Partida Rol por web

Pasos en la ciénaga

Capítulo 1: Donde se vierten aguas malolientes

Cargando editor
28/01/2017, 19:52
Director

Donde se vierten aguas malolientes

La ciudad del Lago

Primavera del 2.946 de la Tercera Edad

Desde los grandes días antiguos, cuando un reino poderoso de hombres del Norte se extendía a lo lejos desde la Montaña Solitaria, ha habido una ciudad en el lago Largo. Surgida de una pequeña comunidad que nació en su orilla occidental, el poblado de Esgaroth se convirtió en puerto comercial cuando familias de mercaderes decidieron trasladarse desde Valle. Contruyeron almacenes y grandes residencias para vivir, y seguir de cerca las idas y venidas de sus mercaderías.

Durante muchos años posteriores, los botes de los hombres del lago fueron vistos río arriba y río abajo, con sus bodegas llenas de oro, y sus cubiertas atestadas de guerreros con armadura, listos para llevar la guerra a tierras lejanas. Cuando Smaug descendió sobre Erebor, hace casi 200 años, la ciudad de Esgaroth quedó milagrosamente a salvo. Valle no tuvo tanta suerte, y aquellos de sus habitantes que fueron capaces de escapar con vida se vieron obligados a buscar asilo entre los hombres del lago. Pero con el tiempo, incluso el asentamiento a orillas del lago tuvo que ser abandonado por miedo al Dragón, y los hombres del lago construyeron nuevos edificios directamente sobre la superficie del lago Largo, esperando que sus aguas profundas y frías les pudieran mantener a salvo del fuego.

Así nació la ciudad del Lago, y allí perduró bajo la sombra de la montaña hasta la noche en que Smaug cayó sobre ella, y desapareció en una nube de vapor y chispas.

En la actualidad, un gran puente de madera conduce desde la orilla occidental hasta una nueva ciudad de Esgaroth, reconstruida, con la ayuda de los elfos del Bosque, unos cuantos kilómetros al norte del lugar donde los huesos de Smaug yacen sin que nadie se acerque a ellos. Más grande que antes, el nuevo hogar de la gente de lago también está construido sobre pilares de enormes árboles del bosque clavados en el fondo del lago, y sus edificios, muelles, y calles bullen con las actividades un pueblo que disfruta de un nivel de prosperidad mayor que nunca.

Esgaroth es regida por un gobernador elegido de entre los viejos y los sabios, que dirige los asuntos oficiales desde una gran casa en la plaza del mercado principal, asesorado por una asamblea de consejeros. La plaza del Mercado es una amplia abertura cuadrada entre los edificios, donde la superficie del lago es directamente accesible desde los largos muelles de madera provistos de escalones y escalas. La zona está rodeada pro altas pilastras sobre las que están construidas posadas, tabernas y algunos almacenes de gran tamaño.

La taberna del Arquero, es una de esos lugares situados junto a la plaza del Mercado, un buen lugar para los visitantes esporádicos de Esgaroth y donde se cuecen noticias de todo tipo. En estos días de paz, visitantes de todos los lugares del mundo acuden a la Ciudad de Lago en busca de oportunidades para hacerse un nombre. Además de hombres del Norte de todo tipo, también pueden verse elfos y enanos, puesto que tanto el Reino del Bosque como el Reino Bajo la Montaña tienen intereses en la ciudad. Incluso hobbits pueden llegar a la Ciudad del Lago sin levantar demasiada conmoción, puesto que las visiones extrañas se están convirtiendo en la norma, con comerciantes procedentes del sur y del este aportando sus mercancías a la ciudad con creciente regularidad. Y con mayor motivo en ese año en el que cumplía el quinto aniversario de la muerte de Smaug y, como celebración, se conmemorarán los cinco años de la Batalla de los Cinco Ejércitos en la ciudad de Valle. Dicha celebración, con el nombre de La Reunión de los Cinco Ejércitos, no tendrá lugar hasta los últimos días del mes de noviembre, pero infinidad de barcos de toda clase y tamaños comienzan a llegar ya a la ciudad del Lago para los preparativos. El comercio está en auge y eso se nota en el ambiente de la ciudad, y en el de la propia taberna, bastante concurrida.

Cargando editor
02/02/2017, 01:28
Balmut

La leve brisa del lago se coló en el interior de la taberna cuando se abrió la puerta. Transportaba consigo el aroma de los recién llegados, la intensa frescura del bosque y el áspero olor de la tierra. Habían sido vistos jugando y bañándose en la orilla del lago, disfrutando lo que pocas veces podían permitirse. Y aun así el olor persistía, como si ya lo hubieran hecho propio. Ambos penetraron en la estancia barriéndola con la mirada. Las toscas ropas insinuaban la procedencia del Hombre del Bosque, pudiendo parecer extraña la ausencia de armadura, pues un hacha de mango largo pendía de su mano y cargaba un escudo junto a un pequeño saco a la espalda. A su lado avanzaba un impresionante perro lobo de pelaje castaño rojizo y blanco. Respondieron las miradas con sonrisas fieras, hasta escoger presa.

Balmut se adelantó, peinó la melena que brotaba de la mitad de su cabeza con la mano libre, mostrando la musculatura de su brazo, y tomó asiento junto a uno de los clientes. Mostró su cara más amable, con una sonrisa que desprendía una ligera hostilidad, fruto del recelo. El sabueso lo acompañó, sentándose a su lado. Aparentaba docilidad, pero no invitaba al acercamiento.

