Partida Rol por web

"Con que oro..." - Susurra mientras se acaricia la barba. "Hablando de oro... Se nos ha convocado para no se que lectura de testamento... Le advierto ya que si en este testamento hay alguna cesión de oro para mi, no la quiero. En estos momentos, seguro que la Srta. Lorrimor lo necesitará más que yo. ¿Sabe usted cuando se hará la lectura? Estoy algo cansado de tanto esfuerzo y si no va a ser ahora, me buscaré un sitio donde dormir" - Dice con decisión. En la cara de Penton se nota seriedad, como si rehusar el oro del profesor no fuera solo el, sino todo el mundo. 

Sebastian regresa silenciosamente de la cocina con una bandeja que flota espectralmente en el aire con dos tazas de té y una pila de unos bollos de canela extrañamente insípidos. Silenciosamente le entrega a Jospeh su taza de té y deja la bandeja sobre la mesa central de la sala de estar para retirarse a una esquina flotando inmóvil.

Audrey escucha a los dos hombres hablar. Sin nada de valor que añadir a la conversación que llevan, se dedica simplemente a evitar que el cuervo le robe la taza de té que pidió Joseph.

El cuervo lo intentó. Pero Audrey lo recogió a tiempo y se lo quedó contra ella. En eso, se le ocurre una pregunta:

"¿Los dragones huelen a... Oro? ¿El oro tiene un olor...?" 

"Yo no he venido aquí por oro, señor Penton. No espero ninguna ganancia de todo esto. Tan solo he venido a mostrar mis condolencias a la familia Lorrimor, aunque... Sospecho que pueda haber algo que no sepamos. Eso explicaría el descontento de los habitantes de este lugar con el funeral del profesor, más allá de por que era un estudioso de las artes oscuras." Joseph se encontraba sin darse cuenta mirando al infinito formulando posibles teorías. Cuando volvió en sí tras unos instantes, se acordó de la pregunta que le hizo: "Quizá debamos esperar a que regrese la señorita Lorrimor para saberlo antes de ir a descansar."

Dio un sorbo al té que le había entregado Sebastian y miró vagamente hacia la chica, cuyo nombre todavía desconocía. Joseph acercó su mano al bolsillo para sacar una moneda de oro y se la acercó a la nariz para olerla. El olor metálico de la moneda se camuflaba con el que él mismo desprendía a humedad y sudor. Acto seguido le lanzó suavemente la moneda a la chica esperando que la atrapara. Hizo esto por dos razones: Para ver si había algo de chispa y vida en ella- ya que no había percibido indicios de ello- y también para romper el hielo con ella. "¿Tu nombre?"

La chica no se esperaba que le lancen cosas lanza uno o dos manotazos al aire, haciendo botar un poco la moneda hasta que finalmente consigue atraparla. Exhala, relajándose tras ese pequeño momento de tensión. Con tanto movimiento se le volvieron a descubrir los mini-cuernos, los cuales el cuervo vuelve a cubrir dándole con el ala a Audrey hasta que el flequillo se queda bien puesto. Luego imita un pulgar hacia arriba con una pluma.

Audrey mira la moneda, con curiosidad la acerca a la nariz y huele. Se estremece, ¡el oro huele a sudor! Tuerce la nariz con un pequeño deje de asco: "Los dragones huelen a... ¿Sudor?". El cuervo rueda los ojos.

Luego cae en que Joseph le preguntó el nombre. "¿Se lo devuelves?" le da la moneda al cuervo. El cuervo inmediatamente la mete entre su pelaje y se hace el tonto hasta que Audrey, algo molesta, le agita con suavidad. El cuervo infla su plumaje un poco pero cede: Da algunos brincos, deja la moneda sobre la mesa cerca de Joseph, y luego regresa con Audrey.

"Audrey. Me llamo Audrey," responde mientras aún se frota la nariz, "Audrey de Oaktown..." añade algo más bajo, pero aún audible.

