Partida Rol por web

Si realmente durmió o si máximo que alcanzó fue un estado de duermevela no lo tuvo claro de buenas a primeras, pero cuando llegó algo que podría compararse al amanecer se sentía al menos algo más descansado. Había pensado, largo y tendido, sobre el momento que había tenido con Rupert. Sobre su pasado, sobre su presente y sobre su futuro, si es que había un futuro.

Pero el despertar guardaba una agria sorpresa, y para él más que para nadie. Siseó, llevándose una mano a la cabeza, y se levantó de golpe, silenciosamente. Se alejó un poco del grupo, dando unos cuantos en falso, como si estuviera desorientado. Y si alguien lo observava, vería cómo finalmente se acercaba a una de esas criaturas que habían actuado como sus guías. Cada paso lo acercó más a ella.

Hasta que estuvo justo en frente.

Durante un momento se había dejado llevar por el retorcido espejismo de la esperanza. Pero, como siempre, eso había sido un error. Porque, pese a todo, Zulira se había equivocado. Porque, pese a todo, él era más fuerte. Pegó un tirón con rabia para arrancar la daga de la carne de la criatura y soltó el peso muerto en el que se había convertido el cuerpo, retirando la mirada antes de escuchar el golpe contra el suelo.

Con la sangre de la criatura todavía manchando sus manos Desmond se giró en dirección al grupo. Volvía a ser él mismo. Él lo sabía. ¿Pero lo sabrían ellos? Había tensión en su cuerpo y en su mirada. Si esos eran amigos o enemigos estaba por ver.

¿Ves? Él me sirve bien.

¿Ves? Él riega la tierra con sangre,

riega este mundo en mi nombre,

en el nombre de mi señor.

Eres capaz de discernir entre el alma de Desmond y la oskuridad con la que carga. No todos son capaces de verlo, de notarlo. Hay algo en él, en su mirada, que no es él. Como una presencia, una sombra, una compañía. Algo que le somete, algo que le posee.

Que esta sangre bañe la oscura tierra.

Véravér istenéért!

Que esta sangre riegue el estéril suelo.

Véravér istenéért!

Que esta sangre haga más fuerte a mi señor.

Véravér istenéért!

Véravér istenéért!

Véravér istenéért!

La sangre del squalido es luminosa, blanca, y se hunde en la tierra muerta como el cuchillo en el queso. Forma regueros que discurren pendiente abajo, serpenteantes, brillantes, hasta tocar el agua de la marisma. La sangre del squalido se une a la del agua korrompida, y al hacerlo, una chispa salta a gran velocidad en dirección a la Fuente.

¡No, no! ¿Cómo haces esto? ¿Qué deseas? Ya he visto como matas a dos inocentes, y sabes que me repugna, aunque la otra vez fue necesario. No, no. Es un gran poder, pero no quiero usarlo... Esta vez no era necesario.

Y era verdad, no quería. Pero veía sus efectos. Veía cómo hacía cosas. A través del mal. Pero... ¿Y si se pudiera vencer al mal a través del propio mal? Eso no le hubiera gustado a Opilaf. No. 

Vi asombrado lo mismo que el resto. Desmond, como borracho, o cómo dormido, como tambaleante, acababa de matar a uno de los squalidos. A traición, de sopetón, y casi como si no se diera cuenta de lo que hacía. Aunque apartó la mirada. Casi sin pensarlo, sin esperar a ver qué más pasaba, di unos pasos rápidos hacia Desmond, para detenerle por si fuera a realizar alguna otra cosa. Lo tomé de los brazos, para que no se moviera, y lo miré a la cara. Luego le dije algo, al oído, como para calmarlo. Intenté que no se moviera. 

No vi lo que pasaba con la sangre, ni lo que hacía. Sencillamente me preocupaba y me agobiaba saber lo que veía en Desmond, y me daba miedo, se me veía en los ojos, que al resto nos pudiera pasar algo parecido. Aquella oskuridad era muy poderosa. Miré al resto, y les dije: - Creo que ya vuelve en si, creo que es él. - Esperaba que pudieran entender que en realidad no era Desmond cuando lo hizo.

di unos pasos rápidos hacia Desmond, para detenerle por si fuera a realizar alguna otra cosa. Lo tomé de los brazos, para que no se moviera, y lo miré a la cara. Luego le dije algo, al oído, como para calmarlo. 