- Los dioses gustan de ver un plato caliente frente a quien combate a la sombra. - insinuó con descaro a los presentes.

El joven tenía un ligero recuerdo de aquel rostro a su lado. ¿Era el guardia a quien reportó sus datos acerca del estado del camino a través de las Ciénagas Largas? Cuando le ofrecían dinero por sus servicios lo declinaba, pero nunca rechazaba una comida caliente y un baño. Para los dos. ¿O era una persona que lo presenció? No esperaba el mismo impacto. ¿O solo le había parecido más probable que cedería a sus peticiones, ya fuera por una simpatía espontanea o por parecer vulnerable a que se le impongan? No hubo ningún gesto de amenaza. Mantuvo su sonrisa y aguardó a la suerte. 

Cargando editor
03/02/2017, 09:10
Grimrow

Grimrow estaba apoyado de lado en la barra esperando a que el tabernero le sirviera la cerveza que había pedido. Se había quitado su capacete y se había descolgado el escudo para dejarlo a su lado.

Acababa de terminar su guardia y todavía, espada al cinto, iba ataviado con su cota de mallas y un tabardo con los colores de la ciudad.

Estaba esperando a su amigo Farald cuando un mediano le asaltó. Al principio pensó que iba a pedirle indicaciones sobre cómo llegar a algún lugar o a prolongar su ya larga jornada de trabajo con la denuncia de algún robo, o algo por el estilo, afortunadamente no fue así, porque estaba cansado, en aquellos días, las guardias se habían doblado para garantizar la seguridad y la paz en la celebración de la festividad y realmente necesitaba un descanso. 

Finalmente resultó ser un viajero que esperaba un amigo, así que se relajó escuchando su historia y le demostró la hospitalidad de los hombres de bardo invitándole a una cerveza mientras esperaban a sus respectivos amigos.

La taberna bullía, la gente entraba y salía sin parar y Grimrow estaba pendiente de la gente que entraba por si aparecía Farald. La puerta se abrió una vez más y un hombre del bosque entró, aquello no habría sido de extrañar si no fuera por el enorme animal que el acompañaba. 

Se quedó un rato mirando al recién llegado y luego alzó la mano a modo de saludo. Apenas si lo conocía, ni siquiera estaba seguro de recordar su nombre, Balmut o algo por estilo creía, pero entre tanta gente siempre era agradable encontrar una cara conocida, aunque solo hubieran cruzado algunas palabras en el pasado.

Cargando editor
04/02/2017, 14:38
Krölin

Krölin se levantó temprano esa mañana, como todas las demás. Pero ohh no, esa mañana era una mañana distinta, el principio de sus aventuras fuera de la mina, el principio de las aventuras de ¡Krölin en enano! ¡El enano que encontraría mas mayores fortunas jamás vistas para sus señores de Erebor!

Soñar con lo que le esperaba era algo que había hecho con asiduidad los últimos meses. Al final pudo comprarse su equipamiento para emprender el viaje. Botas de montaña, camisa gruesa y chaleco de cuero, guantes mitones, barba limpia y arreglada, un escudo de buen tamaño para un enano y un Jubón de cuero en la cabeza. Su daga y su espada corta al cinto. Así abandonó Krölin el lugar de su infancia, Erebor. Tenía muchos recuerdos de esos lugares, había pasado allí toda su vida.

Cualquiera que saliera de Erebor debería pisar la ciudad del Lago, por ende, ése fué su primer destino. Al llegar notó una sensación extraña en él, el sol le había cansado, era hora de una buena cerveza. Como buen enano, se dirigió al bar a refrescarse el gaznate. El local era muy variopinto, no esperaba encontrarse a tantas razas todas juntas hablando y bebiendo y comiendo y jugando. Aun así, Krölin no quería fiarse demasaido, había mucho bandido suelto. Se acercó a la barra e intentó subirse a un taburete, lo que porpició las risas de algún cliente. - Arrr, ¡una cerveza bien fría para un enano! - La tozudez de los enanos era normal.

Una vez le sirvieron la cerveza se fué a una mesa a esperar a que los trabajos le llegasen. ¿No es así como empiezan todas esas buenas aventuras?

Cargando editor
04/02/2017, 15:48
Cuidoron "Arcoderoble"

Cuidoron entro en la posada, enseguida varias miradas se clavaron en él, no era tan normal ver a un elfo en la ciudad, pese a que las relaciones habían mejorado tras la guerra.

Era alto, al menos en comparación con los algunos de los presentes, contaba con poco menos del metro ochenta. De complexión normal, espaldas algo anchas, fuertes brazos y potentes piernas, daba la impresión de ser más enclenque de lo que en realidad era. Con poco más de ochenta kilos podía decirse que tenía una estilizada figura. Tenía un apagado pelo gris ceniza que resaltaba el azul de sus ojos y atenuaba su tez blanquecina.

Se cubría con una capa de lana fina teñida de verde oscuro, con adornos marrones con forma de hojas de roble en el cuello y unidos estos por un cordón de cuero trenzado a modo de sujeción. La capa tenía una capucha que dejo caer hacia atrás en cuanto entro en la estancia.

