Partida Rol por web

Orbis 5: Ramelok [DM05/21]

01 El desierto negro

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03/05/2021, 11:42
Nevalar Veldrax
Sólo para el director

El capitán se lamenta por el estado de Sojäk. La atalaya nunca ha sido importante, y por eso el estado de ruina y decadencia en el que se encuentra. Decido no darle más vueltas, no estoy aquí para hacer una inspección, pero tengo claro que si yo tuviera el poder muchas cosas cambiarían en Anodiräs.

Veo las plumas de los cuervos del Magister sobre las almenas, junto con algunas de otras aves, así como sus excrementos. Excelente, más mierda. Intento no inhalar demasiado profundamente y saludo rápidamente a la vigía sin darle demasiada importancia.

Me detengo unos segundos estudiando el oscuro paisaje desértico, arena y más arena, siniestros pozos de lava y ruinas de antiguas edificaciones saltan a mi vista bajo el oscuro cielo de Ramelok. Algo vuelve a mi memoria, arrastrándose, no muy lejos de aquí, mi padre me encerró durante días, durante días estuve aislado y en ayunas, y después… Una nueva punzada de dolor. Si pudiera encontrar de nuevo la cripta, seguir algún rastro de mi linaje... Si hay algún familiar mío por ahí perdido, necesito encontrarlo, mi propia supervivencia podría depender de ello.

Mientras observo, y pienso en mi pasado, algo en el horizonte, dirección norte, capta mi atención: ¿una columna de humo? La vigía me mira y lo señala, temerosa. Asiento mientras estudio el terreno. Tengo tanta información como ella, pero a mí no me paraliza, antes bien, la curiosidad me activa y busco con la mirada algo más. ¿Un campamento enemigo, quizás? Pronto veo aparecer a Vilnës entre las dunas del desierto.

—Vamos, hay que informar al resto —digo mientras me encamino de vuelta a las escaleras. —¿Qué hay en esa dirección, capitán? ¿Alguna ruina o accidente que conozcamos?

 

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03/05/2021, 21:34
Director

Notas de juego

Anwië, en cuanto respondas a Lord Sil daré vuestra conversación por terminada y escribiré post nuevo para volver a agruparos a los tres.

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03/05/2021, 22:41
Anwië Diherôth

De haberlo hecho, a buen seguro ahora estaría muerto...

Lord Sil no había dudado en realizar aquella afirmación, y... si algo había aprendido a lo largo de los años desde que le conocía, era precisamente que tenía la extraña costumbre de no errar en sus afirmaciones.

¿Tan poderoso era Artuur? No por nada era el Alfa de su bandada, por lo que la pregunta podía responderse por sí sola... Aun así, sentía intriga, incluso deseo, de poder comprobar más pronto que tarde cómo se desempeñaba en acción. Hasta entonces, tendría que contentarme sólo con imaginármelo.

—En cuanto vuelva Nevalar, Lord Sil —le contesté, respecto a su opinión de observar la Atalaya.

Aunque, por desgracia, no hacía falta examinarla en profundidad para caer en la cuenta de que era un milagro que aquel lugar aún resistiera a las inclemencias del desierto.

...

La conversación quedó en punto muerto durante unos segundos... hasta que, Lord Sil, volvió a romper el silencio... esta vez para realizarme aquella pregunta personal. Los segundos que se tomó para formularla me hicieron sonreír divertida. ¿Tanta curiosidad tenía por descubrirlo? ¿O acaso dudaba si era acertado realizarla en aquel preciso momento o esperar a una oportunidad mejor? No, Lord Sil nunca dudaba...

La sonrisa se mantuvo durante unos segundos, en los que dejé que la pregunta quedara en el aire creando un enigmático silencio. Finalmente, mi rostro se giro para... de haber tenido ojos, mirarle directamente.