¿Otra vez? ¿Y esta vez por qué? ¿De verdad había tanta oskuridad en ellos que si había visto Uleq? 

- ¿Qué... qué has hecho? ¿Cómo? - Lo miré. Pero en realidad, sabía lo que había pasado, lo había visto otra vez. Me puse delante de él, y mirándole, pude ver que ahora su mirada era normal. Que era él mismo. Pero que no había podido controlarse. Maldita sea. ¿Y ahora él tenía el mismo problema? - Por la magia protectora que antes había en el mundo, entiendo, entiendo desde dentro lo que te pasa. Lo he hecho mío. Pero quizás podamos pelear contra ello. ¿No puedes avisar cuando estés luchando?

Miré al resto, y les dije: - Creo que ya vuelve en si, creo que es él. - Esperaba que pudieran entender que en realidad no era Desmond cuando lo hizo.

Eranor no podía creer lo que acababa de ver. Desmond acabando por sorpresa con la vida de uno de sus anfitriones, que les estaban ayudando, y dando cobijo en su humilde morada. Pero de alguna forma, había podido ver la realidad, la sospecha se había transformado en certidumbre. Desmond o lo que de el quedaba estaba allí, en su cuerpo, pero había algo más, algo muy oscuro y poderoso, que había tomado por completo el control del cuerpo del guerrero. -Desmond, ¿Qué es esa sombra u oskuridad que te posee? Es una grave amenaza para ti y para el resto. ¿Hay algo que podamos hacer para eliminarla o debilitarla?-Se dio cuenta de que estaba hablando demasiado, y sin pedir perdón a los anfitriones por el terrible crimen que Desmond había cometido. Aquello era demasiado, si Desmond podía ser poseído en cualquier momento, por aquella oskuridad, llevarían con ellos la amenaza que podría traicionarles en cualquier momento. Podía acabar con el grupo, y con la misión desde dentro. Tal vez hubiese algo que pudiese acabar o debilitar esa oskuridad de Desmond, pero el desde luego no sabía como hacerlo, o si era algo posible sin que en el proceso se perdiese el propio Desmond. De momento, les había cubierto a todos de vergüenza por un terrible crimen injustificable. Tenían que compensar a los squalidos, pero ¿Cómo?, ¿Qué podían hacer para tratar de compensar que una vida hubiese sido arrebatada de esa forma?-Lamento mucho este horrendo crimen, Desmond no está bien, no era dueño de sus actos.-No sabía que más podía decir, ni que hacer, no era una situación que hubiese anticipado, le había pillado por sorpresa. Pero ahora, deberían actuar con cautela, este Desmond, tal y como estaba era una gran amenaza para todos. ¿Qué o quien era esa oskuridad que le había controlado? Y que se encontraba en su interior.

Me despierto sobresaltado, con la respiración agitada y de nuevo esa opresión en el pecho que siento cuando la Oskuridad nos amenaza.

El bosque que Militsa había invocado ha sucumbido al poder del Kaos. No veo a Militsa en un primer momento, aunque no tarda en aparecer acompañada del lobo del cazador, con un extraño cayado.

No me da tiempo a observar toda la escena cuando veo a Desmond abalanzarse sobre un squalido, acabando con su vida de una puñalada. No me da tiempo a reaccionar, aún me encuentro aturdido por el sueño... 

- ¿ Y cuándo volverá a caer bajo el dominio de la Oskuridad?- respondo a Rupert y Eranor- ¿ Qué puede hacernos? Puede ser un peligro para todos. Opino que deberíamos llevarle atado.

Me acerco a Desmond, me pongo a escasos centímetros de su rostro y le pregunto con odio contenido:

- ¿ Sabes qué acabas de hacer? ¿ Sabes qué llevas haciendo todo este tiempo?- digo señalando las manchas de sangre de su armadura, algunas muy recientes por lo que puedo observar.

Al ver cómo Desmond acababa con la vida de uno de los squalidos, entendí las palabras que escuché al llegar a Nuanta.

En un tono tranquilo me dirigí a todos -No es Desmond quién ha acabado con la vida de este ser, una presencia oskura lo tiene prisionero y le incita a matar seres de luz para que la sangre derramada le haga más fuerte y cuando tenga el poder suficiente, devolverle su trono al Príncipe- me dirijo a Uleq -Sentimos que tu pueblo haya sufrido, una vez más, las consecuencias del kaos. Se convertirá en nuestro prisionero- anuncio.

