Partida Rol por web

-Buen día, le contestó Lord Evan a la niña arqueando una ceja.

Ardillita... qué oportuno. 

Acto seguido sacó una moneda de su bolsa. -Toma, es para ti. 

Whalen se maravilló ante el descaro de los enanos. Recordó ciertas palabras de su mentor,e maestre Nicholas, que decía que los bufones eran necesarios para recordar a la nobleza su condición de simples mortales. Se preguntó si bestias como Orten Lugus acpetarían con agrado las chanzas de un enano bufón.

Seguramente le demostraría al enano su propia mortalidad tirándolo a los perros.

Entonces pasó la chiquilla cerca de ellos, pidiendo limosna. la palabra de ardillita, también presente en la nota de Roshar, le puso en guardia. Por suerte su padre era mucho más astuto que él y se le adelantó con la mayor naturalidad.

Lady Varya mantuvo los labios apretados durante todo el juicio por combate, no se la veía preocupada por el desenlace si no más bien enfadada. Al acabar aquello con la muerte de los dos hombres un leve bufido, apenas audible, se escapó de su boca —Para dos aliados que nos quedaban... van y se matan entre ellos, ¡qué desperdicio!— pensó, y es que a la señora de la casa eso que había pasado en la arena le sonaba a tontería, por decirlo finamente, pelearse por una maldita espada no daba de comer y había acabado con dos buenos hombres, que podían hablar bien de ellos, muertos. Pero dado el clamor general, y el particular de los miembros de su casa, se guardó su opinión para sí misma y sonrió y aplaudió como ellos.

La dama apenas hizo caso al espectáculo con enanos que siguió a aquello, su mente repasaba en busca de los potenciales aliados que les quedaban en la capital y el herrero no le parecía que fuese suficiente, aunque no se atrevió a menospreciar el valor que aquel hombre de fuertes convicciones podía tener.

En esas cavilaciones se encontraba cuando la aguda voz de una niña se abrió paso hasta su cerebro y sus ojos se desviaron hacia ella y hacia su esposo, esperaba que por fin hubiera buenas noticias.

-Gracias, mi señor. - Dijo tomando la moneda con una sonrisa de agradecimiento similar a la de cualquier niño de la calle cuando ve una buena moneda caer a sus manos. -Que los Siete le bendigan. 

La muchacha guardó la moneda en un bolsillo interior de su pantalón, como si Lord Crogall le hubiese dado un dragón de oro y recelara de que otro se lo pudiera robar. Mientras lo hacia, murmuró muy bajo unas palabras que apenas pudieron oír. 

-Mi señor les reclama. - Y acto seguido se dio la vuelta para regresar por donde había venido con buen ritmo, sin detenerse a pedir más limosna ni hablar con nadie. 

Whalen observó por un momento alejarse a la "ardillita". Debían seguirla, pero hacerlo todos sería muy escandaloso.

Id, mi señor. Dijo, dirigiéndose a su padre. Me quedaré aquí, por si alguien quisiera hablar con nosotros... O lo que sea.

Remató. El lord debía ir a hablar con Roshar, o al menos así lo veía él. Lo demás era opcional. Él se quedaría allí, representando a la familia en aquellos últimos momentos del torneo. Paseó la vista, también, por las gradas, en busca de alguna mirada curiosa hacia ellos. No debía olvidar que estaban en un jodido pozo lleno de ratas traidoras.

Lo que Varya oyó no fueron buenas noticias, al menos tampoco fueron malas, parecía que ser Roshar tenía algo que decirles pero que creía que no era oportuno hacerlo tan en público y prefería hacerlo lejos de oídos indiscretos y lenguas viperinas. Con el comentario susurrado de su hijastro la señora de la casa Crogall tuvo claro lo que hacer, sus indisposiciones a lo largo de todo el torneo habían sido frecuentes por lo que una más no debería llamar la atención ni levantar sospechas, al menos no tantas como que el lord se perdiera la justa final sin un buen motivo.