Bajo la capa llevaba una camisa parda de manga larga hecha de lino fino y un peto de lana de un marrón más oscuro que la camisa. Sus pantalones de lino grueso eran de un tono verdoso y estaban cuidadosamente adornados con dibujos de ramas y hojas. Calzaba unas botas de cuero muy cómodas que le llegan hasta medio tobillo. Eran sencillas y las llevaba bien limpias. Sobre la ropa y bajo la capa, lucía una armadura de cuero muy ligera. Había sido gravada cuidadosamente con motivos que se asemejan a enredaderas, la armadura le cubría todo el pecho.

Llevaba un cinturón de cuero negro, con una hebilla sencilla hecha de hueso. Del cinto colgaba una pequeña bolsa de cuero y un cuchillo de caza convenientemente enfundado en su pequeña vaina de cuero repujado. También colgaba del cinto, a la izquierda, una sencilla espada con el mango de hueso.

A la espalda su carjac, de cuero endurecido y adornado con motivos arbóreos, deja ver por encima del hombro los penachos de las flechas que guarda en su interior. Unas flechas de madera con la pluma blanca de cisne y punta de hierro. Junto al carjac se ve un arco descordado.

Aunque al principio el mismo Cuidoron se quedó paralizado ante el hecho de que todo el mundo lo mirara, poco a poco las gentes que allí se encontraban fueron volviendo a sus asuntos. Más tranquilo, Cuidoron era algo reservado, se acercó a la barra que se extendía a un lado del local. Ahora era el elfo el que escrudiñaba a todos los presentes. No buscaba a nadie en particular, pero en cierto modo, le gustaba saber a quién tenía cerca. Cuando llego saludo amablemente al posadero y pidió algo de vino, era sabido que en Esgaroth se traía el mejor vino de Dorwinion. Cuando se lo sirvieron lo degusto pausadamente mientras observaba desinteresado a los presentes.

Cargando editor
06/02/2017, 01:25
Mungo Bolger

Cuando entró, se alegró del ambiente bullicioso de la taberna del Arquero. Olía a comida caliente, cerveza y a camaradería. La ciudad del Lago recibía cada vez a más visitantes y él, por supuesto, se contaba entre ellos. Tras echar un vistazo general, sin resultados, se acercó a la barra para pedir una cerveza. Tuvo unos pocos problemas para subirse al taburete, pero una vez conquistada la altura precisa pidió una cerveza y preguntó al tabernero si había visto entrar a algún enano. La negativa no lo cogió por sorpresa, Mungo Bolger estaba acostumbrado a ser el primero en llegar a las citas con sus amigos.

A la gente debía extrañarle ver entrar a alguien incluso más bajo que un enano de Erebor, y más aún completamente lampiño. Evidentemente se trataba de un risueño mediano de La Comarca; de rizado cabello, lo suficientemente largo para llegarle a los hombros, y espesas patillas tras las que sobresalían orejas puntiagudas. Sus vivos ojos de color miel observaban con curiosidad todo lo que le rodeaba mientras disfrutaba de la cerveza que acababan de servirle. Iba bastante cargado, con ropa para el invierno porque le gustaba ser previsor pese a que todavía estaban en primavera.

Mientras se fijaba de cuando en vez en la puerta de la taberna, se percató de que el hombre que tenía a su lado parecía estar haciendo lo mismo. Tenía aspecto de ser un lugareño, por lo que trató de entablar conversación con él para pasar el rato y, de paso, entablar nuevas amistades:
Saludos, buen hombre. Mi nombre es Mungo, Mungo Bolger, encantado de conocerle. Parece usted de por aquí...

Pasaron un rato hablando. Aquel hombre de Bardo parecía disfrutar de una buena conversación y eso animó bastante al hobbit a seguir relatando alguna de sus anécdotas y las expectativas que tenía para sus futuros viajes. Transcurrido un tiempo, un extraño hombre con parte de su cabeza rapada y acompañado de un magnífico lobo. Como era de esperar empezaron a atraer todas las miradas del establecimiento, probablemente estarían acostumbrados a viajeros de toda clase, pero la extravagancia del nuevo visitante no tenía parangón. El silencio reinó en el local hasta que se acercó hasta la barra y dejó caer caer sutilmente que alguien le invitase a un plato caliente. El hobbit se fijó en que el hombre de Bardo le hacía un gesto a modo de saludo:
¿Es amigo tuyo, Grimrow?— dijo —Encantado, mi buen señor. Lo cierto es que tanta caminata y esperar por ese enano cabezota me ha abierto el apetito. Tabernero, ¿eso que huelo es guiso? No me importaría probar un poco. ¿Podría ponerme dos platos? 

Tras un par de cucharadas, escuchó la puerta abrirse un par de veces. Primero entró un elfo, a quien Mungo miró con cuiriosidad; y, de hecho, no fue el único. El segundo en entrar fue Kröllin. Éste, en lugar de buscar al mediano, fue directamente a pedir una cerveza fría mientras trataba de sentarse en un taburete. Mungo dejó su plato y corrió a ayudarle y a recibirlo con una amistosa palmada en la espalda.
¿Ya no reconoce a los viejos amigos, maese Kröllin?

Notas de juego

*Doy por hecho que ya conozco el nombre de Grimrow, dado que intuyo que el también me dice su nombre.

Cargando editor
06/02/2017, 18:07
Balmut

¿Señor? - se extrañó Balmut, que echó una breve risotada. Mantuvo su sonrisa, aun algo hostil, y se sorprendió al darse cuenta de que no era un hombre bajo, ni un enano. Nunca antes había visto un mediano y le invadió la curiosidad. - Agradezco su generosidad. - dijo en un tono que nadie sabría si tomarse a broma, aunque sus ojos parecían sinceros. 

