Partida Rol por web

De: RRHH@HamptonMangotech.com
Para: Sephastian Noiret
Asunto: Finalización del Contrato. Desalojo de oficina.
Hora de envío: 21:27 hs.
Cuerpo del Mensaje:

Estimado Sr. Noiret:

Debido a la finalización de su contrato con Hampton Mangotech, tenemos la necesidad de hacerle saber que aún debe retirar sus pertenencias de la oficina 237-B-C, ubicada en el edificio "Hampton XXIV" de la calle Mauvre, 23076.

Legalmente estamos obligados a mantener sus pertenencias por 48 horas luego del aviso de cese de actividad, pero debido a la trayectoria que usted ha tenido en la empresa, la Dirección ha establecido que se postergará dicho tiempo a 72 horas como consideración especial, por lo cual tiene hasta mañana a las 10am para retirar sus pertenencias. Luego de dicho horario se procederá a desechar todos los objetos que no aparezcan en el manifiesto empresarial.

Le agradecemos por los servicios prestados a Hampton Mangotech, esperamos que haya tenido una gran experiencia.

Dirección de Recursos Humanos,
Hampton Mangotech Inc.,
Mauvre, 23076
París, Francia, Conglomerado Europeo.

Y así, como si tan sólo hubieras trabajado una semana como pasante, la corporación Hampton Mangotech, para los cuales invertiste (en realidad perdiste) 15 años de tu vida, decide enviarte un último e-mail pidiéndote que termines de retirar tus cosas de la oficina.

Hace 3 días que te quitaron los permisos de seguridad del edificio, lo cual significa que ya no eres más un empleado de esta corporación... Y esto no es bueno. En este mundo, frío y duro como metal, alguien sin trabajo no puede llegar a conseguir lo necesario para sobrevivir con lo mínimo. Así es la vida de muchos: robar, vender su cuerpo, alquilarse como mercenario, entre otras cosas mucho más miserables, son las cosas necesarias que hay que hacer para salir adelante. 

En tu caso particular, tus habilidades con las computadoras te han sido de ayuda para conseguir un trabajo... Hace 15 años. Hoy en día quizás aún puedas conseguir algo nuevo. Tan sólo es cuestión de buscar en el lugar correcto.

París en el 2073 es una gran megalópolis: se ha extendido cientos de kilómetros en todas direcciones. Autos voladores, hologramas flotantes en medio de la calle, edificios de cientos de pisos uno al lado del otro... Y la vida aún sigue igual de miserable. Supuestamente la tecnología debería mejorar la calidad de vida humana, ¿no?

Lamentablemente, las corporaciones se han encargado de que sólo ayude a algunos: aquellos que paguen lo suficiente. Y tú formaste parte de una de ellas durante 15 años. Aún así, te han despedido sin ninguna consideración especial más que... Bueno, extender un par de horas la incineración de tus artículos personales.

A partir de ahora debes valerte por ti mismo. ¿Quién sabe qué te aguarda en la vida callejera?

Jueves. 8am. Tienes hasta las 10am para retirar tus cosas: todas esas fotos, carpetas, ropa y artículos tecnológicos que hayas dejado durante tu estadía en la oficina. Quizás sea una buena oportunidad para despedirse de todos los compañeros que te han tratado bien durante estos años, y también de aquellos que no tanto...

Veo un campo verde, el sol que baña mi cara y sus rayos que son como miel caliente que se derrite por mis mejillas. Estoy sentado encima de una lona de cuadros rojos y blancos. Encima de la lona, una cesta de mimbre a rebosar de frutas de todos los colores. Respiro el aire del… *Bzzz* … *Click*  “Ha llegado al final de la demostración del curso de relajación de Madame Tetralinne, si quiere desbloquear el capítulo siguiente…”

*Click**Click *… La mano de Sephastian pulso el botón dos veces en el lateral de su DAP. Un pitido le anunció que no había comprado el paquete de relajación. “Menos mal, Solo debo tener unos 700 Creds” pensó mientras se quitaba los auriculares. Desde hace unos días había pasado de poder comprarse cualquier capricho que quisiera a andar escatimando en cada esquina y los nervios le estaban matando.