—Como bien sabe, no es difícil recorrer el camino entre la vida y la muerte. Apenas en unas décimas de segundo, con una acción equivocada, incluso el más poderoso rey puede acabar muerto. Podríamos decir, por tanto, que la vida y la muerte son como... hermanos gemelos... Y, sin embargo, puede ser realmente fácil distinguirlos. Después de todo la llama de la vida, incluso la del más miserable, se contonea luchando por de mantenerse activa y grande... Pues, cuando se extingue, ya no habrá manera de volver a reavivarla...

Volví a mirar al frente, aguardando la llegada de Nevalar. Sin embargo, me tomé la libertad de pronunciar una frase más.

—Quien nos observa aún sigue vivo, Lord Sil... pues puedo sentir su llama contoneándose.

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04/05/2021, 11:25
Artuur

Cuando os acercáis a la entrada de la ruinosa atalaya, Artuur emprende el vuelo y desaparece surcando el oscuro cielo. Cosa común en él y en su bandada, alejarse una vez han cumplido con lo encomendado por su señor.

La atalaya es literalmente una ruina, manteniéndose en pie por alguna extraña razón. Consta de varios pisos de piedra negra, a cada cual más mutilado que el anterior, apenas habitables, sin vidrios ni contraventanas los huecos ojivales, sin cubierta, desdentada de almenas su coronación. Un desastre del que nadie parece ocuparse. En la parte baja, un muro derrumbado hace las veces de acceso, por llamarlo de algún modo. No hay puerta, ni defensas, ni nada que impida la entrada a un posible enemigo. En el interior una gran hoguera calienta lo que es un amplio espacio, compartido por los caballos y los soldados. Una estrecha y pútrida escalera de madera asciende al piso superior.

Por ella baja Nevalar seguido del Capitán Orteval.

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04/05/2021, 11:27
Orteval de Sartes

La pregunta parece tomar por sorpresa a Orteval, quien nervioso trata de responder:

- Sólo... devastación, mi señor. Lord... Nevalar. Como en... todas direcciones, mi lord.

Te acompaña escaleras abajo hasta encontraros con Anwië y Sil (sin su cuervo), que ya han desmontado y se disponen a entrar en la atalaya, mostrando en sus rostros expresiones similares a la que tú has debido mostrar al entrar. Alcanzas a oír las últimas palabras que la Tenebrïs dedica a tu maestro: "...puedo sentir su llama contoneándose".

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04/05/2021, 11:38
Ramelok

Notas que Artuur emprende el vuelo y se aleja, pues ya nada más espera de él su señor.

Notas, también, que el ambiente en el entorno de la Atalaya de Sojäk es deprimente, y que Nevalar se acerca con sentimientos complejos, apesadumbrado, iracundo, frustrado.

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04/05/2021, 11:39
Ramelok

Anwië, acompañada de Heimdallr y Sil, atraviesa el umbral de la atalaya, un hueco que hace las veces de acceso, producido al desplomarse parcialmente uno de sus muros. Las guerreras aguardan afuera. Nevalar se aproxima desde el interior, sobre un crujir de madera carcomida, acompañado por el capitán de la guardia. Os reunís cerca de la hoguera que calienta el interior, encendida sobre el mismo suelo de roca negra. En este piso bajo se guarecen y pasan sus horas tanto caballos como soldados, y es también donde los sirvientes acomodan los bultos de la carreta.

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04/05/2021, 16:23
Lord Sil

Así que es eso… Una llama danza en la oscuridad.

Es la única respuesta que obtengo de la Tenebrïs. Aunque vaga y amargamente críptica, la encuentro suficiente. Me basta. Quiero pensar que aprecio el romanticismo implícito en sus palabras, pues cuando la llama cese su baile, cuando termine de contonearse sinuosamente, volverá a ser una más con la sombra.

Quizás, razono, es por eso que no somos más que un puñado de sombras… y cenizas. Algo que arde en la inmensidad de la oscuridad, hasta yacer en soledad, abrigados por la larga noche sin luna y el pesaroso y cetrino manto de lo que una vez fuimos, y que jamás volverá a ser.

