Partida Rol por web

A pesar de la trampa, parece que los depredadores no están dispuestos a dejar de comer por mucha luz que haya en un extremo del túnel. Borateo sigue escuchándoles gruñir y en plena vorágine carnívora. No se acercan.

Wilbur recuerda que el enfrentamiento con el minero tuvo lugar en el siguiente tramo de galería, tras pasar la esquina.

- En el siguiente recodo encontramos lo que creímos era el cadáver de un minero, al acercarnos nos atacó. Supongo que el ahora si cadáver estará ahí tirado.

Por cierto que con esa lámpara tuya creo que ya se habrán percatado de nuestra presencia hasta en los mismísimos Infiernos...

Wilbur saca nuevamente su maza de armas.

Lyranden lo empezaba a tener claro, esos tíos estaban mal de la cabeza. Unos segundos antes les estaban exigiendo que dejaran las armas y ahora prácticamente les invitaban a darles una cuchillada por la espalda mientras se internaban en la mina. – En fin, el mundo está lleno de tarados – pensó Lyranden
La verdad es que al semielfo no le importaba el destino de aquellos infelices que podrían estar enterrados en la mina, ni tampoco la opinión que podría despertar entre los habitantes de la región. Aun así Lyranden sabía que si huía de aquel lugar se desataría una búsqueda para encontrarle, el era el único con alguna relación con la banda de asaltantes y el único que sabía dónde estaba la base de operaciones y quiénes eran los responsables. Otra búsqueda más que se sumaba a aquella que con seguridad habrían empezado los enanos que les capturaron y de los que ahora huía. La idea de ser una presa en busca y captura no le gustó en absoluto.
El tener un grupo de aguerridos aventureros de su parte, o al menos no en su contra, sería algo a tener en cuenta. Si ayudaba a aquellas gentes, se evitaría problemas e incluso podría vengarse del trato que le habían dado sus captores enanos.
– Si, eso es lo que haré – se dijo a si mismo – ayudaré a esta gente en todo lo que pueda, limpiaré mi reputación y conseguiré la venganza sobre esos enanos traidores.
-Bien, señores. Parece que deberíamos tratar de salvar a más gente en apuros – dijo con una sonrisa mientras recogía sus armas. Cuando se acercó a Darius y para darles ánimos y algo de consuelo añadió – Además, si podemos llegar al pueblo con este grupo probablemente estén dispuestos a prestar ayuda a Mindo.

 La tensión era palpable en el cuerpo del montaraz. Ante las palabras del mago el pelirrojo susurró.

 - Poca cosa queda del... cadáver. ¿No escuchas como lo están devorando?- Dice a la vez que se seca la frente perlada en sudor.- Entre cuatro y media docena de... de criaturas lo están devorando.

 Señalando con la barbilla la linterna del suelo, añade.

 - Quise atraér a las criaturas para poderlas empalar con la lanza cuando estas cruzaran el recodo. Por eso la luz, por eso y porqué más adelante no se ve una mierda. Pero parecen más interesadas en mordisquear el cuerpo que en venir a ver que pasa.- Tras una pausa, apunta.- Si tenemos que regresar al pueblo debemos traer pruebas para dar fuerza a nuestras palabras, necesitamos a uno de esos enanos. Ven, vayamos.

Un escalofrío recorre el cuerpo de Wilbur al escuchar la descripción de Borateo.

- Por lo que cuentas no parecen seres demasiado inteligentes, tengo un conjuro que quizá nos facilite las cosas.

Wilbur extrae algo que parece arena de colores y se prepara para lanzar el conjuro de manera que afecte a la mayor cantidad de seres posible. Lleva en la zurda la arena y en la diestra la maza, para rematar la faena.

- Espero que la escasa luz de la cueva sirva para aumentar el efecto de esto... te sugiero que trates de amortiguar la luz de las linternas para aumentar el efecto aun más, y, sobre todo, no mires hacia el cono de colores que aparecerá cuando empiece la fiesta.