Abrió los ojos, su alrededor no era muy alentador. Mucha gente diferente viajando desde un barrio de la ciudad de Paris al centro financiero. Los edificios se agolpaban uno seguido de otro, cada cual más grande que el anterior como si fuera una estúpida competición de quien era el mas alto. El aerobús paró de pronto. La gente, como si hubieran sido programada, bajó del aerobús y se fue dividiendo como los tubos de información que salían en las películas de ciencia ficción antiguas. Nadie preguntaba nada, nadie saludaba a nadie. Cada persona miraba fija su DAP mientras sus dedos navegaban por la red.

Las calles eran como ríos de gente. Arriba, pantallas que iluminaban las caras de los que se atrevían a despegar los ojos de sus DAPs, hologramas de las típicas amas de casa con un bote del nuevo producto de la empresa de turno o el tipico hombre rodeado de mujeres vendiendo el mejor crecepelo. Por unos minutos te dedicaste a examinar tus alrededores.

Normalmente habrías cogido tu coche y lo estarías aparcando en el parking de la oficina pero… solo para empleados. Suspiraste profundamente. Habías llegado a la gran puerta de cristal de Hampton Mangotech.

El hall era enorme, digno de Hampton. Lleno de estatuas, obras de arte y sofás negros que nadie utilizaba. Una voz te saco de tus pensamientos. “Buenos días, bienvenido a Hampton Mangotech, la mayor empre…”

“Buenos días Sam, ¿Qué tal hoy?” dije interrumpiendo el monologo de la IA.

“Buenos días Señor Noir, Hoy en un día soleado con posibilidad de precipitaciones más hacia la noche” – Me adelante hacia las puertas de seguridad – “Ahora mismo le abro, Señor Noir”

Me coloque delante de las puertas de cristal. Una se abrio para dejarme pasar, entre en un cubículo enano, como una pecera enorme. La puerta se cerro y de pronto un sonido ronco seguido de una luz roja rompió la estética del lugar.

“Qué raro. Déjeme que revise los parámetros Señor Noir” Dijo la IA antes de desaparecer.

Ahí me quede, dentro de una especie de jaula de cristal. Esperando.

Van pasando los segundos, sigues esperando, y lo que en realidad es tan solo un momento se te hace eterno, pesado y monótono... irritante incluso, con la fuerte luz roja. De repente la molesta luz se vuelve a su tono normal, y la voz de la IA tan conocida para ti vuelve a sonar una vez más: -Disculpe, señor Noir. Le han desprovisto de su autorización y no han dejado programado que tendría que recoger sus pertenencias. Corregido. Adelante, por favor. Pase buen día, señor Noir. –y la puerta que tienes enfrente se abre para ti una última vez. Sabes perfectamente lo fácil que habría sido dejar programada tu última visita, tanto que el aparente descuido te sienta mal.

Una vez en el otro lado de la puerta, empiezas a ver algunas caras conocidas... y alguna otra que no te suenan. Una joven del departamento se te queda mirando un momento, lo justo para reconocerte; os conocéis de vista, pero nunca habéis cruzado palabra más allá de un frío “buenos días“. No es la única que te reconoce, pero no encuentras motivos para detenerte. Continúas, y en vez de coger el ascensor giras a la derecha como de costumbre hacia el pasillo que tantas veces has recorrido; tu sección está en la planta baja del edificio, como si todo el departamento de programación fuera el menos importante. Bueno, “programación“... sabes que sois (son, porque tú ya no) varios los hackers en nómina de la corporación... pero en el contrato no pone “hacker“, pone “programador“.