Esto asienta en mi alma la elucubración. Puede que la Tenebrïs sacrificase sus ojos en Uldatär, pero ha sido recompensada con una fascinante forma de percibir el mundo… desde la negrura de las tinieblas.

Pronto averiguaré más… Lo sé.

Artuur, su misión cumplida, emprende de nuevo el vuelo hacia la bóveda cetrina que advierte la proximidad de un temporal. Algo me dice que aunque ahora separemos nuestros caminos, en realidad ambos vamos a enfrentarnos a la tormenta que con densas y negruzcas nubes hace agonizar la luz en el cielo.

Se avecina el atardecer… Y por un momento, me parece el ocaso del mundo.

* * * * *

No soy un hombre de guerra, pero la mera visión de esta… construcción, -y estoy siendo generoso en exceso- me parece un atentado al raciocinio más elemental.

¿Quién, en su sano juicio, dispondría esta pantomima de bastión en mitad de esta tumefacta y horrenda llanura?

Contemplo conteniendo lo que parece un vago recuerdo de lo que antes denominaba como humillación a la guarnición que nos sale al paso. Agradezco no sentir nada, así no tengo que reprimir náuseas de saber que esta gente pertenece al mismo reino que he jurado defender. No encuentro a ningún soldado no ya competente, sino digno de confianza. Sus cadáveres descuartizados explicarían mejor el estado actual de la Atalaya. Cada vez que respiran, siento una incisiva pulsión en el pecho. Repulsión

¿Acaso esta es la última línea de defensa contra el Príncipe del Kaos?

No… No. Esto es un recordatorio de la precaria situación que atraviesa mi reino, me digo. Y no solo el nuestro... Todos los demás. Y también lo es de lo necesario… de lo imprescindible, de un drástico cambio.

Si fuese el aliado del Diablo, si fuese su mismísima mano derecha, estos alfeñiques que osan presentarse ante nosotros en este… estado, serían empalados vivos y sus ojos alimentarían a mis córvidos en los torreones de la atalaya, como elocuente mensaje de lo que está por venir. De lo que llegará… inminentemente.

Tomo posición con Nébula a unos metros de la Tenebrïs, algo detrás de su colosal guardaespaldas. Dejaré que sea ella la que interrogue a los hombres y a su capitán. No necesitan conocerme todavía. De hecho... no quieren conocerme.

Ni en sus peores pesadillas.

Dedico una mirada silente a mi discípulo.

Entendería que sintiese vergüenza en estos momentos.

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04/05/2021, 17:30
Nevalar Veldrax

Desciendo las carcomidas escaleras acompañado del Capitán, que balbucea una última explicación y disculpa. No esperaba nada y aun así estoy decepcionado. Vuelvo a sentir ese apestoso olor y el calor de la hoguera, y me acerco a Lord Sil y la Tenebrïs, que parecen haber terminado su prolongado coloquio.

Percibo la mirada de mi maestro, pero me limito a cuadrarme frente a ellos. Tengo un rictus de enfado y contengo la respiración procurando no inhalar demasiado de esta peste insoportable que nos rodea. Desconozco de qué han estado hablando, pero si se lo suficiente como para saber cuando no entrometrerme en sus cosas.

—Magister, este es el Capitán de Sartes, el responsable de… —señalo con mis manos a la irregular estructura que tenemos a nuestro alrededor y con ello a todo lo que contiene: el ambiente irrespirable, las paredes semiderruidas y los mequetefres con rodela. —Bueno, al responsable de todo esto. Los pisos superiores están aún en peor estado, es mejor que no los vean. Lo que si querrán ver es a nuestra exploradora: Vilnës se acerca, y creo que ha encontrado algo. Hay una columna de humo en su dirección, hacia el norte. Le he preguntado al capitán si sabe si hay algo en esa zona, pero mucho me temo que aquí es todo arena, rocas y lava.

Apreto una de las plumas de Artuur que he visto en lo alto del Atalaya entre los dedos marchito y pulgar y luego la arrojo al fuego de la hoguera, donde desaparece en cuestión de segundos convirtiéndose en una bola de chispas que se apagan y desaparecen contoneándose y danzando en la oscuridad.