—Mi señor, no me encuentro bien. —dijo poniendo su mejor cara de dama en apuros —Si me disculpáis, me retiro.

Al obtener el asentimiento de su esposo se levantó lentamente, recogió el vuelo de su vaporoso vestido negro con detalles verdes y se dispuso a abandonar el lugar, pero no había dado ni un paso cuando de repente le sobrevino un vahído, sus ojos se cerraron, sus extremidades fallaron y su cuerpo se desvaneció directo hacia el suelo, en caída libre. 

-Varya, dijo Evan y se apresuró a cogerla antes de que se hiciera daño. Al tenerla en sus brazos, su gesto de preocupación se disipó un poco, y sus ojos verdes penetraron en los de ella. No dijo nada, pero al ayudarla a incorporarse, su mano le apretó con firmeza y dulzura en el hombro. Un toque sutil, invisible para todos, que contradecía las palabras y el tono de lo que dijo después. -¿De nuevo mareos? Vaya..., decía lamentándose. Echó una mirada hacia el espectáculo de los enanos, y apretó los dientes en señal de lamento. -Tengo que acompañarla, lo lamento, dijo a los presentes y comenzó a andar con Lady Varya apoyándose en su hombro. 

Haciendo honor a su nombre, la ardilla se movía con gran rapidez entre el gentío y estuvieron a punto de perderla en un par de ocasiones. Ella, mucho más delgada y bajita, se movía con facilidad entre las gradas repletas de nobles de las diferentes casas de poniente que llenaban el lugar. Mientras que ellos, fingiendo además el desmayo de Lady Varya, lo hacían con mayor dificultad y lentitud.

La ardilla no se paró a esperarles, pero pudieron ver que se dirigía hacía la salida del recinto de los torneos. Cuando salieron al exterior, se encontraron en una especie de plaza en la que apenas había transito de personas a excepción de un mercader que preparaba sus productos en un pequeño puesto para cuando saliera la gente del torneo. Algo madrugador, porque aún quedaba bastante tiempo para ello. Otros puestos aguardaban cerrados a que llegaran sus respectivos dueños para hacer lo propio.

Un escudero pasó llevando el caballo de su señor en dirección a una de las entradas laterales, y tras su paso pudieron ver un pequeño callejón donde la ardilla les esperaba escondida entre las sombras. Cuando vio que habían fijado en ella, se giró hacía el interior del callejón y echó a correr.

-¿Todo bien? - Le preguntó Orten Lugus a Whalen cuando vio que Lord Crogall se llevaba a su esposa tras estar a punto de caer desmayada. -¿Que le ha ocurrido a vuestra señora?

Whalen no sabía de esos jueguecitos de su padre con su madrastra, así que se asustó un punto al ver como Varya caía ca plomo. Le vino a la memoria las palabras de Nicholas sobre la misteriosa enfermedad del Mal Lunar, que lanzaba a la gente al suelo entre convulsiones... Pero no era el caso de Varya. ¿Quizás un embarazo? Antes de la visita a Desembarco le habría inquietado esa posibilidad. Pero ya no. Habían cambiado muchas cosas en aquel viaje.

Asintió a las palabras de su padre cuando dijo que debía acompañarla.

Aprovechad que estamos en Desembarco para tener otra opinión que no sea la de Nicholas.

Además, en Desembarco tenían muchos mas medios que en su pobre feudo de marismas y bichos.

Cuidaos, Milady. 

Mientras observaba alejarse a la pareja se volvió para responder a Orten. En un primer momento se quedó helado, pensando que se refería a Scarlett. Entonces recobró la compostura.

Espero que no sea nada, Orten.- Respondió. Le caía bien Orten. Le recordaba mucho a él mismo, y le había salvado la vida matando al Caballero Zorro. Volvió a su mente aquella escena.- Supongo que no está acostumbrada a todo esto. En nuestro feudo las cosas son más sencillas. A mí también me parece todo esto muy asfixiante. El aire, el olor, la gente... Y las conspiraciones. Ni imaginas las ganas que tengo de largarme para volver a mis tierras. Todo esto me parece una pesadilla, Orten. Sólo vale la pena por haber conocido a gente como vos.