 Viendo la predisposición de Wilbur, asiente.

 - Espero que puedas llegar a donde están, a algo más de unos cien pies... imagino que por la zona donde abatisteís al minero. Poco más o menos.

 El pelirrojo toma la linterna y se la cuelga de una de las correas de cuero que caen de los tirantes de su mochila, medio camuflándola con la capa. Luego toma la lanza de nuevo con las dos manos, dejando su lado izquierdo más avanzado y retirando el derecho, dando menos blanco para ser atacado y pudiendose afianzar mejor con las piernas.

Ambos humanos se internan en el siguiente tramo de galería. Sus pesadas mochilas les hacen avanzar lentamente, y los farolillos no paran de golpearse una y otra vez con distintas partes del cuerpo y la mochila. A veces, golpea de manera sorda sobre la cadera o partes blandas del equipo. Otras veces deja escapar algún tilín metálico cuando las visagras de las linternas chocan con una hebilla de la mochila, el mango de la espada de Borateo o vetetúasaberqué.

Hasta Wilbur, que empezaba a oír el banquete según se iba acercando, se da cuenta que ya han parado de comer. Las criaturas siguen inmersas en la oscuridad, más allá del linde que iluminan las lámparas. Aún demasiado lejos como para verlas.

 Borateo avanza escrutando la oscuridad más allá del radio de iluminación de la linterna. Las manos en tensión aferrando el asta de la larga arma, a punto para esgrimirla en cualquier momento.

Como murmullos, unos pies se arrastras pesarosos por el polvoriento suelo de la mina. Se están acercando... crece la tensión en un momento en el que los contendientes solo están separados por una cortina de penumbras...

No solo la de ustedes. Nuestra imagen en el pueblo también está en juego. Pensadlo... El día en el que dejan a los mineros a nuestro cargo, se nos pueden haber muerto todos.

Nosotros habíamos acampado en la entrada. Nada entró ni salió, salvo un hombre que empujaba la vagoneta y volcaba los escombros. Las tres primeras horas de la mañana fueron tranquilas. Y de pronto, BUM, y de la entrada de la mina salió una bocanada de humo negro.

Y no sabemos más.

Si vais a colaborar con nosotros mucho mejor, porque así no tenemos que quedarnos a vigilaros. ¿Qué hacemos con vuestro tullido? En principio, la explosión debió ser suficiente como para auyentar a los depredadores. Podemos dejarlo aquí, con el lobo herido, y si el animal despierta, ya tiene desayuno-dice el bardo, irónico.

Podemos dejarle a una niñera y el resto que vaya adentro. Si es por mí, me quedo yo cuidándolo. Así no ensucio mi ropa allí dentro.

Wilbur se prepara para lanzar el hechizo "Rociada de color" tan pronto como se de cuenta de que están a tiro.

Mi amigo el halcón visitó a tu hermana aldira para explicarla.

El lobo vivirá pero necesita tiempo para regresar. Sus heridas son profundas. Pero volverá lo mas pronto posible

Un cruel mal afecta a esta región. Ahora mis dones deben proteger a los humanos.

valandil entonó un curioso trino y el jilguero voló de su dedo perdiéndose en la lejanía

Luego se volvió a sus compañeros.

Entraré. Cuida de los heridos, Roger. Y ese lobo aunque te parezca insignificante es mas valioso que lo que parece. Mindo, tengo una pequeña idea. Puede que encuentre a alguien cuya sabiduría y conocimientos le permitan ayudarte, y con mas sapiencia que yo. Espera aquí y ten paciencia, pues regresaré.

  Borateo se mantiene atento, esforzándose por respirar, sobreponiéndose a la sensación de aguantar la respiración, su larga lanza apuntando hacia las sombras que tiene delante. Su oído alerta.

 - Avancemos.- Dice avanzando 10' más.

Wilbur avanza y se prepara para el ataque.