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04/05/2021, 21:35
Anwië Diherôth

Sólo arena, rocas y lava...

La sangre me hervía al comprobar como aquellos hombres, que se suponían que debían dedicar sus esfuerzos exclusivamente a vigilar el desierto, no eran capaces de percatarse de algo que a nosotros nos había costado tan sólo algunos minutos. No sólo no sabían lo que había en el desierto, sino tampoco tenían noticias de quienes deambulaban en él a su libre albedrío... He ahí la incompetencia de los ordinarios; a los que padre, sabiamente, no dudaba en erradicar de Adarnaj...

Por lo menos, Vilnës volvía... y aparantemente con novedades.

—Gracias, Nevalar —le dije, agradeciendo la información.

En cuanto al Capitán, dado que Nevalar se lo había presentado expresa (y exclusivamente) al Magister, le cedí la oportunidad a este último de escarmentar a la escoria que tenía la Atalaya por Capitán.

Prefería no tener que gastar saliva en aquel miserable... Era mejor reservarla para interrogar a la exploradora.

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05/05/2021, 08:55
Lord Sil

Capto la sutileza con la que la Tenebrïs ignora interrogar al Capitán de Sartes. Mi discípulo, satisfactoriamente fiel y cómplice por una parte, ha manifestado sin rubor el vínculo que nos une de cara a los presentes. Puede que nuestra señora se sienta ligeramente molesta, así que es la ocasión perfecta para deleitarla y expiar la falta de protocolo de mi impulsivo y a todas luces impetuoso lonialär.

En todo caso... mi turno.

Nébula avanza unos pasos hacia el capitán y sus hombres. Detengo a la yegua a escasos pasos del capitán, consciente de que la mirada cerúlea de mi albina montura suele poner nerviosos a los hombres de voluntad débil. En realidad, es una vieja treta que me provoca un placer primigenio. ¿Qué vas a mirar, capitán? ¿La mirada espeluznante de mi corcel? ¿O mi rostro de plata?

Averigüémoslo.

-Capitán de Sartes-. Aplico un tono neutro, gutural. Dista mucho de ser un saludo o un reconocimiento. Es el preludio de un vendaval.

Finjo examinar por primera vez el estado de la atalaya, solo para que sepa que estoy observando, analizando el lugar que está a su cargo.

Luego le miro directamente a los ojos.

-Espero que usted y sus hombres hayan expiado los pecados que les han destinado en este desierto con el único cometido de vigilar este... bastión, una guardia que, a todas luces, parece nadar entre la absoluta indiferencia y la más inexcusable negligencia...

>> Como usted bien sabe, el propósito de una atalaya es la vigilancia de una gran extensión de terreno aprovechando, en particular... una posición elevada, privilegio este con el que no ha contado la exploradora de la Tenebrïs, aquí presente.

Ni siquiera le doy opción a corregirme, a explicarse. Quiero ver la vergüenza en sus ojos. Dejo caer el cargo de la mujer que me acompaña. Dudo que el Capitán ignore este dato, pero quiero aplicar una dosis de hielo en su sangre. Una pesada losa sobre su estómago. Quiero que se le atragante la voz.

-Supongo que a estas alturas debe intuir que su vida, no ya su cargo, pende de un frágil hilo. Tenga esto en cuenta cuando responda a la pregunta que voy a formularle. Capitán, en su opinión, ¿Qué se aproxima desde el norte hasta nuestra posición?

Guardo silencio.

-¿Arena...? ¿Roca...? ¿O lava?-.

De nuevo, silencio.

-Tiene tres opciones de respuesta. Decídase, Capitán. Y decídase pronto. La exploradora Vïlnes viene hacia aquí... Y no nos gustaría escuchar respuestas divergentes.