Cuando el plato llegó a la mano libre del hombre del bosque lo alzó de la mesa y lo colocó ante el sabueso que lo acompañaba, en el suelo. 

- Otro. - pidió al tabernero, para después girarse sonriente hacia su benefactor. 

Cargando editor
09/02/2017, 00:19
Balmut

- Gracias.

A manos de Balmut llegó un segundo plato. Dedicó una breve mirada a su compañero y ambos comenzaron a comer. En otro caso era probable que tuviera la poca decencia de levantarse para comer apartado, no confiaba en quienes le rodeaban. De hecho solo usaba su mano libre, sin que su diestra soltara el hacha que permanecía en su regazo. La simpatía de aquel mediano y la curiosidad que le generaba aquella raza desconocida le convencieron para no cambiar de asiento. Pero como su benefactor se había ido a saludar a un amigo volvió su atención a la prioridad, comer. Ya podría conocer al hobbit cuando volviera. ¿O acaso no pensaba volver a por ese plato de guiso? 

Cargando editor
10/02/2017, 22:36
Jim Pantry

Jim Pantry era el veterano tabernero que se encargaba de La Taberna del Arquero, un hombre ya entrado en años como reflejaba su pelo ya canoso y las incipientes arrugas, que afrontaba la entrada en la última etapa de la vida. Jim era consciente de que su soltura en la cocina ya no era la propia de un chaval de veinte años, pues su vista comenzaba a resentirse gravemente, pero a pesar de ello se manejaba con bastante soltura sin equivocar un pedido. Su hijo mayor también trabajaba en la posada, pero su carácter poco trabajador y haragán preocupaban en gran medida a Jim, pues temía que su negocio familiar no fuera continuado con igual maña que hasta entonces.

-Aquí tenéis mi fiel Grimrow. -Le dijo al hombre de Bardo. -¿Cómo están nuestras fronteras?. ¿Seguís protegiéndolas con celo? -Al viejo tabernero le gustaba saber cómo iban las cosas más allá de la ciudad y del lago. Era un hombre que había vivido muchos acontecimientos nefastos en los últimos años y por ello desconfiaba de la aparente paz que reinaba el mundo en esos años posteriores a la Batalla de los Cinco Ejércitos. Había tenido que trabajar duro y soltar más de una lágrima por la perdida de su viejo negocio tras la caída del dragón y la posterior guerra, pero con esfuerzo y sacrificio había logrado recuperarse y rehacer su negocio y su vida.

El tabernero vestía un mandil de tela gruesa que salvaba sus gastadas ropas de las salpicaduras de las bebidas o la comida, aunque normalmente lo usaba para secar o limpiarse las manos. El resto de sus ropas eran bastante sencillas, propias de un tabernero de la ciudad que había pasado duras dificultades en el pasado reciente. Se deslizaba de un lado a otro atendiendo las comandas: repartió un vaso de vino para el elfo recién llegado, una cerveza para un mediano al que a punto estuvo de confundir con un niño por un segundo cuando trepaba torpemente al alto taburete, también se encargó de servir los platos de guiso que el mediano había tenido a bien invitar al extraño hombre de los bosques de cabeza medio rapada que había entrado a su taberna seguido de un enorme chucho. Jim no tenía ningún problema en que el animal comiera dentro del establecimiento pero miró de reojo al animal algo intimidado por su imponente tamaño, esperando que no causara ningún problema.

-Aquí tenéis, maese enano. -Dijo tras servir una de sus mejores espumosas en una jarra que rápidamente quedó empañada fruto de la condensación del frío líquido ambarino de su interior. -¿Habéis venido a la ciudad para atender la petición de vuestro viejo paisano?. -Le preguntó a Krölin con curiosidad.

Cargando editor
13/02/2017, 02:50
Ella

Hacía muchos soles que el invierno había marchado hacia tierras más australes sin que la muchacha se percatara de ello. Y, como siempre desde que los hombres tuvieran memoria, llegó la primavera con sus trinos y con el aroma tibio de los nuevos frutos. Sorprendida por el pronto devenir de los días, Ella alzó los ojos y echó una mirada insomne en derredor.

¿Dónde se encontraba? Lo ignoraba.

Envuelta en la niebla, una ciudad. Escrutó lentamente cada detalle, divisó el puente, los edificios que orillaban en torno al lago y los que se adentraban sobre sus plácidas y oscuras aguas, el incesante ajetreo del muelle y el lejano bullicio de la ciudad. No era aquel un sitio que la atrajera particularmente, sino todo lo contrario. Demasiado ruido, demasiada confusión y una miríada de rostros y olores. Aún así, la muchacha cruzó el puente y avanzó por los arrabales de la ciudad como una sonámbula, ajena al ajetreo de la gente y al devenir de sus propios pasos. Caminó y caminó hasta que percibió el picante aroma del jengibre, una humilde ochava, un fogón y un hálito secreto.

La mujer estaba sentada junto al fuego y delante de ella, en un pequeño caldero, la sopa hervía como si estallaran muchos abscesos. Los niños con sus recipientes y los perros esperaban en fila. La mujer servía del caldero a los niños y a los animales y Ella comprendió de inmediato que lo que servía eran los sueños. Cuando la beórnida se acercó también le ofreció un cuenco, pero la muchacha lo rechazó con una sonrisa.

—Yo ya no puedo soñar —, dijo.

