Partida Rol por web

La situación se vuelve trepidante, os dividís, y durante unos segundos pensáis que tenéis al tipo justo donde queríais. Pero llegáis hasta un claro entre tanta chabola. Cada uno por un lado.

Durante unos segundos, os miráis, preguntándoos como se os había podido escurrir. Sin embargo una punzada en la nuca os dijo que había algo fuera de lugar.
No sabéis que fue primero, si el silencio, el olor a sangre o quizás alguna otra cosa.

Mirasteis rápidamente, y bajo los escalones de entrada a las chabolas había trozos de miembros corporales cortados. Algo extraño pasaba allí, y de repente ibais a averiguar que era.

Un extraño cantico se acercaba a vosotros.

Cuatro figuras aparecieron por las esquinas.
Una de ellas, un hombre que parecía en cierta forma un monje fue el que hablo.

Estáis en el santuario del divino. No tenéis derecho. Noto que sois unos impuros. Merecéis morir.

Los otros hombres que estaban realizando aquel extraño canto callaron de pronto y sacaron unos cuchillos con sangre seca y os miraron con ojos de muerte. También el monje con extraños ropajes y tatuajes se puso en posición de combate. Aunque este iba desarmado.

Monje Jefe

Tipos Malos

-Hijo de mil onis- digo entre dientes pensando en el viejo que nos ha atraído a este lugar. Miro los cuchillos manchados de sangre y  me fijo en cada una de las carras de los agresores -¿Portavoces de sangre en Otosan Uchi?- me pregunto,  mientras coloco mi mano dentro de la bolsa de pergaminos, sin saber a ciencia cierta si eran portavoces, ya que tenía claro que Maho tsukai no parecían ser.

 Mi cuerpo estaba tenso y preparado para la batalla, y me doy el lujo de manchar mis mejillas con un poco de pintura roja que saco de la bolsa, sin mucho protocolo y con dos rápidos utilizando el propio frasco en donde la guardo. -Suerte que decidí venir armado- pienso mientras miro fijamente a mis adversarios.

Tras esas palabras desafiantes del individuo, saco a tetsutaro, como siempre, preparado para la batalla, aunque llevaba tiempo sin poder abrirse camino entre piel y músculos, se que estaba deseando cortar carne, y en posición de combate me quedo esperando cualquier movimiento de los enemigos.

Aunque estábamos en desventaja sé, que a esa chusma con cuchillos podría derrotarlos, pues por lógica, tetsutaro al ser más largo podría mantenerlos a distancia, pero... me preocupaba mas el individuo sin arma,

- Parece muy poderoso... -

-...Aunque a lo mejor no tanto como kuni san- Pienso mientras miro de reojo a kuni kiru

-¡¿Quién quiere ser el primero en probar el poder de tetsutaro?!. ¡¡¡¡¡¡VEEENGAAAAN!!!!!

El hombre tatuado parece no tener miedo de nada de lo que ocurre a su alrededor. Corre un puñado de pasos hacia el Kuni que ha sido el que mas cerca se ha quedado de el, y lanza una potente patada voladora.

Retraso mi acción para ver si alguno de los que lleva cuchillo me ataca.... espero en posición de ataque,

La potente patada del hombre tatuado me provoca una mueca de dolor, y aunque tal patada era realmente potente y potencialmente peligrosa en cualquier otra persona, mi cuerpo es lo bastante duro para enfrentarse a ella con sólo algunas contusiones como resultado.

El golpe me pone en una situación peligrosa para lanzar un hechizo, pero decido utilizar toda la fuerza de la tierra para apresar a este peligroso oponente y encargarme de él después de haber acabado con sus acólitos.

 Toco el suelo y extiendo el pergamino en el aire recitando el conjuro sin siquiera leerlo. Pero en ese momento el dolor se hace patente y hace que no sea capaz de hacer que salga el conjuro adecuadamente, me había exigido demasiado a mi mismo, podría ser un error fatal pero estos no eran ni la mitad de peligrosos que cualquiera de los que había estudiado. Aún así no podía confiarme, y más después de haber probado las poderosas patadas del monje.

Los tres hombres desarrapados buscan rodear al joven escorpion de manera que le sea mas facil atacar. Parece que o bien dan por sentado que el otro hombre acabara su trabajo o puede que piensen que el hombre de la espada es mas peligroso.