Entonces llegas a la oficina donde trabajabas. En la amplia sala están repartidos organizadamente los cubículos de escritorio donde se trabaja, cada uno con su ordenador. En las paredes hay alguna que otra puerta que dan a despachos privados, el del jefe está al fondo. No hay ventanas en esta sección, por lo que la luz es totalmente artificial aquí sea la hora que sea del día. Saludas a algún conocido que no muestra especiales deseos de hablar contigo, y llegas a tu cubículo... el que ha sido tu lugar de trabajo durante todos estos años. Sobre la silla ves una caja de cartón, no tiene nada, entiendes que te la dan para facilitarte que te lleves tus cosas. Te pones manos a la obra, y te adentras en tus propios pensamientos. Tras un momento de calma y nostalgia, sin esperártelo te interrumpe el que hasta ahora ha sido tu jefe: Jacques Monbraut, jefe del departamento de programación de la corporación.

-¡Hombre, hola! ¿Cómo estás? –te saluda con una afable sonrisa, sujeta una taza casi vacía con la zurda y te tiende la diestra para un apretón de manos. Te sorprende entre otras cosas porque casi nunca te ha hablado amigablemente. -¿Todo bien? Bueno, ya veo que estás liado... Verás, quiero contarte algo. Ven a mi despacho, ¿quieres?

No encuentras motivos para negarte, así que entras con él en su despacho. No es la primera vez que estás aquí, pero han sido pocas las veces. –Vamos, siéntate, ponte cómodo. ¿Has visto la caja, no? Te la he dejado yo... quiero decir, regalado, te la he comprado para echarte un cable. Te viene bien, no? –y mientras te da ocasión de responder brevemente ves que apaga la cámara de vigilancia del despacho apretando simplemente un botón de la misma cámara. Entonces se sienta en su sillón, en su lado del escritorio, teniéndote enfrente, y continúa: -Verás, quiero que nos hagas un último servicio... ¿qué digo? Que me hagas un último favor, ¿quieres? Quiero decir... No va a ser gratis, claro... te ofrezco mil créditos, pagados en el momento, si lo haces. No está mal, eh? Verás, son esos de Tecnogar... Sabes que hace tiempo que nos vienen fastidiando...  –resulta curioso este tipo, con ese aire nervioso y al mismo tiempo amigable, tan parlanchín... –Necesito que entres en su control de cuentas. ¿Qué carajo? Quiero que me dejes la puerta abierta a todos sus registros de cuentas, entiendes? Esos tipos se lo han buscado... vamos a ponerles los puntos sobre las íes. Vas a hacerlo, verdad Noir? Lo harás por mí? Vamos... –finaliza con esta afable petición de amplia sonrisa. Entiendes perfectamente que si consigue darles un buen golpe a los de Tecnogar, la corporación Hampton Mangotech le estará muy agradecida... y podría promocionarse más aún. Y tú duplicarías tus fondos actuales, lo que no está nada mal dada la situación. Respecto al pago sabes que no tienes nada que temer, está claro que va a cumplir su parte, le interesa de sobra y para él esa cantidad de dinero posiblemente sea una cantidad asequible.

¿Qué le voy a decir? Ahora mismo me pilla con todas las cartas sobre la mesa Señor Monbraut. – Dijo Noir con una leve mueca de resignación – Aun así me gustaría pedirle algo a cambio. Me gustaría una buena carta de recomendación. No voy a negar que 1000 créditos me van a venir muy bien pero necesito algo más estable. ¿Podría ser? – Noir se reclina en su silla. Evaluó en su cabeza cuanto de complicado podría ser aquello que le pedía Monbraut, aunque nada era inexpugnable si tenías el suficiente tiempo y recursos… y ahora tiempo es lo que más tenia Noir.