La mujer estaba recostada sobre los restos del pescado como un perro sobre los huesos de la presa y Ella pensó que se parecía a una garza que sueña que es mujer. La joven beórnida se extendió en el suelo junto a ella, con las uñas entumecidas y la mirada quebrada, mutilada. Ahora estaban solas, se podía oír a las avispas que afilaban sus aguijones sobre la corteza seca de los árboles. Quiso besar a la mujer, pero la cara de esta de repente cambió por completo. Como si otra mejilla hubiera recibido su beso. Cuando Ella preguntó qué había acaecido, la mujer solo dijo:

—Ah, son los dias. No hagas caso, pasan sobre mi rostro unas diez veces más velozmente que sobre el tuyo, o sobre el hocico de estos perros. Pero en vano te esfuerzas con mi capa; debajo de ella no hay lo que estás buscando. No tengo la osa parda.

La beórnida asintió en silencio a aquellas palabras. Deseaba pedirle algo, pero calló su anhelo. Fue entonces cuando la mujer acarició al perro que lamia sus pies, y añadió:

—Jim apreciará esa piel de zorro que guardas en tu morral; puedes encontrarlo en la Taberna del Arquero, siguiendo esta misma calle, hacia el este. Pero antes cumpliré tu deseo; voy a soñar ese sueño para ti. Pero cúidate bien desde ahora, o quien persigue a la que sueñas acabará por alcanzarte —advirtió.

Bajó entonces la cabeza sobre su perro. Ella contempló su cara y sus manos rasguñados por las innúmeras miradas que la habían rozado durante centurias enteras y cómo recibió en su sueño a la que Ella tanto anhelaba...

***

Reconfortada por el inesperado regalo, la muchacha se encaminó hacia la posada que la mujer le había señalado. Jim Pantry, recordó. Quizá podría conseguir de aquel hombre una pinta de aceite, unas libras de harina y algunas especias a cambio de la piel. No tardó mucho en encontrarse frente a las puertas de la Taberna del Arquero y, cuando atravesó el umbral, un fuerte vaho a sudor, a cerveza y carne guisada con hierbas sacudió sus sentidos. Repentinamente sintió un apetito voraz como hacía mucho tiempo no sentía. Entonces regresó a su memoria el cordero adobado al romero que con tanto placer saboreaba en su tierra, allá lejos en los días y en las leguas. Y un ramalazo de nostalgia la sacudió de pies a cabeza.

Avanzó unos pasos y contempló a la variopinta congregación de parroquianos que atestaban el recinto. Elfos, enanos, hombres y unas pocas mujeres se congregaban en torno a la barra o dispersos entre las mesas. Nunca, que ella recordara, había visto a tantas y tan diferentes pueblos reunidos en tranquila camarería. Aunque los Hijos del Gran Oso eran de naturaleza amable, no acostumbraban a tratar con los otros pueblos más que lo indispensable. En su tierra, un extranjero era visto como un intruso, una pasajera molestia o, en el mejor de los casos, una extraña visita.

Cuando adivinó entre los presentes la silueta del dueño de la posada, se encaminó hacia él. Pero no había dado más de una docena de pasos en su dirección cuando una voz aguardentosa y unas manos febriles detuvieron su marcha.

—¡Mirad lo que encontré aquí! ¡Si es una espiga salvaje! ¡Mirad qué alta es! ¡Al fin una mujer a la que puedo mirar sin torcer el pescuezo! —carcajeó uno de los hombres que ocupaba, junto a otros tres, una mesa contigua a la barra.

Los cuatro, con lascivas miradas regadas de alcohol, rieron a coro y, como guiados por un único pensamiento, se incorporaron y rodearon prestos a la joven beórnida, contemplándola con dientes en los ojos. Como lobos hambrientos frente a un cordero. Ella entrecerró los párpados y los evaluó con una rápida mirada. Eran jóvenes y fuertes. Y, como ella, iban bien armados.

Mal hado, rechinó los dientes.

Con un ágil manotazo, la beórnida se soltó de la presa que tenía sobre ella el hombre que la había interceptado y lo encaró:

—Pon un dedo sobre mí y, ¡por el Gran Oso!, te prometo que caerán como frutos podridos —susurró, al tiempo que empuñaba la daga contra la entrepierna del hombre.

Hubo un breve pero espeso silencio y miradas de soslayo, interrogantes.

Entonces alguien, más allá del círculo que rodeaba a la muchacha, exclamó...

Cargando editor
14/02/2017, 11:59
Balmut

Ni el hombre ni el perro permitieron que el delicioso guiso les abstrajera de la multitud que los rodeaba. Alzaban la cabeza entre bocado y bocado, siempre alerta. Balmut reparó en las miradas que atrajo su compañero, sintiendo algo de envidia por la facilidad con que era percibido como una amenaza. En ocasiones como aquella se preguntaba cuán diferente sería la escena de haberse presentado con la camada al completo.   

La entrada de la joven beórnida no les pasó desapercibida, aunque no hicieron el menor gesto de interés. El aspecto salvaje de la muchacha sugería un modo de vida similar al suyo o, al menos, con grandes aspectos en común. Y el recibimiento que se encontró no resultó desconocido a Balmut, quien ya se había visto envuelto por un corro de valientes en dos de los pocos pueblos que había visitado. En su caso con intenciones menos… cariñosas.

El joven y el perro encararon el conflicto, observándolo sin un ápice de disimulo. Balmut descansaba sobre el alto taburete e inclinó el cuenco de guiso de su zurda sobre su labio para tragar el poco contenido que quedaba. Su compañero vigilaba alzado en sus cuatro patas, haciendo más evidente su gran tamaño. Había dejado el plato limpio.