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05/05/2021, 10:14
Orteval de Sartes

El Capitán de la Guardia de Sojäk no consigue sostener la mirada a ninguno de los presentes. Agacha la cabeza y fija sus ojos al suelo, apretando sus puños. Está rígido, y tembloroso; asustado. Su cansado cuerpo, y su débil mente, no son capaces de soportar las palabras del magister, que le rodean y oprimen como a una fruta muy madura. El anuncio de la Tenebrïs no parece sorprenderle, y evita en todo momento mirarla. Su actitud es la de un animalillo indefenso y acorralado, descubierto por un depredador muy superior a él, sabedor de que su final ha llegado.

- N... nada, mi lord. Desde... el norte... no... se aproxima... nada. -su voz sale entrecortada, débil, apenas un tímido y deplorable susurro- Lo... quienes... al norte... -duda, con su respiración acelerada- s... se alejan... mi lord. Son... -finalmente se derrumba, y confiesa- cazadores... son... de tesoros. Mi lord. Buscadores de tesoros... que se alejan... por el norte... mi lord.

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05/05/2021, 10:41
Ramelok

La confesión de Orteval te ayuda a concluir y cristalizar algunas vagas sospechas que han venido a tu mente durante la breve inspección de la atalaya. Y es que en ella se han alojado más personas que estos cinco indeseables. Las plumas del águila, los lechos de paja, algunas huellas, algún olor distintos al de los jóvenes soldados. Esos buscadores de tesoros han estado aquí, se han alojado aquí, y lo han hecho varias veces, no sólo esta vez.

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05/05/2021, 10:42
Ramelok

La confesión de Orteval te ayuda a discernir mejor tus "sensaciones". Dice la verdad, las almas al norte se alejan, son varias especies, entre las que percibes caballos, un águila, y varios lobos. Pero no tienen miedo, se alejan por un viaje, movidos por un objetivo; no huyen. En cambio, el indeseable que tienes ante ti, el que no se atreve a mirarte, está aterrado. Es débil, cobarde, un soldado corrupto y mezquino, carente de valor y de honor. Amparado por el estandarte del Barón, completamente inmerecido, y que deshonra cada día de su miserable vida. Además con cuatro jóvenes reclutas a su cargo, tan frágiles y cobardes como él. Un desastre, una vergüenza, un insulto para Anodiräs.

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05/05/2021, 10:47
Koräd Lathanïel

Mequetrefe. Este malnacido se ha reído de ti, delante de tu Tenebrïs, delante de tu lonianär. Delante de las guerreras y de los niños que se creen soldados. Eres ridículo. ¿Y tú te haces llamar magister? Pero si eres el más idiota de todos los presentes, el más imbécil, el más bobo. ¿No ves sus burlas? ¿No oyes sus risas? Eres un hazmerreír. Eres el bufón de la Corte del Barón.

- Tiradas (1)
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05/05/2021, 11:20
Nevalar Veldrax

Hago una breve inclinación de cabeza al agradecimiento de lady Anwië mientras las chispas de la pluma que he arrojado a la hoguera revolotean. Hay algo que no abandona mi cabeza, las plumas de la azotea. La actitud del capitán indica claramente que oculta algo, desde el mismo momento en el que la comitiva llegó a la Atalaya ha estado escondiendo algo.

Lord Sil hace gala de su facilidad para la palabra y la intimidación, como si en otra vida hubiese sido un torturador que arranca las verdades a sus capturados de forma inmisericorde, diente a diente. El capitán, que hasta ahora no ha hecho más que disculparse y tartamudear, se encoge aún más ante la yegua de mi Magister, y la presencia oscura y amenazante de mi Tenebrïs, y la reprimenda le convierte en un amasijo de nervios. No es para menos: está ante los más importantes y poderosos de la Corte del Barón de Anodiräs, a quien debe total lealtad.

