Partida Rol por web

El viaje a través de las heladas tierras del norte de Avistán ha sido duro. No obstante, no habéis tenido demasiados problemas en conseguir llegar a Trollheim con el dinero que os dio la Sociedad.

Una vez en la ciudad, las direcciones que os dio el Capitán de Proyectos no son todo lo precisas que debieran pues dais un par de tumbos por la ciudad. Sin embargo, al llegar al lugar donde se suponía que debía estar la casa de Skagni solo encontráis el esqueleto calcinado de un edificio.

Por aquí y por allí hay trozos de madera abrasado y muebles echados a perder, pero si algo hubiese quedado después del fuego, parece que ha sido saqueado a conciencia. Aunque la mayoría de las paredes están ennegrecidas por el hollín, una zona en lo que debió ser la parte delantera de la residencia todavía tiene paredes limpias y blancas. Sobre estas blancas paredes y escrito en unas letras rojizas de más de un metro de alto se puede leer:

PATHFINDERS, IROS A CASA

No hay posibilidad de equivocarse. Las letras en esa pared están escritas con sangre...

- Sangre - dijo el clerigo acercandose a la pintada - espero que no sea la de Rognvald Skagni - hablaba sin ningun tipo de emocion - bonito recibimiento.

Una nube de vapor se escapa de los labios de Tyr cada vez que hablaba, hacia mucho frio. Afortunadamente todos los exploradores habian podido conseguir ropa de abrigo para pasar los dias en Trollheim, aqui el clima era mucho mas agresivo de lo que habian pensado.

- Deberiamos preguntar a alguien - el clerigo miro al resto del grupo, confiando en que alguien se animara a hacerlo.

Pues, Skagni era el único que sabia que veníamos...con lo cual, es muy probable que sea su sangre o al menos, que esté en problemas!
Solo espero que no esté descansando ya en el cálido abrazo de Pharasma... Aunque...Brrr, si que hace frío acá!.

Khyron se cubre con la capucha, y recorre las ruinas en busca de alguna pista, usando su guisarme como bastón.

Parece que quemaron la casa y luego saquearon el lugar...
El explorador, se para sobre un muro de piedra quemada, y mira a las casas de los alrededores, eligiendo una para ir a entrevistar a su dueño...

Adshareb contemplaba las enormes letras sangrientas con gesto pensativo.

- Alguien se ha tomado muchas molestias para meternos miedo...- comentó, a nadie en particular.

Sin añadir nada más, se unió a Khyron en la búsqueda de pistas entre los restos calcinados.

 -Una cosa tenemos que tener muy clara. -el joven monje estaba abrigado hasta los ojos, que, con la capucha sobre la cabeza, y con la boca y la nariz tapada con la bufanda, era lo único que se le veía- El Señor Skagni estaba haciendo un informe sobre el gobierno y parece haber muerto por ello. Desde luego, la esfera política parece ser la primera sospechosa de esto.

Se acercó a las ruinas y comenzó a rebuscar entre los escombros calcinados. Sin embargo, no se afanaba mucho. No estaba acostumbrado a este frío. El clima es totalmente opuesto al del desierto donde se crió.

El Vizconde Onésimo Pío Renato del Marjal y Rocasolano estaba tan imponente como siempre arropado bajo un grueso abrigo de chinchilla y unas botas de piel de foca. Paseaba por las ennegrecidas ruinas de la casa de Skagni moviendo con desidia algún que otro escombro utilizando la punta de su bastón, el monóculo prácticamente cubierto de escarcha. Una pequeña serpiente coral asomaba de las mangas de su abrigo de vez en cuando meneando la lengua bífida y volviéndose a esconder en su cálida  y carísima madriguera. - Típico de la Sociedad, sus encargos nunca son tan fáciles como los cuentan en la reunión inicial. Las buenas noticias son que no hay ningún cuerpo. O eso parece.- Dijo el Vizconde con desidia. Parecía que no, pero a lo tonto a lo tonto estaba estudiando los restos del incendio con una exhaustividad pasmosa. Al cabo de unos instantes se volvió hacia sus compañeros. -Estoy de acuerdo con Tyr, creo que deberíamos preguntar en el vecindario por el incendio, a ver si alguien sabe algo... y a ver si nos lo quiere decir, que son dos cosas distintas.

Y acto seguido, se dirigió a las casas colindantes para hablar con los vecinos.

 - No sé qué pensaréis vosotros, nobles compañeros -dijo Turom arrebujándose en las espesas pieles y dando gracias a las bolsas de agua casi hirviendo que había metido en los bolsillos interiores. - pero el que una pintada tan clara y tan grande lleve ahí desde quién sabe cuándo, sin que nadie haya hecho nada por borrarla, no me transmite que el vecindario sea muy receptivo a hablar del tema, y menos con extranjeros - paseó la mirada por el Vizconde, Tyr y Khyron y les guiñó un ojo, sonriendo - Os acompañaré, pero creo que tendremos más éxito preguntando en algún sitio donde los forasteros sean más comunes. Tal vez el mercado, o alguna taberna del puerto... un incendio así no ha podido pasar desapercibido. 

