Partida Rol por web

Voy siguiendo los pasos de mis compañeros pero mirando curiosamente al mercader. No lo había visto nunca pero sí era verdad que llamaba bastante la atención gritando con ese objeto en la mano. Ese objeto... De repente hago frenar a mi caballo y con los ojos como platos observo mejor el objeto que el hombre sujetaba.

¡Eh! ¡Parad! - les aviso a mis compañeros.

Luego acercándome a ellos sin alejarme demasiado del mercader les hablo de mis sospechas, que más que sospechas, ya estaba casi segura de ello.

Akodo san, Moto san - digo mirando a ambos - mi misión está ahí en frente - les digo señalando al objeto que mostraba el vendedor.

Ése es el objeto que tenía que ir a buscar.... estoy segura. Pero... ¿cómo habrá llegado hasta aquí? - la última pregunta era más retórica que intentando buscar un porqué - Sé que habíamos dejado esta misión para el final, pero ahora que he encontrado lo que vine a buscar no podía dejarla atrás, creo que será mejor que consiga esa estatua de Amateratsu.

Luego avanzo hacia el vendedor para interesarme por la estatua.

Buenos días, Doji Umiko - me presento. - Me interesa esa estatua, ¿es auténtica?

Oh, si es una preciosa estatua. Pero la de amateratsu es mejor, es una copia fiel de la que el Gobernador Ochiya está realizando. Solo yo tengo en mis manos una que sea igual, y no estará mucho en venta.

Sus palabras sonaban exageradas en cuanto a la venta del objeto, pues nadie de por allí le hacía caso. Parecía estar tirándose el moco. Pero era un vendedor, no era tan extraño que lo hiciera. Pues los vendedores siempre tenían la mejor mercancía.

Sin embargo, no son estas pequeñas esculturas que tengo aquí. La que os interesa esta en un pequeño almacén que tengo fuera de la muralla, lejos de ojos indiscretos.

El joven, no dejaba de sonreír. Con los ojos muy juntos, te preguntabas como podría ser que estuviera viendo. Tanto sonreír os sacaba de quicio. Pero al menos empezabas a estar segura de que podría ser el hombre con quien Otomo te habia mandado a negociar. Pues si era cierto que tenía esa estatua que ofertaba, Otomo la quería a toda costa.

consciencia+investigacion=9

Alucinada con el vendedor pregunto curiosa.

¿Entonces ya sabes lo que quiero exactamente? Interesante ¿Y cómo sé quen o es un fraude?

De pronto me giro hacia mis compañeros...

Debo ir en busca de esa estatuilla, ustedes deciden si me acompañan o no, ya que era algo imprevisto en el plan que seguíamos.

Debía ir sí o sí, daba igual la contesta del vendedor, pero esa era mi misión y debía cumplirla, sólo yo sé que me conviene hacerlo bién.

-Yo voy contigo, nunca se sabe lo que pueden pretender esta gente, yo sé que podrias con varios si te lo propusieras, pero por si acaso te acompaño.-

Se que es grandita para defenders sola, pero ese vendedor (en caso de que planee algo malo, que no es seguro) puede llevarla a cualqiuer trampa y con la susurro asesino acechando nunca se sabe lo que puede pasar en cualquier momento.

" De todos modos mi misión es teoricamente sencilla, asi que puedo demorarme un poco y si es por el bien de mis compañeros, pues mejor. "

Nuestro plán era ir juntos, las fortunas tienen el suyo. Hagamos ésto antes.

Que casualidad, más poco casual. El mercader que necesitamos nos cae justo delante. La vida con Otomo Fujimaki Dono, está llena de "sorpresas". Me estoy empezando a no fiar de nada.