-¡Delicioso! – exclamó al tiempo que apoyaba el cuenco sobre la barra con un leve golpe seco.

Al atraer la atención ladeó la cabeza. Sus dedos tamborileaban en el mango del hacha que sostenía en su regazo, su mirada saltaba entre los implicados y su sonrisa había perdido su escasa candidez, tornándose más oscura. El perro lobo mostró una actitud pareja, sin dejar adivinar si se abalanzaría sobre ellos.

-Estoy deseando ver los huesos del dragón. - 

Cargando editor
14/02/2017, 15:36
Cuidoron "Arcoderoble"

El elfo bebió apaciblemente el vino recibido. Espera que fuese un gran caldo, pero su sabor dejaba algo que desear. Mientras trataba de sacarle algo bueno, se auto reñía por no haber sido algo mas expeditivo - Un vino de Dorwinnion, no era tan difícil - decía en su cabeza. No se podía decir que fuera en vino malo, ni mucho menos, pero sus expectativas eran mas altas.

Abstraído, su mirada se posaba en las diferentes gentes que habitaban aquella jungla urbana, en la que la posada era el máximo exponente de la decadencia. Hombres ebrios se sentaban a la mesa contando anécdotas, chistes e historias difíciles de creer. Comerciantes de tres al cuarto cerraban negocios seguramente no muy limpios, si debían llevarse a cabo en un lugar como aquel en lugar de un limpio despacho. También había gente trabajadora que se tomaba un descanso para degustar un guiso cuyo aroma ya envolvía el local.

A Cuidoron le llamo la atención un pequeño hobbit que había entrado hacia no demasiado. Aquella pequeña raza que pasaba inadvertida para el mundo, pues apenas salían de su hogar allá en La Comarca, no había faltado al aniversario que a todos los había llevado hasta allí. Sin duda el que mas le llamo la atención fue la de un desgarbado hombre, que había entrado con un enorme perro. El hobby parecía dicharachero, y con ganas de hacer amistades. Se presento al hombre del perro y lo invito a un plato de guiso, este le entrego su plato al animal para pedir otro en un alarde de descaro. Entro también un enano, que curiosamente debía conocer al hobbit pues fue a saludarlo en cuanto el naugrim entro, el elfo no pudo si no esbozar una sonrisa viendo la escasa altura de ambos.

Algo después entro una joven. Una norteña bien ataviada con pieles y de porte atlético. Podía decirse que era hermosa, si es que alguna edain podía considerarse eso. Avanzaba hacia el interior de la posada, cuando uno de esos indeseables borrachos la agarro con fuerza del brazo. En apenas un instante la muchacha se veía rodeada por cuatro obscenos borrachos que la miraban de un modo poco correcto. La mujer era sin duda una salvaje, poco acostumbrada al bullicio de la ciudad, Cuidoron en parte podía entender como aquella situación podría sobrepasarla, a el mismo le sucedía cada vez que dejaba los bosques. Casi sin pensarlo su cuerpo se tenso, presto para actuar ante esa injusticia. Pero la contestación que les dio la mujer lo relajo un poco. No dudaba que ella sola pudiera dar una lección a todos ellos. Sin embargo, por si acaso, se acerco un poco.

-  Al fin has llegado, ven, tomemos un vaso de vino - dijo a la beornida mientras clavaba una inquisitiva mirada en cada uno de los cuatro individuos que la rodeaban. Por supuesto no la conocía, pero esos tipos no tenían por que saberlo.

 

Cargando editor
16/02/2017, 16:34
Farald, hijo de Farnmann

Había demasiada gente en Esgaroth y Farald se desorientó un poco. Hacía mucho tiempo que no venía por aquí y mucho menos en época festiva.

Al fin, tras preguntar a algún lugareño consiguió encontrar la posada del Arquero. No era la primera vez que paraba ahí pero, quizá por la muchedumbre, no la recordaba en ese lugar. Pero el trozo de madera que colgaba del mástil sobre la puerta era inconfundible: esa era la posada del Arquero.

Abrió la puerta con cuidado y asomó la cabeza en busca de Grimrow. Hacía horas que debía de estar allí y Farald sabía que Grimrow le reprendería por su tardanza. Pronto las miradas de ambos hombres se cruzaron y una sonrisa se dibujó en el rostro de Farald.

—Mi buen amigo Grimrow —dijo elevando la voz por encima de la turba—. Espero que no lleves mucho tiempo esperando.

Sin esperar a que Grimrow contestara Farald le ofreció un abrazo afectuoso que revelaba que ambos hombres eran buenos amigos.

—¿Qué tal el viaje? Nunca había visto esta ciudad tan abarrotada.

Con un gesto con la mano saludó al posadero como si le conociera de alguna otra ocasión. Y eso era probable. Casi no recordaba a Jim pero ese hombre que estaba hablando con Grimrow tenía que ser él, ¿quién si no iba a atender esta posada?

—Jim, pon esa buena cerveza que tanto nos gusta... y rellena la jarra de Grimrow —dijo dejando algunas monedas sobre la jarra para pagar las bebidas.

