Partida Rol por web

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   Una vez que me tranquilizo un poco, guardo la ballesta y retorciéndome las manos, inspiro, expiro aire. Luego ya más calmado, me deslizo todo lo silenciosamente que puedo con mis compañeros de vuelta abajo por donde he subido, que ya me conozco las ramas, para no ir tropezando.

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Debido al estado de conmoción en el que me encontraba, no estaba concentrada en lo que hacía. Nerviosa, deambulaba por la cima sin rumbo u ocupación alguna. Cuando apareció nuestro compañero, ya estaba a punto de que el corazón se me saliera; pero aún más cuándo dijo lo de los indios.

-"Sí, será mejor que bajemos y evitemos la confrontación. Estamos en su terreno y en inferioridad numérica." Les dije.

Seguí al resto para empezar el descenso, pero mi cuerpo no estaba por la labor de ir sigilosa, ya que me tropezaba cada dos por tres. Al final, me tuve que ir agarrando aquí y allá para no caer de culo. Si no bajábamos deprisa, seríamos presa fácil para sus arcos. Deseaba llegar abajo cuanto antes.

Apotecario llegó y explicó lo más raudo que pudo la situación. Al parecer fray Antonio le había advertido de bajar allí, evitando todo confrontamiento. Diego, Beatriz y Lucca así lo entendieron, y mientras que ellos se apresuraron a bajar con cierto cuidado (también el propio Apotecario, pese a subir alertado), no ocurrió lo mismo con la exploradora Beatriz. Los tres hombres bajaban a paso raudo, agachándose entre los arbustos bajos, pero era quien estaba quedando momentáneamente atrás. Bajaba "Ratona" como podía, aún afectada y con cierto malestar en la boca del estómago por advertir momentos antes esos restos de cadáver...

Advirtieron entonces Diego y Lucca una columna de hombres, transversal a ellos, que subían el monte, más allá de las ramas y árboles bajos. Fue en los momentos en que habíais bajado ya medio cerro. Parecían dirigirse a la cúspide del mismo (de donde todos bajábais), pero enseguida se detuvieron al advertir a una figura algo deambulante: Beatriz. Ellos primero se agacharon, pero luego, al sopesar la situación, apearon sus arcos y comenzaron a flechear a la mujer, que bajaba confusamente y a la vista, y sus pies pisaban sin demasiado esmero el terreno descendiente. Diego, Apotecario y Lucca estaban seguros de que a ellos no los habían visto.

Bastante bien estaban bajando, aquellos indios no les habían visto. Pero Beatriz tropezó haciendo mucho más ruido de lo aconsejable. Aquello fue suficiente para que aquellos indios se fijasen en ella, que se había quedado algo rezagada, pero por suerte al resto no les habían visto.

No era Diego alguien que dejase atrás y en grave apuro a nadie, y eso no iba a cambiar, el grandullón paro, e hizo un gesto con la mano a sus compañeros, indicando que podían atacar a los indios por sorpresa, y así ayudar a su compañera. Aunque las palabras del fraile eran las de evitar el combate, las cosas habían cambiado, y aquellos indios sin mediar palabra estaban tratando de matar a uno de los suyos.

Se movió con cuidado para pillar por la espalda a los atacantes, primero usaría su cerbatana, para a continuación cargarles con su enorme espada. 

Al ver que Ratona hacia tanto ruido contuvo el aliento, y después todo se desato.

Los indios, sin mediar palabra alguna comenzaron a asaetearla y entonces las opciones se contrajeron a dejarla tirada, revelar su posición o contraatacar.

No tenía mucha experiencia en combate pero Diego si y tenía claro lo que había que hacer así que se plegó a lo que el sugirió, y al infierno lo que proponía el fraile, no estaba allí y una vida estaba en peligro.

Gano junto a en la espalda y saco la espada presto a atacar cuando se lo indicara.

Esto era muy diferente a las reyertas en las calles de Génova pero al final se reducía a lo mismo, matar o morir, y a ser posible, atacar con ventaja.