Mis compañeros me van conociendo, y ven que, como siempre que me pongo algo nervioso, actuo de manera posiblemente algo exagerada. Situarme tras Doji Umiko, con Tomoedo en esa típica postura erguida que la hace más imponente de lo que ya es, además de mi pose tiesa, seguramente intimide al mercader, pero es lo que siempre hago. Bajo esta estampa no es la primera vez que alguien se deja de dar rodeos y va directa al grano, además de mostrar sus verdaderas intenciones.

El vendedor, que esta atento a cada una de vuestras palabras y gestos, parece receloso de que vallan tres samurais de distintos clanes, y que lo hagan tan juntos.

La cara de extrañeza es evidente, cuando la joven grulla se vuelve hacia el. Sin embargo, la pose del jinete detras de ella, y tener un leon cerca parecen ponerle de repente muy nervisoso.

Bueno, mi señora, si quereis la pieza tendre que avisaros, que no es barata, aunque su precio de venta es excelente, y ademas pesa basante. Por eso mismo no la tengo aqui. Tengo un pequeño almacen mas alla de las murallas...

Su cara aunque no deja de ser sonriente muestra que esta incomodo. Quizas la intimidacion velada del Unicornio, sea como una extorsion para el. Quizas.

Sim embargo no deja de hablar para tomar aire y explica claramente cual es su negocio.

Por motivos de transporte la pieza reposa alli. Su precio final es de 4 Zeni.

Auque no es un precio excesivo, parece algo caro. Y el hombrecillo no deja claro el tamaño de la obra que pretende vender.

Tras saber lo que piensan mis compañeros me termino de decidir, aunque pensaba ir sola, nunca viene mal la compañía y, con lso nuevos deatos que acaba de dar el vendedor de la estatua, no parece ser tan pequeña como esperaba. No obstante espero a verla primero, antes de tomar decisiones.

Le acompañaremos hasta el lugar donde dice que tiene la estatua - digo al vendedor con gran seguridad en la voz - ya hablaremos de negocios cuando me la enseñe y la vea.

Miro rápidamente a mis compañeros y luego al vendedor, al que parece que le vamos a pegar. De todas formas, no está mal qu se sienta algo intimidado, ayuadrá a que no nos engañe o nos dé sorpresas inesperadas.

Cuando mi compañera mi mira, tambien la miro y muevo la cabeza hacia abajo para que sepa que yo ya estoy preparado para seguir la marcha de camino al almacen del vendedor, miro hacia él y no le quito la vista de encima asta que lleguemos (siempre mirando al camino, y a él es de reojo), pues no me fio ni un pelo.

Mientra voy camino al almacen pienso en mis cosas, en como había cambiado mi vida desde que empecé a trabajar para Otomo fujimaki sama:

"Quien me iba a decir a mí que a día de hoy estaría trabajando para una de las personas mas poderosas de Otosan Uchi, debería darle las gracias a mi padre por todo lo que hizo para que yo estubiese aquí hoy, y a mi madre por todo lo qué trabajó para que mi padre pudiera hacer lo que hizo, ojalá pudiera ir a verlos y agradecerselos como se merecen."

Mientra pensaba en mis cosas sonreia, pues no podía estar mejor que ahora, tambien influía a esa sonrisa que los compañeros con los que iba me caían bien, se podía decir que eran los únicos "amigos" que tenía, porque desconfiaba del escorpión y el cangrejo era un poco arisco, en cambio estas dos personas se habían portado bien conmigo.

 Ante la mirada de Doji Umiko San, hago un leve asentimiento, tras hablar con el mercader, hago resoplar a Tomoedo, solo para que no se olvide de mí el mercader.

 Mi actitud basicamente es la de una sombra blanca. No me separaré de Doji Umiko San. Cuando tengo un momento le susurro.

 Si de verdad pesa tanto la estatua, deberíamos pensar en avisar algunos heimin de Otomo Sama para que la carguen, mientras nosotros guardamos que no le pase nada a la estatua.

El vendedor parece confuso, pero sale al paso tras las palabras de imponente unicornio.