Cargando editor
17/02/2017, 02:05
Ella

El silencio se quebró como trizas de cristal cuando una voz exclamó —"Estoy deseando ver los huesos del dragón"—; y eso, más que un deseo, fue una velada amenaza. O así lo dejó entrever la sombría actitud de quien pronunciara aquellas palabras. Todas las cabezas voltearon hacia donde dos criaturas, hombre y cánido, mostraban los dientes con un inequívoco mensaje. Por un brevísimo instante, los hombres se miraron entre sí con suspicaces miradas. —¡Qué me aspen si voy a permitir que…!— murmuró uno. Y, cuando Ella ya vaticinaba una trifulca y las consecuencias que aquello acarrearía, otra voz se hizo eco en la escena. —Al fin has llegado… —No necesitó voltear la mirada para saber que se trataba de un elfo. Solo en una ocasión había visto a los Hijo de las Estrellas, cuando muy niña, y jamás olvidó el peculiar matiz de aquellas voces añejadas por las centurias, como los buenos vinos. 

—Me entretuve cazando sueños —respondió, como si sus palabras tuvieran algún significado para el elfo, y añadió: —Lo malo es despertar sin ellos… —Luego guardó la daga y, sin dejar de escrutar al hombre frente a ella con una gélida mirada, susurró: —Es entonces cuando no tienes nada que perder, salvo la vida. — Más que una amenaza, aquellas palabras fueron la simple contrastación de un hecho consumado.

Acto seguido, se encaminó hacia la barra, siguiendo los pasos del elfo. 

Cargando editor
17/02/2017, 16:44
Jim Pantry

Cuando unos borrachos increparon a la beórnida que acababa de llegar a la taberna, la situación se volvió algo tensa y por un momento pareció que una bronca estuviera a punto de explotar entre la joven y los borrachos que la molestaban. Balmut, y su sabueso tomaron posiciones para defender a la muchacha colocándose con gesto amenazante hacía ellos. Jim Pantry empezó a temer por las mesas, vasos, platos, sillas, y demás bienes de su propiedad que iban a terminar siendo destrozados por la inminente pelea. Sin embargo, la cosa no fue a más y Jim tuvo que agradecer a los Valar la intervención del elfo para poner paz en la situación.

-¡Ya está bien, borrachos! ¡Largo de aquí!. - Dijo el veterano tabernero haciendo frente al grupo de hombres. Alguno de ellos osó encarar al viejo Jim, pero éste reparó en la presencia de Grimrow y su amigo e hizo mención a ellos. -Acaso seréis tan estúpidos de pegar a un anciano tabernero en presencia de la guardia de Esgaroth. - Aquello provocó que los hombres replantearan su actitud, y tras estudiar a Grimrow y su recién llegado amigo, agacharon la cabeza y se dirigieron a la puerta de la posada maldiciendo por lo bajo.

Jim agradeció a todos que calmaran la situación y evitaran una pelea destinada a perjudicar principalmente a su negocio. Atendió a la petición de Farald, sirviendo dos jarras de cerveza para ellos y tomó nota de lo que la beórnida deseaba tomar para satisfacer su hambre y su sed. Balmut y Cuidoron fueron recompensados más tarde con sendas copas de vino por su intervención y Jim, que había dejado en el aire la pregunta que había realizado al enano por culpa de todo el alboroto, se dirigió de nuevo hacía donde se encontraban Krölin y Mungo. Cerca de ellos se habían acomodado el elfo y la beórnida, y también se mantenían cerca los dos hombres de Bardo y el hombre de los Bosques con su perro. Por lo que todos pudieron escuchar las palabras del tabernero.

-Últimamente los ánimos están algo alterados en la ciudad. Se acerca la Reunión de los Cinco Ejércitos, y las noticias sobre los enanos desaparecidos tienen a todo el mundo en alerta.

Cargando editor
20/02/2017, 00:23
Mungo Bolger

Mientras se acercaba a su amigo, el extravagante hombre de los bosques pidió otro cuenco para sí mientras ofrecía el suyo a aquel perro enorme. El mediano jamás había visto un animal de ese tamaño, por lo que aventuró que esa debía ser la razón de que comiese de plato en lugar de sobras, ardillas o ratas. El tabernero dedicó una mirada inquisitiva a la que Mungo respondió encogiéndose de hombros. Había dicho que le invitaría; rehusar habría sido muy descortés.

Tras una amigable palmada, Krölin estuvo a punto de darse la vuelta para responder al sonriente hobbit cuando empezó el revuelo. El asunto de la mascota y el guiso habían ocupado toda la atención de Mungo, quién no se había percatado de la llegada de una mujer de tamaño absolutamente imponente. Lo que sí escuchó fueron los improperios que le dirigían algunos parroquianos beodos. Por suerte, el anciano tabernero logró calmar la situación.
Bueno, amigo— le dijo al enano —, si me disculpa, he de regresar a mi sitio. Un buen plato caliente me espera. ¡No sea tozudo y acompáñenos, maese Krölin!

El hobbit se fijó en que la joven estaba charlando con el elfo. Los observó con atención mientras regresaba a su guiso [1], con la esperanza de que el hombre del bosque no hubiese entendido el repentino abandono de la comida como una invitación a repetir. Le dio una cucharada y le alegró comprobar que todavía seguía caliente.
¿Enanos desaparecidos?— preguntó al tabernero —No había oído nada al respecto. ¿Qué ha sucedido?

Notas de juego

[1]: Vamos a decir que se sobreentiende que Krölin me ha respondido y que tal vez se me una.

