Partida Rol por web

Curandero Dragón, es por eso que estáis aquí.

El tipo os mira detenidamente.

Me temo, que ya habéis dado con lo que buscabais. Pero aun no lo sabéis jóvenes samuráis.

Sonrío levemente ante aquel comentario que confirmaba mis sospechas -encantado de conocerle, mi nombre es Kuni Kiru y mi compañero es Bayushi Kusanagi, estamos al servicio de Otomo Fujimaki Sama-

Hago un ademán con la mano al posadero -traigale un poco de ese té al señor- ordeno a este en cuanto mira hacia mí

-Creo que tiene algo para nosotros- le digo al anciano en lo que espero a que el posadero traiga su bebida.

Iba a tomar un poco de té cuando de repende kuni kiru y su falta de respeto hacen su aparición.

-Me dá que a este tio, se le a subido el puesto a la cabeza.

Sigo sin hablar, atento a la conversación y cabreado, por la ofensa de kuni kiru, aunque intento que no se me note,

Bueno, jóvenes, que pueden necesitar cuerpos fuertes y robustos como los vuestros.

Dice el viejo mientras os mira detenidamente, intentando y consiguiendo hacerse una imagen mental de vuestras personas.
Toma el Té delicadamente, y sorbe después de soplar un par de veces.

La ficha la movéis vosotros.

Dejo el té en la mesa, mientras le digo al anciano sin mirarlo si quiera...

-¿el señor otomo no dejó nada encargado? pues nos habia dicho eso a kuni kiru y a mi 

mientras digo kuni kiru lo miro y me quedo mirandolo para saber como reacciona.

-Espero que se dé cuenta que también lo puedo tratar sin respeto delante de la gente.

Vuelvo a mirar al anciano.

-Aparte de eso que os habrá encargado, ¿podria venderme a mí un ungüento para las quemaduras de la piel?

Sorbo sin apuro el rico té, que al estar ya algo más tibio permite que su sabor inunde mi boca sin abrasarla en su camino, logro percibir ligeros toques afrutados aunque no logro descubrir exactamente de que fruta o frutas se trata. 

Dejo la tacita en la mesa mientras escucho tranquilo la intervención de mi compañero y como deriva una conversación meramente laboral a asuntos personales con la sutileza que pudiera tener un caballo de guerra Otaku entrando en una alfarería. Aún así, dejo pasar esta búsqueda personal del Bayushi por unguentos milagrosos y otras cuestiones en las cuales no me interesa entrar y me ciño a lo importante.

-Otomo Fujimaki Sama nos encargo que nos encontrarnos con usted para recoger unas plantas medicinales- digo sin rodeos, ya que entre una cosa y otra me estoy cansando de tanta finura y medias tintas. Observo al viejo abiertamente mientras doy otro sorbito al té sin apartar la mirada del anciano.

El viejo mira con los ojos entrecerrados, observa decididamente mientras piensa la respuesta.

Hay muchas plantas y muchos tratamientos en el mundo. El problema que se me plantea, es que no se los síntomas de los que habláis.
Estoy seguro que con una breve descripción de los síntomas podría hacer algo más efectivo para vuestro señor.

El viejo se mueve incomodo. Parece que a su edad estar sentado le da más dificultades que beneficios. Puede que el hombre sea un experto en hierbas, pero está claro que no es inmortal, y que los años pasan para todos igual. Aunque no os atreveríais a ponerle una edad, pues parece más cascado que otros que puedan tener la misma edad.

Aunque no me considero un hombre más observador de lo que podría ser cualquier, la incomodidad de aquel hombre era más que evidente. Un hombre de su edad debe de tener infinidad de dolores y molestias que cualquiera de mi edad no llega a imaginar hasta que es demasiado tarde. La edad es un monstruo paciente con dientes pequeños pero afilados y ni toda las hiervas del mundo pueden impedir su avance o sanar sus heridas.

-No le quiero quitar mucho tiempo señor, yo mismo he tratado a Otomo Fujimaki Sama como he podido con mi infima experiencia y conocimiento. El señor Otomo ha perdido mucho peso y de una manera excesivamente rápida, cosa que evidentemente no se explica por la falta de alimento.- hago una breve pausa y continuo con mi disertación - hace poco hemos viajado a las tierras zorro y buscando un remedio para este mal que padece nuestro señor nos adentrámos en las cuevas de Kuda Mura para hacernos con unas hiervas que crecían en su interior, aunque estas hiervas parecen no haber resultado. Claramente mi señor espera ser curado de esta dolencia y acude a usted en busca de algun remedio- Guardo silencio una vez termino de explicar la situación, en espera de que el anciano vea algo de luz en mis palabras.