Por cierto... ¿Y vos? ¿Cómo estáis? Al preguntar eso pensaba en la muerte del caballero Zorro otra vez. No había matado a nadie antes y recordaba lo afectado que se había mostrado tras su heroica acción.

-Sabes que podéis contar conmigo, Whalen. - Dijo colocando una mano sobre el hombro del heredero de los Crogall. Una mano amiga que ofrecía consuelo ante la gran cantidad de intrigas que se desarrollaban a su lado. -Pero comprendo como os sentís. Desembarco del Rey puede ser una ciudad demasiado... - Se frotó las yemas de los dedos buscando la palabra adecuada para describir aquella ciudad de rateros, ladrones, asesinos encubiertos, pestilencia, depravación y corrupción. - Intensa. 

Agachó ligeramente la cabeza cuando Whalen se interesó por él y el joven hizo una mueca con los labios y encogió los hombros. 

-Supongo que todo lo bien que se puede estar. Yo también deseo volver a mi hogar, volver a una vida más sencilla. Y sobre todo dejar de ser la niñera de mis hermanos borrachos y del torpe del marido de mi hermana. Por si no tuviera suficiente con encargarme de cuidarla a ella, ahora ese estúpido inútil se queda inconsciente en mitad de la contienda. ¿Lo habéis visto?- La voz de Orten pareció temblar al referirse a Langley Woods, parecía realmente frustrado. 

Lord Evan acompañaba a su esposa por las calles del Desembarco del Rey. Cuando ya estaban fuera de la vista de los espectadores del torneo, se permitió acelerar el paso para seguir la estela de aquella niña escurridiza. -Vamos, qué no se nos escape, le dijo a Lady Varya apretándole la mano. Llegaron hasta la boca del callejón, y sin dudarlo Evan se metió dentro. 

Lady Varya siguió con su representación, dejándose llevar por su esposo, hasta que estuvieron fuera de la vista del gentío, entonces se incorporó y aceleró el paso. No soltó la mano del lord y cuando sintió el apretón que él le dio asintió a sus palabras.

Fue con Evan hasta la boca del callejón y, antes de entrar, su mano palpó el mango del estilete que llevaba por debajo de la manga del vestido, asegurándose que estaba ahí por si todo aquello era una trampa. Cuando lo hubo tocado se apresuró a seguir la estela de su marido.

Se sorprendió ante la dureza de sus palabras hacia su cuñado.

Supongo que hace lo que puede. Comentó con una mueca. No debe de ser fácil ser el marido de vuestra hermana e intentar estar a la altura. Seguro que vuestro hermano no se lo pone fácil.

Suponía que Orten podía empatizar mucho más con la situación de Woods. Por eso le sorprendió la frivolidad de sus palabras.

¿Os puedo ayudar en algo? Al fin y al cabo le debía la vida.

Orten pareció avergonzarse de su arrebato hacia Langley Woods al ver la reacción de Whalen, y bajó la mirada y asintió mientras reflexionaba sobre todo.

-Sí, supongo que tenéis razón, Whalen. El pobre no tiene la culpa de que mi hermana sea como es. Supongo que es ella quien me crispa y no el pobre Langley.

Orten hizó un ademán con la mano para cambiar de asunto y al mismo tiempo descartar la oferta de Whalen.

-No os preocupéis, amigo, estoy bien. ¿Por quién apostáis en la justa?

Siguieron a la muchacha por un callejón estrecho hasta una casa medio derruida que se alzaba en una zona poco habitada de edificios viejos y dónde no parecía haber ni un alma. La casa en cuestión tenía la puerta cerrada y las ventanas tapiadas, parecía a punto de derrumbarse como si algo pesado hubiera caído sobre su tejado y venciera todo un lateral de la casa. Allí había un hueco por el que la muchacha se coló al interior de la casa y les esperó dentro.

