Partida Rol por web

Debía armarse de paciencia, aquella mujer estaba muy perjudicada, así que hubiese tomado aire si el hedor nauseabundo no estuviese a su alrededor. Para esta ocasión era mejor utilizar otra técnica, contar hasta diez mentalmente y con calma, concentrándose en la pronunciación que tendría cada letra. Al fin la mujer dio con un documento válido, y Aina lo tomó y anotó los datos pertinentes.

-Gracias- dijo a Annie mientras le devolvía su documento nacional de extranjera. Momento que la mujer aprovechó para tomarle del hombro. A Aina no le gustaba que le tocasen, aquello hizo que sus músculos se tensasen ¿Se creía acaso que eran amigas? No era así, Aina estaba haciendo su trabajo,de ahí a lo otro había un abismo. De no estar vestida con el uniforme se hubiese sacudido aquella mano de encima, pero estaba trabajando, y posiblemente estuviese ante una víctima. En cualquier caso Annie estaba convencida de serlo, así que se contuvo, igual que la respiración ante aquella oleada apestosa capaz de tumbar a un elefante.

Joder, quien iba a querer violarla? ¡Antes habría que desinfectarla! No pudo contener estos pensamientos, y por ello se reprendió a si misma.Mal Aina, mal. Debes estar por encima de esto, ya sabemos que para gustos colores, y que hay gente muy rara por el mundo

-No se preocupe- le dijo queriendo reconfortarle al ver que estaba a punto de ponerse a llorar de nuevo. Y otra vez se sobresaltó ante el nuevo grito de Annie.

Ante la descripción de la escena Aina se mantuvo seria, le daban mucho asco las personas que se comportaban así, mostrando su sexo como si fuese una de las maravillas del mundo. De estos habían tanto hombres como mujeres, aunque los primeros se hacían notar más. - Comprendo.- anotó algo más Quería una felación Siguió escuchando a la mujer en todo lo que quisiese explicarle. Después se decidió, Annie ahora tendría la cara del agresor fresca en su memoria. Bueno, todo lo fresca que pudiese estar.

-Espereme aquí un momento, le traeré un vaso de agua y haré una llamada. No tardaré-
Y eso hizo, de entre toda la leonera que era aquella comisaría trató de dar con un vaso y un botellín de agua, o una máquina de aquellas que funcionan con garrafas. En su defecto el agua del grifo podía valer, no eran un bar, pero preferiría tener botellines y poderlo entregar sin abrir. Después pensaba alejarse un poco de Annie, pero sin perderla de vista, no quería que tocase nada. La idea era llamar a la guardia civil, no perdía nada por probar, y quizás averiguase algo más sobre aquel vehículo.

Annie probó el agua y una mueca de disgusto se dibujo en su rostro. No es que el agua del grifo fuera horrible, pero sin duda alguna el sabor no era lo que la señora Henderson estaba esperando. Un poco de whiskie hubiera estado mejor.

Mientras Annie miraba con recelo el contendo del vaso, Aina aprovechó para llamar a la guardia civil. Mientras esperaba Capllons le hizo un gesto con la mano, un pulgar hacia arriba acompañado de una sonrisa.

Cuando estaba a punto de decirle algo a Miquel, empezó a sonar la grabación del contestador al otro lado del móvil.

"Ha contactado usted con guardia civil de Inca. Si tiene una emergencia marque 1. Si quiere hablar con atestados marque 2. Con intervención de armas 3. Si quiere hablar con un operador espere...".

Justo entonces comenzó a sonar una melodía de espera. Se trataba de una conocida canción de los Beatles. Casi tres minutos después finalmente contestó alguien. Suerte que Annie estaba casi dormida.

- Guardia civil de Inca... - Dijo alguien desde el otro lado del teléfono.

- De policía local de Llanura del Buenpaso. - Respondió ella. - Era para mirar una matrícula por si el coche estuviera robado.

- Conecto el programa y me la cantas. - Accedió el guardia. - Listo, dime. - Tras unos segundos.

- Apunta 7, 7, 4, 5, Fokstrot, Golf, Mike. - El corazón de Aina latía con fuerza. No quería meter la pata con uno de aquellos códigos y no lo hizo.