Esperaba que la sorpresa bastara para equilibrar la diferencia numérica. Si Diego se equivocaba dentro de un rato no importaría mucho.

Tras descender penosamente unos metros, vi cómo varios indígenas subían a cierta distancia. Traté de bajar en silencio, pero el estado de nerviosismo en el que me encontraba no me dejaba concentrarme y hacían que mis movimientos fueran torpes. Ya estaba algo alejada de los demás y de repente, una lluvia de flechas cayó sobre mi. Me paré en seco y me tumbé para no ser ensartada. Estaba atrapada en la maldita pendiente, sin casi cobertura. Miré alrededor y vi una piedra de granito que sobresalía del suelo, no muy grande, pero lo suficiente como para apostarme detrás y que me tapase lo suficiente. Tragué saliva, me preparé y me moví velozmente hacia allí.

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   Suspiro, pues a la mierda las negociaciones, como veo que Diego se acerca intentando pillarles a traición, yo me quedo donde estoy saco la ballesta, me aseguro que está cargada y cuando Diego se descubra atacando, disparo.

   Eso sí, se nota que las artes de la guerra no son lo mío, pues por puro azar acierto y sólo un rasguño. Mascullando empiezo a recargar otra vez.

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Turno 0:

Beatriz se agachó, lanzándose después al suelo, y entonces advirtió la ristra de flechas que volaban ahora hacia su cabeza. Enseguida reptó una o dos varas para parapetarse tras una roca, tratando de aguantar el embiste. Por otro lado, Diego y Luca dieron un rodeo rápido, pero a la vez sigiloso, para tratar de tomar por la espalda a los atacantes nativos. Y así ocurrió.

El marino llevaba su cerbatana, mientras que Lucca había sacado su espada, esa que llevaba siempre al cinto. Y no tardaron ambos en llegar a las espaldas del grupo de nativos. Pudieron ver su tostada piel más de cerca, sus tatujaes y sus lóbulos agujereados, así como aquellas cabelleras largas y jóvenes. Sus arcos eran simples, pero precisos; y sus cuchillos toscos, pero cortantes... Fue entonces cuando ambos, casi a la vez, atacaron a los indios Chichimecas:

Daño (de Diego a la Columna): 5 puntos (sin protección) +2 por MD: 7 puntos de daño.
Daño (de Lucca a la Columna): 10 puntos (sin protección) +1 por MD: 11 puntos de daño.

Una gran punzada se clavó en el cuello de uno de ellos, salida de la cerbatana del pirata; después la espada hizo mella en dos de ellos, que recibieron sendos cortes del comerciante (el cual se veía en una tremenda lid ahora). Fue ahora Apotecario quien disparó, resguardado entre la maleza, situado más abajo que Beatriz (pero aún con los enemigos a tiro):

Daño (de Apotecario a la Columna): 9 (sin protección) (sin MD): 9 puntos de daño.

Un gran virote se clavó en la pierna de uno de ellos, haciendo que Diego y Lucca fueran testigos directos del grito que exhaló de puro dolor. Tal vez fue por tal razón por lo que las tres ristras de flechas sobre la Ratona fueron enviadas más allá de la roca en la que se cubría...

Tras este primer embiste, los Chichimecas que portaban cuchillos se lanzaron contra Diego y Lucca y los arqueros se repartieron su puntería entre Beatriz y Apotecario.

Había acertado con la cerbatana, pero esta como bien sabía, no era muy peligrosa de no combinar los dardos con un potente veneno, que no era el caso. La guardó, mientras empuñaba con fuerza su espada y se dirigió al mas cercano. Al que sin mediar palabra, le soltó un buen golpe. A ver si terminaban pronto con aquellos indios, y no suponía aquello gran contratiempo para la misión que les habían encargado.

El ataque por sorpresa había sido moderadamente efectivo, desde luego mucho mas que si se hubieran enfrentado frente a frente pero ahora la situación le parecía que se volvía peliaguda.