 Me quedo espectante a la respuesta del anciano,

-me dá que esta misión esta saliendo más larga de lo previsto.

Callado y atento a la conversación termino mi pequeño vaso de té y lo dejo en la mesa

miro a los alrededores para saber si puede haber amenazas o más de una persona que pueda ser un monje o de el clan dragón.

-No me cuadra que esté solo el anciano, que casi no puede valerse.

El curandero parece encontrarse recapacitando en lo que escuchas. Menando la cabeza, y negando con ella, cuando llega a alguna conclusion que solo puede conocer el.

Si, creo que tengo la solucion. Aunque no pecaria de osado al decir que puede ser infalible. Para los sintomas que me narra samurai san, solo se me ocurre ajenjo y especia de topo. Son dos esencias que mezcladas pueden revigorizar partes del alma que estan malditas.

Si me dais un poco de tiempo, puedo buscar entre mis pertenencias algo de ambas. Sin embargo, tengo que añadir, que si bien son poderosas, son escasas y dificiles de conseguir aqui en la capital, y que no seran baratas. Pero que es para un señor como el vuestro un puñado de Zenis mas, verdad.

Esperadme aqui jovenes, no tardare.

El viejo se levanta. A pesar de su edad y los achaques parece mas energetico, pues el trabajar siempre reconforta al alma. Se pierde en los pasillos interiores de la casa de Te, seguramente hacia su planta alta, de donde provenia cuando lo visteis, asi que sera en ese lugar donde tenga sus hierbas.

Parece que esta mision, es sencilla de realizar a pesar de la importancia que pueda tener. Pues estaba claro, que lo que sufria Otomo sama era algo grave, y sin embargo, cualquier cosa, hierba o unguento podria ayudarle a sanar, asi como ninguno. La medicina era algo muy confuso para casi todos, excepto para los expertos.

-revigorizar partes del alma que están malditas- Las palabras del anciano retumban en mi mente como el sonido estridente de un gong. -¿quien o que podría haber maldito a mi señor?- me pregunto mientras sopeso las repercusiones que pudieran tener las posibles respuestas

-¿podría ser por entrar en contacto con algún ser de las tierras sombrias?¿o algúna persona que lo maldijera a posta?. No lo sé pero aun así la maldición tuvo que tener lugar en algún momento entre su escolta a tierras zorro y su estancia en Otosan Uchi antes de la misión del Susurro. Es posible que la estraña mujer que vimos en esa misión tenga algo que ver. Parecía muy poderosa y logró engañarnos con relativa facilidad- Mis pensamientos emanaban precipitadamente, como lo podría hacer un manantial recién abierto y casi me hace perder el hilo de la conversación con el anciano dragón. Lo veo alejarse y observo como asciende al piso superior utilizando las escalera con más soltura de lo que me hubiera atrevido a imaginar.

Observo a mi alrededor más por aligerar la espera que por la busqueda de algo en concreto y alzo la mano mientras miro al posadero, necesitaba algo más contundente que un poco de té ante esta nueva revelación -posadero, una taza de sochu-

-¿Que otomo-sama está maldito? eso no puede ser,las maldiciones no existen, pero bueno, a ver que remedio nos dá.

Cuando el anciano se va miro a mi alrededor por si veo posibles peligros hacia kuni kiru y hacia mí mientras pienso:

-Haber como voy a poder hacer mi mision bien, ¿porqué todo el mundo generaliza a los escorpiones?, uuuf en que lio me e metido.

Nervioso y vigilante me quedo en aquella mesa, esperando cualquier cosa, y pensando la manera de hacer el último apunte de mi misión.

Vivís otros minutos de soledad y silencio, pues vuestras palabras parecen dedicadas solo a los compromisos que tenéis, en vez de a vuestros compañeros.

Finalmente el viejo baja de la planta superior, contento, con una de esas sonrisas de oreja a oreja. Se acerca a la mesa, y se sienta otra vez, como hacía unos minutos. Parece que realmente no ha llegado a moverse.

Pone sobre la mesa una bolsita de seda negra cerrada con una hilo dorado. La bolsa no es de la mejor de las calidades, pero suponéis que para portar especias y plantas no haga mucha falta más.

El tipo mueve la bolsa para dejarla más cerca de vosotros.