"Tiene razón Sr. Wheatfield. Sebastian, ¿podrías ir a buscar a la Srta. Lorrimor? Necesito descansar, el ataúd pesaba bastante". Mientras, Penton se va fijando en las actitudes de la gente. ¿Un cuervo que bebe té, una señorita que huele monedas y un tío que se dedica a tirar dinero así como así? Piensa: Al menos no soy el más raro del lugar. 

Sebastian, que al oir la moneda caer al suelo hace un lento ademán de ir a recogerla, os observa silenciosamente hasta que Penton se dirige a la criatura directamente. Asintiendo sin pronunciar una sola palabra, la entidad desaparece subiendo las escaleras del recibidor.

Sebastian aparece tras la puerta silenciosamente, tocando en el marco de la puerta tres sordos golpes para llamar la atención de su ama antes de acercarse a tirarle del vestido.

Kendra observa a la criatura interrumpiendo vuestra conversación y, tras una breve pausa, se dirige a ti:

"Creo que me reclaman, profesor. ¿Podrá aposentarse usted sin problemas?"

Penton miró hacia los dos raros personajes. "Mientras esperamos, les contaré una historia. - Erase hacer muchos años, en esta misma ciudad, vivía un dragón al que llamaban "El héroe de Marian Leigh". Antes de que naciéramos ninguno de nosotros. Y antes de que nacieran nuestros padres. Fue hace mucho tiempo. Quizá.. quizá hace cuatrocientos años. ¡Mil años, seguramente! O quizá no tanto. 
Eran malos tiempos. La gente estaba hambrienta y enferma. Había hambrunas y grandes epidemias. Había muchas guerras y otras cosas malas en esa época, porque no había nadie que las impidiera. Pero lo peor de todo era que en esa época había demonios en el mundo. 
Algunos, eran pequeños y molestos; herían a los caballos y agriaban la leche. Pero había otros mucho peores que esos. 
Había demonios que se escondían en el cuerpo de las personas y las hacían enfermar o enloquecer, pero esos no eran los peores. Había demonios como grandes bestias que capturaban hombres y se los comían vivos, pero esos no eran los peores. Había demonios que les arrancaban la piel a las personas y la utilizaban para vestirse, pero esos tampoco eran los peores. 
Había un demonio que desta-"

La explicación se vio interrumpida por la entrada de otras personas en la sala. Penton, se dio la vuelta de golpe, asustado. Estaba tan ensimismado con recordando su cuento, que no se había percatado de su nuevo público. 

Kendra observa, desde el marco de la puerta, enternecida por la pasión con la que Penton relata su historia. Por un momento parece absorta por el bárbaro y cuando se detiene, ella misma es la primera en instarle a continuar:

"Oh, por favor, no se detenga, es fasc-" — en ese momento unos insistentes golpes en la puerta de madera la interrumpen, y Sebastian flota bajando las escaleras en dirección a la puerta.

Sebastian abre lentamente la chirriante puerta y entra un enojado concejal Montehogar. Ataviado con un sombrero de copa y una corta pero elegante capa, el hombre parecía un cristo. Sebastian rápidamente recoge la capa y el sombrero que el concejal casi deja caer al suelo en su ímpetu.

"Bueno, acabemos con esto de una vez." — dice ajustándose unas diminutas gafas sobre su picuda nariz — "¿Están aquí presentes todos los allegados a quienes se les lega herencia en el testamento? Señorita Kendra Lorrimor... Señor Penton Ferfin... Señor Joseph Wheatfield... Señorita Audrey... Sin apellido... y... ¿Profesor Martell Tadeus?" — echa una mirada confusa por la sala buscando al profesor, que rápidamente cambia a una de irritación cuando comprueba que no se halla allí.

Joseph estaba gratamente sorprendido al ver que semejante hombretón como Penton no solo parecía buena gente, sino que también era ducho en el arte de la tradición literaria oral.