Jacques sonríe, y se reclina también en su sillón acariciándose el mentón. Sin perder la sonrisa dice: -Lo reconozco, no había pensado en eso. -y tras un breve instante de reflexión en el que no te quita la mirada, se inclina de nuevo sobre la mesa y continúa: -Muy bien, trato hecho entonces. Tengo cosas que hacer, como siempre, pero aprovecharé mientras que estás metido en el ajo para ir haciendo la recomendación despacito y con buena letra. -por supuesto la letra es electrónica, es tan solo una expresión. -Bueno, como sabía que no te ibas a negar, ya te he dejado listo un despacho que ahora mismo no usa nadie. Por aquí. -se levanta, esperando que lo sigas. Saliendo de su despacho privado te guía a través de la sala a un despacho cercano. Abre la puerta con una llave que saca del bolsillo y desde el lateral del marco de la puerta te dice sonriendo ampliamente: -Que te sea leve. Estaré en mi despacho. -y sin más se da media vuelta y se va.

El despacho que te deja a tu disposición es bastante parecido a los demás, muy austero, con el mobiliario básico y absolutamente nada que lo adorne ni que lo haga mínimamente más cálido. Un escritorio, el ordenador, una estantería vacía... y la silla donde te vas a sentar, por supuesto. Claramente no es un sillón como el de Jacques Monbraut, solo él tiene un sillón así en este departamento.

La sala pronto se tornó oscura. El rostro de noir era lo único que iluminaba aquella pantalla azul. Bien podría haber estado en un agujero negro pues nada más se veía a su alrededor. Calentó sus dedos y empezó. Lo primero y más básico fue enmascarar su IP. A través de diferentes saltos a varios servidores a través del mundo. Moscu, Shanghái, Valencia, Lima, aquello recordaba a aquel juego antiguo que trataba de buscar a una mujer de rojo.

Tecnogar… tecnogar… acceso de usuarios, bingo. Contraseña y código… hum… lo primero sería pasar este formulario… saltarse unos protocolos de seguridad no es lo más complejo del mundo, con un par de algoritmos que confundan al sistema tienes más que suficiente. Lo complicado es que no se enteren. Es como robar un banco, reventar una pared y sacar la pasta es fácil. Qué no te cosan a tiros esa misma noche es lo jodido. Pero por eso me había pedido este trabajo a mi.

Tras un par de horas y mucho cuidado. Estaba dentro.

Una vez cumplida tu labor de forma extraordinaria y con exquisita cautela, te diriges al despacho de Jaques para cobrar lo prometido. De camino te intercepta un compañero de sala, uno de los pocos con los que sí has tenido cierta relación en todos estos años. Te saluda, te pregunta cómo estás antes de darse cuenta de que tras ser despedido recientemente no vas a estar muy bien... y entonces saca su PDA mientras te dice: -Bueno, siento que no puedas seguir por aquí... Oye, un colega conoce a un tipo, tiene una empresa de transportes o algo así, suele contratar gente incluso para trabajos temporales... te paso el contacto que mi colega me pasó a mí hace un tiempo. Al menos te servirá para ir tirando hasta encontrar algo mejor... -y te envía la dirección de correo electrónico y un nombre: Falcon Suárez.

Acabas yendo al despacho de Jacques Monbraut. Efectivamente aquí está él, tecleando en su ordenador, como si no se hubiera movido del sillón en estas últimas dos horas. -¿Ya lo tienes, verdad? -te recibe con una amplia sonrisa, y se levanta incluso de su sillón. -¡Lo sabía! ¡Sabía que eras capaz! Vamos, ponte cómodo. -y cierra la puerta tras de ti antes de volver a sentarse en el sillón. -Vamos a ver... Vale, ya está. Te acabo de enviar la recomendación, con la firma digital y todo, por supuesto. -de hecho si revisas tu correo en tu PDA la encontrarás, todo en orden. Se te pasa por la cabeza que, ya puestos, podrías tenerla en papel físico... pero es verdad que hoy en día el papel se usa bien poco; para cosas más importantes, por ejemplo. -Ah, y lo otro... lo prometido es deuda. -sonríe una vez más, claramente contento con el resultado, y teclea de nuevo para hacerte el ingreso de los 1.000 BitCreds.

