Partida Rol por web

Una buena hostia en los riñones fue toda la delicadeza que recibió Brent Blacktyde en su despertar, tres días después.

-¡Traidor, levanta! -La voz de Ser Gyles había renunciado a toda dulzura- Querías un hogar de piedra pero aquel insulto a la generosidad de TU señor te eximió de la posibilidad de elegir.

Otro puntapié precedió sus nuevas palabras. -Te he dicho que espabiles de una puta vez, vienen tus señores y más te vale estar todo lo presentable que un perro puede estar... -Tras ello se acercó y añadió en un susurro-. Te podría haber esposado mejor, sólo tienes que cortarte una mano para poder huir, dame la excusa y te ahorcaré como el perro que eres.

-Mi señora, es la hora de despertarse. -La suave voz de la septa animaba a Dana a abandonar el abrazo del sueño. Tras ello mutó en un vendaval y terminó de organizar los preparativos.

-Hay que dejar entrar el fresco... ¡Dana! ¿Qué haces que aún estás remoloneando? ¡Venga que hoy es el gran día! Me pregunto como será tu apuesto esposo, está bien que sea sabio y todo eso pero también debe ser apuesto por supuesto. No olvides las lecciones que hemos repasado estos días, debes ser perfecta una dama.

Tras ello como si recordara algo se paró en seco.

-¿No habrás metido ese horrible arco en el equipaje?

Aquella noche apenas había dormido presa de la emoción que le embargaba, el susurro de futuros días de gloria le animaba y le impedía entregarse al descanso. Y para encima una fastidiosa voz terminó de sacarle del limbo en el que se encontraba.

-Mi señor, ¡es la hora de vuestro día glorioso! -Anunció el joven escudero. -Estuve ayudando a cargar todo el equipaje y la armadura sólo quedáis vos para ponernos en marcha.

Cuando Brynden llegó a la entrada del castillo se percató de la presencia del ojeroso maestre y de Ser Osbin. Este último mantenía su porte como si hubiera sido esculpido por un maestro cantero. Más allá se veía el carromato conducido por el mercader que les llevaría a Desembarco del rey. A su lado se encontraba Ser Gyles agachado sobre una sombra.

Aunque la apariencia del patio parecía imperturbable aquellos indicios evidenciaban que aquel día no era como cualquier otro.

El isleño se hallaba desorientado. La mugre que cubría sus nuevas vestimentas indicaba que había pasado varios días tirado en el suelo. Un pinchazo en la cabeza le trajó a la memoria los últimos momentos que fue capaz de recordar antes de que el mundo se viese envuelto por las tinieblas.- Je. Le recibiré con mis mejores galas.- resopló, encogiéndose tras recibir la segunda patada. A pesar de su condición, su expresión distaba mucho de verse compungida o arrepentida por sus actos.- Mi señor es Balon Greyjoy.- repitió, escupiendo sobre el rostro de Ser Gyles aprovechándose de los pocos centímetros que les separaban.- No hincaré mi rodilla ante un puto cisne.- su mirada verdemar, aunque perceptiblemente cansada y nublada por las extremas condiciones a las que se había visto sometido durante tres días, aún conservaba aquel resplandor de desafío y rebeldía que tanto la caracterizaba. 

-Ja, veremos si mantienes ese orgullo cuando llegues a desembarco del rey. Mira ves ahí detrás, ahí estaré viendote yo, viendo como caminas, luego te veré caer y estaré viendo como el carro te arrastra. Un espectáculo visual -Sentenció.

Tras ello se alejó y fijó su mirada en tres figuras que se encontraban a lo lejos, las luces del amanecer aún son demasiado bajas para desvelar su imagen.

Lo que está muerto no puede morir, sino que se alza de nuevo. Más duro, más fuerte.- se limitó a contestar antes de que el guerrero se alejase de allí para dar encuentro, o al menos eso suponía Brent, a los señores Swanriver. En señal de discordancia, hizo crujir sus vértebras y sacudió sus hombros con el fin de desentumecerlos. Luego, se sentó, buscando calmar la sensación de mareo de su cabeza.

_ No... Susie... cinco minutos más... _ ronroneó mientras abrazaba la almohada hundiendo su cara en ella con gesto mimoso.

Entonces, abrió los ojos súbitamente, siendo consciente de que algo no iba del todo bien.

_ ¿QUE? ¿EL ÚLTIMO? _ Se levantó de un salto de la cama, enredándose en la colcha de plumón y estando a punto de caer al suelo. _ ¡¡¡ERRYK DEBERIAS HABERME DESPERTADO ANTES!!!

Saltó a la pata coja mientras intentaba enfundarse en las calzas que había dispuestas en el vestidor junto con el resto de la ropa de viaje ,toda en tonos plateados y azur. El corazón le latía a mil por hora y el sueño se había disipado de golpe mientras intentaba calzarse las botas y apremiaba al muchacho para que le alcanzase sus armas.

_ Padre me va a matar... _ gruñó.

La voz de su septa despertó a Dana de un bonito sueño con un galante caballeros y un par de crías con melenas color fuego.

Si septa, no os decepcionaré, se cual es mi lugar para con padre y mi casa -respondió Dana solemnemente- y no os preocupéis, no he metido el arco entre mis equipajes.