Los tres atacan casi al unisono, con una sincronia extraordinaria fuera de lo comun.

El primer enemigo roza el hombro del guerrero, pero no estaba destinado a hacer ningun daño.

El segundo golpea rapidamente el bajo vientre, pero su cuchillo es parado por la espada del samurai sin demasiado peligro para este.

El ultimo gana el flanco y ataque con fuerza desde arriba. Pero el puño del samurai para el golpe en seco, denjando a este en una precaria situacion.

Tras dejar a el último que me atacó en seria desventaja con mi puño , esgrimo a Tetsutaro y hago un serio corte de arriba a abajo al individuo y mientras lo cortaba , noto como la sangre hacia que fluyera mejor por el corte, y como un baile sigo moviendome con mi espada intentando acabar con mis oponentes.

De reojo miro a kuni san que parece dolorido e impotente.

- ¿Necesitas ayuda kuni san? piensa que te estas dejando ganar por gente que aparentemente las tierras sombrias las a corrompido....

Digo, queriendo motivar al joven suwenya

La batalle se divide en dos planos. En el primero, el Shugenja pierde puntos ante el monje tatuado, cuando recibe un fuerte impacto, y no puede contestar con su magia, o con cualquier otra cosa.

Mientras, uno de los Etas cae al suelo con un herida, que de no ser tratada inmediatamente le llevara a la tumba. Sin embargo, parece que las posibles bajas no son precisamente un problema para vuestros enemigos que siguen a la carga.

El monje, que sonrie con descaro viendo perder el tiempo al hechicero con sus trucos de feria, ataca sin miramientos. Apoya una pierna en el suelo y con la otra pierna estirada, realiza un giro digno de el mejor bailarin, impactando en el cuello del poderoso cangrejo, que gracias a la constitucion no cae rendido inmediatamente al suelo.

El combate continua. Los hombres que estan cercando al escorpion, se alejan un paso, seguramente para seguir atacando sin cuartel.

Nervioso ya y en posición de ataque veo como los bandidos dan unos pasos hacia atrás pues parecen un poco intimidados tras el trabajo de tetsutaro, cuando de repente "PLAAAAASHHH" escucho a mi izquierda, y de reojo observo, para mi sorpresa que ese ruido provenía del contacto de la pierna del hombre con el tatuaje en la cabeza y la cara de Kuni-san y con una mueca de dolor reacciono.

-No puedo dejar que lo mate, puede que lo necesite más adelante, es el único de los samurais de otomo que utiliza la magia... además puede que me lo agradezca con algún tipo de favor.

Dejo a los bandidos y me dirijo al monje tatuado, pues a dejado un hueco bastante grande como para poder cortar con mi katana desde arriba.

Lo flanqueo por su costado izquierdo agarro mejor con la mano izquierda el extremo del mango para que haya mayor ángulo de corte y con un movimiento de muñeca dejo que tetsutaro termine la faena como es debido.

La ira me inunda cuando veo la sonrisa del monje, la sangre de mis ancestros Hiruma corre por mis venas y por un momento olvido mi posición como shugenja. Tomo a haōsawagi, el tetsubo heredado de mi familia e intento hacer honor a su legendario nombre y rindiendo homenaje a todos mis ancestros, a los que había fallado al convertirme en un usuario de la magia. 

-VETE A REIRTE DE TU PUTA MADRE-  grito mientras descargo toda mi ira en un solo golpe e impacto limpiamente en la boca del monje, el tetsubo se hunde entre los dientes del agresor y siento como se van partiendo uno a uno borrando literalmente su sonrisa para transformarla en una mueca sanguinolienta y vacía.

El monje sufre todo tipo de heridas en un instante. Pues el Escorpión decide salir en ayuda de su compañero, aunque era evidente que no la necesitaba. La manera de luchar tan despreocupada por su propia seguridad de aquella especie de monje había echo que ahora estuviera inconsciente sangrando sobre el suelo del poblado eta.

Uno de los dos hombres que quedaban pareció recuperar un poco de cordura y salió corriendo, sin embargo, fue el otro, cuchillo en mano quien se tiro al cuello del shugenja.