Ya nada más te ata a este sitio, así que tienes tu oportunidad de recoger tus cosas como tenías pensado cuando entraste en el edificio.

Salió del despacho de Jacques tras estrecharle la mano. Sintió que fue de las pocas veces que le estrechaba la mano a Jacques, de normal él nunca hacía caso a sus empleados.

Mientras Noiret recogía sus cosas se dio cuenta de lo poco que tenia alli, Al coger su taza con el dibujo de gato pixelado miro el reloj, era la hora del descanso asi que se permitió tomarse un ultimo cafe.

Al llegar a la sala de descanso estaba Ninot Gauffard con su taza negra. Con la cara de sorpresa reflejada en su cara al verle allí Sephastian le dijo,

Gracias por el contacto. - Dijo mientras llenaba su taza de cafe. Eso lo único bueno que tenía ese trabajo. Muchas veces había que meter horas extras, demasiadas. Así que la empresa se gastaba un buen dinero en que el café fuera bueno… y además seguro que le metian algo más pero… ¡Que cojones! ¡Estaba bueno! - Seguro que me viene bien.

Charlamos un poco de manera trivial, como si siguiera trabajando allí.Después termine de recoger mis cosas y me dispuse a irme de vuelta a casa.

Sales del edificio, a la calle, y respiras el aire... de la calle, que no puede llamarse limpio precisamente. Y entonces sientes que un largo capítulo acaba, y otro nuevo empieza.  "Una nueva oportunidad" oyes en tu cabeza sin acabar de creértelo del todo, intentando reunir un mínimo de optimismo.

Pasan los días, las semanas, y vas tirando más o menos como hasta ahora con tus últimos ahorros y más bien con el dinero que te dio Jacques. Pasa un mes y tus búsquedas de oportunidades van resultando fútiles. Pasan dos, y la desesperanza y ansiedad ya van haciendo mella en ti; tus fondos son bien escasos, y estás harto de alimentarte pobremente.

Entonces, un día, te quedas releyendo una vez más ese correo que tu colega te pasó con los datos de contacto de ese empresario de transportes. No te hace ninguna ilusión trabajar de transportista, te has resistido porque pensabas que iba a salirte trabajo de lo tuyo. No ha sido así. Finalmente te decides a mandarle un mail a ese Falcon Suárez.

Un par de días después de mandar ese mail donde te ofrecías casi para cualquier puesto, por aburrido que pudiera ser, recibes una respuesta sobria con tan solo una hora y un lugar. Una cita, supones que para una entrevista. La dirección te envía al extrarradio de Paris, posiblemente a un complejo industrial...

Lo primero que pensó Noiret fue que podría ser algún tipo de lugar peligroso, así que lo mejor seria no llevar dinero encima… hasta que se dio cuenta que apenas tenía dinero. ¿Qué más podía perder? Iría con cuidado porque tampoco era plan de acabar como un cadáver en la esquina de un barrio de las afueras de París. Además el contacto se lo dio un compañero. No iba a ser nada raro.

Ese mismo día se puso ropa limpia pero nada muy elegante. No conocía mucho el mundo de los transportes pero no sé imaginaba a un conductor con traje entregando un paquete. Pensó que seguramente le darían el típico traje de chico de los recados. Cómo el uniforme de pizzero pero en más sobrio… hasta qué punto había llegado…

Al llegar al barrio se encaminó en dirección al lugar del encuentro. Las calles tenían movimiento, en algunas esquinas se podían ver a gente hacia tejemanejes y chanchullos que tenían pinta de poco legales, pero eso ha sido siempre así en estos lares. Noir activo su PDA para ver cuánto le quedaba para llegar. A través de sus gafas se sobrepone una interfaz de mapa que le indica el camino hasta llegar al lugar de encuentro. Con un suspiro se dispone a entrar en el lugar.

