruego. No volverá a pasar. Pensé que mis ojos y oídos le serían de más utilidad ahí afuera.

- Que se trate de mercenarios es la única explicación, mi señor. Sin emblemas que les identifiquen, ni estandartes que les amparen... no representan a nadie, sólo a sí mismos. Se me ocurren tres motivos por los que podrían estar aquí; o bien quieren hacerse con el artefacto, o bien quieren sabotear el Cónclave, o bien esperan ofrecer sus espadas al mejor postor. Sea como sea no son una ayuda para nosotros si no hacemos nada, mi señor.

- Gracias, Imara. Puedes retirarte. Voy con Vaulo un momento. Si te acuerdas de alguna cosa más, podrás encontrarme allí.

Me dirijo al lugar donde está el mercenario prisionero a ver qué tal va el interrogatorio de Vaulo. Después del interrogatorio me dirigiré a mi encuentro con Rupert. Le pediré a Imara y Vaulo que me acompañen, quedándose a una distancia prudencial, de modo que Imara pueda comprobar que no hay oídos indiscretos en los alrededores, y Vaulo pueda guardarme las espaldas en caso de peligro.

Cuando llegas a la tienda donde el Capitán interroga al mercenario te encuentras que el prisionero ya está muerto, lleno de heridas, con las manos atadas a la espalda y sobre el suelo. Vaulo está remandgado a su lado, con los puños manchados de sangre. Dentro de la tienda no hay nadie más, pero los dos soldados de fuera te miran con duda ne sus ojos.

- Esta sabandija no me ha durado ni un asalto, Alantar. Maldito miserable... por lo menos antes de morirse me lo ha contado todo. -una sonrisa se dibuja en mi cara.- ¡Alantar, estos asquerosos mercenarios querían estafarnos! Son más, sus compinches están en el bosque, como dijo la hermosa Imara. Quieren... creen que pueden... robarnos el artefacto.

- Para eso primero tendríamos que conseguirlo, y ahora hay una cuarta opción sobre la mesa. Los druidas. Por cierto, Vaulo, te ví charlando muy animadamente con aquella druida. ¿ Fue un simple flirteo o tienes algo de información?

- Ja ja, me conoces, Alantar, sabes bien que las de ese tipo son las que más me gustan... pero además saqué algo de información de esa jovencita. Los druidas están aquí para velar por la seguridad del artefacto y de las elegidas, como Satior y Saitos para nosotros. Dicen que sintieron la llamada de Beory, que la diosa misma les convocó. No me gusta, Alantar, porque nos fastidia la opción de conseguirlo por la fuerza. Esos zarrapastrosos abraza-árboles pueden llegar a ser tan poderosos como los paladines de Abatis.

- No la conseguiremos por la fuerza si se entrega legítimamente a quien salga elegido en el Cónclave. ¿ Sabes qué, Vaulo? El "artefacto" es una joya. Una pequeña joya que cabe una mano. Y la custodian las Elegidas. Me preocupaba que la estuvieran custodiando los elfos, en ese caso pensaba que no la entregarían si no salían elegidos, en cuyo caso un alzamiento en armas para conseguirlo estaría justificado. Pero no si hubiera una decisión legítima, no podemos rebatirla con acero, aunque no nos guste. Nuestra mejor opción ahora es intentar que nosotros seamos esa opción legítima.

Por cierto, Vaulo. Me gustaría que Satior , Saitos y tú me acompañárais a hablar con esos mercenarios acampados en el bosque. Tengo una propuesta que hacerles...- digo sacudiendo la bolsa de monedas.

- ¿Una joya? ¿En serio, Alantar? Con todas las joyas mágicas que tenemos en Abatis, ¿hemos venido aquí a pelearnos por ésta? ¿Tan especial es? Hum, imagino que lo será si la misma Diosa les ha hecho venir... una opción legítima mediante la diplomacia... eso ya lo somos, ¿no? Y más que esa bruja elfa o que el mequetrefe que se cree enano.

- Veo por dónde vas. -sonrío.- Vamos.

Los dos guardianes pelorianos, Vaulo e Imara* se preparan, y juntos abandonáis el campamento cuando empieza a anochecer. Os adentráis en el bosque siguiendo las indicaciones de la espía, y al poco tiempo podéis vislumbrar lo que debe ser una hoguera.

- Ordena a tus hombres que doblen la vigilancia- digo a Vaulo.- No podemos permitirnos más bajas.

Nos acercamos a lo que parece el campamento de los mercenarios. 

Vaulo ordena incrementar la vigilancia antes de partir.

En el tosco campamento hay cuatro mercenarios, al menos que puedas ver a simple vista. Hay dos tiendas junto a la hoguera, por lo que no serán muchos más los que haya escondidos o alejados (si es que los hay).