Lo cierto, es que, seria un placer enseñarles la escultura, solo para vuestros ojos, pero ahora mismo no puedo dejar mi puesto solo. Serian tan amables de esperar un par de horas para que pudiera organizarme. No pense que la joya de la corona de mis piezas de arte se vendiera tan rapidamente. Porque se, que cuando la vean, no habra duda, la compraran seguro.

El vendedor da una serie de indicaciones de donde se encuentra el pequeño y humilde local donde guarda la estatua.
Y se compromete a estar en un par de horas cerca de la puerta oeste para guiarlos personalmente hacia la hermosa vision de su obra maestra.

Y aunque en principio esa no era la idea que tenias en mente, al mirar su pobre establecimiento, que apenas cuenta con unas lonas, cuerdas y un puñado de pequeñas esculturas, entendeis, que para lo poco que tiene alli, si lo abandona alli, posiblemente se quede sin el sitio, y sin sus pertenencias.

El hombre sonrie ampliamente, intentanto inspirar una confianza, que evidentemente no inspira. Pero es algo que los mercaderes, y mas los mercaderes ambulantes asumen que pasara al tratar con nobles.

¿En unas horas? ¿Qué vamos a hacer aquí tanto rato? De todas formas este vendedor no puede dejar el puesto solo, eso es verdad.

Me acerco a mis compañeros mientras medito en lo que podríamos hacer y les comento a los dos:

Haber, creo que tenemos varias posibilidades, pero corríjanme si me equivoco. Puede que uno de nosotros se quede al cuidado de la tienda del vendedor y el resto irse al lugar donde se encuentra la estatua. Otra idea que creo que es la más acertada es seguir con vuestras misiones mientras el vendedor se organiza como dice, - hago una breve pausa para respirar un poco mejor - creo que esta segunda opción es la mejor. ¿Qué dicen? O a lo mejor se les ocurre otra cosa.

Miro a ambos mientras espero la respuesta, pero antes de que dijeran nada comento a Moto san:

Tu idea de llamar a varios heimin es muy buena, nos harán falta si de verdad pesa tanto.

Después de hablar me relajé en mi caballo, un suspiro profundo y tranquilo me alivió. Estaba algo nerviosa, pues no queiro perder de vista la estatua que me han mandado por misión. ¿Pero qué más prodría hacer?

Ante las palabras de Doji Umiko San, realizo un breve asentimiento con la cabeza. Miro a Akodo Iroshi San y comento lo siguiente:

La siguiente misión en ruta es la suya Akodo Iroshi san. ¿Proseguimos, o le llevara horas realizar su encargo?

Espero su respuesta, y hay algo que mascullo en mis pensamientos.

A lo mejor, si va a tardár algo de tiempo podría volver a casa de Otomo sama, a por los Heimin, les indicaré donde quedamos con el mercader para que vayan... por otro lado, si la misión de Akodo Iroshi san no requiere mucho tiempo, Doji Umiko san y él podrían hacerla solos mientras yo voy a casa de Otomo sama y quedar en las cuadras del distrito. Y así ahorrar tiempo.

Miro a Moto san y le digo con un tono de seguridad:

Podemos proseguir a mi encargo, no tardaría mas de 15 minutos, pero como acaba de pasar siempre pueden haber contratiempos, es mas si este mercader va a tardar unas cuantas horas, creo que hasta podriamos hacer su encargo tambien y estar a tiempo aquí.

Podemos ir nosotros 2 Moto san,y que se quedara Umiko san, pues seria feo ya que somos los mandados y que apareciera otro a buscar lo que fuera nuestro encargo, ¿que les parace compañeros?

Los miro a los 2 y espero que respondan, o por lo menos que me hagan un gesto con la cabeza, pues creo que mi idea era buena y era lo mas normal.

Parece que a pesar de empezar temprano las cosas se van colocando ya en su lugar.
Os citais con el mercader a las afueras a las doce de la mañana. Tiempo mas que suficiente para realizar todos vuestros encargor. Para combocar heimin por si hubiera que cargar con la pesada obra de arte, siempre que la joven grulla decida que esta merece la pena.