En especial porque tenía a dos furiosos indígenas para el y eso no era nada cómodo, también tenía la presión que Ratona, si tardaban mucho en acabar con los que estaban iba a acabar como un puercoespín.

Tiro contra uno de los indígenas, reservándose un poco para parar el ataque del otro si hiciera falta.

Su intención era anular a uno, que hubiera fortuna para el otro y que Diego acabara rápidamente con el suyo para espantar a los arqueros.

Dios diría.

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   Recargo y me preparo para el siguiente asalto, bueno, ya se ha liado. Al menos no hacemos demasiado ruido, al no usar armas de fuego no hay demasiado estruendo.

   Ya que están al cuerpo a cuerpo, aprovecho para hostigar a los indios apuntando ostensiblemente, aunque realmente no apunte específicamente a ninguno, y disparando para que agachen la cabeza. Eso sí, después de disparar el que agacha la cabeza soy yo. Hostigar y resguardarme, eso es.

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Las flechas caían a mi alrededor, algunas muy cerca. Intenté hacerme un ovillo tras la piedra, agarrándome las rodillas. Era pequeñita, así que intenté jugar eso a mi favor. No sabía qué estarían haciendo mis compañeros, pero yo estaba cagada de miedo. Seguramente en breve, aparecería algún indígena delante mía, con un cuchillo en la mano, dispuesto a rajarme de arriba a abajo. Me empezó a temblar el cuerpo al pensarlo. Tenía que pensar en algo y tenía que ser ya. Los segundos pasaban lentos, inexorablemente. Cuando poco a poco se me fue yendo el tembleque y ver que ningún indio aparecía ante mi, decidí echar un ojo a ver qué pasaba.

Turno 1:

No tardó Diego en guardar la cervatana y sacar la espada. Rápidamente empuñó con fuerza el filo y lo descargó ante los enemigos:

Daño (de Diego a la Columna): 6 (+2 por por MD): sin protección: 8 puntos de daño.

Ratona intentaba resguardarse de las rocas. Las flechas llovían a cuentagotas hacia ellas, y no por ello era menos peligrosas. Tras resguardarse en la roca, se elevó un poco para mirar qué estaba pasando: desde más abajo Apotecario los disparaba, mientras que Diego y Lucca los atacaban cuerpo a cuerpo. La mujer pudo ver cómo uno de los arqueros caía su arco al suelo, nada más disparar*

Acto seguido actuaron Lucca y Apotecario. El primero trató de golpearles con su espada, pero sin éxito; y el segundo trató de hostigarles con los virotes, tratando de amilanarlos. Sin embargo éstos no llegaron a sentirlos como peligrosos.

Ahora fueron los nativos Chichimecas los que lanzaron flechas contra Apotecario, así como trataron de apuñalar a Diego y a Lucca (a éste último por dos veces). Sin embargo, aquella pequeña columna de adversarios golpeó con gran desacierto al comerciante y al pirata. También Apotecario se libró del mal disparo de sus contrincantes**.

No le habían ido mal las cosas, tras guardar la cerbatana, pronto empuño su espada con la que pudo soltar un buen tajo. Mucha sangre estaban soltando aquellos indios. Pero en esta ocasión sus compañeros no estuvieron muy finos en sus ataques, y nada más les hicieron a los indígenas. Por suerte, ellos tampoco recibieron daño alguno. Les habían sorprendido, y no habían sabido reponerse con presteza al ataque. Pero aquello podía cambiar en cualquier momento.

-¡Ánimo y valor compañeros! Acabemos con esto antes de salir malheridos.- Les dijo, antes de volver a atacar con su espada. Tentado estuvo de alargar el ataque y tratar de herir a viarios de aquellos indios, pero en vista de que aun eran muchos, y varios se le acercaban con aquellos peligrosos cuchillos, prefirió ser prudente y tras su ataque quedo a la defensa de las venideras puñaladas. 

Con suerte alguno de aquellos indios caería pronto, se les veía heridos y fatigados. Aunque no por ello menos peligrosos. 