Me acerco a Desmond que se encuentra medio inconsciente -Sé que puedes escucharme, vendrás con nosotros pero, como dice Alantar,  irás atado y con los ojos vendados, no nos arriesgaremos a guiar los pasos de la oskuridad hacia nosotros-

Los squalidos, aunque sospechaban ya algo, tampoco han podido reaccionar a tiempo. Varios de ellos están a punto de abalanzarse sobre Desmond cuando Uleq levanta una mano y gorgotea un sordo sonido que hace detenerse a todos. Calmado, se acerca a Desmond, y a todos vosotros, que ya estáis a su alrededor.

- ¡Todos quieto! Derramar sangre sirve denada. Sangre es lo que Rostros dePlata quieren. Él lleva Oskuridad. Pero no es único. Hay otros, hay más, hay muchos. Víctimas dEspiritus, víctimas deSombras, víctimas deKaos. Conozco remedio. Noes remedio fácil. Wequil puede curar, pero Wequil puede matar.

Hace una pausa, mirando a todos a su alrededor, especialmente a los suyos, que empuñan afiladas armas, dispuestos a acabar con la vida del aventurero.

- Sombra tortura, Sombra posee, Sombra korrompe. Viajeros deSombra víctima deSombras. Viajero deSombra víctimas deZanduräs. Viajeros deSombra encontrar Wequil. Viajeros deSombra ayudar Wequil. Y Wequil ayudar Viajeros.

Mira a Desmond a sus ojos, a sus ojos malditos, a sus ojos poseídos por Zanduräs, marcados con el rosa del Kaos:

- Desmond. Ve aFuente. Encuentra Wequil. Viajeros deLuz ayudar. Viajeros deSombra ayudar. Rostros dePlata torturar Wequil, igual que aViajeros. Igual que atodos antes. Viajeros derrotar Rostros deLuna, y devolver poder aWequil. Wequil poderoso.

Tras esas palabras, los squalidos miran a Uleq, contrariados. Algunos alzan sus extrañas voces, otros bufan. Uleq se impone, y parece dar órdenes. Los squalidos se ponen en marcha, cansados. En poco tiempo recogen sus cosas, recuperan el cuerpo de su hermano asesinado y abandonan su hogar en las cuevas. Se marchan.

- Sombras vienen. Rostros dePlata vienen. Cuevas, hogar, ya noes seguro. Debemos ir. Pero no con vosotros. Gran daño provocado ahermano. Destino diferente para ambos. Saludo Viajeros deSombras. Saludo Viajeros deLuz. ¡Dibe quonahi qireitiqa qede reberiqa qebiqe!

Los squalidos se marchan sin mirar atrás.

- Sois sabio y piadoso, Uleq. Devolveremos la Luz a nuestros mundos- me despido del jefe.

Cuando Alantar se puso a increpar a Desmond, me quedé tan bloqueado que no pude pararlo. Hablaba con odio. Con ese odio que yo recordaba en él. Y en las cosas que hizo. Pese a todo, estaba seguro de que Desmond era mejor persona, y Alantar pura fachada. En cualquier caso, Militsa y Uleq determinaron lo que había de hacerse, tanto con el plan, como con Desmond. Me pareció hasta cierto punto correcto, pero, en mi cara se veían algunas dudas. Y no quería que las supiera Alantar, desde luego. 

Miré como se iban los squalidos, despidiéndolos con un gesto de cabeza, y entonces, miré un momento a  Militsa. Me impresionaba la calma que estaba teniendo. No era mi querido Opilaf, desde luego, pero mostraba sabiduría, mostraba entereza. Dejé un momento en el suelo mi bastón, y me aparté un par de pasos de él. Le dije a Militsa: -¿Puedo decirte una cosa? Creo que debes saberla, al menos tu. -La miré. Me daba vergüenza lo que iba a decirle. 