Aún no lo he hecho, anoche estuve hasta tarde arreglando ciertas imperfecciones y preparando un carcaj repleto de flechas. Debo colar el arco entre las mercancías del mercader para que me lo guarde durante el viaje. Y preparar una historia sobre él, por si alguien se pregunta que hace una dama como yo con un arma como esa.

La septa dedicó a su joven señora la más amplia de sus sonrisas. -Ya eres toda una dama, aún recuerdo cuando ibas correteando con tu hermano por ahí, de no ser por el vestido algunos hasta dudarían de quién era el varón. -Siguió hablando mientras salía.

-Voy a mandar a buscar alguien para que traigan el equipaje, vete preparando para bajar.

Viendo vuestra reacción se dispuso a añadir en un tono despreocupado: -Aún queda vuestra hermana, y el señor Swanriver claro está. Abajo están todos los demás... -Tras ello pareció recordar algo.

-Por cierto... Mi señor, ese hombre del hierro... Le han esposado-Sus palabras se convirtieron en un susurro-. ¿Crees que es por violar el tratado de los Dannett?

Aguanto la espera por el resto de los participantes de la marcha a Desembarco del Rey estoicamente, como el recio Ser Osbin a mi lado. No suelo tener muchas palabras con el caballero. Intento entablar conversación con Ser Osbin, adecuando mi voz para que no suene tan cansada como mi rostro hace parecer que va a sonar. Nos espera un largo y probablemente peligroso viaje, caballero, mas contar con su espada velando por los jóvenes Gale y Dana me tranquiliza sobremanera. Cuando veo acercarse al tal Brynden endurezco un poco mi expresión instintivamente, y vuelvo a dirigirme a Ser Osbin. Dígame, Ser Osbin, ¿cuándo fue la última vez que participó en un torneo? 

tras un largo rato de espera la conversación del maestre era de agradecer para olvidar la rigidez de los músculos al estar tanto tiempo en la misma postura.

- Estoy halagado por vuestras palabras pero no os engañéis, la edad comienza a hacer mella en mis huesos. Si en algún momento el viaje entraña peligro sentiría más seguridad por nuestros jóvenes señores si Ser Gyles estuviera cerca.

En cuanto a torneos deberéis dejar que haga memoria... creo, no, estoy seguro de que el último fue justo antes de la boda del príncipe Rhaegar. Era un simple torneo organizado por una casa menor, y yo tan solo quería hacerme valer a ojos de mi esposa...

al terminar la frase su expresión se torna taciturna, desde la muerte de su esposa e hijo no había vuelto a hablar de ellos salvo en contadas ocasiones y siempre le afectaba. Sin embargo se obligó a volver a la realidad, el pasado no iba a volver salvo para atormentarlo.

- Llegáis tarde Brynden.

—Lo sé —contestó a Ser Osbin, sin decir nada más. Después de pasar una noche en vela para despedirse antes del viaje de las mujeres del pueblo, no tenía fuerzas ni humor para hablar demasiado.

Bostezó ampliamente y se estiró, con lo que sonaron varios huesos recolocándose.

—Vaya, eso suena mal. Pero con esa cara que me ponéis, Maestre Warren, no me atrevo a preguntaros por si me dais más mejunjes de la cuenta para que os deje de doler la vista cada vez que me veis —le dijo, con la ceja alzada y su habitual gesto de provocador, denotando que le gustaba experimentar con los límites de los demás—. Espero no herirme en el torneo.

Sin esperar su respuesta se terminó de estirar y se recolocó la ropa.

Si alguien se fijara, vería que la sombra junto a Ser Gyles se ha incorporado, el contorno y los movimientos la delatan como la sombra de Brent, parece estar esposado al carromato. Tras sentarse nuevamente el preso Ser Gyles se dirige junto a los demás.

-Siéntate que falta te hará para el camino.

Tras ello se marchó en dirección al resto de los personajes que se encontraban charlando.

Dana devolvió una sonrisa a su septa. Los barones tienen un papel en la vida y las mujeres otro. No tienen nada que envidiar unos de otros. Yo seré la señora de una casa algún día, honrando la memoria de mis ancestros.

Si septa, ahora mismo me preparo, no haré esperar al resto -respondió Dana con cortesía y respeto.

Hago verdaderos esfuerzos por no perturbar mi expresión ante el comentario de Brynden. Brynden. Mantengo la espalda recta y mi boca en una línea dura tras decir su nombre. No llevo muchos mejunjes. Remarco la palabra. Así que si yo fuera un participante intentaría no arriesgar mucho y mantenerme dentro de mis posibilidades. Ahora sonrío al impertinente muchacho. Me dirijo a Ser Osbin. Ser, no se preocupe, la veteranía le dará ventaja sobre los ansiosos de gloria. Dejo que se asome una pequeña sonrisa en mi rostro. 
 

-¿Quién es un ansioso?... -Pregunta Ser Gyles que ya llegó a la altura del resto, tras escrutar a sus nuevos compañeros entendió por quién podía ir el comentario.-Ah ya veo.

-En cuanto lleguen los señores nos pondremos en marcha cuanto antes.