Bien, este es el remido que buscáis. Tenía lo suficiente para hacer al menos 20 tomas, quizás un poco menos si lo aplicáis en buena cantidad. Pero con muchas menos debería de notarse una mejora evidente de los síntomas, y así poder luchar contra el mal que aflige a vuestro noble señor.

Os mira suspicaces. Pero parece no sentirse molesto por vuestras caras.

Mi buenos amigos. Son solo 4 zenis. Por ser vosotros.

Si bien era verdad, que el precio era una pequeña fortuna, no era descabellado que pudiera costar eso en la capital imperial, como tampoco era descabellado pensar que Otomo sama pudiera pagarlo.
El viejo contento de poder ayudar espera pacientemente a ver que decís.

Miro a mi compañero samurai, esperando ver un movimiento de ofrecimiento, y noto que nunca va a salir del cangrejo, entonces saco de mi bolsito situado a la derecha de mi cintura, 4 zenis, contándolos poco a poco, con paciencia, se los pongo en esas viejas manos.

-Muchas gracias Dragón-san nos tenemos que ir si quiere beber una taza de té, le invito, Posaderoo una taza para este señor.

Me levanto de mi sitio,hago una leve reverencia hacia el monje, y me voy.

Por una vez parece que el escorpión ha hecho algo bien, o al menos no ha empeorado la situación con sus acciones, la verdad no tenía esperanzas de que así fuera. Hago una ligera reverencia al dragón mientras me levanto para marcharme.

-Ahora solo hay que comprobar que la medicina no hará daño al señor Otomo- digo a mi compañero cuando salimos de la posada - ahora solo hay que convencer a un eta para que la pruebe- propongo socarronamente al escorpión. -quizás te puedas encargá tu Kusanagi San- afirmo mientras me acerco a los caballos.

El viejo curandero se despide de vosotros dandoos las gracias. Y salis, en cueanto estais cerca de los animales, que no han ido a ningun lugar buscais un Eta por la zona.
Pero no veis ninguno, aunque hay un joven que esta limpiando al otro lado de la pequeña plaza sacudiendo unos trapos. Quizas ese joven pueda serviros.

Y si vais a probar vuestras teorias, mejor hacerlo lejos de la mansion de Otomo que cerca.

La bolsita por otra parte pesa lo suyo. Se ve que el curandero dragon sabe lo que se hace, y puede que hayais echo un negocio muy bueno. Pues parecia realmente dispuesto a ayudar a vuestro señor. Asi que por el momento habeis logrado un pequeño triunfo, uno que hay que confirmar, pero triunfo al fin y al cabo.

Voy hacia el joven muchacho a pié,pues no pretendo llamar mucho la atención y sin hacer ruido me planto detrás de él y lo miro detenidamente (por si acaso sea de algún clan)

-Hola joven muchacho, - Espero que me mire - Soy Bayushi Kusanagi san - Una pequeña reverencia - ¿Tu como te llamas?.

Voy hacia los caballos con tranquilidad y no presto atención a los actos del escorpión, si alguna vez me preguntan podré decir con toda sinceridad que yo no he visto nada. Entrego parte del contenido de la bolsa disuelta en agua al Bayushi, lo suficiente para una dosis, lo que hiciera él para averiguar si era digna de Otomo ya no era cosa mía.

Compruebo los animales con parsimonia y espero pacientemente a que el enmascarado samurai haga lo que tenga que hacer. Miro al suelo y me entretengo observando los pequeños y escasos brotes de hierva que crecen entre las piedras de la calle y la tierra aplastada por los miles de caminantes que a diario pasan por su superficie -pobre tierra, tan castigada por los años y nadie se para a observar tu dolor, pero eres eterna y cuando nosotros ya no estemos, vivirás tranquila bajo pastos verdes y frondosos- le susurro como vaticinando un futuro aciago para la capital del Imperio.

Espero que me diga su nombre, aunque me da igual.

- Encantado de conocerte,  ¿me preguntaba si por casualidad Querias ganarte un zenis?,solo tendrás que hacer un trabajo sencillo, serás catador por un dia, tendrás que probar una bebida haber, si sabe bien o no, porque yo soy alérgico a la fresa y como está hecho con extracto de fresa no puedo probarlo, ¿harías ese trabajo por mi?

Saco un zenis y se lo enseño.

-Mira, esto puede ser tuyo,

En la otra mano saco la bebida

-Pero antes tienes que beberte esto.

Y le doy el preparado al chico.