De pronto caigo en algo: claro que no solo hay arena, roca o lava en este desierto. También hay tesoros. Y donde hay tesoros aparecen siempre quien tienta a la suerte en busca de riqueza.El capitán balbucea una respuesta cobarde y confirma mis sospechas. Apreto las plumas que todavía no he arrojado al fuego en el guante, y me permito el atrevimiento de interrumpir al Lord Investigador, dirigiéndome a de Sartes:

—Espero que eso coincida con lo que la exploradora nos va a contar, capitán, porque hay cosas que no me encajan. Como, por ejemplo, las plumas que he visto arriba en la Atalaya. Al principio creí que eran plumas de Artuur, pero entre las suyas había estas otras: le enseño un par de plumas, claramente distintas a las de la mascota de Lord Sil Este apestoso olor… no es solo de vuestros soldados, ¿verdad? En esos lechos de paja ha dormido alguien más. Aquí hay huellas que no encajan con las de vuestras botas. Habéis dado alojamiento a buscadores de tesoros. Y sospecho que no es la primera vez. ¿Qué os dieron a cambio? ¿Quizás alguna baratija que han encontrado en el desierto?

Agarro al capitán por el cuello de la camisa mientras mi otra mano se arquea como si sostuviera algo y la llama de la hoguera disminuye durante unos breves segundos, cubriendo de sombras mi rostro. Ah, el dulce poder de la noche, corriendo mis venas. Pero no. Me detengo. No es el momento. Aún no. La llama vuelve a arder como si alguien hubiese echado un frasco de aceite. Suelto al capitán y le señalo:

-Responda.

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05/05/2021, 21:55
Anwië Diherôth

Titubeaba, invadido por el nerviosismo y el miedo.

Podía sentirlo, no sólo en su voz... su alma entera parecía temblar a cada palabra de Lord Sil y Nevalar. Su vida pendía de un hilo... un hilo tan deteriorado que amenazaba con romperse de un momento a otro... Y él debía ser consciente de ello, especialmente tras las deducciones del joven aprendiz. Si se confirmaban sus teorías, Orteval de Sartes dejaría de ser Capitán para pasar a convertirse en alimento de alimañas...

Sin embargo, que Nevalar dejara fluir su poder captó por completo mi atención... El poder de las sombras, de la oscuridad... de la noche. Un poder que combinaba a la perfección con la naturaleza de los de nuestra raza.

Sin duda, veía talento en él...

—Haga el favor de dejar de balbucear, Capitán de Sartes —dije finalmente, sin alzar la voz pero con un marcado tono autoritario—. Explíquese, pero... le aviso: ni se le ocurra jugar con nuestro tiempo y nuestra paciencia...

Aquel idiota serviría de escarmiento a los reclutas que permanecían en la Atalaya. A ninguno de ellos se les volvería a ocurrir traicionar Anodiräs mediante un servicio negligente de sus quehaceres. Pero, antes de dar castigo a aquella escoria, necesitaba que sirviera mínimamente de utilidad y contestara a nuestras preguntas.

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06/05/2021, 09:44
Lord Sil

La migraña. Otra vez.

Mi enemigo interior aprovecha la oportunidad para espolear mi rabia. Con la reciente muerte de mis vástagos alados soy sensible a su provocación.

Centro mi atención en la pluma que alza mi discípulo. La analizo. Con detalle.

Si pertenece a un águila, los ojos del Capitán de Sartes alimentarán esta noche a Artuur...

Y a mí.

Notas de juego

Examino la pluma que muestra Nevalar.

El objeto de análisis es saber si se trata, o no, de la pluma de un águila.

Si es precisa tirada, tú me indicas ;)

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06/05/2021, 10:54
Ramelok

La pluma es de águila.

Notas de juego

No es necesaria tirada para eso.

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06/05/2021, 10:55
Orteval de Sartes

De Sartes sabe que ha sido descubierto. Su nerviosismo aumenta su ansiedad, y su respiración se vuelve trabajosa.

- No... no son... enemigos de Anodiräs. -balbucea, aterrado- Van y vienen... y a veces... pasan... por... aquí... -es consciente de que éstas pueden ser sus últimas palabras- No... yo no... nosotros... no he hecho nada... nada malo.