Los squalidos se marcharón, tan solo quedaba agradecerle a Uleq su ayuda y comprensión.-Muchas gracias por la ayuda que nos has dado, de forma tan generosa. Lamento mucho la muerte de tu amigo, y te deseo mucha suerte en tus proyectos. Trataremos de traer la luz a este mundo y al nuestro, haremos todo lo que podamos. ¡Adiós amigo!-

Desmond iba a convertirse en un gran problema, no había dicho nada, parecía aturdido, atarlo y vendarle los ojos, le parecía una difícil solución. Pero estaba bien claro, que no podían confiar en el. Podía volver a ser poseído, y acabar con cualquiera de ellos. Era una gran pena ver en lo que se había convertido.-Tranquilo Desmond, haremos lo posible por eliminar esa oskuridad que te domina.-Y en respuesta a Rupert, contestó:-Yo no tengo ni cuerdas ni vendajes, podemos mirar si hay alguna cosa que nos pueda servir en este lugar.-Y se puso a mirar si encontraba algo con lo que poder atar a su amigo. Pero sin alejarse demasiado, muy interesado por lo que Rupert pudiera decirle a Militsa. Estaba confundido, y con muchas dudas de como podrían continuar con uno de ellos atado, y el sabía que la oskuridad también estaba en Rupert. No podría quitarle la vista de encima, o podrían llevarse una desagradable sorpresa. Mas que unos aliados, habían recibido una amenaza, que podría acabar con la misión desde dentro.

Había estado tenso. Después de lo que había hecho no había esperado que ninguno de ellos siguiera de su lado, pero para su sorpresa Rupert se acercó a él. Aquella muestra de compasión y comprensión encogió el corazón del guerrero descarriado.

—Zanduräs no suele pedir las cosas por favor —replicó Desmond con un deje de desgana. Por más que había intentado teñir sus palabras de un humor agrio su voz no había salido más que resentida y, sobre todo, cansada. Terriblemente cansada—. En ocasiones puedo resistirme a su voz. Y en otras ocasiones no puedo. En esos casos no tengo forma de transmitirlo. Simplemente... ocurre.

No era una sensación agradable. Al principio se había defendido a si mismo pensando que Zanduräs tomaba el control de su cuerpo por completo y, por lo tanto, no era realmente su responsabilidad. Pero con el tiempo esa excusa había empezado a ser insuficiente. No era tanto que Zanduräs manejara directamente su cuerpo como que clavaba sus raíces en su cabeza. No había forma de resistirse porque cuando sus palabras calaban de pronto parecían lo correcto.

Tragó saliva. Una vez más sintió agradecimiento mudo por aquella persona cuyo camino se había cruzado con el suyo casi por casualidad. Quizá, después de todo, aquella nunca había sido una batalla que tenía que luchar en solitario.

Respondió algo a Rupert cuando se acercó, y aquellos que se estaban fijando en él seguramente pudieron ver el cansancio en su cara. Hasta había perdido ligeramente la tensión. Miraba al resto como un acusado espera la sentencia, con la resignación propia de alguien cuyo destino no está ya en sus manos. O no completamente en sus manos.

Los miró a todos. Miró a Eranor. Él había estado cerca aquel día, pero no lo suficiente cerca. ¿Habría pensado en ello? ¿Habría pensado en qué había ocurrido con él, en qué había ocurrido con Zulira? Suponía que a esas alturas ya no importaba más de la cuenta. Otros habían respondido por él y, aunque podían faltar detalles, en el fondo tampoco eran importantes. Todo se resumía en lo que era aparente: Tenía la Oskuridad dentro.

Pero aunque habría podido aceptar casi cualquier cosa, fue el comentario de Alantar el que lo hizo salir de aquel momento de aparente catatonia. Fue el odio en su mirada lo que lo alteró. Su forma de juzgarlo. ¿Acaso sabía el camino que lo había llevado hasta allí? ¿Acaso tenía una idea de lo que eso había sido para él?

—Sé lo que llevo haciendo todo este tiempo —afirmó fríamente— y también sé lo que podría haber hecho todo este tiempo —Hablaba entre dientes, sin apartar la mirada mientras le duraba el privilegio de tener los ojos descubiertos—. ¿Te sientes en posición de juzgarme? Soy prisión y prisionero de Zanduräs. Si es lo que quieres, sé el juez que pretendes ser y mátame. Líbrame de él de una vez. Y que el mundo vea después cómo se te da lidiar con las consecuencias.

Giró la cabeza después para mirar a Uleq. No sabía si agradecer su intervención o si lamentar tener que seguir arrastrándose durante quién-sabe-cuánto-tiempo-más, pero lo cierto es que en el fondo quería vivir. No solo por sí mismo, si no también por la promesa que había hecho y el conocimiento de lo que ocurriría si fracasaba. Así que no se opuso a ello si finalmente decidían atarlo y vendar sus ojos.