Lo más alejado que te deja el bus flotante que coges para llegar allí te suelta en un barrio residencial del extrarradio, casi en el borde de un complejo industrial... y aún te queda un rato a pie hasta el lugar de encuentro. Por supuesto es común ver gente haciendo trapicheos en este barrio, aprovechando la poca afluencia... pero cuanto más avanzas y más te alejas del barrio residencial menos gente hay, incluso hasta el punto que no hay ya ni camellos a la vista.

Uno esperaría que el ambiente en estas zonas menos céntricas fuera más sano, pero paseas a través de larguísimas calles desoladas rodeadas de megalíticos edificios industriales, que liberan sus tóxicos gases a diestro y siniestro, y que el viento se encarga de distribuir en derredor. Un rato más allá, y entonces "entras en el lugar".

Un descampado, amplio y árido casi como un desierto, y a lo lejos una furgoneta custodiada por tres hombres que difícilmente distingues a la lejanía. Te vas acercando con tus pensamientos como única compañía, y finalmente llegas al lugar de encuentro.

La furgoneta es blanca, de un estilo bastante clásico, aunque al acercarte te das cuenta de que es blindada; no tiene ningún logo ni distintivo alguno. Al lado dos hombres trajeados con cara de pocos amigos, de aspecto similar, y entre ellos el tercer hombre que es notablemente más bajo de estatura... incluso algo más bajo que tú. Por su apariencia menos formal deduces que es tu contacto, Falcon Suárez.

Poco antes de que les alcances mira su reloj de pulsera, que no parece ser nada barato. Y sin dilación empieza a hablar. -Bueno, aquí estás. Supongo que es la primera vez que vienes por aquí, espero que a la próxima llegues un poco antes. Soy Falcon Suárez, y si estás aquí es porque pronto me voy a convertir en tu jefe. -tiene acento latino, te percatas. Habla con seriedad, oculta su mirada tras esas gafas de espejo. -Sé que prefieres otros trabajos, nadie prefiere ser transportista. Así que vamos al grano. Una pequeña prueba, algo estándar. -uno de los dos tipos con pinta de portero abre la puerta del conductor y coge un chaleco negro de varios bolsillos y ningún logo ni distintivo. Te lo ofrece mientras Falcon sigue hablando. -Verás el GPS al lado del volante. Es simple, llega al punto de destino lo antes que puedas, sin superar los límites de velocidad y sin hacer ninguna tontería. Haz la entrega, verás que en un bolsillo del chaleco tienes tu acreditación, y vuelve aquí del mismo modo. Estaremos esperando. -entonces se levanta levemente las gafas y le ves los ojos, los tiene marrón oscuro, sin ninguna rareza. -No me gusta esperar al sol, así que no te tardes. -y vuelve a bajarse las gafas. -La llave está puesta. -finaliza.

Noiret se subió al vehículo blanco. El asiento no era lo más cómodo del mundo pero no estaba como para quejarse. Con todavía la mirada de los allí presentes sobre él puso las manos en el contacto. Primera prueba superada, el coche arranco. Saco la pesada furgoneta marcha atrás y dio una leve mirada hacia las 3 figuras que me observaban. Decir que no tenían cara de buenos amigos sería poco.

Noiret empezó a conducir calle abajo siguiendo las indicaciones del GPS. La carretera era lenta, para ser una de las zonas del exterior de París había bastante tráfico. De pronto se dio cuenta que se había puesto un chaleco negro lleno de bolsillos y la curiosidad le pudo. Reviso los bolsillos uno a uno en los ratos en los que tenía que parar la furgoneta, cedas el paso, semáforos, etc.

Tras un minuto el trabajo ya parecía un coñazo. Empezó a trastear con la radio, busco así la furgoneta tenía Bluetooth e intento poner su música. Poco a poco se iba subiendo el contador de kilómetros. Siguiendo el GPS lo único que tenía que hacer ahora era andar el camino. Parecía que él esperaba un largo recorrido.