Pero antes de seguirles, Turom se acercó a los compañeros que ya estaban rebuscando entre los escombros. - Aunque se me ocurre... ¿por qué incendiar la casa? ¿No bastaba con llevarse a Skagni? ¿O será que no pudieron encontrar los documentos y por eso la quemaron? - El qadiro sorteó algunas vigas caídas y se adentró un poco más en las ruinas - Y con un poco de suerte, igual nuestro contacto pudo esconderlos a tiempo y aún siguen por aquí... - dijo, examinando cuidadosamente los restos de la pared.

Mientras habláis, buscáis entre los escombros y Tyr y Onésimo se dirigen hacia otras viviendas, veis un grupo que se acerca bastante deprisa a vosotros, aparentemente estaban ocultos en un jardincillo a unos 15 metros de la casa. Si no hubieran estado tan lejos os habrían podido atacar...

Todos llevan hachas arrojadizas en la mano y son de etnia ulfen. Uno de ellos parece llevar una armadura más pesada que el resto y su escudo es de acero.

 - ¡Nos atacan! -previno Turom a sus compañeros mientras descolgaba la ballesta y la descargaba sobre el ulfen más cercano. La saeta dibujó una trayectoria perfecta, pero...

... el grito de Turom hizo pararse en seco al rubiales del bigotón, con lo que el dardo le arañó la calavera en lugar de clavarse en ella. 

Cuando los Ulfen asaltan al grupo, a Tyr se le ponen los ojos como platos, levanta un poco la cabeza y, sin pensárselo un segundo corre como un loco, maza en mano, hacia los asaltantes, emitiendo un alarido sin dejar claro si es un grito de guerra, o una canción mal entonada... no podéis evitar pensar que a este tipo esta algo mal de la cabeza...

La maza del clérigo impacta en el vientre del matón, propinándole un violento golpe y rompiéndole un par de costillas.

 -¿Cómo? -el despistado monje se encontraba agachado sobre unas rocas inspeccionando el terreno cuando comenzó el ataque. Al girarse, vio a Tyr rodeado de enemigos- ¡Camulos!

Como una exhalación, se dirigió hacia  uno de los atacantes, pero en el momento de lanzar su patada, una acumulación de hielo en el suelo lo hizo resbalar, fallando estrepitosamente su ataque.

Khyron reaccióna rápidamente. El hombre del desierto se encontraba parado sobre uno de los muros en ruinas, y al ver al grupo que sin previo aviso se arrojaban sobre sus camaradas, no le costó demasiado hacer girar sobre su cabeza el largo guisarme y como las aspas de un molino de viento golpear la cabeza del más cercanos de los bandidos!
El maldito reaccionó a tiempo, y pudo retroceder esquivando el golpe pero perdiendo el equilibrio. El acólito de Pharasma se agachó entonces y utilizando el garfio lateral y curvo de su cuchilla, enganchó las piernas de su enemigo, arrojandolo pesadamente al suelo.
Los cascotes en ruina se clavaron en la espalda del thug, arrancandole un quejido de dolor, y Khyron se preparó para partirle la cabeza de un golpe en cuanto el ser intentara ponerse en pié.

¡QUIETO AHI, BASURA! Le amenazó con su afilada y larga cuchilla de acero.
El molinete ya giraba de nuevo sobre su cabeza, a fuerza de musculo y no de viento...

QUIETO O TE ENVÍO DIRECTO A PAGAR TUS DEUDAS A PHARASMA! HAHAHAHA!

El hombre con la armadura más pesada se mueve y lanza su hacha contra el Vizconde, sin embargo el arma sale bastante desviada. Maldiciendo en su grotesco lenguaje saca otra hacha.

(Deja Vu ¡¡)

Cuando los Ulfen asaltan al grupo, a Tyr se le ponen los ojos como platos, levanta un poco la cabeza y, sin pensárselo un segundo corre como un loco, maza en mano, hacia el supuesto jefe de los asaltantes, emitiendo un alarido sin dejar claro si es un grito de guerra, o una canción mal entonada... no podéis evitar pensar que a este tipo esta algo mal de la cabeza...

La maza del clérigo impacta en el vientre del jefe, propinándole un violento golpe y rompiéndole un par de costillas.

(Deja Vu ¡¡)

Cuando los Ulfen asaltan al grupo, a Tyr se le ponen los ojos como platos, levanta un poco la cabeza y, ve a los Ulfen atacando al sus compañeros. El clerigo permanece en el mismo sitio mientras se coloca el escudo y saca su maza, y se prepara para recibir alguno de los ataques de los matones....

 
 -¿Cómo? -el despistado monje se encontraba agachado sobre unas rocas inspeccionando el terreno cuando comenzó el ataque. Al girarse, vio a Tyr rodeado de enemigos- ¡Camulos!

Como una exhalación, se dirigió hacia  uno de los atacantes, pero en el momento de lanzar su patada, una acumulación de hielo en el suelo lo hizo resbalar, fallando estrepitosamente su ataque.