- Vale, esta a nombre de María Dolores San Emeterio Prego, con domicilio en la Coruña. - Hizo una pausa. - No tiene nota de hurto. ¿Algo más, compañera?

-Nads más, muchas gracias- respondió al guardia civil.

Si el coche no había sido robado era buena señal, o eso creía. Podría trabajar para ahondar un poco más en aquel asunto, pero para eso ya no necesitaría a Annie, por ahora. Llegaba el momento de ponerse en el otro lado de la balanza, pues si hasta ahora se había dado por bueno todo lo que la mujer decía, ahora debía averiguar si acaso eran fantasías o directamente mentiras.

Volvió con la mujer. -Bien, me sería de gran ayuda saber en qué casa le dieron resguardo. ¿Recuerda el nombre de la mujer o la dirección?-
Si se daba el caso podría preguntarle, aunque también podría averiguar la distancia aproximada desde el lugar de los hechos hasta la casa en la que Annie decía haberse escondido. La mujer iba muy mal, demasiado alcohol, pero iría así ya cuando paseaba al perro o acaso se bebió hasta el agua de los floreros de su "salvadora?"?

Annie iba fatal, y en el estado de nervios que estaba no era lo más prudente dejarla suelta por el pueblo. Lo mejor era que durmiese la mona en casa. - Bien, señora Henderson, con esto será suficiente por ahora. Me pondré en contacto con usted en unos dias si necesitasemos algún detalle más. ¿Quiere que llamemos a un taxi para que la lleve a casa?- dudaba de si aquella mujer comprendería que el servicio de taxi lo tendría que pagar ella, no lo cubría la comisaría por razones evidentes. Se planteó el llevarla ella misma, pero le daba miedo sentar el precedente y convertirse en la niñera de los borrachos y los gandules, que la buscarían con alguna excusa para tener chófer gratis.

- No se como se llamaba. Era una mujer pequeña y gordita. La casa era grande y con perros. Un chalet con piscina... - Respondió. 

Entonces cuando Aina sugirió lo del taxi, parecieron entrarle las prisas a la señora Henderson. Empezó a recoger sus enseres y a mirar hacia la puerta.

- ¿Taxi? - Miró extrañada a la joven. - No, gracies... Vivo muy cerca. Muy caro. No gracies. - Dijo con acento ingles. 

Entonces firmó su denuncia, agarró sus trastos y se marchó por donde había venido. Parecía bastante satisfecha y todos los lloros iniciales parecía que habían desaparecido de la noche a la mañana. Fue en el preciso instante en que se cerró la puerta cuando salió del despacho el compañero de Aina.

- Te he visto bien. Muy suelta. - Dijo un sonriente Capllons. - Sabes... mi primera intervención cuando llegue aquí hace algunos años también fue con Annie... - Suspiró tratando de evitar una risa. - Sabes... me llamaron del PAC. Al parecer alguien había hecho una cosa muy desagradable en medio del pasillo... Ahí lo dejo.

- ¿Qué? - Preguntó Aina interesada.

- Al parecer, nuestra amiga la señora Henderson. Estaba enfadad por tener que esperar su turno y no se le ocurrió otra cosa que bajarse los pantalones y cagar en medio del pasillo. - Capllons soltó una carcajada. - ¡Ahora me río, pero en el momento casi vomito! No tienes que creerte nada de lo que te diga esa loca... ¿Vamos a dar una vuelta con el coche?

Desde luego aquella mujer era todo un personaje. No insistió con lo del taxi ni le hizo mueca alguna respecto al tema. Respetaba su decisión y ella sabría sus razones. Ahora estaba en manos de Aina actuar o no, y a pesar de que Capllons le instaba a no hacer caso de lo explicado por la señora Henderson a Aina no le parecía bien hacerlo.

-Pues he tenido suerte, aunque tampoco olía a rosas-

Imaginaba a Miquel en su primer día y la sorpresa que se llevaría con su primera intervención.