Viendo que mis amigos estaban en lucha contra esos indios, me armé de valor y desenfundé mi arma: una espada regalo de mi mentora, Aldonza de Mendoza. No era valiente, pero tampoco una cobarde, o eso creía. El miedo me atenazaba el corazón, pero el ver a los demás que se habían detenido y dado la vuelta para ayudarme hizo que sacara fuerzas de donde no las tenía y salí de detrás de la roca para atacar a esos nativos asesinos. Corrí hacia el primero que tenía enfrente, esperando que ninguna flecha se me clavara.

A pesar que el lance iba apurado les iba mejor de lo que había supuesto y estaban en el preciso momento en el que un combate se ganaba o se perdia.

Los indígenas eran mas y no parecían mancos pero les había sorprendido el ataque, su falta de armadura les había pasado factura pero el asunto se iba equilibrando peligrosamente, era el momento de cambiar las tornas.

Recibio como aliento las palabras de Diego y grito en italiano.

-¡A noi!

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   Pues no estaba muy fino, la verdad, vuelvo a tirar a los indios a ver si se están quietecitos y los demás pueden salir con la piel entera. Con lo tranquilo que estaba yo en mi cabaña escribiendo legajos y tenían que engancharme para esta aventura.

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Turno 2:

El combate continuaba, y Diego arengaba a sus compañeros. Después éste volvía a invitar a aquellos indios Chichimecas a probar de aquel filo de la suya espada. Sin embargo, el pirata no tuvo éxito, pues un par de nativos se apartaron cuando descargó el golpe.

Mientras tanto, Beatriz salió de la roca donde estaba agachada, y trató de correr hasta la posición donde estaban sus compañeros para unirse a ellos. Sin embargo, por el camino, mientras daba grandes zancadas entre los matorrales, una flecha la alcanzó en el costado, pero ésta no estaba muy bien lanzada (o al menos no con mucha fuerza en el impacto):

Daño (a Beatriz): 1 (sin bonus del atacante) (-1 por armadura de cuero): sin daño.

La flecha quedó un instante clavada en sus prendas, y luego se desprendió al suelo por sí sola. Por ello "Ratona" pudo seguir corriendo, hasta que finalmente llegó hasta la altura de sus dos compañeros y los enemigos.

Por otro lado, Lucca respondió con fiereza ante los gritos de ánimo de Diego con más gritos, llenos de euforia. El genovés descargó también su espada.

Y mucho más atrás, Apotecario, aún asomando la cabeza desde detrás su cobertura, tomó otro virote y lo ensartó en su ballesta. Luego lo lanzó a la columna de adversarios, tratando de entorpecerlos. Sin embargo, el virote se quedó corto. Fue entonces cuando dos Nativos comenzaron a dispararle, en respuesta, mientras otros dos trataban de atacar a Lucca y Diego:

Daño1 (a Apotecario): 0 (sin bonus del atacante) (-1 por coleto): sin daño.
Daño2 (a Apotecario): 3 (sin bonus del atacante) (-1 por coleto): 2 puntos.

Una flecha voló hasta la posición del licenciado, y se la clavó en un hombro, aunque sin demasiada profundidad*. En cuanto a Diego y Lucca, lograron salvarse otro instante más de las cuchilladas ajenas, pues parecían diezmados los rivales y algo cansados.

Había tratado de dar un buen tajo a uno de aquellos indios, pero se lo vieron venir y se apartaron a tiempo. No resultó herido, lo que era buena cosa, pero ni el ni sus compañeros les hicieron nada a los indios, mientras que ellos lograron alcanzar a Apotecario. Miró preocupado, pero no le pareció que aquello fuese demasiado grave, nada que no pudiese superar el licenciado con cuidados adecuados.

-¡Venga, acabemos con esto cuanto antes!- Mitad para animar a los compañeros, mitad para esforzarse en hacerlo mejor.

A continuación, volvió al ataque contra aquel indio que pretendía herirle con su cuchillo, preparado también, por si este llegaba a atacarle.