Sobresaltado por la abrupta interrupción del señor Montehogar, se giró para escucharle. A lo cual le contestó: "Discúlpeme, pero no estaba al corriente de dicha información por parte del profesor." Joseph hizo un gesto con la mano para dar a entender que se refería a la herencia. "No he venido aquí con el propósito de reclamar ninguna herencia ni es mi intención hacerme con ella, puesto que ni soy merecedor de ella ni poseo los vínculos de sangre necesarios. A pesar de esto, me gustaría saber más, por favor."

Joseph ya había percibido con anterioridad que algo no iba bien, y quizá la herencia fuera la clave para descubrirlo. Estaba ansioso por esclarecer el asunto.

Audrey escucha la historia de Penton con curiosidad. ¡Parece intrigada! El cuervo suda completamente, pero Audrey está completamente ensimismada en la historia. Al menos hasta que empezó a hablar de demonios. Ese tema parece que la pone algo nerviosa y se esconde entre los hombros. Hace el ademán de ajustar la capucha pero se encuentra que no la tiene... Jo.

Cuando repentinamente llega el rechoncho concejal, Audrey casi salta de pie de la sorpresa. Baja la mirada y se queda pensando unos momentos antes de volver a observar al conde.

"No sé por qué me ha incluido en su testamento... P-pero... Aquí estoy." ella tiene curiosidad por ello. Si no estuviese tan mal económicamente, opinaría igual que Joseph y no aceptaría una sola moneda... Pero el hambre y el frío son bastante elocuentes.

Martell procede a entrar en la habitación y quitar con meticulosidad unicamente las sabanas  que cubren la cama, el armario y el escritorio:solo aquellos muebles que considera imprescindibles. Tras deshacer una parte de su equipaje par colocarlo en los lugares que considera apropiados para mantener un orden dentro de lo plausible el orden, se dirije a Kendra:

"No se preocupe por ausentarse ni por lo sucedido anteriormente. Entiendo perfectamente los deberes que se asumen como anfitriona y por la otra parte, como puede recuerde, estoy bastante acostumbrado a las muestras de despreccio por parte de aquellos de limitada cultura y mentalidad cerrada. una cosa es ser consciente que una aperiencia bestial no reulta de lo mas apropiado para una situación social, pero no permitire que la incultura y la supercheria pongan en riesgo aquellos que aprecio".- Es ese momento en el que parece Sebastian y Kendra iterrumpe a Martell, a lo que este ultimo procede a finalizar su exposición de manera ligeramente apresurada.

-Oh si, ningun problema. Solo queria que supiera, antes de cumplir con sus mas que justificadas obligaciones para con el resto de invitados, que estoy aqui para que lo necesite, que me alegro de verla, y que me alegro que su caracter haya sido endurecido por el tiempo, si me permite la presunción. Tengo el presentimiento que un temperamento fuerte sera necesario para los proximos eventos venideros.

El profesor aprovecha el haberse quedado solo para fumar algo que, de cara al publico, definitivamente no se trata de pesh o sucedaneos ( de hecho todo aquello que fuma Martell, ha sufrido tantos procesos y alteraciones, que dificilmente podria notarse un semblante con el producto original) aunque esta vez, el efecto estupefaciente es mas intenso de lo esperado, con lo cual, procede a vaciar el contenido en una caja que tiene para la ceniza iponer tabaco mas normal en su lugar. luego se levanta para abrir la ventana y ventilar la habitacion. Viendo que levantarse de golpe no fue la mejor decisiión de su carrera. vuelve a sentarse, se toma unos minutos para sentarse y centrarse. Luego procede a bajar,para socializar dentro de lo razonable.

El profesor Martell empieza a bajar las escaleras y se suma al grupo.

"Disculpen mi breve ausencia.¿ Serian tan amablas de ponerme al di sobre lo que pudiera incumbirme ?