-De todos modos me gustaría ver la zona por la que ha dicho que se encontró con el hombre, por donde dice paseaba el perro. También estaría bien hablar con algunos vecinos por si vieron algo o ha sucedido más veces. Y creo sería perfecto encontrar la casa en la que supuestamente se resguardó del presunto agresor, hablar con quién la dejó pasar.- hizo una breve pausa, creía que su compañero pensaría que eran cosas de novata.
-¿Conoces el cuento del pastorcillo y el lobo?- Si Capllons no lo sabía se lo contaría en versión resumida, Miquel no era un niño y no hacía falta darle bombo al cuentecito. -Pues creo que debo mirar tantas veces como sea necesario, porque aunque siempre suela ser falso, quizás el día en que decida no darle importancia la amenaza sea real- y ese era su trabajo, velar por la seguridad de las gentes, hacer que todos estuviesen más seguros y ella estaba dispuesta a realizar el esfuerzo que fuese necesario, por absurdo que pudiese parecer.

El veterano no pudo evitar soltar una única carcajada irónica a la vez que entornaba los ojos hacia arriba, tras lo que murmuró

-Ay, cachorrillos...

Resopló por la nariz y se cruzó de brazos en dirección a la policía en prácticas-Comprendo que justo acabas de salir de la academia y te han llenado la cabeza de pájaros y esas cosas, créeme que yo pasé por lo mismo... y comprendo que quieras seguir todos los protocolos y esas historias que os venden en la academia, pero recuerda el día que te lo digo, que llegarás a apreciar los consejos de los veteranos... Negó con la cabeza y, tras darse cuenta de que parecía que podía estar regañando a su subordinada alzó ambas manos mostrando las palmas

-¡Que no es que te reproche nada! ¿Eh? Solo lo digo, venga conduces tú- le tiró las llaves del coche.

El vehículo policial estaba estacionado junto a la oficina. Se trataba de un coche eléctrico de la marca Hyundai modelo Ioniq. El agente Capllons se dirigió directamente a la puerta del copiloto y tan solo tocando con el dedo sobre la manilla, la puerta se abrió. Por dentro el vehículo estaba algo desgastado, pero para tener seis años y ser un coche policial estaba aparentemente bien.

No rió ni sonrió a la reacción de Capllons. De hecho su cara era una de esas de póker, en las que uno no sabe que estará pasando por esa cabecita. Y mirando a Miquel sin parpadear se preguntó si acaso aquello habría sido lo que sucedió con su hermano. Si estaban demasiado cansados como para tomar en serio el asunto.

-Tampoco tenemos nada mejor que hacer- respondió finalmente a Capllons más seca de lo que había pretendido.

Cogió las llaves del Hyundai, se sentó en el asiento del conductor y sintió como lograba relajarse un poco al contacto con el volante. Ser ella quien conducía le daba una sensación de llevar el control y no podía negar que le gustaba.

Aina no rompió el silencio durante el trayecto, asi que si Miquel no dijo nada irían en silencio hasta el lugar en que Annie había indicado que paseaba el perro. Se preguntaba cómo un coche de Coruña había llegado allí. ¿Tal vez María Dolores San Emeterio Prego tenía por allí una segunda residencia? ¿Podría ser algún familiar de la misma el hombre que había descrito Annie? Otra posibilidad era que la señora Henderson se hubiese inventado la matrícula, con la puntería de acertar con aquel vehículo, pero que el coche jamás hubiese estado cerca de Llanura de Buenpaso.

-¿Y tiene mucho historial la señora Henderson? ¿Sabes dónde vive?-
Había escuchado a la denunciante, ahora tocaba ser crítica y valorar quien era realmente la víctima en todo aquello. Escucharía atenta a Capllons mientras recorrían la zona, tendría los ojos bien abiertos por si viese el coche o cualquier otra cosa extraña.

- Razón tienes. – Le sonrió Capllons mostrando su blanca dentadura. – No tenemos nada mejor que hacer. Vamos a investigar el extraño caso del violador de ancianas… - Bromeó.

Capllons le indicó a Aina que cruzara todo el pueblo con dirección al camino de Jornalets. Era allí donde se hallaba el molino del que seguramente hablaba Annie. Capllons la había visto pasear muchas veces a su, como le llamaba Miquel: “chucho feo”.  Mientras se encaminaban al lugar de los hechos, Capllons respondió a las inquietudes de Aina.