No tardais mucho en llegar al siguiente destino, una pequeña armeria justo al lado de la muralla exterior. No es dificil reconocer el lugar por el humo que sale de la chimiena que tiene su pequeña casa.

Solo un pal de faldones de tela de color tierra señalan la puerta, asi que todos intuis que se trata de un Leon, o al menos que en algun momento sirvio a ese clan.

Akodo Iroshi baja de su montura y llama a viva voz para ver si hay alguien.

Una voz ronca responde desde el lateral de la casa, donde intuis que puede encontrarse el hombre que habeis venido a vistitar.

Quien me llama. Aun no tengo nada en venta. Marchaos hasta mas tarde.

Aunque el armero haya dicho que no hay nada en venta todavía y que nos fueramos yo insisto, pues ese era el encargo que tenía que hacer y no me iba a ir de ahí hasta que lo hiciera, paso la cortina que tiene como puerta y le digo:

Buenos dias señor, soy Akodo Iroshi del clan león y vengo de parte de Otomo Fujimaki sama, que tiene algo encargado aquí y me dijo que viniera a recogerlo.

Según termino de hablar saco la cabeza otra vez, miro al Moto y a la Doji y les digo:

Por favor Moto san y Doji san podeis esperarme un momento mientras hablo con el armero, salgo enseguida a no ser que pase algo inesperado.

"Es mejor que esperen fuera pues los leones suelen ser muy kiskillosos a lo hora de tratar con gente que no son del clan y mas habiendo un grulla entre ellos y podía tardar mas de lo previsto"

Y cuando termino de hablar con mi compañero, entro a la tienda quedando tras de mí la cortina,y el Moto y la Doji al otro lado.

Que raro, parece que esta mañana el tiempo no se lleva bien con nosotros...

Lo que ha dicho aquel hombre sonaba estraño, ¿tendríamos que seguir con la siguiente misión? Quizás si Iroshi san habla con él le da el encargo y nos podremos ir pronto.

Tras lo que ha dicho Iroshi san le asiento cno la cabeza de modo que hago entender que estoy de acuerdo con él, prefiero hacerle caso y esperar afuera, no obstante me bajo del caballo y me relajo un poco mientras le acaricio la cabellera. 

Pensaba que esta mañana parecía muy fácil completar nuestras misiones, pero parece que se van torciendo a medida que avanza el día. Solo queda esperar.

Parece que hace un buen día, así que espero sobre tomoedo tranquilo. Atento a los ruidos que puedan probenir del interior. No vaya a ser que Iroshi san necesite mi ayuda.

Desde el lateral de la casa donde se había escuchado la voz aparece un hombre robusto, con barba espesa y cara de pocos amigos.
En sus brazos se puede percibir el amargo dolor de unas cicatrices.

Viste ropas sencillas, y se ven que están gastadas para su uso. Pero si el tipo es un armero y trabaja con su forja, entendéis que no suela vestirse de etiqueta para darle golpes al acero.

El hombre que venía con un trozo de tela en las manos se seca estas y lo lanza fuera de vuestra vista, al lugar del que venía.
El tipo no parece especialmente amistoso, y menos cuando ve que hay un León entrando por la puerta de su casa cuando la esta fuera.

¿Quien sois, y que queréis de mi? Aunque me imagino que serán armas.

Al estar afuera también os mira a vosotros, pero intuye que no habéis venido a hablar con él. Suponéis que esta más acostumbrado a las visitas de los Leones, que a la de las jóvenes y guapas grullas, o los silenciosos motos.

Da otro par de pasos, acercándose a la puerta de su casa. Invitando con su cuerpo a que el samurái salga de ella. Lo que os demuestra que o bien ha sido samurái, o bien no siente ningún temor de enfrentarse a uno física o moralmente.