Cargando editor
20/02/2017, 01:04
Krölin

El enano se vió abordado por dos hombres casi al mismo tiempo, y cuando éste se disponía a responder, una pelea aconteció en la posada. - ¡Por Torin! ¿Qué despropósito es este? - Volvió su mirada a Mungo. - ¿Mungo? ¿Mungo Bolger? Jajajaja, cuanto tiempo sin verte viejo mediano. ¿Qué ha sido de tí durante todos estos años? Por mi parte he estado trabajando en la mina de Erebor, y ahora estoy en busca de aventuras. - Cuando el tabernero hubo vuelto de tirar a los borrachos de la taberna, le rfespondió a la pregunta que antes le había formulado. - ¿Tarea? No, no sé nada de ninguna tarea. He venido por mi cuenta.

Acompañó al mediano hacia la mesa después de haberle dado un buen trago a la cerveza que tenía en la mesa. 

¡Por Balin! ¡¿Enanos desaparecidos?! ¿Qué es lo que ha ocurrido?

Cargando editor
20/02/2017, 14:02
Cuidoron "Arcoderoble"

- Gracias amigo - le dijo cuando el tabernero lo acomodo en una de las mesas, era la hora de comer y el guiso olía bastante bien. Acompaño al elfo la beornida, que acaba de tener un pequeño encontronazo con algunos hombres de dudoso honor. Cuidoron quiso ayudarla, llamándola como si la conociese para que aquellos tipos creyeran que no estaba sola. Ahora Jim, como había escuchado que se llamaba el regente de la posada, los había sentado juntos.

- Mi nombre es Cuidoron, un placer compartir mesa contigo - dijo amablemente a la muchacha. - Creí oportuno tratar de echarte una mano antes, aunque no dudo que no tendrían nada que hacer viendo el modo en que te desenvolvías con ellos - sonrió.

- ¿Que te trae por aquí?, la reunión supongo, como a muchos de nosotros - se encogió de hombros - Es un día importante, sin duda, y todos los pueblos participes en la gloriosa batalla quieren estar presentes hoy - aseguro. Hizo una seña para que rellenara sus copas y para pedirle un buen cuenco de estofado.

Mientras charlaba apaciblemente con la joven, no pudo evitar escuchar las conversaciones que tenían lugar cerca, especialmente la de la mesa de al lado, donde un ruidoso enano hablaba con un educado hobbit. No era una conversación demasiado relevante, un simple encuentro de dos amigos tras un largo periodo.

Fue entonces cuando Jim atrajo una mayor atención, tanta, que no pudo evitar girarse cuando éste hizo su afirmación. Al parecer algunos enanos habían desaparecido. Esto no hubiera importado demasiado a Cuidoron, aquella raza era demasiado escandalosa y poseía pocos modales, al menos para los estándares de su pueblo, por lo que perder de vista a alguno de cuando en cuando no estaba tan mal. Pero no se trataba, por el tono y la preocupación expresadas por el posadero, de una simple ausencia. No se habrían perdido recogiendo setas en el bosque, ni estarían de resaca tras una noche de cerveza y vino caliente. El estado de alerta que mencionaba, daba entender que era algo mas grave, permaneció a la escucha por si alguno de sus "vecinos" de mesa, formulaba la peticion que rondaba en su cabeza - Cuéntenos mas...

Cargando editor
21/02/2017, 07:35
Grimrow

Muchas cosas sucedieron en poco tiempo. Entró el amigo del mediano, un enano. Casi de inmediato, tras él, un elfo. Jim el tabernero le preguntó por las fronteras y antes de que pudiera responder hizo entrada una joven que atrajo algo más que las miradas de los borrachos locales.

Grimrow dio paso en su dirección para intervenir al momento en el que Farald entraba por la puerta y se lanzaba a abrazarle deteniendo su intervención. Por suerte Jim que se había quedado con la respuesta a su pregunta en el aire y viendo sus intenciones puso voz a sus pensamientos.

Resuelta la situación, pudo volver a dedicar la atención a su amigo y las palabras del posadero.

- Apenas una cerveza de paciente espera - le dijo con una sonrisa. 

Tomó la nueva cerveza que le tendían, la alzó para brindar por el reencuentro y tomó un largo sorbo. - Fuera, lo que es fuera, en esta ocasión no he estado. Patrullas cercanas y sobre todo guardias interminables dentro de la ciudad, no ya para mantener el orden, que es casi imposible, pero al menos para intentar regular el caos que se está creando con la reunión.-

- Bueno, ¿y tú que tal? - le preguntó sin poder evitar girar la cabeza al escuchar a Jim hablar sobre las desapariciones.

Notas de juego

¿Ha escuchado Grimrow algo al respecto?

Cargando editor
21/02/2017, 13:45
Farald, hijo de Farnmann

Farald estaba a punto de poner al día a Grimrow cuando éste desvió la mirada hacia el posadero.

—¿Qué ocurre Jim? —preguntó por fin—. ¿Dónde han desaparecido esos enanos? ¿Eran de aquí? Nos estaría mal que nos pusieras al día con lo que se cuece por aquí.

Dio un largo trago a la cerveza y se mantuvo expectante a la respuesta del posadero y no pudo evitar fijar su mirada en el enano y el mediano que también se sorprendían con la noticia.

—Veo que la noticia le resulta tan sorprendente como a nosotros, maese enano —dijo elevando la voz para que pudieran oírle—. Venga Jim, cuéntanos más. Y vosotros, venid y beber con nosotros, no hagamos que Jim tenga que repetir lo mismo dos veces.