- ¿Antecedentes? – Sonrió. – Penales no… Creo. – Dijo. – Pero es cierto que es conocida del pueblo por ser una borracha. A parte de lo que te he contado antes, hemos tenido que intervenir bastantes veces con ella. Se ha caído borracha bastantes veces y ha tenido que venir la ambulancia. A parte de eso… bueno… poca cosa más.

Detuvieron el vehículo policial una vez llegaron al camino de Jornalets, uno de los últimos del pueblo antes de llegar al polígono. Se trataba de una calle que se marchaba en dirección a la zona rural. A ambos lados del camino había algunas parcelas con árboles y casas unifamiliares y chalets. No había coches aparcados a los lados del camino, pues estaba prohibido y por supuesto tampoco estaba el coche gallego.

- ¡Ale, empieza tu búsqueda! - Sonrió de nuevo Capllons.

La mujer había descrito una casa grande con piscina y a Aina le pareció que todas las de la zona debían corresponderse con ese perfil. Suspiró mirando a ambos lados, habían unas cuantas casas y chalets a comprobar, sin embargo no todos los que vivían allí debían ser mujeres bajitas y gorditas, y tal vez no todas tuviesen perros. 

En fin, hay que hacerlo. Se dijo, no estaba dispuesta a dejarse vencer por una especie de pereza. Sacó su libreta y su bolígrafo para ir anotando las casas que iban visitando, quizás no pudiesen comprobarlas todas aquel día, siempre podía surgir una urgencia o cualquier cosa imprevista, así que prefería tenerlo controlado para no molestar a los mismos dos veces ni dejarse a ninguno.

-Nunca se sabe, hay a quien le gusta que se quiten la dentadura...- Respondió a la broma de Capllons, aunque con tan solo un atisbo de sonrisa en la comisura de los labios. 

-Pues empecemos. Si supieses de alguna mujer pequeña y gordita que tenga perros y viva en alguna de estas casas, podríamos empezar por ahí y tal vez ahorrar tiempo- Ella llevaba ya al menos un año fuera, su compañero, en cambio, debía conocer bien a las gentes de allí, era que posible con su ayuda diesen antes con la mujer que había ofrecido resguardo a Annie Henderson.

Capllons estalló en abundantes carcajadas ante la broma de la dentadura. Reía de forma desmesurada. El chiste no había sido tan bueno como para que le cayeran las lágrimas a ese hombre, pero así era. Lo cierto fue que posiblemente, Miquel no esperaba que una chica tan estirada como Aina bromeara de esa forma y le había chocado bastante, de ahí su risa incontrolada. O eso quería creer Aina...

- Sabes... - Dijo entonces Capllons cuando pudo controlarse. - En el mercado de los domingos hay una mujer. Pinta cuadros. Debe tener sesenta... casi setenta años. Dice que cuando va a Son Pardo (hipódromo de Palma conocido porque por las noches se ejerce la prostitución) cobra más que el resto porque no muerde. ¡No tiene dientes!  -  Y volvió a estallar en carcajadas.

- Bromas a parte... - Capllons comenzó a pensar. - No me suena nadie de esas características... Aunque teniendo en cuenta que clase de gente vive en esta zona... - Chasqueó la lengua. - Gente con dinero, que no se relaciona demasiado con el resto... - Capllons señaló una vivienda. - Igual podrías comenzar por ahí. - Dijo. 

Capllons señaló una casa que concordaba a la perfección con la descrita por Annie Henderson. Se trataba de una finca muy grande con una valla flanqueada por dos columnas de piedra. Al otro lado de la misma se podía observar un edificio de una planta. Un chalet que podía corresponder con el que Annie había descrito y se escuchaban ladridos de perro desde el exterior. No veía la piscina desde allí, pero si Annie había accedido al interior posiblemente la habría visto de estar allí. Por desgracia no había timbre para llamar.

Mientras Aina trataba de decidir por donde empezar a buscar Capllons se recostó contra la pared del edificio del molino. Sacó su teléfono móvil ya aparentemente comenzó a escribir un mensaje de texto. Sin duda alguna, su interés por el caso o era el mismo que el de la recién ingresada en el cuerpo. Al menos no se había ido o la había dejado sola, aunque no sabía si eso era mejor o peor.