Quería acabar con su vida. Era evidente.

Se lanzo en un salto brusco, el cuchillo despedía una brillo malícienlo, que parecía querer matar por sí mismo.

Sin embargo, antes de que pudiera probar suerte, el shugenja se tiro hacia atrás, evitando el impacto. Momento que Kusanagi san aprovecho para cercenar la cabeza del insensato eta que había decidido atacar.

Finalmente toda la pelea había acabado, todos vuestros enemigos habían caído, y estaban muertos. Sin embargo, no parecían tener relación alguna con el hombre que os había robado. Y para ser sinceros, ahora no sabríais donde encontrarlo.

El sol de medio día estaba apretando, y el olor a sangre era francamente desagradable.

Tras rebanar la cabeza del bandido, alejo un poco a tetsutaro y con un giro de muñeca muy brusco lo sacudo, la sangre en la katana se hacia una con el *aceite que le extendía todas las noches para cuidar su hoja mejor, y escurría hasta caer al suelo, acerco el *habaki de la hoja a la saya y sin mirar notando como pasa la hoja por la saya, la meto en ella para guardarla pues ya había hecho su cometido

-Bien tetsutaro, ahora descansa, te lo mereces.

Le digo a mi arma mientres la guardo.

Me giro hacia kuni san.

-Haber ...¿estás bien?

Dejo que se incorpore.

-Ya hemos perdido al ladrón, pero podríamos informar de esta gente a nuestro señor.

-Por cierto, si vas a estar conmigo, quiero alguien que pelee en las batallas. no quiero ser niñer...

...Cuando de repente recuerdo mi misión, "ser el samurai del cangrejo y protegerlo"...

-(resoplido)Venga vámonos de esta mierda de sitio.

Sacudo el tetsubo con fuerza hacia el suelo en un intento por despegar de él la sangre, los dientes y los jirones de carne que han quedado adheridos. 

No respondo ante la pregunta del escorpión ni ante el comentario de la perdida del ladrón, pero mi ceño se frunce y mi mirada se clava en los ojos del bayushi como dagas ponzoñosas. Evidentemente estaba magullado, pero no en exceso y pensaba que el escorpión no era capaz de aguantar ni la mitad que yo en una pelea como la que acababa de acontecer, y ni siquiera de reponerse a la mitad de velocidad que yo sin mi ayuda.

-yo no necesito tu ayuda para nada escorpión, ni tampoco te la he pedido, soy totalmente capaz de valerme por mi mismo como ya has comprobado- digo conteniendo la mano con la que agarro a haōsawagi

hago un esfuerzo por mantener la compostura y me limito a investigar los cuerpos de aquellos maleantes por si entre las pertenencias de estos existe algo que pueda darme una pista de quienes son y que es lo que hacían en este lugar.  Realmente no teníamos porque informar a nuestro señor de lo acontecido ya que no habíamos perdido su dinero, si no el nuestro y nuestra falta no lo afectaba a él. El caso era como decírselo al escorpión sin quedar mal.

La situacion sigue siendo tensa, cuando os dais cuenta de que mas que compañeros de lucha, sois enemigos esperando saltar a un combate. O puede que la energia del momento, la extraña magia del monje o cualquier otra cosa, os conduzca hacia la ira.

Pocas son vuestras palabras, y muchas las heridas que estan inflingen en vuestros egos. Sin embargo, cuando Kuni san investiga, deja de lado todo lo que tenia en mente.

El monje, en el pecho, tenia una marca que le era familiar al shugenja. El escopion no estaba interesado en mirar, hasta que nota como el silencio se apodera de su compañero.

Tras un rapido vistazo, y un poco de memoria, el hombre espiritual reconoce un simbolo. Sabe que lo ha visto antes, a la mujer que hacia llamarse susurro asesino. La que quiso acabar con ellos no hace demasiado tiempo en Kikena Rooka.

El escorpion, no sabe que es, pero presiente que es algo malo. Ha visto muchas marcas a lo largo de su vida, de todas formas y tamaños, y la manera de gravar esas marcas, bajo la piel, como una sombra tenue, le recuerda algo.

Ambos samurais vuelven al poco a la realidad cuando escuchan un grupo de gente hablando a voces sobre comida unas casas mas lejos.