Partida Rol por web

Porque se suponía que yo iba a decirle al Principito que ibamos a hablar con el alquimista mientras Pacorro hablaba con sus contactos.

Saludos de nuevo querido Priotek, lo del Príncipe está solucionado... vayamos a hablar con el Alquimista, ¿algo interesante encontraste?

El teutón no repara en el trovador hasta que su compañero no le saluda.

- Ah, ahí esta el guardia. Venimos de parte de Lord Rudolph a realizar una investigación. Dejadnos pasar

Saludos caballeros.- digo haciendo una reverencia. – Parece que la información es muy poco concluyente. Al parecer no han encontrados a los compañeros de nuestro amigo de la esquina.

El guardia os abre el paso hacia el Camino Dorado. Se trata de una doble puerta de madera de goznes de hierro forjado. La seguridad en ese barrio es bastante importante. La mayor parte de la riqueza de la ciudad se concentra en ese barrio. El barrio como tal es una calle larga que hace algunas curvas y tiene casas de doble piso. En el piso de abajo podeis ver las tiendas, separadas unas de otras por estrechos callejones que se usan como almacén de residuos y objetos de menor valor y en los pisos de arriba es donde viven los comerciantes y sus familias. Ahora mismo por el barrio no están ni las ratas y no se oye un alma. El tintineo de las mallas del teutón parece un ruido infernal en un silencio tan sepulcral. 

Que silencio más incomodo.

Saco mi laúd y toco unas notas, que no sean muy fuertes y que sean suaves y melódicas, para no despertar a los vecinos, pero para acompañarnos en nuestro camino.

Mientras tanto voy caminando por la calle hacia la casa del alquimista.

Hermann miró al trovador e hizo un gesto de desagrado cuando empezó a tocar, pero no dijo nada y siguió adelante, buscando la casa del alquimista

Altísima, debo reconocer que este sepulcral silencio me da mala espina... y junto a nuestros "silenciosos" amigos seguro que pasamos desapercibidos... ¡avíseme si ve Usted algo, o lo siente, o lo que sea! Rezaré unas plegarias por lo que nos pueda pasar, o por lo que nos encontremos.

Deberíamos estar al llegar... podríamos descabalgar y guardar algo de silencio, por si acaso tenemos suerte y nuestro querido alquimista sufre de sordera y no nos ha oído llegar. No estoy ni con ganas ni con necesitat de emprender ninguna persecución al galope...

Lo que daría yo por la tranquilidad y soledad de una catedral que llenar de frescos Santísima... 

Veis a mitad de calle un poste para atar a los caballos y a unos escasos metros la inconfundible tienda de alquimia. En uno de los callejones de la tienda veis una pequeña puerta con goznes de hierro bastante oxidada. 

Paro mi canción, me doy una vuelta y miro por las ventanas, despues ato mi caballo y le cedo el paso al teutón para seguirle por el callejón.

Hermann ata su caballo junto al del trovador, y se mete al callejón, encabezando la comitiva. Comienza a mirar a los lados, buscando cualquier pista o cosa fuera de lugar.

En los alrededores de la tienda todo parece estar en orden. Demasiado calmado. 

-Sería cuestión de llamar a la puerta. – Les digo a mis acompañantes. Me acerco a la puerta, llamo y espero respuesta (o algún sonido desde el interior).