No rió con Capllons, lo miró con cierto escepticismo y pareció meditar sobre lo que le contó de la tal Pinta Cuadros. Se preguntaba qué podía llevar a alguien a prostituirse incluso a tan avanzada edad. ¿Era posible que alguna mujer realmente desease dedicarse a aquello? Dudaba mucho que entre un puesto de trabajo normal y el prostituirse escogiesen lo segundo. Saber que aquella anciana tenía esa vida le causó más pena que gracia. Se limitó a encogerse de hombros en respuesta a Capllons y su anécdota del mercado, después siguió a lo que les ocupaba.

Su compañero no era un mal tipo, tal vez sucedía cómo a los médicos, que con el tiempo te curtes y te vuelves más insensible a ciertas cosas. Aina no estaba segura de querer insensibilizarse o curtirse demasiado con aquellos asuntos. 

Asintió ante la propuesta de por dónde comenzar. -Bien, veamos si tu instinto ha dado en el blanco- Por desgracia, por más que miró no encontró timbre alguno. ¿Qué podía hacer? Trató de mirar entre las rejas de haberlas, o sobre el muro si lograse alcanzarlo aunque hubiese de saltar. ¿Cómo era posible que no tuviesen un maldito interfono, timbre ni nada? Parecía claro que no se trataba de una casa abandonada, los perros indicaban que alguien se debía ocupar de ellos.

Dio la casualidad que cuando Aina miró por encima de la barrera observó como una mujer salía por la puerta de entrada y accediendo a un balcón situado en la planta baja que reposaba bajo un porche. Se trataba de una mujer de unos cuarenta años de edad, la cual vestía con un uniforme blanco de una empresa de limpieza. No era muy difícil deducir que se trataba de la limpiadora que tenían contratada en aquella casa.

Aina llamó la atención de dicha mujer y esta, si bien al principio se asustó al ver a alguien asomar por encima de la barrera, llegando a dar un respingo y un pequeño chillido, finalmente comprendió que quien se hallaba tras la barrera era la policía y se apresuró a abrir la barrera con el mando automático.

Capllons y Aina se adentraron en la finca. Un camino de gravilla enmarcado por unas pequeñas vallas de madera y abetos a ambos lados del camino, llegaban hasta el porche y la puerta de entrada de la vivienda que se hallaba a no menos de cincuenta metros de la barrera de entrada. Allí les esperaba la mujer que realizaba las labores del hogar, aún algo sobresaltada y con la mano en el pecho.

- ¿Qué ha pasado algo? – Preguntó con el corazón en un puño al ver a la Policía, pues de todos es sabido que la presencia del cuerpo en el domicilio de uno es señal de malas noticias.

Trató de sonreír de un modo tranquilizador para calmar la angustia de la mujer, sin embargo aquello no era lo que mejor se le daba a Aina, así que no estaba segura de si la mueca de su rostro lograría transmitir calma o asustaría más a la pobre mujer.

-Bueno días. Somos agentes de la policía de Llanura de Buenpaso. ¿Están los dueños de la casa?- quiso presentarse y le mostró su placa* mientras le explicaba quienes eran. No le puso prisa para que pudiese comprobar que realmente eran quienes decían.
Mientras trataba de fijarse en lo que les rodeaba, si se veía alguna piscina, si habían coches que pudiesen apreciar desde allí, si la chica de las faenas era bajita y gordita...

Bajita y gordita era la definición exacta de aquella mujer. No tardó demasiado en mover sus cortas piernas hasta donde se hallaba Aina y aun sin aliento se plantó frente a ella.

- ¡Qué mañana más movida! - Exclamó aun sin haber recobrado del todo el aliento. - ¡Primero esa extraña mujer y ahora...! - Tomó aliento. - Dígame... ¿En qué puedo ayudarles?

Sintió cierto orgullo de su compañero, aunque no lo exteriorizó por ahora. Su olfato de veterano parecía haber dado justo en la diana.

