Partida Rol por web

Elisabeth mira interesada los puestos de alrededor.

¿De verdad queréis volver con los demás después de encontrar un lugar así? Pregunta, casi alegre, echando a andar alrededor de la plaza, mirando los diferentes puestos que puede haber...

Si encontrara algún puesto de puntería... quizá podría ganar algo interesante y conseguir que la... demente... de la capitana se olvide de cobrar un rescate por mí...

Stanley sigue con la mirada al tipo, casi hipnotizado por su aspecto. Cuando desaparece, finalmente, escapa del hechizo.

-Joder Doctor, ¿quien era ese tipo? ¡Me ha puesto los pelos como escarpias!- después se fija en las chicas.- ¿Esa son la gitana y la naufraga? ¿Que hacen aquí?

- ¡Pasen por aquí! ¡Pasen por aquí! Acierte al blanco y llevesé uno de estos suculentos premios o su valor en metálico... ¡Vamos, es sencillo! -, grita un tipo bajito, la mar de gracioso.

El puesto parece ser uno de esos típicos puestos donde por una moneda, tienes tres oportunidades de darle al blanco, y entre más cerca del centro estés, más dinero ganas. La apuesta mínima es una moneda de oro, pero al final, puedes llegar a ganar cinco veces esa cantidad. Sin embargo, reparas en un cartel a un lado que dice: "Si acertáis en el centro del blanco, no podéis volver a jugar hasta dentro de 48 horas" y más abajo otro más grande: "La empresa no se hace cargo de los desperfectos, roturas o muertes que causen los participantes".

Sin pensarlo demasiado, Elisabeth se acerca al hombrecillo y mete sus dedos en su escote para sacar la moneda de oro, poniéndola sobre la mesa.

¿Me dejáis intentarlo, caballero?

Pregunta decidida...

Cuando tiene en su mano el primer cuchillo, no tarda demasiado en concentrarse y lanzar hábilmente. Luego mira a María satisfecha, sonriente.

- Pues son tres monedas, señorita... menudo brazo tiene... ¿Desea intentarlo de nuevo? -, te pregunta con una sonrisa mientras te entrega tu cuchillo.

- Espero que tenga tanta suerte como el anterior disparo. -, te dice mientras cruza los dedos detrás de la espalda.

Elisabeth asiente, poniendo una de las 3 monedas sobre el mostrador y guardándose las otras dos en su ya conocido escondrijo. Mejor prevenir que curar...

Vuelve a coger el cuchillo y.... esta vez el lanzamiento sale algo desviado, pero es casi igual de certero. Vuelve a mirar sonriente a María. Y finalmente al pequeño hombre, con la mano extendida.

Quedáos con dos de las 3 monedas... quiero volverlo a intentar, esta vez apostando sólo dos de ellas.

- Pues son tres monedas otra vez, señorita... menudo brazo tiene... ¿Desea intentarlo de nuevo? -, te pregunta con una sonrisa mientras te entrega tu cuchillo.

- Espero que tenga tanta suerte como el anterior disparo. -, te dice mientras cruza los dedos detrás de la espalda y se muerde la lengua.

Elisabeth vuelve a intentarlo... pero los latigazos de la capitana hacen mella en ella, y al hacer el gesto para lanzar el cuchillo, su hombro se resiente... desviándose un poco más esta vez...

Suspira mirando a María...

Creo que será mejor que lo deje por esta vez... al menos ya tengo algo con que llenar los bolsillos.

Sonríe al hombre mientras extiende la mano.

Muchas gracias, buen hombre. Que tenga un buen día.

- Pues son cuatro monedas esta vez, señorita... menudo brazo tiene... Vale, ya ha cumplido con sus tres intentos, dejemos a otra persona ahora... -, te pregunta con una sonrisa mientras te entrega tu cuchillo.

Espero que no sea tan certera como esta bonita muchacha...

Estaba algo pensativa y despistada y apenas había seguido la conversación entre Elisabeth y ese hombre ...
- ¿que? ¿perdona? - digo mirándole

Elisabeth suspira y coge a María de la muñeca...

Venga, vámonos... he de buscar a alguien con urgencia... Pero antes debo regresar al barco por algo...

Elisabeth echa a andar hacia el muelle, sube al barco, entra en la alcoba de la capitando vigilando que nadie la vea y sale con la lámpara rota envuelta en unos trapos... Mira a Maria, sonriente, por la idea que acaba de tener...

¿Me acompañáis a buscar un artesano? Pregunta, mientras echa a caminar con los trapos en sus brazos, hacia la zona comercial de la isla.

Miro a elisabeth y a la lampara, un escalofrío me recorre
- ¿estas loca? si la capitana psicópata te pilla con su lampara te dará de latigazos otra vez y ami por acompañarte - digo dando un paso hacia atrás
- no es que la tema pero quiero estar en el barco - la miro a los ojos
- oh maldita sea esta bien pero como nos pille te juro que te curare los latigazos con sal - advierto y luego echo a reír divertida
- vamos - digo cogiéndome a su brazo y en busca de un artesano

Elisabeth echa a reír de nuevo, divertida...

No son los latigazos lo que me da miedo, querida María... temo más el hecho de ser una molestia y no demostrar lo que en realidad sé hacer... odio que me desprecien. Nunca lo ha hecho nadie y no voy a dejar que alguien empiece ahora. De todos modos, no os preocupéis... vos no tendréis castigo alguno si la capitana nos descubre y pierde los estribos de nuevo. Confiad en mí.

Camina todo lo deprisa posible, buscando algo, o más bien, alguien, entre los tenderetes.

- ah ah, estáis muy equivocada señorita de apellido extraño - río
- si tu caes, yo voy detrás, si no quisiera hacerlo simplemente no te acompañaría - aclaro
- ademas, unos latigazos ... no vendrán mal, tengo algunos nudos en la espalda que sin duda así desaparecerían - le guiño un ojo cómplice mente mientras trato de buscar algo que no tengo muy claro que es, pues quien parece saberlo es elisabeth

Las dos señoritas salen deprisa del Barrio Chino y se dirijen al barco, que bueno, nadie está vigilando, pero parece que aquí no hay problemas con eso. Maria espera junto a la plataforma mientras Elisabeth entra al barco y tras un buen rato, sale con un saco que suena a cristales cuando lo mueve.

Otra vez juntas, ambas se dirigen nuevamente al Barrio Chino, esta vez con una idea en la cabeza, encontrar un artesano que pueda reparar la lámpara para así, volver a ganarse el favor de la capitana.

Elisabeth sonríe y se apresura... No creía que con lo que había ganado fuera suficiente para pagar la reparación de la lámpara, pero al menos tendría para un adelanto.

Debemos encontrar un buen artesano que nos haga un buen precio por reparar la lámpara. Avisadme si véis alguien interesante... y no nos separemos demasiado.

Dice, caminando mirando a lado y lado de las calles, llevando en una mano el saco con la lámpara y cogiendo de la muñeca a María con la otra, para no separarse entre la gente en las calles más abarrotadas.

Preguntáis por allí, y muchos de los que encuentras te envian a hablar con Stan. Al parecer, Stan es el encargado de hacer casitas de madera para la gente que no quiere vivir más, pero además, como hobby, parece que arregla cosas, restaurándolas...

Vamos, que no sólo pone guapos los cadáveres, sino alguna cosa más...