-Mi nombre es Ruth. - dijo en cuanto Lady y Lord Crogall entraron, sin darles tiempo a siquiera preguntar. - Él está en la habitación, os está esperando. - Se hizo a un lado y señaló hacía una de las puertas de madera que había a su espalda. La casa por dentro no era mucho mejor, cubierta de cascotes, polvo y telarañas. Apenas quedaba nada que se tendiera sobre su estructura original, y aquella puerta no era una excepción, pues se había combado y salido de sus goznes en la parte superior.

Al abrir la puerta, no sin dificultad, pudieron ver a Ser Roshar Blackfist tumbado sobre un colchón de paja, un lecho notablemente incómodo, y cubierto por una manta roída y vieja. Respiraba con dificultad y parecía malherido. Había tratado de incorporarse al verlos entrar, y ese simple esfuerzo ya le había dejado exhausto. Tenía el rostro congestionado y sudoroso, sus ojos decían más que sus palabras, que no llegaban a salirle.

-Le apuñalaron. -Aclaró la voz de Ruth desde la puerta. -Los hijos de Ward.

Sonrió a Orten y se volvió al terreno de liza. Meditando sobre la pregunta.

Es díficil. Apostaría por el viejo caballero. Dicen que es una leyenda con las armas. Y ambos sabemos lo ladinos que son los viejos caballeros.

Dijo con un guiño algo triste al pensar en el Caballero Zorro.

Aunque también es cierto que los jóvenes pueden dar sorpresas. Añadió, como otro guiño a Orten. Y vencer a los viejos zorros.

Apostaría, por eso y en este caso, por ser Barristan Selmy. Dicen que es un caballero ejemplar. Por una vez estaría bien que venciera la buena caballería. Remató.

¡Ah! Por cierto, y hablando de zorros... No hemos tenido oportunidad antes de hablar sobre eso, pero ¿Sabéis algo de aquel rebelde que matásteis? Nos ayudaría mucho saber algo sobre él. Fuisteis muy valiente, Orten. He pensado en transmitirlo al Consejo Real. Era un proscrito famoso y vos lo matásteis. Debéis ser reconocido por vuestra gesta... Y que vuestros hermanos os respeten por el hombre valiente que sois.

La señora de la casa asintió con la cabeza al saber el nombre de la pequeña, aquello la relajó un poco pero cuando pasaron a la habitación donde se suponía que estaba el caballero, el cuerpo de la dama seguía estando en tensión. No por el lugar en sí, ya que en sitios peores había estado, si no por lo que les esperaba, pero lo que no pensó que vería fue a ser Roshar en ese estado.

Sin detenerse a pensar en nada, se acercó con paso apresurado al hombre y se arrodilló a su lado.

—No hagáis esfuerzos ser, Nicholas se hará cargo de vos y en nada estaréis como nuevo.

Entonces llegó la aclaración de Ruth y los ojos de Varya se achicaron.

—Decidnos qué ha pasado y la sangre vertida tendrá su pago.

Las palabras de la mujer iban dirigidas a ambos, pues si la muchacha sabía algo no quería que él se cansase en demasía.

Ser Roshar negó con la cabeza e hizo un gesto con la mano para rechazar las atenciones que lady Varya ofrecía, aún a pesar de que estaba malherido y había perdido mucha sangre. Luchó por incorporarse, aunque sólo consiguió alzar la cabeza un poco y componer una mueca de dolor.

-Los Ward... quieren... matar a Whalen, y a vos. Quieren que... que Evan sufra. -Dijo con mucho esfuerzo. -La dama... está en Desembarco... Está con ellos.

Finalmente no pudo más y se desplomó en el lecho, resollando como un caballo llevado hasta el límite. Tomó aire y volvió a hablar con tono más débil.

-Hay... hay algo más... - Su voz se había convertido en un susurro. -Cuidaros de él... cuidaros de él... - Las fuerzas se le terminaron marchando y perdió la conciencia. Ruth corrió a su lado y humedeció una toalla que le colocó en la frente.