- Mire, pues precisamente hemos venido al ser informados de que esta mañana han sucedido cosas fuera de la rutina del barrio.- no quería explicarle yo las cosas, mi intención era que ella me lo contase a mi. Así yo podría unir piezas del puzzle sin haberle dado forma. - ¿Podría hablarme de esa mujer?-

- ¡Oh, esa mujer hacia cosas raras! - Respondió al fin aquella mujer dándole algo de luz al asunto. - Toco a la puerta como desesperada. Al principio no la escuché... Los señores no tienen timbre, no les gustan las visitas inesperadas. Pero luego la vi y me acerqué. Me pidió auxilio, pues decía que le perseguía un hombre. Le dejé pasar y me contó que intentaban secuestrarla o algo así. - La asistenta hablaba gesticulando de forma excesiva, se notaba que para ella aquel incidente era lo más parecido a encontrarse dentro de una película y no parecía disgustarle del todo, sino todo lo contrario. - No la entendía muy bien, era extranjera y hablaba muy rápido. Además parecía que había bebido algo.

Miquel miró a Aina durante unos instantes tras escuchar aquella explicación. En su mirada se leía la típica expresión: "ya te lo dije". No obstante no hizo ningún comentario al respecto. También era evidente que entendía las ganas de Aina por tratar de salvar el mundo. Al fin y al cabo, todos los policías recién salidos de la academia tenían ganas de hacer cosas memorables y solucionar todos los males de la sociedad. Aunque por desgracia eso sólo era cierto en un gran porcentaje de los casos, pues algunos agentes podían pasar a ser considerados como se decía en la jerga policial como "caimanes", ya desde sus inicios.

- Señorita, si me puede dejar su DNI... - Le solicitó Capllons.

- ¡Oh, si desde luego! - Respondió la mujer internándose un instante en la casa para rebuscar en su bolso dicho documento. 

Capllons recogió el DNI con un "gracias" en la boca y comenzó a apuntar los datos. Resultó que aquella mujer, aunque no tenía acento muy marcado, provenía de Perú. Su nombre era Maria Esperanza Hernandez y era del año 1981. Mientras Miquel acababa de apuntar los datos, Aina tenía tiempo de hacer alguna pregunta más... si es que era necesario.

Asintió escuchando a la mujer, al parecer no iba a necesitar hablar ahora mismo con los dueños de la casa, pues la mujer que buscaba estaba justo ante sus ojos, hablando por los codos y disfrutando de ello, cosa que creía le podía ir de perlas. A la sonrisita de Capllons respondió con un leve levantamiento de ceja y asomo de sonrisa en la comisura de sus labios. Según entendía ella aquello no demostraba que no había sucedido nada, si no que corroboraba que, al menos en parte, lo que Annie les había contado era cierto.

Al final quizás Miquel no resultase mal compañero, a pesar de que en un inicio le había parecido que prefería calentar el asiento. Por el momento seguía a su lado por mucho que él estuviese convencido de que todo aquello llevaba a ninguna parte. Bien... quizás podamos apostar.

- Y dígame, ¿alguien más ha comentado algo sobre algún tipo de acosador o algo parecido?- Quizás fuese un caso aislado, pero también era posible que aquello fuese considerado su "punto de pesca" por algún tipo de enfermo sexual. - Sabe de algún Fiat Punto * que se haya visto por la zona? - No estaba segura de si aquello le llevaría a nada, pero si algún vecino tenía ese coche, entonces seguramente Maria Esperanza Hernandez lo supiese. A aquella mujer le gustaba hablar, y Aina esperaba que continuase haciéndolo, que lo soltase todo, aunque solo fuese por su emoción de sentirse protagonista y de estar viviendo algo emocionante. Sin duda cabía la posibilidad de que resultase que el perfil del coche concordase con alguno de los que dormían en el garaje de aquella casa, es decir, que fuese de uno de los dueños. Por esta razón Aina estaría atenta a si la cara de María Esperanza cambiaba a esa expresión de "póker" que suele ponerse cuando a uno le preguntan algo inesperado, que conoce la respuesta pero no sabe si debe decirla y medita sobre si contar la verdad o elaborar una distracción.